miércoles, enero 31, 2018

Bartolomeu




Recuerdo aquella noche. Sí, había quedado con Joan para dejar un trabajo en la oficina…tarde, muy tarde. Era costumbre en la empresa que trabajábamos realizar labores en la oscuridad del nocturno para el día siguiente.  Cerré la puerta de mi casa precisando su buena clausura ante cualquier malhechor pudiera entrar. Entonces vivía en una casa terrera con jardín…sí, con jardín.  Saqué el coche del garaje y con el invierno con sus alfileres danzantes sobre el asfalto y mi auto me dirigí a la empresa. Joan siempre era puntual y yo también. Llegué torpe por el granizar a la puerta donde se aloja su techo, el, me estaba esperando húmedo en la acera. Recto, estático, con los bucles de su cabello decaído por el tiempo, con su nariz corva exhalando vapor. Se subió al coche.  Buenas noches Anne, me dijo y un beso en la mejilla corrió por sus tersos labios. Éramos como hermanos se podría decir. Por qué no. La sangre no determina el agrado y el cariño hacia las personas.  Continuamos por una larga carretera sin farolas hasta el periódico, estaba a las afueras de la ciudad donde el exuberante olor a monte era penetrante. Llegamos. Dos o tres luces encendidas como siempre a esas horas, las suficientes para un trabajo a esas horas.  Nos abrió la puerta Bartolomeu, el guardián ¡Ay bartolomeu¡ escurridizo, atento, sin palabras pero con los pensamientos fijos en la reconditez de cada persona. No dijo nada y pasamos. Lo encontré algo disgustados pero no le di importancia. Cuando entramos en la oficina nuestro director estaba de un humor de perros, irascible, desafiante. “ A ver que es estos”,  me arrancó los papeles de la mano  sin pedir permiso. Con su mirada desorbitada los miró y luego dijo que nos largásemos a ambos. Un muro de hielo se interpuso entre nuestro jefe y nosotros. Hundidos nos fuimos, nadando en un cavilar que nos hacia un interrogatorio aplastante del por qué, del por qué de ese cambio.  Y de nuevo el volante, de nuevo el girar y el girar por la serpenteante carretera. Esa noche nos parecía infinita, gélida, hermética. De repente una imagen se interpuso en nuestro camino. Una imagen extraña para las horas que eran ¿Quién sería? Mientras esa masa humana se aproximaba la fuimos reconociendo. A casa paso su estatura aumentaba,  se ensanchaba. Joan me dijo con un fuerte cimbrar de su voz que arrancará. No podía, la figura se parecía a bartolomeu pero demacrado, distorsionado, desastrado. El miedo me invadió con sus colmillos y no lograba poner el coche en marcha, estaba paralizada, ida. De repente el coche comenzó a dar vueltas sobre sí mismo. Perdimos la noción del tiempo, es como si hubiéramos penetrado en un túnel de remolinos. Una fuerza rara nos hacía girar y girar . No teníamos conciencia de lo que estaba sucediendo.  Cuando se detuvo y visionamos lo de afuera el temor de manera vertiginosa creció. No reconocíamos el lugar, como si nos hubiésemos trasladado a un bosque milenario.  La carretera no existía, no podíamos arrancar. Solo el humeante aroma de la humedad, de hojas podridas, de unos pasos que de nuevo se aproximaban. Nos quedamos en el coche, mi reloj marcaba que ya era hora de despertar, que el sol tenía que haber nacido. Todo negro en la profundidad de una noche alargada en el miedo. Joan me dio la mano y me miró y salimos del automóvil. Un aguacero nos persuadió de los ruidos de aquel boscaje. Caminamos y caminamos como si estuviéramos en un cementerio. La nada hacía acto de presencia. Bartolomeu había desaparecido como nosotros en otro mundo, en otra dimensión ajena a la cotidianidad. Solo las horas estáticas nos diría donde estábamos. Perdidos, indecisos, desorientados. La sed nos vino y nos vimos arrodillados en uno de los arroyuelos que atravesaba esa espesura indefinible, interminable.  Caminamos y caminamos por ese paraje huido de la destrucción, de la devastación de las garras humanas. Entonces, escuchamos un grito. Un grito a una voz familiar. Bartolomeu. Nos estremecimos, un cierto sudor nos asfixiaba y  fuimos de nuevo al encuentro del coche. Nos metimos dentro.  Se acercaba como bestia dolida, herida. El auto otra vez comenzó a girar y girar sobre sí mismo. Cuando se detuvo nos encontramos en la carretera. Ya era de día y un sol trepidante y fiero atizaba nuestros ojos cansados. Llegamos a mi casa, pasamos, nos sentamos cada uno en un sillón tapizado de flores amarillas. Nos miramos, tristes, apesadumbrados, agarrados en el despido. Sí, recuerdo perfectamente aquella mañana. Una mañana de donde brotó un nuevo sueño, un nuevo empecinamiento tras lo sucedido. No he vuelto más a ver a Bartolomeu ¿Qué será de él? Y qué motivó en nuestras vidas, este cambio.

martes, enero 30, 2018

divagaciones


Invierno, la primera nevada y única es sonoridad de estas islas del atlántico. Un océano donde lo real se vuelve mágico en ronronear desastrado violín.  Suena.  Denso latigazo a ras de unas  manos dolidas.  La misma tonada durante el paso del tiempo ¿existe acaso? Solo la noche y el día rondando a nuestras espaldas. Invierno. Sábanas blancas tendidas sobre un monte; frío, esquelético, callado. Me revuelvo en mi mirada y la ausencia hace eco de un mañana distinto, tal vez insípido quizás feliz. No sé, lo cotidiano se vuelve avaro, agrestes dedos enraizados en cuerdas del saber. Rápido…rápido , el frescor de un nuevo nacimiento nos impulsa por despatarrados barrancos en un andar hacia abajo ¡El atlántico¡ Nos observamos perdiendo la noción del tiempo ¿existe acaso? Es el todo o es la nada…dudo…me condiciono a su lejano latido y sombreo cada huella blanca…muy blanca en la caída de la tarde espantando la mordedura infernal del desgaste, del agotamiento afincándome bajo la lluvia azul.

sábado, enero 27, 2018

horizontes en vertical


Horizontes en vertical.  Corpulentas montañas a las espaldas de la mirada perdida, en pena cuando la mar abriga sus sentidos.  Mientras canta el ronquido del oleaje los ojos se vuelven oscuridad, noche de los despertares al son elongación de los sueños. Desnudo no desvía sus pasos entre las escenas del hoy.  Suena la mar a tristeza. Suena la mar a náufragos. Suena la mar a libertad…Sí, una libertad acostada en  sus hombros cansados,  en su callar ante la rutina cotidiana.

miércoles, enero 24, 2018

Quieta..

Quieta. Remendando algún bolsillo roto, un bolsillo donde se retuerce su memoria que se disipa lentamente.  La noche entra con sus astros y misterios. Hechiceras incineran los restos enrarecidos de su huella del ayer y la calma la domina. Ya son muchos años…demasiados embriagados en una sola melodía del seguir con el aliento de sus pensamientos. Ahora, quieta…remendando algún bolsillo roto se empapa de todo lo que oscurece este mundo. Este minúsculo mundo. Ya no hay tiempo…no se pregunta si somos únicos, exclusivos de este universo caótico. Todo da igual. Quiere vivir el ya, este ahora convencida que los llantos de los que andan en el abismo incoherente con sus pisadas es un mal sueño de este planeta llamado tierra. Quieta. Sobrevive a las noticias con aliento a fetidez, con insinuaciones de penurias del ser humano. Sigue remendando algún bolsillo roto…Se detiene, mira el jarrón sobre la mesa. No tiene flores vivas sino secas, podridas. Se levanta y quieta las tira al cubo de la basura como si eso fuera a calmar su pena, la de los otros. De nuevo el jarrón posa en la mesa con un mantel de lunares rojos. Se sienta. Quieta. Remendando algún bolsillo roto, un bolsillo infinito donde toda duda tiene cabida. Titubea si quiere seguir. No, no seguirá. Se va en busca de su cama, una cama de finas sábanas donde habitará su descanso. Se tiende y cierra los ojos. Peces de acuarelas la visten, la desnudan en un inmenso océano también de acuarela. Abre los ojos y en su techo se dibujan añejas raíces, de acuarela también. Quieta. En la inmovilidad de sus gastados años ve la luz de la supervivencia y sus alas brotar en el sentido  de su existencia. Ya está bien, se dice, de tanta sangre desparramada en este enano globo azul, por qué es azul. Eso dicen…Quieta imagina verdes aguas brotando en cada foco de balas atropellando la belleza, la inocencia. Quieta imagina nubes de algodón acariciando el terror, el desasosiego de los cuerpos arrastrados por el mal del hombre  ¡Culpable¡  Si sois culpable de todo desastre, de toda ciudad o pueblo derruido, desnutrido. Quieta. Vuelve a remendar algún bolsillo roto… 

arboledas secas

Arboledas secas.
Aliento de hogueras que dan esperanza.
El surca de un agujero en el vientre aislado,
Tiznado de secretos eternos.
Andamos por los vastos caminos de la ausencia,
De la dejadez de nuestras manos acabadas.
Preguntar por el despertar,
Soles arrimados en un invierno gastado,
Pájaros picoteando las huellas reducidas a la insonoridad.
Arboledas secas.
       Olor a humedad vieja.

                El adiós. 

sábado, enero 20, 2018

no hay búsqueda

No hay búsqueda.
La nada solemne se entrega a los acantilados oscuros.
Un cierto desdén me hace estática,
Se apodera de las serpenteantes carreteras del silencio.
No hay búsqueda.
Es invierno,
Leves alfileres húmedos juegan en mi rostro.
Camino,
Me pauso vetando las manos muertas alejadas de todo brío.
Duermo,
Un letargo sonoro en los picos donde el tic-tac es inexistencia.
No hay búsqueda.

Remar y remar en huecos luceros de la eternidad.

jueves, enero 18, 2018

Rosas blancas...

Sigo el sentido del viento norte. Me ausento tras un ramos de rosas blancas…muy blancas. Imagino un canto feliz en cualquier rincón de esta atmósfera que nos acoge por cierto tiempo. Después todo se irá, seremos hijos de luz perdidos en un universo desconocido, misterioso. Imagino sol abrazando mis espaldas, cansadas, abiertas al rompiente oleaje de la memoria. No sé por qué siento la necesidad de silenciarme, de ser olvido cuando la luna perfecta y bella me vigila. Mis ojos se cierran y sigo con mi ramo de rosas blancas…muy blancas caminando por calles repetitivas, siempre lo mismo. Aburrimiento. Desgana. Desazón. Llueve livianamente, mis ramos de rosas blancas…muy blancas se van a echar a perder. No, no quiero. Imagino un gran paraguas dando zoco a mis rosas blancas…muy blancas. Y viene esa sombra de protección, viene con sus secuelas y su requemor. No, no quiero que me escuden. No necesito palabras manoseadas y hechas de antemano.  Entonces, busco un árbol. Todavía existen. Un gran árbol que arremete contra la lluvia y deja lucir mi ramo, el más hermoso, de rosas blancas…muy blancas. La llovizna se va y doy gracias a estas ancianas ramas que lucen todo su verdor por protegerme, no necesito más, silencio. Me ausento. Si, tras un ramos de rosas blancas…muy blancas. Este invierno es duro, muy cruel con las almas que cubren este planeta azul ¿Es azul? Da lo mismo. Yo lo veo oscuro, con un cierto gris que deja mucho que desear. Me gustaría que más allá de las estrellas, de los planetas existentes en otro lado de esta galaxia nos vigilasen ¿por qué no otro mundo? Y aprendiesen de cada error, de cada aberración cometida por nuestra sesera, nuestras manos. Vuelvo a casa, la vecina del segundo siempre tras su ventana de rejas ¡es horrible¡ Yo con mi ramo de rosas blancas…muy blancas. Ni la miro. Subo en el ascensor y abro la puerta. El aroma de lavandas impregna su estructura. Deposito el ramo bajo la foto de alguien que fue y es, sobre el piano. Es una foto simple, pero su sonrisa hace que el ramos de rosas blancas luzcan más blancas todavía. Me siento ante ella y soy feliz. La lluvia vuelve, retorna más violenta con su mordiente acero sobre las aceras. Ya es tarde, son las 12 de la noche, una noche especial para mí, aunque no sé por qué. He comprado este ramos de rosas blancas…muy blancas y un cierto regocijo impera en mi existencia. 



domingo, enero 14, 2018

OJos

Ojos ocultos.
Ojos sombreados de flores.
Ojos dormilones en el vasto designio de las huellas.
Ojos bellos, casi perfectos acariciando sus manos.
Ojos en pena caminando en aguas sucias.
Ojos cuya lágrima raja el rostro de la inocencia.
Ojos gélidos, inhóspitos, temblando de desdicha.
Ojos que vienen, que van en aceras cenizas.
Ojos detrás de murallas eternas, hambrientos, muertos.
Ojos  callados, desvaneciéndose en la fragilidad de la humanidad.

Ojos azules, verdes, negros, marrones y el blanco de la nada. 

viernes, enero 12, 2018

El balcón

Escavo los sonidos del alba. Me asomo al balcón, geranios rojos, blancos inundando su estructura. Me doy paso para embellecerme con las primeras tonadas de la jornada, perfecta, casi eterna en mis sentidos.  La polución aun está en calma, cacharros abogados al asfalto con el trepidante ronroneo de sus motores. Me molesta o tal vez no. Ahora solo quiero inspirar y espirar de esas filigranas solares primerizos atenuante de la sequedad y frialdad de mis manos. Me asomo al balcón, la memoria me escuece. No sé por qué ambulo sonámbula en un ayer manchado ¡ahí la memoria¡ La cogería por el cuello y la retorcería, le amputaría cada dolor, cada pena asentada en mis espaldas.  Sombra negra de lágrimas y fijamente miro  este despertar, el tiempo pasa pero siempre hay un resquicio de torbellinos turbulentos que ata cada uno de mis pensamientos.  Miro los geranios, habrá que quitar las hojas secas.  Cojo unas tijeras posadas en la mesa donde ellos sonríen y los podo. Así están mejor, hay que arrancar lo feo, lo malo, lo dañino aunque sus heridas no supuren. Los mirlos, mosquiteros y herrerillos comienzan su concierto y me pierdo en lo armónico, en lo gracioso, en la belleza  resultante de sus conversaciones.  No las entiendo pero hay algo de felicidad en sus corazoncillos. Pausadamente cierro los ojos, profundamente observo algo de mi esencia y continúo en la existencia secreta de las llagas.  Las desalojo. Me voy adentro, el gélido ambiente mañanero rompe mis pesadillas.  Me sitúo frente a un viejo aparato de música y suena Gorecky con su  sinfonía nº 3. Me siento y embelesada soy estática mirada de una pared, blanca, muy blanca. 

domingo, enero 07, 2018

Suena...

Sí, porque te da la gana. Invierno. Te desnudas ante un mar revuelto, violento y le echas cara. Lo miras fijamente y tus piernas te llevan hacía él, hasta sus entrañas.  Apareces poco tiempo después: intacta, renovada, mojada,  con alguna que otra herida. Y te da lo mismo. Siento temor…temor a tu valentía, a tu impulso brutal contra corriente. Sonrío o eso parezco. No, no tiene gracia. No hay nadie. Solo tú y yo y las olas. Estas olas que parecen cantar desesperadas, ansiosas a los ahogados.  Te vas. Regresas bajo tu techo donde las raíces del aliento te calman. Has entregado tu cuerpo a las algas y caracolas. Así eres. Estás feliz. Te sientas en un sillón desfondado y pones un disco. La música te hace cerrar los ojos. Viajas lejos, muy lejos…tanto…que no te puedo alcanzar. Tu cuerpo húmedo y frío tiembla al son de una melodía repetitiva, memorizada en tus carnes hasta que te duermes.  
El miedo espanta tu confianza. Acaso, no te fías de mí. No me va a pasar de nada, solo si la fatiga me golpea. Hoy me encuentro entera, masa carnosa que se desvive en este oleaje intenso, brutal. Tomo la calma y me dejo ir. No me voy aún bajo tierra. Regreso. Invierno. Me sigues con la mirada inquieta, pero no dices nada. Me desplomo en el sillón y siento la armonía de mis emociones. Mis ojos se eclipsan en el gélido ambiente y la música ¡Ay la música¡ coges una manta y me cubres, crees que duermo. No, no. Estoy vigilándote, cada paso que das por el pasillo en un ir y venir de preocupación, de mortificación por mi me hace gracia. Sí, eres graciosa, no comprendes aun mi naturaleza. Necesitaba ese baño. Limpiarme de todo mal en el jardín de las ballenas. No voy a conversar. No tengo ganas, quizás, cuando despierte. La luz nos dará calidez, la luz de los días que continuamos en equilibrio. Ahora descansaré.
Paso hojas de un viejo libro, su lectura es repetitiva pero absorbente. No me cansa. Ella duerme. Pongo mi oreja en su pecho y siento la pausa de la tranquilidad. Me aquieto, me introduzco en cada párrafo, para mi perfecto para suspirar. Es como el amor. Ese inquietante brío seduciendo cada jornada, cada instante. En el narra las vivencias de una partera en la edad media, una partera arrincona en un boscaje secreto y misterioso. Donde no sea descubierta. Una partera que con sus hierbas y aguas y a medida de la luna llena iba al encuentro de la criatura que tenía nacer. Todos en la noche de luna, cuando los lobos aullaban a su poderío y le hacían compañía por el peligroso y desconocido boscaje. Después desaparecía, como si viniera de la nada. Duerme. Invierno. El día oscurece y la música sigue palpitando, exhalando la serenidad. Me aproximo a su pecho y sus latidos andan aún en la calma. El sueño viene, viene con su baile de astros.

Se duerme con su libro favorito sobre su vientre ¿Qué soñará? Hace frío. Me levanto y me pongo un pijama, me acurruco al lado de ella. Mis manos frías se posan sobre las de ella, desprenden tibieza, una energía induciéndome a ser estática mientras la música suena.  

viernes, enero 05, 2018

Ella...

Rompiendo los túneles donde la luz no tiene cabida. Guardando en un viejo baúl cartas rotas de un ayer, de unos amores pasajero en tiempo que los relojes marcaban los latidos. Titubeando frente un espejo, se acaricia su rostro pálido, envejecido, decaído pero vital.  Y sus manos…sus manos frágiles, delgadas,  arrimada a las vivencias en el tacto de los años. Sonríe. Sí, sonríe a todos aquellos, a todas aquellas que han venerado su cuerpo ahora desnudo, flácido pero a la vez aún emocionante cuando el buen hacer de las miradas se convierte en pasión.  Y todavía se deja ir aunque el cansancio la arranque de su verticalidad del ayer. Ahí el ayer…su espíritu aun intacto a través de sus huellas viene a buscarla. Y ella, va con él. Las estaciones se detienen, el árbol que asoma a su ventana le habla, conversa en el verde resonar de su respiración, de su continuar. Sí, continuar hasta la hora del nicho, de cipreses avisando añejos cuervos.  La cuestión que ahora no tiene espera, no se quedará mirando una figura de la nada. La noche viene, ella sale.  El silencio la acoge aunque existe un viento invernal que perfila sus mejillas.  Ya no se detiene, no vale la pena.  A medida que sus pasos se extienden por la ciudad su corazón se agranda, se engarza a una luna llena. No sabe por qué siempre la ha amado. Dice que le da suerte en su búsqueda del amigo, de la amiga que hará sobresaltar sus sentidos. No pasa nada si no halla compañía, bajo su techo se liará a su edredón y soñará.  Leerá algún libro repetido y se acogerá a un suspiro de emoción. Medita. No hay tristeza, tal vez, una pizca de nostalgia. Una nostalgia que la lleva a sus acciones pasadas. Sabe de su celeridad es más torpe ahora, más apagada pero en ella se prende la ilusión, las ganas de germinar vida. La música. Ya entre sus paredes escucha una melodía, la repite una y otra vez y se erige hacía ese viejo baúl de cartas rotas de un ayer. No se arrepiente de hacerlas añicos. No quiere que quede rastro por lo que amo, por lo que sufrió. Será mejor quemarlas, se dice.  Va hasta la cocina y coge un cubo de aluminio, un pequeño cubo donde siempre hay siemprevivas. Introduce las cartas rotas poco y poco y las va quemando. Al final cenizas. Todos seremos cenizas. La madrugada la alcanza, siente una gata en celo. Se aproxima a la ventana, ya ha terminado. Le da gracias a la vida por todo lo que lleva sobre sus hombros y que ahora no es más que cenizas. Y mañana ¿qué será de ella? ¿quién vendrá?...y la luna sigue ahí. Sí, ahí, recordando que la existencia no ha terminado.  Sus manos serán envueltas con nuevas flores,  con nuevas historias de final quieto. Coge el cubo de aluminio con todas las cenizas y las echa en el viejo baúl. Lo cierra…lo clausura pero no se despide, ella sabe del aroma de cada carta de cada amante. Sonríe. Sí , sonríe como si hubiera vuelto a nacer. Su pelo cano, sus arrugas. Se enorgullece de sus travesías por besos alentados por la verdad, por la paz. Ella es natural, hija de los mares que cubren esta isla. Es como las olas, viene y va, va y viene. Libre…

                

miércoles, enero 03, 2018

Calles vacía

Calles vacía. Repuesta al ayer ¿Dónde está?  Tragados por cementerios obsoletos, impenetrables, aislados en la memoria.  Vamos hacía ellas y en el enjambre del recuerdo no llegamos a lo añejo, a nuestros antepasados de huesos. Todo se pierde, se ofusca en el paso del tiempo severo, voraz.  Ahora paseamos por aquí…sí…por donde la verticalidad del ayer aun es aroma en sus adoquines, en su tierra, en cada pared hambrienta de muerte. Calles vacía. Qué habrán visto. Seguro el paso de todo lo que somos, del todo lo que seremos. Habrá habido luchas incontenibles, llantos desesperantes pero también algún niño tirar de algún aro en la lejanía, palabras extendidas entre sus vecinos, en sus habitantes, la alegría sonora. Ahora, la nada.  De alguna manera tendremos que restaurar su vida. Calles vacía. Alcanza una mujer tendiendo sus sábanas blancas ,  alcanza el pan hogareño de un horno de leña…aquí llega su aroma…. Supone la pérdida vacilante de su entereza.  Buenos días calle, respiro de las añejas tejas que te cubre aún, de los pájaros mecidos en alguna pileta para quitar la sed. Calles vacías, se fueron los hombres, se fueron las mujeres y solo queda la destrucción lenta de tus historias pero la magia de los espíritus flotantes del pasado volverá, volverá y nos contará.

lunes, enero 01, 2018

Aun habito...

Aun habito en las cascadas somnolientas,
En el vasto pasillo de la memoria
Eternizando cada instante
En el aliento insonoro de tus ojos.
Aun habito ajena, lejana, ausente  en cipreses
Ramificándose por tumbas de cristal
A espera de la belleza de tu propósito.
Aun habito en una canción, monótona, infinita
Agarrada a tu garganta de acantilados solemnes.
Miro el vacío, lo profundo, la nada del silencio
Callo, lengua de latidos sangrientos en el paso de los años.
Aun habito en un reloj cuyo tic-tac me duele, me envejece

En los caminos intangibles a mis alas rajadas, ignotas. 

yo no te conozco...

Yo no te conozco.  Simplemente ando sobre tu faz como madre que me engendró en esta esfera. Sí, tú, madre tierra, atemperas cada suspiro alentando en el seguir por tus arboledas. Algunas secas, otras, rebosadas de vida. Te agradezco que seas cuenco donde me mezo en las aguas de las mareas tranquilas, cercanas al canto de la belleza. Pero aun así, yo no te conozco. Tu sabes todo sobre mí y yo solamente navego en tus barrancos hacia arriba, hacia abajo,  en modo que tu caparazón protector me hace rendirme, creer en ti. Y ahora empezamos un nuevo año o  lo que sea…no sé…son tanto los propósitos que vagaran en la nada…son tanto las desolaciones anunciando la ineptitud humana y sin embargo creo que pueda existir un cambio. Un cambio de los pensamientos aliente la paz, las buenas  maneras de hacer. Yo no te conozco. Eres hechicera alojando unas variopintas sensaciones bajo este sol que ahora prima. El entendimiento no me alcanza, no llega a ser criatura hermosa embarcada en los corazones decaídos, lánguidos, desnutridos, bombardeados por la tempestad  colérica del poder. Yo no te conozco.  Siempre igual, hoy jornada espléndida en estas ínsulas donde los roques alaban la serenidad de los espíritus ¡Ven¡ ¡Ven tierra madre¡ Se consejera de las armas del mal. Extermina los grotescos gozos de la sangre esparcidas por los campos aislados de la esperanza. ¡Silencio ¡ Sí, quiero silencio nada más. Palomas blancas extasiadas de las miradas longevas de la paz. Yo no te conozco. Solo medito el sentido de tu olor, viejo o nuevo según como se mire ¡Ay amante misteriosa¡ Silbo y las chácaras nacen a efectos de un ritual de deseos para este día que empiezan.