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Lo escrito son ideas primigenias que después se han corregir y alterar.
Nos queda la voz. Sí, la voz. Cantemos. Sí, cantemos a la tregua
de las batallas perdidas en la oscuridad contagiada de muertos. Una tregua que
nos de aliento donde se recapacita en la esperanza de la voz callada de las
armas. Suena un piano peinando nuestras huellas demacradas unas , corrosivas
otras. Nos queda la voz. Sí, la voz. Cantemos. Sí, cantemos donde las manos son
ojos bailando al enlace de la esperanza. Somos culpables. Sí, culpables de
tanta barbarie, de tanto eclipse del que anda a nuestro lado. Nos queda la voz.
Sí, la voz. Cantemos. Sí, cantemos donde la sed raja la garganta , donde los
puñales acribillan los vientres. Nos queda la voz. Sí, la voz. Cantemos. Sí,
cantemos donde los cuerpos se alzan en la verticalidad de la vida, de una
respiración pausada, lenta acorde con las notas de la alegría. Basta ya de locuras.
Basta ya de enfebrecidas ideas que no más invocan tumbas en los soles
retorcidos de cada jornada. Una cometa blanca es lucida elevación donde los
cuerdos sueñan. Y soñamos y nos queda la voz y cantamos donde la armonía es
revolución de las flores de invierno. Y un piano suena en el lenguaje del
silencio.
Volver. Sí , volver a pronunciar
las palabras donde se atisba un deseo , un sueño. Nuestra casa, la tierra,
quebrada, compulsiva, violenta, sedienta, hambrienta, violada. Pero llegan
estas fechas que se esbozan en lo cotidiano y eviterno de un almanaque. Volver.
Sí, volver donde los arco iris son pañuelos de la paz, de la concordia de los
pueblos, de las manos liadas a una alegría efímera, donde una mesa rasguea un
mantel y las velas del cariño se prenden hasta sanar todo mal. Continuemos y
volveremos donde las lunas placen en la verticalidad de nuestros espíritus. Y
que es la navidad, una fecha más, donde olvidamos, donde somos precipitar del
brindis por la vida, por el buen querer de un abrazo. Volver. Sí, volver a
felicitar y porque no. Aquí estoy. Aquí estamos empujando todo rastro de
malestar, de malas intenciones hasta un pozo donde será enterrado y eclipsado
en paso del tiempo. Un tiempo que pasa, que corre a expensas de la entereza de
nuestras raíces bajo el son de las estrellas. Miramos el firmamento, un
misterio, un placer donde otros mundos arcaicos o no son mudez a nuestros
sentidos, tal vez no. Volver. Sí, volver donde los corazones son brío de ese jardín
navideño de pinares abanderando la paz, la armonía. Felicidades.
En el crepúsculo, cuando los pájaros
toman notas del otoño, se extiende los sentidos al ritmo de los últimos astros.
Mi jardín guarda siemprevivas por ese instante recóndito y eviterno de la
espera. El tiempo, en el crepúsculo, se hace efímero, de desdibuja bajo los
ensueños agolpados en unos ojos abiertos avistando el canto de los cetáceos. En
el crepúsculo, cuando el callar irrumpe en mi puerta, abro y ante mi el esbozo
edificante de calles vacía. Mis espaldas, cansadas, sobreviven en medio de una
atmósfera especial, hechizante y hundo mis piernas en esta tierra donde los
sonoros reflujos del mañana me emancipan de la despedida. Y no sé porqué estas
ganas de esperar. Y no sé por qué esta calma acompañada de las palabras a la
brisa. En el crepúsculo, en la isla, durmiendo con mi soledad, con mis deseos,
con mis sueños. Más allá , funerales por muertos anónimos. Gentes de banderas
blancas gritando en la oscuridad. Más allá, el injusto propósito humano, la
existencia se vuelve gris, las maletas ya no pesan y los cuerpos son tragados
por el horror de un fusil. En el crepúsculo, cuando los pájaros toman notas del
otoño, regreso deprisa a mi casay me
mezo con los últimos suspiros de la luna menguante.
Calima. El alba…el alba. Un guiño de farolas se difumina a
mi alrededor. Suspiro. Una respiración lenta y progresiva acoge el despertar,
el silencio de las horas cuando desde una ventana baja este techo blanco,
porque es blanco, me abandono en un ritual. El café. Un cigarro y la plenitud
del tiempo en mis ojos alumbrados por la belleza de otra de jornada. Los campos
se divisan a lo lejos, montañas uniformes donde el aroma del boscaje llega a mi
aliento. Y me animo. Y me levanto.Camino donde los soles limpian mi vientre de tanto y tanto llagas. Y soy
yo. Aquí. Ahora. El alba ….el alba. Todo se enciende en las calles y el
bullicio no es tan bullicio, es una mezcla de gentes que andan en desfiladeros
donde las rosas marchitas o no vienen a ser caricia. Calima. El alba …el alba.
Paralela a las almas idas converso con las ultimas estrellas, con los últimos
planetas antes de que el brío de la claridad me embriague, me termine de despertar
para continuar en el ritmo de las aceras, de la vida.
Cierra puertas. Cierra ventanas. La luna en plena lucidez.
Mujeres de blanco bordando la paz, la libertad. Un callar. La conversación de
almas heridas.
MIrame
Mírame
Mírame
Solas. La sed raja los vientres. El hambre rompe los
cimientos. La libertad de los sentidos canta a la agonía. Estamos aquí. Somos
mujeres de blanco. Una paloma se posa en al ventana. Una paloma plomiza y cae en
picado a esos pozos donde la existencia hace un hueco a la nada
Solas . El espanto de plumas de sangres. El dolor de ojos cansados.
La noche fría y continuamos a nuestro paso, con banderas blancas.
Solas. Es amarga la
derrota del yo. Somos hijas del callar. Somos hijas de un grito donde que
resuena más allá de cuerpos desnudos desfilando ante la muerte. La tortura se
hace insoportable. Las penalidades de la humanidad. Soy mujer de blanco. Soy
mujer cantando al adiós.
No te despidas compañera. No. Somos mujeres cantando a la paz.
Algún día….Si. algún día todos nos concienciaremos y seremos hijos del
equilibrio, de la paz. A todo es terror. Ahora todo es lamento. Ahora todo son
llagas alimentándose del rencor. Y de qué sirve. Bebamos de nuestras manos, de
nuestra fuerza orientada al norte de los sueños.
Y qué es la despedida sino un nuevo crepúsculo tras esta
pesadilla. Estamos solas. Solas. Escucho el llanto de un anciano y en su mirada
se descubre una silueta mutilada. Cuerpos sembrados donde el mutismo se
anquilosa al duelo.
Un duelo eterno. Despidámonos. volvamos a ese rincón donde
los pájaros cantan. Donde aves migratorias llevan el sabor de la vida. Una vida
en vertical, sin lo pesado de balas cruzando el cuello.
Un gallo, amanece con la libertad
de los sueños. Una calle, unos edificios y el camino del silencio a ras de los
ojos, de las manos. Unas piernas cansadas buscan el saludo del oleaje del
asfalto y se dibuja un ánimo cansado. Una caída, se renace en olisqueo de almas
que en su desierto lamen un vergel. La fortuna florece y somos hijas de los
vientres de nuestra madre. Una maleta, pantalones vaqueros y nos derivamos en
las tierras donde el sol es brío despechando todo mal. Un gallo, inquieto, canta.
Despertamosy a ras de los ojos abiertos
una nueva jornada, la rutina se vuelve estática y besamos el aliento de la isla…la
isla.
Tal vez, las almas se encuentren. Tal vez, regrese antes de
lo que esperabas. Quizás, a lo mejor, me despediré de este noviembre cuando el
desinterés me cubra de soles ahí donde las batallas son infinitas. Tal vez,
esté caminando donde la memoria es esa frontera donde los corazones mueren. A
lo mejor, te visite y quizás no estés. Me gusta el frágil movimiento de la
brisa. Me gusta danzar, sola, con los olores de tus ojos. Tal vez, algún día de
maletas vacías, estaremos en el sendero donde los pájaros cantan y el teléfono
calla. Regreso donde los ecos del silencio son aullidos de un adiós. El adiós
de esos muertos entre murallas de escarcha. La vida se hace ardua, dura, para
aquellos donde sus camas están aisladas en un paredón de corazones anónimos.
Tal vez, la tierra cambie. Siempre lo mismo o quizás no. Tal vez, este rajar de
nuestros cimientos sirva para recomponernos, más humanos, más bonancibles. Caemos.
Nos levantamos. Y , tal vez, las se encuentro en el brío de una hoguera de la paz.
La noche luce estrellada, las luces de la polución no dejan distinguir cada
constelación, cada misterio que nos aboca a continuar, esperando. Sí, tal vez,
regrese antes de lo que esperabas. El tiempo escucha los cuerpos sonoros en
soledad, en decadencia. Sin embargo, surgimos. No. Que no se vuelva repetir los
gritos de la oscuridad, de la miseria.
Estaba aquí, sin saber el porqué.
No era mi sitio más mi conciencia me llevaba al desaliento. No me sentía incómoda
pero sin embargo era extraña a este lugar. Miraba la luna. Miraba los pájaros y
la noche se hizo y la lluvia vino. Un silencio hermoso comentaba del sabor de
una mirada, ausente en estas jornadas. Un oleaje calmo comentaba de la desnudez
de nuestros deseos. El universo , pensaba, se involucraba a este sino de mis pisadas.
Un camino errático donde la desgana alarga sus cadenas. Hechizada por la luna,
observaba los astros como señal de un despertar entre cenizas. Derrotada
levanto la vista, cultivo el arte del distanciamiento como cansancio monótono
que se apega a mis espaldas. Tocan a la puerta, rápidamente fregó la losa del
fregadero y es que la dejadez amplia el aislamiento. Tocan a la puerta,
estática soy temblor que se ramifica más allá de mi vientre. Lo pesado hace
cerrar mis ojos y me doy cuenta que está ahí. Y me doy cuenta de que ya no
yo.Y me doy cuenta de que la bestia se
engancha a mi garganta hasta saciarse. Veo mi cuerpo tendido en el piso,
muerta. Veo su odio enhebrando la maldad, un gesto de desprecio se vincula a la
bestia. Y, ahora qué. Ahora soy ausencia en este plano de la tierra. Veo mi
boca de la cual un hilillo de coágulos sanguinolentos corren. Veo mis ojos ,
abiertos, inertes. Ahora, miro las estrellas, cuento cada fugacidad de los días
en que sido condenada, martirizada y la pena incrusta lágrimas secas.Te lo he dicho, no , no te quiero. Quizás no
lo sepas, solo el miedo me hace ser árbol cuyas raíces van cortando a lo largo
de los años. Ahora estoy muerta. Veo mi cuerpo tendido en la mala vida que me
has dado.
XX; Aquí, tendida, sobrellevando
el peso sobre mis hombros. Con mis ojos henchidos, con la mezcla de la nada.
Aquí, donde las olas suenan cuando golpean las rocas, mi cuerpo arrojado en la
soledad. Tu, ahí, como si nada hubiera pasado, como si yo fuera un derecho tuyo
y tu poder tirándome en la marea mala, en la marea fea donde no seré hallada.
Pero bucearé donde la verdad se esconde y saldrás culpable. Sí, culpable de mi
decadencia. Sí, culpable de mi dolor. Sí, culpable de mi mudez. Sí, culpable de
mi destierre donde los cetáceos cantan. Aquí, te veo mientras tira ese cuerpo
que no más es germen de este mundo. Y te observo, sudoroso, delirante en tu
poder, en tu error.
YY;
¿Dónde estas? Ya no existes,
pero, un tormento se venga de mí. Escucho tu voz, siento tu sombra y sabes, te
detesto. Este mar no dirá nada, ni de ti , ni de mí. Solo has desaparecido en una
ciudad donde todo parece ruidoso. ¿No me dejas vivir Dónde andas? Con mis
propias manos me he deshecho de ti. Con mis propias manos te he quitado la
vida. No veré más tus ojos. Esos ojos me ponían nervioso. Tu secuencia aparece
ahora ante mi , como fallo de mi amor. Te lo mereces mujer. ¿Déjame descansar
Dónde estas? Es como si tu aliento viniera a mi y tu no más que eras algo que
no se merece amar. Veo la oscuridad de
la noche, de una noche otoñal donde todo se revuelve y tu te revuelve desde esa
tumba desconocida, que nadie hallará. Te he hecho el bien y no lo entiendes. Me
molestas, sacas maldiciones a tu existir. Nunca debiste cruzarte conmigo, me
amargaste y aquí esta la solución. Nadie te verá jamás. Nadie te extrañará.
Solo eres una persona en su trinchera escupiendo el mal. Quieres ser más que yo
y no es así. Yo soy el que domino toda esta atmósfera.
XX;
Vuelo donde las pardelas me escuchan.
Vuelo donde la justicia me abre su frontera. Y entraré. Verás como entraré y tu
serás culpable. Culpable de mi desorden. Culpable de mi muerte.
YY:
Calla¡ Calla¡ Y aun sigues, es
como si tu olor me acosará. Mi cabeza parece estallar. Vete mujer. Vete donde
las mareas hagan trizas de ti.
XX:
Las ánimas vienen. Las ánimas te convocan.
No vivirás tranquilo. Irás por las calles como rareza de esta ciudad y caerás.
Sí, caerás como enjaulado culpable por el resto de tu tiempo. Eres culpable.
Sí, eres culpable de las mareas terribles de la existencias ¡culpable¡
Desfigurado hombre de intenciones falsas con los que te rodean. Culpable. Sí,
eres culpable que yo sea ahora no más que un pedazo de velo en las fosas del
vacío.
Y no sé, la
extrañeza que exhala las nubes. Una brisa tenue se apaga y los pájaros callan. Caen
en lo yermo, en la aridez de las ganas. Ella me mira. Yo la miro. Gigantes olas
atrapan a las rocas cuando vienen. Y yo vengo y tu vienes. Y nos vamos donde
las almas son secuencia de cada fotograma de nuestros pasos. Y no sé, todo es
tan extraño. Mis alas cansadas se duermen, tus alas cansadas se duermen.
Juntas, al unísono del rumor de la urbe que encendida en su otoño precipita emociones,
una sensibilidad tardía cuando abrazamos el rumor del oleaje. Y yo vengo y tu
vienes. Y nos vamos donde lo bello mece a la luna, una luna distante. Y la
miramos y nuestras manos, suaves, regresan al hoy. Este presente donde los
despertares se vuelven lentos, imprecisos, distantes a nuestra visión de la
ruta de los soles. Y no sé, me dices, te digo. La tierra también esta cansada,
agotada de tanto abandono y nos miramos y me miras y te miro. Caemos donde el arco
iris suena al latido. Un pulso aun latente en nuestros ojos, nos animamos,
continuamos el curso del destino. Buscamos la luz, una hoguera nos llama y
yeguas en su ritmo nos acercamos, olisqueamos el aliento de las flores y subimos
a la bahía donde menguan las ballenas. Somos hijas de los mares. Somos hijas de
la buena tierra. Somos hijas viajeras donde los sueños pronuncian nuestros
nombres. Más allá, en el devenir del tiempo nos encontraremos y me darás la
mano y te daré mi mano mientras, seremos quieta raíz profundizando en el deseo.
Y no sé, es noviembre, un mes inquieto en su temperamento. Cojo la maleta,
coges la maleta y nos desvanecemos en el naciente de la calidez, de esa brizna
frágil que es el amor ¡aléjate¡ de espejos falsos donde tus ojos muertos
repelen las ganas del vivir ¡Aléjate¡ de esos arroyos donde la sequedad de su
tintineo ejerce la sed. Tengo sed, tienes sed. Bebamos del agua de la
existencia , de esas estrellas fugases donde nuestros deseos vagan hasta el
encuentro. Y no sé, esta extraña formas de las nubes. Quietas, empecinadas en
un silencio que molestas nuestras espaldas batidas en los campos donde la
hierba se lía a nuestros tobillos. Sin embargo estoy, estás en este noviembre
donde la luna nos viste de serenidad, de unos pasos distantes a la pena, aunque
exista, aunque este ahí en un rincón relamido de cerrojos.
Noviembre. El mestizaje de las nubes clavan la nostalgia.
Con los hombros levantados continuamos en la rutina, una rutina ausente de
crujidos en los pozos oscuros del dolor. Aquí estamos. Estamos aquí. Noviembre.
Un otoño donde las piezas de música se tejen a través de las manos, estas manos
laboriosas en el sentido del alma. Y el alma se anima. Y un halo de bondad se rasguea
en las pisadas monótonas de las calles vacías. Un gallo canto. El despertar
luce un color dulce y es noviembre. Mi visión explora la memoria llevándome a la
dejadez de un ayer, llevándome a la siembra del hoy. Noviembre. Aquí estamos.
Estamos aquí. Nos movemos donde el misterio embelesa las sensaciones y todo
cambia. Sí, todo cambia, nosotros cambiamos en los surcos de la vida. Noviembre.
Noviembre. Soledad. Una azotea con vistas es brío de la luna
llena. Aquí. Siempre, cuando las mareas traen la melancolía. Espaldas cansadas.
Espaldas rasgadas. Espaldas dolidas. El sabor de la respiración, pausada, con
la lentitud de las horas. Noviembre. Noche. Un piano, el desdén de los sueños,
arropados con harapos, alimentados de un sufrimiento en las esferas de la
sensibilidad. Noviembre. Conversan las estrellas, una luz de una ventana se
apaga y somos hijos soñolientos de nuestras pisadas. La pisada de un otoño, el
indescifrable vaivén de la existencia. Y, sin embargo, sonrío. Noviembre. El universo
me mira y no más que buceo en agujeros negros que extraen la memoria. Noviembre.
Silencio…
Está ahí, esa maleta donde los
viajes son esencia humana. El asombro disemina cada existencia en una sola y
nos repartimos entre tierras donde las mareas azotan. Nos da miedo…si, hay
miedo cuando cruzamos y colgamos las sogas que nos tiran hasta agotarnos más
allá de esa frontera que es el océano. Somos islas, como tales somos nómadas en
la sombra de las raíces de esta tierra, de otras tierras. Está ahí , esa maleta
naranja donde los viajes se consumaron hasta la desmemoria. Ahora, me asomo y
distante , con los hombros caídos y los ojos cerrados admiro las maravillas de
esta madre tierra tan pequeña que de un soplo se pierde en el cosmos ¡Qué
majestuosos monumentos¡ Que capacidad de embellecer lo que se ha ido , ahora,
en nuestros recuerdos del ayer. Considero que no es una perdida de tiempo ¿qué
es el tiempo? Un espacio ramificado a nuestro antojo, a nuestras necesidades.
Es noviembre y hace calor. Cada viaje, cada paseo esta contenida en el abrazo
de la experiencia. Y vamos envejeciendo o más bien madurando y nos hacemos más
observadores. Observar la dimensión humana en este apartado lugar del Universo.
Qué habrá más allá. Una amplitud difusa de contener en nuestros pensamientos,
en nuestros estudios. Quizás más allá de nosotros suspire de la misma manera .
Quizás alguien sueñe nuestro sueño con pinceladas reales de lo que puede ser.
Está ahí, esa maleta que me acompaña, esa maleta naranja. Ha visto mundo donde
entorna en la misma hoguera. Seamos conscientes, apartémonos del egocentrismo y
seamos sensato. De la misma forma seamos honestos con nosotros mismos, con
nuestra fuerza, con nuestra voluntad, con nuestros pesares y andemos donde las
miradas florecen.
Noviembre, hace frío en esta
casa. El viento de norte no viene. Las ojeras descansan en sueños plomizos y la
intemperie de los sentidos se vuelven aliento donde la queja se disipa en el instante
de un bello crepúsculo. Noviembre, las paredes arañan mi pecho y mi pulso se
vuelve lento como las jornadas alargadas en las nubes cenizas que escuchan
nuestros deseos. Y sin querer respiro y exhalo cada punzada que agarra mi
garganta. Y sin querer abro los ojos y frente a mí la marea del mañana. Sola,
con el quehacer cotidiano, vago por cada habitación donde sus paredes dibujan
sombras de una despedida, de un adiós. Y sin querer me vuelvo frente a un
espejo y me observo, los años bailan con los deseos y bailo donde las hogueras
emanan las ganas, las viejas conversaciones con la verticalidad de los días.
Oh
Suam, el letargo te alcanza y tus alas son libres en utópicos sueños. Un
destierro impera en la sequedad de tus manos y te sientes cansado, y te sientes
insatisfecho, y te sientes triste, con la raíz enganchada en un vagón donde
susurra tu mañana. Oh Suam, duermes. Aquí estamos, nosotras, las ancianas de la
cumbre protegiendo tus deseos. Tiemblas y ese temblor emana lágrimas que se
irán donde los muertos yacen. Oh, Suam la justicia, la solidaridad, la paz no
tiene amigos. Nos empeñamos con las dentelladas de nuestro orgullo, de nuestras
lenguas corrosivas ser corredores donde el sin sentido alumbra, donde la vejez y
la desgana nos apuñala. Sí, eres mayor, más de lo que deberías. Oh , Suam por
tus ojos han pasado tantos y tantas desgracias que ya no levantas ganas para
luchar por la dignidad. Y qué es Suam la dignidad. Estar abrazado a la brisa
fiel de la verdad, de la entereza como humano de este ahora, de este mundo que
se revuelca en su saliva. Sueña , sueña Suam en ese sillón que tiene ojeras. Todo
lo que anhelas será verticalidad que levantará en el cauce de tus pilares. La
vida es así, Suam, este planeta se mueve en el fango, en lo corrupto engullendo
a los que no tienen culpa. No te acuses de estar vivo cuando otros se han ido
Oh , Suam míralo como una revolucionaria tranquilidad para tu despertar. Estás aquí,
en este faro donde las olas rompen. Leyendo lo que este anciano marinero amo y
amará. Pero tu estas cansado, te encuentras desprovisto de fuerza. Reposa donde
la belleza bombardea con siemprevivas ese campo de naufragios del ser, por ser
como es. Reposa donde un maravilloso manantial derrame en ti el aliento para tu
proseguir entre las miserias convulsas del presente. Verás que la existencia
conversará contigo apoyándote en el resurgir de este pueblo. No olvides, no
olvides del dolor que has pasado, solo déjalo arrinconado para que la venganza
no te tienda su trampa y cometas por igual lo que estos monstruos han hecho.
Yo
Suam espabilo después de un golpe de la puerta. El viento viene huracanado es
mi pensamiento de primer instante y me levanto y voy hacia ella. Me asomo y la
nada ronda en la atmósfera del nocturno, solo una bruma donde desdibujado que
con el parpadeante luz del faro se distingue una barca no muy lejos de donde
estoy. Son las ancianas de la cumbre que se alejan. Que no quieren dejarme en los
sueños. Yo Suam, comprendo el porqué estoy aquí, en este faro donde las olas
rompen, donde las ballenas lloran. Este es mi lugar, aquí prisionero de los que
me amaron hasta el renacer de la isla. Me despido de ella mientras los residuos
de la catástrofe deje de cantar a la agonía, a esos muertos que nunca
olvidaremos.
Aquí,
ahora, ya cuando ellas se van me quedo en este faro donde rompen las olas. La
gaviota no está. Yo Suam culminó que andará en un largo vuelo en espiral a
espera de su presa, su presa en este océano que me rodea y mi protege. Sí, yo
Suam que este océano es espada contra aquello que me turba. Es un lugar de
ventanas abiertas, cerradas según el sentido del viento. Su ritmo cambia con el
paso del tiempo, como todo, todo cambian y más aun cuando el dolor es presente,
es presencia hermética, estático que quieres derribar desbaratando todo su
ente. Yo Suam noto que puedo con el, hay algo en este ambiente que habito ahora
que me protege , que me hace transformarme en un pensamiento vago de la esencia
de la vida. Esta vida en la que estamos ahora, retroceder no sirve de nada.
Solo una visión de una sonrisa, de una calma vibrando a la par de las pisadas
del ayer. Yo Suam, aunque solo, considero este instante bello. Una belleza
enemiga de las corrosivas manos de las guerras, de las huidas, del hambre , de
la sed , de las violaciones a la humanidad. Y considero que siempre estarán
vigentes al acecho a la caída, al acecho de lo vulnerable que es la ingenuidad.
Somos presas de un mundo que orbita en un delirio de poder y una ambición
maléfica. Yo Suam escucho el piano mientras las ventanas se abren , se cierran
según va variando el viento. La tarde noche me va acunando en este proceso donde
la desazón quiere irse para comenzar una nueva etapa de mi ser como humano. El
silbo de un misil estalla en mis sienes e intento agarrarme en los brazos de
este sillón que tiene ojeras. Parece que me hundo, pero una fuerza mayor me
lleva con esa melodía donde los ojos son brío de la luna blanca que llega y
llega temprano. Y me asomo. Y me asomo. Y mi amiga la gaviota está ahí fuera. El
viento se apacigua y ahora es una ligera brisa con olor a despertares donde lo
sensato, donde lo sano, el equilibrio es ruta que me apoya.
Hola
querida. Si, me enterado, aunque no tu no lo sepas. Te has casado porque está en
estado. Y ese niño o niña, me es indiferente, es hijo o hija mía. Seguro que tendrá
una infancia plena contigo, seguro que lo tu le enseñes le valdrá para su
mañana. Yo es que no la quiera o lo quiera. Pero, imagina mujer este lugar,
desconectado de las vivencias de la isla, siempre aguardando que ninguna nave
varé cuando se aproximan a ella. Si, mujer, si algún día lees estas cartas, lo
protegeré, la protegeré desde la lejanía como sombra y no como presencia. Nunca
lo sabrá, nunca te perjudicaré. Este no es lugar para una persona como tú y
como no para ese bebe que esperas Uhm querida, una pena se apodera de mí. He sido
tan egoísta al apartarme de todo y así es la vida. Pienso detenidamente y creo
que es bueno este destierro mío, en este faro que parece dormir cuando hay
claridad y no es así. Siempre estaré vigilante de tu bienestar. Porque te
quiero y no hay más, aunque estes con él. Se que la sociedad te obliga a
engañar para ser parte de ella. Se que la sociedad te empuja a caminos precipitados
donde no sabes por donde saldrá el sol. Se que esto es una isla, un pueblo
donde las voces rompen cada cimiento de libertad, de vivir una manera distinta
o que puede ser ofensiva para su manera de ser. Esa manera de ser estancada en
los prejuicios, en el afán de etiquetar, de manipular todo aquello que nos similar
al tipo de existencias establecidas en sus murallas. Oh, amor, como morimos de
desesperación e impotencia. Tu no quedarás al margen, serás uno más de ellos
con tu manera de ver las cosas rajadas. Vive amor mío y ese hijo o hija tuya
que pronto nacerá te desembarcará en una alegría donde el olvido de la tristeza,
de la añoranza por lo que fue y no pudo será pilar de tu mañana. Uhm, querida, te
quiero y me despido desde aquí, donde las olas rompen.
Sí
, estamos aquí donde las olas rompen, donde el gran azul te acoge. Te has hecho
mayor a lo largo de esa terrible guerra. Has crecido en un nido de pirañas
rastreando tu vida para empujarla bajo tierra.
Otra
vez.
Sí,
otra vez estamos aquí. Nosotras las ancianas de la cumbre con nuestros deseos,
con nuestros sueños, con nuestro ánimo a tus ojos caídos, podridos en las
esferas del horror. Levanta muchacho
Levanta
muchacho. Sé empuje en este lugar aislado, donde el murmullo de la barbarie lo
apaga cuando las olas conversan con los cetáceos. Te vemos herido, aquí, con
esta gaviota que no ha desistido volar y alargar su existencia en libertad.
Ahora eres libre, tu, solo y este mar que te rodea. Ya ves muchacho las guerras
no llevan a nada, la venganza es un acto de inmadurez, de mala gestión de
nuestros pensamientos. La precariedad desbarata al ser humano cuando de su
saliva es sangre de aquellos que fueron sus enemigos, de aquellos que con el
odio zanjo sus rumbos como parte minúscula de este cosmos.
Levántate
muchacho, nosotras las ancianas de la cumbre también creas o no hemos penado y
seguiremos penando y dando azoco aquellas almas perdidas en cristales rotos,
pisoteadas en sus ilusiones de vivir…¡de vivir¡ Ay muchacho, te hemos visto
crecer con los castigo de las balas, del ruido ensordecedor de la miseria
humana.
Yo
Suam escucho a las ancianas de la cumbre, han vuelto, no las veo, pero en este
sillón que tiene ojeras siento sus tersas caricias para que me levante y
continué adelante. Restaurar la vida. Restaurar la esperanza. Restaurar la alegría.
Hasta aquí la fetidez humeante de una ciudad desparramada en la agonía, en la
muerte. Y ellas quieren que levante la cabeza de este sillón que tiene ojeras. Un
halo azul me conquista y por un instante siento vibrar esa energía que aun me
queda. Siento desprenderse de mi este cierto tormento que me hace caer en
agujeros negros succionando toda mi capacidad de emocionarme. Emocionarme por
un amanecer. Emocionarme por un cielo estrellado. Emocionarme ante el saludo de
la paz. Tener el vínculo con la emoción, cuando mis sentidos despiertan y soy
aliento de este planeta. Yo Suam puedo mirar aun sus andanza a través del
tiempo aunque, lo hayan devastado. Yo Suam puedo con mis manos rehacer todo
aquello ahogado entre tinieblas. Y el peso quedará, el peso de la memoria. Una memoria
de agujas punzantes en mi pecho de muchacho solo. Yo Suam siento el cimbrar de
una flor que cae a mis espaldas, una flor abierta , esplendorosa que intenta
ser parte de esta tierra. Me la envían las ancianas de la cumbre como espejo de
mi futuro, de mi hoy que no es hoy sino lo que voy dejando atrás en mi alzar
hacia la esperanza.
Adiós
Suam.
Hasta
luego Suam
Los
gritos de las almas maltratadas, henchidas temblaran en tus cavilaciones. Pero
recuerda que tu muchacho huido, muchacho vivo renacerá donde la canción que
estremece el sonoro eco de la concordia será reflejo de la madurez, de una
sorpresa de nuestro poder y hacer en la paz.
He
despertado en una mañana invernal y siempre mi mente me lleva a ti. Llego con
un ramo de flores cortadas en etas nubes grises presas de agua. Unas flores
soplando la veracidad de mi amor. Y por qué este amor, me pregunto. Una cierta
congoja me asalta y mis manos al mirármelas las presiento vacías a lo largo de
los años. Ya han pasado muchos y aun te mantengo intacta en mis sentimientos.
Cierta debilidad me hace caer en tus ojos, aquellos ojos rozando la perfección
del amor. Ahora, con la sequedad de ellas soy hombre austero, yermo volcado en
el alejamiento de todo lo social. No comparto mis sensaciones con nadie, no me
apetece…No me apetece hablar de ti, de ese amor de una chica de ayer que ahora
habrá echo su vida, espero que alegre sino silbando la armonía, la buena dicha.
Y he despertado con el feroz frío de los sueños también. Sé que algo malo se
avecina, algo que nos erigirá como personas o como solo un punto en la nada. Qué
somos entonces amor mío. Son terribles las noticias que llegan. Una barbarie que
nos condena a la sed, al hambre. Nadie está protegido. Cuando la guerra estallé
seremos hijos de fúnebres baladas a un océano, a este gran océano, donde muchos
han perdido la vida por la razón de ser y estar, por la razón del bien hacer de
sus mañanas por aquellos que penan al otro lado de la orilla ¡Qué desagradable
es todo esto¡ Sí, la guerra viene, protégete amor mío, cuida de ti y los tuyos ¡No
más dolor para este alma en pena¡ Yo y mi gran azul, mi grato refugio donde los
espíritus vagan con un lamento perpetuo. Amor mío me he despertado este invierno y me
declaro casado con la paz, soy combatiente que escupe pájaros en el aire al son
que sus plumajes caen donde los corazones son bestias del miedo. Que esos, se
alejen de nosotros. No, no puedo creer amor mío. Se me caen las manos en este piano
cuando me detengo en lo devastador, en lo horroroso que es el monstruoso
imparable, impenetrable de la guerra. Escucho los gemidos del silencio. La
huida de un niño, el fracaso de muchos por querer detenerla. Pero las murallas
los oprimen hasta no más que seres de la muerte. Me despido querida, ya
volveré.
Yo
suam me desplomo en este sillón que tiene ojeras, cierro los ojos, respiro
hondo y pienso en mi familia. Yo Suam estoy solo y esta gaviota que me observa. Medito cuando
este hombre escribió esta carta, antes de la guerra y aún la amaba. Su llanto se
perpetua en ella. Me siento débil, fraguó donde el dolor hinca mis sentidos y
es cierto. Hay tanto dolor…tanto que perduran a lo largo de los años. Vendrán
nuevas generaciones y no sabrán todo a ciencia cierta solo, la visión que cada
yo tiene. Vendrán nuevas generaciones y solo verán una ciudad reconstruida bajo
las cenizas de los gemidos infinitos de la humanidad. Y se volverá a repetir,
porque todo se repite. Entra en un bucle donde la sed de venganza por sus
antecesores nos hace caer en la estupidez de la razón humana, en una inteligencia
moldeada por la hipocresía, por la mentira. Yo Suam sufro. Yo Suam estoy
sufriendo. Y este sufrimiento me degrada, me cansa. Sin embargo, no tengo la idea
de quien fue el culpable. Dos bandos entregados a la sangre…a la tumba de
inocentes. Yo Suam estoy en un momento que no quiero saber nada de tanta y
tanta desgracia, de seres demacrados donde el hondo sollozo hace temblar la
isla. Y es que la isla es temblor, sus entrañas no más que son refugio de
cuerpos estériles, yermos, estáticos con los ojos en blanco. Yo Suam también gimo,
un gemido que me lleva al agotamiento de mi verticalidad aquí donde rompen las
olas,
Somos
las ancianas de la cumbre, mujeres de negro que vuelan alrededor de este faro
tras el malgastado crujir envenado del ser humano. Somos las ancianas de la
cumbre, mujeres de negro protectoras de todo mal que puebla la isla. Somos las
ancianas de la cumbre, mujeres de negro que rompen el lamento. Estamos aquí, ya
vemos que nos recuerdas. Estamos aquí porque este viejo farero nos depositó
toda su confianza. Entre nosotras y el había una relación que con el silbo del
faro conversábamos sobre esos sueños rotos en esta población, en esta gente
desamparada cuando el machacar de las bombas, cuando arrancadas de sus casas eran
entregadas bajo las profundidades de las mareas, hasta ser tumbas anónimas que
perdurará en los siglos venideros. Somos las ancianas de la cumbre, no nos ves
pero estamos aquí con una consternación por este desastre, este quebranto de la
isla. Esta isla que nos vio nacer y ahora somos ojos de ataúdes, de cementerios
donde oran los cuervos cuando el crepúsculo se avecina. Ellos son testigos de
cada existencia arrebatada. Esta isla que plena de felicidad, de una vida llena
y ahora cuerpos hambrientos, desesperados, destruidos caminan hacia aquellos
acantilados donde sus seres queridos partieron en la más absoluta tortura, en
esa masacre que no se puede expresar. Somos las ancianas de la cumbre , estamos
llorando pero nos emociona a la vez que la guerra haya terminado. Y queda esto,
lo que vez, un perfume putrefacto lamiendo las heridas de este delirio humano. Yo
Suam escucho sus voces, pero no logro visibilizarlas, me las imagino tal como
eran en la cumbre. Yo Suam me rompo, se que estoy protegido por ellas, la
gaviota prende vuelo y yo solo con ellas, con las voces de las ancianas de la
cumbre. Hay una hoguera fuera del faro, solo un humo donde sus siluetas figuran
como presencia. Figuras que se mueven a mi alrededor empujándome a continuar, a
luchar por la supervivencia. Somos las ancianas de la cumbre, hemos venido para
despedirnos , una despedida que suena a cascabeles emergiendo del caos. Que la
vida te de ese ánimo rajado, perecido. Somos las ancianas de la cumbre, no te
dejes engañar, quédate en este faro hasta que los saqueos, la mortificación y
la violencia se halla extinguido. Yo Suam escucho sus palabras, en coro. Déjate
querer. Déjate fluir por el ritmo natural de la madre tierra. Déjate abrazar
por el oleaje calmo. Déjate abrazarte por la confianza, esa seguridad que todos
han visto ofuscado en el curso de los años. Ahora la paz, una paz que se
prolongue hasta la eternidad de este universo. Oh, Suam no entiendes bien de
estas calamidades. Oh, Suam estás solo, aquí, donde rompen las olas. Frente a
este gran azul. Yo Suam escucho el canto de las ballenas, escucho vergonzoso
muro de la libertad. Yo Suam, frente a esta hoguera, donde las ancianas de la
cumbre transmiten su energía vital para que yo supere cada daño, cada trauma de
la especie humana. Yo Suam miro el cielo, está de un celeste espléndido y me
regocijo de que las ancianas de la cumbre este conmigo. La hoguera se apaga y
sus siluetas dibujan palomas blancas en lo alto. Las ancianas de la cumbre
también tienen queja, un gemido exhalando todo el mal de la isla. Yo Suam
vuelvo dentro, ahora solo, rodeado de una música entregada a la calma, al apaciguamiento
de mis miedos.
Hola
querida, se que no volveras. No vendrás a visitarme a este faro por más que
anhele volverte ver. Todo cambio, nuestros rumbos han quedado divididos, yo con
mis olas y tu con tu nuevo amor. Todo llega a este faro, es como un espía que
se da cuenta de todo lo que gira entorno a esta isla. Se que estás con otros, que
seas feliz , que te respete y que vuestro amor sea simiente perdurable de lo
grato, de lo bello. Yo, me he quedado solo, aquí donde las olas rompen y me
conformo y me siento lleno. Una dicha que muchos no comprenden. Pero aquí tengo
tu recuerdo sueño vigilante cuando el desánimo me acecha. Pero aquí tengo ese
hermoso elemento que es océano. El océano habla y sus palabras son larga tonada
de tu romance, de ese amor que estalla tus sentidos con el brindis de alegría.
Te imagino mirándolo, esos ojitos acariciando sus labios, sus ojos. Que la vida
se cubra telones protectores. Los años van pasando, el mundo cada vez se vuelve
más impertinente, más acelerado, más violento. Queremos todo y ese todo nos
traerá lo que tu bien sabes. Nuestra ansias desordenadas de acaparar crea lo
que vemos diariamente, trafico de humanos, trafico de especies, trafico de
vidas que van a morir al mar, en esas murallas de ortigas oxidadas como desheredados
del planeta tierra…de este pequeño planeta’¡¡Uhm querida¡ alguien leerá estas
cartas, claro, cuando yo halla fallecido y espero que su aliento sea
transmitido a ti como alma del bien. No hay arrepentimientos, no existe el
desconcierto. Aquí estoy escuchan la maravillosa voz de Lisa Gerrard, en concreto
un lamento. La música habla, sueña, responde al estado del espíritu. Estoy en
paz, una paz que me lleva a dejarte los mejores deseos Uhm, la música y mi
soledad. Ausente de la avalancha del día a día, sea cual sea aquí donde las
olas rompen. Una somnolencia viene a mí, un lamento viene a mí, el de esta
tierra. Te quiero.
Yo
Suam busco y busco entre sus cd, una música extraña me arrebata las ganas y me
siento en el sillón con ojeras. Sobre mis muslos la gaviota adormece. La acaricio
como si acariciara la vida, la esperanza de esta isla. Tocan a la puerta, me
hago el sordo, pero es incesante, quien vendrá a este lugar donde la hostilidad
del oleaje es ahora señal de mar de fondo , es señal de cadaveras revueltos y
mutilados. Yo Suam me levanto del sillón que tiene ojeras y me acerco a la
puerta. Abro, una ráfaga de viento con olor algo familiar me atrapa, me condena
a ir a la cueva donde nos escondíamos. Siento sus cantos, son ellas. Sí, despacito
, siento como se aproximan aquí donde rompen las olas.
La
mañana se retuerce en una ligera brisa…una ligera brisa que me dice del hambre.
Yo Suam tengo hambre, un dolor agudo soporta mi estómago. Me imagino pálido, como
este sillón con ojeras, con la pesadez cansada de las fuerzas. Miro a la
gaviota, está tranquila. Sus ojos se incrustan en mi corazón y mi pulso se hace
pequeño. Tengo que salir de aquí, por unas horas, en busca de algo para echarme
a la boca. La sed me carcome y me siento caer. Mi mente me empuja a salir del
faro, respirar el mar…el mar con su olor algas y peces muertos. Por un instante
me acojo a esa urbe, a esa playa y regreso , no sin mis pensamientos de aquel
anciano. Las horas pasan, supongo, el sol reinante de este otoño está en lo más
alto y yo me siento desfallecer. Otra vez la pena, lo derruido, lo harapiento,
los muertos bajo los escombros, ataúdes al encuentro de su amo. Todo es
desorden, aunque la guerra halla acabado…todo es miseria que nos enquistara en la
sucesión de las estaciones en desgracias. Yo Suam examino cada humano que pasa
a mi lado con los ojos aislados, con la frente marchita. Yo Suam tengo hambre,
una desesperación me atrapa y corro y caigo y de mi rodilla emana sangre. No
hay dolor ante estas nimias heridas. Yo Suam estoy fatigado ¡Donde hay agua¡ La
sed desgarra mi garganta. Miro el horizonte y no al océano precisamente sino
esas montañas verdes de belleza, ahí es donde el agua discurre en su antojo en
este otoño. Yo Suam tropiezo de nuevo, mi calzado devastado se empapa, tanto,
que la humedad petrifica mis sentidos. Es un charco y bebo de el con ansiedad. Por
unos minutos me sacia el hambre, pero luego vuelve, potente, malvada, con su disfraz
de difuntos llorando al vacío. Yo Suam busco y busco, lo putrefacto señala el
jadeo de almas en pena, a igual que yo. El grito de ser verticalidad ante los
tormentos de la existencia ¿dónde estarán las ancianas de las cumbres? Esas
ancianas que cubrían nuestro sueño con el aliento de la vida. Esas ancianas que
en las noches nos visitaban y traían abundante comida, abrigos para que nuestro
destierro o huida no fuera presa de ojos blancos. Yo Suam busco y busco para
volver al faro. Yo Suam a veces , muchas veces, varias veces me harto de todo
esto. He perdido todo, mis padres, mi familia y lo miserable de las guerras no
más que han dejado discurrir el drama, un hermetismo que me cierra a la
soledad. Yo Suam busco y busco, encuentro un lugar, una zona donde gentes
oxidades están reunidas y me acerco . Me aproximo con el miedo, con la derrota
en mis carnes y mi olfato dice que sí, que hay algo que llevarse a la boca.
Todos con pasos lentos. Todos con pasos decaídos nos podemos alrededor donde
sirven algo. Y ese algo da igual lo que sea mientras este estómago me haga ser
superviviente del horror humano. Yo Suam me siento aliviado. Yo Suam vuelvo a
la playa. Yo Suam trepo por esas rocas que me llevaran al faro con la gaviota. No
sé que me ocurre pero quiero estar lejos de todo esto y me entrego donde las
olas rompen. Y es que hay tanto , tanto daño que para sobrevivir tendré que armarme
de un continuo callar de lamento de una guerra. Yo Suam quiero divagar en un
mañana mejor, respiro profundamente y llego al faro. Mi conciencia anda en pena
y la consternación se apura en mi cuello, me agarra rajando todos mis sueños,
todos mis deseos. La gaviota me da la bienvenida picoteando mis raídos zapatos
y sonrío
Un
océano propio como habitación donde mis días pasan. El me invita a escucharlo y
yo atento a sus susurro me columpio en sus leyendas, en sus historias , en su
hoy. Un océano abatido por la dejadez de nuestros ojos. No lo miramos como se
mira a un amante, a una amante en pleno auge del amor. Nos alimentamos de él,
machacamos sus entrañas, le quitamos espacio. Y la renuncia a ser vertedero de
toda esta inconsciencia humana, de este tremendo absurdo humano. Y el esta
harto de ser cuerpo de deshechos, de esa podrida manera del trato hacía su
azul, su bello azul, su gran azul. Y el se violenta escupiendo los deshechos a
la orilla, y se vuelve herido. Escucho su dolor transmitido a los cetáceos que
colman alrededor de esta isla, de esta tierra. Considero que pertenezco a el
como el a mi. Ya se amor…ya se amor. El aislamiento y la soledad no es buen
mensaje. Considero que desde mi postura puedo alberga este gran dios de las
olas que rompen. Y me confieso como hijo de él ¡Pero que hermoso es mujer¡Me hubiera
gustado que en el ayer hubieras paseado en la humedad que deja cuando la marea
baja. Pero eso fue imposible siempre me decías, no, no , el mar es cruel se ha
llevado muchas almas en plena juventud de sus andanzas. Le temes y eso no lo
entiendo. Yo aquí con el gran maestro de las vueltas que da la vida. Bajamos,
subimos y alcanzamos el equilibrio cuando un beso rebosante de amor se aproxima
a nuestros labios ¿te acuerdas de nuestra despedida? Sí, aquella con la brisa
de un otoño caluroso en esta isla, tu eras joven , yo también y nos aventuramos
en el cosquilleo del deseo, de ese deseo apasionado que nos unió y nos separó
en un breve instante de tiempo. Tu sobre mí, cabalgando hasta que el éxtasis nos
llevó al cansancio. Me quede dormido sobre tu pecho y tu sutilmente acariciabas
mi cabello ¡Oh mujer divina ¡conservo esos momentos en cada noche donde las
estrellas meditan a la sombra de mi espalda. Sí, hubo un gran amor entre los
dos. Pero ya ves, el mar nos distanció. Se que estas cartas serán leídas y ojalá
te la emiten a ti…ojalá. Nunca te olvidé, ni nunca hubo más enamoramientos.
Solo tu y mis pensamientos se quedaron conmigo y este gran azul. Yo
Suam caigo en la duda cuando leo y releo este folio. Me gustaría conocerla. Me
hubiera gustado que siguiera vivo el y que me narrara su historia de amor, que
es una historia gris, triste y melancólica. Una melancolía que le duro a lo
largo de su vida. Una melancolía que tuvo que ser turbadora cuando la guerra
estalló. Me impresiona su manera de expresarse, un hombre culto, misterioso. A
veces nuestros prejuicios nos asestan una trampa. No es lo que pensamos, es lo
que palpamos, lo que vemos, lo que con nuestros sentidos podemos rozar aunque
con mesura. Imbuido en este hombre me presto a quererlo, aunque no lo conozca.
Hay algo en el que lo hace entrañable, afable, me calma. Yo Suam me siento
bienvenido y cómodo en este lugar donde rompen las olas, el faro.
¡Qué
será¡ ¡Qué será¡ ahora en vertical asomado desde esta diminuta ventana donde se
divisa la ciudad. Como elevar anclas, como renacer de tanta sangre esparcidas
por las aceras de ella. Qué será de aquellos que bajo el asfalto nos encontremos
cuando comencemos su nueva evolución. Qué será cuando el mar nos devuelvan esos
cuerpos demacrados, devorados por las profundidades , la intemperie y la
dejadez. Y no es que halla sido dejadez, digo, yo Suam elaboro mi mente y todo
es caos. Una isla sumergida en el caos donde el llanto de la desesperación son
barricadas que se interpondrá en esta nueva vida para aquellos que
sobrevivieron. Nada será igual. Alguien posa su mano en mi hombro, por su tacto
y aliento a lavanda logró que es una anciana de la cumbre. La noche me esconde.
La noche me hipnotiza. La noche evapora toda mi masa corpórea para aquellos con
ansias de matar. Volverás, volverás donde las aladas palomas pacen en las
calles. Volverás, volverás donde tus deseos de verdad se elaboraran en el paso
de las estaciones. Tú, chico joven, chico maduro. Tú volverás donde los sueños
se rompieron. No te vires. No me mires. Yo Suam, no me viré dejé que su fragancia
me embarcará a ese mañana. Llueve. Y no me daba ganas de regresar a esa cueva
donde la inquietud, las convulsiones de la pena hacen de mis compañeros desdichados
en el mañana. Quería mojarme, ser parte de esa atmosfera que era la cumbre. A
lo lejos, la ciudad y su bahía. El lamento de sus raíces llegaba a mis
sentidos. No escuchaba, solo el tronar de bombas y la devastación. Luces de
incendios, de gente almas del miedo y la quietud de la nada. Somos nada, el cielo
me lo dice, siento su voz decirme que nos más que somos un minúsculo de este
universo con condición de vida. Una vida arrojada al vacío. Una vida arrojada a
los acantilados donde la mar fea nos despedazará. Me imagino las ancianas de la
cumbre, mujeres de cabello cano, mujeres de arrugadas facciones, pero con la
templanza y la fortaleza de sus espíritus, de su existencia en este lugar. Me
aparto de la ventanilla, ahora, aquí en este faro y con la gaviota posada en mi
hombro circunscribo mis ganas en el presente. La guerra ya ha acabado. No sirve
de nada mirar atrás, ahora no. El piano no deja de sonar. Las telarañas de este
lugar me dicen de una tristeza, de lo gris de este hombre enamorado y que su
dejadez impidió consumar ese amor.
Querida,
los años pasan y no te olvido. Para qué olvidarte. No es mi propósito. Te veo
frente a mi en la belleza del ensueño, de una visión despierta que me dice que
estás bien. Y yo con ello me recreo y continuo mi vida, en este faro donde la
isla gira y gira. Se que en no nos veremos más. Tu has alineado tu camino a
otro y ese otro espero que te haga feliz, más que yo. Nunca sabrás lo que sentí
por ti. Nunca sabrás de mis conversaciones cuando la noche parece tranquila y
puedo recostarme un poco. Y pienso, es mejor así. Pensarte, amarte, quererte, desearte,
aunque no pueda ser. Que más da. Esto conforma la belleza humana. Eres libre y
así me gusta digo ahora desde aquí, donde las olas rompen.
Yo
Suam en un rincón, salgo de esa cueva y miro el firmamento sin luna. Un mapa
estelar me sorprende y todo se hace mudo solo, una pequeña brisa, una
oscuridad. Yo Suam entonces como todas esas noches donde la luna me puede
delatar sueño. Sueño en un mañana, en un despertar fuera de esta prisión de rocas.
Sueño que algún día seremos almas libres en las sendas de una briosa paz. Sueño
en mis seres queridos, en mi familia, herida, desterrada, ausente en mis manos.
Sueño que llegaré a ser adulto y no cometeré este error fatídico humano. Sueño
que con mis pies avanzaré donde el arco iris da pinceladas de un invierno cristalino.
Sueño que volveré a la ciudad donde los muertos sepultados y a ras de su tez ya no están. Yo Suam sueño y sueño que
de mayor no seré un miserable más, no seré existencia de harapos y veré la
lucidez de una sonrisa. Y como es cotidiano a estos momentos después de
suplicar, de rezar a Dioses sordos retorno a la cueva. Todos duermen. Todos
sueñan. Unos en tranquilidad y otros en el delirio. Y es que esto es una mala pesadilla
que no deseo ni al peor enemigo. Yo Suam, me siento a la vera de ellos y sueño
y sueño y el dolor distorsiona mis sentidos y las lágrimas empapan mi garganta
y siento que tengo sed…sed de esperanza y paz. Las mujeres de la cumbre como
cada noche vuelven y sus baladas me apuran a descifrarla, es como si fuera un
exorcismo de todo el mal que impregna en esta atmósfera, en esta isla. Un sudor
frío se apodera de mi sangre y despierto, estoy aquí, en el faro con la
gaviota. Yo Suam tengo ganas de llorar y llorar, me estremezco, pienso en ese
veneno que han echado en mí y me levanto de este sillón que tiene ojeras. Qué
terrible fueron aquellos años. Yo Suam me digo que solo vale la pena la paz,
que solo vale la pena amar, que los sentimientos son aquellos que nos mecerán
en el futuro y todo lo demás es un amasijo de recuerdos de aquello que amamos ,
de que aquello que odiamos Uhm, estoy solo, con la gaviota en este ancestral
faro. El lo sabe todo, puede predecir lo que vendrá y en sus entrañas solo
restos de lo que fue. Y, ahora, el silencio. Ese silencio que se transforma en
una voz que clama al ayer. Suam por favor, no se puede salir, no salgas te lo prohíbo.
Grita mi madre con la desgarradora gana de vivir ¡ Oh madre¡ dónde estarás? Este silencio me consume
ahora que ha terminado la guerra. Caigo sobre el sillón que tiene ojeras y miro
ese piano. Estoy mortificado, una ansiedad me lleva a cerrar mis manos y
apretar los puños hasta sangrar.
Yo
Suam giro entorno a la cueva. A esa cueva donde niños , ancianos ydesvalidos habitábamos. La noche ronda con
una luna negra, cuya sombra hace pulsar el desánimo. Yo Suam me estrecho más y
más entorno a la hoguera de aquella cueva, donde la humedad de su fondo nos
desquita la mala gana de seguir viviendo. Todo esperamos, aquí en la cumbre
donde solo el crepitar del fuego con la leña es bulla. La mujeres de las
cumbres vienen y vienen con alimentos, con abrigos para ampararnos. Son mujeres
vestidas de negro, donde la arrugas de sus frentes , de sus ojos, de la
comisura de sus labios es señal de sabiduría , de ese conocimiento que
carecemos en esta zona donde nos escondemos. Vienen como si de la nada hubieran
nacido, como hijas de esta cumbre y a ciegas durante la madrugada. No , nos
hablan. Calladas a las afueras de esta cueva dejan las cosas y se van, una tras
de otra, otra tras de una. Cuanto más se van alejando va sonando un canto, un
canto agudo de dolor, un canto mágico, aunque sea doloroso. Yo Suam digo, ellas
son nuestras almas protectoras a esta gente desvencijada, derrotada, cansada
pero supervivientes de los descomunal de la aberración humana. Siento el goteo
de las filtraciones de esta gruta y se delata como un invierno o un otoño. No
sabemos bien, pero el frío cala en nuestros huesos. Uhm, esas mujeres
luchadoras, invencibles ante cualquier adversidad por muy cruel que sea. Las
admiro. Me gustaría saber más de ella. Yo Suam y la gaviota en este sillón que
tiene ojeras en la armonía de la música nos gustaría saber de ellas. Mujeres de
negro. Ancianas de la cumbre. Yo Suam miro a mis compañeros, ojos descarrilados
en atmósfera del agotamiento y de una tristeza infinita ¡No¡ Escucho un crio
como yo gritando ¡No’¡ ¡’No¡ Despavorido cuando la madrugada es gélida infernal
sale huyendo de la cueva, quiero ir tras él, tras su delirio del terror pero
alguien me detiene ¡Déjalo ir¡ ‘¡Déjalo¡ Sino caeremos todos. Y todos bajan la
mirada, se concentra en la hoguera entre esas imperfectas paredes y el resonar de
mis ojos inciden con una mujer. Una mujer de la cumbre borra en ese instante mi
intento de pararlo, me persuade hasta que la calma se incrusta en mi vientre. Qué
será de él . Yo Suam, ahora, sentado en
este sillón que tiene ojeras muerdo mis deseos de que la existencia me confiese
que fue de él. Nunca más me encontré con el.
Este
azul. Este gran azul, tal vez arrugado, conquistando toda mi sustancia. Ahora que
la noche me da cierto descanso te sigo pensando, sigo conversando con los
astros de como estarás ¿Cómo te encuentros amor mío? Ya sabes dónde estoy, tú has
hecho tu vida al son de mi marcha, de mi entrega a este mar, a este faro. Me he
quedado solo, pero, estoy satisfecho. Me gusta pensarte, hablar de con estas
noches donde el viento late con potencia. Parece que me trae tu imagen, tus
palabras calladas y las entiendo. Se que esto no era vida para ti. Ah, querida
mía este gran azul. Las ballenas se acercan, puedo sentirlas en sus resoplidos
cuando emergen en la distancia. Esta noche sin luna no hay ninguna embarcación
a la vista solo, la vida de las mareas. El viento se pega con su silbo a mí y
supongo que alguna tragedia traerá¡El viento¡ ¡El viento¡ al encuentro de
aquellos que huyen, de aquellos engañados, de aquellos inocentes en la deriva.
No distingo esos traficantes humanos pero los dejan a la deriva en una barca que
perecerá en su intento de una oportunidad, de la dignidad ¡La dignidad humana
¡tenemos que reservarla aunque existan chubascos de piedras sobre nosotros, aunque
la muerte este presente en todos nuestros ámbitos. Tenemos que asegurarla sea
cual sea nuestro criterio siempre que converjamos con lo benevolente ¡Amada mía¡Te
acojo en esta noche estrellada donde no nombro tu nombre. Te deseo como la
noche al crepúsculo de la mañana. Te agarro como se agarra la levedad de un
plumaje cuando cae sobre nuestras manos. Te nombro como la fugaz estrella de
mis sueños OH, este azul. Este gran azul. Me trae tu aroma. Me trae una
tristeza. Me trae la desgana. Me trae la impertinencia de seguir este sendero
de la vida solo. El viento azota, la marea se rebosa y somos distancia de
nuestros cuerpo pero no de nuestros sentidos. No sé porqué algo me dice que me
llamas….Sí, me llamas y yo acudo a tu llamada con la entereza de la memoria, de
estos pensamientos deseándote lo mejor, lo bueno.
Yo
Suam miro este azul. Este gran azul, el viento viene. Viene para dejar más
pesadillas a las mareas, a una isla donde la gente no duerme. No, no duermen.
Han sido muchos años y el miedo ha creado cierta alerta, cierta desorientación
en lo que aquí habitamos. Ahora tenemos que reconstruir con las ayudas que nos
llegan, donde nosotros pondremos nuestra alma para que esta ciudad resurja de
las cenizas, de la miseria, de la muerte. Yo Suamy la gaviota estamos adormilados, pero esta
atención a estar casi despierto permanecerá en mi para el restos de mi vida.
Siempre en alerta por lo que pueda surgir. ¡Uhm, levantar todo esto. ¡ Ir
desglosando la isla hasta que en vertical sea lo igual que antes. Yo Suam no
imaginaba tanta y tanta barbarie. Yo Suam no imaginaba tanto y tanto dolor. Yo Suam
miro este azul. Este gran azul donde el viento revienta las olas contra esta pequeña
fortaleza llamada faro. El piano se queja y es un quejido hondo donde mis manos
tiemblan con estas cartas muertas en la nada. Cartas no enviadas. Cartas alimentadas
por un deseo que no pudo ser. Cartas sobrevivientes a la fatalidad de estos
años.
Yo
Suam duermo o eso intento. El intentó ser amado y la dejadez de los años lo
transformaron en un hombre solitario.Una extrañeza que para muchos era similitud de huraño, de áspero, de
grosero. Pero por lo que puedo palpar no era así. Su sensibilidad llegaba más
allá de los confines de este universo. Era un hombre que sufrió , que lloró en
su soledad alimentada por su carácter. Por lo que puedo ver era muy culto
aunque no tuviera estudios solo la herencia de sus antepasados. Un ser
enriquecido paulatinamente por vientos del norte, por vientos de sur, por los
vientos cualquiera que fuera su sentido. Un hombre construido por los pilares
de la carencia, del desamor, del desencanto. Y así se fue encerrando en este
faro, su vida. Imagino sus ojos observando, examinado cada barco que llegaba,
en alerta. Esta guerra acabada terminó con él. Pienso su aislamiento mientras
su isla era burlada por nefastas mazas oxidando, matando cada persona en sus
sentidos. Ahora parece que quiere amanecer, me asomo a la ventana y veo la
playa y veo la quejumbre de una ciudad pisoteada, asesinada en cada una de sus
ganas de respirar. El aire huele a muertos amontonados, esparcidos en su todo. Yo
Suam me lamento como se estaría el lamentado en los años de esta. Mi abuelo no
lo vimos más pero su energía, su esencia revoloteaba en nosotros cada día, nos
daba un cierto empuje para que no sentir remordimientos ante su desaparición. La
guerra continuaba. ¡Suam recoge tu cuarto¡ y yo me quedaba atontado. Recoge tu
cuarto…con lo que estaba pasando. Nos quedamos sin agua, sin electricidad y la
luz de velas estábamos ¡Suam recoge tu cuarto¡ Mi madre actuaba como si nada,
como si no pasara nada y se lo agradezco ahora. Sus interpretaciones, tanto de
ella como de mi padre, fueron magníficas, delicadas. El piano ronda, su sonido
es interminable y es como si el estuviera aquí. Escuchó, siento y mis piernas
tiemblan ante tanta maldad. La playa ya no es playa sino un cementerio de seres
anónimos que intentaron huir y no pudieron. Salgo por unos instantes. Yo Suam
respiro…inspiro y espiro y soy una mezcla de temor e incredulidad. Todo es
callado…hace tanto tiempo que no sentía este silencio que me cuesta creerlo. Mis
ojos derivan a la gaviota y los de la gaviota derivan a ese mar que nos
envuelve. Siento gritos. Siento bombardeos. Siento saqueos. Siento el horror. Los
traumas de una guerra. Con mi dedo describo círculos en el aire, así es la
vida.
Puede
ser que este amanecer sea el regreso de tus ojos. Todo puede ser, el amor asciende
corriendo tras los riachuelos que vienen de la cumbre, esa cumbre donde tus
besos eran buenaventura, era un sutil frescor a mis deseos, a mi pasión que
eras tu. Han pasado unos años y desde este faro donde rompen las olas te veo en
la distancia de lo que no pudo ser. No sé porqué nos alejamos, nos ausentamos de
nuestras manos enlazadas hasta el adiós. Pero he de decirte que te recuerdo,
una memoria vaga en mis venas anunciando tu nombre, tu bello nombre y yo me
siento caer en un profundo sueño donde te siento, te veo como si fueras parte
de mi en estos instantes ¡Ah, querida¡ Tal vez la culpa haya sido mía. Puede
ser que mis adentros apegados a este faro hayan sido lo de nuestra lejanía. Ya
sé que no querías venir aquí, donde las olas rompen, donde los cetáceos
conversaron los Dioses de la madre tierra. Lo siento, esta es mi vida y tu eres
libre. Como ya sabrás, te pienso, te amo. Amores que se empequeñecen en la nada
cuando nuestros cuerpos no pueden consumar el abrazo, la caricia. Sin embargo,
te quiero. Hasta luego amada mía.
Yo
Suam por orden cronológico leo esta carta, su primera carta y en mi se produce
una tristeza. Que triste debe ser amarse con las tapias del destino. Esté
hombre la quiso, fuera quien fuera. En esta cuartilla hay restos de humedad, de
alguna lágrima lanzada al vacío de su soledad. Doy por sentado que este lugar
no lo habitó nadie más, solo él. Yo Suam miro la gaviota y digo que doloroso
tiene que ser estar aislado, con las ganas de amar a quien te compensa en el
devenir de los días. Y el se enamoró. Un amor huido por lo impetuosidades de la
vida. Y este hombre se quedó con ese amor, en sus recuerdos, en esa memoria
estática que lo yerta a cada momento de su vida. Yo diría se autolesionó ante
lo imposible de tenerla y su castigo fue no volverse a enamorarse, quedarse
sola ante el imperio del universo. Después vino los caminos de la vida. Después
vino el olvido. Después vino la guerra. Después vino la paz. Todo se repite,
todo es una vuelta atrás de donde no hemos aprendido, donde no nos hemos parado
para el aprendizaje. Yo Suam, sentado en este sillón que tiene ojeras me
revuelvo, no por su muerte sino por esta carta dejada en su desorden en este hábitat
donde rompen las olas.
Yo
Suam detrás de mis padres y abuelo llevamos a la abuela al cementerio. En
aquellos días estaba aun intacto. Nos acercamos donde su madre y su padre
estaban enterrados. Mi madre me dijo que me diera la espalda. En esos precisos
momentos cuando la noche era aberrantes cadenas de explosiones sentía como mi
ellos arrastraban, cavaban en esa tumba en la tierra. Sentí la caída de su
cuerpo inerte, hermético, rígido en aquella fosa y de nuevo la pala echando
tierra en la despedida de su presencia de nosotros. Cuando terminaron yo Suam
me viré. Ellos con la cabeza gachas, yo mirándolos a la vez que mis ojos se
despistaban sobra aquella tumba. Pusieron una cruz, mi abuela era muy creyente.
Una cruz simbolizando su ida a otro lugar, una cruz deduciendo su descanso. Esas
imágenes permanecerán en mi el resto de mi existencia. Imagines de una noche de
guerra donde dos bandos estúpidos, obsoletos de la realidad luchan como guiados
delirantemente por un gobierno astuto, al margen de lo que ellos hacen. Después
deprisa volvimos a casa, mi madre le daba la mano a mi padre, me daba la mano a
mi y mi abuelo también. Iban caídos a ras de una pena grave que permanecería en
estaciones. Yo Suam y la gaviota desde aquí , desde este faro recuerdo oír una
canción cuando regresábamos a lo que sería nuestra techo por cierto tiempo. En
un momento el abuelo se detuvo, miró atrás, sus ojos cuajados de lágrimas
sostenían el pesar. Mi madre y mi padre tiraban de el cuando de pronto de aquel
cementerio de cipreses nació una estrella fugaz candente dirigiéndose al cielo.
Su silueta era como una mano que invitaba a venir. Mi abuelo dio marcha atrás y
se dirigió a ella. Yo y mis padres le esperamos como se espera otra
desesperanza, otro adiós. Aquella estela se desvaneció a medida que por unos
instantes se callaron las bombas. Yo y mis padres continuamos hacia casa con
aquella canción remendando nuestros corazones lastimados. Escucho ahora esa canción.
Sí, yo Suam oigo la despedida de la abuela , del abuela en este lugar , sentado
en un viejo sillón de ojeras de sufrimiento. La congojo me entra y percato que
en este mundo existe una unión, entre el misterio más allá de la muerte y la
vida. Que todo tiene su porqué y ese porqué es que somos hijos de este mundo
donde la energía de las almas fluye sin que nos demos cuenta.
Durante
años con los otros, si los otros, viví en una cueva escondida en las
inmediaciones de la cumbre. Yo Suam llegué en el amanecer, aquel amanecer
después de una tórrida y malévola noche. Tocaran en casa, la entereza de mis
padres ahora me asombra, se los llevaron. No hubo discusiones. No hubo palabras
solos ojos de colmillos sanguinolentos que los atrincheraban, una dejadez para
mantenerme a salvo. Yo Suam vi como se llevaron a mis padres hace años en una
noche donde la luna era censura y los estallidos de los llantos impregnaban la
atmósfera. Entonces comprendí, hui. Salí corriendo, la mirada de mis padres
distraía aquellos, aquellos hombres extraños, rígidos, firmes en su cometido. Mi
pulso seguía el de la calle, incendios, explosiones, gentes que no sabían a
donde iban. Yo con la advertencia que me dieron cuando tocaron no hice caso a
nadie, tira para la cumbre hijo, solo dijeron, no te detengas. Yo Suam no tenía
muy claro a donde iba, pero corría, corría como el espíritu del viento, de una
lluvia que te hace pesado sumergido en un pozo de rabia y dolor. Una masa
espesa de vegetación me salpicaba en su latido más profundo. Y subía por
barrancos nunca vistos por mí. La nada alborozaba. Yo Suam en esa noche sin
luna iba reptando en la pena y la molicie de estar solo ante la madre
naturaleza. Un lugar que nunca había ido, sin embargo, su frescor me daba golpecitos
de aliento. Lo único que sé que era como un mundo distinto, extravagante y
alentador a la vez. A medida que avanzaba me sentía más seguro y mi mente
esbozaba los ojos de mi madre, de mi padre arrebatados. Pasé la noche en la intemperie sin nada
llevarme a la boca, un escalofrío se trenzaba en mis piernas, un temblor cuando
me detuve jadeando de que si todo esto era real o no más que una historia, un
mal cuento. Hasta que me rendí, caí de rodillas rasguñándome las mismas, una
sangre suave y un ardor en ellas no me hacían activarme. Estaba cansado…una
niñez cansada se podría decir. Quería acurrucarme en cualquier sitio y dejar
que la noche descansara conmigo. Un miedo vibrante palpitaba en mi corazón,
acelerado. Vi los ojos de mi padre, de mi madre . No es si es sueño o realidad,
lo cierto es que bajo sus sombras me dormí con las rodillas supurando el dolor ¡Suam
recoge la mesa¡ Sentí la voz de mi madre
y desperté, miré a mi alrededor y ella no estaba. Un pensamiento amargo me
hacia madurar velozmente y lo terrible de todo es que estaba solo. Yo Suam me levanté,
seguí andando. La ciudad quedaba lejos solo ecos de una tormenta centelleaba débil
en mi paso. Yo Suam, veo como la luna blanca se desvanece, la gaviota al lado
mío. Caemos cansados y nos sentamos en un viejo sillón donde los sueños de este
hombre duermen en el misterio. Otras notas suenan, sucumbo en la tranquilidad y
cierro los ojos. De inmediato pasajes pasados se apilan en mis pensamientos e
intento descifrar el por qué.
Yo
Suam cierro la puerta del faro e inmerso entre estas paredes se escucha el
crujir del mar. De repente, aunque parezca extraño, un viento febril y violento
se levanta . Siento como rompe las agresivas olas gigantes contra este faro.
Una agresividad que me transmite a la vez un descanso. Todo se alborota, un
tambor suena, el piano no deja de montar nota tras nota y el viento fuerte
silba un adiós. Todo calla, así, en el preciso instante que todo se hace
silencio. Me erijo hasta esas cuartillas escritas a mano y miro mis manos, mis
manos sucias, mi ropa de vagabundo, la señal de un conflicto. Un conflicto que
nos ha dejado a las afueras del ritmo del mundo. Yo Suam me lamento, como se
lamenta las mareas en la precariedad de la existencia. No quedan nada de los
míos. No sé una añoranza revienta mi estómago. Siento la necesidad de sentarme
y me siento. Las luces se apagan como se apagan los miedos pegado a mis huesos,
a mi piel. No he muerto en esta guerra y ahora en este faro, con la paz de ese
hombre percibo mi dejadez. Me levanto, y miro por una ventana redonda, de donde
las gotas blancas de las olas entran. En esta noche de luna blanca con solo
lumbre a este mar. Un llanto de ballenas se columpia. Un llanto de una isla rajada
no se piada de mí. Me sostengo en la verticalidad de mis piernas y miro y veo
todo es callado en tierra. No hay luces, solo un humo de alguna hoguera para la
despedida de los últimos y es que la guerra ha terminado. Por un instante
siento gritos deleznables en mi cuerpo. Por un instante siento pánico. La
gaviota picotea mis playeras agujereadas y me distrae. La miro y me mira…me
mira y la miro, suspiro. Un suspiro que puede ser un quejido, una dejadez
contra lo que no se pude luchar. No…no se puede luchar con el antes, con el
ayer. Mirar de frente y reconstruir todas estas cenizas. Cenizas mezcladas con
sabor a muertos, con saber a jarrones rotos, con sabor a aguas contaminadas,
con sabor a pan rancio. Yo Suam cierro los ojos, me duelen. Me duele mirar a la
luna blanca después de tanto tiempo de incomunicación, en una cueva como barricada al desastre.