Callejuelas perdidas en el
infinito del pasado. Pasos de carretas llevando el olvido. Es invierno. Un
cielo cenizo, con nubes que exprimen llovizna se aproxima. La gelidez resta a
la palabra y somos callada orilla de los sentidos, de las emociones, de esa
charla que se eclipsa en lo absurdo. Veo su imagen. Una imagen de yeguas
descarriladas , desbocadas en el sufrimiento de la carga. Alguien grita.
Alguien es sostiene una palabra que se la lleva la lluvia, que se la lleva el
viento. Y el viento también viene. Mis ojos se precipitan a consumir ese
aliento de la naturaleza y suspira. En la carreta van los hijos de la peste,
del abandono, los delirantes. Un amasijo de carne, sangre , huesos y quejidos tétricos
que nos llevan a la oscuridad d este mundo. Un mundo donde lo enfermizo es
heredera de lo marginado, del abandono. Sigo esa carreta, mis ojos destellan la
rabia , la conciencia absorta en lo cobardes que somos. Sí, somos cobardes,
danza un chillido en medio de la calle, danza el estruendo de una tormenta que
se avecina y nos cobijamos donde los ojos, donde los oídos, donde la boca son
cerraduras a lo amargo, a lo doliente, al horror de la existencia. Encadenados
son dejados en un calabozo bajo el suelo de una construcción de antaño. Solo un
refilón de luz alcanza sus ojos. Sus ojos muertos, sus ojos heridos, sus ojos impotentes,
sus ojos febriles, sus ojos tristes. Escucho la queja, es un sonido desgarrador,
aborrecible, estremecedor…tanto que mis piernas se tambalean, tiemblan. Los siglos
pasan, me veo ahora y otro medio de transporten donde llevan los hijos de la
enfermedad, del abandono, los locos. Todos juntos, revoltijos de sangre y barro
en el precipicio de sus últimos días. Esparcidos en la condena desalmada de una
sociedad declinada, caída en las esferas de tenebroso, de los prejuicios, de
los desordenes. El caos ampara sus manos manchadas. Un caos que es todavía caos
hasta que la paz, la benevolencia , lo bueno, lo bonito vuelva a sus ojos
inclinados en el rechazo. Y otra vez me
voy, me voy donde los ecos insonoros de los moribundos, del quejido no resueno,
no se escuche. Callejuelas heridas, callejuelas donde la lluvia truena a la par
que un viento fuerte. Me agarro a mis sueños y despierta edifico un arco de
colores donde un jardín de alondras
vendrán a visitarme y correré…sí correré donde todo sea orden y sosiego
, donde la paz eternice nuestras manos, nuestras miradas.