martes, enero 31, 2017

Vagar...

Vagar, incesante en las colinas de sal.
Arrebatado golpe de gaviotas
Al encuentro del erecto velero
Sustancioso en vida, en alegría.
Vagar, bajo los insulsos precipicios de nubes.
Respuestas a las sombras contrarias
De unos ojos perdidos en lo incierto
De ese jamás inmerso de sus pasos.
Vagar, enaltecimiento de sueños errantes.
Afectos cuyo pulso en la reconditez
De los espacios arrinconados

Se agrietan en el alejamiento. 

sábado, enero 28, 2017

Noche de invierno...

Mira sus  pies, hastiados de tanto divagar en el sentido de un arco iris blanco, muerto. Se confunde, se entrega a las derrotas. A veces parece emerger entre cipreses azules que abducen a la existencia. A veces parece perecer entre nubes cenizas que extinguen sus ojos. No sabe, no contesta. Sus palabras son latigazos inocuos en el insonoro despertar de aves desplumadas.  Coge pintura de uñas y sutilmente tiñe sus dedos de carmín. Se levanta, descalza enciende un cigarrillo donde se cavila todos sus años. Siempre lo mismo, se dice. En el cosquilleo de su lucidez camina, lenta, suave por los pasillos fríos de su casa. Todos se han ido. Solo ella y el quejido espantoso, grotesco del viento al golpear con las ventanas. Se mira como mujer de inagotables andares pero ya todo ha acabado, un final donde el ronronear de la vejez y enfermedad la hacen decaer. Intenta vestirse, todo se le cae de sus arrugadas manos. No quieren que la vean así cuando lleguen, marchita, ida. Logra ponerse algo y mirarse al espejo. Se pinta los labios con el temblor de los últimos instantes.  Ve cierta luz desde una de sus ventanas, va hacia ella. Luz de pétalos anaranjados en el fin de su verticalidad. Se siente feliz, la acogen y desaparece entre las constelaciones de una noche de invierno. 

viernes, enero 27, 2017

Taconeos...

Taconeos.
Los lazos invernales
Desquiciantes de la nada.
Celeridad.
Ritos a un Orión
Perfumado de calma.
Hogueras.
Ven, ven…
En el espacio vacío
De tus caricias
Con los astros
Ante mis ojos clausurados,
Embriagados de danzas soñadora.
Noche.
Insomnes pasos a la deriva,
Silencio trémulo

De alas caídas. 

miércoles, enero 25, 2017

No volvamos...

No volvamos. Dejemos de mirar atrás, la frontera está lejos, en la cúspide de las almas ignorantes que aniquilan, estrangulan nuestros sueños. Sigamos caminando por este baldío terreno donde  la promesa que te di se ha de cumplir. Lo siento por el pequeño. Mira como corre, como sus ojos orbitan en torno a nuestra mirada. Quiero hacerlo sonreír, no sé, como a ti. Somos huída de la espeluznante y aborrecible guerra de los hombres. Solo nos quedaba llanto allí…no, no lo recuerdos. Sé que esta senda casi infinita nos cansa, nos asfixia pero creo que no llegará a que nuestros cuerpos sean cortejados por bestias carroñeras. Anímate, tenemos que ser feliz ante nuestro hijo, como si no pasara nada. Sé que es duro y este crudo invierno…mortal en todos sus sentidos…nos desilusiona. No, no me miras, en que pensarás. Espero que mi mano sea abrigo de tus sensaciones, frías tal vez…
Yo callo. No digo nada. Dejo que el exprese todo lo que en sus entrañas lo alborota, lo agita por compensar este andar y andar sin destino. El cree que estoy cansada, cansada de él. Pero no es así. Yo callo porque la atmósfera que me rodea me entristece. No lloro. No quiero lágrimas y menos ante nuestro hijo. Para él es solo una aventura, un viaje que hemos preparado. Lo que no sabe es que si tendrá final ….¿final?, me pregunto ¿Cómo será? Quiero verter en esperanza, una esperanza larga y segura acogida en un rincón bajo un techo firme, conforme nuestras vidas van avanzando. Sus palabras tienen razón – no volvamos- tenemos que seguir cueste lo que cueste. Observo a mi hijo y a él, es lo único que tengo. Llegaremos, seguro que sí. Ascenderemos por este maldito y aberrante invierno y nos agazapará la sombra de hogueras en la que danzaremos de libertad, de paz, de felicidad. Lo beso. El asiente. Es todo.

¡Hijo¡ hijo, ven aquí. Danos la mano, continuamos en la ruta a la búsqueda del sol viviente para nuestras manos. Gritaremos al llegar, verás como jugaremos  a eso que te gusta tanto. Te compraré una pelota nueva. Pero ahora esperemos, tenemos que caminar un poco más. 

sábado, enero 21, 2017

Venid,,,

Pero…pero esto qué es. El sudor galopa en las entrañas de un vientre que enflaquece a medida que los años se agotan. Anda como perdida, ensimismada en una cumbre donde el silencio provoca las palabras del viento, del viento. Se estremece a cada silbo de su invisible andar. Evoca con las manos en alto el canto de las aves, de las rocas y pinares que allí habitan. Su cuerpo mojado, el calor ante sus singladuras eternas avanza hasta su sien. Gritar…¡Sí¡ gritar a la sonoridad de las almas coreando un viejo poema ido de sus manos frágiles, lánguidas.
Venid.
Venid.
Agárrame fuerte
En los colgantes precipicios
De nuestro renacer
Como hijas de corredurías,
Como hijas sofocadas del llanto
De la madre tierra.
Termina con un regocijo en la reconditez donde no es abatida por los colmillos sangrantes del circular por la existencia. En su levedad observa el mar de nubes. Quiere zambullirse y ser aletear del fragor  de su liviano paso por estos montes engendrados en la verticalidad éxtasis. Se lanza sobre ellas, se envuelve en una atmósfera desconocida, misteriosa. Ve el camino que le queda, el sacrificio de muchas almas para el enderezar de la esperanza. ¡Viva la esperanza¡ grita. Aquí viene de blanco, de negro, de alejados sufrimientos, de amputadas penas. Siente un cosquilleo en sus carnes, un hormigueo de lloviznas verdes, azules amparando el despertar de sus sentidos.  El sudor se ha ido lejos, muy lejos…vencido de ese jardín viviente donde la paz es enaltecida,  exultante de todo cuchillo.


miércoles, enero 18, 2017

sagrados riscos...

Sagrados riscos
Habitados por las baladas uniformes
En el estrecho vuelo de la inmortalidad.
¡Zas¡, un oleaje en su entereza
Nos arrebata el regreso
A nuestra orilla, a nuestro horizonte.
Ojos negros difuminados
Por el tiritar de una pardela en su llanto.
Ahora me doy cuenta
Ando en los acantilados obtusos
Donde el aullido de un violín
Se asemeja a tormentas disipadas
En vaivén de los años.
No. No soy fiel a la condena
De la existencia en los caminos arduos
Bajo la sombra de la oscuridad.
Me elevo.
Me marcho.
Riscos sagrados
En la ausencia de malgastadas ganas.
Hija preñada de quebradas rocas,
Hija ondulante en el desafuero del aliento
Que viene con la atrofia de dioses desahuciados.



lunes, enero 16, 2017

Vamos...





Vamos, las batallas han acabado. Nos hemos sumergido en un ambiente pacífico donde las gaviotas se alzan en la marea revuelta. Vamos, no tengas miedo. Gratificante es el obrar con las manos unidas, manos agazapadas en la sangre del ayer. Sí, olvidemos. Volvámonos en escribir otra leyenda hundida en las pantanosas orillas de la nada. Clausuremos las miradas muertas, el frío de este invierno. Ven, ya estoy aquí, a la sombra de elefantes lejanos a cementerios anónimos. Ya sé, me dices del delirio de mis sentidos pero creo que ya está bien, demos una oportunidad, un sueño a las desvalidas siluetas en el negror de la helada. Me duelen mis dedos, se me duermen pero aquí sigo en este deleitarme con el avance de notas infinitas en la cúspide de la paz. Vamos mujer, hombre colisionemos nuestras alas en el arco de colores que ascenderemos hasta ese amplio jardín estructurado en la construcción de energías positivas. Un cielo cobrizo reina hoy tras mi ventana, me asomo y te llamo…ven, ven con esa sonrisa emotiva del termino de todo haz maléfico cicatriz de los cimientos de nuestro tiempo pasado. Mira, mira….yeguas parlantes anuncian el verdor de praderas cenizas. Nacen otra vez de la desmemoria, de los candados prietos al ayer. Qué no, qué no…dejemos la venganza es insípida, de mal aliento, de retorcidos idiotas en el rumbo de la vida. Vamos, ya todo ha acabado. Descansemos…


sábado, enero 14, 2017

Estoy cerca...

Estoy cerca.
No hay prisas.
Latidos evocan los astros
En el callar del oleaje.
Una caricia.
Se retuercen las púas
Bajo el fugaz deterioro
De nuestros corazones.
Lejos, muy lejos.
Estoy cerca.
Avanzo contra la luna
A los altas cumbres
Desahuciada de las emociones.
Todo ido,
El afecto agarrado a las sombras
Y el enderezar de mis ojos malgastados
En un ayer.
Estoy cerca.
Silencio de cementerios
Al encuentro del angosto pasillo

De la huída.


jueves, enero 12, 2017

Cinco de la mañana...

Las cinco de la mañana. Carretera solitaria donde la existencia camina rumbo a  la nada. Fuga de lo incierto, del vacío de sus hogares quemados por la hambruna de la muerte blanca. Ojos caídos en el ahorcamiento andan con pasos acabados. Hace frío, mucho frío. Desde aquí miramos la tiranía de esta esfera imperfecta, mediocre y cerramos puertas, ventanas, abotonamos nuestros párpados, nuestra lengua en el mutismo. Vida, no me dejes aquí en el agónico circular de la existencia en vacío. Supongo que el sendero de la paz será recreada para no agotar la vida. Hace frío, mucho frío…la vida, cíclica postrada a nuestra espaldas. Todo tiene que acabar para empezar de nuevo. No hay tregua. Y otra vez aquí estás con tus esputos grotesco tirándonos, tirándonos. Cinco de la mañana, avanzamos hacia ti. Sí, hacía el final del túnel donde la luz es carcomida por una sola mano, la nuestra, la de esos llamados dirigentes de lo aberrante, de la malignidad ¡No¡ Lugares remotos donde el tiempo es huída del ahora. Vida ¡por qué¡ somos resonar de espejos quebrados bajo nuestros pies desnudos. Cinco de la mañana, míranos, hace frío…


miércoles, enero 11, 2017

Veinte años...

Veinte años, años elaborando el crecimiento de mis sentidos. Vine en barco, navegante de cielos oscuros a la luz de los astros distantes. Vine con todos los deseos en mi equipaje, cortejando cada sueño con la más excitante imaginación, vertical, fuerte, yerta sobre rocas cuya ruptura sería imposible. Ahora estoy aquí, ha amanecido y aun ando en busca de aquellos que consideran el bienestar en el hacer del trabajo. En paro, sumiéndome en el derrumbe de mis pilares. Bajo un techo blanco donde transitan gentes de distintos lugares estoy, amarrada, cautelosa, compartiendo mi habitación con el olvido por aquello que anhelaba. Quería, ansiaba una vida corpulenta, esbozada en la infinitud de mis pasos columpiados por el quehacer de mi existencia. Vacío. Miro mis manos, arrugadas con el paso del tiempo, y el sonido frío del mañana me hace frágil, caída en la desorientación. Cierta incertidumbre me abate, me arrastra, me desgarra y no sé si ser llanto o continuar la firme pisada de que quizás, quizás hoy podrá ser. Rebosará en mi espíritu la alegría y el sudor de mis cansadas piernas se verá gratificado. Ya ni escribo a mi familia, me alejo en el humo de este cigarrillo que sostiene mis dedos, de estos zapatos gastados. Ellos sí, con su letra pueril me envían mensajes, preocupantes pues la situación en mi país es caótica. Guerra, armas que hacen infértiles las almas trotantes en el aliento. Hay que huir – como yo- de los campos de hiel sumergidos en la pena. Al menos tengo un techo, me acuesto y en mi edredón me envuelvo en la infelicidad de aquellos que me aman, que me piden esperanza. Todo es aborrecible. Aborrezco el cuchillo rajante de la paz, aborrezco los hilos dañados para el seguir, aborrezco la malignidad de los que quieren vencer. Ahora parece que va a amanecer. Si o no, no o si…para qué, la monotonía en esta isla me hace sentirme cobarde, malgastando mis años lejos de mi familia. Veinte años…

domingo, enero 08, 2017

divagaciones de una mañana de enero...

Pasos ausentes. Hace frío. Acomodada en el arco de colores soy fugaz aventura de los sueños. Mis ojos se abren bajo el homogéneo discurrir de la mañana. Vago desnuda, incesante en el desafío de mis deseos. Aislada, ojerosa soy extenso vuelo a ras de mi reconditez. Me miro, me observo, examino cada fragmento evaporado en surcar de los inviernos. Un vago tremor inicia mis singladuras por los desiertos de mis sentidos. Lo pacífico viene por instantes circulando por mi cuerpo. No hay lágrimas. Me aparto y la nada es agradable. Paseo por un cielo azul, tranquilo. No hay miedo. Solo quiero un letargo infinito seducido, extasiado de la dualidad cabalgante en la existencia. 

jueves, enero 05, 2017

LLueve

Llueve. No llevo paraguas, no importa, la inscripción de cada gota sobre mis ojos idos, de mi rostro ojeroso me da cierto ánimo. El viento aguarda tras las entrañas de una puerta que parece censurarse. Respiro el aroma de la danza de una tarde caída en los hombros agotados de monotonía. Ella junto a mí. No lleva paraguas. No nos refugiaremos en las cuevas tétricas al temblor de nuestros huesos. No decimos nada. No nos miramos. Camino lento saboreando el frescor de nuevos astros tras la ida de la calima. Todo es extraño, todo queda en un movimiento de nuestros ojos hacia nuestro interior. Pensamos lo mismo en esta jornada que empieza su final. Las calles concurridas, vagas siluetas tropiezan con mirada perdida en busca de algo. No entendemos el por qué el precipitarse cuando en campos aislados existen ecos de hambruna, de sequedad en sus manos. No, no lo vemos, lo meditamos. Un mal sabor se apodera de nuestro andar y retrocedemos, nos evadimos bajo ese techo que dará la fogata de la calma, del olvido.
Llueve. No tenemos paraguas, da lo mismo. Estamos empapadas, agua que corre por nuestra ropa. Estoy estática, ella está estática. Intocables somos perennes amantes de nuestro corazón, de nuestra alma ¿Tenemos alma? No sé, dolidas andamos por aceras mojadas con el rastro de una agonía, no lejos. Creo razonar lo mismo que ella. Esta atmósfera atrapada en una globalización demoniaca, en seres de injustas pisadas en el balancear de la vida. No me interesa lo que celebran por ahí. Liada a ella retomamos la dirección de nuestra casa. No soportamos los sueños hilados sobre muertes, sobre niños andando encima de clavos retorcidos. No necesitamos hablar, ya no. El tiempo pasa y el silencio conversa con nuestra reconditez. Será una noche larga para todos, tanto los que poseen ilusión como para aquellos que la existencia los ha arrastrado a la huída. Sí, huyamos de este mundanal atropello. Ya hemos llegado. Ella abre la puerta. Yo la cierro. Vamos hasta el salón y nos sentamos. Ahora nos miramos. Una lágrima cae a ras de su temblor. Una lágrima cae a ras de mi temblor.


miércoles, enero 04, 2017

Ruptura...

Ruptura.
Sonido alargándose a través de los sentidos.
Tu vientre.
Mi vientre.
Cometas azules zarandeando los desiertos
Del cosmos.
Tu boca.
Mi boca.
Jardín inacabado donde el deseo
Permanece intacto, estático.
Así somos,
Ecos de olas muertas
En el devenir de las horas.
Las horas.
Tu mirada.
Mi mirada.
Azules grietas
Tras las rocas del vacío.












domingo, enero 01, 2017

El devenir de las jornadas...

Tal vez he llegado temprano. Las estrellas ante un firmamento límpido colapsan mis ojos oscuros. Se me ha caído un botón del abrigo, después lo coseré. Estoy ante tu casa, tu casa encasilla en una ciudad sin nombre, perdida en la niebla de los conocidos, de los desconocidos. Hace tiempo que nadie te visita, que nadie te llama. Por ello he venido. Aire enrarecido que me tira, que me aprieta y me empuja por la acera hasta tu puerta. No sé si tocar. Un año nuevo ha brotado de las entrañas de este imperio pero ya son muchos que nos hemos erguido sobre este planeta. Misterioso, ¿verdad? Tocar o no tocar. Luces apagadas, petardos amputando mi paso firme, haciendo huir a perros y gatos flacos en la muerte de sus sentidos. Ábreme grito. Una luz parece aflorar por la mirilla. Se detiene y abres. Aun estás aquí me digo para mí misma. No me invitas a pasar, sales. Llevas pantalones vaqueros, playeras y una chaqueta para omitir el viento helado que penetra por cada orificio. Damos un paseo, largo, callado, mirando el cielo, esperando. La espera se alarga por los desfiladeros del insomne agotamiento apartando nuestras miradas de nuestras manos. Nos alejamos, agua que viene en el secreto de nuestros pensamientos. Nos topamos con un viejo camposanto, cuervos nos esperan en la copa de cipreses que brindan este año venido. Almas viejas, desgarradas lanzan un cando decoroso en el transcurrir de nuestros pasos. No hay miedo, eso nos espera, la muerte. Beben de las flores posadas en sus nichos, beben del aliento anónimo de la noche. Seguimos, nos vamos. Ellos vuelven al cemente y el frío mármol. Nosotras retomamos la senda de los acantilados, olas mordientes en pleno auge de la brusquedad. Nuestros ojos se cruzan, nuestros ojos se apagan, nuestros ojos se van, nuestros ojos se tornan blancos, nuestros ojos dicen adiós. No, no he llegado temprano. El retraso impertinente ha sentenciado nuestra distancia. Ella se queda, ahí, en los acantilados de las pardelas grises. Yo, me voy con mi moribundo abrigo bajo mi techo. Es mejor así. Viene a mí un refrescante aliento de arco de colores en el jardín infinito de mi existencia. Tendré que comenzar de nuevo. No me vuelvo, la dejo. Ya las lunas rumorearán en devenir de las jornadas que ha sido de ella.