Este blog esta bajo los derecho de autor para cualquier información
laguna198@hotmail.com
Lo escrito son ideas primigenias que después se han corregir y alterar.
Mareas donde mi mano fluye en la soledad. Una soledad en
destiempo cuando el ayer vencía mi cuerpo. Ahora, callada, mirando la luna
menguante respiro sus entrañas navegando al son del oleaje. Un faro queda, aún.
acentuándose en cada giro sobre si mismo saluda a los llegados, despide a los
idos en barcos de papel.Fallecen las
fuerzas, el mañana se enhebra en desaliento, en una desgana que los hace hijos
de las profundidades de los océanos. Sus rostros dibujan sufrimiento, el
exhalar de la sed, del hambre. Vuelvo a la orilla, el faro mudo, con luz
irradiando una noche de luna menguante. Suspiro, tomo aire, contemplo mi
soledad, esa sombra conversando con las pardelas de un nocturno ciego, sordo a
la esperanza y cierro los ojos. Puede que el desanimo o no, me venga a buscar.
Puede que las fronteras se extingan o no. El viento viene barriendo todos mis
deseos, me abrazo y me lio con el canto de las caracolas. Espero que el
naciente sea sol que me dé la respuesta y abro los ojos, y retengo ese suspiro
donde su imagen se hace hueco en el vacío. Y aquí estoy donde las mareas fluyen en sus
soledades, en su danza con almas tragadas por la insonoridad de la huida. Aquí,
quieta , soy callar de viejas heridas solidificándose como pilares de mi
despertar, de ese mañana donde sobre cetáceos surcare el deseo. Oh, deseos
prohibidos, inquietos venís a mí. Y aquí estoy, en la orilla, en un naciente
del crepúsculo donde mi canto se eclipsa en la dejadez, en una ilusión
evaporada, difuminada a ras de mi calma. Oh, deseos vanos, me miráis. Catáis
cada encuentro de mis manos con las mares. Y siguen llegando, los hijos de las
mareas , del despecho, náufragos de sueños exterminados por las guerras
inagotable y el tiempo se declina, el tiempo se cansa y este pensamiento mío es
corriente gravitando en ti. Sí, en ti. Oh, deseos perdidos dónde estáis. Uhm,
amanece.
A diario aunque el otoño figure
en su lucidez se sentaba en la parada esperando esa guagua que la llevara a su
destino. A diario, aunque el otoño sea tormenta de fuertes lluvias se sentaba
en la esperada…esperando y esperaba y el autobús pasaba y el chofer se le
quedaba mirando, con la una simbólica pena en sus ojos. La miraba , ella no se
movía, no se levantaba y el la saludaba con una afable sonrisa y continuaba. A diario,
aunque el otoño estremezca las mareas y el despertar anuncié el movimiento de
la ciudad se sentaba en la parada. Uhm, sus años habían entrado en la dejadez
aun así lucia sus labios de un carmín como bienvenida a una nueva jornada en el
que ella estaba esperando. A quién…a quién…Sus hijos desaparecidos en la bruma
del olvido jugaban aún en si pecho, en su memoria. Tal vez, los estaba
esperando y ella sonreía y charlaba con todo el que se sentara a su lado. A diario,
aunque el otoño detonara una plomiza tristeza en su atmósfera se sentaba en la
parada, las palomas , con tiempo claro se arrimaban a sus pies y ella le daba migas
de pan entretanto esperando la llegada de la guagua. Cuando se detenía, ella,
con un atisbo en la puerta trasera ojeaba quien iba dentro luego, se sentaba
otra vez, seguía escuchando el sonido del otoño, el sonido de las palomas, el
sonido de la voz humana quien saludaba, quien despedía. Y a diario cuando la
noche se acercaba con presura recorría con su memoria cada paso dado e la
mañana y retornaba a su casa. Un halito de desgana brotaba en sus pisadas. Un
grito de soledad hacía recorrer por su envejecido rostro una lágrima. Un
aliento de desesperanza la embriagaba y despacito y callada cerraba su puerta.
Luna del norte, está presente. Mientras
mis huellas se dejan a ras de una tierra que avanza donde las flores de
invierno saludan al son de un viento que no cesa…Tic-tac…Tic-iac, las horas,
los minutos, los segundos se entregan al pasado que no es el ahora, dejo mi
memoria en un rincón donde el malestar y la discordia no moleste, no sea ese
estorbo donde rompe la pena en un llanto alargado en este presente que ya se ha
ido frente un espejo donde mi cuerpo semidesnudo baila. Y baila , solo, con los
ojos puestos en mis ojos, con mi vientre puesto en mi viento. Con calma , al
filo de lo gélido. Un gallo canta, son las seis de la mañana. Despierto donde
los sueños elaboran mi verticalidad, pausadamente , frente al espejo sigo
bailando condicionada por una melancólica música que me lleva lejos…muy lejos…tic-tac…tic-tac.
Atraída por el cosmos, me agarro a una estrella en toda su dimensión, en toda
su gravedad, en toda su luminosidad. Pido un deseo. La luna del norte sigue
presente. Ah, me encuentro con mis amados, con mis amadas almas en un
pensamiento que deja paso a una alegría. Y porqué no, la belleza imperfecta
acoge mi mano y soy puente entre riscos donde los dragos dan cierta sombra. Y me
pregunto que será, será de mi mañana, cuando nazca de nuevo, cuando los gallos
saluden el nuevo día, cuando los pájaros cantan a la hermosura de esa mirada
rescatando la mía. Esta tierra será diferente, distinta, la naturaleza se erige
en tormentos y seguiremos los pasos de nuestras creencias, de nuestras ideologías.
Del espejo, mientras mi cuerpo danza al son de un tic-tac…tic-tac sale una
mano, una mano suave. Le entrego la mía y la pesadumbre nos relata nuestro hoy,
que es el ayer, que ya se fue. Su sabiduría me entrega las riendas de lo
hermoso, de eso que es bonito de esta gente que transita por la isla. Y soy
olvido, me olvido de cada estrago, de esos estorbos del pasado. Levanto los
ojos y veo un halo verde, azul, naranja al son de mi danza. Emerjo donde mis
pisadas no sean eclipsadas por cristales rotos. Emerjo donde las ballenas llevan
su canto. Y , aquí, en esta tierra, en la isla soy prospero deseo del mañana,
que se habrá ido con flores nueva.
Y comenzó a llover en el mes de diciembre,
la isla luce un haz de un otoño que se asemeja a una primavera. Los pasos se
saludan cuando a ras de la hierba húmeda continuamos con nuestras vivencias. Y
comencé a despertar, a exhalar un sereno anhelo de querer verte, de querer
descubrirte, de querer ser hechizada con el aliento de las rocas donde las olas
rompen. Bach retumba bajo este techo en su concierto a violín como nómada de
mis huellas. Me retraigo, me anquiloso sobre este diciembre, espero que la luz
de esos rayos inclinados dé pincelados a mis ojeras. Respiro. Me sustento donde
el horizonte es canto de cetáceos, donde mi ventana da donde los gallos sonoros
anuncian la nueva jornada. Y aun así, te llamo, descuelgo mis sentidos y mi
razón acosa a mi corazón en continuar donde el espacio imperfecto es atmósfera
que atrapa a los amantes. Dejo un ápice de tristeza contagie mi espíritu arrastrándome
en esos campos, en esos pueblos donde la devastación, la destrucción, las
esferas del odio y la ira incontrolada se es asidua visita a cada segundo, a
cada minuto, a cada hora. Y comienzo a lagrimear…lágrima clavada como hoja
afilada de un cuchillo en mi pecho pero no decaigo, me levanto y en el
sostenido alzamiento de mis deseos vuelvo a pensarte. Vuelvo donde los sueños
bellos, buenos me nutren de un arco iris universal en el paso del tiempo.Y el tiempo pasa, el clima donde nos situamos
será distinto en las estaciones, las constelaciones será soles de nuevas
ilusiones. Y es diciembre. Y comenzó a llover….cojo mi maleta y guardo los
recuerdos y a ti. Sí, a ti amor mío, te conserva donde los pájaros cantan,
donde la irradiante maravilla del amor es único lugar de la verdad.
Una ventolera palpitante al ritmo
que la hierba corre a ras de los pies. Un mundo diminuto que se mueve en el
sentido de un cosmos, oscuro, silencioso, anacrónico. Cúmulo donde alberga
quien sabe , otras vivencias. El pensamiento utópico de la paz, de la libertad
de pueblos condenados al gemido, a la desazón. Si supiéramos que somos polvo de
astros en medio de un océano eterno e infinito donde nuestro yo rebasa
fronteras invisibles. Si supiéramos que nuestra llegada al exitus pronuncia el
adiós de este modo de existencia, expandiéndonos en una conciencia cuyo tremor
peregrino en nuestros actos. Si supiéramos que estamos y no estamos, que todo
es un proceso cíclico de se repiten las peores y descabelladas ideas de la
razón humano en delito a nuestros semejantes. Pero, me asomo, el viento…el
viento. Un viento polar que nos dice de las estaciones desviadas, que nos dice
que estamos aquí, ahora, en un tiempo que ya se ha ido y queda en nuestra
memoria. Si supiéramos que las fuerzas del universo confluyen en un caos hasta
el equilibrio. Estoy inmersa en una conversación con el sol, nuestra querida
estrella, sol. Ella me alienta a ser reiterado fragmento minúsculo de este
mundo libre. Suena un piano, dice algo sobre los sentimientos, sobre la poética
luz de los sentidos, de la razón. Atenta, escucho las voces calladas de los
pájaros, de las gentes que en hileras de miseria se balancea enraizada a esta
tierra. Esta tierra de todos y de nadie. Esta tierra donde hemos nacido a la
sombra de arboledas y mareas y subimos a sus cumbres como exorcismos del mal…ese
mal innato en las lenguas serpenteantes en nuestro entorno. La ventolera
continua, me entrego al placer de ser rostro gélido en la uniformidad de sus
palabras, silenciosas. Entre tanto dejo correr los manantiales de esta vida.
Una vida que se sienta en una respiración profunda y pacífica. El piano suena ,
versos envueltos en alguna tristeza escondida, misteriosa, inconclusa en el
paso de las estaciones. Mis ojos caen , se cierran y un suspirar amamanta de mi
verticalidad, mis pasos del día de hoy. Abro el grifo del baño, me miro al
espejo y mi rostro es sustancia de los años. Y no es que halla envejecido. Y no
es que tenga desazón. Y no es que me falten fuerza. Neutra, indomable persigo
mis sueños ¡Ah¡ esos sueños. Ay, sueños del alma mía. Ahí estáis…el viento, el
viento hace surcos en este ambiente y
saludo como hubiera vuelto a existir. Estática escucho…al viento, al viento. En
estamos en diciembre, la nulidad del ayer es angosto pasillo donde el hoy se
hace vuelos de deseos. Por ello, el olvido cruza la frontera y el viento….el
viento, trae el hechizo de lo ido, de lo que viene en la eviterna recóndita
esperanza.
Frente el horizonte naciente de
los hijos del sol, de las mareas. Nuestras manos, verticales, albatros al
encuentro de playas vacías. Nos aquietamos y estáticas somos vertiente donde
los deseos reverdecen. Hemos nacido con esta nueva jornada donde las luces del
alba dicen de nuestras historias pasadas. Nos miramos, tragamos saliva y
nuestros vientres se unen en canto del querer, de esos cuerpos ya ancianos que
despiertan al son de las estaciones. Es otoño, la lluvia parece venir, el frío
culmina en nuestros ojos en la autentico de este amor…que es amor. Sonreímos
frente el horizonte naciente, aún una estrella perdida queda en el cielo, le
arrancamos un deseo, nuestros deseos. Aquí estamos. Nos levantamos y un aurea
azul descansa en nuestras espaldas.
Siempre
caminábamos juntos, anquilosados en las noches de otoño donde las luces devotas
a la tradición condicionan esta sociedad. Y ahora te distancias, te evades
donde mis ojos confunden el desánimo con las lágrimas. Son muchas estaciones de
andén en andén al encuentro de una espera que se perpetua en una memoria perdida.
Intento recordarte y tu intentas recordarme. Nuestras manos viejas dicen de un
ayer donde las mareas pronunciaban nuestros nombres. Nuestras manos viejas
dicen de un hoy donde el labio a labio son flores marchitas. Alzo mi brazo y
vuelvo a confundirme, tú no estás, son las sombras peregrinas hacia el
silencio, hacia un vacío donde los cuervos se ramifican como hijos de la
soledad. Pero, siempre, caminamos juntos. Sí, en el quehacer de las sombras
retumbantes de aquellos días donde éramos ráfagas de la pasión, de emotivos
mensajes en la distancia. Ahora, todo ha terminado, el último tren nos espera
en un viaje al infinito de los montes, a lo eterno de las olas. Y, sin embargo,
te hablo, me hablas, aquí estamos en las calladas jornadas donde nuestros
cuerpos son ecos de la memoria vencida, de la memoria desvanecida del ayer. Un Orión
impertinente nos visita, como siempre, por estas fechas. Nos envolvemos en
nebulosas pronunciadas de astros y somos hijos de ese cielo profundo. Y te
recuerdo. Y me recuerdas. Nos recordamos cuando difuminadas arboledas visitan nuestros
callados paseos
Es temprano, digo yo. Si temprano
cuando los astros cercanos son puntos de luz del naciente de la madrugada. Me
levanto, así, como todas las noches cuando el reloj imparable indica el
descanso. Enciendo un cigarro, noto en mis paredes yermas, en mi cuarto
desierto solo el olor del tabaco que en espiral se sumerge como camada de
estrellas su presencia. Me viro , lenta, somnolienta, sin miedo y ahí está su
figura, viste camisa blanca y falda celeste. Es ella, no sé perspectiva, que
hipnosis, que sensación me motiva a decir que sí, que es ella. Me vuelvo
acostar, tranquila, con la quietud de olas mansas cuando la luna levanta.
Tic-tac…tic-tac, las horas se convierte en un refugio de sueños fundidos en la
nada. De nuevo me levanto. De nuevo me siento. De nuevo enciendo un cigarro. De
nuevo estás paredes que denotan la ausencia. Me viro lenta, segura, adormilada y
su presencia se hace más vital, más comunicativa, es ella. Sí ella. Ella que
años…muchos años atrás había partido donde la materia no más que energía expandiéndose
en el universo. Ahora se concentraba aquí, en esta habitación que solo huele a
decepción, a una soledad continua en el tiempo. Sonrío y vuelvo donde las
sábanas de una noche de otoño deshilan hojarasca al son de la ventisca, de un
clima exasperante, desquiciado. En el letargo, soy aliento de un nuevo mundo,
de una nueva emoción, de una nueva visión desde mi verticalidad. Y me vuelvo a
levantar, amanece, un sol brioso con su declinación otoñal me baña, visita mis
ojos y los cierros. Su quietud ante la noche ida me calma, me inyecta en una
atmósfera donde los pájaros cantan, a destiempo. Voy al balcón, me asomo, una
bocanada de brisa refrescante acoge todo mi rostro y la recuerdo. Está aquí,
donde vivió. Su silencio ha quedado, la sonoridad de su tacto caricia mis manos
y mis manos acarician la belleza de su mirada. Y es temprano, digo yo. Debo
continuar donde las aceras sucias ahuyentan lo malo. Debo continuar donde los
pájaros cantan. Debo continuar en lo vital de la vida…..¡Ah¡ su sonrisa, me
mece en el sentido de esos diminutos instantes que nos que somos ecos del ayer.
Un ayer que nos condiciona los pasos del hoy.
Una tormenta solar viene
arrastrando la atmósfera tierra, su plasma se enciende y una aurora boreal cae
sobre la isla. Sí, la isla, en medio de un océano donde los cetáceos llaman a
los atlantes. Un pensamiento visionario se rompe en nuestro corazón e
intentamos recomponer nuestra casa , tierra. Mientras la tarde se hace espesa,
la calima se transforma en un alma de arena que nos caricia al momento que las
pisadas se hacen pausadas, sudorosas. Un pensamiento de que quizás te encuentre,
de que tal vez te busco en los sentidos contrarios de la isla. Levanto mi
mirada, al horizonte, la gama de colores se enquista en mi memoria y arrastro
todo el mal que poseía hacia una calma certera. Converso con los días y el
desánimo se enfrente a columnas de hielo que se derriten. Pero, me levanto
querida. Sí, me levanto y mis ojos en el hechizo de una aurora ve el reflejo de
tu silueta como espíritu conectado con mis manos. Nuestras manos, unión de un
mañana. Sí, de un mañana donde los astros cantan y la vida se agita en las
banderas blancas de la paz. Y te espero. No, no hay prisa, aquí te escribo como
anónima estela de estos días, de estas islas donde los cuerpos se mueven al son
de un sol, un sol verde, amarillo, azul exaltando la alegría. Ahora, me
despido, me envuelvo entre paredes blancas en sintonía con un letargo
prolongado sin el temor de no hallarte, de no hallarte y conversar con tus
labios.
Nos sentamos, miramos esta tarde apagada, plomiza.
Meditamos sobre las flores marchitas que pronto reverdecerán. Sentimos , que
aquí estamos, con la singularidad de pájaros susurrantes. Nos apiadamos de esos
hombres donde el viento impredecible e implacable nos trae malos recuerdos. Y,
sin embargo, aquí, en el ahora nos sentamos en la particularidad de una nueva
jornada que nos silba en el todo del universo, en la nada de una materia oscura
donde la vida se hace la nada. Callemos, todo está quieto y nosotros sobre esta
pequeña roca esperamos la luna, cuando los nubarrones se distraigan con otros
lugares ajenos a nuestros sentidos.
Venid, venid quiero escuchar el
canto de las olas rotas, de la hierba estrangulada por un noviembre donde el
sol truena. Venid, venid sé parte de mi corazón cual confunde el amor cuando de
sus lágrimas pena en la penumbra.Venid,
venid amadas de mis sueños, conversar con los cielos yermos es muy cruel, es
muy duro y el mal alborota esta casa donde mis pasos se pierden en la nada.
Venid, venid santuario de cetáceos, sed vientre de un nuevo camino que me lleve
hasta la calma tras está tormenta de la dejadez, del desánimo, de los aires
malhumorados de las jornadas.Una luz
penetra en mi pecho y el baile da pie a un piano sollozante cuando su amada se
refleja en un espejo donde mi cuerpo se mece con el sonido de cuerdas de una
vida que no me pertenece. Venid, venid arboledas de la sombra, de la lluvia
grácil de nuestros deseos. Aquí estoy, frente al mar, su infinitud es trinar de
mi verticalidad bajo un horizonte callado, remoto. Me descalzo, corro por el
pasillo y el sudor expulsa el olvido ¿Me recuerdas? Aquí estoy amor en las
esferas enrarecidas de quererte, de amarte en la oscuridad de las lunas. Venid,
venid deseos vanos, caracolas murmuran su nombre y aquí estoy, donde las manos no
alcanza tus labios, bajo el abismo de acantilados donde las olas rompen.
Aquí estamos donde las islas ovacionan a las mareas
inmortales en el transcurso del despertar. Nos comprometemos con alistarnos en
los caminos de la paz con la sostenida armonía conversando con los astros. Un
amanecer se vierto lento, broncíneo con el halago de una brisa suave que calma
las gargantas secas. Mis manos , tus manos, nuestras manos son el sonido de la
palabra muda, de la calma retratada más allá de las olas. Y sonreímos, mientras
una pardela gime a lo lejos entre los acantilados del silencio. Aquí estamos
donde los brazos se extiende en el angosto pasillo de una nueva jornada,
libres.
Ella baila sola, como todas las
bailarinas. Se fue donde la bahía llamaba a las ballenas y en la orilla donde en
la arena dorada del crepúsculo hundió sus mullidos pies, su dolor, su
sufrimiento. En un gesto lento alzó sus brazos donde el sol llamaba al
despertar. Y en esta danza se movía al son que las voces de las olas
eclosionaban sus sentidos, verticales, expansivos en su baila. Ella baila sola,
detrás del escenario cuando una grave lágrima estrecha su rostro como mujer
fuerte, como bello espíritu en al danza con las gaviotas. Ella baila sola,
ajena a todo aplauso, a todas luces se fijaba en sus pies, desvariados, destruido
en el sonido imperfecto del mar. Después se detuvo, una parada que la hizo
inspirar y espirar con lo vaguedad de sus pulmones, de su garganta rota. Caviló
sobre esa soledad, sobre ese encuentro con la memoria de las mareas que era su
memoria, que era su vida en el ritual de las jornadas. Por un instante se levantó
el telón y el escenario era vigor de las gentes que ocupaban sus asientos. Era
gratificante por segundos después el silencio, un manojo de rosas de algún admirador,
el hervor de su cansancio. Ella baila sola, como todas las bailarinas. Se miró
al espejo y el maquillaje difuminado por el sudor , el esfuerzo marcaba su
destino, en el mañana. Ella baila sola, se sentó en la playa, un poco de
quietud no viene mal y como dicen los sus antepasados, frente a frente, nunca
le des la espalda, a la soledad de las mareas que bien traidoras son. Estática y
con su respiración lenta se quedo mirando el mar, el faro, esa bahía donde el
errante desierto de su corpulencia le hacia mirarse sus pies, huesudos, heridos
y el más allá de su existencia. Y comprendió todo lo que le habían robado, su
plenitud en vuelco del oleaje, cada vez más agresivo a medida que su terreno
era invadido por cemento. Y ella baila sola, mujer de cristal donde los espejos
reflejan el amargor de su pena, de su agotamiento, de su resistencia a la
caída, al abismo. Su cuerpo también había sido invadido, por la dicha de la
gloria, por los esos aplausos cuando los cisnes cantan a la oscuridad.
Pensaba que era su cura. Horas y
horas alimentándose de su visión en el rumor de las olas, en ese mar que todo
lo limpia, que todo lo sana. La miraba como se mira al vacío cuando el tremor
de la pena ahonda en el pecho. La miraba como se mira la herida cuando la
herrumbre no deja curar en el curso de los días…los días. Y los días pasaban en
un otoño donde el calor anómalo se pega a nuestras espaldas. Su enfermedad
degenerativa la llevaba al alejamiento, a veces con momentos de lucidez, a
veces con momentos de la nada.
Cómo te encuentras hoy, me dice ella en esa conversación
cotidiano cuando nuestros cuerpos se nutren del despertar en sábanas revueltas.
Yo contestaba que bien , qué más decir, para que contarla de mi tristeza, de
ese llanto que me sondaba a cada instante, en ese preciso momento cuando la
realidad a plena luz del día se aproxima.
Mi madre, oh querida madre se iba.Se iba por esos carriles de la desgana, de la
monotonía, de la demencia hostigadora con el paso de los meses. Y aquí estoy
con ella. Sí, con ella, despechada por la claridad de las ideas, escuchando
como el rumor de las olas se ceba su adiós de las raíces de esta atmósfera. Sus
manos frágiles, transpirables las poso entre las mías y cometo una batalla en
un viaje imposible, donde la memoria de las mareas se pierde, con ella.
Me abrazas, pones tu mano sobre mi hombre y me animas. Aquí,
las tres donde el océano deja la isla. Aquí, donde las gaviotas en sus alientos
en espiral corren hacía su presa. Aquí, donde una mañana de otoño desprende su
olor de algas.
Y esto no es la cura sino disfrutar de sus últimos momentos en
que sus ojos aún pueden hablar, aunque su silencio es eviterno. Las olas vienen
y van. La marea está baja, la calima tiñe de un amarillo pálido el cielo. Oh, madre, querida madre, así es la vida.
Hablaremos cuando los astros iluminen nuestras almas más allá de esta tierra.
Ella no desvía su mirada del vaivén del oleaje. Un perro anda suelto y ello
despierta su atención. Siempre ha amado los animales. Se entretiene con ello y
puedo ver como se perfila una sonrisa en sus labios. Y yo también sonrío y ella
también sonríe. Nos agarramos fuertemente la mano y esta evasión de lo
cotidiano de la vida lame cada preocupación, cada mortificación habida en mi
razón.
Caminamos un poco, ella en su
silla de ruedas. Y en la orilla nos fijamos en esa felicidad comprometida con
el reino animal, con la madre tierra. Pienso en mi final, que no será el mismo,
pues el ultimo aliento está en el testamento vital. Ronroneo mi mañana, que es
mi futuro y escenifico mi ida. Mientras lucho con los demonios de mi
reconditez, quiero que se quede aquí conmigo mientras pueda, que su despedida
sea lo más gratificante, bonancible posible. Regresamos junto a ella, cada una
coge cada mano y con esa sonrisa fiel seguimos ese perro y el aliento en
espiral de las gaviotas.
La noche. La calima. Quietas mareas donde la memoria se
difumina. Mi silencio. Mi soledad. Mis palabras insomnes en medio de la nada. Lo
estático de las estaciones. El final del aliento donde las olas rompen. Ando
donde las cerraduras cabalgan en su hegemonía. Ando donde los ojos se oscurecen
al termina el día. La noche. La calima. Entregada a las alas de la esperanza me
compongo y cada pedazo de esta isla que piso es soga que me enmudece. Callo y
el callar es una tristeza o tal vez una desgana o quizás un cansancio. Pero la
noche viene. La calima se hace densa. Los astros hablan del mañana y ese mañana
será un despertar donde los sonidos de cuerpos mecidos en sus callados camino
andan en lo ausente, en la memoria que muerde su ayer. La noche. La clima….
Lo simple, lo humilde, lo pacífico de lo cotidiano. Un sol
recae en mis hombros y levanto en la verticalidad del horizonte. Un abrazo mece
el vacío y levanto en la verticalidad de mis ojos. Aquí, ahora y lo efímero de
este tiempo que nos observa con la sutilidad fértil del vivir. Inspiro y espiro,
lento, con las cerraduras a todo mal. Escucho los pájaros y el callado ritmo de
las arboledas. Aquí, ahora y la quietud de mi ánimo en el hábito de la rutina.
Estoy cantando. Sí, cantando ,
ahora que el final de mi vida en esta isla reclama a la alegría. La enfermedad
se embrutece, enturbia, entumece cada uno de mis movimientos y ese dolor que
rompe rocas en el abismo insonoro se escuece en mis ojos. Estoy cantando. Los años
son largos, mi cabello cano se enraíza en cada una de mis vivencias. Veo aquel
día donde corría en la intrepidez de la inocencia. Veo aquella hora donde ella
, en una plaza, esboza una sonrisa de rosas roja. Veo aquel enjambre de
estudiantes universitarios sin saciar su futuro. Veo las batallas donde los
pájaros callan entre tanta y tanta miseria. Veo la huida del más fuerte a las
orillas impenetrable de las mareas. Me veo yo, caminando con la canción de las
soledades, de los amigos. Ahora que canto, en este silencio mío, pasan por mi
mente fotogramas de cada vivencia, sea buena , sea mala. Y reconozco que he
vivido o no en las gargantas de los desfiladeros que nos lleva hasta este día
de hoy. Sola, aislada, con la vejez de mis pisadas. La muerte viene, lenta pero
viene. El sufrimiento se hace imposible, rajando mis sueños de hoy, del ayer.
Frente a mi una playa, esa amada avenida donde mis paseos cotidianos alumbraban
el saludo. Y ahora que es de madrugada y la luna se esconde, estoy cantando,
cojo mi bañador y me dirijo a la arena. Mis fuerzas mermadas me lo permiten ,
creo que es el ultimo pensamiento hasta la muerte. Una lágrima se restregaren
mi mejilla. No. No me despediré, me es igual mi fortuna, ahora no vale. Sí, lo
digo, ahora no vale la pena.. Y digo no vale la pena. Me iré donde este cosmos
ampare mis huesos quebrados, mis carnes flácidas, mi dolor. Y por ello canto,
no quiero comprometer a nadie, he permanecido postrada en un sillón, en una
cama por mucho tiempo y digo que ya es hora, ya es hora de cruzar esta
dimensión para descansar mi cuerpo, para que mi alma vuele más allá de la vida,
para que mi voz recorra el oleaje de otros mundos. Estoy con el bañador, el
agua está fría, no tanto para la fecha que estamos. Orión me mira y yo lo miro
como parte de mi existencia. Veo las gentes idas. Veo la última cena donde me reunía
con mis amigos. Veo mi ultimo trabajo. Veo mi piano, callado. Veo el adiós.
Los
pasillos son almas escondidas en la intemperie de su ayer. Ambulo a ras de sus
narraciones vividas cuando en el despertar mis ojos concluyen en mis pasos. Las
huellas son eco sonoros que se percibe y cuentan de lo amargo, de las alegrías,
de sus idas de esta atmósfera azul. Ese mismo halo que ahora los envuelve y viajan
en ese espacio diminuto de sus quejidos. Yo, como si nada, ando al cuarto de
baño. Una ducha fría esboza mis sentidos y la verticalidad de mis hombros sigue
el ritmo de mis piernas. Los escucho, un cuchicheo que se alarga hasta que el
sol de lumbre toda esta casa. La luna aun permanece intacta, intocable, hermética
ahí arriba, hacía el norte. La veo desde mi ventana de la cocina mientras una
cafetera impulsa el despertar de la jornada. La casa es vieja, sus paredes
gruesas. Y es cierto que siento el vagar de estas ánimas cuando espabilo. Luego,
como si el tiempo y espacio se expandieran se funden en un adiós. Un adiós no
muy largo, hasta el crepúsculo de la mañana siguiente. Un gallo suena a lo
lejos o no tan lejos, en las calles donde aun la isla duerme. Y ellos, me
transmiten de que somos hijos de otros hijos. Hijos de un cielo de otro mundo
que una vez posaron en la huida aquí. Yo,
me siento indecisa, pero al tiempo contenta. Somos un planeta donde el
retroceso de nuestra visión nos lleva a mundos dispares en esta gran madre , nuestra
galaxia. No me sorprende que esos mundos hallan llevado los mismos errores a
otros, esferas ancladas en guerras inacabables,en muertes violentas zanjando así lo cotidiano, lo normal de nuestras
vidas. Venimos, crecemos y nos vamos. Nuestras ondas energéticas se expanden y
concluyen para reiniciar después una nueva existencia. Quizás mejor, quizás
peor.Todo es cíclico , una repetición de
actos que me llevan por este pasillo donde las almas escondidas lucen sus
baladas transciende en el curso de las estaciones. Y hoy los escucho y no pienso, me visto ,
salgo y respiro de las arboledas otoñales en lo estático de las horas.
Aprovecho este momento que estoy aquí y no allí, donde los pasillos esconden
Estoy aquí, en la atmósfera
exterior. Miro el planeta tierra, lo saludo. Buenos días, cómo estás. Una incertidumbre
lo arrasa. Un ambiente que lo hace dudar en su mañana. Las guerras son
inconclusas. La contaminación es frenética. El hambre castiga a los inocentes.
La sed evidencia nuestro egoísmo, nuestra ira sobre llanuras donde la aridez
raja gargantas. La solidaridad se ha vuelto como una condena, cadena perpetua
con navajas a ras de las espaldas cansadas de los sueños de que puede ser, de
que puede haber un aire de esperanza ante tanta y tanta muerte y
demolición.Estoy aquí, desde un
satélite donde habita la nada. El mundo azul se vuelve extraño, desconfiado, presa
de malas enfermedades arrastrando a nichos comunes a sus gentes, a sus especies.
Desde aquí, donde las noches son largas y la soledad me alumbre cuestiono que
es el ser humano. Detrás de la una historia singular, autentica para cada uno
de uno de ellos. Somos de corpulencia parecidos, pero de vida distinta. Ahora
los echo de menos, quiero bajar al planeta tierra o mejor dicho al mundo donde
cada hábitat es insostenible y despreciado por otro que no es otro sino
nosotros mismo. Alguien habrá a la par de mi andar, de mi conversación y
callaremos cuando los sentidos nos de el aliento necesario para afrontar su
realidad. Y su realidad , la misma que la mía, nos convencerá de ese querer por
belleza de un abrazo, de un crecimiento benefactor de la paz. Mientras, estoy
aquí, en un satélite donde los vientos son desenfrenados. Sola, con la idea de
un mañana donde dormiremos en nubes azules de tranquilidad. Me transformo y
vuelo, mi viaje es largo, me vuelvo si esta gravedad me lo permite al mundo
azul. Lo echo de menos con sus batallas y sus derrotas. Necesito la mano amiga
que cambie las sensaciones denigrantes, nefastas que apuran ese clima, ese
planeta habitable donde sus noches estrelladas nos dice de la llegada de un
mañana agazapado en el sonoro resonar de la armonía, del equilibrio , cortando
su desenfreno, su delirio. Mientras preparo mi nave al vacío del universo,
donde su sonido crepita en lo sublime y solemne, me apuro antes de la que su
despedida sea demasiado tarde. Oh , tierra, estamos aquí donde los sórdidos
llantos del miedo alumbran la mayor parte de tu faz. Oh, tierra querida mía, ya
hemos llegado y todo sigue igual durante siglos y siglos indeterminados. Las
civilizaciones se autodestruyen en ese instinto de venganza arraigada al pasado,
un pasado muy lejano. Un pasado aislado del ahora, que estamos en otros
tiempos, en otros espacios condicionados por los necios del horror. Y aquí
estoy, de nuevo en casa, bajo mi techo, mi despertar es lúcido, transpirable,
claro y deseo que las manos , sean de donde sean, se aúnen y alcen caravanas de
pañuelos blancos en la deriva de los días. Me despido querido mundo azul, ahora
necesito descansar, el viaje ha sido muy largo.
Estoy , dentro de un instante no
estaré, trascenderé donde los sueños son nubes blancas susurrando lo bello por
tu amor, inspiro y expiro, en ese deseo dormiré donde las caracolas me mecen en
el trasiego de la noche. Estoy, dentro de un tiempo que es el ahora , que es el
ya que se fue te besaré, que te he besado sin darte cuenta de este amor en la
desolación de mis manos, vacías.Eviternamente
vacías, un otoño gris desdibuja mis ojos secos, un otoño lento me ausenta de lo
real y en esta ensoñación que no es ya ensoñación escribe las ganas de verte. Sí,
verte donde las cumbres anuncien la alianza de nuestros labios. Sí, verte donde
los riscos sean sonoros ecos de nuestros ojos. Sí, verte donde los pájaros , en
su hermosura, son briosos jardines de la pasión. Estoy, dentro de nada
desaparezco donde una marea acuna mi corazón solitario. Estoy, lo efímero se
vuelve extraño, los sentidos se adormecen y la palabra , estática, rumia tu
esencia. Estoy, estaba, no estoy, estaré , que más da, todo pasa. Sí, todo
pasa, estar o no estar no es importante solo, el aliento del camino a seguir.
Una arboleda seca raya mis pisadas, una arboleda donde se confunde la noche con
el día confluyendo en un mismo estado. Y Estoy, cantando una vieja canción que
dirán esta pasada de moda pero que el impulso me regala un halito de alegría.
Me siento libre en este octubre donde las gallinas y gallos se cruzan en mi
andar. Estoy, dentro de unos segundos no estaré y seré ese cuerpo conquistado
por la invisibilidad del recuerdo cuando estaba. Pausadamente recolectaré cada
haz de la memoria . Y esta memoria mía será tu presencia, ahora que ya no es
ahora.
Se humeaba una secuencia de una
balada que caía a medida que su cuerpo se iba enterrando. Se iba, su materia,
donde los bichos se alimentarían para no más ser polvo de esta tierra, raíces
que en lo profundo abraza los astros. Una lagrima de emoción , de la
sensibilidad que manda se dejaba ver en los rostros. Hasta la mentirosa de su
cuidadora, un ser hermético, que asentaba su medicación. Todos los sabíamos y
callábamos. Un halo azul nos envolvió entonces, la cuidadora torpemente cayo en
la fosa. Su gemido airado, sus gritos desbarataron el entierro. Una risita se
oyó detrás de nosotros, sus hijos, sus nietos, sus sobrinos. Y espantada, con
el corazón en la boca salió del agujero. Ahora me vienen esos recuerdos, un
recorrido que se hace pesado en la vida cuando nos perdemos en su ida. La
balada sigue sonando y es difícil esas jornadas donde las prisas de un otoño se
lo llevaron. Y ahora me siento y ese halo azul me acoge y esa ira me equilibra
para escupir toda esa mala gente. Sí, porque nos movemos en lo cómodo, en lo fácil
para rasguñar la riqueza, aunque sea a costa de lo indefenso , de la
ignorancia. Y aquí estoy, cuando la noche me enseña el reencuentro del pasado a
cámara lenta. Me desvisto, escucho esa balada y tomo un café y este otoño es
memoria de aquel que masticaba un chicle, de aquel que en la lejanía veía como
la pala cubría su ataúd, de aquel abrazado a la mano de un ser querido como iba
siendo la despedida, de como aquella que se cayó estaba hirviendo en un cavilar
impreciso, de como sus nietos alumbraba ese tiempo que ya había terminado, de
como su tonada erraba en esa atmósfera y de cómo el silencio producía el ultimo
temblor a esos cipreses que decoraban el cementerio, de esos rosales que se
abrían en cada tumba, de nichos de flores secas en la dejadez. Y dónde estás
ahora, seguro trotando en una persona donde entregas todo tu yo y que tropezaré
a lo largo de las estaciones. No me recordarás, pero tus maneras abogaran por
tu nuevo nacimiento donde la luz de tus deseos querían. Aunque yo no lo sepa,
estarás ahí, donde sombras borrosas escribirán nuestros pasos por esta
existencia. Siento esa balada de aquel día de la despedida que tanto te gustaba,
no te preocupes aun converso con ella.
Iba de mi mano. Juro que iba de
mi mano, paseamos entretenidas en las vivencias del mercado de los domingos. La
música folclórica tintineaba a nuestro rededor y nos quedamos embelesadas. Así,
como imantadas por las secuencias de esos sonidos de la isla en su ánimo, en su
motivación de una sonrisa decaída hacia unos días. De repente, al paso de
minutos. No sé u horas, fui a decirle algo y ya no estaba solo, su perfume…su
perfume de frescas lavandas. Miré a la muchedumbre y entre ella y se había
perdido de mis ojos y mis sentidos masticaron que quizás, que tal vez lo hacia
queriendo. Quedando su paso por mi vida en la nada. Pero estábamos en la isla.
Muy lejos no podría ir, la encontraría. Esos instantes en que la soledad me
invadió sentí como se resquebraja los pilares formados en este amor , que no es
amor sino una costumbre de años, una dejadez que nos suelta en medio de un
prado y no saber ser independiente. Ese fue mi temor, que fuera una corta
despedida en silencio. Los músicos terminaron y ese ruedo grupal se abrió. Ella
no estaba. Mis pensamientos se mezclaron con el abandono, los puestos seguían su
ritmo. Este era el fin. Me senté en un banco, cerca donde tocaban el grupo folclórico.
Estuve hasta que la luna beso mis ojos cansados, hasta que un gato famélico se restregó
en mis pies, hasta que los borrachos vagaban a voces no se que locura, hasta
que me quedé dormida como una más en la intemperie de una noche de otoño.
Alguien toco mi hombro, era un policía. Intente explicarme hasta que ese
discurso mío termino en el vacío. Volví a casa andando, abrí cuidadosamente la
puerta y allí estaba , la carta del adiós. Una lagrima no quiso retorcer mis
mejillas, era norma, el cansancio había durado demasiado, mucho más de lo que
esperaba. Sin embargo, esa casa olía a ella. El piano comenzó con un leve
sonido, aquella melodía triste que tocaba cuando el abatimiento nos ataba, nos
unía. Y comprendí, todo ha de fluir, no hay que depender de cada aprobación o
negación del que está a tu lado, tenemos que decirnos por nosotros míos, aunque
no valga, aunque sea tarde, aunque sea erróneo. Y nuestro error fueron todos
estos años absurdos desnutridos de vivencias, de deseos. Me senté en el sillón,
escuchaba las teclas de un piano tocado por su aroma y la he pensado, un deje
de pena me alcanza y otra vez agotado he caído en el letargo. Y los sueños me
hablaron. Y los sueños me abrazaron. Y los sueños me dibujaron de un mañana. Y
los sueños se despidieron. Ella iba de mi mano y ahora no….mi memoria es
aliento de ese tormento del ayer y despierto, y la paz sacude mis ganas en una
taza de café, sola.
Danza, danza con tu escoba en las
raíces de palmeras deshilachada. Rondas el faro, te trae nuevas…nuevas noticias
abrumadoras más allá de este mar que blinda la isla. Soga que te ata en un
canto cerrado, en círculos mientras enciendes una hoguera donde ahuyentas los
espectros del ayer, donde llamas a los espíritus del hoy. En tu curso, en tus
arrugas y tu pelo blanco has visitados muchas gentes desencajada, desolada,
lastimada, triste y has aprendido con el don de tu escoba y esa danza donde una
oración emerge de tus profundas entrañas llevarlas al bien, a lo bello de la
vida. Sí, porque la vida es bella…no para todos. Según el ángulo, según el sustrato
social , político, económica que lo ampara. Piensas, es la noche, una luna en
el poniente anuncia repetidamente y temblorosa los nombres de aquellos que se
han ido y has amado y también de aquellos, de aquellas que partieron al vacío. Visionas
la hogueras, quemas todas esas malas manías obsesivas convulsivas de la isla y
te sientes caer. Y naces, danzas con tu escoba al derredor de ella. El faro te avisa
del lamento de personas de otra orilla en su huida masiva y catastrófica como
hijos de las caracolas y las algas. Y meditas , que carajo le ocurre a este
planeta, a este planeta chinijo azul. Tan turbulento , tan dañado, tan envuelto
en bocanadas feroces de los clavos ardientes a lo extraño, a lo desconocido. Y
danzas, danzas con tu escoba bajo una noche de luna de poniente y un faro silbando
tembloroso de lo que rompe en sus rocas, ahogados de la esperanza. Y a ti te
llaman bruja del faro, demonio de las madrugadas cuando las barquillas llegan e
intentas dar calor a esos humanos aferrados al engaño, aferrados a la ilusión,
a ese anhelo clavado en sus pechos, en sus corazones. Danza anciana del faro
con tu escoba alrededor de fogatas encendiendo un halo de paz.
Que bella cae la tarde. La marea, revuelta. Y da igual. Que
bella te ves así, con tus ojos verticales en el horizonte. Una llovizna de
septiembre se empecina por romper este nuevo renacer de la noche. Y da igual.
Que bella con tus piernas visitas cada rincón de la isla en tu memoria. Y da
igual, los años seca un almanaque. Un amor ausente te viste y miras las olas
como hojarasca de tus recuerdos, de tu hoy. Y da igual. Que bella, te levantas
y vienes a mí y conversamos en las horas muertas de esta soledad. Esta soledad
que nos tiñe de gris, de negras sombras. Y da igual. Que bella te ves , recibes
noticias de un mundo dormido bajo las nieblas del terror. Y da igual, sigues
aquí donde la palabra revive una sonrisa. Que bella eres, con tus años enraizándose
en el amor. Y da igual, el oleaje sabe ti, dejaste la pena en una maleta vagando
por las mareas sin fin. Que bella viene la luna, tan perfecta, con un halo de
flores nuevas besando tuslabios. Y da igual…
La brisa insiste en tildar
las ventanas con su suave soplo. Un ruido casi imperceptible pero sonoro para
aquellos que en el nocturna retumban en sus pensamientos, en una memoria que
recoge cada minúsculo fallo de sus vivencias, ya sea error de ellos, ya sea
voracidad de otros. Observo como esos cuerpos descansan. La luna menguante pisa
con un firmamento estrellado, me pregunto que amarguras sopesan en esas gentes
algunas, tan contradictorias y otras tan seguras en cada aliento que se
endereza en su día a día. Ahora estoy aquí con la brisa que por momentos toca
fuerte, quiere despertar a esas almas ausentes de la mirada, de la escucha, del
habla.
Anne:
Amanece, mi cuerpo
junto a la sonoridad del silencio. Los años pasan. Quizás te haya encontrado
pero cierta incertidumbre me abruma, me escondo en un rincón donde mis artes de
amar no se detecten. Y, sin embargo, amo. La amo desde esta reconditez donde las
secuelas de la existencia aun me dejan respirar.
Espíritu :
No me ves. En qué punto
de tu vida te encuentras. Examino y pienso que te hallas en ese ápice donde te
da todo igual. Un desinterés por las cosas nimias. Has madurado y ya no
necesitas de una mano para levantarte. No obstante sigues en tu búsqueda, en la
inquietud de aves de paraíso volando a ras de las emociones, de cada sensación
cuando alguien de abraza, te besa en tu cuello.
Anne:
Despegarme de la cama
no me cuesta. Me incorporo y sentada medito sobre mí, sobre lo que quiero.
Lenta voy a la cocina. El silencio de estas horas precoces de la mañana me
lleva a una constante revuelta de una canción del despertador. Ahí, viene, con
su canción, con mis sentidos cantando a la vez que el café viene. Sí, viene. Viene
lento, pero viene y tomo de él. Una extraña sensación se incrusta en mi pecho y
mis latidos , pausados, despiertan la necesidad de ser acompañada, amada. Pero
esta nada….
viento
Te abro la ventana con
un toque más arrebatado. Luces a la calle. Te asomas, los pájaros no tienen
ganas hoy de cantar. Quizás, están como tú. En un silencio profundo, en un
aislamiento intocable aunque desees, porque lo deseas que te amen.
Anne:
Recurre a mi mis manos,
me las miro, las palpos y una cierta dejadez pesa ahora en los años. Pero ya no
hay excusas, debo pensar que no es tarde.
Espíritu
Siempre igual, excusas
para no emprender tu vuelo. Anímate mujer. Recorre el universo que hay en ti, el
universo que hay en otros y regocíjate con el arte de amor que no es tarde. Lo
tarde es cuando la muerte venga y seamos otra vez hijo del cosmos. Porqué eso
somos cuando seamos encuentro con nuestro nicho, con nuestras cenizas.
Anne:
Quiero ser ciega.
Quiero ser sorda. Quiero ser muda. Tanta barbarie en este pizco de planeta.
Presiento que algo me rodea, una sombra que me desquita de la pena por un lado
y yo me voy al otro, a este mundo donde las guerras infinitas, donde la
involución de muchos es metralla segura de vidas idas en la violencia y venganza
absoluta. Por mi mente corre un vientre abultado, la tristeza me acoge. El
hambre, la sed y me pregunto el porqué. Y como puede el ser humano en seguir
creyendo en Dioses obsoletos, herméticos. Una respuesta que no es más para
ayudar a la firmeza cuando los estragos sórdidos de los bombardeos, de la
dejadez impera en esos pueblos.
Espíritu:
¿Dónde estás Anne? Te
pierdes en violaciones a la dignidad de otros lugares. Esa dignidad que debe
tener toda persona. Porque somos personas, somos aves que vuelan a ras de
yermas tierras donde el agua vomite sequedad, venenosas batallas sin fin. Déjalo
ya, Anne, no te mortificas, todo seguirá igual y después cuando la muerte venga
, no más que polvo estelar.
Anne:
Siento que las ventanas
se cierran. Siento que las ventanas se abren. Siento su golpeo incesante mientras
me asomo a sentido de la vida. Aquí, quieta, con mi café.
viento
Como viento que soy ,
cierro y abro ventanas. Es hora de despertar Anne y no me refiero a ese
despertar de tus ojos, de tu cuerpo sino del amor. Tienes que enamorarte, hay
una muralla larga…muy larga que bloquea tu corazón y sigues así, en la soltura
de tu callar y conversando sola con tu razón. Y esa razón te aleja, desiste de
intentarlo. Ah, Anne, no te preocupes, algún día caerás en las redes del amor.
Te atrapará y serás hermana de la lluvia. Sí, cantaras bajo la lluvia y le
dirás te quiero. Te imaginas Anne, Anne.
Anne:
Yo Anne he jurado no
enamorarme. Infortunios del ayer me hacen desistir en esa emoción, en la
sensibilidad de ser roce con otra piel. Miro mis manos, mucho han trabajado, siguen
vacías. La gelidez de un aliento llega a mis entrañas y sacudida por este
extraño mundo me alejo, me ausento donde el dolor no tiene cabida.
Espíritu.
Ah, ese dolor Anne. Tan
grave ha sido que te has despedido. Pero atiéndeme, no sabemos lo que ocurrirá en
el transcurso de las jornadas. Solo sabemos del ahora que es ya pasado y el
mañana puede romper todos tus tabiques, todos esos pilares donde habita tu
olvido, el olvido de amar. Anne , querida
Anne, he venido para verte, siempre estoy aquí, pero que tu conciencia me
escuche. Dale una oportunidad a la vida, a la vida en esta tierra hija de
todos. Oh, Anne, querida Anne, refúgiate en unos brazos que de seguro toda irá bien.
Anne, querida Anne, todo irá bien.
Anne:
Y enamorarme de este mundo
que me vio nacer. Este mundo enojado, violento y presa del engaño sin la tregua
de las armas, de la insolidaria matanza de todas aquellas raíces del mismo
árbol. Cada día se extiende más. Escucha, escucha, el gemido de una anciana
cuando ante ella solo hay campos de sangre, de gritos en medio del silencio que
la hacen penar , balancearse en un temblor estático en el paso de los soles, de
las lunas. Y enamorarme con el sustento de una nueva forma de ver, de charla con
mi amada¡ Dónde está¡ El agotamiento señala mis alas, no escucho el trino de
los pájaros y el despertar se ha callado! Y enamorarme de ti, de mí de la
alegría que al unísono apaga las desgracias de este planeta, de azul planeta. Que
se calle ese ruido de la monstruosidad, del apego a los demonios que llevamos
dentro…muy dentro. Luchar y luchar, con mi yo, con todos para lapaz,para el equilibrio en la madre tierra. Por tanto me emancipo de las
grotescas imágenes de la realidad y esbozo un arco iris vital para la existencia.
Miro mis manos, yermas, con la sequedad del dolor, el dolor de esa maleta del
que navega a un destino incierto y muchas veces traidor. El viento ha parado y
una brisa agradable palpa mi tez, la beso. Si besarla como si fuera ella, como
si fuera el lugar de la belleza. Una belleza imperfecta, caminante de la
armonía entre los humanos.
Vienes lenta, con la brisa dando su ultimo aliento a esta
estación veraniega. El calor se arrima, son las primeras horas de un amanecer
donde los pájaros permanecen callados y me llamas. Me llamas con la frágil promesa
de alas partidas en el transcurso de las horas, de los minutos, de los segundos…de
los años. No estás triste. Esa tristeza la has dejado atrás donde tu soledad se
columpia con la edificación de tus raíces más allá de la verticalidad. Y vienes
lenta. Y me miras. Y yo te miro. Y te digo que un mañana se asomará a nuestra
memoria al unísono como eje de una nueva vida. Mientras, estamos aquí ¿Me
hablas? Si te entiendo, un novedoso escenario nos presentara como hija de los
vientos, como hija de los océanos , como hijas de un mundo donde el lamento no
tiene cabida. Se que cuesta creerme. Confía en ti y después en mí. Dame la mano
amor mío y conversemos con los soles, con las lunas que nos despierta esas
sensaciones maravillosas del arte de vivir, del arte de amar. Porque te quiero.
Me callo. No diré tu nombre. No diré donde el querer tiene su bella cuna meciéndose
con ese otoño que llega. Descorro las cortinas. Me asomo al balcón. Un niño
llora, toda la noche. Y no se que porqué intento localizar el llanto prolongado
en la oscura noche. Y no lo encuentro amor…no lo encuentro. Y vienes, procuro
abrazarte en mis pensamientos entretanto el amargo grito del nocturno aviva la
incertidumbre de esta atmósfera que nos envuelve. Pero cuando duermo amor…cuando
duermo y te sueño, la paz y la calma acarician mis sentidos. No obstante, esos
gritos estremecen mi visión de este planeta. Un punto , un epicentro de una
masiva cantidad de niños, de niños en la soledad que da la violencia, el
maltrato, las incompresibles que guerras que desbaratan su mañana. Ay , amor. ¿Qué
cansada estoy y tú, cómo estás? ¿Duermes? Sigue querida amiga, hay que
descansar, hay que reponerse para las sacudidas intermitentes de la existencia.
Yo sigo aquí, donde siempre, escribiendo lo mismo. Tal vez esperándote pero con
la decisión de ser frente al infortunio, a la fortuna de ser hija de la vida,
hija de la alegría. Ahora, todo es silencio. Y en este instante te converso, te
llamo , te siento, te beso.
El secreto. Un secreto donde las
lenguas de las tormentas atravesaban su espalda. Ella y las olas. Las olas y
ellas. Gran cantidad de dinero había pagado para ese viaje de ida, de ida y
posteriormente si las cosas salían bien de vuelta. Una embarcación la dejo a
ella y a otros en una barca donde se estremecía, donde se rompía, donde la
muerte era soga que los acosaba, los perseguía hasta no más que ser espíritus
flotantes en lo profundo y la oscuridad de las mareas. El secreto. Todos
guardaban el secreto, el secreto de un viaje de ida , de la muerte si no
llegaba a la costa. Había dejado todo y sus espaldas presas del vacío, de sus
queridos seres vagaba en sus sentidos para mantener la verticalidad. Una
verticalidad descuidada, una verticalidad rota, una verticalidad de una pena de
la agonía, una verticalidad de otros en la despedida . Un viaje de ida y una
vuelta estática en el naufragio de los sueños. Pero su deseo era verdadero, se sentía
abatida, llena de una esperanza que a veces era ráfaga inestable. Soñaba con
llegar a la costa, iba dejando atrás sus otras ilusiones. Soñaba con sobrevivir.
En su mente una mezcla de sopor y desaliento luchaba con la brutalidad , la
agresividad del mar. Un mar de espíritus flotantes en lo profundo y oscuro que
la llamaban. La llamaban y le decían regresa, regresa…vete de aquí mujer, no es
lugar para ti. La desdicha abogaba en sus cimientos y su mirada firme, neutra
solo era amparada por la mala mar. Atrás había dejado todo. Ese todo que era
ahora la nada. La nada de su vida. La nada de su rutina. La nada de las guerras.
La nada de una tumba que la llamaba. Ella, hermética, era ave que persistía en
su secreto. El secreto de su sueño. Un sueño frenético. Veía ya próxima la
costa. Un halito de esperanza vagaba en sus fatigadas fuerzas y su entereza se
elevó, se levantó donde las caracolas cantan al adiós. Pensamientos inagotables
traía su memoria. Toda una vida.Toda
una vida en la ruta de deseos y en un minúsculo espacio de tiempo se pierden y
las caracolas cantando el adiós . Y ella se durmió. Un letargo acompañado de cetáceos
en su canto de la despedida. Y ella se durmió. Ya era tarde en ese viaje de
ida.
El verano se va, una lluvia de
este estado luce cuando despierto, cuando el sueño abandona mis ojos cerrados.
Miro el techo, siento los pájaros cantar, siento el rumiar de la polución pasar
alumbrando mis sentidos. Desvío mis ojos y el silencio de tu nada se cobija en
mi frío, aunque es verano.Llego a la
ventana. El faro, girando, girando en esa bahía donde barcos gigantes se van y
vienen. El tronar de sus voces se mezcla con la balada de las ballenas y yo te
pienso, te converso aunque el silencio de tu nada se cobije en mi frío. Me
levanto, doy mis primeros pasos. No se escucha nada, un mutismo que me hace
temblar a medida que me aproximo a la cocina y hago el café. Uhm, su aroma
despierta mis emociones. Un nuevo día, un nuevo amanecer donde tal vez…no , las
murallas arañan mi corazón. Hermética permanezco frente a la ventana y sorbo a
sorbo gatos famélicos maúllan en la calle y el verano se va.
El terror invade esta estancia,
bajo este techo el temor de la soledad en años venideros son martillos que
esculpen tu espaldas. Estás sola…muy sola. Siempre. Sí, siempre lo has estado.
Y ahora ese callar de estas paredes la temes. Te haces mayor, te haces torpe y
no encuentras y a lo mejor ni tan siquiera quieres encontrar a ese amor.
Lamentos vanos. Ya se que vivimos momentos confusos, una lluvia ácida raja las
estatuas y tu te conviertes en mujer desafortunada. Oh, Anne….Oh , Ann…qué
hacer. Las estaciones golpean bruscamente y te sientes cansada, decaída, desganada.
Sin embargo tus ojos dicen de la vida, una vida quieta en la armonía. Eres
paciente. Esperas y esperas y las cosas han cambiado. El amor es un arte
efímero que se instala en el vacío. Y no es por desilusionarte, habrá alguien
más como tú…en esa espera. Pero el tiempo no se detiene, solo se pausa cuando
somos ataúdes donde todos concurrirán a nuestra ida, donde cada uno ira
componiendo cada pedacito de tu existencia hasta tenerla casi completa…casi. Y
nada sabrá de tus penas, de tus deseos. Ah, Anne, deseas que te abracen, estás
gélida. Te observo mientras tomas el café. Busca en los posos de el para hallar
tu destino. Y todo es incierto, tenemos que ganarlo, tenemos que edificarlos
con los suspiros al viento, al viento norte. No perder la cordura, no perder
cada fragmento de ser tu misma. Tu, mujer única, como todo ser humano.
Y siguen cantando los pájaros,
aquí los escucho, en un rincón de mi cuando la mañana continua. Venid, venid,
posaros en mi ventana. La maravilla de la naturaleza hay que contemplarla y
dejarla fluir. Qué bello es sentirlas, me acompañan, pero sin darme cuenta, te
pienso, te converso. Hablo sola por estos pasillos donde el polvo de los
muebles me estropea más. Y tu, espíritu
de las soledades, de las almas en pena vienes y me hablas, vienes y me
escuchas, vienes y veo la realidad. Mi realidad, única, vagando donde los
muertos son campos de mareas ante la huida. Un mundo que cambia delirante en
batallas perdidas, donde somos ecos del horror.Y la verdad, no salgo de mi asombro ante tantas situaciones aberrantes.
El veneno esculpe las lenguas. El veneno se reproduce en la conciencia. El
veneno llena el poder. Pero mi realidad, única, escritas al aire. Y ya no hay
nadie.
Oh, preciosa mujer, te has ido.
Tan lejos, que has sido olvidada. Te da igual. Eres indiferentes con esos años
que llevas sobre tus hombros lo que opinen. Eres como un rompeolas donde no te
pueden dañar. Oh, bella mujer, pero aun esperas, espera que llegue. Y llegará,
cuando duermas, cuando tus sentidos adormecidos sean despiertos por el brío de
su jardín de magnifica confianza. Sí, confianza. Eso necesitas- Ahora te
abandono, alas grises son cumbre de tus sentimientos, arráncalas y serás libres
y serás mujer donde el amor real visitará tu corazón. Observa, escucha esos
pájaros que vienen a tu ventana. Ellos te darán la lumbre necesaria para saber
de la vida. Una vida que se queda derruida ante las noticias horribles,
tremendas en mal del ser humano…¡ Oh, el humano¡ Tan inteligentes para unas
cosas y tan retorcido para otras. Y esos retorcimientos lapidan vidas que están
gozando del sol, de la luna, de los días. Y ahora, llegando a ti, todo lo
sufres pero te has hecho fuerte y tus lagrimas son no más espejo de tus
latidos. Disimulas y con la brisa y la llovizna de esta mañana de los últimos días
de verano te ilusionas y cavilas tal vez, quizás, a lo mejor llegará aquella
que te acompañe en final de tu viaje. Una sonrisa se enhebra bella mujer en tus
ensueños y continuas….y continuas. Uhm, la esperanza. La esperanza de una
hoguera en una playa vacía donde trotan yeguas al son que las pardelas lloran
de emoción y tu abrazada. Sí, abrazada a tu amor. Uhm, la esperanza y continuas…y
continuas.
Oh ,aves que rondáis mis sentidos, despertarme. Un sueño
avaro, atroz lame mi vientre y mi rostro sudoroso clava agujeros en mi
presente. Oh, aves de la mañana, de ese latir en lo más profundo del cielo, de
las ramas venid…venid para ser alas de mis manos cansadas. Aquí estoy entre el
silencio , en habitaciones gélidas donde ronda mi alma caída en las entrañas de
la mala marea. Oh, aves del hoy y el amor no llega y mis cabellos canos se
retuercen donde el sol se oculta. OH, aves , despertarme de este delirio. La
espero, aquí, donde rumian los pasos cotidianos. Oh, aves, despertarme…la
insonoridad me apresa y me entrega en las hogueras donde los cantos se hacen
gemidos, donde la palabra se hace usurera y muda. La espero, aquí, donde las
flores amanezcan. Flores nuevas de cada jornada cuando rondáis mis sentidos,
despertarme¡ No merezco ser pozo de soledades, de calladas acaricia en el
retorno de la mañana! Oh, aves del alba, despertarme. Un halito de luz penetra
por la ventana e intento beber de él y no puedo, mi ánimo cae donde las sombras
tatúan mi aliento. Oh, aves del alba, despertarme…aquí estoy acaso ¿ no me
encontráis? Que el amor venga. Venga con su labio a labio en el surcar de los
días. Y es bello este día, lo presiento, despertarme…
Atardece, casas blancas se asoman
al ronroneo del oleaje, quieto. Es un día cualquiera donde los jardines de
arena aurea anuncian que algún día vendrá. Se perdió en la noción del tiempo
entre montañas agrestes donde la pisada se hace insoportable, intransitable.
Atardece, una ventana de azul se rinde al sol, vahído en el temblor de la
brisa. Y aquí espera…sí, espera , esa mujer de largas trenzas canas, de vestido
negro anunciando el duelo. Pasan los años y sus arrugas es como lo degastado de
las paredes que escuchan su sórdida pena. Y, mientras, friega y pone la mesa
con un mantel a rayas, de rayas rojas. Ese color que la empuja a continuar en
su soledad comida para dos. Pero no llega, los años ya han son almanaques
mugrientos que quema su alma. Atardece y esa mujer de largas trenzas canas se
asoma por un instante y mira esa violácea corpulencia del cielo, la lluvia
viene. Pero el….pero el, efímero sueño donde las caracolas anuncian el hondo y
ultimo aliento de los ahogados.