lunes, junio 08, 2009

LA PROMESA...(RELATO)




Erraba a propósito de cumplir una promesa. No se vencía, la muerte de su amor había llegado temprano. Con el nacimiento del invierno feroz, cuando las aves migratorias van a otras tierras por su calidez. ¡Si¡ como ave se había ido pero no a otras tierras de las cuales pudiera volver. Estaba allí mismo, en un nicho donde le habían dado sepultura. Su promesa era llevarle flores todas las semanas. ¡Que cansado¡ decía ella. Ese cementerio que ahora en primavera era encuentro de almas solitarias, de almas solidarias para los muertos allí presente. Donde el silencio corretea con el eco de las pisadas de todos los que allí se mueven. Ella entonces decidió colocarle un pequeño arbusto. Como su tumba estaba pegada al suelo no sería inconveniente ponerlo en lugar de flores ese pequeño arbusto, ella ya lo iría a regar y cuidar de vez todas las semanas. Pasaron las semanas, pasaban los meses y ella no iba. Se había olvidado de ese arbusto, más bien cansado, no le gustaba nada los cementerios pero aún así un día pasó por allí. Quería acariciar esa lápida.
El verano ya empezaba asomarse. Un cielo límpido y un sol de ese que dicen que rajan las piedras. Al llegar a al nicho de su amante el arbusto no estaba posado en el suelo. Pero sin embargo noto que la lápida estaba agrietada y de ella salía el arbusto. Una corriente de pánico pacífico recorrió su cuerpo. ¿Qué había pasado? En esos momentos no había nadie por allí, ni el sepulturero. ¿Qué hacer? De pronto escuchó una pequeña voz, una voz que provenía del nicho. Asombrada y con temor no se movió. Su rostro señalaba palidez y al mismo tiempo un sudor frío la embarcaba por los campos de la extrañeza.
- ¿ La promesa Anne?
- La promesa. Perdóname amor mío. Pero aunque yo no halla venido sigo amándote.
- Si, querida Anne. Yo también sigo amándote. Ya ves este amor. Es tanto que el arbusto que me dejaste es ahora parte de mí, parte de ti. Riégalo y mímalo por favor.
Anne no sabía que hacer, se había quedado un poco paralizada pero manejada por esas palabras obedeció. Fue a coger un poco de agua y regresó.
- ¿Cómo regarlo si está dentro de la tumba?
- Anne, solo tienes que echarle un poco de agua en sus hojas como si de mi se tratase.
Anne comprendió. Remojo su mano en el agua y fue acariciando hoja por hoja como si fueran las manos, los labios de él.
- Gracias por tus besos y acaricias Anne. Ahora vive. Ya ves que yo estoy bien. Se libre. Busca otro amor que a mí con solo una leve caricia a mis hojas cuando tengan sed me basta. Adiós amor mío.
Anne se fue, se fue con el alma tranquila.

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