sábado, febrero 29, 2020

Ella...








Cierra ventanas. Cierra puertas. Abre ventanas. Abre puertas. Se envuelve en el dulce aroma de los pajarillos. Viene el viento. Se va el viento. Se arriesga con cada una de sus pisadas a ser lo que es. No más que alas de una gama de colores respirando de la vida. Viene el viento. Se va el viento. Y busca y se encuentra. Y se encuentra y se busca en los adentros de sus pensamientos.  Viene el viento. Se va el viento. Y su memoria hace añicos las huellas malignas tras su espalda.  Cierra ventanas. Cierra puertas. Abre ventanas. Abre puerta. Y sus sueños la llevan a salir arropada por su desnudez, por su sensatez.  Sus alas se eclosionan y la conduce en el sentido de los horizontes donde se respira de ella.  Y viene el viento. Y se va el viento. Y ella duerme con deseos donde sus ojos rebuscan en sus secretos.  Y ella se hechiza de las maravillosas flores de un febrero acabado.  Viene el viento. Se va el viento. Y en su jardín fluye un mundo solo de ella. Ella conversando con sus pasiones, con su reconditez.  Y a veces espera.  Y a veces no espera.  Y ella se aleja invisible en las aceras a donde es. Viene el viento. Se va el viento. Ella canta al ritmo de sus alas, de sus alas con una gama de colores reuniéndola con sus lágrimas, con su sonrisa. Cierra ventana. Cierra puertas. Abre ventanas. Abre puertas. Y ella se alimenta de miradas donde son mecimiento de su fuerza, de sus ganas de ser libre en el eco del  paso del tiempo.

miércoles, febrero 26, 2020

LA ORILLA...






Buenos días compañero. Adiós, la travesía ha sido larga. No siente mis manos…mis manos cansadas de tantas noches, de tantos días ante las inclemencias del tiempo. Todo es lento, hasta nuestra muerte. No te escucho amigo mío, adiós. La marea se ha vuelta serena  ¿Me escuchas? Amanece y puedo ver la frontera, esa tierra donde acabaremos para el auge de nuestros sueños. Amigo…amigo mío, no respondes. Tus ojos blancos me retuercen, me paraliza y no tengo fuerzas ¿Cómo ayudarte? Ya queda poco ¡Oh dioses de este universo¡ ¿por qué nos castigas así? No, no me he dado cuenta y él se ha ido. Su espíritu vuelo por este océano desconocido, enraizado a la muerte ¡La muerte¡ ¡La muerte¡ ¡Oh dioses de este universo¡ me hubiera gustado alcanzar la orilla con él. Mi energía es certera al caos, a la nada. Rememoro tus palabras…tus palabras cubiertas de esplendor hasta el último momento ¿La ves? ¡ La ves¡ Sí la veo compañero mío. Estamos cerca para desembarcar y dejar nuestros corazones danzar con la libertad, con nuestros propósitos, la cura de todos nuestros males. Pero tu ahora no estás, solo en la memoria de nuestro viaje perturbador,  caótico, nefasto. La desidia me embarga y el dolor cruje en mi pulso. Hemos llegado amigo….amigo mío. Las brumas del olvido se han ido pero no has llegado a tiempo. Te miro. Te observo y me adentro en mí, en ese interior desembocando en la pena.  Siempre vivirás en mí. Cuando llegue….sí, cuando llegue haré de ti un recuerdo donde tu sonrisa a pesar del sufrimiento me hacía cosquillas alegres.  Adiós amigo, hemos llegado ¡Oh dioses de este universo¡ Qué hemos hecho para estas calamidades, para esta pena que ahonda en nuestros pueblos, para su muerte. Te miro. Te observo y me doy cuenta de que no somos nada, solo almas en decadencia, solo tierras deshechas por la guerra y el hambre. Adiós amigo…amigo mío, la travesía ha sido larga…muy larga. Yo he alcanzado la orilla y tu, el silencio.

martes, febrero 25, 2020

LA CALIMA





El paso de los años. Los recuerdos. En el presente una atmósfera amarillenta, anaranjada que deja sequedad en la garganta. Miro el hoy como tormentas de un polvo tóxico que nos ahoga en una tos intermitente, a veces entorpeciendo nuestros movimientos. Queremos mirar. Queremos ser paciente de la memoria. La verdad, hallo en algún lugar de mi conciencia este feroz aire. Aire que nos embrutece en la precariedad. Camino por calles donde solo la arena es encuentro, donde los cuerpos se desvanecen en la insonoridad.  Desde el otro extremos los polos se derriten, desemboca en una oleada inclemente de desidia. Es febrero, es invierno. No, no. Las estaciones son movidas por el olvido, por los giros de un tiempo que se entrega a otro ciclo, a otra era. Me acostumbre, me adapto como fructífera raíz que ha de continuar hasta las entrañas de la tierra en busca de agua, en busca de vida. Giro y giro a ras de la calima, me hallo frente a un mundo desesperanzado, ferviente eco de gritos de la madre tierra, de los espíritus flotantes que son arrojadas a las batallas sin fin. El paso de los años. Los recuerdos. Estoy ausente de todo, soy hueco de la nada. Y es extraño, bailo sola en el sentido del llanto. Y no es dolor, es compasión por los que vendrán. Generaciones venideras desarrollando la lucha contra un tiempo que se arrebata, que despierta después de tanta mortandad en sus carnes. Sin embargo, bailo y bailo, me escondo en una esquina donde la música marca la rutina de mis pasos, de mis sentidos. Me pierdo en el paso de los años, en el paso de los recuerdos.  Me miro en un espejo y más allá de mi sombra un ambiente rajado de su ritmo. Invoco la lluvia. Invoco el frío. Invoco los pensamientos adiestrados para detener este improvisado cambio de nuestros días. Y, sin embargo, bailo y bailo ¡Por qué no¡ hay que continuar las sendas de la esperanza, por los caminos variantes de nuestro destino, incierto.

domingo, febrero 23, 2020

ELLA..








Ella, se hallaba en un rincón de un inmenso boscaje donde el letargo  se balanceaba con sus sueños. La noche densa estaba rebosada de luciérnagas estelares que temblaban al ritmo de su corazón. Y , ella, soñaba y soñaba en una cierta calma, en una verdadera ganas de ver más allá de su destino. De pronto una mano fue caricia de su cabeza, de su pelo desenvuelto en el dormitar. Despertó y sus minúsculos ojos comprendieron que el viento, el viento…., el viento que susurraba  “ levanta mujer tienes que ser sentidos de la estrella polar para ser hallazgo de la belleza, del amor. Aquí, donde te encuentras solo hay pantanales donde cada uno de tus pasos se ahoga más y más” . Se levantó cuanto este calló, en su reconditez se buscaba ¿será cierto? Mis labios están llagados de tanto y tanto besar la nada, mis manos vacías oscilan en el precipicio de la muerte, mi  están espaldas cargada de mudas caricias.  De nuevo cayó en sueño profundo, cuando los rayos solares incidieron en su rostro se alzó. A su derredor solo había desierto, una densa calima se disparaba en su mirada sin saber por dónde pisar. No miraba atrás, solo andar y andar en la invisibilidad de un sol pálido, de una luna ida¡ No , la nada se cierne en mi¡ Siento dolor, un dolor que se va apagando a medida que la bruma de mi existencia cobra celeridad en cada huella muerta dejada atrás. Tras jornadas donde la insonoridad y el silencio la acompañaban se sentó, se quedó como enterrada en sus pensamientos. Entonces, de su cuerpo cuando la luna era ya visible emanaron hojarasca y su existencia de nuevo cayó en el letargo. Los sueños se alejaron, no venían a su encuentro y por jornadas al no hallarlos permaneció dormida, dormida en una serena pena. “Despierta. Despierta mujer. Todo ha acabado, has sobrevivido a las tempestades de la soledad y ahora eres cráter fecundo de tus deseos. Mujer despierta, despierta.” Despertó y sus minúsculos ojos miraron el arroyuelo que pasaba a su lado. Bebió de él. Sus ojos cansados habían desaparecido, la brisa hacía crujir las ramas y un bullicio de asombrosa naturaleza.  Sintió unas pisadas, algo se aproximaba ¿qué sería? Y comprendió que era su mundo, una tierra entregada al encanto, a la magia dual de una mano que posa sobre otra mano, de unos ojos que se posan en otros ojos.  Mano y ojos que la llevaron a una cueva, una cueva escondida a otras miradas.  Entraron, había una pequeña hoguera encendida. La hoguera del amor, la hoguera de la paz, la hoguera de la esperanza, la hoguera de la felicidad. Paso su lengua por sus labios , aquellos labios rebosantes en llagas, y todo era vida. Miro sus manos , aquellas manos vacías, y todo era flores de colores. Y ¿su espalda?, su espalda era barranco donde manantiales  la hacían renacer en la gruta de las maravillas, de la belleza.

viernes, febrero 21, 2020

LLUVÍA....













Lo habían anunciado. Sí, en el paso del siglo, lo habían dicho las gentes del campo. Esto no va bien, la lluvia de año en año se evade de nuestras tierras y ahora son lamidas por un látigo amarillo, seco en el eco del viento. Nuestros pastos descubren animales desnutridos, idos en el vértigo de sus huesos, de nuestros huesos.  La madre que no tiene para amamantar a su ternera.  Sí, lo habían dicho, la desdicha se cierne sobre nuestros ojos y nuestras manos rajadas por el sudor, por el esfuerzo, por la pena  se retuercen en impotencia. Nuestra vida se invade de una sequía que hace tambalear la entereza y caemos en pozos donde la nada nos consume poco a poco en un sufrimiento que no tiene lágrimas. Lo habían anunciado, cien años ya hace de eso, de las plagas serpenteantes de este mundo. Aquí está, presente, no recuerdo tiempos tan duros, tiempos tan miserables que nos quitan las ganas de continuar.  Pero me detengo, miro mi rebaño y una tristeza infinita se apodera de mí. Uf, estoy agotada, estamos agotados circulando a través del temor. Procuramos pensar que todo esto es pasajero pero lo dudo. Cada tiempo borrado de lluvias es más arduo, es más avaro, es más infertilidad de nuestros pasos borrados por un desierto que se aproxima.  Quiero que el cielo se rebose de nubarrones y nos haga emerger como pueblo enterrado en sí mismo en lo yermo ¡Agua ven¡ ¡Ven agüita¡ Agitamos nuestros brazos al firmamento , hoy es noche de luna y encenderemos una hoguera por la que a su derredor danzaremos nuestras esperanzas, nuestros deseos. Nos despojaremos de las penas y concentraremos nuestros pensamientos en el reino de los astros. Nuestra cosecha se muere. Nuestros animales aúllan al miedo. Siento terror, sentimos terror ante el atroz, ante el descomunal desenlace de esta sequía.  La isla muerta, así la llamo ¡Lluvia ven¡ ¡Ven lluvia¡ agitémonos en tu cuerpo, nuestro cuerpo. Esperamos,  la luna ya viene con su aliento metálico, la luna ya nos sobrevuela en nuestras miradas y suplicamos, y rogamos que venga la lluvia. Que nuestras tierras griten a la alegría, que nuestras tierras desenreden su sequía y sea cabello verde balanceado por la brisa. Oh, veo esa agua venir, el viento trae nubes.  Me dejaré mojar, sentir su frescor, su renovación, el nacimiento de nuevos sueños ahuyentando el anuncio de mi gente ¡Ah¡ llueve, llueve mansamente, un halito de calma penetra en mi vientre encogido ¡Canta madre tierra¡ Bella eres, eres el deseo de manantiales que de tu entrañas surcara por nuestros labios ¡Ah¡ llueve, llueve tranquilo. Así, como debe ser, que nuestras tierras dibujen arco iris en el curso de su existencia. La lluvia me da su mano, me saluda como se saluda a viejos amigos. Te esperaba, le digo.  Pero lo habían anunciado, cada estación será más imprecisa, más desequilibrada, más airada ante nuestras palabras. Pero ahora. Sí, ahora, me saludas y te digo, te esperaba así, tranquila.

miércoles, febrero 19, 2020

Divagaciones de una mañana de febrero...






Son las siete de la mañana  y si, están cantando, están danzando la tonada de un febrero que los cubre de un tímido frío.  Pajarillos bosquejando en el silencio de la ciudad, aun dormida, aun con farolas alzándose a las pisadas de almas solitarias.  Andamos desviando los ojos del ritmo apagado del amanecer, nubes plomizas  pueblan nuestras pisadas; seguras, entregadas a la ventura de una jornada que nace, que se entrega a nuestros sentidos. Un cigarro despacha un café y las manos se vuelven el todo, la nada. Las miramos, nuestras manos, hechizantes cuando somos eco de alegres emociones.  El ayer se ha ido, ahora hoy, ahora presente pisando aceras  sucias donde vagan nuestros pensamientos. Son las siete de la mañana y si, despierta nos arrimamos  a ojos que miran el cielo, el paso del tiempo. Y zas, nos balanceamos como esos pajarillos en el silencio de la ciudad, danzando, cantando. Miro el reloj y los minutos hacen un pobre recorrido, lo suficiente para entregarme a la insonoridad. Se descubre lentamente la luz del día, se descubre pausadamente un sol que nos amamanta con su lucidez. Entrégame tus labios, entrégame tus caricias, entrégame tus manos, entrégame tu fuerza. Cómplices del florecer de unos nuevos pasos donde las escenas de los sueños sonaran en el agrado de nuestras singladuras.

domingo, febrero 16, 2020

LA MADRE...





¿Cuánto hace de su marcha? Aquí estoy , en mi país. Un país vuelto miseria, penas, bombardeado por la desidia, por luchas incontenibles en la razón, lanzado al abismo cuando en la medianoche sobrevuelan sobre mi rincón y un resplandor estridente me hace temblar. Temblor. Miedo. Pero de ella no sé nada, dice que se iba a un país mejor, donde los sonidos aterradores de la guerra, de la venganza, del odio no son muertes anónimas en las profundidades de lo malévolo.  Ella me escribe, eso me dijo, la ignorancia de que llegarán sus cartas ¿Cuándo? Cuando podré saber algo de ella ¿Habrá alcanzado su destino? Todo es incierto y me envuelve en una bruma asfixiante del saber, del saber dónde está. Mujer valiente le digo yo, a ella, a mi hija. Me la imagino en su feroz batalla con las trampas de la existencia, del hombre que con un fusil apunta sus sienes ¿Vivirá? Yo desde aquí, como madre de la hija de la huída me concentro y pienso que si, qué su vida inquebrantable ante toda las derrotas, ante todo el dolor, ante toda la angustia, ante toda la injusticia  ella vive. Sí, vive, parcheada ante cada cicatriz, ante cada trauma pero vive. Sobreviviente de una era que ojala se acabe, que se tiña de pacíficos sones a medida que nuestras pisadas vuelven a ver la luz. Temblor. Miedo. Oigo gritos fuera de estos escombros donde me escondo, donde habita alguna ilusión por seguir adelante y es horror lo que siento. Espero su llamada en mis sueños ¡Ah , mis sueños¡ galopan en el olvido. Ya no duermo, siempre al acecho de cuando me matarán a mí, a la gente que vive aquí conmigo, acurrucados donde la sombra de un edificio en ruinas nos oculta. Temblor. Miedo ¿Qué nos espera? Solo el aleteo siempre vigente en nuestros ojos destrozados, temerosos. Pero ella ¿cuánto de su marcha? Habrá llegado, rezo por ella porque ha de ser fuerte…muy fuerte para salvar cada escollo, cada barricada, muralla a su alrededor. Sí, hija, continua. Algún día nos veremos y giraremos en el baile de la alegría, de la paz. Me carcomo en mi reconditez y doy un grito inesperado, quebrantador y los que están conmigo me miran con ojos de cómplices, con ojos de llantos, con ojos de desdicha, con ojos de amargura. Intento contenerme y te escondo muy adentro, donde el corazón fluye hacia el recuerdo de tu imagen, de tus maneras.  Soy tu madre y tengo que pensarte, conversarte en las alejadas miradas. Aquí solo temblor, miedo.  Aquí solo sangre, tumbas de no sé quién. Todo es oscuridad, todo es tinieblas que abruma a los sentidos. Pero como tu decías todo tiene que acabar , estaciones vendrán y me llevarás junto a ti. Ah, me prometiste. Por ello estoy aquí,  reverberando la vida a tu llegada. Todo se vuelve trivial, absurdo. Nunca vendrás, sino cuando todo acabe. Y cuando será eso hija ¿cuándo dejarán de martillarnos con sus bombas, con sus fusiles . Temblor. Miedo. Te esperaré como mujer de la guerra, como mujer herida en la dejadez del humano. Te esperaré…

viernes, febrero 14, 2020

EL MIRLO











Inalada iba, con su cuerpo tatuado de esbozos de un sueño de esquina en esquina. Un mirlo común la acompañaba, con sus saltitos gráciles, llenos de una emotividad energética, nerviosa a medida que ella avanzaba.  De vez en cuando la tos oprimía su garganta. Una garganta deseosa de canto mientras la danza durara. Pero ahora no, estaba de esquina en esquina al encuentro de los ojos llameantes en una caricia a su cuerpo tatuado de deseos. Esquina abajo, esquina arriba, esquina en el horizonte, esquina en vertical y todo se fundía en rumor del mirlo. Enamorada de la vida, enamorada de sí misma, enamorada del esplendor de la urbe cuando lo cotidiano se asimila lo bello. En fin, no buscaba nada fue su conclusión solo, el respirar pausado de la acera donde su sombra pisaba, donde su huella era borrada por el crecer de su  andar. Por un instante se detuvo e imaginariamente dibujo corazones de cometas que prendían de su pecho. Se alzaron alto, huidizas por el viento sur que corría. La gente se paraba, no comprendían de donde eran esos corazones de cometas que emanaba de un cuerpo desnudo solo tatuado de sueños. El mirlo, en su hombro. El mirlo alegre. El herrerillo inquieto. Una mujer tatuada de un sueño. Una mujer desnuda, limpia en el sentido de su entereza. Una mujer pasajera de un cielo nutrido de calima. Una mujer con sabor a libertad. Una mujer con ganas de conversar con el canto y la danza. Y así iba, inalada, con su cuerpo tatuado de esbozos de un sueño de esquina en esquina  ¿Los quieres? Entonaba cuando alguien se detenía frente a ella. Te los doy, te doy los sueños donde permaneces dormido con la condición dar brillantez, enaltecer la esperanza ¡Qué suene la esperanza en los prados de cemento¡ donde las prisas se alimenta del suspiro olvidado ¡Qué suene la esperanza en las arboledas perfectas¡ donde la calma se alimenta de las manos del olvido ¡Qué suene la esperanza en el olvido¡ Despertaba con su cuerpo tatuado de esbozos de un sueño un no sé qué ánimo. Tanto, hasta que se vio rodeada por una infinidad de gentes; blancos, negros, morenos, etc….y desapareció entre esa masa como alas de un mirlo.


martes, febrero 11, 2020

SUS MANOS....


Sus manos ¿cómo eran? No las recuerdo bien. Solo su olor, su tacto cuando con sus yemas recorría mi columna, mi cuello, mis pechos. Manos alumbradas del don de los sentidos, despiertos, emotivos. Sus manos acariciando mis labios como tal pétalo se tratase, conversando con la insonoridad de los cuerpos cuando se mecen bajo el halo de la luna. Manos exuberantes en energías constructivas que nos hacía perdernos en el letargo. Y ¿Cómo eran?  Mi memoria no roza sus formas, una imagen que se va difuminando a medida que las estaciones pasan. Me detengo y medito bien, en sus manos. Manos girando en torno a cuerpos que se entremezclan en su calor.  Manos perfectas para una noche sin estrellas, ahora, mudas, idas, desvanecidas en algún baúl abisal. Sus manos ¿cómo eran? Posada sobre mí hombro cuando mi andar apresurado alcanzaba la esquina del vacío y después… y después la nada. Manos buscando mi vientre, manos liberando los pesado, lo angustioso. Solo, sus manos….solo, sus manos.

sábado, febrero 08, 2020

TIC-TAC...



Tic-tac, el reloj encima del piano marcaba su pulso. Tic-tac, sus manos se extendían, se encogían e intentaba recordar la última nota para el curso de su creación, de su música. Delante de ella un espejo donde orbitaba cada uno de sus movimientos. Tic-tac, el crepúsculo de la mañana emancipaba las nubes y un sol en su entereza daba a sus espaldas a través de la ventana. Tic-tac, ella por unos momentos atracaba donde sus pensamientos la llevaban al amor. Tic-tac, la recorrió como velero naufragado donde las alas doradas del adiós nos permite avistarlo por última vez. Tic-tac, y se enamoro otra vez mientras sus dedos desfilaban por las teclas. Ella, mujer de la lucha, mujer de las soledades, mujer de las insonoridades despertaba en una imagen crecida en su memoria, siempre la misma. Tic-tac, se concentró en su música, una música de pequeñas canciones poéticas. Sí, eran pequeños poemas sin palabras, sin letras que diera alguna tecla, simplemente, libres a las emociones de los que en un mañana la escuchasen. Tic-tac, el reloj encima del piano dio el mediodía y ella paro, suavemente. Y ella se levanto de aquella habitación y se acostó en otra, donde los sueños emergen en los sentidos, donde los sueños la liberan de la sequedad de sus ojos. Tic-tac….tic-tac, allí la encontró de nuevo, envuelta en murallas frágiles. Solo tenía que tocarla, rozarla, ser caricia fértil del querer y todo sería no más que verdadero. Tic-tac, duerme. Duerme en alianza con los bellos sueños que el subconsciente lleva. Tic-tac, la tarde se alzaba con su manto de un sol que tenía ganas de irse para dar paso a la luna llena. Tic-tac, se levanto y de nuevo sus manos se extendía, se encogían en el piano. La luna grandiosa, perfecta, pura detrás de ella. Tic-tac, la noche la acaparaba a un soñar despierto y soñó. Soñó que era larga colina donde las amantes se encuentran, soñó que era fruto de un cobijo donde los besos alados de calma se entregan. Tic-tac, el reloj encima del piano marcaba su pulso. El pulso de la vida, el pulso de los deseos.

miércoles, febrero 05, 2020

X


X:
 Despacio. La aventura del amanecer tiene que nutrir estas ínsulas donde las ballenas danzan con los soles. Me siento aquí, en una terraza donde mis ojos acarician un océano inagotable. La marea está rota, rumia violenta olas que juega con algas, caracolas y el crepúsculo de la mañana. Despacio. Me pierdo en un café pequeño, fuerte donde se estimulan todas mis emociones. Lo pienso. Agoto mis sentidos en pensarlo y repensarlo mientras el mar, ese mar que nos rodea susurra un jadeo melódico.
Océano:
Me ves. Todas las mañanas te levantas y vienes a mí. Yo con mi cuerpo descuidado, huyendo de la polución me revuelvo en nuevas fronteras. Sí supieras lo que observo, lo que toco, lo alimentado de sangre que esta mi masa corpórea. Una masa que se extiende, que se encoge, que se renueva y visita lugares nunca visto por ti.
X:
Despacio. Te admiro. Hay que ser valiente, vertical para aguantar cada ahogado, cada naufragado sin soltar lágrimas de dolor. Despacio. Me tomo mi café y pido otro en este instante eterno en la memoria donde mi voz alcanza tus entrañas ¿Qué guardara tu reconditez? Todo es un misterio oscuro imposible de descifrar sin embargo, vengo aquí y miro tus movimientos.
Océanos:
Guardo el desequilibrio de un mundo injusto, atesorado de sueños aún. Muertes cruzan mi sangre, desesperación se dejan mover en mi profundidades. Pero, digo, todo llega. Algún día seré calma de las calamidades, de las penas, de esa mortificación pronunciada que posee lo humano. Estamos en una era donde todo se desvanece, vuelve y son cuchillada de los huidos.
X:
Despacio. Suspiro. Una respiración profunda concentra mi pecho. Ahora tengo que marcharme. Solo pienso en lo maravilloso que sería abrazarnos. Por qué no. Dejo mi ropa aquí en la terraza. Despacito. Voy hacia ti. Quiero sentir el aliento fresco de tu corpulencia. Una gaviota te sobrevuela y se posa en la orilla. Una gaviota plateada, no más. No hay nadie en esta jornada invernal y sin embargo, yo estoy aquí. Despacio. Desnudo ante ti. Así , ¿es como se sienten ellos ¿ Sí, ellos. Almas de la huída.
Océano:
Adéntrate. Se por unos momentos parte de mi. Te contaré de mis profundidades. Después volverás, volverás con la memoria retorciéndote, sesgando tu entereza. Pero vendrás mañana y te sentarás en esa terraza y despacito te tomarás tu café. Me miraras, y verás lo minúsculo que somos. No somos nada en este universo pero a la vez algo grande invade nuestros corazones, la esperanza, la vida.
X:
Despacio se va el. Coge su ropa. Aunque es invierno una calima apresa la urbe. No se viste. Despacito. Desaparece cuando los transeúntes comienzan a nacer. Se toca la espalda. Plumas plateadas hay en ella. Despacio. Mira al sol amarillo pálido y vuela y vuela a ras del océano. A ras de cada emoción que lo llevo lejos donde la verdad es bandera blanca de sus sentidos. Despacio volverá cuando el alba lo llame.

domingo, febrero 02, 2020

Soy...




Soy inconclusa
Soy indeterminada
Soy infinita
Soy verticalidad
Soy ecos en los precipicios del vuelo
Soy corriente de un asfalto sudoroso
Soy fugaz, embeleso de astros
Tatuando mis ojos
Soy mano ambulando en los sentidos
Soy yo

sábado, febrero 01, 2020

Un foco...






Un foco a ras de la orilla donde el oleaje bravo, violento por la ira del viento somete cuerpos a la nada. Almas vagan en la madrugada en busca de una luz, una luz preñada de esperanza, una luz horizontal que los lleven al refugio de sus seños. Caminan cansados, azotados por el largo viaje a las fosas del silencio, del anonimato. Ven un árbol cuyas ramas rotas despliega un fuerte latigazo a sus ojos. A sus ojos caídos. A sus ojos desvanecidos. A sus ojos blancos. Tumbas estrangulando el mar. Tumbas surcando con el viento norte. Tumbas lamiendo cada anhelo de prosperidad dejado en los crueles sótanos de la oscuridad.  Y aquí estamos, los que sueñan en vertical, los preñados de calma, donde el mundo hace un hueco para la paz. Sí, la paz. Una paz ajena, desconocida para los que surcan los océanos, los desiertos, los inviernos, las batallas, la muerte. Y allí, un foco, a ras de la orilla donde el oleaje bravo, violento por la ira del viento se nutre de alambradas ensangrentadas, muros de venas cortadas. Una huída que no se apaga, una huída levantando penalidades en las yemas de los dedos reventadas. Sí, la paz, la cordura, el elocuente equilibrio entre la existencia y la tierra ¿para cuándo? No, no. Giro entorno a una hoguera donde las estrellas me hablan  y bajo su sombra humedecen mis mejillas y no es un llanto. Un foco a ras de la orilla donde el oleaje bravo, violento por la ira del viento somete cuerpos a la nada. Un espacio donde enrarecidas atmosferas nos convierte en vacío.   Somos vacío. Somos neutralidad. Somos  eco nulo en transcurso de la agonía de los pueblos.