jueves, septiembre 30, 2010

Creías...


Querías alcanzar tu meta. Esa meta que algunos saboreamos en nuestros sueños como empujo de la vida. No necesitabas de ninguna religión que inundan este planeta con variopintos dioses. No. Tú creías en ti misma, ser vertiente de un jardín donde tus manos siembran en un pedazo minúsculo de tierra los deseos, las esperanzas. Tú creías en el ser humano, en la naturaleza como presencia que no posee algún herrumbre que te pueda marchitar, acabar definitivamente con la belleza de los sueños. Eso no es así, bien lo sabes, siempre hay alguien que desea varar, que te frena, que te borra, que te entorpece en tus actos para lograr aquello que luchas. También sabe que la fuerza positiva y constructiva puede esquivar, puede extinguir, puede eclipsar aquellos contratiempos para ser cima y entrega de aquello que amas. Querías alcanzar tu meta. Pero tú intransigente contigo misma te contrariabas, te desesperabas, te caías en ti misma y ese girar y girar da ceguedad a tus huellas, aquellos que has sembrado y recoges con el baile cínico de la soledad. ¡Soledad¡ Vaya acompañante te fuiste a buscar. Pero la quieres después de las tempestades de la vida. La adoras como amor ideal que con su hermosura engañosa te permite ser parte del aire, de la lluvia, del viento, de la armonía del silencio. ¿Y tus metas? Están todavía ahí, en tu lecho de mirada de muerte, esperando. Esperando que tu cruce por la existencia no sea más traje de ortigas, no sea más desanimadas sonatas de la nada, de la nada….

martes, septiembre 28, 2010

Melena a riendas del viento....(poema)








Melena a riendas del viento
Cuando las hogueras negras
De la oscuridad se lamenta
Con el temprano canto agónico
De una tierra que cae en el olvido.
Rocas sensibles retornan
Como caricia de su piel
Cuando densos torrentes de penas
Son puentes que has de pasar
Para hallar esa acequia de la que beberás
Las alegrías de unos labios sobre tus senos, sobre tu vientre.
Frescor que retoma el advenir
De una atmósfera con destellos de mensajes de paz
Enraizándose con la veracidad de un amor
Entre manos de distintas tonalidades
Ráfaga de la buenaventura.
Las miradas se cruzan y engullen esas lágrimas
Como alimento para la fertilidad de los valles, de los corazones
Libres en el prodigioso camino donde batalla de flores
Gravitan con el hermoso canto de las sílfides.

lunes, septiembre 27, 2010


Soñaba en la ausencia de la espera lo maravilloso del océano en el regazo de una bóveda verde deshabitada de esas palabras que como brasas llaman al eclipse de la alegría. Soñaba en la inmensidad arrugada azul como la paz era campana que quema y quema los agitados precipicios de la soledad, como el presente ido ya es bosque donde desaparece los rastros de la nostalgia. Soñaba entre espumas y salitre al compás de mi corazón el canto de las caracolas que retornan a ese olvidado jardín

domingo, septiembre 26, 2010

¡Míralas¡ ¡Escúchalas¡


La Luna emerge con el reflejo de mujeres
Que por su condición de hilos
Que manejan el sexo opuesto
Son reas de la pobreza, de trabajos infrahumanos.
¡Míralas¡ ¡Escúchalas¡
Como andan alineadas a una nube de ortigas,
Con un alba retazos de un son que las lleva por tierras secas,
Con un pantano abisal donde giran y giran en las tinieblas.
Tenebroso despertar para ellas
Cada vez más atrapadas, cada vez más extinguidas
En la danza marginada de sus rostros.
¡Rostros anónimos¡
¡Rostros desangrados¡
¡Rostros sin ojos¡
Impotentes escalan esa cumbre imaginaria
Donde sus manos son raíces de un arroyuelo
En continua lucha por ser amante de un cascada
Que cae en libertad, en paz, en igualdad.
¡Pero no¡
¡Míralas¡ ¡Escúchalas¡
Agrestes habitan playas donde empozadas tiranías
Las hace hojarasca, sombra sin huella
Cuya desnutrición las hace siervas de cuervos blancos, de cuervos negros
Diseminando sus llantos, sus penas por la orbe.

miércoles, septiembre 22, 2010

Subterránea...(poesía)

Subterránea, soy subterránea.
Velero que se escabulle en la marejada
De magmas fríos que recitan la ausencia.
Vestida de arena soy metamorfosis a gaviota
Que en su girar y girar en las llamas blancas
De una luna que se va
Deja caer una lluvia fina sobre mi piel de papel.
Arrugada, deshojada, fragmentada
Me vuelvo y mi sombra desaparece
A medida que mi garganta rajada ante un grito
Olvida su esencia, ese perfume incoloro
Rastros de un ayer.

martes, septiembre 21, 2010

El habitat del ayer

Avanzaba bajo las inclemencias de una tempestad invernal. Copos albinos no arreciaban a su paso aventurado por esas carreteras serpenteantes de la cumbre. Una cumbre amistosa y enamorada con el palpitar vil de la naturaleza. Avanzaba con un rumbo incierto, buscando un lugar adecuado para el refugio ante la pesada tormenta. Ya se había olvidado de usa sus piquetas para escalar una montaña helada que se encontraba en ese grandioso y espectacular lugar. ¿Para que? ¿ Por qué quería trepar? Se preguntaba. Será porque ansiaba reconocer su voluntad, satisfacer una verdad. La verdad de que sus fuerzas son aún pasto de la esperanza en los sueños que se iban manejando en cada crepúsculo. ¡Pero no¡ aunque tal estado existiera en la fe que lo atrapaba la climatología del lugar en ese día eran obstáculo insalvable, imposible de derribar. Anda en busca del refugio, una cabaña bien conocida donde todos los montañeros y senderistas tenían cabida cuando necesitaban del descanso.
A veces debido al comienzo perturbador del agotamiento caminaba sin ritmo. Caía sobre el manto blando pero de nuevo se alzaba, sus fuerzas eran animadas por su espíritu incansable. Se levantaba y le daba la sensación que pasaba por la misma zona una y otra vez, que daba círculos. Se quedaba de pie desorientado, con sus ojos extasiados, recordando. Recordando donde podría estar ese techo que lo guardaría de morir congelado. Recordando lo a gusto que estaba en su casa en la orilla del mar. Allí el sol ronronea siempre, la calidez asciende por su cuerpo sintiéndose agazapado en una nube de ensueño. Pero, hoy, quería escalar. El último suspiro lo auxiliaba. Tras un tiempo zumbando en la indecisión albergó en sus ojos un punto de luz amarilla que se mezclaba con las minúsculas borlas blancas que caían de ese cielo virgen. Se apresuró, su celeridad tomo relevo al cansancio que lo impregnaba en el presagio de la muerte. Con zancadas verticales se dirigió a ese foco luminoso y estático. Ello, le suministraba oxigeno para el renacer de su vigor, era flor que sonríe al alba. Al llegar ante aquella masa de madera y con la ilusión impregnando sus pensamiento por el atemperar que sentiría cuando estuviera dentro antes de de palpar sus palmas en la puerta miró por uno de sus pequeñas ventanas para hacerse una idea de cómo se hallaba el ambiente. “¡Muy bien¡”, se dijo para sus adentros. “ Hoy no hay mucha gente así podré reposar en tranquilidad hasta que esta tormenta se disipe. Aunque es extraño. Con este tiempo…Y no hay nadie”. Ante la extrañeza de no ver a nadie y al mismo tiempo la chimenea extinguida se erigió a la puerta. Suavemente sus puños se cerraron y tocaron aquella puerta. ¡Nada¡ Nadie le abría. Nadie respondía a la presencia de sus nudos helados sobre aquella añeja madera. Solo, el susurro del viento era compañero y saludo a su viaje por aquel vergel blanquecino de la tierra. Lo intentó de nuevo. ¡Nada¡ La insonoridad que traslucía aquel cobijo le arrebató toda serenidad. Solo la nevada terrible e implacable y él como parte de ese paisaje. Otra vez sus manos fueron bruces de aquella puerta, tal fue su golpe que se abrió. Sorprendido ante el frío asesino del exterior y la ausencia de algún ser semejante a él en el interior le rondó la duda. Inspeccionó con sus ojos cansados y extasiados todo. ¡No había nadie¡ Solamente una pequeña chimenea con un hilo de humo daba signo de vida. “¡Qué extraño¡”, se comentó así mismo frunciendo su arrugada frente. La desolación que presentaba la tiranía del tiempo lo invitó a entrar. Cerró la puerta, sus pisadas sentían la paz que concurría en su interior: un crujir satinado del calor que aun gravitaba en sus paredes, en su suelo. Por un momento miró la ventana observando como la lluvia albina continuaba y continuaba. Tras unos instantes mirando lo que había dejado atrás se dirigió a la chimenea. ¡Quería encenderla¡ Avivar esas llamas vigorosas para ser agazapado en la calidez. “Enciéndete hoguera mía. Haz de tu calor abrazo a mi cuerpo”. Cuando hubo conseguido prender aquella fogata cayó en una desorientación. No sabía que hacer. Sentía ganas de hablar con alguien pero ¿con quién? La nada ambulaba por aquel lugar como sonámbula acompañante de su llegada. Se sentó en una de las sillas de aquella choza. Somnoliento se embarcó en un mar dulce de sueños que lo alejaba de toda dureza con la se había topado. Al instante, ese instante cuando el sueño comienza abrigarte sintió algo. Notó sobre su hombro un peso. Algo se había posado sobre él como pajarillo que va de rama en rama cuando la aurora se ciñe al esplendor del astro rey. Algo plomizo como si una columna de hierro fría lo apisonara. El temor lo invadió sin saber cual era la razón de ello. No quería girarse y encontrarse con ese misterio que soportaba su mente. “¡Qué será¡ ¡Qué será¡” indagaba en su interior “¿Qué se habrá acostado sobre mi hombro con tal silencio súbito?”

Se hallaba algo desorientado por el agotamiento y el entumecimiento que ferozmente recorría sus extremidades, su espíritu. Pero el enigma lo quería afrontar, quería saber quien andaba detrás de él. Se giró y su faz endurecida por la atroz emboscada de aquel monte se paralizó al ver la sombra estática que se hallaba allí. Cara a cara con un ser anómalo. Su rostro se retorció en una palidez suprema, en una confusión dando alas a su sangre para que vertiginosa llegara a su cerebro y entrar en calor. No supo mediar palabras con la imagen presente, se congeló todo deseo de entablar conversación al chocar con algo fuera de lo normal. Sí, era un ser fuera de lo normal. Como especie de una figura de porcelana que tomaba dimensiones humanas. Su tez era blanca como el resplandor de la luna cuando cautiva a la tierra en los nocturnos. Sus ojos inertes, sin el brillo que todo ser posee cuando la vida lo ampara. Parecía un cadáver. Con un movimiento brusco intento desquitarse de él o de ella. ¿Cuál era su sexo? Solo deseaba que la mano de ese ser anormal se alejara de él. Lo empujó. Un empujón engendrado por el escalonar del miedo, del terror. “¡Apártate de mi¡ ¡Fuera de aquí¡ ¡¿Quién eres? “, gritó. Aquel ser raro ante su quejido estridente que él vociferaba se desmigajó, cayó al suelo en pedazos incontables.
Él no salía de su asombro ni de su pánico. Intentó dar unos pasos pero sus movimientos habían quedado invalidados ante aquel evento. “¡Dios santo¡ ¿Qué hago yo ahora? Esto no puede ser. ¡Estoy delirando o es real¡ Es como si muertos y desaparecidos de este lugar viniesen a mi. Pero no lo son. Mi alma candente en vida, en seguir fluyendo por los caminos que ofrece este mundo se tropieza ahora con algo fuera de lo normal. ¿A qué es debido?. Este ser inanimado que tan sólo con tocarlo se convierte en cenizas”, se preguntaba así mismo.
No sabía que hacer. Si largarse de la cabaña con el mal tiempo y donde seguro que perecería o quedarse ahí y tomarlo todo como un mal sueño. Pero no. ¡No¡ Noto que de una de las habitaciones que poseía esa choza y que daba la pequeña cocina se oían unos pasos. Unos pasos que venían hacia donde él se encontraba. Se quedó quieto ante la incertidumbre. “Quizás sea alguien de carne y hueso como yo. Borro todo lo de atrás porque solo fue un sueño. Sí, una especie de alucinación amasada por mi mente por el sufrimiento que he pasado”. Sus palabras lo enderezaron, consiguiendo de nuevo confianza en si mismo. Aunque la atmósfera que lo rodeaba era casi asfixiante movilizó sus piernas. Rezaba en su interior, concentrando su fe en alguien semejante a él pero en esos pasos que se aproximaban más y más emitían un sonido desconocido. Sudaba, temblaba. Una sombra comenzó a percibirse por el suelo de la cabaña, una sombra impregnada de oscuridad. Presentía la misma frialdad y la ausencia de calidez en lo que iba a desembarcar en el salón. ¡Otro cuerpo¡¡Otro rostro¡ Otro ser extraño se acercaba a él igual que antes pero había algo distinto. ¡Sus ojos¡ Sus ojos poseían vida. Una vida tragada y consumida por el lamento. Lloraba. Igual que antes la confusión lo atacó. No sabía reconocer si era hombre, si era mujer. Ello, ya, le era indiferente. Sólo ansiaba hallar el por qué ¿Por qué estos seres desviados de las corrientes llamativas de la vida venían a él?
Se encontraba en una cuerda floja. El aflorar de esas lágrimas, la pena que cuajaba…Intentó aproximarse lentamente, como si fuera acariciar una mariposa. Pero de nuevo aquel ser fue parte del suelo en infinitos pedazos que cayeron como purpurina. Se arrodilló e intentó rozar con sus yemas parte de aquellos fragmentos. Fragmentos que iban desapareciendo a medida que el rozaba su piel con ellos. A él acudió un intenso viento, viento que iba poco a poco pasando pasajes de su vida. ¡Su vida¡ ¿Qué había sido de ella? “ Mi vida…”, se dijo melancólico “….siempre al margen de un círculo brioso en el apogeo de la amistad. Siempre con esas lanzas envenenadas a las riendas que yo tomaba mi vida. Con mi ser como absurdo para el amor. El silencio rompe mis palabras. Parece que la tormenta es calma”. Empezaba a entender como había perdido sus años en la soledad, como sus palabras eran ininteligibles por aquellos que no amaban la libertad, el amor. Ahora entendía su forma de andar por el mundo. Debía de dar un giro. Huir de todo lo que hasta ahora era su vida. Se acordó de su diario. Se levantó del suelo y con paso firme con el oleaje de su memoria fue hasta el. Lo tomo en sus manos y leyó la primera página:
“ Grandes son las batallas del alma.
Tanto, como el deseo de volar
Por esos campos no tan lejanos
Donde tu voz canta.
Canta como aliada de la plateada
En su cara oculta.
Canta como arboleda enjaulada
Por los agrios grilletes de la polución.
Canta con el arte de tus alas
De ser verdad de las miradas
Que alba se esconde.
Canta como singladura transpirable
En el apogeo de la belleza, de la belleza…

Su voz se apagó como las estrellas en la bienvenida del alba, como los pinos que afuera le esperaban con la ida del viento. Comprendió que aquellos dos seres formaban parte de él. Reflejo de su alma. Una la aislada y la otra naufraga de su tristeza.
¡La puerta suena¡ Un barullo se escucha. Se levanta y ante sus ojos aparece el guarda de aquellos montes acompañado de unos muchachos. El, parece cansado pero es indiferente a la fatiga.

sábado, septiembre 18, 2010

FLORES QUE SONRIEN...(POEMA)

Flores que sonríen con los últimos luceros
Cuando a zancadas verticales somos apogeo de un abrazo
Sobre nuestros cuerpos en esas sábanas blancas
Que da el oxígeno suficiente para ser corriente de golondrinas
En las aceras de una urbe donde se mezcla ajenas miradas.
Flores que sonríen bajo el acogedor sol del crepúsculo
Como escudo infalible de unos labios que rozan ante el adiós perecedero.
Somos espíritus que rompen contra diques las amenazas de la caída
Iniciando así un navegar retumbando en parajes insomnes
A la espera que la danza de nuestros senos, de nuestros labios
Sean al compás de las luces apagadas de la jornada.

viernes, septiembre 17, 2010

SOBREVIVIENTE...(RELATO)

Era sobreviviente de uno de esos nocturnos balanceados por el campo irrisorio de las constelaciones. Cuando despertó, cuando sus párpados palpitaban en los primeros influjos del sol sus ojos husmearon todo su derredor. Paredes blancas, muebles blancos, cortinas blancas. Le daba la impresión de hallarse en su propia tumba. Le daba la impresión que un gran fragmento de ella se había extinguido en el paso de las noches. Quiso levantarse, elevarse de esa cama sudorosa y asomarse a la ventana para contemplar los primeros luceros del al alba. Quiso abrazarse a si misma para comprobar de que aún era existencia, de que su respiración lenta aún era parte de ella. Quiso acariciarse sus senos, su vientre, su muslo para ver que su piel no era hielo. Quiso borrarse de esa habitación de atmósfera extraña. No pudo. Las sábanas estaban pegadas a su cuerpo como si fuera piel de ella. Se horrorizó. Una congoja grave la visitaba y se acentuaba más con el paso de las horas. ¡Las horas¡ Interminables. Horas que resonaban como años. Se deshizo entonces en sus pensamientos y de este cavilar sibilino alargo un puente sinuoso hasta su alma. Y, allí, en lo más turbio de los rincones la hallo. Estaba ausente, perdida, girando sobre si misma. Su alma también era blanca. Un alma en el regazo de espinos. Se sentía morir. Era estado examine imposible salvar. La muerte la rondaba, le daba sombra. Comprobó que se hallaba frente un paisaje cenizo de sus singladuras por la vida. Ahogada en el la luz de la existencia era la nada, la nada…. Quería entonces conciliarse con su alma. Ser amigas, ir juntas de la mano a ese nuevo mundo donde tierra y cemento la transformaría en polvo que vuela por el universo. Deseaba con sus últimas fuerzas darle color, darle viveza. Esa viveza que se había ahogado e inundado de flaquezas a lo largo de los años. Pero no. Su alma ya no escuchaba, ya no le llegaba los latidos pálidos de su corazón. Su antiguo esplendor era ahora mohíno sobre una vaguada de sueños putrefactos. Una y otra vez intentó reanimarla, darle una tonada de esperanza para que jugara con el nuevo alba. “Todo será distinto”, le decía. “ A partir de hoy verás que todo saldrá bien querida amiga mía”. El alma ante sus palabras serenas y llenas de una vitalidad casi extinguida ni se inmutaba, era blanca. Era un círculo glacial impenetrable, inexplotable. Sorda a todo impulso que tomaba ella para sobrevivir a una nueva jornada.

miércoles, septiembre 15, 2010


Te encojes en una hoguera en medio de barrancos por donde corre la luz mortecina hasta llegar a una playa donde serás hospedada en el gozo de los corazones danzarines al son del oleaje.

martes, septiembre 14, 2010

No se, deseaba cantar...(poema)

No se, deseaba cantar
Fluir por esas dunas
Con las olas como acompañantes
De un horizonte no muy lejano.
Ven a mí, te decía
La música lo es todo.
Reposo mis sensaciones
Y al unísono cabalgamos
Nutriéndonos de amor,
Absorbiendo de ese jugo esencial
Que perfuma la caricia honesta.
No se, deseaba cantar
Ser transparente mezcolanza de caracolas y sal
Y partir con el incesante tintineo de mis alas
Hacia las rutas del viento norte.
Allí un círculo de llamas me hablará
Sobre los rincones sibilinos de esta tierra.
Allí un círculo de llamas cantará conmigo
La calidez de los cuerpos cuando se mecen con el silencio, la paz, la esperanza…
No se, deseaba cantar
Con el eco acogedor de las ramas
En esos montes donde se siembra la belleza,
El paso de los días con la madre naturaleza como cabaña
Donde nos acurrucamos con nuestros sueños.

lunes, septiembre 13, 2010

Aun así...(poema)


Aun así navegas por esferas de coral
Con el aliento de esa brisa
Que te lleva por el paraíso de los sueños.
Tu vientre intacto emana la algidez de las gaviotas
Gravitando por la densa espuma
Hasta caer en salones donde un violín callado
Te disipa de la hambruna que se cuece en tus carnes
De ser beso de pálidos recuerdos.

De este muro...(poemas)


Desde este muro contemplo la caída de las flores,
Esas raíces que se engendran en el transcurso de las horas
Que llegan con un homogéneo fondo a ras de mi desnudez.
Retumba la bóveda entre un celeste y un cenizo sonido
Que hace del lamento un olvido.
Un olvido que con su asombro de borrar lo de ayer
Se transporta a un mañana en que lento, muy lento
Nos enraizamos cara al aire.
Me descubro y en el tintineo de árboles que se evaden
Cuelgo mi melancolía, rasgo ese incesante revuelo de lágrimas
Hipnotizadas por una luna muda.
Sí, desde este muro infinito soy fuente de gratitud,
Soy ave que vigila el remar y remar repetitivo
De aquellos, como yo, se expanden y contrae
En esta orbe de la que se engendran cerrojos
A las singladuras de tus manos de papel.

miércoles, septiembre 08, 2010

El aliento de la vida...


Te yertas en el refulgente perfume que deja una cascada cuando penetras y al otro lado en su eco cavernoso descubres hojarasca y una piedra en su suelo. Te sientas sobre ella y en medio del canturreo monótono y sereno del agua divagas. Tus labios son humedecidos por la leve oscuridad aunque más allá de ese telón fino de agua el día es murmullo de aves y un sol que luce su cabellera áurea en un mecer de la brisa. Sentada sobre la roca apoyas tu barbilla en uno de tus brazos, meditas sobre como este mundo avanza hacia más pobreza, más mendigos que con su aliento de caja de cartón y periódicos sucios ambulan por esa ciudad que perteneces. La derrota te traiciona e invisible a todo ser tu llanto mana sesgando cada recuerdo, cada imagen que ante ti ha evolucionado. Eres amante de tus sueños por muy ilusos que sean, por muy una y otra vez tengas que pasar por puentes de cuchillos. Te enamoras de la vida, de esta tierra que con sus luces de verano te despierta y hace que llames a ese río por el que todos fluimos. Te declaras como un ser de la lluvia, del viento, de las astros flotantes en el universo y no te limitas a saborear las superficies de los humanos sino que te introduces por sus misterios, en ese vestido verdadero que ocultamos muy adentro. Te yertas de nuevo, dejas esa piedra y consumes tu pisadas sobre hojas húmedas. Sales de la cascada. La jornada no ha corrido mucho, el astro rey se halla en su punto más álgido. Las aves callan en cambio las ramas de los árboles con su verdor más esplendido bailan con el aliento de la vida, de la vida…

sábado, septiembre 04, 2010

tu sueño

Ibas caminando por la orilla de una playa donde su barra de rocas azabache se reflejaba en tu mirada. La terquedad y la dejadez te envolvían en un manto de nostalgia, en un sueño con tus ojos abiertos a cada paso que dabas. Las primeras tonadas del alba te daban cierta belleza especial, con tu rostro de madurez, con tus manos caídas y mecidas por la brisa. En ese momento me soñabas, me componías en lo más profundo de tu mente como mujer de tu deseo, de tus ilusiones, de tu esperanza. Por ello, me puse ante ti y te hablé, te hablé…
- Hola ¿Cómo estás? ¿Cómo te llamas?
Tus mejillas se ruborizaron. Un encender de fuegos rojizos estremeció tu cuerpo. Sí, yo lo sentía. Yo lo sabía.
- Duen me llamo- me dijiste y no más. Tu timidez te agazapo en el silencio.
- Duen te llamas. Nombre bonito. Debería haber una estrella. Un astro del alba que se llamara Duen. Una estrella que por su brillo y la estela que conforma divisará las huellas bonancibles que va dejando el ser humano. Me decías algo. Me saludabas. Por ello me detenido. Me he puesto ante ti porque creí que me estabas llamando.
No decías palabras. Tu mudez era esencia de tus ojos. Ay, esa mirada que todo lo cuenta, hasta el más mínimo detalle. Me mirabas aunque querías apartar tus ojos de mí, querías llevarlo a otro sueño pero yo soy tu sueño, tu deseo, tu esperanza.

jueves, septiembre 02, 2010

Mírame...(poesía)



Mírame, la belleza de mis ojos
Muestras el equilibrio tierra-naturaleza.
Mi inocente tacto, es suave
Y ahora y ayer y mañana soy sombra
De vuestros hombros
Con un quejido estremecedor
Que hace correr la sangre de mi paz.
Mírame, giro en un mundo de hielo
Y a palos soy apaleado una y otra vez
Hasta que la muerte viste mis llamaradas oscuras.
Persigo la libertad, el crecimiento natural
Cuando me observan esos brillantes infinitos del nocturno.
Mírame, avanzo a una destrucción provocada
Por las aberraciones y distorsión de unas ideas
Que se hallan mezcladas con inanimado mecer de la sensibilidad.
Caigo en pozos negros cuyas tristes tonadas
Me aíslan entre el terror y tinieblas.
Indefensa soy dolor, soy llantos, solo llantos…
Me observas luna y en ti veo reflejada la mortandad
Que se reserva a mi especie y a otros que giran y giran
Al compás del viento, la lluvia, el día, la noche…