21
He
despertado en una mañana invernal y siempre mi mente me lleva a ti. Llego con
un ramo de flores cortadas en etas nubes grises presas de agua. Unas flores
soplando la veracidad de mi amor. Y por qué este amor, me pregunto. Una cierta
congoja me asalta y mis manos al mirármelas las presiento vacías a lo largo de
los años. Ya han pasado muchos y aun te mantengo intacta en mis sentimientos.
Cierta debilidad me hace caer en tus ojos, aquellos ojos rozando la perfección
del amor. Ahora, con la sequedad de ellas soy hombre austero, yermo volcado en
el alejamiento de todo lo social. No comparto mis sensaciones con nadie, no me
apetece…No me apetece hablar de ti, de ese amor de una chica de ayer que ahora
habrá echo su vida, espero que alegre sino silbando la armonía, la buena dicha.
Y he despertado con el feroz frío de los sueños también. Sé que algo malo se
avecina, algo que nos erigirá como personas o como solo un punto en la nada. Qué
somos entonces amor mío. Son terribles las noticias que llegan. Una barbarie que
nos condena a la sed, al hambre. Nadie está protegido. Cuando la guerra estallé
seremos hijos de fúnebres baladas a un océano, a este gran océano, donde muchos
han perdido la vida por la razón de ser y estar, por la razón del bien hacer de
sus mañanas por aquellos que penan al otro lado de la orilla ¡Qué desagradable
es todo esto¡ Sí, la guerra viene, protégete amor mío, cuida de ti y los tuyos ¡No
más dolor para este alma en pena¡ Yo y mi gran azul, mi grato refugio donde los
espíritus vagan con un lamento perpetuo. Amor mío me he despertado este invierno y me
declaro casado con la paz, soy combatiente que escupe pájaros en el aire al son
que sus plumajes caen donde los corazones son bestias del miedo. Que esos, se
alejen de nosotros. No, no puedo creer amor mío. Se me caen las manos en este piano
cuando me detengo en lo devastador, en lo horroroso que es el monstruoso
imparable, impenetrable de la guerra. Escucho los gemidos del silencio. La
huida de un niño, el fracaso de muchos por querer detenerla. Pero las murallas
los oprimen hasta no más que seres de la muerte. Me despido querida, ya
volveré.
Yo
suam me desplomo en este sillón que tiene ojeras, cierro los ojos, respiro
hondo y pienso en mi familia. Yo Suam estoy solo y esta gaviota que me observa. Medito cuando
este hombre escribió esta carta, antes de la guerra y aún la amaba. Su llanto se
perpetua en ella. Me siento débil, fraguó donde el dolor hinca mis sentidos y
es cierto. Hay tanto dolor…tanto que perduran a lo largo de los años. Vendrán
nuevas generaciones y no sabrán todo a ciencia cierta solo, la visión que cada
yo tiene. Vendrán nuevas generaciones y solo verán una ciudad reconstruida bajo
las cenizas de los gemidos infinitos de la humanidad. Y se volverá a repetir,
porque todo se repite. Entra en un bucle donde la sed de venganza por sus
antecesores nos hace caer en la estupidez de la razón humana, en una inteligencia
moldeada por la hipocresía, por la mentira. Yo Suam sufro. Yo Suam estoy
sufriendo. Y este sufrimiento me degrada, me cansa. Sin embargo, no tengo la idea
de quien fue el culpable. Dos bandos entregados a la sangre…a la tumba de
inocentes. Yo Suam estoy en un momento que no quiero saber nada de tanta y
tanta desgracia, de seres demacrados donde el hondo sollozo hace temblar la
isla. Y es que la isla es temblor, sus entrañas no más que son refugio de
cuerpos estériles, yermos, estáticos con los ojos en blanco. Yo Suam también gimo,
un gemido que me lleva al agotamiento de mi verticalidad aquí donde rompen las
olas,
No hay comentarios:
Publicar un comentario