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La
mañana se retuerce en una ligera brisa…una ligera brisa que me dice del hambre.
Yo Suam tengo hambre, un dolor agudo soporta mi estómago. Me imagino pálido, como
este sillón con ojeras, con la pesadez cansada de las fuerzas. Miro a la
gaviota, está tranquila. Sus ojos se incrustan en mi corazón y mi pulso se hace
pequeño. Tengo que salir de aquí, por unas horas, en busca de algo para echarme
a la boca. La sed me carcome y me siento caer. Mi mente me empuja a salir del
faro, respirar el mar…el mar con su olor algas y peces muertos. Por un instante
me acojo a esa urbe, a esa playa y regreso , no sin mis pensamientos de aquel
anciano. Las horas pasan, supongo, el sol reinante de este otoño está en lo más
alto y yo me siento desfallecer. Otra vez la pena, lo derruido, lo harapiento,
los muertos bajo los escombros, ataúdes al encuentro de su amo. Todo es
desorden, aunque la guerra halla acabado…todo es miseria que nos enquistara en la
sucesión de las estaciones en desgracias. Yo Suam examino cada humano que pasa
a mi lado con los ojos aislados, con la frente marchita. Yo Suam tengo hambre,
una desesperación me atrapa y corro y caigo y de mi rodilla emana sangre. No
hay dolor ante estas nimias heridas. Yo Suam estoy fatigado ¡Donde hay agua¡ La
sed desgarra mi garganta. Miro el horizonte y no al océano precisamente sino
esas montañas verdes de belleza, ahí es donde el agua discurre en su antojo en
este otoño. Yo Suam tropiezo de nuevo, mi calzado devastado se empapa, tanto,
que la humedad petrifica mis sentidos. Es un charco y bebo de el con ansiedad. Por
unos minutos me sacia el hambre, pero luego vuelve, potente, malvada, con su disfraz
de difuntos llorando al vacío. Yo Suam busco y busco, lo putrefacto señala el
jadeo de almas en pena, a igual que yo. El grito de ser verticalidad ante los
tormentos de la existencia ¿dónde estarán las ancianas de las cumbres? Esas
ancianas que cubrían nuestro sueño con el aliento de la vida. Esas ancianas que
en las noches nos visitaban y traían abundante comida, abrigos para que nuestro
destierro o huida no fuera presa de ojos blancos. Yo Suam busco y busco para
volver al faro. Yo Suam a veces , muchas veces, varias veces me harto de todo
esto. He perdido todo, mis padres, mi familia y lo miserable de las guerras no
más que han dejado discurrir el drama, un hermetismo que me cierra a la
soledad. Yo Suam busco y busco, encuentro un lugar, una zona donde gentes
oxidades están reunidas y me acerco . Me aproximo con el miedo, con la derrota
en mis carnes y mi olfato dice que sí, que hay algo que llevarse a la boca.
Todos con pasos lentos. Todos con pasos decaídos nos podemos alrededor donde
sirven algo. Y ese algo da igual lo que sea mientras este estómago me haga ser
superviviente del horror humano. Yo Suam me siento aliviado. Yo Suam vuelvo a
la playa. Yo Suam trepo por esas rocas que me llevaran al faro con la gaviota. No
sé que me ocurre pero quiero estar lejos de todo esto y me entrego donde las
olas rompen. Y es que hay tanto , tanto daño que para sobrevivir tendré que armarme
de un continuo callar de lamento de una guerra. Yo Suam quiero divagar en un
mañana mejor, respiro profundamente y llego al faro. Mi conciencia anda en pena
y la consternación se apura en mi cuello, me agarra rajando todos mis sueños,
todos mis deseos. La gaviota me da la bienvenida picoteando mis raídos zapatos
y sonrío
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