jueves, febrero 28, 2013

El dilema de su mirada...(relato)


 EL DILEMA DE SU MIRADA
 ¡El dilema de su mirada ¡ Ella mujer entre la duda y la resonancia de un baúl de viejos recuerdos . Andaba perdida, perdida por esas subgrutas donde los freáticos pensamientos la colindaban a ese pozo del amor. Iba como desnuda. Sí, desnuda en la armonía de su rememorar de aquella mujer que en la luna llena colimaba con su aliento.
¡Ahí su aliento¡ ¿dónde estará?, se preguntaba mientras su cuerpo se arrimaba a esa orilla donde el encrestar de las olas la izaban en la veracidad de su penas . ¡Ahí el dolor ¡ Pesadumbre jocosa que nos convierte en herrumbre de cada haz de ensoñación¡  Sola , sonámbula , azotada por el rocío de las constelaciones lamentando el derivar de sus años. Esos años compartidos con una ave del paraíso que ahora se difuminaba a cada huella dejada a ras de aquella playa .     Quería ser parte del océano, compartir su gozo, compartir su melancolía , compartir su trinar  ya que con ello compensaría la ausencia de ella . ¡Ausencia maldita¡, se decía. ¡Entre nieblas anda mi aroma ¡ ¡En el infinito invierno anda ella ¡  Hoy soy colina desencantada , arrinconada hojarasca que se distorsiona del confín del universo . Su llanto fúnebre era reencuentro con esos momentos de felicidad fastuosa. Esa, cuando cuerpo a cuerpo era amante bajo el halo in fraganti de la plateada; esa, cuando labio a labio era fragancia de cada norte dormidos en sus almas; esa, que como tulipanes eran crepúsculo de un nuevo serpentear por los filigranas solares. Sentía sus manos incoloras, su cuerpo inanimado, sus ojos incendiados de carcoma  cuando era vigía del horizonte y sólo hallaba el insonoro despuntar de sus llamaradas.  La sin razón la atizaba: huracán fornido azotando su pecho. Por ello, decidió zanjar su camino. Por ello decidió ser parte del mar para con ello ser regazo de un recuerdo perpetuo.
      Se desquito de sus ropajes, paso a paso, con el sentir húmedo de esas sales bienaventuradas a su fragancia. Adentrándose al compás que la brisa era cantil infecundo de su encuentro con aquel ser que hallaba su libertad. Sintió  el sosegado refulgido de las caracolas.¡ Me llaman¡ ¡Me llaman ¡,  jadeante y serena cavilaba. ¡ Es ella¡ que otra vez ha vuelto a mi vera , que otra vez es arboleda incandescente de mis follajes , que otra vez es madriguera de mi vagar gélido .¡ Ven¡ , ven y anuncia en mi el risueño de un rejuvenecido alba .¡Mírame ¡¡Mírame¡.Examina este patético bullir de mi alma  sin ti
 Su  ser cada vez se adentraba más y más  en esa fosa oscura del océano. Sus lágrimas como  punzadas heladas se liaban a la fosforescente espuma como signo de una tumba. Y su amor, era clarea  radiante que guiaba su mirada en el contundente mazo que atrincheraba a su espíritu. Así se fue, como gaviota rea de un súbito sollozar. Con la esperanza eterna de encontrarse su amor más allá de las estelas de la vida.

martes, febrero 26, 2013

Mujer del desierto(teatro) 1ª parte


MUJER DEL DESIERTO

Introducción:

Personajes:
El marido
La madre
El hijo
Mujer
El pastor
El divino
El forajido
El barquero
La dama perdida
El nómada







Voz de fondo:
Bajo una tierra acariciada por la sequedad en la comisura fresca del horizonte. Un pueblo es lago de llamas. Las calles solitarias de habitantes se declinan en una ráfaga  pantanosa diezmando su vida, con una desnutrición patética donde el alba no se halla ¡Tan ausente¡ ¡Tan apenado por las furias del hambre¡ Tras esta cortinas hallamos a un hombre moribundo por la ventisca de hojarasca en sus huesos. Ya es tumba. Junto a él su mujer y su hijo. Ella lo acompaña porque pronto será latido acabado en esas cuevas herméticas de su existencia. Su hijo indefenso es lazo con su madre. Ya no más será suave columpiar en los brazos de su padre cuando la fría sábana respire.


El padre:
   Mujer mía. Triste tonada ambula por mi corazón. Soy fosa. Seré como esos elefantes que van a esos santuarios a morir. ¡Qué impotente me siento¡ Me voy de este mundo a otro más enigmático, más seguro donde las estrellas sean el redoblar que ahuyenta la infertilidad de esta tierra.

La madre:
        No, marido. No digas esas cosas el niño se asusta y tu aún eres esa ventisca de la fortaleza. Sobrevivirás a la malaria, esa enfermedad que apesta en este pueblo. Todavía podrás cabalgar sobre las piedras y bajar en algún lugar de vergel para tu felicidad.

El niño:
Papa se muere mama.

El padre:
No hijo. Solo me estoy durmiendo para viajar a otras tierras. Tú no podrás ir. Solo cuando hallas alcanzado la madurez sabrás a donde ha ido mi espíritu. Es un largo viaje. Tú no me verás pero yo te protegeré ¡Adiós hijo¡

Voz del fondo:
El padre muerto ya. Lágrimas secas en la tez de su mujer engendrado un lamento interior. Nunca más volará con su amado. El niño calla. Calla y observa. Una insonora tristeza. Sabe lo que ocurre pero no dice nada. Se abraza a su madre temeroso, cohibido porque la mano de su padre no responde.

La madre:
   Padre se ha ido  y con el debemos irnos hijo. Viajar hacia ese horizonte donde el océano azul nos traerá nuevas esperanzas allí donde el humano es más próspero. Nos vamos a un lugar donde el aleteo de la noche sea acogedor, donde las auroras rocen la ilusión.

El niño:
Y papa. Papa no podrá ir con nosotros ¿Verdad?

La madre:
¡Si hijo¡ El vagará entre nosotros con su espíritu, con su silencio a través del viento. Será nuestra brújula en el largo y arduo camino.


El niño:
   ¿A dónde vamos?


La madre:
   Más allá de este desierto. Más allá del océano. Algún lugar donde el sol deje de ser polvoriento vigilante que nos deje morir. Un lugar donde el dormir sea apacible y sereno, donde los sueños no se vayan deteriorando a medida que crecemos y el agua del que bebemos no sea maligna.

Voz de fondo:
   Levantan sus cuerpos y cogen lo poco que tienen. Ese fardo que ayudados por una anciana yegua va con ellos. Se van. Es la huída ante tanta penuria, ante tanta enfermedad, ante tanto enjambre de moscas que como agujas quemantes les azota.

La madre:
 ¡Adiós¡ Mujer de este pueblo. Me voy.

Mujer:
Te vas. Haces bien. Muchos se han ido  en busca de la felicidad.

La madre:
Adiós. Quizás algún día vuelva  y pueda verter la semilla del bien en este pueblo.

Mujer:
Buen viaje. Será duro ¡La sed¡ Tenéis que alcanzar las montañas. Pero llegaréis.

La madre:
Lucharé. Seré anclar en la vileza. Seré vertical paso a mi propósito. El propósito de renacer por ello, ser sables sujeta ala defensa de nuestras personas, ser coraza que sujeta al andrajoso y despiadado, ser vigía de mi hijo guiada por el astro de la libertad.

Voz del fondo:
         Comienza el viaje. Las tonadas sonaran a través de sus ojos exaltados por la esperanza. Esa esperanza que se retuerce en su vientre. ¡Que bien aventurado sea tu viaje mujer¡ ¡Que bien aventurado sea tu viaje pequeño¡ Que os proteja las estrellas en vuestro transitar por ese desierto.

La madre:
Hijo confía en mí. Abrázame. Así ahuyentaremos las lanzas venenosas de este viaje sin senda. Que el hambre no nos acose, ni la sed nos derribe. Se ojos de mis ojos, palabra de mi palabra, manos de mis manos cuando por ese andar sibilino nos aparten extraños sucesos.

El hijo:
 Si madre. Te seguiré y haré lo que tu digas.

Voz del fondo:
La madre. El hijo. La yegua. Ya marchan por el desierto. Todo es sereno. Se van alejando del poblado. Ella no quiere mirar atrás. El pequeño la observa a ella. Una cierta mirada triste se cobija en su alma, una cierta mirada que confiere en deambular de la duda. Pero se hace fuerte ante su hijo. Ese hijo para que el desea una vida mejor. El tiempo pasa y la primera noche se aproxima. Han de detenerse. Parar y descansar.


La madre:
   Aquí nos detendremos hijo. Ya la noche se nos viene encima y no sabemos del tiempo.

El hijo:
       Si madre.

La madre:
    Ayúdame a montar la tienda y poner la alfombra ellas nos protegerán hasta el silbo de un nuevo día.

El hijo:
Madre, no tienes miedo.

La madre:
No hijo. Tu padre nos vigila en ese firmamento que se asoma. No lo sientes.

El hijo:
Si madre. Madre cuéntame algo del abuelo.

La madre:
Si hijo. Hubo un día en que un anciano que vivía en las altas montañas de un pueblo. Montañas de difícil acceso para todos los habitantes de aquel lugar lo que implicaba que su presencia era invisible alma en sus antiguas callejuelas. Sin embargo, sabían que habitaba allá arriba, en lo más alto de aquel pueblo. Herido por  un amor desafortunado vivía en una cueva con su rebaño de cabras. Delante de aquella cueva estaba el árbol de la vida o así lo llamaba él. Cuando caía la tarde se sentaba bajo él y susurraba palabras bellas en honor a su amor.  Un día en el pueblo un niño cayó desmayado por una extraña enfermedad. El niño cada jornada que pasaba estaba más débil sin único mañana que la muerte. Desde la montaña se oían el replicar de los tambores que señalaban la precipitada muerte. Se dijo, alguien se está muriendo en el pueblo y las circunstancias no son normales. Me duele. Una pena surca en mi como aquella noche en que ella se fue. Tu árbol de la vida, dime, que puedo hacer. El árbol de la vida era silencio pero de su corteza comenzó a manar una especie de líquido. El anciano comprendió. El anciano cogió ese líquido rojizo donde solía llevar agua para la caza y bajo de las montañas vertiginosamente. Sabía de donde era el enfermó por la pena de las calles del pueblo. Sin permiso se introdujo bajo ese techo que olía tumba y beso al niño. Todos miraban con asombro pues se creían que era un hechicero. A medida que pronunciaba unas palabras de amor untó el líquido en el cuerpo del niño. De repente sus párpados se abrieron a la vez que el árbol de la vida florecía flores blancas.

Voz del fondo:
   Y el hijo duerme. Y la madre duerme. La noche es columna vertebral de la vía láctea. Una noche donde la tranquilidad es canción que los mece a los dos. Un nocturno que pasa en la levedad de los sueños. Alguien hay afuera cuando el último astro astro se extingue para dar riendas sueltas aquel que domina la tierra.

El pastor:
   Quien está ahí. Ahí de dentro. (se dice para si) Que extraño una tienda en estos lares.

Voz del fondo:
       Es el pastor y su rebaño que llega.

La mujer:
(sale a la defensiva)
¿Quien eres tú?

El pastor:
    No ves mujer que soy un pastor con su rebaño. Iba camino de mi pueblo y…

La mujer:
Buenos días pastor. Deseáis algo.

El pastor:
 No. Solo el saludo. Y ahora que lo dices. Permite que sea compañía de esta mundo deshabitado.

La madre:
  No sé. No viajo sola.

El pastor:
No temas. Se que estás confuso y eso te hace rechazarme. Pero yo soy respeto del alma susurrante del desierto.
La madre:
Me fío. Hay algo en tu voz que me hace confiar. Me dirijo al norte donde la mar brama la palabra esperanza.

El pastor:
  Yo también pero me quedo en mi pueblo que está en ese sentido.

Voz del fondo:
   El hijo despierta. Pastor y ella recogen la caseta y marchan antes de que la oscuridad sea reconciliación con el enjambre de constelaciones. Es temprano pero el sol ya es entereza en ese desierto.

La madre:
       Joven pastor¿ cuantas soles es vela de estos parajes?

El pastor:
    No cuento los días. Solo soy un ir y venir del temperamento de la naturaleza. Ella me guía. No me interesa ni su inicio, ni su fin. Así no habrá apuro, ni prisas. Sigo el ritmo de mis cabras. Ellas son las horas, los minutos, el tiempo en este sitio.

La madre:
     Sabias palabras. Intentaré inculcármelas para que este viaje no llegue  a la desesperación.

El pastor:
El niño ¿Es hijo suyo?

La madre:
Si

El pastor:
¿Y su padre?

La madre:
Su padre…(suspira con un cierto amargo en sus ojos)

El pastor:
Oh, perdón. Tal vez no debí preguntar.

La madre:
 No importa. Pronunciar su nombre es como…yo que se, un bálsamo que me da paz.

Voz del fondo:
   Caminaban y caminaban en silencio. Sin palabra que decir. No hacia falta. No descansaron aunque el sol con su cuerpo más alto, con su cuerpo con más brío los hacía desfallecer. Pero la entereza era espíritu que los conservaba. Y llegó esa otra noche. Noche mágica, noche desquitada de miedo ya que el pastor estaba con ellos.

El pastor:
Ya es hora de descansar y de hacer el sacrificio. No, no me miré así. En mi tribu es costumbre cuando el sol desciende sacrificar una cabra como ofrenda a nuestros antepasados, como agradecimiento a este día que ha sido bueno. Es un culto de antaño. Ello dará fertilidad a las cosechas. Comeremos de esa carne en la fogata de la danza.

La madre:
   Mi pueblo también tiene sus cultos.

El pastor:
Bailad, bailad
Aguacero de las nieblas
Junto a esta carne que te ofrecemos
Para que seas erupción de la siembra.
Bailad, bailad
Lluvia infinita
Desciende hasta aquí
Y acalla la sequedad
De estas tierras.
Eso dice el hechicero de mi pueblo. Después repartimos la carnes entre los que allí se encuentran. Esta noche nosotros haremos lo mismo y ya verás que los dioses nos protegerán. El niño será nuestro hechicero por que ha de ser un alma noble quien dance alrededor de la hoguera.

Voz del fondo:
 El viento es tímido zumbido y el ritual comienza. Como danza el pequeño con las palabras que el pastor le va diciendo. Es noche de alegría, de calor hasta caer rendidos hasta el alba.

La madre:
El sol despunta. El viento es ocaso. Despierta hijo. Despierta pastor. Hemos de continuar.

El pastor:
Si continuar. Hoy va hacer un día fuerte, taparos bien. Solo nuestros ojos serán orientación por este mar de arena.

Voz del fondo:
Y como la jornada anterior son ese andar lento pero sin pausa. A lo lejos se divisa algo.

El pastor:
Oh, el monte encantado. Observad. Ya pronto llegaremos.

La madre:
Si, lo veo. Son árboles lo que yace a sus pies.

Pastor:
Si. Antes de que el sol decline estaremos allí.

Voz del fondo:
La espesura de las arboledas. Arroyos que corren por sus callejuelas. Multicolor del zoco. Multitud de miradas a esos dos extraños que van con el pastor.

El pastor:
  Ya hemos llegado. A partir de aquí tenéis que seguir solos pero no ahora cuando amanezca.

La madre:
Si pastor.


Voz de fondo:
Hospedaje que enriquece el espíritu en su cabalgar por las sendas solitarias. Dormir bajo el abrigo de un techo hasta ser eco de un nuevo día. Víveres nuevos y agua que los auxiliará en casa de necesidad.

La madre:

Adiós Pastor. Estoy muy agradecida. Tal vez algún día volvamos a vernos. Que los dioses te brinden larga vida y salud.

El pastor:
Adiós madre del desierto. El siroco silenciará si yo sois silencio. Las heridas se olvidarán si sois olvido de su señal. Adiós pequeño, apóyate en tu madre.


Voz del fondo:
La madre y el hijo. El hijo y la madre se alejaron de aquella frondoso hacia su norte. Ahora rozaban un mar de piedras. Un mar de piedras donde la soledad les alumbraba. Se sentían con fuerzas, con esa fuerza con la que se construye mares en el vacío.

El niño:
Madre, ¿Estamos lejos de nuestro nuevo hogar?

La madre:
No hijo. Solo lo que nuestro espíritu se le antoje.¿ Te encuentras bien?

El niño:
Si madre.

Voz del fondo:

Nubes grises en el horizonte. Un olor a algo putrefacto se les aproximaba. Se giran

La madre:
¿Qué pasa? Creo que alguien nos persigue. Pero ¿Quién?


El forajido:
Yo, pirata de las piedras. Ladrón de por vida de la esperanza que algunos suelen soñar.
La madre:
¿Qué quieres? Todo te lo ofrezco con la condición de que nos dejes en paz.

El Forajido:
Me quedaré con todo lo vuestro después observaré como os podrís en esta desolada tierra.

Voz del fondo:
Ladrón sin escrúpulos. Maldita sea la hora que han tropezado con la madre y el hijo, el hijo y la madre. Que las grutas del mal se lo lleve para no más se retorcida sentencia de los buscan la oportunidad.

La madre:
No te preocupes hijo nosotros somos fuertes y tu padre nos cuidará.

Voz del fondo:
   Una luna que nace, un sol que muere. La amargura pesa en ambos pero como árbol de raíces agresivas se expanden en la entereza. Oh, que luna. Una gran roca ante ellos. A ella se arriman por el frío de la noche. Se acurrucan quizás ella le de calidez ante la miseria.

El hijo:
Madre ¿nos moriremos como padre y lo veremos?

La madre:
No hijo. Claro que no. Padre no quiere aún.

El hijo:
Cuéntame un cuento.

La madre:
Si. Ërase una vez un niño que vivía en la pobreza. Tenía tu misma edad. Sus padres lo habían abandonado. El niño fue creciendo entre la penumbra. El rey que comandaba en todo el poblado tenía prohibido dar de comer a las pobres. Por lo que a este chico no le quedo más remedio que robar para meterse algo en la boca. Pero era tan inexperto que un mercader lo descubrió. Corrió con todas las fuerzas que pudo, con su estado fatigado, con la languidez de su cuerpo. A las fuera de la ciudad descubrió una palmera, allí se escondió. Pasaban los días y no le ocurrió ir más por la ciudad, se alimentaba de dátiles. Se extraño de que nadie pasará por allí pero con el tiempo descubrió que en ese lugar era prohibido el paso por una extraña leyenda.  Habitaba un alma y que por lo visto a quien se introducía por ese laberinto nunca más salía. Eso son los rumores que le llegaron a medida que pasaba el tiempo. Un día se internó un poco más de lo normal, de lo que solía caminar y halló una cabaña y se dijo ¡Ese debe ser el misterio¡ Quiso huir pero ante él se encontró con un hombre de barbas blancas y túnica blanca. El pánico penetro por su cuerpo pero el hombre le habló. Hola muchacho para el pueblo soy la leyenda de las tinieblas y para ese pequeño bosque el hombre de la esperanza. El muchacho temblaba y estaba asombrado. Le pregunto, es usted el que se nutre de las almas. El le respondió, eso es lo que dicen de mí. Pero observa…Comenzó aparecer mucha gente todos ellos en formas de almas desprendiendo cierta luz. Desde hacia muchos años el rey que gobernaba esas tierras había rechazado a los que el no consideraba normales y como la leyenda decía estos no volvían porque una extraña criatura terminaba con la vida de estos, dijo el anciano. ¿Y yo?, dijo estupefacto el muchacho. Yo soy hechicero y los protejo a ellos, me entiendes. No lo que ellos creen. A mi esa ley me dolió mucho e intento ayudarles en todo lo posible. A mi no has ayudado, dijo el joven. Tienes salud que es lo más importante no careces de algún miembro o nada que se parezca, no necesitas mi auxilio. Mírate, eres corpulento y sano, dijo el anciano. Me gustaría ayudarle, dijo el joven. Si, me alegra mucho, entre tu y yo construiremos los pilares de la felicidad y calidad de vida para aquellos que lo necesiten.

Voz del fondo:
Dos almas duermen. El miedo es ocaso y la aurora renace. Levantad avecillas un nuevo día se columpia en la exquisitez de su aroma.

Madre:
Hijo ya estás despierto.

Hijo:
 Si madre y tengo hambre.

La madre:
No desesperes. Tengo algunos dátiles. Cree en el poder de tu mente y arrastra el hambre en las inmediaciones del vacío.

El hijo:
Si madre.

Voz del fondo:
Un dátil como saciante del hambre . La nada para la madre pero ella con su canto recóndito en la esperanza es alimentada. Otro día se debatía entre ellos ¿Qué le espera la jornada? Los buitres al acecho de esos cuerpos que se consumen. El niño quiere parar, la sed resquebraja sus diques haciéndole perder toda energía, toda ilusión. La madre no sabe. Lo único que piensa en que tiene que continuar sino serán pastos de las aves carroñeras. El sexto día se va y séptimo les da la bienvenida. Miran las últimas estrellas al unísono buscando al padre. El niño no comprende. No se explica como el padre los ha dejado así. Ellos las acarician con sus ojos y piden en silencios deseos. El niño desfallece y la madre temerosa de su salud es universo de la duda.

La madre:
Soy yermo océano a mi pequeño. Dale fuerzas dioses del firmamento. Sus ojos se cierran y su voz se apaga con el hambre. ¡No¡ No puede ser. No quiero perder a mi hijo, eso si que no. Tal vez debí quedarme allá, con los míos. Quizás deba retroceder pero mi cuerpo se encuentra fatigado. No ¡No tengo fuerzas¡ Mi agonía, su agonía…ayudarnos. Te lo suplico.

Voz del fondo:
De repente, no muy lejos, observa un rebaño.

La madre:
¡Que ven mis ojos¡ Estaré delirando. Tengo que levantarme e ir para que nos vean.

Voz del fondo:
La madre, a rastras deja al niño y se aproxima a ese rebaño. Tras el una cabaña. Toca a la puerta entonces…

La Dama perdida:
      Pero mujer ¿qué haces? Vienes sola. Respóndeme. El sol está muy fuerte.

Voz del Fondo:
La madre señala en la dirección que se encuentra su hijo. La Dama perdida le tiende la mano y va en busca del niño. Piedra tras piedra con celeridad la mujer recoge al niño. Se encuentra en un estado de inconciencia. La Dama perdida siente dolor. Un dolor que la lleva a concentrarse en todos sus conocimientos para salvar aquellas almas...
                             continuará

El canto...(poema)


Al unísono el canto
Se mezcla con la tempestad
Que sucede bajo su techo.
Margaritas marchitas
Son beso de sus labios agrietados
Mientras el crepúsculo de la tarde
Es ronronear de las olas.
Una lágrima roza su vientre
Y el vasto pasillo de la incertidumbre la seduce
Sueña. Sí, sueña
Alma que entre sábanas de algodón
Es estático mármol
En la pesadez de su respiración.
Pero las olas están ahí.
Las escucha.
Se levanta.
Y como herido árbol
Se asoma al tiempo que su desnudez
Se cuestiona si es ser
Que se emociona con el balanceo de ese océano.
Océano de la vida lo llama.
Y un canto al unísono de la calma
Es esperanza que se le acerca, que se le arrima.

domingo, febrero 24, 2013

Mujer.....(poema)


Mujer,
Vagas en la lucha de los soles
Que tus pasos en el desierto
Evocan la calma.
Caes junto a sirocos
Donde el renacer de la esperanza
Es cubierta por los pétalos plateados de la luna.
Como decirte que sigas.
Si, con el balanceo de la oportunidad
Cuando las alas del viento
Te lleve a las orillas de la justicia.
Mujer,
Vienes a mí con tus ojos de alegría,
Con tu esencia conciente de los vergeles
Que se columpian al ritmo de las jornadas
En que vas a buscar agua,
En que eres pastos de las arenas doradas
Donde el resonar de tus labios
Es beso que caricia la vida.
Y volar y volar
Por las transparentes dunas
Donde la espesura de cadenas rotas
Te lleve, te traiga
En el color de la libertad.


  

lunes, febrero 18, 2013

Bailad, bailad...(poema)


Y por qué vienes a mí
El viento responde a mis inquietudes
Y el océano es caricia
Que vierte el sabor de la complicidad.
No te he llamado,
Me he dejado vagar por máscaras
Que al son de tambores
Columpian sus cuerpos en el deseo.
Entre la multitud  soy vertical disfraz
Que vuela y vuela
En el cerrado velo de otro perfume.
No me ves
Y sin embargo vienes a mí
Con el baile ardiente de seres
Que se arrinconan en el vivo mecer
De su sudor.
Soy libre ahora
En la metamorfosis de una tonada
Que se cuece como roja seda
En mi piel.
No, no te buscaba
Entre el enjambre de extinguido sol.
Solo quería ser hallazgo de un diálogo
Entre mis yos.
¡Bailad¡ ¡Bailad¡, digo
La senda donde la celeridad
De la sangre se cuece en el ritmo
Cierto y puro de mi danza imparable, imparable…
Y vienes a mí
Como eco desvencijado que me censura
Cada paso, cada correr de mí ser
Entre la espesura de la gente.
No me ves. Mírame
Como me desnudo ante el oleaje
Y me zambullo en ese océano
Animado por el viento, por el viento…



viernes, febrero 15, 2013

Buenos días....


Buenos días, decía mientras abría sus ventanas al corazón del universo. Buenos días amigos que con sus cantos me hacen un despertar satinado de belleza. Los pajarillos ya bailaban con sus lenguajes, la calima suave era portal donde se emancipaba la pesadez de la jornada anterior para dar bienvenida a una mañana donde las emociones precipitaban el color de la vida. ¡La vida¡, decía ella. Arraigada como raíz que se expansiona en las últimas estrellas y en los primeros lazos del astro rey.

          XX:  Me llamas. No es por nada. Es que escucho la serenidad de tu voz invocando mis sentidos cuando las olas rompen en mi pecho desnudo. 

YY: Si te llamo. Soy yo. El océano de tus deseos. Tu amor. Estoy aquí. Estás aquí. Ahora que la playa se encuentra solitaria, con solo las canciones del oleaje.

XX: Y vienes y vienes. Con tu perfecta sonrisa, con tu empuje afable, con tus sueños que me embarca en la nostalgia.

YY: Ay, la nostalgia. A quien ¿A quien recuerdas?

XX: Navego por la penumbra. Sí, ahora lo siento. Siento el mecer de vendavales sobre mi pecho y ello crea un eco que me hace temblar. Tengo frío. Mucho frío. Es el ayer, pesa sobre mis hombros con sus espadas afiladas. No me ves. No me ves sangrar. Caer ríos de llantos sobre mis senos. Y yo que creí que instante, este amanecer sería placentero, que lo disfrutaría contigo a solas. Pero no. El pasado viene. Y viene. Con sus zancadas de astillas, con su lengua de ortigas que acaricia mi cuello. Me siento caer. Un cierto desfallecimiento estremece mis rodillas y no soy más que esas algas que traes, que llevas.

YY:  No me has dicho aún a quien o lo que es que recuerdas. Solo que el terror se cierne en tu mirada. Habla mujer, escupe todo aquello que te atormenta para que yo sea sumidero de todo tu mal.

XX: Hablar y hablar ¿Para qué? No vale la pena. Me retorcería más y más en las tinieblas de antaño. Todo pasa. Inspiro y espiro y que toda fuerza malevolente que sobrevuela mi mente sea cenizas. Y soplar y soplar. Hasta que mis pulmones esputen todo horror, todo temor.

YY: Soplar y soplar. Venga amigo viento ayuda a esta mujer que nos contempla. Ya tus ojos comienzan a ser cumbre de la tranquilidad, un cierto brillo especial los abarca y este momento que será eterno entre tu y yo te pronunciare como mujer libre de las traiciones negras.
           Negras traiciones.
           Traiciones negras
            Que se deshagan de ti
           Cuando la magia de la luna y el sol
            Se besen más allá
           De las orillas de la eternidad.

XX: Y soplar y soplar. Que venga la risa y los tambores. Que suenen los tambores de la danza de los cuerpos desnudos que vuelven una fetal posición para engendrar una nueva visión de la vida. Vida ¡Vida¡ Aquí estás.
Buenos días, decía mientras se despedía del océano. Cerraba sus ventanas y con un suspiro se deja caer en la bañera donde el agua fría la despertaba, la despertaba…

jueves, febrero 14, 2013

Gritos.Oscuridad....


Gritos. Oscuridad. Una mujer que se mece en la pesadez de su cuerpo. Se mira al espejo y en el se refleja algo, una obsesión, una abominable amasijo de carne que la encadena a ser eco del terror. Gritos. Oscuridad. Corre. Un cuarto de baño. Vomita. Se introduce los dedos hasta hacerse daño en su garganta. Se odia. Un solo bocado puede ser mortal para su mente, para esa manera de observarse, de mirarse. Su cuerpo y mente sumergido en el miedo, en el temor de ser gramo que se consagra en su entereza. Necesita desprenderse de ello. Es medio día, el sol gira con sus potentes lazos anaranjados que le aprietan sus piernas. Desesperada es sumisa a el y aunque las horas no la apremian para ser descanso cabalga. Cabalga a ras de un asfalto duro y negro que parece que se va derretir ¡Cuantos kilómetros¡ Todos aquellos necesarias hasta que comprenda que no le queda un ápice de calorías. Gritos. Oscuridad. Llega. Se encierra en su habitación. Una habitación de paredes blancas  y frente a ella ese maligno, el espejo. Llora de agonía, ya no puede más. Pero no lo ve, no se ve. Solo un cuerpo que danza deforme con las llamas infernales del rechazo. Las horas pasan y la tarde seduce al astro rey, lo retira con un beso de muerte para adentrarnos en su caída recibida por la luna. Otra vez… No se contiene, ingiere más allá de la saciedad. Correr y correr hasta ser vomito, hasta que la plateada coreada por los astros en su extensión la consuman en fosas satinadas de amargos. Y llega los gritos, la oscuridad absoluta. No, no recuerda. Su mente se queda en blanco cuando es ingresada en esa unidad del hospital que intentarán resucitarl. Tal vez no sea demasiado tarde….

martes, febrero 12, 2013

Te esperaba...


      Te esperaba, es cierto. Con el esplendor de las constelaciones evocando la vía láctea en una noche sin la luz emocionante de ese animal gris. Ahora estoy aquí, sola, con los latidos de un corazón que anda sin rumbo, desorientada. Te esperaba. Así con alas azules de mariposas para seducirte, para que me seduzcas con ese destello especial que inspira tu mirada. Ya ves lo que transcurría en mis horas. Solo pensaba en ti. Sí, en cuarto vacío cuyas paredes blancas y frente un espejo me hacían repetir la escena de lo que te iba a decir. Pero, no llegaste. Se te ha hecho tarde, dices. Y yo con un cigarro que hace espirales en el desierto de mi alma voy y me desnudo. Sí, como si de ti tratase. Sola. Frente a un espejo y una noche sin luna. Lentamente soy cuerpo que con el hechizo invernal se queda con el frío de mi mirada. Me toco, me acaricio como si de ti se tratase. Círculo en que me envuelvo y soy yo y solo yo ese ser que llama a los fuegos fastuosos de la lucidez de la mente.  Te esperaba. Ahora observo que es vano. Que no merece la pena de ser pulso profundo de tus labios, de tu mirada. Escucho un piano que a lo lejos me dice de la pena que cabalga rajando cada uno de mis pasos. Y tu, ausente todavía te hallas en las ventanas que dan al vacío de tu pasión. Te esperaba. Como decírtelo. Velas que se agotan, caminos destruidos por ese querer respirar sin cadenas que nos oscilen en el temor. Temor a que, me pregunto. Respirar del aliento de las gaviotas cuando ya la madrugada se apodera de nuestros sentidos. Respirar del aroma del universo cuando el jadeo de mi cuerpo circulando por las cimas de tu ausencia se empecina en pensarte. Respirar del rubor de las olas cuando te dibujo sobre mí, sobre mi vientre, sobre  mis senos erigiendo el arrastre del silencio de tu voz.

viernes, febrero 08, 2013

El beso...


Y el beso llegaba, revoloteaba, surcaba, navegaba en sus párpados con la humedad cálida de un amor que si bien hacia tiempo que no lo sentía ahora regresaba con su pasión más tersa sobre su piel. Era bien entrada la tarde noche, noche sin luna. Noche de astros animando el firmamento con la nitidez de su esplendor. Ella incrédula abrió sus ojos y de ellos una especie de brillo iluminó ante aquel que posó sus labios ¿Qué haces aquí?, pregunto. Ahora que me siento caso y deseo solo vagar en las luces del nocturno. No te esperaba. Es cierto. Pero has vuelto o tal vez yo pienso que has vuelto. Quizás te has manifestado en la llegada después de una larga espera. Me dices que me quieres ¡Qué voy hacer yo si también te amo¡ No sé por qué tenia una cierta imagen vaga de ti, una imagen que me envolvía jornada tras jornada en un pensar de quien serias. Ahora veo, te observo y absorbo el aroma que insufla tu aliento, tu corazón…Y el beso llegaba despacito, con calma, sereno, afable, cordial, introduciéndose con la caricia perfecta sobre su cuerpo, sobre su espíritu…No es tarde, dijo ella. Siempre podemos albergar el intento de mantener cierta esperanza de un abrazo ¡Sí¡ Eso abrazo que nos llame, que nos lleve por los caminos donde el delicado roce nos lleve a la conquista  del beso…

martes, febrero 05, 2013

Algunas veces....


Algunas veces las montañas eran estática oscuridad donde en su cúspide una pincelada blanca evocaba cierta belleza. Una belleza que acogía a cualquiera que las mirara en un ensimismamiento. Eso pensaba ella cuando recorría el Monteverde en invierno. Si, creía que todos ante aquel poder atrayente saboreaban la hermosa y perfecta naturaleza. Iba por un sendero, uno de esos donde las hojas secas de humedad y barro la hacían caminar con cuidado, con precaución. Un mal paso podía dar lugar a una caída, a un resbalón. Esta sola acompañada únicamente  por el frío y una luna tranquila que a veces se dejaba ver entre la maraña de las ramas.  A medida que avanzaba pensaba, su mente se disparaba en las tormentas del mundo. Mujeres que vagan y vagan en la ablación y que cierto es. El horror se le cruza, tantea con la angustia que muerde su ser por entero en solo cavilar la destrucción de la niñez que más nunca se podrá recomponer. Navajas son ahora los cuervos que la merodean, cuervos con alas monstruosas y afiladas que vertiginosamente pasean por su persona. No, tu no tienes derecho ser ave que en libertad y sueños se alce por los montes vigorosos de la lindeza. Aquí estás, eres nuestra, no tienes derecho al placer. Eso imaginaba ella a medida que su paso tomaba una celeridad asfixiante. Jadeaba con la pena retorciendo su vientre a medida que tomaba conciencia del horror que viven algunas mujeres ¿Cómo hacerlas libres?, se preguntaba. Una pregunta que cae al vacío, que se raja en abismos, que solo ve pozos infectados por el carcomer incoherente de unas ideas. Se detiene y respira hondo ya no puede más. Es como si esas mujeres cayeran sobre sus espaldas y la aplastaran, una lágrima surca por su pálida tez y de sus ojos un brillo especial mira a esas montañas. Ya amanece, estática se extiende del aroma que esas horas desprende la madre tierra y se dice por qué no. Por qué no ascender por esa montaña que tanto me seduce hasta el pico más alto. Y lo hace, y lo hace. Y llega, y llega. Desde ahí avista todo la espesura del monte ¡Qué perfecto es¡, se dice. Y volar y volar a donde los sueños y las esperanzas sean lúcidas, sean vertical columna que podamos agarrarnos en nuestro trepar por la justicia, la solidaridad, la igualdad. Se arrodilla y extiende sus brazos, besa al viento fresco que azota su faz y se deja llevar por las alas de la libertad. 

domingo, febrero 03, 2013

Buenas noches...(poema)


Buenos noches, te digo
Te agarras a mí
Con tus huellas eviternas
Cuando la luna recibe la llamada
De la huída.
Vienes con tu peculiar silbido
Que estremece mis sentidos
En un rubor conquistado por las olas, las olas.
Sí, te echo de menos.
Desde aquí
Desde esta lejana colina
Por donde bajan mi ser
Con la condición de encontrarte,
De albergarte bajo cometas
Que absorben el serpentear de tu esencia.
No creas, aun te conservo.
Ese aroma….
Esa mirada…
Ese andar que me nutre de esperanzas
De que tal vez, quizás algún día
Vengas a mí y seas beso que vuela
Entorno a mis labios, a mi piel.
Buenas noches, digo
Ya vez que te recuerdo
A cada instante que tu voz
Cada fragmento de mí
Frente un espejo donde el reflejo de mi desnudez
Escapa un suspiro, una lenta respiración
Que me confía a ti, a ti…
¡Tú¡
Cuyo nombre es intacto en los secretos del tiempo
¿Dónde andas?
No se, me desorientas tanto
Que los árboles de la lluvia
Ya son eco de tu sombra.
Sombra negra.
Sombra de cipreses.
Sombra  de amor.
¡Ay¡ y caigo y caigo.
Buenas noches
Avanzo con la pena sobre mis espaldas
Penas que excavan la más profunda fosa
Donde mis alas ensangrentadas
Pierden su orientación.
¡Ven¡ ¡Ven¡
Ven a mí con tus gaitas, tambores y chácaras
Para danzar con la oscuridad
En una hoguera donde los cuerpos
Se alargan acompasados por el sudor, por los besos.
Y buenas noches amor mío
Tierras lejanas nos ausenta,
Tierras donde las margaritas
Pierden sus pétalos a medida
Que las estaciones pasan y pasan…