jueves, noviembre 29, 2018

LOS SIETE RISCOS...7


7
Cuando todos los feligreses se difuminaron en sus deberes el cura de la iglesia salió, silencio, se dirigió al convento benedictino. Allí, los monjes estaban en consejo de importancia después de los maitines reunidos donde comían. Conversando de los sucesos que achacaban a la diminuta ciudad en esos meses. El abad tomaba la palabra y preocupado por los hechos se llevaba las manos a la cabeza. El sabía lo que ocurría, mientras, el cura ignorante no encontraba la solución del por qué ese mal cuando la mañana asoma. Pidió el callar a los cenobitas que eran monjes sujetos al abad y vivían en el convento. A un ermitaño que andaba de paso lo miraba fijamente. Tú, serás el elegido ante este atropello de las mañanas, ante este terror que vive está aldea pecadora en el continuar de los días. Toco y toco la gran puerta de madera del monasterio pero nadie abrió, por un momento se fijo en su alrededor  y en esos sietes riscos rodeando la aldea. Ellas culpables, se dijo para sí mismo. Ellas, vengadoras de mi gente los ha cegado y creen que el infierno con el fin de sus vidas se aproxima, lento, pero se aproxima. Ellas merecen el peor de castigos, la muerte. El párroco al no sentir nada entró. Todo era vacío, nadie ambulaba por aquella arquitectura monástica. Se dirigió al comedor, donde los monjes se reunían pero la puerta de este también estaba cerrada. Puso su oída en ella y escuchó una voz de su interior, era el abad. No distinguía muy bien lo que hablaba pero sospechaba que sería algún tema relacionado con los movimientos de tierra existentes, con el pánico suscitado en la población. Entró sin pedir permiso lo que el abad con ojos de furia y severo lo miró. No, no se llevaban bien. Un malestar existía desde hace años por esas condenas a los más indefensos, por esas torturas habidas sin solidez que las amparara. Lo echó como se echa la malévola presencia ante los ojos desteñidos de sufrimiento ¡Fuera¡ dijo. Estamos reunidos. Cuando acabe me conversaré con usted señor cura. Un señor cura que se sintió tormentoso, tempestuoso, agrio, áspero, solo. Fue hasta el patio central, miro el cielo las nubes espesas se iban acumulando en la aldea ¡Brujas¡ ¡Más que malditas brujas¡ , se dijo en tono desaforado…

domingo, noviembre 25, 2018

LOS SIETES RISCOS. ..6


6
Y todo era temblor, tanto , que los árboles emanados en la misma aldea desprendían sus raíces de la honda tierra y caía, tanto, que las hojas desparramadas a ras del suelo agonizaban en un llanto  de sangre. Los rostros se paralizaban y estáticos miraban al cielo. Un cielo inmutable, sereno, con el los filigranas solares deslumbrados los ojos abiertos de terror de las gentes de ese pueblo. Se abría la superficie pero nadie caía muerto en sus fosas, solo el temblor.  La culpa los espantaba, los escandalizaban. No se movían sino dejaba que la mañana dejara como de costumbre de estremecer sus tullidas seseras. Sí, la culpa. Se sentían pecadores ante la iglesia, ese gran iglesia construida en medio de esa especie de ciudad. Cuando acababa, todos, con la celeridad de sus almas adulteradas iban a ella. A esa iglesia de siglos donde seguro que con sus rezos de rodillas los salvaría un día más. Entonces, por una de sus columnas salía el cura, el sabedor de todos los hechos y tempestuoso declamaba una oración. “ Por la fe de Dios, nuestro dios, nuestro padre nos reunimos aquí como verdad de la purificación. El os perdona, os salva de cada pecado cometido mientras sigáis con la promesa de profesar sus reglas, sus palabras ¡oh Díos¡ perdona a estas personas , personas que algún mal han cometido y por ello perdónalos ¡Alabanza al señor¡ nuestro Dios. Ya podéis ir tranquilos, la calma viene con el perdón ¡Alabanza al señor¡ Todos con la cabeza gacha murmurando la oración “ Alabanza al señor, que nos pernode. Cual mía …culpa mía”. Cada cual iba a sus labores, esos quehaceres propios  como si no hubiera pasado nada, como si ese perdón los aliviara por esa jornada de una aldea destinada en una isla en medio de los océanos, rodeada por los sietes ricos de las siete mujeres...




miércoles, noviembre 21, 2018

LOS SIETE RISCOS..5


 5
Los lamentos aparte, desconocido para estas siete mujeres de los sietes riscos. Se sentían conformes con las pisadas dadas cuando su vida se abriga de la aldea, de la gran aldea. Ellas seguían con el tarareo inacabable con el paso de ese amanecer tan pletórico para cada una de  ellas, como si nacieran de nuevo enroscadas a la fortaleza de lo bonancible, de lo bueno para ese estado ahora de cárceles prendidas por cada uno de los siete riscos. El remordimiento de cada una de sus hechos, de sus cavilaciones, de sus actuaciones las llevaba a erupcionar como hijas de callados besos, de callados caricias a medida que las estaciones pasaban. Sí, erupcionar con la respiración profunda de sus sentidos, siempre, en vertical . Ausentes de la necesidad de comunicación con cada uno de los aldeanos. Cada una de ellas sabía que se encontraban ahí, en cada uno de los riscos al derredor del extenso pueblo. Es como si fueran vigías eternas de lo que allí debajo pasaba. Satisfechas con cada acción del ayer seguían con la tonada a medida que la mañana se estiraba hasta el gozo del sol en su plenitud. Una plenitud que las llevaba a un canto unísono, un canto que hacía siempre estremecer la faz donde ambulaba aquellos que se burlaron, que atacaron, que manipularon para que las siete mujeres de los siete riscos terminarán así. “ Vivir, vivir y vivir. Hemos vivido tantas cosas , tantos hechos que ahora somos hijas de sutiles palpitaciones de las aves que nos abrigan cuando la mañana gira y gira entornos a nuestras manos satisfechas, sensibles, emocionadas cuando despertamos y somos reflejo de los soles guardianas en la cumbre de su alegría. Ven sol…ven. Hemos vivido tantas cosas que ya no buscamos. Nos encontramos en las entrañas recónditas de nuestros latidos aun visibles, aun existentes en la conmemoración de una nueva jornada. Nosotras mujeres, mujeres hechizadas por el curso de estos manantiales secretos. De ellos beberemos. De ellos nos alimentaremos y llegará el día en que nuestra vida sea espejo de otras, de muchas otras. Hemos vivido tantas cosas que el soplo de este viento del norte nos anuncia ya el mañana. Un mañana donde las flores maduras nos recogerán con sus brazos abiertos”.  Y la altea temblaba, existía un cierto temor, miedo a estas. Sangraban de prejuicios, de supersticiones elaborada por la propia iglesia…




domingo, noviembre 18, 2018

LOS SIETE RISCOS...4


4
He dicho tantas cosas
En el moliente sendero de alas caídas
Que soy encuentro con la voz dormida
En los vientos nortes.
He dicho tantas cosas
En la muralla de lo oscuro
Que ahora me busco, me encuentro
En los vientos nortes.
He dicho tantas cosas
Donde se agazapa frágiles pensamientos
Que ya no escucho, que ya no menciono
En los vientos nortes.
He dicho tantas cosas
Donde impera la mentira de los amaneceres
Que en el silencio despierto
En los vientos nortes.
He dicho tantas cosas
Muertas en el olvido, desheredadas
Que soy espíritu vertical
En los vientos nortes.
He dicho tantas cosas
Rotas en el empeño sordo
Que ahora soy vigía de luz
En los vientos nortes.
He dicho tantas cosas
Donde el cansar se acuesta a mis espaldas
Que ahora libre curso los deseos
En los vientos nortes.

Y las siete mujeres de los siete riscos así cantaban, cada una con su paso, cuando el turno las alumbraba en el eco del amanecer.  Se acogían un cielo despejado pero de nubes venideras de lluvia. La aldea estática parecía también circular en sus hábitos cotidianos, costumbres presas del miedo, del terror a la cruz en llamas apagadas en cada recoveco de su inmensidad. Ahí viene la lluvia, riscos plagados de arroyuelos aletargados que ahora eclosionaban con el valor corriente abajo. Y las siente mujeres dde los siete riscos continuaban cantando la misma balada del alba. El alba…el alba impregnado por el renacer de lo verde en un lugar yermo, áspero, usurero. Tierra agradecida cuando unas pocas gotas acarician su piel libre, a la intemperie de las emociones. Libre como las siete mujeres de esos siete riscos. Alimentadas por el delicioso y frágil aroma de la naturaleza, de lo salvaje…




sábado, noviembre 17, 2018

LOS SIETE RISCOS....3


3
Los siete riscos cuando eran amenizados por la corriente del alba tomaban la tonada de la madre tierra, de esa siete mujeres presas en la soledad y el callar. Amanecía con la tonada de un otoño soleado que incidía en una de las cuevas a medida que tiempo recorría el horizonte eterno. Ellas, llevadas por el despertar esbozaban cierto grito en medio de aquel virgen espacio. Las sietes se acercaban a la entrada de la cueva y cerraban cada una mientras el movimiento del sol las seguía los ojos. Elevaban los brazos como ola que viene y las llevan a una respiración profunda en medio de rocas laváticas de miles de años. Ellas, las siete mujeres , no se conocían , solo, el aliento gélido de la mañana llevaba cada una de sus voces, sus siete voces a la otra. Por ello no se sentían solas en ese templo natural del silencio. Solo, salpicado por algún ave a la caza de su presa. Luego, se miraban sus manos, en ellas giraban todo el placer humano, de sus sentidos destinado al aislamiento pero con la confluencia de la naturaleza. Abrían los ojos, los catorce ojos paulatinamente y con el ritmo del astro rey y examinaban todo lo que tenían a sus alrededores. Hondas, profundas se sentían satisfechas, cada una en su risco. Riscos que marcaba el paso de horas a medida que ellas cantaban la canción del abandono, del desahucio de la aldea donde habían nacido, crecido con las vertientes negativas para otros. Ellas, las siete mujeres de los siete ricos se hallaban en la plenitud, eran felices. Aunque el otoño apriete el crepúsculo del día las atizabas de una alegría inmensa. Una alegría ausente en las mentes escalabraras de la aldea, la enorme aldea. Y el canto empezó cronometrado por la naturaleza, cada una anunciaba en ese  chillido desmesurado sus deseos, sus propósitos. …

viernes, noviembre 16, 2018

LOS SIETE RISCOS...2


2
Los siete riscos con formas dispares , con rocas amorfas y filamentosas que prohibía todo pasa para cualquiera de la aldea. Una aldea grande, conformada por una iglesia donde epicentro de sus movimientos. Una arquitectura amplia, convencida de que así llegaría a su Dios ¡Qué Dios¡, me pregunto. Un Dios erguido en la conciencia de sus fieles a ras de la muerte de la libertad, de la paz. Todos asentados en ella como si fuera tempestad que no hay que despertar sino elogiarla, levantarla, pulirla de rezos y rezos a cada momento cuando las campanas replican. Todo lo demás era tierra, tierra fértil donde se quiera que se mirará y más allá envuelta por un mar precipitado en cierto punto de un mundo donde se creían únicos, exclusivos de su adorado Dios. Una isla, sí es solo una isla en medio en el más extenso de los océanos y solo una orden inducida a las más severas penas cuando alguna alma propagaba su lucidez. Todos ojos cerrados. Todas riendas de una fe ciega. Todos ignorantes de las verdades de aquellas siete mujeres de los siete riscos. Ahí la nada soportaba con todo su esplendor el espectáculo más allá de las mareas. Ellas podían ver, cada una en su risco, otras maneras de vida, otras formas de absorber la frenética brisa fuerte del otoño, del invierno, de un día cualquiera. De los siete riscos caía en su larga cabellera hasta llegar a la aldea todas las formas de naturaleza de aquella ínsula. Tabaibas, cardones y un etc  de elementos nacidos de la madre naturaleza. Llegar a los sietes riscos era prácticamente imposible, solo las siete mujeres, solo los aborígenes antecesores de la  mentira danzaban con sus saltos en ellos ayudados por un palo, un palo grande. Nadie lo sabía pero, allí, en los siete riscos ya había sido habitado. No por estas siete mujeres sino por las vidas ahora esclavas de sus antecesores. Vidas calladas en el tortuoso trabajo diario. Vidas amputadas ante el poder aberrante de unas creencias que empoderaba el rechazo. Vidas tratadas como absurdas, bajas, menospreciados por aquellos considerados avanzados...CONTINUARÁ

jueves, noviembre 15, 2018

LOS SIETE RISCOS


Y  corría el siglo XVI, los riscos se amontonaban en siete , en siete diabólicas cavernas, según decían, de mujeres expulsadas del pueblo. Siete eran ellas, Siete  almas vigilante de las cimas de todo lo que cursaba abajo, en la aldea. Sus miradas se perdían en las nieblas de un otoño precoz, duro, cruel, sombra de sus ojos blancos de tanta oscuridad. Fueron arrancadas de sus vidas cotidianas con el rajar de sus quehaceres , de sus saberes. Una escribía lo censurado, una leía lo prohibido, una sanaba con sus manos maduras en la noche cuando lo prohibido saltaba la muralla, una era partera con los métodos por ella misma creados y malignos ante la comunidad, una era música de las bellas melodías en un convento donde todo era clausura, una era en sus pensamientos vestía trajes de hombres y cabalgaba más allá del horizonte donde las olas rajan la libertad y llegamos la última aquella que pintaba todo mal de aquella sociedad y sus creencias.  Ahora vivían en el aislamiento, en esos riscos donde nadie podría llegar, donde nadie debía ir. Las llevaron para que ellas mismas se cruzarán con su propia muerte habiendo ya sido torturadas en esa atmósfera enrarecida de una aldea donde las órdenes la dictaba la iglesia.  Una religión manoseteada por cruces en la deriva de todo lo que era pecado. Nacer mujer ya lo era en sí, catalogadas como bestias del callar y de la nada. Una sociedad marcada por hombres recelosos, envidiosos, usureros de su potencial, de su fuerza. Siete eran ellas, siete almas vigilantes en las cimas de los riscos. Mujeres con cicatrices ante la devastación de sus cuerpos ante el más cruel de los castigos. Amarradas por las manos, por las piernas, por el cuello, por la cintura. Arrastradas ante un público hermético, carcomidos por ideas erróneas. Pasadas por hogueras donde el fuego y la muerte jugaba a las carcajadas de las miradas que creían que serían su salvación, miradas hechizadas por el santo oficio. Siete riscos, siete mujeres. Desnudas, que solo se alimentaban de la dejadez de los campos cultivados cuando la noche llegaba.  El gran poder pensaba que así sanarían, creían que la muerte las sacudiría sino volvían a la normalidad. Y las siete almas vigilantes de las cimas seguían sus propios ritmos , se transmitían entre unas y otras cada pensamiento, cada deseo, cada fuerza para mantenerlas en vertical con el aliento que nutria sus huesos. No se conocían, pero lo sabían. Sabían que habían siete riscos, siete cavernas donde siete mujeres se entregaban a su arte, a su pasión con el paso del tiempo….


LOS SIETE RISCOS....


1

Y  corría el siglo XVI, los riscos se amontonaban en siete , en siete diabólicas cavernas, según decían, de mujeres expulsadas del pueblo. Siete eran ellas, Siete  almas vigilante de las cimas de todo lo que cursaba abajo, en la aldea. Sus miradas se perdían en las nieblas de un otoño precoz, duro, cruel, sombra de sus ojos blancos de tanta oscuridad. Fueron arrancadas de sus vidas cotidianas con el rajar de sus quehaceres , de sus saberes. Una escribía lo censurado, una leía lo prohibido, una sanaba con sus manos maduras en la noche cuando lo prohibido saltaba la muralla, una era partera con los métodos por ella misma creados y malignos ante la comunidad, una era música de las bellas melodías en un convento donde todo era clausura, una era en sus pensamientos vestía trajes de hombres y cabalgaba más allá del horizonte donde las olas rajan la libertad y llegamos la última aquella que pintaba todo mal de aquella sociedad y sus creencias.  Ahora vivían en el aislamiento, en esos riscos donde nadie podría llegar, donde nadie debía ir. Las llevaron para que ellas mismas se cruzarán con su propia muerte habiendo ya sido torturadas en esa atmósfera enrarecida de una aldea donde las órdenes la dictaba la iglesia.  Una religión manoseteada por cruces en la deriva de todo lo que era pecado. Nacer mujer ya lo era en sí, catalogadas como bestias del callar y de la nada. Una sociedad marcada por hombres recelosos, envidiosos, usureros de su potencial, de su fuerza. Siete eran ellas, siete almas vigilantes en las cimas de los riscos. Mujeres con cicatrices ante la devastación de sus cuerpos ante el más cruel de los castigos. Amarradas por las manos, por las piernas, por el cuello, por la cintura. Arrastradas ante un público hermético, carcomidos por ideas erróneas. Pasadas por hogueras donde el fuego y la muerte jugaba a las carcajadas de las miradas que creían que serían su salvación, miradas hechizadas por el santo oficio. Siete riscos, siete mujeres. Desnudas, que solo se alimentaban de la dejadez de los campos cultivados cuando la noche llegaba.  El gran poder pensaba que así sanarían, creían que la muerte las sacudiría sino volvían a la normalidad. Y las siete almas vigilantes de las cimas seguían sus propios ritmos , se transmitían entre unas y otras cada pensamiento, cada deseo, cada fuerza para mantenerlas en vertical con el aliento que nutria sus huesos. No se conocían, pero lo sabían. Sabían que habían siete riscos, siete cavernas donde siete mujeres se entregaban a su arte, a su pasión con el paso del tiempo….CONTINUARÁ


miércoles, noviembre 14, 2018

El ave...


 Temprano. Es temprano, la borrasca impertinente ya ha pasado. Un lago se revuelve en la calma pero ya está calmo. Un ave azul, amarilla, verde posa en una rama que cae hacía el lago.

Ave:
Voy al encuentro de mi presa. Aquí esperaré hasta que allá una oportunidad. Paciente, vigilante, emplumada al son de un mal tiempo ido. Esperaré que las aguas vuelvan a la tranquilidad.
Pez:
No, no estoy protegido. Sé que me acecha desde lo alto. Yo indeciso no se qué hacer, aquí no hay donde de esconderse de ese ave azul, amarilla, verde. Veo la muerte como la de otros en el curso de una vida que no se sabe cuando finaliza. He de aprovechar, seguro que me cogerá con su pico grosero y picoteara, hará sangrar mi existencia hasta la muerte, la muerte…
Ave:
Un disparo ¡Qué es lo que escucho¡ El tormento de mis plumas, de mi cuerpo. El cazador está ahí. Yo observando mi presa y el observándome a mi o está en mi búsqueda. Pero existe una diferencia, lo mío es para sobrevivir, lo de él es pura diversión; asesinar por asesinar. Mejor me recojo pero con estos colores quien no me ve. Tengo que comer. Tengo hambre, mucha hambre. Después de la tormenta llega la serenidad meditaba yo y que podría seguir el rumbo de mi vida. Volar y volar…lejos, muy lejos.
Pez:
Los sonidos aquí en las profundidades son perceptibles. Ando alguno con escopeta en mano implicando que tal vez el ave de plumas azul, amarilla y verde tal vez se pudra en la tierra. Yo me salvaré por ahora.
Cazadores:
Venimos a jugar. Jugar a disparar el ave más hermosa de este lugar. La cazaremos y la llevaremos para que todos la vean. Me sonreirán y yo me quedaré orgulloso. La belleza en mis manos, cruzada por una bala. Venga muchachos, vamos. Aquí está cerca de nosotros, a ver quién es el primero. A ese lo invitaremos a unos vinos.
Ave:
 Ahí está la monstruosidad de este mundo. Se ríen. Yo seré premio de sus malévolas armas. Me siento caer.
(Se escucha un disparo)
Estoy muerta o no. Estoy ahora en el lago , en sus profundidades. Frente a mí, mi presa. Me mira, me examina y comprendo a la muerte. Ya no más volaré por la madre tierra en busca de cobijo. Ya no más volveré a cantar cuando las luces del alba me dicen ya es hora. Y mi presa, frente a mí. Ella aunque no la haya atrapado se deduce el disgustos. También puede ser alma destrozada en ese juego humano.
Cazadores:
La has cazado.
La has cazado.
Sí , la he cazado pero ha caído en el lago, en lo hondo de  vientre. Qué haré ahora. No la habéis visto, es las más bellas de las aves. Estaba en una rama con sus tonos azul, amarillo, verde. Ah…maldición, no podré mostrar el trofeo. Pero vosotros lo habéis visto como caía hacía el fondo. Entonces, vámonos a unos vinitos.
Pez:
¡Muerte¡ ¡Muerte¡ Se van, se han olvidado de mi. La verdad que es bella con sus tonos amarillo, azul, verde. Matar por matar. Así son las enrarecidas ideas de lo humano, de esos que dicen que tienen razón ¡Qué bella es¡ No me hubiera importado que se alimentara de mí, es un honor ¡Muerte¡ ¡Muerte¡

El ave...


 Temprano. Es temprano, la borrasca impertinente ya ha pasado. Un lago se revuelve en la calma pero ya está calmo. Un ave azul, amarilla, verde posa en una rama que cae hacía el lago.

Ave:
Voy al encuentro de mi presa. Aquí esperaré hasta que allá una oportunidad. Paciente, vigilante, emplumada al son de un mal tiempo ido. Esperaré que las aguas vuelvan a la tranquilidad.
Pez:
No, no estoy protegido. Sé que me acecha desde lo alto. Yo indeciso no se qué hacer, aquí no hay donde de esconderse de ese ave azul, amarilla, verde. Veo la muerte como la de otros en el curso de una vida que no se sabe cuando finaliza. He de aprovechar, seguro que me cogerá con su pico grosero y picoteara, hará sangrar mi existencia hasta la muerte, la muerte…
Ave:
Un disparo ¡Qué es lo que escucho¡ El tormento de mis plumas, de mi cuerpo. El cazador está ahí. Yo observando mi presa y el observándome a mi o está en mi búsqueda. Pero existe una diferencia, lo mío es para sobrevivir, lo de él es pura diversión; asesinar por asesinar. Mejor me recojo pero con estos colores quien no me ve. Tengo que comer. Tengo hambre, mucha hambre. Después de la tormenta llega la serenidad meditaba yo y que podría seguir el rumbo de mi vida. Volar y volar…lejos, muy lejos.
Pez:
Los sonidos aquí en las profundidades son perceptibles. Ando alguno con escopeta en mano implicando que tal vez el ave de plumas azul, amarilla y verde tal vez se pudra en la tierra. Yo me salvaré por ahora.
Cazadores:
Venimos a jugar. Jugar a disparar el ave más hermosa de este lugar. La cazaremos y la llevaremos para que todos la vean. Me sonreirán y yo me quedaré orgulloso. La belleza en mis manos, cruzada por una bala. Venga muchachos, vamos. Aquí está cerca de nosotros, a ver quién es el primero. A ese lo invitaremos a unos vinos.
Ave:
 Ahí está la monstruosidad de este mundo. Se ríen. Yo seré premio de sus malévolas armas. Me siento caer.
(Se escucha un disparo)
Estoy muerta o no. Estoy ahora en el lago , en sus profundidades. Frente a mí, mi presa. Me mira, me examina y comprendo a la muerte. Ya no más volaré por la madre tierra en busca de cobijo. Ya no más volveré a cantar cuando las luces del alba me dicen ya es hora. Y mi presa, frente a mí. Ella aunque no la haya atrapado se deduce el disgustos. También puede ser alma destrozada en ese juego humano.
Cazadores:
La has cazado.
La has cazado.
Sí , la he cazado pero ha caído en el lago, en lo hondo de  vientre. Qué haré ahora. No la habéis visto, es las más bellas de las aves. Estaba en una rama con sus tonos azul, amarillo, verde. Ah…maldición, no podré mostrar el trofeo. Pero vosotros lo habéis visto como caía hacía el fondo. Entonces, vámonos a unos vinitos.
Pez:
¡Muerte¡ ¡Muerte¡ Se van, se han olvidado de mi. La verdad que es bella con sus tonos amarillo, azul, verde. Matar por matar. Así son las enrarecidas ideas de lo humano, de esos que dicen que tienen razón ¡Qué bella es¡ No me hubiera importado que se alimentara de mí, es un honor ¡Muerte¡ ¡Muerte¡

martes, noviembre 13, 2018

El pajarillo


 Y el pajarillo se zambullía eufórico hasta su presa. Y el pajarillo azul, verde se sumergía en las profundidades de su existencia. Y el pajarillo, cuando la jornada se elevaba iba a su encuentro. Al encuentro de un gran pez. Sí, grande. Tanto…que era grato el atrevimiento de planear por esas lagunas. Y el pajarillo inquieto, con el cosquilleo del hambre iba hasta allí. Lo vigilaba de las alturas hasta el instante oportuno. El pajarillo azul, verde quería su pez grande. Y el pajarillo lo llevo a la orilla de aquel lugar solitario y comenzó a picotearlo. Dubitativo se detuvo, correteo y se lanzó al aire que aguantaba su escaso peso. Y el pajarillo se fue alegre, vivaracho para  posarse en una rama. Sí, grande. Tanto…que un desfile de hormigas pasaba ante él. Y el pajarillo azul, verde descanso en el embeleso de las sombras de aquel árbol. Y el pajarillo, libre, alzó su vuelo. Se fue lejos, muy lejos, donde todo cambia al ritmo del tic-tac interno. Y el pajarillo mientras avanzaba sintió que su vientre se movía. Y el pajarillo supo lo que pasaba y construyó un nido. Y el pajarillo azul, verde puso sus huevos y en el transcurso de los días brotaron pajarillos- pez. Y el pajarillo sorprendido se preguntaba que harían ¿ podrían volar? Y el pajarillo no sabe cómo pero les enseño en el sueño de una bóveda celeste.  Y el pajarillo como sabía que pertenecían a dos vidas en paralelo y vertical los enseñó a bucear. Y el pajarillo cuando se despidieron con el arte de la supervivencia y la existencia se fue. Se fue lejos, muy lejos….


viernes, noviembre 09, 2018

Mis manos...


Mis manos, las examino, las observo. Secuelas de las vivencias que transcurren en el paso de los otoños. Mis manos, caricia entre ellas convergiendo en el sabor de los sentidos. Mis manos, aquí están. Yo también estoy aquí respirando de la brisa temprana cuando los pajarillos de diversas tonalidades alcanzan mi balcón. Mis manos, elocuentes en el vagar en las profundidades marinas en busca de caracolas para enviar mensajes subterráneos en el misterio que mueve el alma. Mis manos, abrazadas a la vez que sus andanzas se vierten en dejadez. Mis manos, planicie donde el revolotear de las palabras se consumen en la nada. Mis manos, avanzan sembradas de monólogos vacíos. Mis manos, en alto, asumen la huída en el oleaje agresivo del silencio, de la sombra que las seduce con su arrugada música. Mis manos…



miércoles, noviembre 07, 2018

Gotas



Gotas
Suculentos alientos
Evaporados en el vertiginoso callar.
Cuerpos arrastrados al alba
Con notas de esperanza.
Una lágrima,
Desangrar de los acantilados
En los violentos oleajes.
Pasos
Asimilados en el vacío,
En la oquedad de la voz dormida.

martes, noviembre 06, 2018

CAÍA LA TARDE


 Caía la tarde, el con su paseo diario cuando el sol desaparecía en el horizonte. En el día de hoy le apetecía arrimarse a la playa, ya , a esas horas, la nada la rondaría. Quería sentir el aliento de la soledad, el aliento de la brisa marina en su rostro. Sus pisadas se reflejaban en la huella que dejaba después de que las olillas la lamieran. Ese día, un otoño encendido en el fresco se sentía extraño, en su imagen se dibujaba el encuentro de algo. Tenía ese tipo de presentimiento que no obedecemos en el ritmo de los días de hallarse con alguien flotando en el sereno océano. Una imagen fugaz y vertiginosa que se disipó mientras caminaba, mientras le acusaba el olvido. Se detuvo, miró el horizonte y un enrojecimiento de su tez lo hizo caer en el recuerdo, un cuerpo flotante en la inmensidad del mar. Un cuerpo en columpiar de la marea.  No lo pensó, se quito la camisa y fue a por él. Casi inmóvil, casi muerto,  lo trajo hasta la orilla. Le hizo la maniobra del boca a boca hasta que este fue tomando conciencia. Lo cogió entre sus brazos y lo apretó contra su pecho abrigándolo con su camisa ¿Qué haría con él? Por sus rasgos no era u niño de ese lugar. Por su cabeza paso lo que tenía que pasar ¿Y si avisaba a la policía? Se lo llevarían al hospital pero luego dejado al aire en un centro de menores, una cárcel disimulada para los que vienen de lejos , muy lejos…El se rompió , no sabía por qué lloraba…sería por ese niño frágil, muy frágil. Por qué sabía lo que sería su mañana cuando su entereza lo cubriera, se vería con otros chicos maliciosos tal vez. No…no sé cómo explicar. Que lo conducirían a la caída. Desconfiado y meticuloso de que alguien lo viera se lo llevó bajo su techo. Lo acostó en su cama y lo tapó para que ese cuerpo cogiera calor. Sus sienes parecían estallar ¿ qué hacer? Esperaría a que el chico se recuperara y después conversaría con él. Llamaría a sus amigos más próximos y les contaría. Una cierta lastima desquiciaba su corazón, lágrimas impotentes esparcidas por el pasillos y un grito mantenido ante el horror humano. Solo es un niño, solo es un niño…se repetía mientras penaba. La noche ya era prieta, el niño dormía y el cavilaba en su dolor. Una especie de cariño lo acercaba a esa pobre criatura nacida en las tierras del mal, emergidas en las mareas de los huesos. Indeciso pensó que lo mejor sería mejor que se quedará con el todavía. Sí, todavía hasta que la realidad los encharcara con barrotes de hiel. Se asomó en el balcón un cielo apagado de estrellas ante la luminosidad de las calles lo paralelizaban. Y el dolor se hacía más profundo a medida que las horas pasaban. Tendría que comunicarse con él ¿Hablaría su idioma? Lo más seguro que no. Hizo otra llamada a un centro seguro dedicado a la defensa de la emigración y el refugiado. Una idea se apilaba en su cabeza, tal vez, saldría bien. Se recostó en el sofá de su salón en el callar de la noche ¿qué sería de su familia?, se preguntaba. Ahogados en el hambriento mar. Tac, Tac…su corazón parecía salir de su pecho. Respiró hondo, muy hondo y se dejo dormir para que el mañana fuera lo qué fuera. Al menos el niño está vivo y una paz lo cubrió en las horas de la oscuridad, y un callar lo cubrió en un sosiego que lo miraba en sus sueños.

sábado, noviembre 03, 2018

NOVIEMBRE


He buscado en los sentidos verticales de la existencia y todo se derrama en aberraciones a la madre naturaleza. Sin embargo, le suplico con el vientre abierto dame aliento para mirar los cernícalos pasar. El canto se apaga en esta esfera plagada de enfermas cavilaciones conducidas por lo horroroso. Sin embargo, la belleza atiende a veces a mis oraciones al universo que nos rodea. Un universo de dioses, donde las manos agitadas por las hogueras del mal ensucian su propia tierra, su propio mar. Me doy cuenta de lo inhumano de esta esfera donde el girar y girar vertiginoso de riscos nos llevan un abismo inconcreto, sin entendimiento para muchos. Sin embargo, busco. Busco en la  intemperie de esos campos de escarcha donde los ojos de muerte son venideros. Busco en el estómago rajado donde las moscas carcomen la entereza. Busco en los náufragos huidos de batallas inagotables. Sí, he buscado y no hallo la limpieza de las manos, solo, el silencio de los océanos mientras el dolor agita sus entrañas. He buscado el grito de la verdad, de la pureza de los corazones, de las ramas al viento y , solo, encuentro oscuridad.

jueves, noviembre 01, 2018

Secretos...


Secretos,
Ojos blancos
La muralla del cosmos
Vuelo de mariposa revoltoso
Tu llegada cercana
El descanso.

He dicho tantas cosas...


 He dicho tantas cosas que ya el suculento conversar con el viento entorpece mi garganta rota. Espero el amanecer, horizonte con la plenitud de aves marinas que se aproximan a la arena. Mis palabras se agitan y son vertebradas secuelas de un adiós, de un agotamiento recóndito donde las profundidades de un océano me recogen. He realizado tantas cosas que ya los ojos inconclusos sobre mesas blancas se adormecen en el temblor de una hoja otoñal. Y el viento viene y sigo tras de él, le hablo pero cansada abandono mis pensamientos y miro tras la ventana. El oleaje quiebra en un sollozo lejano, ausente. El vacío muestra una playa muda, pausada, con el aleteo sereno de su naturaleza. He vivido tantas cosas que ahora soy propuesta a la neutralidad de los sentidos. Y el viento viene, aquí está con su traje de hojarasca tirando y tirando de mi. Me retuerzo en su mirada blanca y renazco otra vez. Aquí estoy, lenta, invisible, desaparecida de las vertientes del norte.