Océanos. Cuerpos que emergen bajo la luz de acantilados.
Aves alzan su vuelo a nuevas tierras. Tierras donde la sonoridad del astro sol
les de beber.
XX:
Ya estoy aquí.
Aprisa, aprisa. Mi embarcar es precoz pero creo que adecuado. Ya sé de esa
tormenta que avanza hasta lamer las lágrimas. Ya sé que este es mi hogar pero
todo se hace torpe, todo se hace obsoleto cuando intento dar un paso. El hastío
llega hasta mí. Me siento y me recojo y frente a ese mar revuelto llevo mis
pensamientos. Tengo que huir, marcharme donde el destino elaborado piense en
mí, me haga un hueco para la felicidad.
YY:
No mujer. No te vayas
aún. Espera un poco más. Ya verás…ya
verás que todo saldrá bien. ¡El renacer¡ en tu propia tierra. Sí, esa tierra
que te vio nacer. Ahora quieres partir, alejarte del barullo de la miseria, de
la pena. Tan aburrida estás…
XX:
Sí, estoy aburrida.
Cansada de siempre escuchar la misma aberrante tonada que toman mis pasos. No más que eso. Aquí no hay solución. Busco y
busco y solo encuentro zarzas entre mis manos. Rostros anónimos me despiden,
despeinan cada vez que intento balbucear un sueño, una verticalidad.
YY:
Entiendo. Entiendo que este ambiente te ramifique por
vertientes extrañas a tu origen. Sin embargo, te noto feliz. No sé por qué.
XX:
Por qué me voy. Sí, me marcho con mis maletas, con tono de
ensoñación a nuevas lugares. Aquí no hay nada que hacer. Tu bien lo sabes. Hasta luego te digo. No sé…espero
que sea una despedida emprendedora de nuevos alicientes para cuando retorné. Hasta luego amigo. Mi barca está ahí,
esperándome. Volaré los océanos y como
guía los astros marcarán mi designio.
Si…sí, un techo donde abrazarme. Yacer con la placidez de un
despertar sereno, tranquilo. Aprisa, aprisa me voy.
Océano:
Vienes a mí. Arriesgas tu vida cuando yo violento me vuelvo
tempestad que has de cruzar. La valentía es brío en tu mirada. Ven, ven aquí.
XX:
Voy a ti. Me entrego a este viaje sin rumbo sin saber del
retorno. Aquí hace mucho frío. Prefiero
irme bajo tu manto gris antes de estar aquí. Todo ha acabado en estas tierras. Acógeme y llévame lejos, muy lejos donde el
sol me guiñe con una sonrisa. Mira mis ojeras, mi palidez, tiemblo solo saber
que mí mañana me inunda de oscuridad.
Océano:
Vamos. Cruzaremos mi cuerpo y te llevaré donde el sol brille
otra vez. No temas. No te preocupes los cauces de la vida son muchos. Tú eliges
tu vía. Venga, antes que anochezca. Verás otros mundos, otras atmósfera que tal
vez calmen tus penas.
Océanos. A través de ellos enmarcamos nuestra esencia.
Elaboramos una andanza para un nuevo mañana.