sábado, abril 29, 2017

ELLAS. CAPÍTULO 22

Dices de continuar. Aquí, en estos instantes donde la soledad de los montes nos acogen. No, sigo con mi beso en tus labios. No, sigo con mi vientre en tu vientre. No, sigo en la caricia de tu cuello y despacito te desnudo. Sí, desnudas en la lejanía del barullo estremecedor de cualquier observador. Aquí, en estos instantes donde nuestras manos se cogen al unísono que alguna ave mañanera pasa.  He escuchado todo lo que comentas. Me parece bien, estoy de acuerdo…es que no te das cuenta. Ya somos una, una que se ramifica en el girar y girar de las esferas del amor. No te das cuenta…a veces es como si hablases para ti misma, pero yo estoy contigo, atendiendo tu conversación en estos parajes. No me importa que él venga con nosotras.  Suave, muy suave resbalo por tu cuerpo. Jadeas, inspiras y espiras. Te gusta. Te encuentras sumisa a los halagos del deseo, de hacer el amor en medio de la madre naturaleza. Polvo de estrellas somos y en polvo nos convertiremos. Por qué no entremezclar nuestra pasión con la exultante brisa salvaje de la hierba fresca. Todavía cierto luto te viste, no tienes necesidad, te digo. No lo abandonaremos a la suerte. Tú eres su amiga, una compañera en el placer del diálogo. Cómo no después de tantos años.  Sé que te correo por donde andará. Ya no estamos muy lejos, en unas horas, cuando edifiquemos el ahora nos desplazaremos hasta la ciudad. Lo buscaremos y quizás su quejido no sea infernal. Ya sé que no tiene a nadie. Bueno, estamos nosotras.  Y zas…lo agarramos y lo traemos, seguro que en algún parque estará escribiendo, escribiendo sus sueños, sus fracasos ¡Ay Anne¡ Disfrutemos el momento. Tú y yo. Yo y tú y el ronroneo del boscaje. Cerremos los ojos y dejémonos ir en la aventura de los sentidos censurados en el pasado.  Paso mi mano por todo tu cuerpo, tus senos me embeben en el silbido sutil de la gracia. Te recorro con la lentitud de las horas. Pasan atemperadas en la quietud, en la calma que nuestra desnudez se ama. Todo llega a su fin, continuemos. Déjame vestirte con mis ojos paralizados en los tuyos. Vamos al encuentro de él antes que la noche caiga, antes que los latigazos infrahumanos del desorden lo tiren.  Ya descansaremos…en nuestra cama, bajo una lámpara donde mariposas nocturnas revolotean ¿Has recibido mi respuesta? Tenemos que salvar Solaum. No soy tan cruel, maldita la gana de aberrantes acciones hacia los indefensos. Te hallo desesperada. Tranquila, el supongo en esta mañana donde las nubes no pasan estará simplemente sentado, respirando del aire gélido que confunde el estado invernal con el primaveral.  Detrás de aquella montaña está nuestro hogar, solo unos cuantos kilómetros, no muchos. Venga Anne, quiero desenclavarte esa púa que lastima tu sensibilidad ¡Qué fértil es todo este paisaje¡ Continuemos…



viernes, abril 28, 2017

ELLAS. CAPITULO 21

21
Una llamada allende a mi identidad resbala por mi pecho. Alguien grita en el sollozo del derrumbe de su esencia, de toda su vitalidad, de su brío. Presiento que su espíritu apagado me reclama en su mutismo. No sé es algo extraño. No llego a comprender el por qué de esta sensación. Sí, me llaman. Alguien pide clemencia, no de ahora, sino desde hace mucho tiempo. Yo no lo he escuchado pero ahora…ahora golpea vorazmente mi vientre. Laum, es incompresible a mi verdad pero he de decirte que creo que Solaum me necesita. El nunca ha dicho nada, no sé por qué. Sus raros movimientos en la rutina me preocupan hasta llegar a la mortificación ¿Qué será? Qué será de él? Hermético, disimulando las ojeras de la angustia ante el proceso precoz hacia las fosas de los muertos. Sí, una llamada lánguida llega hasta mí. Me retuerzo en las cadenas del ayer y me apuro en la incertidumbre del qué hacer. Desértico, sábanas de arena recorriendo su rostro impalpable tras el espejo que se mira. Precipicios se desparraman ante él, cae en la duda de sus huellas. No sabe erguirse en el recuerdo cercano, estático, es vigía de lo viejo. Una llamada, misterio del todo. Andamos por este Monteverde al encuentro de mi casa, todavía lejos. Sé que no estás conforme con mis palabras. Pero, ¿qué hacer? No podemos dejarlo así, en su inanimada sonrisa en el mañana. Ahora, es luz pero en el surcar de los años se acabará. El olvido de quien eres, el olvido de quienes somos, el olvido de todo lo que zumba a nuestro derredor. Es horrible,  no se verá envejecer con su entereza sino una madurez maltratada. No me respondes, te aferras a ese universo dual donde las alas seducen la libertad. Él lo sabe, más no creo que le importe de vivir en un mismo techo. Qué habré hecho para resbalar en la opresión del trotar y trotar bajo tus ojos, solas. Compréndeme, todos llegaremos a ese estado donde la memoria embebida nos dictara la dependencia y los que no se agarran en la clausura de sus pisadas hasta el ataúd de negras tonadas. Dame una opinión…contéstame…estás albergando  el callar. Creo tropezar contigo en mi preocupación.  Es solo un amigo, un amigo que me ha dado todo, todo su ser y no entiendo por qué. Entre nosotros no hubo nada, solo, estaciones y estaciones circundando las antorchas del aprecio, de la verdad. Dices que sí, que se aúne a nosotras en el perfilar de los días. Lo acogeremos como si nada pasará, disimularemos ante él con el impronunciable horror que le espera. Bésame Laum, siempre he sabido de tu paciencia, de tu amor sincero ante las tapias quebradas a la danza nuestros corazones. Labio a labio somos únicas en este estado de embriaguez de tu sedosa piel. Vientre a vientre somos jinetes de la pasión sorprendente de nuestro abrazo. Continuemos…



miércoles, abril 26, 2017

ELLAS. CAPÍTULO 20

Ando eclipsado en esta diminuta ciudad. Mis pisadas invernales me llevan lejos de ese modesto hotel. Conmigo mi maleta, mis poemas. Hoy jornada de domingo, visita desahuciada de las gentes, de las miradas. No sé a dónde ir. Solo sé la necesidad de algún sitio para sentarme. Mi techo es este cielo azulado, pincelado por algunas nubes blancas.  Iré algún parque y allí esperaré a mañana. Presiento que mi memoria se adolece, se enquista en la desorientación.  Espero que todo esto no sea más que pasajero.  Desagrado a depender de alguien mientras mis cimientos se ofuscan. Ahí el gran parque vigilante del océano. Necesito recuperar fuerzas y penetro en el hasta hallar un banco. Saco mi libreta, esta libreta donde se erige todas mis sensaciones.
Arboledas.
Sombras.
Escombros de una aurora,
Donde el retorcer de mis manos
Caen en el vertiginoso duelo
De la desmemoria.
Dolor.
Angustia.
Espíritus abatidos
Disciernen en mi vasto paso
Convergiendo con la duda,
Desparramando el todo
De mi existencia.
Ojos
Perdida
Llamas enganchando
En el carruaje de los sueños caídos
Bajo las ciénagas del desdén,
Del desinterés de mis piernas, manos
En los bosques perpetuos a la quema.
Cansado.
Apagado.
Me siento fallecer
En las mareas remotas de un nombre
Que viene a mí
Con la brutalidad de alas rotas.
Levanto la vista y delante de mí, de espaldas, una pareja con sus hijos. El hombre por su postura me parece conocido. No sé, en algún encuentro fortuito de esta ciudad. Lo miro. Solo su espalda me es familiar, de qué será…por unos momentos me despisto he intento recordar pero mi cabeza anda en los riscos obstinados al olvido. Me alzo, despacito me dirijo a ellos sin misión de entorpecer la contemplación del mar. Quiero saber quién, quién en mi pasado me dibujo esa figura familiar. Brotar en el sentido del espesor de una esperanza. Tengo que hacer algo. No puedo fallar así en los fotogramas pasados. Pero no logro a medida que avanzo y me aproximo a reconocerlo.  Todavía no es grave pero hay síntomas de que mi memoria se borra y solo estoy. Me aislaré en el encierro de mi ser, vagaré en la decadencia hasta culminar mis días. No quiero que me vean así, en el duermevela de mi mente, en el despreciable parar de mis ilusiones. Este será el último libro, un poemario que no lucirá ante mí. Todo depende de las prisas del editor. Espero que no sea demasiado tarde. Sí, cuando yo aparcado en una silla y mis ojos miren la nada del ayer, del hoy ante ellos. Tengo fría las manos, un cierto soplo gélido y maléfico aplasta mis pisadas. Me detengo tras de ellos y miro como mira un niño una golosina. Una familia creciente en la gratitud a la vida. Pequeñas cosas ennobleciendo su amor, sus cadenas a ras de un océano invisible para mí. Antes de fugarme en el silencio quería decírselo a ella…¡Ay Anne¡ Si supieras…Acá aislado, balanceándome en la duda, con destino incierto, orbitando bajo lágrimas. De ella si tengo la imagen. No lo entiendo. Serán los años cuales convivimos juntos. Será los daños causados en los secretos del alma. Pongo mi mano sobre su hombro, el se vira. Hay rareza en sus ojos verdes pero me reconoce, creo yo...



domingo, abril 23, 2017

ELLAS. CAPÍTULO 19

Mi lugar ¡Qué extraño¡ ¿Será aquí? En la lejanía de esa ciudad girando y girando en el ímpetu de la oquedad ronca de su sonido. Lo cierto que es grato estar, ser ave libre en busca de las dimensiones de nuestras alas al unísono. Pero no sé. Soportaría tanto silencio, la precariedad a mi vista de un océano que no siento. Sí, el callar bronco de los coches, de los bocinazos, de la charlatanería, de la hipocresía enderezada allá abajo. Yo sé que desea lo mejor para mí. Pero no…esto no. Prefiero estar bajo un techo y con la soltura de nuestra intimidad revolcarnos bajo los fuegos del amor. No hace falta la huída. Sería fatal. Tendremos que hacer frente a la cotidianidad, alejarnos de todo insuflar de las murmuraciones. Es más ya me siento mejor, quiero irme de aquí, de este equilibrio entre hombre y tierra. Los respeto, los aplaudo pero el engendrar de nuestras singladuras pienso deben de ser envergadura del cara a cara, no los ojos blanco frente a lo real. Mi lugar, no Laum, te equivocas. Sí, me gusta este amplio campo en la cima de la montaña, en la cima ajeno a los desordenes de nuestro globo. Pero Laum tenemos que volver. Ándate, antes que la noche regrese con su mutismo mortal.  Iremos como tú quieras, caminando por senderos agotados, por piedras dormidas hasta el océano. Sí, espero, cuando terminemos de comer. Nos despediremos de estas bellas personas calladamente y vagaremos por las entrañas de esta isla donde todos sus caminos nos llevan a la costa, a la costa. Da igual lo que tardemos, nos abastecemos y en alguna cueva donde los aborígenes tomaron como sagradas reposaremos. Mi lugar. Nunca sabremos de cierta manera donde está. A lo mejor está en un desierto, en una tundra, en parajes glaciales desheredados del devenir. Espero la partida a lo que yo creo mi lugar. Mi lugar, soles dorados, lunas plateadas, astros emergiendo en el regir de las leyes del universo.  No somos nada. Mi lugar, planeta tierra, es lo único sincero que puedo decirte. Una mota de polvo encasillada en no sé dónde. No quiero otro, no quiero a nadie más. Curar la sangre escandalosa de este globo es lo único. Para que más vidas extrañas en el confín del cosmos, galaxias comiéndose unas a otras, galaxias expandiéndose y contrayéndose en un caos. Mi lugar, aquí sentada, contigo. No pido más. Otros seres de otros mundos, que se queden en su casa, su lugar. Primero tenemos que resolver la matanza desbaratada de este lugar. Impresionante es el paisaje. No Laum no me identifico con él, adoro todo sea ya alquitrán como lindos los lindos boscajes que nos rodean. Es la evolución. El imperio de la masiva  tecnología del bien y el mal. Ciclos. El ser humano vive ciclos, este terminando en la estampida aborrecible del poder. No me mires así, este lugar me hace cavilar. Y ahora en estos instantes, en estos momentos me surgen ideas de este lugar llamado tierra, el mundo azul. Ay la belleza…eres bella…me atiendes y unos ojos llenos de vigor me socorren, me sanan del ayer. 

sábado, abril 22, 2017

Ellas. Capítulo 18

Ha vuelto, me habla y habla. Yo aquí resignada cociendo un vuelto de pantalón de él. Coge a los niños y se va. Me detengo por un momento y después cruzo esa puerta y escaleras abajo los sigo. Quiero ir con ellos. Los alcanzaré y unidos iremos a ese parque donde los niños puedan jugar mientras  meditamos en la llanura franca de un océano quieto. Ya estoy al lado de ellos. El serio pero se de esa emoción después de una discusión terminada en buenos vientos. Aunamos nuestra energía, despacito entramos en ese paraje donde arboles de no sé dónde y cascadas artificiales embelesa a los viandantes. Dejamos a los niños y nos sentamos de espaldas mirando el mar. Ese mar emancipado de nuestros quebrantos, de nuestros apuros. Sencillamente lo bello caricia nuestras pupilas en el sentido angosto de esta ínsula. No sé lo que sería de mi si viviera lejos de él, de este minúsculo trozo de tierra en la inmensidad del océano. Estaría rota, oxidada, cargando añejas cadenas condenada a la desidia, a la dejadez. Sí, te necesito. Abráceme con tus estrellas marinas y caracolas. Dame de aquello que carezco. Nos perdemos en toda su amplitud, en todo su afable fragancia. Me gusta, me gusta su olor. Sal y algas cabalgando en su inmersión en los viejos barcos.  Mis hijos vienen, se sientan con nosotros y me digo que estarán pensando en vernos juntos…hace tanto tiempo…Felicidad, amor, compasión describen sus ojos y se quedan al lado nuestro, callados, disfrutando de la perfección de este mundo. Galopo en sus destinos, todo está tan mal. Violentos espíritus succionando de este globo. Nos matamos, nos herimos, nos odiamos. Todos…si, todos. Un gato escuálido y gris pasa ante nosotros, los niños lo señalan y ríen. Les hace gracia. En el allí y ahora, más allá del horizonte, pueblos horrorizados por bombardeos,  inocentes que no se pueden defender del exterminio que se lleva a cabo. Ellos no se dan cuentan pero él sí , me limpia una lágrima.  Ay esta tierra, sometida a la nada. Y buscamos y buscamos en otros misterios del universo. Qué idiotas somos. Sanar todas las heridas, todas las cicatrices, todas las carencias de este planeta…este planeta llamado azul, llamado tierra. Bosques ennoblecidos algún día se irán y nosotros no más que seremos cenizas sobre un mar difunto, sobre una esfera llameante de vacío. El mañana...el mañana de mis hijos. Juro ser vertical, asomarme contra los vendavales de la anti prosperidad e ir por delante de todos los rastros no valerosos en el resurgir de sus destinos. El mañana…el mañana de mis hijos. Yo y mi marido nos marcharemos entre cenizas proyectadas al universo y ellos se valdrán autónomamente con el devenir serpenteante de sus huellas. Baja más y más la marea. Iremos a la orilla y allí con nuestros pies descalzos chapotearemos nuestra unión, nuestro compromiso a lo largo de los años, dure lo que dure. 

viernes, abril 21, 2017

CAPÍTULO 17. ELLAS..

17

No hace más de unas horas que he vuelto a casa, ya me voy. Con hombros caídos resbalo en la ciudad hacia mi taxi. Conducir y conducir…girar el volante, marcar el embrague en los cambios de esta monótona urbe. Calles somnolientas en el invernal roce del domingo. A quién subiré…quien se postrara en el asiento y me dará la señal a donde quiere ir. La blusa que llevo es azul, no me gusta pero está planchada, limpia, su aroma me lleva hasta mi mujer. Comprendo su hastío, su hostil vida entre esas paredes blancas. Ella sola todo el día, solo cuando los niños le vienen un halito de alegría contagiosa. Me viene ahora a la cabeza su rostro, relajado, ensimismado en ellos. Gracias a los pequeños resurge en cada despertar.  Aguanta…aguanta mujer. Tuve que dejarla que ella fuera trabajar pero llegamos a un acuerdo. Tu o yo…yo o tu…los niños no pueden crecer, educarse en el tildar de los desiertos que se perciben actualmente. Necesitan a la madre, al padre o lo que sea cercano a ellos para erupcionar como hombres, como mujeres. Hoy no he descansado mucho será esa asquerosa bronca. Siempre igual. Pero sé que me quiere, sé que la quiero solo momentos de irá balanceada por el silencio de nuestros ojos. Poco nos vemos solo un hola y adiós…un adiós y un hola. No, no hacemos vida. Trabajar y trabajar para la verticalidad de los años futuros. Hoy no hay nadie en las aceras. Todo huele a muerte, una muerte que no sé por qué se encumbra en los días festivos. Enciendo la radio. Una voz dulce me llena. Quiero regresar a casa y lo hago. Retrocedo, aparco. Subo escaleras, siento el rumor de los niños que ya han despertado. Aquí estoy querida mía ¿Y los niños? Ella hace como que no me escucha y sigue cosiendo y cosiendo alguna ropa de ellos. Yo los oigo…¿Y los niños? Nada, voy hacia donde están ellos. Papi, papi…me dicen. Están jugando, saltando en sus camas mientras se tiran las almohadas. Sonrío. Están contentos. Vamos pequeños, vamos a dar un paseo…en el taxi, en el taxi…me dicen. De acuerdo, contesto gratamente y nos retiramos fuera de la casa. La invito a medir. Sigue muda, orgullosa. Pero sé que me ha perdonado. Espléndido es el día. Un astro rey chillón llevándose al frío metálico. Pasearemos bajo el. Cada uno por un lado me coge de la mano. Para ellos esto es gozar y sé también que para ella también. Siento que alguien nos persigue, sin miedo miro para atrás. Es ella que también viene. Viene con prisas hasta alcanzarnos. Le pregunto a donde quiere ir y no responde, le da igual en condición de estar todos juntos. Suplico a esta bóveda celeste mantenerse tal como está. Qué el sol no se vaya, luminosidad limpia y agradable para la dureza de esta estación. Miro a mis hijos, nunca los había visto así. Ella y yo…yo y ella y nuestros hijos. La dicha recae sobre mi espalda y me hallo en plenitud. Todo va bien. Hemos decidido no montar en el taxi sino caminar hasta el parque más próximo, allí tomaremos un café mientras los niños se divierten en los juegos, en lo que exista. Orbitar a la lumbre de su mano, de su mirada. Mi dama, mi esencia en las sombras de lo que se va escenificando, pasando. Fotogramas ...del hoy…

martes, abril 18, 2017

capítulo 16. ELLAS....

16
Perecederos sentidos abatiendo la luminosidad de la mañana. Vivo con el destino en una maleta por terminar de deshacer. Vivo sin rumbo, en este hotel ahora donde la sonoridad de la ciudad me abre hacia un nuevo sendero. Cemento y más cemento, es lo que necesito para hacer el borrón de lo de ayer. A quien llamar, mi móvil no tiene ni batería. Incomunicado cavilo en el que hacer. Mi mente rota ávidamente, en un desorden que me hace sentar y escribir y escribir. ..
Roto viento ven
Con el quejido
De alas desplumadas
En gris.
Sutil aventura
Oscurecida
Por la fetidez
Del grotesco aliento
De su cabello.
Temblor.
Dilema.
Cobertura oxidas
De sonatas evadidas.
Muerte.
Vida.
Palpitante engendrar
Del desapego
De mi corazón.
 Romper o no romper. Corregir o no corregir. El primer impacto es lo que queda, lo que vale. Ni romperé, ni corregiré. Así lo dejaré como revoltijo de mi estómago. Me encuentro pesado, agotado. Cuando llame al editor le diré de su publicación, lo necesito. Necesito el expulsar el mal gusto de mis sentidos. Me tiendo en la cama y mis ojos estáticos contra un techo de hotel. La habitación es pequeña y es mejor así. No necesito grandes espacios para librarme de este amargor. No quiere llover hoy, larga son las sombras marrones que me tiran y tiran.
Y creía.
Sí, creía en el brotar de los besos
Desalojados de mortecinas figuras
Andantes tras de mí.
Y creía.
Sí, creía en el fragor imperecedero
De la nobleza de las almas
Bailando al sobre mis hombros.
Y creía.
Sí, creía en la ausencia de la fragilidad,
En la distancia de féretros
Planeando a ras de mi vientre.
Te busco y no te hallo. Mi mano se extiende sobre estos papeles esculpiendo lo que me has dejado, ojos amarillos en los agujeros infinitos del delirio. Me restablezco y sigo mirando este techo de la nada, aquí en un hotel moribundo en el centro de la ciudad. Me levanto de nuevo coge mi maleta y guardo mis cosas. Me visto y aceleradamente me voy. No sé a dónde pero lejos de este sitio, se me hace insoportable, apestoso. Solo. Yo y mis versos anudados a lo sucia que es la vida. No me entiendo. Yo asentía, pero hay algo que me lleva a ti. Sí, a ti Anne. Ven, te digo. Mi cavilar se esfuerza en traerte. Ven, te digo antes que el cruce entre la noche y el día me destroce más y más. Estoy aburrido, con el tronador desprecio. Y es que cuesta, cuesta olvidar...



lunes, abril 17, 2017

ELLAS. CAPITULO 15

Descendamos en este mundo raro, donde el magma petrificado trae           la memoria de antaño. Los pinares nos esperan ahí abajo y más aun el Monteverde. Piano, piano…la suavidad de tu cuello, entre ganas de ser caricia eviterna en el cruce del reverder de tus pisadas. Me alegro. Sí, gotas de felicidad en el apuro de los días tensos. Ahora bajamos esta cumbre sumergida en lo arcaico, en la fragancia pura y dura del invierno. Ha salido el sol, bienvenido seas. Captura esta imagen como escena del mañana cuando nos invadan las arrugas, las canas largas. Hoy domingo, ayer sábado, el venir de las horas nos atraviesa en la rapidez de una quietud hospedada en estas tierras. Descendamos con cuidado por estas rajantes rocas de lava, de ecos de vapor agradable al frío intenso. No muy lejos después de los pinares un pueblo. Un pueblo pincelado de blanco y tejas casadas con la vejez, con los campesinos labrantes de estas zonas húmedas. Escucha, escucha…las campanas en este callar de la naturaleza. Tocan a misa, feligreses de negro concurrirá en una pequeña ermita en oración a sus creencias. Ah, Anne vamos de mano cuando lleguemos abajo en las esferas de la plaza nos distanciaremos, seremos sordomudas a nuestro querer, ocultas a las palabras de esta gente que goza de otros ritmos. Mira, mira…el océano se distingue apenas, otras islas dejamos atrás a medida que la arboleda se enraíza a nuestros ojos, a nuestras manos. Ya sabemos el sendero, siempre el mismo. El balar de ovejas se aproxima, se escuchan ladridos y más atrás vendrá el pastor de la cumbre en su ruta diaria. Te hacen cosquillas, una gracia de observar estas costumbres censuradas en la ciudad. Aire que respiramos. Aire que nos cubre de viveza. Aire que destruye todo mal. Ah, Anne por ahí viene el pastor, separémonos, solo andamos de paseo temprano por estos lares. Ello te hace sentir bien, lo oculto de nuestro amor. Te sientes cansada…pues sigamos. El rumbo de este lugar enaltece a las almas vivientes en la verdad. Ya tenemos el pueblo cerca, muy cerca. Ha merecido esperar. Ha merecido vagar en el noctámbulo de los astros. Ha merecido nutrirse de este apartado sitio.  Si, ya sé, no hemos comido. Seguro que aquí habrá un bar donde que nos enganchar de nuevo en el sentido de nuestros pasos. No…no hay prisa ¿Para qué? Aquí se ha detenido el tiempo, aquí hacemos una pausa hasta mañana. Te sientes cansada Anne…ya estamos. Todas las gentes del pueblo deben de andar en misa. Ventanas cerradas. Puertas cerradas. Lo gélido y hermoso. Lo hermoso y gélido. Esperemos aquí sentada en este banco de piedra viva. Mira al fondo todo lo recorrido, parece increíble. Solo hay que andar, firme…muy firme. Ella inundada del callar pero sus ojos juegan con el esplendor, con la agudeza de la calma. Una brisa suave viene. Mensajes terrenales que nos dice que nos quedemos aquí. Sí…te imaginas Anne levantarte por las mañanas y ser solo soplo de la bondad de esta tierra. Ya, asientes y con ello el sueño dulce de nuestro futuro se vierte aquí. Compraremos una casa y un pequeño trozo de terreno, con tus conocimientos y los míos podemos sobrevivir. Sí, aunando nuestras fuerzas en la suma de las jornadas. Ya salen los parroquianos. Vamos aquel bar frente de nosotras para ingerir algo después continuaremos errantes hasta bajo nuestro techo. Nos queda un camino extenso. Mujeres de luto con rosarios en las manos, hombres apoyados en el bastón. A la sombra de los almendros pintando toda esta estampa se sentarán y hablarán y hablarán.  Historias desconocidas por nosotras, por ellos. Por esta esfera huidiza del equilibrio. Aquí se aposenta, estableciendo lo cotidiano en armonía y belleza. Sí, nos vendremos a vivir aquí, creo que nos harán hueco...


domingo, abril 09, 2017

ELLAS. CAPÍTULO 14(NARRATIVA)

14
Flores y más flores ante mi entrada de este mercado cerca de mi casa. El ya duerme después del jaleo de todos los días. Discusión, tras discusión ¿Por qué habrá elegido ese trabajo? Ya sé de la situación difícil que estamos viviendo. Pero me paro ahora, no es mejor esperar. La necesidad no es tanta ¡Como me gusta el olor a gente en este mercado¡ Es temprano y todos los puestos abiertos. Hoy lo he encontrado enfurecido me ha dicho malagradecida como si yo lo obligará. El taxi es muy duro. Horas y horas vagando en la nada de una ciudad al encuentro de algún cliente entero pues es peligroso, no sabes a quien subes en tu auto. Compraré algo de verdura, algo de fruta y no sé si pescado o carne. Esa es la cuestión. Pasaré a ver qué pinta tienen. Aquí es todo fresco. Me gusta el color, el aroma del mercado. Me siento libre, no como esos grandes comercios que te agotan, parecen echarte. Ya estoy tranquila. Sí, margaritas. También llevaré unas margaritas para el comedor. Margaritas y margaritas, las verá cuando levante. Sí, cuando la noche retorne a nuestro hogar. Los hijos ya acostados dirán y papa y yo siempre contestará lo mismo trabajo y más trabajo cuando libre estará con ustedes todo el día. El no comprende que me paso el día en casa, que ya casi no me relaciono con nadie solo con el eco de la radio dando noticias y más noticias horribles, agrias a la sensibilidad. Yo también trabajo para que todo esté en su orden. Que si la limpieza, que si la comida, controlando la economía, abasteciendo los pilares de esta casa, que si coser algún botón. El no lo ve. A veces me contrarío y no me entra ganas de saludar a nadie, ni ahora que estoy en este mercado. Compro y me voy para preparar la comida antes de que lleguen los niños. Ñame, batata, papas, ajos, berros, judías, zanahoria, calabacines…no sé si me faltará algo para el potaje. Bueno me largo de aquí la furia de antes me ha dejado destartalada, confusa. Todo es silencio bajo este techo, el duerme, de aquí escucho sus ronquidos. Voy un momento a la habitación. Lo miro y ante mí el amor. Me remuerde las sienes, no debí enfadarme con él pero lo veo plácido, tranquilo, manso. Ya se le habrá pasado. La radio, la radio…pero que dice, ataques químicos. Me da miedo. La atmosfera frágil que nos envuelve herida. Muertes y más muertes. No. No. No estoy de humor para escuchar los descalabros de la humanidad ¿Humanidad? Acaso nos podemos llamar humanos o ser animal de origen aberrante. Espero que esto no termine mal. Muchos catastrofistas anuncian una tercera mundial. Ya no me extraña nada. Voy a por el potaje de berros pero antes zurzo un pantalón que me ha dejado Pano aquí. Ay este padre de mis hijos…es un desastre. Todos tendríamos que aprender a coser. Sí, nuestros odios, nuestras venganzas, nuestras heridas. Y coser y coser mientras viene a mí un soñar, un soñar con mis ojos en estas paredes de la cocina. Soñar y soñar de la espera hecha realidad en el surcar de nuestros deseos. Soñar y soñar lejos de aquí, del mundanal bullicio de una ciudad que con sus bocinazos y ruido me consume a un estado de aislamiento. Soñar y soñar de vergeles bienaventurados donde niños y mujeres crecen en la esperanza, en la paz. Soñar y soñar que el despierta y viene a mí, me besa las mejillas y me dice todo ha cambiado. Soñar y soñar que mis hijos crecerán en una sociedad sin el dolor de los acantilados rasgadores al daño. Soñar y soñar en un árbol plantado por nosotros y que después las generaciones venideras puedan recoger su fruto, no podrido sino exultante en la libertad que gira y gira en torno a las hogueras del bienestar. Soñar y soñar que nuestras sensaciones no sean violadas por las agrestes noticias del día a día. Ya he terminado. El viene. Hola, me dice como perdón por las yermas palabras de antes. Me besa en la mejilla y yo sueño que soy feliz. Coge su pantalón y se marcha. Otra vez a su labor, de parada en parada a la espera de alguien. Soñar y soñar el término de todo esto. Lo quiero aquí, conmigo, con mis hijos. Todo esto es muy duro y más duro para él. Ese odioso taxi. No queda remedio, no hay otro trabajo. Soñar y soñar en el solaz de una ruta  guiadora de nuestras manos juntas a todas horas, en todos los instantes. Pero no. Aquí estoy preparando la comida, el ya fugado de mi  vista, en la calle. Me arrimo a la ventana, lo observo. Su agotamiento impera, es borrasca que lo lleva a la decadencia, a la masacre de su razonar. No, no hay tiempo. Coge su taxi y otra vez sola ¡Sola¡ Soñar y soñar...Coloco el ramos de margaritas, las miro, acaricio cada pétalo blanco como fe del cambio y dejo de soñar y soñar…Si abandono este lapsus que me ha emancipado de lo real. Seguro empiezo a preparar la comida. Cortar y cortar. Yo sé lo que cortaría, esta rutina. No quiero apagarme, hay que ser vertical, veraz. Yo ama de casa me declaro sumisa al rigor de lo cotidiano. Yo mujer de sus labores me declaro esclava de esta atmósfera, de este techo. Yo mujer nacida para servir me declaro harta del ahora. Yo mujer tengo frío, una gélida mañana me vence, me derrota ¡Sola¡ Ocuparé mis pensamientos en los mismo de todas las jornadas. Pero hoy no puedo. Quiero soñar y soñar. Mi cabeza parece estallar, golpeo la mesa con este cuchillo y me desahogo.  Y soñar y soñar en lo venidero. Lloro. Golpeo y golpeo hasta sangrar la palma de mi mano. Sangre corriendo. Voy al baño, abro el grifo del lavamanos y la dejo ir.  Con papel higiénico  me envuelvo la mano y de nuevo a la cocina. Me apresuro, la comida lleva su tiempo...


viernes, abril 07, 2017

ELLAS. CAPÍTULO 13(NARRATIVA)

Al alba, al alba
Luces invernales
Seduciendo las neblinas
De un ayer hambriento,
Jadeante en el deseo,
Derrotado en el ocaso.
Solo, virgen estallido
De mis sienes
Bajo el influjo de lo novo.
Al alba, al alba
Trozos de hielo seco
Entorpeciendo mi razón.
Me yerto
Banderas negras
Sacudiendo mi estancia
Perecedera bajo esta lámpara.
Situado frente a la ventana del hotel medito el ronroneo divergente del pasado. Frente a la ventana me estimulo, soy impulso de un nuevo día mecido entre lo pesado y la agilidad de mis ojos en ser vertiente de un nuevo designio. Frente a mi ventana contemplo los coches que pasan, de las pitas para llegar al trabajo. Una plaza se extiende más allá de esta avenida. Estatuas de mármol blanco desfilan inertes al son que los pajarillos buscan el despertar, el sosiego después del estrés de la urbe. Estoy con un albornoz escribiendo, escribiendo frente a la ventana. La luminosidad de la jornada me da cierto ánimo de desplegar mis pisadas en su invisibilidad. La ciudad acoge al astro rey, arboledas brincan en su verdor disipado días atrás. Estamos en una isla que todo puede ser. Su climatología se fracciona según el momento, según el espacio y el paisaje variado nos da una riqueza indiscutible. Respiro de ella, de ese sol, de esos árboles, de esos automóviles, de esos pajarillos, de esa estatua engarrotada en el tiempo. Siento satisfacción en estos minutos, ella está feliz, lo presiento. Ha descargado todo ese fardo de púas, de agujas que cincelaban su rostro demacrado. Estará con su amiga, qué más da. La vida es así. Tenemos que volar en la dirección de los vientos fuertes que brotan en nuestra reconditez. Me ocuparé ahora de mis cosas, independiente, en el círculo de nuevos amigos, amigas engendrándose en mis brazos abiertos. Sí, me olvidé con ella de vivir más por ahora no quiero pareja, no quiero de amores. Eso es lo que me has dejado Anne después de tantos años. Sigo con mi libro.
Presente.
Aroma expandido
En las vías del callar.
Brisa eviterna.
Suculenta lucha
Entre los estados del vacío
Bajo los ríos secos.
Infieles cometas blancas
Al encuentro de la paz.
Todo es herrumbre
En el hueco deshecho
De la tibieza de sus manos.
No me rindo, seguiré en el flujo de las mañanas. Cada una diferente, prometedora supongo. Frente la ventana me veo. Gracias y bienvenido sea este día. Hoy reposaré aquí en este hotel. No iré al trabajo pondré cualquier escusa. La escusa de la degradación de una persona ante la sorpresa nefasta. Pero me encuentro bien…no sé, me he quitado algo de encima. Mejor frente a esta ventana donde el parloteo de la ciudad me conmueve, me dice de avanzar, de madurar. No entiendo, madurar en el dolor. Será así. Sí, crecemos en el aprieto, en la dejadez del bien. Me sonrojo frente a esta ventana. Aquí, hablando solo en este hotel. Tocan a la puerta, será la camarera. Se me olvidó poner no molestar. Aun así dejo la ventana y me dirijo a la puerta. Me detengo, dudo y abro. Espere un momento que me vista, le digo. Cierro la puerta, ella seguirá en otras habitaciones hasta que me haya marchado. Muchacha joven. Recogeré un poco todo, no me gusta abusar. Miro la habitación, todo bien. Pongo los poemas dentro de la maleta y la cierro. Pantalones vaqueros, camisa, jersey y me voy por unas horas de mi mundo, de mis pensamientos. Iré a la plaza que está frente mi ventana...


domingo, abril 02, 2017

ELLAS. CAPÍTULO 12

12

Y de golpe la luz incide en este taxi. Voy a mi casa. Hoy no veré a mis hijos antes de irse a la escuela. Me da lástima, una especie impotencia que me abate. No, no los veos. Estúpido trabajo. Estúpidas mujeres. A quien se le ocurre ir a la cumbre a tan precoces horas. La bajada ha sido dura. Serpentear por estas carreteras ya con la radio apagada y dando bocinazos. O duermen o no están cuando llego. Niños sin padre me considero yo. Solo su madre es vertical educación en ellos. Extrañas mujeres. Para que concurrir con el final del invierno en esas alturas. Serían amantes. No es que tenga prejuicios, pero se me hace raro que dos mujeres sean nido del amor. Había algo que no me gustaba en ellas, era como si fueran huída acelerada. Por qué huir. No entiendo. Cada uno es como es aunque parezca contradictorio a nuestras creencias. Ahora me espera mi mujer. La dibujo en mi cabeza con chillidos que toda la vecindad escuchará. Me echará la culpa a mi todo. Soy culpable de no atender a mis hijos. Soy culpable de no escucharla. Pero está tan arisca cuando llego que caigo y caigo. Hola Evum. Su espalda es señal de que algo no marcha bien. Vete, me dice. Me pregunta donde he estado ¡Qué responder¡ El trabajo, el traer algo de dinero para proseguir en la educación y manutención de estas paredes que ahora me engarrotan. Da puñetazos sobre la mesa de la cocina. Acuéstate, me dice con desprecio. Me siento cobarde, soy no más que el barro que piso. Vago hasta la habitación. La cama está sin hacer, qué más da y me tiro en ella.  Intento explicarle que ha sido una noche muy agitada, seres antagonistas a mis ideas han pisado el taxi y yo he de cumplir. Por muy distintos a nosotros que fueran eran buena gente que incluso me ha dejado una buena propina. Ven Evum, le digo. Da un portazo y me deja el café sobre la mesilla donde el tic-tac de un reloj me marca los años que me queda de esta manera de existir. Y mis hijos, tengo dos. Dos pequeñines que pasan y pasan tiempo en el colegio. Yo los veo poco solo cuando libro. Hago un esfuerzo y los saco al parque, donde ellos quieran. Después la distancia por el trabajo, es injusto. Sé que ella lleva todo yo, de aquí para allá en busca de un cliente. No comprende que tengo que mantener esta casa, nuestros hijos y a ella. La irá se desata, escucho el romper de platos en la cocina mientras friega. No, no puedo descansar, perturba mi tranquilidad. Me levanto y voy a la cocina. Sus ojos cegados a los míos. Le dejo los billetes al lado de ella. Los escupe. No sé por qué siento dolor, siento descender en el enojo y le grito. Sí, grito. Yo…sí yo, en esta mierda de ciudad buscando tu bienestar, el equilibrio en esta familia y tu escupes…¡Sí escupes lo que te doy¡ Estoy harto, muy harto de esta situación. Malagradecida, eres una maldita mujer. Ella calla. Me voy y me vuelvo acostar. Me arrepiento de estas palabras será el aburrimiento de idénticas jornadas, siempre lo mismo. Me da rabia su opinión, que esto en la carretera en busca de no sé qué. Desde la cama veo el día. Hoy será limpio, sin nubarrones y vientos infectantes más de mi contrariedad. Respiro hondo, intento calmarme y en esa calma encuentro el necesitado letargo. 

sábado, abril 01, 2017

ELLAS. CAPITULO 11(NARRATIVA)

11

Mana el crepúsculo. Un cielo matizado de violetas anaranjados sabores nos visitan. Lo necesitamos que nos acoja en su calidez. La danza de los pájaros comienza, la hermosura perfecta de la madre naturaleza. Por qué destruirla con cemento tras cementos. Pinares que suspiran y el aliento de lavandas nos da el empuje para ese beso que me pides. No hay nadie. Te alegras...así en la intimidad de mis labios acariciando tu cuello como aquella primera vez. Remontamos las montañas añejas y nos alojamos en el pico más alto. Un roque nos vigila, nos mira con estática sonrisa. Te veo mejor. Qué la madre tierra te colme de olvido y a la vez te hinche de esos recuerdos tiernos, agradables, corcondantes con el resurgir de la vida. Somos destino, lo marcan las agujas del tiempo. Me gustas cuando cierra los ojos por qué desciendes a esa pequeña reconditez de mi corazón, me gustas como te aproximas en la verticalidad de tus pilares por qué aceptas. Sí, somos destinos, no lo podemos tachar, censurar nuestras almas a la desdicha. Aléjate de todo mal. Mira, mira …ahí vienen los espíritus del alba coreando nuestra antigua canción ¿la recuerdas¿ ¿Duermes? Mis labios rozando tu cuello. Estamos adheridas a esta tierra, a estas raíces en la profundidad de nuestro querer. Ya sé que todo ha sido angustioso hasta llegar aquí pero hemos llegado. Anda despierta. Alcemos nuestros brazos a esa bóveda agarrada a estos momentos del estallido de la felicidad, de la armonía. Libres, somos libres. Déjate llevar…no hay nadie. Caminemos al ritmo de la brisa que viene, ella nos dirá que hacer. La aventura de esta bóveda celeste nos impulsa a ser una. Llevo esperando hace mucho tiempo. Tú no te dabas cuenta pero yo sí. No te preocupes ahora, las estaciones bajo mis ojos te sanaran ¡Viva la danza de los espíritus de nuestros ancestros¡ Aquí demostraban su valentía. Sí, somos valientes al escalar esta cumbre sin temor. Gritemos, escupamos la prisión que nos retiene y avancemos hacia el amor ¡Ay el amor¡ Te quiero Anne aunque te sienta aun algo lejana. Abre los ojos y mírame. Dame tus labios ¿Estás dormida Anne? No, no disimules. No desvíes la realidad en el resonar de una ventisca con malicia. Venga, despierta. Ya sé que te gusta. Tu terso cuello. Lejana...lejana como las mareas reas de tierras donde la miseria las nutre, lejana como el ayer muralla de nuestros sentidos. Abre los ojos y mírame. Dame tus labios ¡Ay el amor¡ Caravanas de tibios rayos solares aterciopelados nos acuesta. Me miras, tus ojos me alumbran, tus labios se aproximan con la lentitud de un invierno que se va. Aquí estamos, solas. No hay nadie. Libres, somos libres. Fuego recreándose en nuestros vientres y la desnudez de nuestros cuerpos tendidos en la inmensidad de esta catedral de la naturaleza ¡Ay el amor¡ Acompasado sendero que nos sigue. Así somos, no hay vueltas en la paz ahora emergente en prender del beso, de la caricia...