En las profundidades, donde los rayos solares se ocultan navegaba ella
entre caballitos de mar. Sus ojos oscilaban en el secreto que estos guardaban.
Ellos, libres, movidos por las mareas a lugares dispares. Ella, bien, se sentía
en un mundo, en una atmósfera de lo común. Ellos la llevarían al misterio y en
su mirada descubriría lo que ellos guardaban. No se lo diría nadie para que la
especie no desapareciera como tantas otras. Se lo agarraría en una parte de su
reconditez hasta
hallar la persona idónea del secreto. Llegaron a una cueva submarina, al principio
temerosa y luego segura se introdujo. Y allí vio lo que tenía que ver. En un rincón amplio no
había agua. Se sorprendió al ver seres extraños o no tantos ahí. Seres que
creían muertos en el suceso de los ahogamientos por naufragios. En ese lugar inexistente
para la razón humana había una existencia, sin embargo, por lo oscuro de la
gruta sus ojos eran blancos. Tan blancos que la luz que desprendía la
distorsionaban, la hacían perderse en sí misma, la echaban, como si ella no
perteneciera a ese fragmento de vida todavía rondando en el planeta tierra y
más exactas en sus profundidades. Tan blancos que ya la tumba no sacudía a sus
almas huídas. Tan blancos que la pureza de sus movimientos la maravillaba. Tan
blancos en bondad que de su asombro y encanto no despertaba. Dio media vuelta y
buceando se marchó, por un momento miró atrás y tanto los caballitos como la
gruta desapareció en lo hondo del océano. Llego a la superficie y a lo lejos
avistó un cayuco y detrás delfines en la danza de la muerte. Cerró los ojos por
un instante y cuando los abrió la nada. No sabía bien que sentimiento expresar
si dolor o preocupación. Lo que no cabe duda que esos tragados por el malestar
del oleaje encontraran un lugar, allí, donde los caballitos marinos son
guardianes de los mares. En la orilla, todavía con el crepúsculo de la mañana,
el vacío alborotaba la playa. Cogió sus cosas y de nuevo miró atrás, un
horizonte plagado de cierta melancolía la recorría con sus malvas y naranjas
tonalidades. La tristeza la embargó y por unos instantes se sentó frente a las
olas. Sí, las olas, donde rompe con las negras rocas magmáticas. Olió la lluvia
que venía, una tristeza la atizaba pero el secreto de los caballitos de mar no
podía saberse. Ella se retorcía por momentos y luego cuando prendió la marcha a
su casa un cierto sabor a alegría de vida la iba rejuveneciendo en sus pasos
torpes.
Este blog esta bajo los derecho de autor para cualquier información laguna198@hotmail.com Lo escrito son ideas primigenias que después se han corregir y alterar.
lunes, octubre 29, 2018
martes, octubre 23, 2018
MUJER QUE HA PERDIDO SU PECHO
Te vigilo. Tú no lo sabes, a veces la amistad nos hace
valientes y saboreamos las pisadas que damos. Voy detrás de ti. Sé que la
noticia no ha sido nada buena. Pero, sin embargo, aquí estoy de calle en calle
a ver dónde vas. Como me imaginaba siempre al mismo lugar, a la costa donde el
oleaje rompe con rocas negras. No es compasión, solo preocupación de saber cómo
andas. No te das cuenta. Estás de espalda, sumisa en tus pensamientos.
Pensamientos en el hoy retorciendo, estrangulando tu vientre. Te quitas los
zapatos y te sientas. Miras el horizonte
suplicando, soñando con un mañana mejor. Me gustaría decirte que no te aferres
al silencio, qué vengas a mí y te explayes con cualquier ocurrencia.
Sola. Quiero estar sola. Las noticias del médico no son
favorables. Estoy enferma ¿Cómo soportarlo? Ella me sigue, cree que no lo sé.
Pero sí, está detrás a una distancia prudente, protectora. Parezco caer en las
cárceles del adiós ¿ Como levantarme? Alzar estas piernas que tiemblan y dar
algún que otro paso. Aquí, en mi sitio, estoy bien. El mar, el mar…dicen que se
lleva las penas. Las mía está tan arraigada que me siento fatigada, confusa.
Tendré que luchar, soportar lo indescriptible en el paso de los días. Me da
igual perder mi pecho, solo es un bulto más en mi cuerpo ¡Mi cuerpo¡ Lo que no
soporto es el dolor ¡No¡ ¡No¡ Lo suplico, no quiero dolor, la agonía de la
muerte. Miro este océano y me da cierta calma, cierta serenidad.
Mira…mira a donde estoy. Estoy aquí para ver tus lágrimas.
No voy a consolarte pero el aislamiento no es bonancible. Todo lo que importa
es tu yo, esa reconditez de tu aliento que nos envuelve en una sonrisa, en una
paz venidera. Anda, levántate ya y vírate. Te he venido a buscar. Desatiendes
mi sombra y no sé qué. Esta sumisa en ti misma. Ya entiendo, te comprendo. La
dejo y vuelvo a casa, ya retornará cuando la sequedad de su llanto se haya
evaporado en surcar de las horas. Me siento algo impotente, no sé porqué a
ella.
Se ha ido. Yo me quedaré aquí hasta que la luna me explique
un por qué. Estoy despechada por la vida, por la vida…pero habrá que vencer.
Vencer, ja. Qué sencillo es decirlo. Qué fácil es estar detrás del telón
mientras van sucediendo las escenas de la angustia, del dolor. La marea está
subiendo, llega hasta mis tobillos y yo aquí. Iré a por su abrazo cuando la
luna me de alguna excusa del por qué¡ Por qué soy oscuridad¡ Parece que no nos
va tocar pero aquí está con su maldad. Me defenderé ¡Sí¡ Haré todo lo que sea
posible mientras sobreviva a lo que me viene. Cara a cara con la muerte. Cara a
cara con precipicios. Vencer y vencer. Hay que ganar a la maligna enfermedad.
viernes, octubre 19, 2018
HAMBRE
Hambre. Un frío extremo nos azota rondado las tumbas
anónimas del sur, del norte. Mis huesos me lleva donde se desencadena el caos
de moscas. Mis ojos suplican , penan ante la mirada de un mundo intangible,
intocable. Tiendo mis manos al sol y logró un poco de tibiez. Tengo que ser
fuerte, mis hijos vendrán detrás, vendrán con la insonoridad felicidad, vendrán
con las ventiscas de un precipicio borrando sus años. Los miro y mi espíritu
tiembla impotente ante la visión de su mañana. Hambre. Aguas pestilentes que
los entregan al adiós, a una muerte que esboza una infancia perdida ¿Qué hacer?
La ayuda no llega, campos de guerras se entrecruzan y hace nuestros pasos por
la vida más cruel. Hambre, tanta, que me destierra a un rincón de una
verticalidad anulada con el paso de los años, de los meses ¡Qué se vayan¡ Sí,
el sufrimiento se alarga demasiado, estrambótico. Hambre…¡Ya no hay llantos¡
¡Ya no hay heridas¡ Vacío..
martes, octubre 16, 2018
Voy por las calles...
Voy por las calles en un nuevo crepúsculo del día o eso
creo. No sé , cada instante, cada esquina te puede sorprender una mirada, una
mirada honda donde los ecos frágiles de mi vientre se estremecen. Pero no me
detengo o me detengo. Suspiro y dejo ir esos sueños del quizás, del tal vez. Me
amarro a una farola y disimulo la distancia o no, todo puede ser. Su sombra me
recorre proporcional a mis pisadas al vacío de la ciudad, a lo que tendré que
andar hasta llegar hasta sus ojos. Sin embargo, ahora los toco o no, los beso o
no, los acaricio con el sutil abrazo de
mis pensamientos o no. Simplemente solo queda un recuerdo, una imagen que se extinguirá
con los soles venideros. Pero yo me empecino, la pesadez de los sentidos, de
las emociones me hace vagar ausente de lo real y vertiginosamente sueño y sueño
y no dejaré de soñar. Agazapada en las luces del alba una lucha derrama febrilmente
el caos, el adiós o no. Nunca se sabe querida. Y retorno bajo mi techo, y me
siento frente una pantalla muda, esperando alguna lágrima. No, no. De sensiblería
nada. Mis párpados caen y me dejo ir.
Sí, te pienso, te instalo en mis subterráneos deseos y te amo. Nunca lo sabrás.
Basta. La reconditez del secreto produce serenidad, una tranquilidad o no. Qué
los años pasan y una aprende a no rodar hasta el caos. Bueno, atravieso la
oscura pradera de los mares y me mezo en su violento oleaje ¿Qué expresar de
esto? Siempre al final me quedo observando, examinado mis manos: extrañas,
gastadas, nutridas por el viento infértil de ti. Sí, de ti o no. Me engancho a
la sonrisa, porqué no reír de mi misma o no ¡La vida¡ ¡La vida¡ Ay la vida, tan
simple como compleja según lo hagamos.
domingo, octubre 14, 2018
Silencio...
Silencio.
Aves corretean el abismo de días
Endurecidos por el tremor del aliento.
Silencio.
Voy de camino de tus ojos
En el caos de un viento indeciso.
Silencio.
Florecen las manos en las horas
A medida que me envuelvo en soles desérticos.
Silencio.
Calles húmedas, calles insanas
Alborotando los peinados montes en las lejanía.
Silencio.
Aquí estoy…estoy aquí, con el susurro del vientre
Tembloroso, estremecido por tu presencia.
Silencio.
Besos desfondados,
pasos callados
Y el arrinconar de tu
invisible aroma.
Silencio.
Continúo en el camino de los astros,
De los sueños emergentes en tu lumbre.
jueves, octubre 11, 2018
Date prisa...
Date prisa, mucha prisa, le decía las paredes cuando la luz
del amanecer se incrustaba en sus párpados. Ella abría los ojos con la duda
permanente de la jornada luego los cerraba. Date prisa, mucha prisa, le decía
la brisa mañanera cuando ella seguía soñando y soñando. Ella de nuevo abría los
ojos y en su visión conquistaba toda aquella habitación, toda aquella ventana.
Date prisa, mucha prisa, le decía su silla donde colgaban restos de su ropa
cuando las horas en el tic-tac…tic-tac se hacían invisibles ante su terquedad.
Y de nuevo abría los ojos con la acogida de sus manos inflando su respirar…inspirar
y espirar, espirar e inspirar. Date prisa, mucha prisa, le decía los pájaros
del alba cuando picoteaban con su canto en su corazón. Y ella de nuevo abría
los ojos, escuchaba, y con la firme paciencia de los días, del tiempo
embellecido por un remoto amor se levantaba. Date prisa, mucha prisa, le
susurraba sus sentidos a medida que se colaba por aquellas paredes, por aquella
brisa, por aquella silla, por aquellos pájaros en la sonoridad de las calles.
martes, octubre 09, 2018
Mujer...
Mujer.
Sueños invocan el espíritu libre,
Sin el precipicio de las púas
Danzando a ras de tus ojos.
Mujer.
Mujer, llévame donde las colinas
Duermen en el perfecto ritmo de los cuerpos,
De los vientres alumbrados por interminables besos.
Mujer, la jornada crece, el fuego es agotador
Y las bahías anuncian tu llegada.
Ven, ven aquí, donde los pájaros
Esbozan su sonrisa
A la par de nuestros pasos.
lunes, octubre 08, 2018
Eah,
Eah, Eah…la noche parece buena. Cuando la madrugada me deleite
con su luna saldré a pescar y traeré a la mesa de mi casa una buena propina
recaudada en las mareas. Eah, Eah…la mar está serena, se percibe cierto aliento
de sus frutos en mis redes, en mi barca aquí todavía en la orilla. Eah, Eah..ya
salgo, solo, yo y la una, yo y la mar, yo y el rumiar del océano. Traeré el más
grande de los peces bajo la sombra de las nasas. Últimamente parece que hay
escases pero parece que dentro de unas horas me nutrirán del más bello y
gigante de los peces. Traeré la existencia de mi familia, mis hijos y mujer.
Traeré la riqueza a sus vientres, a sus manos. Eah, Eah…vamos barca mía, todo
preparado hasta que el sol me diga de volver a la costa. No sé lo que ocurre
pero no hay nadie trabajando, mejor. Se han expandido en la perdida de la
fuerza de la ilusión en el paso de las jornadas. Eah, eah…que yo no me rindo.
Que no me da la gana. Lanzo mis redes y haber lo que cae. Por ello me llaman
tragalunas. Sí, muy bien, Tragalunas nunca se cae. Tragalunas siempre va a la
búsqueda, al encuentro del pan para su hogar. Eah, Eah…si supieran las
maravillas de esta serenidad. Este silencio que invoca a los astros a esta
tierra. Eah, eah…se nota lo del cambio climático eso que dicen. Hay especies
marinas que no veré más, muertas están o se han ido a otras zonas pero hay
otras nuevas hay. Eah, eah…que todo lo que sirva para mantener a la familia
sirve. Qué callada la mar, yo Tragalunas me emociono en la templanza. Qué
decir, amo este mar, su canto…eah, eah. Todo en calma , no hay emigrantes en
búsqueda del paraíso. Extraño eso, hoy que todo está en equilibrio, sereno.
Eah, eah…a más de uno he auxiliado, qué más da, son seres humanos. Eah, eah…ronronea mis pensamientos y me
concentró en que hoy sanaré la mesa de mi gente que yo Tragalunas soy muy
capaz. Eah, Eah…ahí están y la luna me mira, que hay que dar de comer a la
familia. No me confieso contigo luna, ni
contigo bello océano. Pero me gusta faenar a estas horas. Eah , Eah…yo
Tragalunas me identifico con vosotros.
sábado, octubre 06, 2018
Y...
Y tocaba el piano cuando la tarde daba campanadas de
muertos. Los muertos de amor, los muertos de desesperación, los muertos de
injusticia, los muertos de la rutina. Apagaba la radio y se dejaba absorber por
el teclado lentamente. Sus ojos, eclipsados, no presentaban ningún indicio de
sentimiento voraz, solo, la calma de los muertos. A veces un llanto se prestaba
por sus mejillas. Un llanto encontrado en algún lamento de muertos. Todos
estaban muertos. Solo el piano que tocaba mientras las campanadas de muertos la
enjaulaba en un vago pensamiento.
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