martes, junio 30, 2009

El y ella

1. En la ventana

Buceando en los recuerdos, esos recuerdos que nos da sombra cuando el alba disfraza la luna de sol. La andadura vestida de nostalgia nos embarca en el llanto, en la llamada de esas estaciones idas cuando un círculo de hielo nos rodea.

Xx:
¿Qué haces?
Yy:
Aquí, sentada en esta ventana mirando el mar. Mirando los recuerdos del ayer. Ven, ven siéntate conmigo.
Xx:
No. No tengo ganas. Me acabo de levantar y…
Yy:
Y ya lo se te vas a dar una ducha para salir a tu paseo diario. ¡Ay los años¡ No podrías cambiar un día.
Xx:
Son muchas estaciones ya con esa costumbre y si no lo hago es como si me faltara algo. Me voy a duchar.
Yy:
No, no te duches. Por qué no te despierta con el ronroneo de las olas, con ese sol que con su frescura está naciendo.
Xx:
¿Qué te pasa hoy mujer? ¿Por qué me hablas de ese modo?
Yy:
No se por qué amado mío. Hoy me encuentro melancólica. La nostalgia me arrastra por arenas movedizas y necesito de ti. Estamos tan distanciados últimamente. No te das cuenta. Pasan los años ¡Los años¡ y siempre hacemos los mismos. Tu te levantas te duchas y te vas a caminar hasta la hora del almuerzo y yo…Yo, aquí, entre estas cuatros paredes leyendo o haciendo otra actividad.
Xx:
Bueno, ya empezamos. Somos viejos y cincuenta años de matrimonio. Hay creo que la suficiente confianza para hacer lo que queramos.
Yy:
No, no es eso. Estás tan equivocado…Vete a ducharte anda.

El se va a duchar y ella se contemplando una de las maravillas de la naturaleza. Ese océano dorado cuando se infiltran los primeros rayos solares. Está en calma y de él se desprende una sabiduría de millones de años

2. Ella sola
Yy:
Que hermoso eres con la plenitud de tus olillas, con esas rocas que bañas. Yo aquí sola como siempre. Sentada, esperando el último minuto mientras tú vagarás eternamente frente a esta ventana. Sabes, me daría un baño en tus aguas pero es que estoy tan vieja.
Mar:
¡Vieja¡ Que dices mujer. Aquí te espero. Mis aguas están en calma para tu cuerpo se sumerja en mí.
Ella se levanta, coge su bastón y va a la habitación. Se pone torpemente el bañador y baja.

3. El solo
Xx:
Que día más esplendoroso hace hoy. Es tan temprano que todavía no discurre nadie por estas aceras. ¡Ay mi mujer¡ La amo. Tanto es mi amor que las palabras se quedan desnudas, solitarias. No se como decírselo, el silencio me ata y no encuentro la frase adecuada que a ella la reanime. Será este cansancio. El mar esta deseoso. Nunca lo había visto así. Me entran ganas de darme un baño. Si, un baño.
Mar:
Aquí te espero. Ven, ven conmigo.

4. El y ella
El y ella bajan a la arena. No se ven. Se aproximan a la orilla y se quitan las ropas. Lentamente la sed de por ese océano se va apagando, ambos, se introducen en el agua. No hay nadie solo ellos dos. Se ven. Se aproximan. Se besan.

Nacientes de esperanza...(poesía)




Un agujero donde todas las emociones emanan
A la luz de un sendero de palmeras
Donde la erupción de una alfombra de recuerdos
Nos lleva por un paisaje bello y encantador.
De la mano arribamos por orillas
Nacientes de un océano donde los cuerpos
Se mecen al vaivén de calderones,
Nacientes de cuevas donde una hoguera
Atempera los sueños que edificamos
Con la dulzura de una brisa que nos recoge
Y nos lleva bajo la luz de la esperanza.
Un agujero que comprende todos nuestros secretos
Como velero en busca de una isla azul
Donde la libertad sea esa fortuna que conquistar
Con la palabra honesta y bondadosa de la caricia
Deseada por el brío del amor.
Nacientes de náufragos que saludan a la vida
Con la música de las estrellas,
Con el llameante astro rey marcando sus caminos
Para erguirse en donde las siemprevivas crecen,
Nacientes de una esclavitud que se extingue, que se extingue
Entre jazmines inmaculados
Que harán de tapiz en una tierra
Donde la hermosura y la inocencia
Brote otra vez como recurso de las llamas
De la alegría, alegría.

martes, junio 23, 2009

El faro...(relato)

Se encendía el faro y se apagaba. La mar estaba rugosa como las sábanas cuando uno se acaba de levantar. En la barca iban dos personas. Ella de pelo castaño y ojos similares a la bóveda celeste en un día de verano; el, de pelo azabache y ojos grises cuando la tormenta cae. Iban en busca del ánimo de la vida para que su relación no se estropease más y más. Por ello ese día decidieron navegar juntos movidos por los dioses del océano. Ambos depositaban en sus almas el cansancio, el agotamiento que viene en una unión de tantos años. Aunque la temeridad de lanzarse al mar sin saber sus destinos era fuerte, con sus cuerpos semidesnudos se alzaron con los remos por ese líquido del color del metal y con los gritos de las olas. Naufragaron, el océano los traicionaba con su opulencia, con su tiranía. Pero pudieron nadar como podían hasta ese lugar donde un faro se encendía y se apagaba. Hastiados, cansados llegaron. Sus piernas temblaban al ser otra vez tierra firme. Tierra de la nada. Porque no había nada. Miraron el faro y había desaparecido. Se había extinguido como la pasión de sus corazones. Anduvieron entonces un rato. Y nada. Aquella era una isla desierta. Solo habitada por una gaviota. Se aproximaron a ella y sorprendentemente ella les habló.
“Que os pasa amantes que buscáis la verdad de vuestro amor. Ya se que vuestra atracción se ha desmigajado. Por nimiedades diría yo. Aquí estáis ahora. En esta isla donde los corazones desterrados renacen de sus cenizas. Vosotros mismos seréis jueces de vuestros defectos. Aceptaos tal como sois. La vida de cada uno hay que respetarla y en la relación en pareja debe existir la libertad, la libertad de ser silencio ante otro sin que ello, si existe confianza, os lleve por las tinieblas que rompe todo lo que habéis creado. “
Los amantes se miran perplejos. Una gaviota aconsejándolos. Una gaviota que encuentra el reducto de lo que les ocurre. Es como si sus almas se hubieran separados de sus cuerpos y se hubiera unificado en ella. La comprendieron. El faro de nuevo se encendía y se apagaba lo que indicaba que era hora de volver a su tierra. Solo tenían un tropiezo, no tenían barca.
“ Es verdad amantes no tenéis barca. Pero que más da. Nadar y nadar que los cachalotes os ayudarán a regresar de donde habéis venido.”

La canción(relato)




El cielo era ese malva mezclado con lo dorado de la caída del día. Las montañas, oscuras ya, era relieve donde se dibujaban figuras extrañas. Los pájaros se habían ido a dormir con la dulce tonada de la luna que venia. Ella estaba ahí, encima de una cima, esperando con la primera estrella de la noche la abrazara con su brillo. Y llego, entonces todo tomo un tono negro y un sendero iluminado por la plateada. Siguió ese sendero como quien persigue su presa. Con una fuerza oculta comenzó a tatarear una canción, una canción que hablaba de un amor lejano, ausente. Las horas pasaban y ella seguía con la misma canción una y otra vez, una y otra vez. El pueblo se veía ahí abajo, casas regulares que dado por los toques de la hora casi no se distinguían. El alba con el broncíneo de su manto se hizo y ella rendida dejo de cantar su deseo, su amor. Volvió al pueblo montaña abajo con la compañía de un arroyuelo que nacía de la cumbre. Volvió con sus ilusiones desvanecidas y el intermitente vaivén de la brisa. Todas las noches haría lo mismo, haría lo mismo hasta que su amor llegase.

sábado, junio 13, 2009

LÁGRIMAS NEGRAS




Lágrimas negras,
Manos que como garras
Arrastran poemas de desamor,
Poemas que suspiran
Al son del viento, el viento

lunes, junio 08, 2009

LA PROMESA...(RELATO)




Erraba a propósito de cumplir una promesa. No se vencía, la muerte de su amor había llegado temprano. Con el nacimiento del invierno feroz, cuando las aves migratorias van a otras tierras por su calidez. ¡Si¡ como ave se había ido pero no a otras tierras de las cuales pudiera volver. Estaba allí mismo, en un nicho donde le habían dado sepultura. Su promesa era llevarle flores todas las semanas. ¡Que cansado¡ decía ella. Ese cementerio que ahora en primavera era encuentro de almas solitarias, de almas solidarias para los muertos allí presente. Donde el silencio corretea con el eco de las pisadas de todos los que allí se mueven. Ella entonces decidió colocarle un pequeño arbusto. Como su tumba estaba pegada al suelo no sería inconveniente ponerlo en lugar de flores ese pequeño arbusto, ella ya lo iría a regar y cuidar de vez todas las semanas. Pasaron las semanas, pasaban los meses y ella no iba. Se había olvidado de ese arbusto, más bien cansado, no le gustaba nada los cementerios pero aún así un día pasó por allí. Quería acariciar esa lápida.
El verano ya empezaba asomarse. Un cielo límpido y un sol de ese que dicen que rajan las piedras. Al llegar a al nicho de su amante el arbusto no estaba posado en el suelo. Pero sin embargo noto que la lápida estaba agrietada y de ella salía el arbusto. Una corriente de pánico pacífico recorrió su cuerpo. ¿Qué había pasado? En esos momentos no había nadie por allí, ni el sepulturero. ¿Qué hacer? De pronto escuchó una pequeña voz, una voz que provenía del nicho. Asombrada y con temor no se movió. Su rostro señalaba palidez y al mismo tiempo un sudor frío la embarcaba por los campos de la extrañeza.
- ¿ La promesa Anne?
- La promesa. Perdóname amor mío. Pero aunque yo no halla venido sigo amándote.
- Si, querida Anne. Yo también sigo amándote. Ya ves este amor. Es tanto que el arbusto que me dejaste es ahora parte de mí, parte de ti. Riégalo y mímalo por favor.
Anne no sabía que hacer, se había quedado un poco paralizada pero manejada por esas palabras obedeció. Fue a coger un poco de agua y regresó.
- ¿Cómo regarlo si está dentro de la tumba?
- Anne, solo tienes que echarle un poco de agua en sus hojas como si de mi se tratase.
Anne comprendió. Remojo su mano en el agua y fue acariciando hoja por hoja como si fueran las manos, los labios de él.
- Gracias por tus besos y acaricias Anne. Ahora vive. Ya ves que yo estoy bien. Se libre. Busca otro amor que a mí con solo una leve caricia a mis hojas cuando tengan sed me basta. Adiós amor mío.
Anne se fue, se fue con el alma tranquila.