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Lo escrito son ideas primigenias que después se han corregir y alterar.
Estoy , dentro de un instante no
estaré, trascenderé donde los sueños son nubes blancas susurrando lo bello por
tu amor, inspiro y expiro, en ese deseo dormiré donde las caracolas me mecen en
el trasiego de la noche. Estoy, dentro de un tiempo que es el ahora , que es el
ya que se fue te besaré, que te he besado sin darte cuenta de este amor en la
desolación de mis manos, vacías.Eviternamente
vacías, un otoño gris desdibuja mis ojos secos, un otoño lento me ausenta de lo
real y en esta ensoñación que no es ya ensoñación escribe las ganas de verte. Sí,
verte donde las cumbres anuncien la alianza de nuestros labios. Sí, verte donde
los riscos sean sonoros ecos de nuestros ojos. Sí, verte donde los pájaros , en
su hermosura, son briosos jardines de la pasión. Estoy, dentro de nada
desaparezco donde una marea acuna mi corazón solitario. Estoy, lo efímero se
vuelve extraño, los sentidos se adormecen y la palabra , estática, rumia tu
esencia. Estoy, estaba, no estoy, estaré , que más da, todo pasa. Sí, todo
pasa, estar o no estar no es importante solo, el aliento del camino a seguir.
Una arboleda seca raya mis pisadas, una arboleda donde se confunde la noche con
el día confluyendo en un mismo estado. Y Estoy, cantando una vieja canción que
dirán esta pasada de moda pero que el impulso me regala un halito de alegría.
Me siento libre en este octubre donde las gallinas y gallos se cruzan en mi
andar. Estoy, dentro de unos segundos no estaré y seré ese cuerpo conquistado
por la invisibilidad del recuerdo cuando estaba. Pausadamente recolectaré cada
haz de la memoria . Y esta memoria mía será tu presencia, ahora que ya no es
ahora.
Se humeaba una secuencia de una
balada que caía a medida que su cuerpo se iba enterrando. Se iba, su materia,
donde los bichos se alimentarían para no más ser polvo de esta tierra, raíces
que en lo profundo abraza los astros. Una lagrima de emoción , de la
sensibilidad que manda se dejaba ver en los rostros. Hasta la mentirosa de su
cuidadora, un ser hermético, que asentaba su medicación. Todos los sabíamos y
callábamos. Un halo azul nos envolvió entonces, la cuidadora torpemente cayo en
la fosa. Su gemido airado, sus gritos desbarataron el entierro. Una risita se
oyó detrás de nosotros, sus hijos, sus nietos, sus sobrinos. Y espantada, con
el corazón en la boca salió del agujero. Ahora me vienen esos recuerdos, un
recorrido que se hace pesado en la vida cuando nos perdemos en su ida. La
balada sigue sonando y es difícil esas jornadas donde las prisas de un otoño se
lo llevaron. Y ahora me siento y ese halo azul me acoge y esa ira me equilibra
para escupir toda esa mala gente. Sí, porque nos movemos en lo cómodo, en lo fácil
para rasguñar la riqueza, aunque sea a costa de lo indefenso , de la
ignorancia. Y aquí estoy, cuando la noche me enseña el reencuentro del pasado a
cámara lenta. Me desvisto, escucho esa balada y tomo un café y este otoño es
memoria de aquel que masticaba un chicle, de aquel que en la lejanía veía como
la pala cubría su ataúd, de aquel abrazado a la mano de un ser querido como iba
siendo la despedida, de como aquella que se cayó estaba hirviendo en un cavilar
impreciso, de como sus nietos alumbraba ese tiempo que ya había terminado, de
como su tonada erraba en esa atmósfera y de cómo el silencio producía el ultimo
temblor a esos cipreses que decoraban el cementerio, de esos rosales que se
abrían en cada tumba, de nichos de flores secas en la dejadez. Y dónde estás
ahora, seguro trotando en una persona donde entregas todo tu yo y que tropezaré
a lo largo de las estaciones. No me recordarás, pero tus maneras abogaran por
tu nuevo nacimiento donde la luz de tus deseos querían. Aunque yo no lo sepa,
estarás ahí, donde sombras borrosas escribirán nuestros pasos por esta
existencia. Siento esa balada de aquel día de la despedida que tanto te gustaba,
no te preocupes aun converso con ella.
Iba de mi mano. Juro que iba de
mi mano, paseamos entretenidas en las vivencias del mercado de los domingos. La
música folclórica tintineaba a nuestro rededor y nos quedamos embelesadas. Así,
como imantadas por las secuencias de esos sonidos de la isla en su ánimo, en su
motivación de una sonrisa decaída hacia unos días. De repente, al paso de
minutos. No sé u horas, fui a decirle algo y ya no estaba solo, su perfume…su
perfume de frescas lavandas. Miré a la muchedumbre y entre ella y se había
perdido de mis ojos y mis sentidos masticaron que quizás, que tal vez lo hacia
queriendo. Quedando su paso por mi vida en la nada. Pero estábamos en la isla.
Muy lejos no podría ir, la encontraría. Esos instantes en que la soledad me
invadió sentí como se resquebraja los pilares formados en este amor , que no es
amor sino una costumbre de años, una dejadez que nos suelta en medio de un
prado y no saber ser independiente. Ese fue mi temor, que fuera una corta
despedida en silencio. Los músicos terminaron y ese ruedo grupal se abrió. Ella
no estaba. Mis pensamientos se mezclaron con el abandono, los puestos seguían su
ritmo. Este era el fin. Me senté en un banco, cerca donde tocaban el grupo folclórico.
Estuve hasta que la luna beso mis ojos cansados, hasta que un gato famélico se restregó
en mis pies, hasta que los borrachos vagaban a voces no se que locura, hasta
que me quedé dormida como una más en la intemperie de una noche de otoño.
Alguien toco mi hombro, era un policía. Intente explicarme hasta que ese
discurso mío termino en el vacío. Volví a casa andando, abrí cuidadosamente la
puerta y allí estaba , la carta del adiós. Una lagrima no quiso retorcer mis
mejillas, era norma, el cansancio había durado demasiado, mucho más de lo que
esperaba. Sin embargo, esa casa olía a ella. El piano comenzó con un leve
sonido, aquella melodía triste que tocaba cuando el abatimiento nos ataba, nos
unía. Y comprendí, todo ha de fluir, no hay que depender de cada aprobación o
negación del que está a tu lado, tenemos que decirnos por nosotros míos, aunque
no valga, aunque sea tarde, aunque sea erróneo. Y nuestro error fueron todos
estos años absurdos desnutridos de vivencias, de deseos. Me senté en el sillón,
escuchaba las teclas de un piano tocado por su aroma y la he pensado, un deje
de pena me alcanza y otra vez agotado he caído en el letargo. Y los sueños me
hablaron. Y los sueños me abrazaron. Y los sueños me dibujaron de un mañana. Y
los sueños se despidieron. Ella iba de mi mano y ahora no….mi memoria es
aliento de ese tormento del ayer y despierto, y la paz sacude mis ganas en una
taza de café, sola.
Danza, danza con tu escoba en las
raíces de palmeras deshilachada. Rondas el faro, te trae nuevas…nuevas noticias
abrumadoras más allá de este mar que blinda la isla. Soga que te ata en un
canto cerrado, en círculos mientras enciendes una hoguera donde ahuyentas los
espectros del ayer, donde llamas a los espíritus del hoy. En tu curso, en tus
arrugas y tu pelo blanco has visitados muchas gentes desencajada, desolada,
lastimada, triste y has aprendido con el don de tu escoba y esa danza donde una
oración emerge de tus profundas entrañas llevarlas al bien, a lo bello de la
vida. Sí, porque la vida es bella…no para todos. Según el ángulo, según el sustrato
social , político, económica que lo ampara. Piensas, es la noche, una luna en
el poniente anuncia repetidamente y temblorosa los nombres de aquellos que se
han ido y has amado y también de aquellos, de aquellas que partieron al vacío. Visionas
la hogueras, quemas todas esas malas manías obsesivas convulsivas de la isla y
te sientes caer. Y naces, danzas con tu escoba al derredor de ella. El faro te avisa
del lamento de personas de otra orilla en su huida masiva y catastrófica como
hijos de las caracolas y las algas. Y meditas , que carajo le ocurre a este
planeta, a este planeta chinijo azul. Tan turbulento , tan dañado, tan envuelto
en bocanadas feroces de los clavos ardientes a lo extraño, a lo desconocido. Y
danzas, danzas con tu escoba bajo una noche de luna de poniente y un faro silbando
tembloroso de lo que rompe en sus rocas, ahogados de la esperanza. Y a ti te
llaman bruja del faro, demonio de las madrugadas cuando las barquillas llegan e
intentas dar calor a esos humanos aferrados al engaño, aferrados a la ilusión,
a ese anhelo clavado en sus pechos, en sus corazones. Danza anciana del faro
con tu escoba alrededor de fogatas encendiendo un halo de paz.
Que bella cae la tarde. La marea, revuelta. Y da igual. Que
bella te ves así, con tus ojos verticales en el horizonte. Una llovizna de
septiembre se empecina por romper este nuevo renacer de la noche. Y da igual.
Que bella con tus piernas visitas cada rincón de la isla en tu memoria. Y da
igual, los años seca un almanaque. Un amor ausente te viste y miras las olas
como hojarasca de tus recuerdos, de tu hoy. Y da igual. Que bella, te levantas
y vienes a mí y conversamos en las horas muertas de esta soledad. Esta soledad
que nos tiñe de gris, de negras sombras. Y da igual. Que bella te ves , recibes
noticias de un mundo dormido bajo las nieblas del terror. Y da igual, sigues
aquí donde la palabra revive una sonrisa. Que bella eres, con tus años enraizándose
en el amor. Y da igual, el oleaje sabe ti, dejaste la pena en una maleta vagando
por las mareas sin fin. Que bella viene la luna, tan perfecta, con un halo de
flores nuevas besando tuslabios. Y da igual…
La brisa insiste en tildar
las ventanas con su suave soplo. Un ruido casi imperceptible pero sonoro para
aquellos que en el nocturna retumban en sus pensamientos, en una memoria que
recoge cada minúsculo fallo de sus vivencias, ya sea error de ellos, ya sea
voracidad de otros. Observo como esos cuerpos descansan. La luna menguante pisa
con un firmamento estrellado, me pregunto que amarguras sopesan en esas gentes
algunas, tan contradictorias y otras tan seguras en cada aliento que se
endereza en su día a día. Ahora estoy aquí con la brisa que por momentos toca
fuerte, quiere despertar a esas almas ausentes de la mirada, de la escucha, del
habla.
Anne:
Amanece, mi cuerpo
junto a la sonoridad del silencio. Los años pasan. Quizás te haya encontrado
pero cierta incertidumbre me abruma, me escondo en un rincón donde mis artes de
amar no se detecten. Y, sin embargo, amo. La amo desde esta reconditez donde las
secuelas de la existencia aun me dejan respirar.
Espíritu :
No me ves. En qué punto
de tu vida te encuentras. Examino y pienso que te hallas en ese ápice donde te
da todo igual. Un desinterés por las cosas nimias. Has madurado y ya no
necesitas de una mano para levantarte. No obstante sigues en tu búsqueda, en la
inquietud de aves de paraíso volando a ras de las emociones, de cada sensación
cuando alguien de abraza, te besa en tu cuello.
Anne:
Despegarme de la cama
no me cuesta. Me incorporo y sentada medito sobre mí, sobre lo que quiero.
Lenta voy a la cocina. El silencio de estas horas precoces de la mañana me
lleva a una constante revuelta de una canción del despertador. Ahí, viene, con
su canción, con mis sentidos cantando a la vez que el café viene. Sí, viene. Viene
lento, pero viene y tomo de él. Una extraña sensación se incrusta en mi pecho y
mis latidos , pausados, despiertan la necesidad de ser acompañada, amada. Pero
esta nada….
viento
Te abro la ventana con
un toque más arrebatado. Luces a la calle. Te asomas, los pájaros no tienen
ganas hoy de cantar. Quizás, están como tú. En un silencio profundo, en un
aislamiento intocable aunque desees, porque lo deseas que te amen.
Anne:
Recurre a mi mis manos,
me las miro, las palpos y una cierta dejadez pesa ahora en los años. Pero ya no
hay excusas, debo pensar que no es tarde.
Espíritu
Siempre igual, excusas
para no emprender tu vuelo. Anímate mujer. Recorre el universo que hay en ti, el
universo que hay en otros y regocíjate con el arte de amor que no es tarde. Lo
tarde es cuando la muerte venga y seamos otra vez hijo del cosmos. Porqué eso
somos cuando seamos encuentro con nuestro nicho, con nuestras cenizas.
Anne:
Quiero ser ciega.
Quiero ser sorda. Quiero ser muda. Tanta barbarie en este pizco de planeta.
Presiento que algo me rodea, una sombra que me desquita de la pena por un lado
y yo me voy al otro, a este mundo donde las guerras infinitas, donde la
involución de muchos es metralla segura de vidas idas en la violencia y venganza
absoluta. Por mi mente corre un vientre abultado, la tristeza me acoge. El
hambre, la sed y me pregunto el porqué. Y como puede el ser humano en seguir
creyendo en Dioses obsoletos, herméticos. Una respuesta que no es más para
ayudar a la firmeza cuando los estragos sórdidos de los bombardeos, de la
dejadez impera en esos pueblos.
Espíritu:
¿Dónde estás Anne? Te
pierdes en violaciones a la dignidad de otros lugares. Esa dignidad que debe
tener toda persona. Porque somos personas, somos aves que vuelan a ras de
yermas tierras donde el agua vomite sequedad, venenosas batallas sin fin. Déjalo
ya, Anne, no te mortificas, todo seguirá igual y después cuando la muerte venga
, no más que polvo estelar.
Anne:
Siento que las ventanas
se cierran. Siento que las ventanas se abren. Siento su golpeo incesante mientras
me asomo a sentido de la vida. Aquí, quieta, con mi café.
viento
Como viento que soy ,
cierro y abro ventanas. Es hora de despertar Anne y no me refiero a ese
despertar de tus ojos, de tu cuerpo sino del amor. Tienes que enamorarte, hay
una muralla larga…muy larga que bloquea tu corazón y sigues así, en la soltura
de tu callar y conversando sola con tu razón. Y esa razón te aleja, desiste de
intentarlo. Ah, Anne, no te preocupes, algún día caerás en las redes del amor.
Te atrapará y serás hermana de la lluvia. Sí, cantaras bajo la lluvia y le
dirás te quiero. Te imaginas Anne, Anne.
Anne:
Yo Anne he jurado no
enamorarme. Infortunios del ayer me hacen desistir en esa emoción, en la
sensibilidad de ser roce con otra piel. Miro mis manos, mucho han trabajado, siguen
vacías. La gelidez de un aliento llega a mis entrañas y sacudida por este
extraño mundo me alejo, me ausento donde el dolor no tiene cabida.
Espíritu.
Ah, ese dolor Anne. Tan
grave ha sido que te has despedido. Pero atiéndeme, no sabemos lo que ocurrirá en
el transcurso de las jornadas. Solo sabemos del ahora que es ya pasado y el
mañana puede romper todos tus tabiques, todos esos pilares donde habita tu
olvido, el olvido de amar. Anne , querida
Anne, he venido para verte, siempre estoy aquí, pero que tu conciencia me
escuche. Dale una oportunidad a la vida, a la vida en esta tierra hija de
todos. Oh, Anne, querida Anne, refúgiate en unos brazos que de seguro toda irá bien.
Anne, querida Anne, todo irá bien.
Anne:
Y enamorarme de este mundo
que me vio nacer. Este mundo enojado, violento y presa del engaño sin la tregua
de las armas, de la insolidaria matanza de todas aquellas raíces del mismo
árbol. Cada día se extiende más. Escucha, escucha, el gemido de una anciana
cuando ante ella solo hay campos de sangre, de gritos en medio del silencio que
la hacen penar , balancearse en un temblor estático en el paso de los soles, de
las lunas. Y enamorarme con el sustento de una nueva forma de ver, de charla con
mi amada¡ Dónde está¡ El agotamiento señala mis alas, no escucho el trino de
los pájaros y el despertar se ha callado! Y enamorarme de ti, de mí de la
alegría que al unísono apaga las desgracias de este planeta, de azul planeta. Que
se calle ese ruido de la monstruosidad, del apego a los demonios que llevamos
dentro…muy dentro. Luchar y luchar, con mi yo, con todos para lapaz,para el equilibrio en la madre tierra. Por tanto me emancipo de las
grotescas imágenes de la realidad y esbozo un arco iris vital para la existencia.
Miro mis manos, yermas, con la sequedad del dolor, el dolor de esa maleta del
que navega a un destino incierto y muchas veces traidor. El viento ha parado y
una brisa agradable palpa mi tez, la beso. Si besarla como si fuera ella, como
si fuera el lugar de la belleza. Una belleza imperfecta, caminante de la
armonía entre los humanos.
Vienes lenta, con la brisa dando su ultimo aliento a esta
estación veraniega. El calor se arrima, son las primeras horas de un amanecer
donde los pájaros permanecen callados y me llamas. Me llamas con la frágil promesa
de alas partidas en el transcurso de las horas, de los minutos, de los segundos…de
los años. No estás triste. Esa tristeza la has dejado atrás donde tu soledad se
columpia con la edificación de tus raíces más allá de la verticalidad. Y vienes
lenta. Y me miras. Y yo te miro. Y te digo que un mañana se asomará a nuestra
memoria al unísono como eje de una nueva vida. Mientras, estamos aquí ¿Me
hablas? Si te entiendo, un novedoso escenario nos presentara como hija de los
vientos, como hija de los océanos , como hijas de un mundo donde el lamento no
tiene cabida. Se que cuesta creerme. Confía en ti y después en mí. Dame la mano
amor mío y conversemos con los soles, con las lunas que nos despierta esas
sensaciones maravillosas del arte de vivir, del arte de amar. Porque te quiero.
Me callo. No diré tu nombre. No diré donde el querer tiene su bella cuna meciéndose
con ese otoño que llega. Descorro las cortinas. Me asomo al balcón. Un niño
llora, toda la noche. Y no se que porqué intento localizar el llanto prolongado
en la oscura noche. Y no lo encuentro amor…no lo encuentro. Y vienes, procuro
abrazarte en mis pensamientos entretanto el amargo grito del nocturno aviva la
incertidumbre de esta atmósfera que nos envuelve. Pero cuando duermo amor…cuando
duermo y te sueño, la paz y la calma acarician mis sentidos. No obstante, esos
gritos estremecen mi visión de este planeta. Un punto , un epicentro de una
masiva cantidad de niños, de niños en la soledad que da la violencia, el
maltrato, las incompresibles que guerras que desbaratan su mañana. Ay , amor. ¿Qué
cansada estoy y tú, cómo estás? ¿Duermes? Sigue querida amiga, hay que
descansar, hay que reponerse para las sacudidas intermitentes de la existencia.
Yo sigo aquí, donde siempre, escribiendo lo mismo. Tal vez esperándote pero con
la decisión de ser frente al infortunio, a la fortuna de ser hija de la vida,
hija de la alegría. Ahora, todo es silencio. Y en este instante te converso, te
llamo , te siento, te beso.
El secreto. Un secreto donde las
lenguas de las tormentas atravesaban su espalda. Ella y las olas. Las olas y
ellas. Gran cantidad de dinero había pagado para ese viaje de ida, de ida y
posteriormente si las cosas salían bien de vuelta. Una embarcación la dejo a
ella y a otros en una barca donde se estremecía, donde se rompía, donde la
muerte era soga que los acosaba, los perseguía hasta no más que ser espíritus
flotantes en lo profundo y la oscuridad de las mareas. El secreto. Todos
guardaban el secreto, el secreto de un viaje de ida , de la muerte si no
llegaba a la costa. Había dejado todo y sus espaldas presas del vacío, de sus
queridos seres vagaba en sus sentidos para mantener la verticalidad. Una
verticalidad descuidada, una verticalidad rota, una verticalidad de una pena de
la agonía, una verticalidad de otros en la despedida . Un viaje de ida y una
vuelta estática en el naufragio de los sueños. Pero su deseo era verdadero, se sentía
abatida, llena de una esperanza que a veces era ráfaga inestable. Soñaba con
llegar a la costa, iba dejando atrás sus otras ilusiones. Soñaba con sobrevivir.
En su mente una mezcla de sopor y desaliento luchaba con la brutalidad , la
agresividad del mar. Un mar de espíritus flotantes en lo profundo y oscuro que
la llamaban. La llamaban y le decían regresa, regresa…vete de aquí mujer, no es
lugar para ti. La desdicha abogaba en sus cimientos y su mirada firme, neutra
solo era amparada por la mala mar. Atrás había dejado todo. Ese todo que era
ahora la nada. La nada de su vida. La nada de su rutina. La nada de las guerras.
La nada de una tumba que la llamaba. Ella, hermética, era ave que persistía en
su secreto. El secreto de su sueño. Un sueño frenético. Veía ya próxima la
costa. Un halito de esperanza vagaba en sus fatigadas fuerzas y su entereza se
elevó, se levantó donde las caracolas cantan al adiós. Pensamientos inagotables
traía su memoria. Toda una vida.Toda
una vida en la ruta de deseos y en un minúsculo espacio de tiempo se pierden y
las caracolas cantando el adiós . Y ella se durmió. Un letargo acompañado de cetáceos
en su canto de la despedida. Y ella se durmió. Ya era tarde en ese viaje de
ida.
El verano se va, una lluvia de
este estado luce cuando despierto, cuando el sueño abandona mis ojos cerrados.
Miro el techo, siento los pájaros cantar, siento el rumiar de la polución pasar
alumbrando mis sentidos. Desvío mis ojos y el silencio de tu nada se cobija en
mi frío, aunque es verano.Llego a la
ventana. El faro, girando, girando en esa bahía donde barcos gigantes se van y
vienen. El tronar de sus voces se mezcla con la balada de las ballenas y yo te
pienso, te converso aunque el silencio de tu nada se cobije en mi frío. Me
levanto, doy mis primeros pasos. No se escucha nada, un mutismo que me hace
temblar a medida que me aproximo a la cocina y hago el café. Uhm, su aroma
despierta mis emociones. Un nuevo día, un nuevo amanecer donde tal vez…no , las
murallas arañan mi corazón. Hermética permanezco frente a la ventana y sorbo a
sorbo gatos famélicos maúllan en la calle y el verano se va.
El terror invade esta estancia,
bajo este techo el temor de la soledad en años venideros son martillos que
esculpen tu espaldas. Estás sola…muy sola. Siempre. Sí, siempre lo has estado.
Y ahora ese callar de estas paredes la temes. Te haces mayor, te haces torpe y
no encuentras y a lo mejor ni tan siquiera quieres encontrar a ese amor.
Lamentos vanos. Ya se que vivimos momentos confusos, una lluvia ácida raja las
estatuas y tu te conviertes en mujer desafortunada. Oh, Anne….Oh , Ann…qué
hacer. Las estaciones golpean bruscamente y te sientes cansada, decaída, desganada.
Sin embargo tus ojos dicen de la vida, una vida quieta en la armonía. Eres
paciente. Esperas y esperas y las cosas han cambiado. El amor es un arte
efímero que se instala en el vacío. Y no es por desilusionarte, habrá alguien
más como tú…en esa espera. Pero el tiempo no se detiene, solo se pausa cuando
somos ataúdes donde todos concurrirán a nuestra ida, donde cada uno ira
componiendo cada pedacito de tu existencia hasta tenerla casi completa…casi. Y
nada sabrá de tus penas, de tus deseos. Ah, Anne, deseas que te abracen, estás
gélida. Te observo mientras tomas el café. Busca en los posos de el para hallar
tu destino. Y todo es incierto, tenemos que ganarlo, tenemos que edificarlos
con los suspiros al viento, al viento norte. No perder la cordura, no perder
cada fragmento de ser tu misma. Tu, mujer única, como todo ser humano.
Y siguen cantando los pájaros,
aquí los escucho, en un rincón de mi cuando la mañana continua. Venid, venid,
posaros en mi ventana. La maravilla de la naturaleza hay que contemplarla y
dejarla fluir. Qué bello es sentirlas, me acompañan, pero sin darme cuenta, te
pienso, te converso. Hablo sola por estos pasillos donde el polvo de los
muebles me estropea más. Y tu, espíritu
de las soledades, de las almas en pena vienes y me hablas, vienes y me
escuchas, vienes y veo la realidad. Mi realidad, única, vagando donde los
muertos son campos de mareas ante la huida. Un mundo que cambia delirante en
batallas perdidas, donde somos ecos del horror.Y la verdad, no salgo de mi asombro ante tantas situaciones aberrantes.
El veneno esculpe las lenguas. El veneno se reproduce en la conciencia. El
veneno llena el poder. Pero mi realidad, única, escritas al aire. Y ya no hay
nadie.
Oh, preciosa mujer, te has ido.
Tan lejos, que has sido olvidada. Te da igual. Eres indiferentes con esos años
que llevas sobre tus hombros lo que opinen. Eres como un rompeolas donde no te
pueden dañar. Oh, bella mujer, pero aun esperas, espera que llegue. Y llegará,
cuando duermas, cuando tus sentidos adormecidos sean despiertos por el brío de
su jardín de magnifica confianza. Sí, confianza. Eso necesitas- Ahora te
abandono, alas grises son cumbre de tus sentimientos, arráncalas y serás libres
y serás mujer donde el amor real visitará tu corazón. Observa, escucha esos
pájaros que vienen a tu ventana. Ellos te darán la lumbre necesaria para saber
de la vida. Una vida que se queda derruida ante las noticias horribles,
tremendas en mal del ser humano…¡ Oh, el humano¡ Tan inteligentes para unas
cosas y tan retorcido para otras. Y esos retorcimientos lapidan vidas que están
gozando del sol, de la luna, de los días. Y ahora, llegando a ti, todo lo
sufres pero te has hecho fuerte y tus lagrimas son no más espejo de tus
latidos. Disimulas y con la brisa y la llovizna de esta mañana de los últimos días
de verano te ilusionas y cavilas tal vez, quizás, a lo mejor llegará aquella
que te acompañe en final de tu viaje. Una sonrisa se enhebra bella mujer en tus
ensueños y continuas….y continuas. Uhm, la esperanza. La esperanza de una
hoguera en una playa vacía donde trotan yeguas al son que las pardelas lloran
de emoción y tu abrazada. Sí, abrazada a tu amor. Uhm, la esperanza y continuas…y
continuas.
Oh ,aves que rondáis mis sentidos, despertarme. Un sueño
avaro, atroz lame mi vientre y mi rostro sudoroso clava agujeros en mi
presente. Oh, aves de la mañana, de ese latir en lo más profundo del cielo, de
las ramas venid…venid para ser alas de mis manos cansadas. Aquí estoy entre el
silencio , en habitaciones gélidas donde ronda mi alma caída en las entrañas de
la mala marea. Oh, aves del hoy y el amor no llega y mis cabellos canos se
retuercen donde el sol se oculta. OH, aves , despertarme de este delirio. La
espero, aquí, donde rumian los pasos cotidianos. Oh, aves, despertarme…la
insonoridad me apresa y me entrega en las hogueras donde los cantos se hacen
gemidos, donde la palabra se hace usurera y muda. La espero, aquí, donde las
flores amanezcan. Flores nuevas de cada jornada cuando rondáis mis sentidos,
despertarme¡ No merezco ser pozo de soledades, de calladas acaricia en el
retorno de la mañana! Oh, aves del alba, despertarme. Un halito de luz penetra
por la ventana e intento beber de él y no puedo, mi ánimo cae donde las sombras
tatúan mi aliento. Oh, aves del alba, despertarme…aquí estoy acaso ¿ no me
encontráis? Que el amor venga. Venga con su labio a labio en el surcar de los
días. Y es bello este día, lo presiento, despertarme…
Atardece, casas blancas se asoman
al ronroneo del oleaje, quieto. Es un día cualquiera donde los jardines de
arena aurea anuncian que algún día vendrá. Se perdió en la noción del tiempo
entre montañas agrestes donde la pisada se hace insoportable, intransitable.
Atardece, una ventana de azul se rinde al sol, vahído en el temblor de la
brisa. Y aquí espera…sí, espera , esa mujer de largas trenzas canas, de vestido
negro anunciando el duelo. Pasan los años y sus arrugas es como lo degastado de
las paredes que escuchan su sórdida pena. Y, mientras, friega y pone la mesa
con un mantel a rayas, de rayas rojas. Ese color que la empuja a continuar en
su soledad comida para dos. Pero no llega, los años ya han son almanaques
mugrientos que quema su alma. Atardece y esa mujer de largas trenzas canas se
asoma por un instante y mira esa violácea corpulencia del cielo, la lluvia
viene. Pero el….pero el, efímero sueño donde las caracolas anuncian el hondo y
ultimo aliento de los ahogados.
La brisa quieta. Un cielo pesado, anclado en el cansancio. La
mar , suspira, los ahogados. El final de una jornada. El canto asolado de un
pájaro. El silencio de mis manos. El desvestir de mis ojos, ahora, cuando la pasividad
realza una lágrima. Una lágrima descubriendo cada secreto de mi alma, rompiente
en las alas de un retraimiento eviterno. Y la brisa está quieta. Y la mar,
aliento del adiós. Y la jornada llega a su final y yo entregada donde las
ballenas abducen mis sentidos.
Un vagón. Las escena transcurre
la soledad de una noche de agosto. Son más de la una de la madrugado, y el
cosmos se alarga en este viaje con astros maravillosos que me acompañan en este
recorrido. No hay nadie, estrellas fugaces se disipan en sus lágrimas
carcomiendo cada pensamiento de mi ayer. Un ayer donde las luces de otoños
prenden en hogueras donde yeguas famélicas danzan al ritmo del adiós. Si, es mi
adiós. Sola. En la intemperie de mis sentidos, sujetos a mis huesos doloridos.
La vejez me da cobijo, ya son muchos años y mi vieja alma aborda con asombro
este nuevo viaje. Atravesamos un túnel. Todo es oscuridad. Una oscuridad que no
temo, que siento prisas de que me deje. Cierro los ojos y olisqueo cada beso
derrumbado, cada abrazo evaporado, Ahora, canto a este aislamiento. Un vagón.
Un tren cualquiera atravesando las montañas bellas, imperfectas del aliento de
nuestros días…los que me quedan. He muerto. Sí, he muerto sin que lo supieran. Duermo
donde los bosques transitan en la inmediatez, en la convicción de que su sombra
alumbra nuestra mirada perdida en aquellos que tal vez o quizás o a lo mejor o
lo cierto amábamos. No me he despedido. Hace tiempo, un tiempo donde los otoños
son estruendo del temblor de mis conversaciones con la nada, con el vacío de
habitaciones donde solo se escuchaba el retumbar de mis pasos. Un vagón, una
luz. Ya nos veremos, tal vez, quizás a lo mejor de cierta manera donde el pulso
de nuestros corazones se emancipa de la dejadez del hoy. Si, estamos ausentes en
la continuidad de las jornadas. Yo, en este vagón, cansada y a la vez gozando
de las emociones de una vida nueva. Porqué será nueva. Un lugar donde el arco
iris y la diversidad de los pájaros y las flores al acariciar me llenen este
adiós.
No mires atrás, el camino es
corto. Ese sendero donde los pájaros de alas diversas y vigorosas no dejan de
conversar con la brisa. No, no mires atrás, donde las ortigas , donde las púas,
donde alfileres colgantes rasguean tus sentidos ¿Me ves? Aquí estoy, donde un
arco de colores acoge ese jardín de ballenas plateadas al son de una hierba
donde corren la verticalidad de las almas. No, no mires atrás. Seamos ese
puente en los desfiladeros donde las flores crecen a nuestro derredor. Aquí
estoy, corriendo al ritmo de una respiración que lleva el aliento de nuestros
deseos. Te espero. No, no mires atrás. Ese ayer a dejado de ser. Ahora, los
sueños lucen un halo que cabalga en nuestras manos, al unísono, en las
corrientes de arroyuelos que hemos de beber, así, con el colorido inmenso,
impoluto del amor, de la alegría de
vivir, de ser y estar en las maravillosas y bellas baladas de la palabra de
nuestros ojos.
Un viento callado, inmerso en los
pájaros que deshora lucen sus cantos. Un verano echando la lasitud de las
miradas ausentes y las olas rumorosas esbozando tatuajes efímeros en los
cuerpos , desnudos. La tarde pesa bajo un cielo cenizo, las arboledas se
desvanecen en lo estático , el bochorno no se pierde, queda latiendo en frentes
cansadas. Un viento callado. Un piano rompe el silencio y la fatiga de andar
por calles grises. Detrás de la esquina, una yegua escuálida, relinchando a la
sed, al hambre. Me acerco y somos hijas condenadas a los océanos donde la
muerte desquicia. Lo verde se eclipsa por un tiempo y todo es gris. Andar por
calles grises. Un viento callado. La molicie de los sueños. Despierto y sabanas
blancas revueltas me dicen del peso de la tarde, de una paz utópica cabalgando
en maletas de harapos bajo los desórdenes de la tierra. Sí, la tierra, minúscula
mota de polvo que se pierde en el cosmos , de este cosmos al que pertenecemos y
somos hijos de su ráfaga de átomos. Y el viento está callado y me levanto, un
piano suena cerca …muy cerca.
Y los soles vienen, yertos, cabalgan donde los ojos apagan
las ganas. Y los soles vienen y los juegos de la niñez nos entierran en un ayer
ya , ausente, perdido, despedido. Y los soles vienen, y tu vas donde las calles
del verano lucen pájaros cansados, con un canto frágil donde los cuerpos se
amamantan de las olas. Y los soles vienen y aprendemos a ser ojos de la
quietud, del callar mientras depositamos nuestros pasos en el hoy.
El gallo despierta las
sensaciones ¿ Duermes? Tus párpados en el silencio, en lo lento de la noche
anuncian lo cansado de tus alas. Oh, amada, estás ahí, aletargada, estática,
pausando tu aliento para ser sueño efímero de la belleza ¿Duermes? La mar esta
revuelta, vomita sus violentos sentidos cuando el viento vence a la calma. Lo
miro y tu , duermes. Sola, suspirando la verdad de mis emociones. Te espero.
Espero el despertar de tu mirada se cruce donde mis pisadas son eviternas. Te
espero. Espero en la reconditez donde se consuela las almas. Almas en sombras.
Almas de tormentas. Almas de penas. Almas conversadas con los acantilados del
norte ¿Duermes? Una cortina de lluvia me envuelve. Una dejadez se emprende en
mi tiempo, un tiempo que deshereda las acaricias, los besos. Una ráfaga de hastío
ensucia esta atmósfera que nos envuelve. Extravío mis ojos y un sol danza con
la desgana ¿ Duermes? Me encuentro en un vago andar cerrado con la debilidad de
ser asomo del placer. Me adentro en el rumor grave y tempestuoso del oleaje y
te pienso y te hablo y tú, duermes.
Suave, llega el verano. Un sol
estridente desciende hasta los ojos. La mirada se pierde en el horizonte. Los cuerpos
, lentos, toman el silencio del vacío. Un túnel nos transporta a otra
dimensión. Aletean los pájaros, cantan cuando la llegada se hace dueña de
rostros perdidos, enlutados de desgana. Se tumban, el oleaje se vuelve
tranquilo, relajado, lamiendo los pies desnudos gentes a la deriva. Suave,
llega el verano. Un mes de julio, me asomo, un árbol. Besos viajeros
aprendiendo a sonreír mientras la caricia se hace levita en la ausencia.
Saludos, ojos verdes latiendo en
lo prófugo del día. Cómo estás, hace tanto tiempo….tanto tiempo que las paredes
de mi habitación tiemblan. Y ahora el frío se ha ido, camino por calles inanimadas
, camino por nubes descoloridas, camino por ramas donde las hojas sangran.
Saludos, aquí estoy , otra vez. Sí, otra vez, con ese vestido que me regalaste,
con ese beso que se fue , perdido en la inconciencia de amar. Sí, he venido. He
venido para amarte. He venido para verte. He venido para hablarte de los
pájaros que cantan.
Regresas, es julio. Las
estaciones avanzan y con los años todo va más rápido. Una celeridad que desalma
nuestros pilares, aun estáticos. La muerte llegará. El beso volverá. El amor se
despedirá como yo me despido de ti ahora. Vete. Sí, regresa de donde has
venido. Todo quedo terminado. Solo lo terquedad. Solo la memoria desganada.
Solo las caricias perdidas. Regresas , es julio. Por tu cara el sudor rastrea
tus lágrimas. Sabes que no puede ser. Sabes que es no e insistes. Respiras el
aliento descarado de seguir columpiándote sobre mis manos. Pero, no. Ya todo no
es igual. Nada se repite. Mira, el océano, olillas que vienen, olillas que van
y siempre igual unos días más tranquilo , otros más violento pero siempre con
la misma sintonía. No querida. No querida. Regresas, es julio y las aves han partido a otro lugar. Adiós querida.
Regresas, es julio.
Saludos, cómo estás, hace tanto tiempo…tanto tiempo…
Suave, llega el verano y los recuerdos
nos hace reiterar las épocas idas. Un jardín enhebrado en la sombra nos ampara
en nuestras divagaciones y caemos en el ridículo regreso de un querer. Es julio.
Es la tarde. Nos emancipamos de las penas mientras los deseos , los sueños
cancelan ese espejo donde la realidad se muestras. Más mayores, más cansadas.
Entregamos nuestra alma a los demonios de la oscuridad y somos hijos de los
vientos del regreso al pasado. Un pasado estático, quebrado en el olvido y que
no podrá recuperarse. Sin embargo, suave, llega el verano y los recuerdos
tropiezan en nuestros corazones, en nuestra razón. Y nos entregamos a la duda,
a ese quizás, a ese todavía…todavía amanece.
Seca lágrima en las latitudes de
la existencia, lejana. Cae bajo el insomne sol cuando despierta. Y despierta en
las airadas tierras de la caída. Y se levanta…se levante en el labio a labio, en
el vientre a vientre de un amor, de conversaciones extraviadas en el misterio. Mágicas secuencias de un sueño , en vertical,
se establece sobre sus hombros y saluda. Qué tal ¿ como con tus jornadas? tal vez un auge de la pena, tal vez un desvanecimiento
en las esferas de la nada. Y la seca lágrima cae, agotada, con la esperanza en
los vientos calmos de un mañana. Cetáceos recogen la dejadez , ese saludo la
emociona. Los mira como se mira el reverbera de la memoria alojada en las
cárceles de la consolación. Y de nuevo despierta, de nuevo se levanta …se
levanta en el labio a labio, en el vientre a vientre de un amor. Uhm, el amor.
Pieza tierna, valerosa donde los humanos entablamos la libertad, la paz
eviterna. Y los cetáceos cantan y las palomas regresan a su balcón y ella se
asoma.
Cada mañana se anima el jardín del
océano. En el horizonte un sol, perfecto, olisqueando el camino a continuar sin
las desganas de los hombros. Cada mañana suspiro pensándote, amándote, conversándote
en paredes blancos que se prenden de tu ausencia. Cada mañana , estoy aquí,
donde los cetáceos penan cuando en el crepúsculo pronuncio lo impronunciable ,
tu nombre. El mal viene a mí y me ciño a velos blancos sobre nubes cenizas.
Cada mañana me llamas y me desalojo las púas que se clavan en mi pecho sonoro y
caigo, caigo donde las mariposas son alas rotas en los pozos de la memoria.
Cada mañana….sí, cada mañana…
Rápido…rápido.
Vaya jaleo se ha creado aquí a deshora, la maquina de coser heredada de mi tía
y ella de mi abuela no deja de pedalear. Rápido…rápido. A través del espejo
escucho su impulso a medida que las prendas se edifican ceñidas a un patrón de
tiza azul. Rápido…rápido…oigo desde el pasillo. Allí viene ella, con su perfil
recto, con su carácter indomable, seguro confiada de que estamos desbaratando el
vestido. Pero vaya jaleo, dice ella. Todavía no está terminado y ustedes de risas
y fiestas. Rápido…rápido niñas , que ya tenemos que irnos. No me la habrán estropeado,
la maquina de coser de mi madre. Oh, mi querida madre, pequeñita , pincelada
por una sonrisa eviterna. Siempre sonriendo, aunque las paredes fueran acuchilladas
por el hambre. Ella en la noche salía, iba al taller…al taller de su maestra y
allí tejía los más esplendorosos trajes de esta ciudad. Y algo ganaba, no
mucho, algo para sustentar a sus hijos. Rápido…rápido, que viene la tía a mirar
si esta todo bien. Nos quiere guapa. Nos quiere presumida. Mientras la máquina,
una Singer de los años cuarenta seguía en su función. Sí, una máquina de
leyendas, en ella se tejió un mapa estelar donde cada estrella era una de
nosotras y todas las noches cuando había luna salíamos de la casa de campo y
nos entregamos en la intemperie a mirar las estrellas fugaces, tendíamos el
mantel del mapa de las estrellas y con nuestros dedos jugábamos a los sueños.
Ella nos miraba, detenidamente, mientras le rezaba a san Antonio por nosotras.
Fruncia el ceño y una mirada astuta, firme y de felicidad nos decía de nuestras
aventuras amorosas. Cómo le encantaba la tía sacarnos novios. Y nosotras tirábamos
para acá y ella tiraba para allá. Solo deseaba nuestro bienestar. Solo deseaba lo
bueno de cada enamoramiento. Y ella consciente, y ella entera, y ella vertical
nos lo adivinaba. Cuando la madrugada nos cogía regresábamos a la casa con unas
velas donde la cera casi nos quemaba ante nuestro risueño. Ella se quedaba la última
, como protectora de nuestras almas y siempre alegre y vestida de negro. La
máquina de coser seguía andando, sola, sin que nadie pisara sus pedales y ella decía
, es la abuela que nos esta hablando , que nos esta saludando del más allá, de
esas estrellas que conforman el firmamento. Asustadas nos mirábamos unas a
otras, después frente al espejo buscábamos al espíritu de abuela . Niñas, a
dormir, no se miren al espejo que les roba el alma. Desconcertadas, la mirábamos.
Con severidad y picaresca nos convencía. Nos acostábamos todas en la misma
habitación en distintas caminas. De pronto cuando la luz ya no nos alumbraba
todo era silencio. Un silencio dirigido por las palabras de ellas y nuestros
noviazgo que danzaban como sábanas de algodón en nuestros deseos.
El
pájaro azul. Yo. El garrote. Me adentro en la cueva, la miro con la decisión de
la despedida, de un adiós hasta estaciones venideras…si vuelvo. Cojo el garrote,
su tersa madera me dice que ya he de partir. El pájaro azul cuando salgo de mi escondrijo
me espera, se posa en mi hombro. Nos dirigimos a Nor por los riscos casi , por
no decir imposible, de practicar las pisadas sin alguna ayuda. Me lanzo en caída
libre a la vez que el palo me sirve de apoyo. Prefiero así, por si quizás, por
si tal vez, tengo que volver. Voy por esos lugares donde no hay senderos,
estrangulados de maleza, de piedras y alturas difícil de llegar. Por un momento
me paro, observo la humareda que escupe la ciudad. El viaje no es largo solo la
abruptes y lo grave del terreno lo hace lejos. El pájaro azul sigue en mi
hombro, escucho un tambor, una flauta, las chácaras que me acompañan en mi
regreso. Un regreso donde las almas de los idos me amparan , me hacen vertical
en este descenso vertiginoso de los riscos. Uhm, el olor a mar me viene y me
refresca la memoria de lo que fue Nor. El ahora no lo sé, bajo y bajo hasta
encontrar la carretera más cercana a ella. La nada me rodea, no se escucha
ningún quejido, la fiebre de la ciudad debe de ser infernal. Todo es callar y
la conversación se la han dejado a los muertos. Me retraigo y recelosa observo
todo lo que me rodea, silencio. Un vació raja mi estomago y de mi ombligo derrama
la vida. Nor cerca ya y yo con la ansiedad de abrazarlo, de pisar nuevamente
sus calles ahora, ensangrentadas, con las campanadas del duelo eterno. Y qué
haré cuando llegue, esa es mi cuestión. Un interrogante que me estremece, albergando
cierto nerviosismo. Me dejo ir y este garrote donde doy un salto hacia abajo me
anima…aun me quedan fuerzas. El pájaro azul sigue en mi hombro. No se aparta de
mi en cada brinco. Y aquí estoy , he llegado a una carretera donde el polvo y la
nada la hace hermética, fría. Pienso que estaremos en invierno. Un petrificante
halo gélido se clava en mis espaldas pero el pájaro azul sigue en mi hombro. Mis
palmas sangran algo y es el esfuerzo, las ganas de ver mi querida Nor. Oh, Nor,
se que no serás la misma pero te abrazaré con el impulso de un amor que no
olvida. Sí, no olvido sus antiguas callejuelas acariciar mis pisadas. Si, no
olvido sus modernas calles visitar mis ojos. Y el baile comienza, un baile
donde cadáveres posan en el asfalto , fuera y dentro de él. El pájaro azul se
despide, de vuelta a la cumbre. El garrote me acompaña. Me hallo indefensa, lo
inimaginable estalla en mis sentidos. Me detengo, un cierto miedo me impide
avanzar. Aprieto el palo y continuo. Estar a salvo. No estar a salvo. Es una pregunta
que me es indiferente en estos instantes. Estar o no estar. Jalo de mi respiración
, inspiro y espiro…lento…muy lento. Cierro los ojos y dejo que la calma alcance
cada vena que llena mi cuerpo. No sé que decir. No sé que dirección tomar. No
sé como comportarme. Sin embargo, continuo. Las moscas y gusanos son escuadrones
del hambre, escuadrones de la miseria , de la muerte. Ya estoy en Nor, en su
capital. Estoy en sus entrañas, en la columna vertebral que lo sostiene. Ahora,
es la nada. Es un quemante hierro al rojo vivo que azota mis cimientos. Pero
tenia que estar preparada para esto. Sí, tenía que estar preparada. Unos ojos
se asoman donde los escombro, porque todo es destrucción, y me mira. Deletreo
la infelicidad, el pánico, el sórdido ruido de años soportando sobre sus
sienes, los desastres antinaturales de los hombres, la descabellada razón
humana. Me aproximo, hay en ella, en esa mirada, algo familiar. Y ese ser
también viene a mí. Es una anciana con harapos negros, con un pañuelo blanco en
la cabeza. Intento agarrar mi memoria esos ojos y son los mismos. Son idénticos
a la anciana de la cumbre. Escucho por un instante corto de tiempo el cantar
del pájaro azul, escucho por un instante corto de tiempo el cantar del amor. Me
coge de una de las manos y con su dedo sigue las líneas de la palma. Pone una
mano en mi frente y de callada manera me invite a que me siente.
Me
llama los vientos alisios de estas islas. Me llama para decirme que he de
prometer la continua danza con la vida. La noche, a veces, se atasca en una
niebla que me hace temblar ante la insonoridad de mi yo, de alguien posando sus
manos sobre mis manos. De repente toda calla. No se escuchan estallidos y el
alarido de los muertos flotando con su olor en esta atmósfera. Me llama, un
silbo preciso, un silbo sutil se inmiscuye en mis carnes, en mis ropas echa
girones de vagar y vagar en lo incierto. Me cuelgo la esperanza y me entra ganas
de gritar mientras este solemne silencio de la noche canta al fin. Y yo me
prometo ser ese jardín donde las flores en invierno florecen. Un apartado paraíso
que conserva la verticalidad de su aliento. Me llama…me llama los vientos para
decirme que todo ha terminado, que solo queda una ciudad descolorida, en la penumbra,
en la queja que se prolongará en cada crepúsculo del despertar. Y yo prometo…prometo
vale la pena continuar existiendo, en esta dimensión donde los terrores parecen
expandirse a otros lugares. Primero aquí, después…allá. Sí, las guerras no
tienen fin, siempre habrá una excusa inentendible, ininteligibles y tonta para
rematar a tu vecino. Me llama, hoy ha aparecido los alisios una fina capa de
humedad se va apoderando de mí. Me siento levantar del abismo y construyo mi
corazón con mi alma elevada a esta isla que tanto…tanto a sufrido. Mientras
escucho unas pisadas, rompiendo este silencio, naciendo de la obscuridad. Mientras
miro a ver que quien es y un pájaro azul se cruza por mis ojos…un pájaro azul
que canta algo. Hace tanto tiempo que no escucho el trinar de los pájaros.
Extiendo mis manos, esas manos solas, gélidas, mojadas y se posa para beber de
su concavidad. Y ese pájaro azul en su gesto desinquieto me mira y yo lo miro a
él. En su mirada puedo descifrar la anciana de cumbre cuyo espíritu es libertad
que viene a visitarme, que viene avisarme. La comprendo. Pasa el tiempo y todo
sigue callado, converso con el pájaro azul como consejero de mi mañana. Y el
con sus ojos tristes me asiente a medida que le pregunto. No entiendo de esa
pena si todo había acabado. De un instante a otro se va y me deja con esta
niebla que también va atenuándose en el tiempo. Y yo aquí sola, sin embargo,
los años me ha castigado, me ha dado una canción donde solo soy sombras negras
de ese caos filtrado en la ciudad de Nor. Nor ya está enfermo. Nor ya esta
viejo. Nor ya está casi muerto. Nor ya está distraído de la existencia. Y yo
aquí sola, con los esqueletos flotando en este aire que respiro. Y todo ha
terminado para continuar en otras tierras. Con cautela iré a Nor. Abrá quien me aprecie ,
habrá quien me odio, habrá quien me mirara , habrá quien quitará sus ojos de
los míos y no me importa, todo ha finalizado. Prometo ir a Nor, llevar todo el
ánimo para su nuevas venturas, sus singladuras a través de los años. Prometo
ser mano de su nueva vida y ojalá que la acidez, que el amargor se desvanezca
bajo la tierra. De nuevo reverdecerá y su follaje de edificios despertarán
después de este delirio tórrido, maligno. Sí, iré a Nor cuando el crepúsculo y
el pájaro azul se puse sobre mis hombros. Bajaremos y veré la miseria, el
quejido, el disparo a la sonrisa, pero todo se ira bajo las nuevas ilusiones. La
niebla se ha ido, corre una brisa fresca y la luna viene con su lluvia de
blanca por el sendero que he de tomar. Y la sigo. Es una luna cuyo brío
perfecto me estimula, me convierte en un disparo de esperanza en la desnudez de
la noche y el silencio.
La
noche cabalga con Pegasus como antesala a lo maravilloso de estos instantes
donde el roce de mis manos con otras manos es yermo. Las explosiones aún se
sienten, lo malo de nuestra especie se consagra en su más macabra faceta. Una
tenue brisa me inspira, me sumerge en este escondrijo donde una latente
esperanza reverdece por momentos, algunos. Otros, me alojo en la negra máscara
que nos seduce y pienso que esto no tendrá fin. Y ese vagabundear en la razón
me lleva a qué será de mí. Si vuelvo a la capital seré sentenciada o no una más
en una fosa que se alarga por las carreteras de la oscuridad. Las
constelaciones bosquejan una telaraña ramificada en el infinito y ese infinito
lo temo. Temo que esta guerra descomunal , impredecible no acabe. En mi prolifera
acelerados cavilaciones que me hace dividirme Una dualidad de que me convence
de que si…de que si hay un fin. Un fin donde todos saldremos malheridos,
trastornados. Un fin donde el labio a labio sea rosas de los vientos de la
concordia. Una dualidad de que me convence de que no…de que no habrá termino.
Lo grotesco venciendo la debilidad de nuestros sueños en el hoy, en el mañana.
Cada jornada más frágil. Ojos blancos columpiándose alrededor de nuestras
desgracias, de nuestras penas. Y yo aquí, con el universo como amante, con este
Monteverde de escudo a cualquier infiltración traidora. Seccionada me escurro
barranco arriba y atisbo con mis ojos tristes . Sí, porque tengo ojos tristes,
no hace mirarme en un espejo. Cada lágrima se ahoga cuando siento el estruendo
indefinido de una explosión. Es como si me clavasen agujas ardientes que me han
ido tejiendo mi desgana. Y tengo desgana. Y tengo fatiga. Y tengo aún vida. No
me lo explico pero entiendo que el poder de la mente humana suma un gran
desafío a la muerte, esa muerte que amuralla a Nor. Ay, Nor. Nor del alma mía.
Cuando regrese besará tus ruinas y juntos reactivaremos, edificaremos en
armonía los sonidos de la libertad, la fraternidad, la esperanza. Ahora, me
encuentro cansada, el ruido sórdido me distancia de ti, la amenaza odiosa me
lleva a ser ausencia. Y para que estar allí, ya no seria parte de esta tierra.
Un escuadrón de aviones arruina el firmamento con sus gases mortales. Ay, Nor.
Nor del alma mía , pienso en ti. Pienso en mis seres amados, todos en tumbas
anónima. Tú, Nor, que me viste nacer. Tú, Nor, cierro los ojos mientras lo
perfecto y lo bello me protege y escucho cada llanto prolongado de tu gente, de
la gente que te quiero y no desea el mal. Pero el mal baila frenéticamente ,
desquiciado a tu rededor, en el núcleo de tu existencia donde todos carecen ya
de fuerzas para detener el horror de los horrores. La música del cosmos la
siento, una balada que me llega en estos instantes como bonancible vientecillo
que me sostiene. Ay, la isla. Esta isla del alma mía. Su decadencia es tan
profunda que no se puede saber a ciencia cierta cual será su escapatoria, esa
salida del mal. Cambiamos tanto, lo que hoy es negro, mañana es blanco. Hoy te
quiero y mañana te odio. Así somos, no se puede pronosticar nuestro futuro ,
todo cae en lo incierto, en la incertidumbre. Las palabras son una bola de
plastilina que se modifican según la visión, según nuestras mutaciones. Todo
cambia. Sí, todo cambia. Pero hay una ilusión, un halito donde muchos corazones
se congregan en su manera de las ideas. Tendemos pañuelos blancos en las
azoteas sin el temor de desaparecer y somos tangentes al respirar y respiramos.
Me parece ver los ancianos en una de las plazas, charlando entre ellos,
conversaciones que se dirigen al ayer. Y ese ayer de ello es nuestro hoy.
Desencajado se seguirán sentando hasta que la muerte los lleve…hasta la muerte
los lleve con la desilusión en un puño de sus manos haciendo tic-tac, tic-tac.
La brisa de hace más fuerte, yo , observando a Pegasus. La brisa tira de mi y
me tiendo sobre ella con toda la plenitud que me queda y me agarro a ella. Está
humedad, mis ojos observando a Pegasus.