viernes, diciembre 30, 2016

VIENTO...

Viento. Son las seis de la mañana. Todo oscuridad, todo callado al compás del tic-tac del tiempo. Giro ralentizada contra la voracidad de la calima. Sé que puedo llegar. En la reconditez de las ramas rotas busco la mirada incierta del mañana, un mañana confuso. Sé que puedo escalar los desagradables interrogantes de un cementerio cercano.  La tos me acusa, sin embargo, sigo. Sirio me acompaña, me vigila en cada zancada retorcida en las manos del viento. El viento. Acusada de perdedora, de mordientes aventuras a ras del vacío. No. Sudo, un sudor extinguido a medida que avanza. Calles mudas, solo el viento. Pasan coches con luces de agonía de una jornada que quiere comenzar. Las farolas aún encendidas dan lumbre a mis pensamientos- pesados, tuertos- yertos en el menear del agotamiento. No hay cansancio. A veces parezco desfallecer, mentiras obradas de la luna aun ahí con su caricia al sol venidero. La luz del día empieza a divisarse, una luz disfrazada de arena de un continente cercano. Viento. Regreso, tengo que alcanzar mi techo. Tiemblan bruscamente los árboles. Les temo, espacio de la nada donde me muevo. Cierro la puerta, el zumbido penetra en las ventanas de esta casa. Ahora me ducho, agua fría que galopa por mi piel. Así, rápido. Viento. Escucho música acompañada por el viento, siempre por el viento. Schubert en su melancolía, en su doncella perdida. Viento…

miércoles, diciembre 28, 2016

VIDA

Llega los soles cercanos al rotar de esta esfera, noche inconfundible donde las emociones se emancipan del letargo y acogen una leve sonrisa. Ella, ahí, en la oscuridad de cipreses mirando estos astros como fuente de vida. Sus huesos se encuentran dolidos, unidos a una fuerza engrandecida por su voluntad. Entera no deja de avistar su horizonte. Sí, el de ella, ese conquistado por la exuberante lucha del seguir ¡Vida¡, se dice. Agárrate fuerte a mí en estos instantes donde mis pensamientos alcanza la guerra infinita de los humanos. Ábrete bajo barcas de pétalos en los océanos de la armonía y deja en paz aquellos inocentes. Me siento derrotada pero levanto mi cabeza, bien alta, hasta más allá de los agujeros de la nada. No lloro. Llorar ya no sirve. Une las manos, los cuerpos en uno solo y seamos espejo del alma que surca los jardines de la paz ¡Paz¡ vuela hacía mi, aquí te espero desarmada, equilibrada pero cubierta de plumas de palomas blancas ondeando lo cierto de nuestro destino. Caminemos juntos, juntas, con el solemne grito de banderas alzadas al son de caracolas sonoras de nuestras entrañas. Ven, ven rápida, con la celeridad de un mundo cansado de tanta…de tanta arma grotesca contra nuestro pecho tranquilo. Subo un roque, tiro de las ojeras de nubes que me arrastran en un sinfín de dudas …¿Vendrás? Claro que si, anoche lo soñé, anoche lo soñamos …muchos, lo bastante para aniquilar, extirpar el mal de los valles desnutridos, destruidos. Mientras esperamos no quiero palabras baldías, campos azotados por gente sin el mecer de una manta abrigándoles, distanciándolos de la rabia, del odio crecido en el hoy…¿Vendrás?...con tus mezquitas, con tus iglesias, con tus sinagogas, con tus santuario sea el que sea alumbrando los corazones. Todo tiene que llegar vida aunque sea lento, muy lento. Estática aguarda el paso del tiempo, el paso del temible huracán corrompiendo a los seres andantes a ras de la tierra. De su mano fría, huesuda y alargada al firmamento mana luces, luces de arco iris y aves saboreando el elixir  de la vida.

martes, diciembre 27, 2016

Te sigo...

Te sigo. Sí, tempestades al compás de mis huellas alejadas de la armonía de los ensueños. Presente. Estás presente en el sentido de los cuerpos bellos adormilados al son del invierno. Hoy he venido…aprisa, aprisa…para ver el surcar de tu mirado en el ritmo ciego de la calma. No sé lo que dirás pero ante ti estoy en vertical, ascendente, tangente al soplo de tu aroma. No, no me ves y quizás ni sepas quien soy. Soy el hueco del silencio, de un túnel oscuro cuyo término se afinca bajo estrellas fugaces. Ha oscurecido, la temperatura ha trepado hacía abajo y el resonar de un piano me anuncia la pena. Pena harapienta, pena moribunda en el tintineo de tus manos obrantes de la vida. Te sigo, aquí, ya, sonido capturado que oscila en las entrañas temblorosas  del tiempo.


domingo, diciembre 25, 2016

No despertéis...

No aún no despertéis, dejad que esta jornada donde la lluvia y el viento os deslice en el silencio de un largo letargo. Cierro ventanas, cierro puertas, es oscuridad casi eviterna hasta que este día que viene se extinga en las manos de la luna ¡Ay mis hijos¡ Doce como las campanas de hace pocas noches. Duermen, que sigan así en este día donde las emociones se exaltan al descubrir los regalos de una larga madrugada del seis de enero. Ellos no lo saben, son aún muy pequeños. Qué se yo, muy inocentes. Yo me miro al espejo, estoy acabada, desdeñada. No tengo recursos suficientes para un detallo, un regalo que haría que sus bocas hambrientas se regocijarán en la alegría. Cierro ventanas, cierro puertas. Por un orificio secreto mío veo la sacudida del amanecer. No se oye nada. Mejor. Me siento cobarde, no sé cuánto durará esto pero espero la celeridad de las agujas del reloj. Escucho unos pies desnudos andar por la casa, será el mayor ¡Vete a la cama hijo mío todavía es de noche¡ Me mira, sus ojos buscan, ojean, inspeccionan. Aún legañoso pero vital observa, me pregunta el por qué esta todo clausurado. No sé qué decir, que se yo… hace mucho frío hijo mío vuelve con tus hermanos, con tus hermanas al sueño de los ángeles que nos protegen. No. No sé quiere ir, sospecha algo, algo extraño se mece en el ambiente. Algo que me desencaja, que me abate, que me aísla en mis pensamientos. Siento terror, se me estremecen las manos, la voz. Pero hoy no son los reyes madre ¿Hoy no son los reyes madre…?, me pregunta. Una ola de hielo se implanta en mi corazón, me siento caer a ras de la desesperanza, de la desilusión. Ay su carita, su ignorar de las miserias bajo este techo. Todos despiertan. Todos vienen. Intento mantener la compostura pero no puedo. Me llevo las manos a mi rostro y lloro ¡Mis niños¡ Ellos conmigo expulsan lágrimas desgarradoras, abolicionista de toda mi entereza. No, no puede ser. Abro ventanas, abro puertas y ellos, ellas miran con ojos tristes está atmósfera infectada de pobreza ¡Son solo niños¡ No comprenden ¡Por qué os habéis levantado¡ A ras de agujas candentes me columpio. Me detengo y medito. No más.  No más desoladas sorpresas. Mañana…Sí, mañana no sé cómo me embarcaré en una hipoteca. Sí, hipotecaré todo, todo lo que tengo y algo les traeré. Les diré…les diré que se han retrasado, no, a lo mejor…ya plantearé algo. Mientras cerraré de nuevo ventanas, puertas. Qué el dolor no se escupa más allá de estas desconchabadas paredes. Iros a dormir hay tormenta, esperemos un nuevo amanecer donde los sueños se hacen realidad. Os quiero tanto…

jueves, diciembre 22, 2016

Invierno

Invierno. Oscurece temprano. Instante donde inaladas barcas derivan a la incertidumbre. Una sintonía angosta en el querer se despliega bajo su sombra. Sombra diluida en el mecer de las horas. Ya no la siente, ya no la ve. Invisible es huella de la nada, de la oscuridad pertinente que asusta a los corazones. Invierno…ecos zumbando a ras de su rostro pálido, patético, temeroso de andar sobre cumbres hiladas con la nevada sutil. La valentía se inmiscuye tras su espalda, encorvada tras el paso del tiempo. Un sombrero oculta su verdad. Camina y camina desorientada, con el desfallecido aliento de los astros. Ay silencio, se dice, dame calor. Se detiene, jornada melancólica atrapada en un clavo a un muro. Sí, delante de ella. Lo mira, cierra los ojos y una leve música suena ¡Qué será¡ ¡Qué será¡ Su adiós. 

miércoles, diciembre 21, 2016

Agazapados..

Agazapados en la inercia de las raíces que los mantienen a la vigía de las ánimas de antaño, viejas costumbres bajo los ficus de un parque corroído por el paso del tiempo. Se miran, ojos caídos y ojerosos exhibiendo la vejez de sus manos, los trabajos, el sudor y el sufrimiento del ayer.  Alguien pasa ante ellos, los mira con la rareza del agotamiento, de alas rotas por la pesadez de plomizas nubes. Lloverá. Ella es joven,  ha alzado su vuelo más allá  del interrogante escondidos en sus miradas cuando la ven. La voz de la sabiduría le viene lenta, ya decaída y en su reconditez vuelan las conversaciones de ellos. Se lo imagina, en otra época, más maravillosa pero que garraspea alguna pena. Detrás de ellos la iglesia que por siglos ha estado ahí, solemne, abatida por oraciones triste de un pasado. Es inerte, agarrada a todos los que ante ella son pisadas. Llueve. Los ancianos se meten dentro mientras ella observa, cierta vergüenza la sacude y prefiere estar fuera, mojándose. Le da por correr, galopar más allá de aquel lugar, su pueblo. Se interna en la densa penumbra del Monteverde, ahí se siente protegida, escudo ante la voracidad de la evolución de la existencia. Y espera, espera la calma del chubasco. Huele a tierra, a musgo. Embriagada mira al cielo gris, tormentoso y respira. Con lo bien que estaría bajo el techo del templo de un Dios insonoro. Tirita, muerde sus labios, un leve arroyuelo de sangre maná y regresa. Sí, regresa al pueblo, su pueblo, sin miedo al que dirán. Ahí los ancianos sentados bajo los ficus contando sus historias, ya ha parado de llover. Pasa y no la ven, ha desaparecido en las entrañas del bosque solo su luz es vista por algunos que en las venideras estaciones será contada. 




domingo, diciembre 18, 2016

Juro...

Te lo juro anoche estaba acostada con ella. Sí, un dulce cuerpo acompañaba al mío en toda su lucidez. Hicimos el amor, apasionada derrumbe de los cuerpos desnudos en sábanas blancas. Sus ojos interceptaban a los míos en el campo de la emoción, de una sonrisa culminante al apego de nuestro querer. No  había nada extraño, una atmósfera prodigiosa se adosaba a nosotros con el auge del frío. La calidez de nuestros alientos y el jadeo eterno de aquel instante ronda aún mi memoria. Cuando me había levantado ella ya no estaba, mi existencia despojada de toda ropa, de toda máscara aun sudaba. Lentamente me duché, me bebí mi taza de café y fui al cementerio. Mis hombros caídos ansiaban comprar un ramo de lirios, un ramo de rosas, un ramo de azucenas, etc…Así lo hice, en vertical me erguí ante su tumba. Una lágrima de la noche pasada me estremecía. Adiós amor, le dije.

sábado, diciembre 17, 2016

UNA ROCA...

Una roca. El mar en las vespertinas luces de otoño. La decadencia de los cuerpos, cubiertos de cierta nostalgia. Ella, sentada, vigía de un horizonte bañado por un tierno oleaje. El ronroneo de las olas la duerme, la embelesa hasta que sus ojos azules son besos de una embarcación perdida. Se aproxima, desaparece y ante ella el esbozo de ballenas en un brinco sonriente bajo los destellos de una noche que se arrima. Noche de luna, noche grande dibujando reflejos de su mirada al amor ido. Algo del ayer requema sus latidos en celeridad pero se siente en calma, tranquila bajo los efectos de la memoria. Tira una botella al océano con un mensaje inelegible a los labios insonoros a la paz, a la verdad ¿A dónde llegará? Lejos, muy lejos desea ella. Donde el chirriar de un amanecer no sea certero con las almas en su solitaria danza sobre tumbas anónimas. Ganas de abrirse y cerrar cada una de sus vivencias. Sostenida ejecuta un movimiento que la anima a levantarse. Alza sus manos a la brisa marina entregada a su existencia, modela en sus pensamientos el camino que recorrer para el logro de su vejez. Envejecer.  No queda otra. Manos expandidas en la plenitud de las arrugas, de una historia tal vez ajena a otros. Hace círculos en la arena: su vida. Todo es un ciclo que debemos continuar hasta volver a brotar en las raíces de cipreses cantando al silencio. 

martes, diciembre 13, 2016

Arrobados...

Arrobados en la extensión de ojos blancos,
En el precipicio de una sonrisa
Consumida por la boca de nubes
Adyacente a las almas aladas
De la fortuna.
Arcaicos riscos elaboran un recital
Donde el alentar del viento
Nos evoca la dulce y transparente existencia
De manos ancladas en el equilibrio
Del ritmo de una angosta paz.




sábado, diciembre 10, 2016

Sentada...

Sentada. Oscuros ojos de la noche dan a luz a mi mirada. Pero no ves. Permaneces ahí sentada frente a la ventana abierta. Tiemblas. Hojas de otoño resbalan por las calles en su mutismo. Te hablo y te hablo. No respondes. Sentada y tus sueños de papel en blanco. Ya no recuerdas yo, sin embargo, te puedo ir mencionando uno por uno. Porque te has ido. La memoria rayada comienza un viaje donde yo no puedo llegar, donde tú solo atisba alguna sombra del ayer.

  El reloj con su tic-tac no cesa. Quisiera detener este tiempo acechante y disolverlo en las mareas remotas del pasado. Me siento envejecer. Ya no soy la misma de antes. Mi memoria se entorpece y mi corazón se apaga con sutil aliento del viento ¡Deja de mirarme¡ Sí, callada. Estoy callada porque ya no puedo elaborar las palabras que tanto quisiera. Te quiero. Pero cierto apagón de mis sentidos me detiene en este instante, en todos los instantes venideros degradándome en el adiós. Ahí, ese reloj ¡Páralo ya¡ Que se detenga y me deje este momento en que aun puedo reconocerte.
No sé he ido a comprar el periódico por si querías leerlo. Son horas de levantar, también he traído un par de revistas de las que te gustan. Estás ahí, sentada como te deje ¿No sientes frío? Las temperaturas han descendido y es probable que copos de metal aterricen en esta jornada sobre los arboles que ves. No se oye nada, ni el canturreo de un mirlo, de un canario ante la calma enfermiza que existe en estos momentos. Espero que no te halles olvidado de mí. Hoy es 10 de diciembre ya queda poca para el 25, las navidades se nos echan encima mujer y tu ahí. Sí, mirando a través de la ventana, estática, ida ¡Reconóceme por favor¡ ¡Tiéndeme la mano¡ No oyes. Te apartas de esta vida poco a poco a un mundo desconocido por mí, extraño, abordado por las dudas crecientes en mi corazón, en mi razón.
¡Dolor¡ Siento dolor. Se me olvidan las cosas, hasta la más simple. No sabía que andabas aquí. Me creía sola. Sola y mi mente desnutrida, corroída por los balanceos de los años. ¡Herida¡ Quisiera fallecer. Sí, ser estampa de la muerte antes de hacerte daño. Me traes el periódico, revistas y para qué me pregunto, ya no puedo articular palabra, ya no puedo comprender cada letra que ahí se dibuja. No te das cuenta ¡Qué viejo estamos¡ Ya no más seré la que era. Aquí me quedaré hasta ser sepultura, hasta ser vencida por la tumba. No llores querido mío, no me mires. Cómo decirte…imposible, no puedo hablar. Ya no hay fuerzas para lanzar la más nimia palabra para que te des cuenta. Solo soy desmemoria, poco a poco me voy. Aun así quiero que disfrutes ¡vive¡ No, no recuerdo tu olor, se me va.

Aquí estoy. No te dejaré. Retorcido destino. Aun la belleza se refleja en tu rostro, en tus ojos fijos en un horizonte que yo puedo penetrar. Tu no solo olvidas, todos olvidamos que somos olvido. Me dejas que cierre la ventana…no quiero que te enfríes. Puedes seguir mirando por los cristales. Ahora leeré el periódico y estas revistas en voz alta. Quizás, tal vez  te vires y me mires. 



miércoles, diciembre 07, 2016

Ritmos...

Ritmos acelerados, con el trepidante pulso de la danza alrededor de una hoguera. Ellas desnudas, conjuros nocturnos en noche cerrada dando la bienvenida a sus deseos. Una playa vacía. Un faro a lo lejos. Cruces que entonan el rito del aullido de sus entrañas. Magia voraz canturreando algún maleficio contra las ánimas que vienen, que las visitas en el oleaje infinito y tierno. No se miran. Sobre sus rostros una máscara que las deja a la invisibilidad de las jornadas venideras. Pócimas bebidas y la locura de sus saltos, de sus bailes desenfrenados expulsando todo mal en sus existencias. Se sienten libres con el hechizo de sus manos que se unen para ser un coro al derredor de la hoguera. Sigue la danza. Siga el expulsar de la negatividad en sus venas. Alguien vigila. Alguien mira. Una pareja pasa y extrañados y con el temor ante lo que ven quieren huir. No pueden. Ellas los rodean. Se hace un movimiento de ecos más veloz, con la celeridad escalofriante de un duro invierno. Por un momento se detienen, estáticas miran. Ellos temerosos y sin salir del asombro suplican, ruegan que los deje ir “ Son hijos del mal” dice una. “ Hijos de las sombras que nos enloquece, que nos palidecen y deja que el corrosivo aliento de este mundo nos disparé” dice otra. Y los dejan ir, los echan de la tonada agónica de sus voces. Huyen. Ellas, en medio del sudor y el helar se visten sin dejar que máscara que llevan las descubran. Todo ha terminado. Sombras difuminando en medio de un paraje perdido de la isla. Cada una toma su camino, como si nada. Se van quitando la máscara y una luz blanca comienza a envolverlas, a alzar el vuelo entre nubes vagas hasta llegar a cada una de sus guaridas, de ese techo del disimulo. 


martes, diciembre 06, 2016

Ella y las olas...

Pájaros huecos arrastran las palabras de una luna menguante donde ella se mece. Salvaje corre a ras de la arena alimentándola del ensueño. Sola habla con el ronronear del oleaje. Le pregunta al océano el por qué de la deriva de su entereza en los pozos inmiscuidos en su aliento. Noche, oscuridad. Solo el leve reflejo de sus ojos bajo este mundo desconcertante, desequilibrado. Ahuyenta las mosca que vagan por la orilla con sus manos, libres, pacíficas, calmadas. Se acuerda de una frase “nunca le des la espaldas al mar” . Ella no obedece y se vuelve. Solo observa la nada, un paisaje desalentado y apagado. La brisa viene, viene con su corpulencia fina y sutil.
               Decir Dioses de las mareas austeras a mi espalda el por qué de esta congoja, de este temor a batir mis alas desechadas en la plenitud de las constelaciones bosquejo de yeguas que nos llevan a los sueños. Estática. Ya no sueño. Hermética. Ya no anhelo. Fría. Ya no quiero la verticalidad de mis pasos por esta tierra. Miro fijamente mi mañana y no avisto el exalta de la alegría solo, un legado de míseras manos engarrotando mi garganta, borrando cada huella de mi respiración. Muerte. Sí, eso soy. Vacío. Sí, han pasado muchos años aniquiladores de mis singladuras. Daño. Mucho, demasiado. Tanto que la ventura del vivir no es carruaje para mí. Un papel blanco se interpone entre mis ojos y este mundo. Qué decir….qué decir….

Sí, no obedece a los añejos consejos. Una ola arremete contra ella. Se la lleva, la estrangula en el paraje de los ahogados. No intenta liberarse. Se deja llevar por la violencia del oleaje. Se detiene. Y la armonía y su temple hace que vuelva a la orilla, fatigada, dudosa. No entiende como aún puede estar viva. No le queda más remedio que seguir bajo la noche y su espalda el océano.
       Decir Dioses de las mareas me habéis devuelto aquí, a este lugar de mi huída. Que la ceguera y la sordera me llegue para no seguir olisqueando esta loca esfera. Mis brazos parecen raíces, raíces incrustadas muy fuertemente a este sitio. Sigo sin comprender ¡Si no quiero seguir¡ Continuar despertando en la desnudes del albo bajo los influjos de un espejo rajado. Quiero irme. Lejos, muy lejos. Ausentarme de todo mal errante en estas entrañas. ¡Por qué me habéis hecho brotar de nuevo¡ No. No…No quiero que venga la mañana, permaneceré dormida en círculos donde llameantes cuchillos arranquen cada herida, cada llaga, cada cicatriz erecta en la memoria ¡Huida¡ Si, ya me voy.

Se da la vuelta, pardelas la acompañan. Ella en el callar del nocturno deja de tejer sus cavilaciones. Se introduce en el mar. Una marea brusca la viene a recoger, a darle la mano para llevársela. 

lunes, diciembre 05, 2016

divagaciones de una mañana de otoño

Son las 7, el despliegue de los párpados solapados al letargo es de manera lenta. Una mirada cae en la cuenta que hay que desperezarse, sumirse en la historia venidera de las últimas estrellas.  Ella, se mira al espejo aunque el frío invierno le atice se halla desnuda. Sin más se vuelve hacia la ventana y ahí el océano. Cachalotes aún danzando con la madrugada, con los que suspiran por la belleza de un mundo pacífico, de una madre tierra consumida la perfecta luna. No se sabe lo que piensa, está sola. Ella y cada habitación vacía de un tono blanco tirando al desgaste de los años. Se viste, se le ha caído un botón de la camisa. Va hacía su caja de costura y lo remienda, ya está lista para el salto a la calle, a ese ambiente helado meciéndola en su andar. Las luces todavía andan encendidas, las aceras vacías, rodeadas de una calma que la hace respirar. Alguien precoz ensaya con un violín en alguna de las viviendas de su barrio. Lo escucha, le gusta esa tonada temprano bajo la senda de la nada. Se detiene, qué misterio guardará esa música, si se le puede llamar música…Los últimos astros se van, se pierdan ante el amanecer, un horizonte broncíneo rompe sus ojos que atentamente  observan la hermosura de este nuevo día. Su estado de ánimo es de entereza, de seguridad, de la seriedad que sus pasos a través de la ciudad. No se pregunta nada solo medita en que todas las auroras deberían de ser así, pacíficas, llenas del encanto de algún pájaro extraviado en esta estación. Vuelve a su casa, bajo su techo escribe algo, a alguien después se ducha. Otra vez la desnudez en su piel. Agua fría que corre por su carne, por sus sentidos. Se siente bien, restaurada para comenzar una nueva jornada donde las prisas dejarán a un lado las emociones de esos momentos en su silencio, en su soledad.

viernes, diciembre 02, 2016

LA ISLA...

Pisadas dan abundancia a un nuevo amanecer. La isla, enfrente, sobresaliendo entre pesadas nubes. El piensa, ella piensa que tendrán que ir. Hace años de sus aislamientos en ínsulas mayores pero, la isla, la isla diminuta donde lobos marinos desembarcan su aliento hace tiempo que no la visitan. Maravilloso pedazo de tierra donde emerge lava y arboledas inconquistables para el hambre humana. No sabe quien la protege, será algún Dios de estos rincones del universo el que vierte su escudo a ella. Es sagrada para las danzas ancestrales ahora idas, decaídas en la perdida de la creencia. Ellos irán cuando la oscuridad condene los ojos que miran al horizonte en el eclipsar.  Cuando la noche llegué se desnudarán y de orilla a orilla serán gaviotas negras que con sus braceadas la visiten. Lo necesitan por unos instantes sentirse libres, anclados en el tiempo ido. Cuando la noche llegué saborearan de ese paraje inaccesible para muchos otros donde sus garras no más que son cemento y taladros. Podrán pasear en su belleza y sentir un aire distinto, como diría, un aire donde la fogosidad de las entrañas del planeta y la naturaleza los haga vivir lo hermoso, lo perfecto. La isla, elixir de la fraternidad, del respeto a la madre tierra congregada por aves emigrantes que les dirán de los secretos que guarda este mundo.  Y llega y llega la noche, ahí van, liados en sus cuerpos a la isla. No está lejos, solo, la ausencia de nuestra memoria. No hay nadie, pájaros de colores les da la bienvenida, palmeras abundantes en su mecer anuncia la llegada. Caminan por a ras de su corpulencia suave, tierna, enhebrando los deseos del mañana. Solos se ven alumbrado por la densa virginidad de su lindeza, más perfecta no podría ser. Es como si hubieran realizado un viaje al pasado, ese pasado que se halla ahora frente a ellos, de donde vinieron. Desnudos no saben si regresar. A lo lejos un faro preñado de lluvia se deja ver. Aquí, la nada los rodea, los absorbe, los mima. Se besan, así, como apoteosis del elixir de este lugar. Estrellas fugaces les da la bienvenida, la mar en calma los solicita como únicos que pueden acariciar su frondosa riqueza. Puede ser que no regresen más, que se transformen en cenizas que toman raíz ahí. Así, abrazados en la bonancible que los consume.

jueves, diciembre 01, 2016

La mar...

La mar. La noche. Mareas infranqueables donde caracolas alzan barcas del olvido. Náufragos. Muerte. La búsqueda de la verdad cuando la luna blanca es alianza de los rostros demacrados por la inclemencia de nuestras palabras. Adiós, amigos-as mías en la densa capa de gaviotas vigías de la extensión de vuestros cuerpos a la deriva. La noche. La noche embelesada al compás de inmutables sonrisas orientadas al desdén del vivir en sus tierras. Somos propietarios de la nada y a la vez tenemos derecho de alzar nuestros pasos en cualquier lugar, libres. Sí, libres del volcar de nuestras alas en las entrañas distorsionadas de un globo comido por la insolidarias almas andantes en su superficie, a ras de nuestra mirada decaída cuando buscamos el sosiego. La mar. La noche. Qué guarda en su vientre de acero. Frío. Decadencia. Heladas manos acogen sus manos ya fenecidas, ya carcomidas por el vuelo fugaz de la vida...

miércoles, noviembre 30, 2016

Animo

Animo, la danza del desierto es lumbre de los corazones yertos en el cambio de sintonía al ritmo de esta esfera. La paz, ahí, se congrega con garzas azules batiendo el vuelo en el sentido de la existencia de una promesa que nos arranque de las malas raíces ramificadas en el no de su ascensión hasta la cumbre más alta. Venga, sigamos, continuemos con la lucidez de los astros vagando en el deseo, en el anhelo suave de una esperanza abotonada de blanco. Miremos allá arriba, un cielo límpido y en calma clama el regreso de sus ojos plateados, mansos sobre este planeta. Acaricia mis manos, acaricia tus manos, acaricia nuestras manos conscientes del sendero próximo  al equilibrio, a la armonía. Se acerca, sí, viene con un grito insonoro con él nunca más de las batallas que nos tira por precipicios nefasto. Ay…la paz…la paz solo es eco de nuestro yo. Nos sentaremos donde las olas rompa y envejeceremos con la promesa de una tierra sostenible para venidera estaciones. Ay..la paz…la paz, izamiento de plumas amarillas transeúnte de las miradas.


Sigamos...

Sigamos,
A través de los ojos nutridos
Del aliento del crepúsculo.
Aquí, nuestra madre,
Atmósfera del bien
En la proyección de un mañana
Elaborado con añejas recetas
Suspirando al amor.
Sigamos,
Un árbol se hace gigante
Y de sus ramas colgamos
Cada instante en los años
Crecientes en la memoria.
Así, madre,
Consuelo de nuestras espaldas
Emancipadas del mal,
De la proyección en vertical
De nuestros pasos.
Sigamos, continuemos

En el mecer de sus sueños. 


lunes, noviembre 28, 2016

No me digas que llega la noche. Esperaba saborear algo más de luz, consumirme hasta los últimos rayos solares. No me digas que te vas. Estamos, aquí, en un andén a la espera que el tren pase y te evapores en la distancia. Bueno, a lo mejor será benévolo para ambos, un alejamiento por poco meses, por poco días. Ya el tiempo dirá. No me digas que no vas a volver. Ja…tengo que creerte, no sé si lo superaré. Intento edificar un mundo de cristal a mi derredor y la tensión se mueve en sentido de la decadencia. No sé lo que te ha pasado. Esta ruptura…este adiós imprevisible. Sí, disfrutamos mucho con el juego del amor, con el juego de la existencia de nuestros labios acariciándose. No sé qué pensar. Con tu ida me derrumbo, no la esperaba. El tren se acerca, siento su chillar melancólico enraizado a raíles oxidados. Bueno, te dejo. Me voy. No te olvides la maleta. No sé ni lo que te llevas, espero, algún pedazo de lo que fue. Me voy. Ella ahí, esperando la llegada del tren con su maleta quejumbrosa. No la entiendo. Quizás sea para bien. Quizás….quizás mañana volverá.

Pesa esta maleta a igual que cada recuerdo de nuestra convivencia. Pero no puede ser. Ya se ha ido. Siento alivio, una congregación de paz se revuelca en mi vientre. ¡No¡ no sentiré aspereza, hincaré el diente a un vagón y me difuminaré de su espalda ya ausente para él jamás. No, no volveré. Hastiada. Necesito de mi soledad, de mi interrumpible grito de libertad. Subo al vagón, rostros extraños desvían la mirada al horizonte oscurecido. Me siento sola. No hay nadie ni al lado mío, ni enfrente. Necesito respirar. Ella creé que retornaré, pero no, esto es solo ida. Una ida que se funde bajo los montes rápidos que veo en viaje. Ella cree que me ausentaré por un corto periodo pero no es definitivo, una ruptura balanceante en todos años ¿Cómo no pudo verlo? Es incompresible. La frialdad azotaba nuestros corazones o mejor dicho mi corazón. Solo disimulaba para no dañarla. Todo tiene un límite, un límite donde el cuento se pierde en el olvido y evocamos su fin. Quizás…quizás mañana lo entenderá.



domingo, noviembre 27, 2016

Cansada...





Es otoño. La lluvia, los trozos de hojas se expanden a través de nuestras pisadas. Amanece, singladuras más allá del viento norte que agarra nuestro rostro y lo encrudece. Vengo de lejos, de muy lejos. Ahora aquí evoco la memoria de los cuerpos arrastrados por el mal oleaje, por la maldita brújela de la existencia. Somos muchos en una barca que en cualquier momento se destrozará, se hundirá con nuestras almas abogando a la vida. Sí, la vida…a veces tétrica, plasmada en nuestros anhelos que ahora se diseminan en este océano de la distancia. Alambradas se enredan en nuestras manos, tierras yertas a la libertad enmudecen y no nos dan la bienvenida. Somos ecos de ellos, de esos centros donde como con rejas oxidadas que nos impide ver la luz. Al menos lo hemos alcanzado. Gigantes urbes edificadas en el silencio de la armonía. Será otro punto de vista. Estoy aquí en un recinto cárcel donde la llamada a la libertad será todavía lejana ¡Ven¡, digo. Ven hacía nosotros con alas majestuosas para poder alzarnos. Estamos atados, atados a la ventura de un sueño que envejece a medida que pasan las estaciones. Solo he huido. Huir de la masacre, de los corrosivos alientos y ojos de humanos que al fin al cabo solo quieren la muerte. Desde mi ventana enrejada veo solo un patio donde, nosotros, los huidos al encuentro del sosiego damos vueltas y vueltas en círculo. No, ¿qué delito hemos realizado? No lo entiendo. Solo quiero auxiliar a mi familia de los terrores de la guerra, del hambre, de las injusticias. Nos tratan como delincuentes, aquí, clausurados a la fragancia vital del continuar con nuestras pisadas ¡Dejadnos¡ ¡Dejadnos navegar por vuestras calles al son de una lenta respiración¡ Quiero oler la jornada sin mis ojos presa de estos barrotes. A  veces pienso, huir de nuevo. Ah, no tengo fuerzas ¡Cansada¡ Cansada de la monotonía de este supuesto grito de libertad. 


viernes, noviembre 25, 2016

Alejados...

Alejados, momentos que se contrae en un espacio donde dos cuerpos trepan a la cumbre de sus besos. Ellos, ahí, desfigurando lo cotidiano en el albor del querer. Somos seres de aquí, de esta atmósfera absorbiendo de las jornadas lo más hechizante, lo que se pueda enhebrar bajo las luces de un otoño. Un árbol más allá de la ventana que los vigila, así, de manera suave, reflejando el viaje a los eviternos instantes. Dos cuerpos sudorosos en la estampida monótona de los soles. No desean aliarse a la existencia, a la vida que los hilan con otros. Están bien, aislamiento hasta que el cansancio se arrime a sus alas ahora inmóviles, estáticas, palpables a ras de sus miradas. Sí, alejados, sentidos presente en la emoción, en el mágico imantar de la dualidad de sus manos. No hablan del adiós ¡Flores emergentes en la sutil caricia de sus labios¡ Así, en el infinito del universo solo olisqueado por perennes gracias del uno con el otro, del otro con el uno. 


sábado, noviembre 19, 2016

El orificio...

Una bóveda ceniza anunciadora de lluvias venideras huelo desde este rincón donde estoy. No sé por qué me dio por vigilarla, es algo que me asusta, que me incomoda. Un pequeño orificio en la pared daba a la habitación contigua. Al principio pensé de que se trataba de una mancha, una mancha en la pared. Cuando fui a limpiarla descubrí que mi ojo podía mirar más allá de este cuarto donde ando recluido. Ella ahí, desnuda, bailando al ritmo de una música acelerada. El sudor de su cuerpo, la atracción. En su habitación no hay ventana solo la luz de una lámpara sin embargo ella parecía estar ausente a todo lo que la rodeaba. Yo vigilante en cada despertar de su ser, de sus movimientos. Alrededor un halo de hojas secas serpenteantes a sus pisadas, a cada tacto de ella con el suelo de madera ¿Cómo podría ser? Yo miraba y miraba, miraba en su soledad, como se acariciaba su cuerpo en cada paso frente a un espejo. Me era desagradable el estar espiando su intimidad. En la residencia decían que era una chica extraña, introvertida, una mezcolanza entre el aislamiento y los desiertos cuando la timidez invade la persona. Ello me hacía mirarla más y más. Era una explosión en plena calma, una mujer que rozaba la ensoñación cuando a solas se encontraba. Me dio cierta pena. Observaba como hablaba con estas paredes, con la alfombra de hojarasca que bañaba su habitáculo. Un día decidí tapar el agujera, dejarla en su mundo, ese mundo que desconocemos. Comencé a saludarla a partir de ese momento. Sí, hablar con aquella que había emocionado cada instante de mis ojos en el agujero de la pared. Nunca le conté mi secreto, nunca le dije que la amaba. 

jueves, noviembre 17, 2016

El

Espíritu:
Siempre maldiciendo el resonar desterrado de estas paredes. Gritas, ¡ay vida maloliente desemboco en la tiranía de la soledad desde que él se fue¡ Mi ser, mis sentidos se revuelven bajo las ventiscas de un tifón que me lleva a agujeros negros de un universo que desconozco ¡Dónde estás amado mío¡ orbito en la sentencia de mi ira ante tu ida. No, no puede ser te has marchado callado, solemne en el vasto imperio del vacío. No, no quiero oír más tu lamento, esa agonía expresada en llantos y encierro. Respira hombre de hoy. Inspirar y espirar, espirar e inspirar con el mecer de las jornadas venideras.
El:
¡Qué escucho¡ ¡Es su voz¡ Ha regresado para reprenderme, por ser solo un sonoro anacoreta que veía en sus ojos. Muéstrate amado mío. No, no te veo, solo te escucho los zumbidos de un que suenan a ti. Dices, no quieres oírme más, oler todo lo que se pudre bajo este techo desde que te marchaste. Sin embargo, conversas conmigo ahora o soy yo. No lo sé. Llevo estaciones aquí recluido, la luz del día angustia mis ojos, la noche chorreo trazos de tu esencia, de tu aroma y puedo asomarme y ver más allá de las estrellas ¿Te acuerdas de aquella melodía que tanto nos gustaba? Triste, decaída, humilde, sencilla, sonoridad de los corazones que se amaban. Te presiento y tocaré para ti, para tu venida.
Espíritu:
No. Rompe ese piano. Destroza las ventanas ¡Márchate de esa casa¡ Sí, esas paredes te manchan, te engarrotan y solo te deja pensar en mi. No he dicho que me olvides, solo soy un recuerdo de un efímero recuerdo sempiterno. Agárrate fuerte amigo mío, querido y lucha por la vida. Ya nos veremos, más adelante cuando redoblen las campanas por tu desvanecer de esta tierra.  
El:
Sí, me iré. Pero antes tocaré, tocaré toda esta noche hasta que las filigranas solares me avisen de mi ida. Me siento feliz ¡Oh escucharte¡ Me das una opción, la de vivir o no. Esperaré mi turno y cuando la luz azul de invierno me avise contigo me reuniré. Jugaremos, reiremos, tocaremos el firmamento con nuestros labios, con nuestro amor.
Espíritu:
Toca y toca. Desahógate y luego te largas como me iré yo.
               Y tocó durante toda la noche. Una luz blanca revoleaba en su derredor. No lloraba, sus ojos eclipsados absorbían de aquel haz luminoso como fuente de vida, de una esperanza, de un sueño ya ido.



martes, noviembre 15, 2016

Sí, nunca más...

Sí, nunca más.
Aléjate en las demoniacas islas de la nada.
No. No quiero escucharte.
Olvídate de mí,
De estos sentidos llevados por los vientos nortes
Al aislamiento de cada mano ceniza
Difuminada en mis ojos blancos.
Saber no más de ti, sí.
Me congrego con las agujas del destino
Y entonces un tremor invade mi sien.
Otoño agazapado en una luna examine,
Chasquido de mi  ida bajo los pantanales
Efusivos la vieja espera.
Sí, nunca más
Reflujo de hogueras danzantes
A través de un espacio ausente, extenuado
En el girar y girar del corazón.
No hables,
Rocosas rotas nombran tu vacío,

Tu alma huída.

lunes, noviembre 14, 2016

Ya te he encontrado...

Ya te he encontrado. Lo sabía. Sabía que estabas ahí, en una rama del corazón de un viejo árbol. Así puedes ver mejor lo que se estremece ante ti, lo que se mueve, lo estático de esta vida. Siempre lo mismo. Sueñas, te esperanzas, te recoges y agotas tus miedos en esas alturas. Yo no te puedo alcanzar, es imposible. Un torbellino de pájaros se congregan a tu alrededor y como el humo ascienden hasta un celeste cielo. Sí, te he encontrado. Te conozco querida mía. Esbozas un no sé qué aliento que me hace venir hasta aquí y hallarte. Eres diminuta así encogida, la lluvia acecha y te mojaras y temblaras. Pero te es igual. Seguirás ahí, en tu sueño, en tus esperanzas, invadida por el aroma de la madre naturaleza que tan bella es. Bella como tú ¿Aún no lo ves? ¿Estás durmiendo? Yo aquí, debajo, a la sombra de tu esbelto cuerpo. No me miras, no miras. Agachas la cabeza entre tus rodillas y te sientes lastimada. Comprendo. Entiendo el proceder de los años anclados en una misma rutina, en unos mismos ojos. Todo cambiará, emergerá una azotaina pacificadora, equilibrada y después de ello seremos seres del vacío, con nuevos horizontes a seguir, para continuar  en un nuevo mundo ausente de desastres desquiciados de la razón humana. Tú te quedas, esperas y esperas esa rebosante finalidad aliada a la paz, a la libertad. De acuerdo, sigo aquí bajo tu sombra. No. No te quedarás sola. Yo también quiero ver ese arco iris caminar por nuestros corazones.
Me hallo aquí. Sí, en este añejo árbol milenario donde su savia me alimenta en cada despertar. El, ahí debajo, a mi sombra. Colores infinitos se perciben desde este lugar tan lejano para otros, tan cercano para mí. Acurrucada en una rama robusta y fuerte soy frágil esencia que divisa este globo. Este globo putrefacto donde guerras, hambre y sed hostigan a sus pobladores. Debe de existir otro mundo mejor, un mundo más consciente con la deriva en que estamos embarcados. No. No entiendo el parloteo de los pájaros rondando mis espaldas, mis piernas. Picotean suavemente, un picotear que me hace desperezarme de todo mal que habita esta atmósfera asfixiante. No sé que hace ahí debajo, yo renuncio al vivir en estas condiciones cambiantes, con rumbo al exterminio de nuestros hermanos. Quiero la paz, la justicia, la solidaridad bienaventurada a través del tiempo. Yeguas de un paraíso sin fin llevadme donde la sangre de ojos no emane en rostros marmóreos. Correr y correr lejos, muy distantes donde la garra humano no os alcancé. Yo me quedaré en esta rama, eximida de cualquier trueno turbador de la tranquilidad, de la serenidad de mis sueños. Ya no estoy sola. El ahí debajo será mi guía, algún día me dirá cuando bajar. Arroyos de peces variopintos absorberemos las calamidades del hoy y todo será olvido, olvido…


viernes, noviembre 11, 2016

El tambor...

Asomada, un tambor irrumpe a lo lejos. Lo sigo. Su tam- tam evoca una cierta melancolía de pájaros a espera del chubasco. Rápido me visto. Rápido salgo a la calle y acera abajo voy hacia el tam-tam. Me mezclo con la gente que pasa, que no entienden, que miran la celeridad de mis zancadas. Me aparto de la ciudad y hallo un viejo camino que me lleva a una casa en ruinas, sumisa en un sueño del ayer. Tam-tam sigo escuchándolo, ahora, más cercano, más vivo. Miro a través de un hueco que dejo una puerta en el pasado. No hay nada solo el tam-tam. Me aproximo detrás de una roca y ahí está ¡Mi corazón¡ Un corazón rajado por las inclemencias de los tiempos que pasamos. Un corazón destrozado  por cada mirada al presente. Tam-tam, derrama sangre seca. No, no puedo ser. Su muerte pasa por mi mente, una muerte elaborada por el encallar de cada maldita aguja a la madre tierra, a los seres. La espera ha sido larga, cuarenta y tanto años en el sentido de la umbría, de la dejadez de un edificar con la fragancia de la paz. Tam-tam. Cogerlo o no, esa es la cuestión ¿Para qué? Todo sigue igual ante el paso de los siglos, de las estaciones. Hoy otoño, mañana invierno y luego una primavera donde el primor purificante del nacimiento nos da algo de lucidez ¡Mi corazón¡ Se detiene, aliento último en el brotar del crepúsculo. No. No lo cogeré, seguiré sin él. Aquí al lado una escalera descalabrada, en harapos. Subo y subo. Cada peldaño desaparece igual que el pulso de la vida a medida que asciendo. Ya me queda el último. He  llegado. Miro un horizonte al que no volveré. El tam-tam ya ha oscurecido, se ha aislado en la negritud de este mundo descodificado, desequilibrado ¡Un arco iris¡  ¡No¡ No venga ahora con esas  chorradas de que todo cambiará. Aún así me quedaré observante hasta que te desvanezcas. Aquí en esta añeja casa donde los recuerdos remontan a un pasado efímero y a la vez indestructibles para aquellos que gozan del tambor con su tam-tam.

miércoles, noviembre 09, 2016

Que viene...

Que viene.
Que viene.
Disfrazada de luciérnagas
Abogando la calma de los truenos,
Alzando la paz de los ojos
Que miran acantilado arriba
Cuando las constelaciones
Se desnudan en el rotar y rotar
De la esencia de las manos.
Sí, viene
Con su panza abultada de una felicidad
Corriente de pardelas sudorosas
Ante la inminente presencia de su faz.
A ras titubeamos con ella,
La defendemos de la contrariedad
Emergida de las fauces grises
De un escudo ensangrentado, moribundo.
Ahí, una barca
De cuerpos bordados por serenos cantos,
De cuerpos reconstruidos en la calma
De una ola que viene, que va.
Aquí está, no nos abandones
Con el soplido socarrón de los demonios
De la humanidad.
Danos aliento, refréscanos con el auge infinito
Sostenido en un horizonte placentero.



martes, noviembre 08, 2016

Agárrete fuerte

Agárrate fuerte, el viento grotesco y endemoniado brota de las entrañas de este océano donde antes la plateada soplaba serenidad. Olvídate de mí, aléjate con esta embarcación donde los sueños se enderezan y son fruto de años. Dices, no. Qué me esperarás. Ya es tarde, no. No me aguardes el oleaje infernal me tira y tira a las profundidades de los deseos destrozados, hecho añicos con el destino marcado en nuestro reloj. Agárrate fuerte, se valiente, está barca no aguante el peso de los dos, la gravedad me lleva a las profundidades y tu saldrás. Claro que saldrás, ilesa, resplandeciente, bella. Ahora veté tengo que salvar a otros…¿Dónde están? La noche absoluta, la oscuridad en mis manos impotentes ¡Libérame maldito Dios de estas heridas, de esta ceguedad inducida en el vacío¡ Sálvate compañera ¡Tormenta asquerosa¡ Deja que ella se vaya. Que una orilla la acoja para su descanso, para su temor impuesto por tu brutal alma. Yo ya no. Aquí estoy en tu cuerpo venenoso, corrosivo, torbellino de maldad ¡Déjala ya¡
Y la calma viene de nuevo, y la calma recita el paraje perdido de los enamorados. Ella busca y busca pero no lo encuentra. Sola, en la barca y el brío de una luna que nace de nuevo solloza para sus adentros.
¡Dónde¡ ¿Dónde está? Solo mis oídos escuchan sus últimas palabras “Agárrate fuerte, agárrate fuerte y sueña” No. No, no te alejes más de mi, te necesito. Sobrevivir bajo la sombra de los astros, con tus ojos blancos de muerte, de ida por empecinarte en auxiliarme ¿Para qué? ¿Por qué? No ha servido de nada. No lo ves. Me quedaré aquí, en esta barca hasta mis últimos días, hasta las últimas lunas que me dirán de esa fogata donde te encontraré. Agárrate fuerte…¡No¡ la vida no me busca, no me llama. Arrullado por las olas seré embeleso de las noches y los días hasta fenecer. No más. No quiero más seguir.

Y la ventolera viene de nuevo, su rugir se enfrenta a ella. Sí, a ella, la que se deja abatir absolutamente hasta hallar a su amado. Manantiales eufóricos de un océano en la formación de un agujero en la calma, dos estrellas verdes azuladas emanan de ellos y son acogidos por el firmamento en su elongación al infinito. La plateada hace un guiño, un saludo que da la bienvenida aquellos enamorados del resurgir de la vida. Canto de ballenas, peces voladores con ojos brillantes saludan a sus nuevos compañeros en el viaje del universo.  


domingo, noviembre 06, 2016

Sombras...

Sombras de acantilados barrocos
Enamorando los pies dejados atrás
Por los ojos negros de la nada.
Una sonrisa, una lluvia, un arco iris
Que se insuflan en la dejadez
Continuando en el absoluto nudo
De las palabras remadas al viento.
¡Silencio¡
¡Callad¡
Deriva de cuerpos en el negro
De un sol exterminado por las constelaciones
Sombras, no más que sombras
Engendrando peces con alas
A ras de los riscos carcomidos
Por el paso de los años,
Por el quehacer cotidiano de nuestras manos
Hilando un desfile de vivencias enaltecidas,

Pacificadoras en el girar y girar de la luz. 


sábado, noviembre 05, 2016

Paso debajo de tu balcón...

Paso debajo de tu balcón. Un balcón en el que deteriorar de los años hace de él que se vaya derrumbando poco a poco. No sé si estás, más no me interesa. Supongo que la corriente que te lleva a ese destino incierto también estará corrompida, en la pesadumbre de una espera de ojos estáticos, de cuerpo frío, de un sudario que te vista ante tanta y tanta grosería ante tu fragilidad. No sé por qué te escribo, por qué envío estas palabras a la nada. Será por qué la memoria te hace hueco, por qué las alas se baten llevándome a ti. Tan cercana y lejos. Tan lejos y cercana. Un arco iris atrapa esta isla. Esta isla donde los demonios saltan al vacío al encuentro de su víctima. La soledad te ata. Sí, te lía y lía en la fecundidad de labios prietos consumiéndose en el lamento. Un lamento que te cerca, que te lleva y trae, que te trae y lleva por los calabozos del letargo. No quieres espabilar, te conformas ante la inminente tertulia de las estrellas. A ellas si, si que las escuchas. Y, a veces, si tienes ganas bailas y bailas. Sola. Tú y la noche, la noche y tú. Voy tras de ti. Cuando tus pies se pierde en el denso boscaje con una luna cimbreante, con el cotorrear de aves nocturnas, de ramas retorcidas por un viento asustado, huido, compungido. Caes cansada, extenuada, desfallecida y sola, muy sola. No te das cuenta, pero aquí estoy bailando y bailando a cada huella que dejas. Enciendes una pequeña fogata y te desnudas, no hay nadie. Te observo, te examino y mi mirada fija presiente tu ida ante la calidez de esa hoguera. Sonríes…¡Vamos que si sonríes¡ y de nuevo la vuelta antes de que los astros sean eclipsados por el amanecer. Otra vez paso debajo de tu balcón. Hay silencio. Un silencio molesto, inalcanzable. Estarás dormida. Solo el hechizo de la noche te convence en tomar aliento y galopar a través de una bruma otoñal ¡Maldita sea¡ Te olvidas. Sí, te olvidas de que yo estoy aquí.

jueves, noviembre 03, 2016

LA ERUPCIÓN...

Qué es eso. Un quejido en la inmensidad de una noche apresurada por eclipsar nuestros ojos. Su gemido monótono nos encierra en un bajo un techo sin luces. Ventanas censuradas al grito apagado que se extiende como temblor bajo nuestras piernas. Qué será…qué será. No la soportamos. Parece mujer, parece hombre. Hombre o mujer que más da. Su llanto se perfila detrás de nuestras espaldas barriendo la calma de una luna de otoño. No. No aguantamos más. Salimos al exterior. Un silencio rotundo nos acecha, nos daña en el sin sentido ¿Dónde está?, nos preguntamos. Ha callado en el chirriar de nuestra puerta. Volvemos a casa. Otra vez…otra vez el lamento vertido en las entrañas de estas paredes blancas. Se agrietan, rompe, se desploma aquello que nos da calor y, ligeramente,  nos vemos en otro lugar, otra dimensión donde la lluvia se precipita feroz sobre nuestros rostros. Rocas hirvientes vienen, avanzan con la voracidad de una huida inexistente. No hay escapatoria. Es nuestra tierra vomitando de sus hondos pesares la muerte. Nos detenemos, rodeados de una masa magmática que llega, que nos  gasta hasta el suceder de una nueva vida. Plumas azules vienen ha acogernos, ha auxiliarnos ante lo que es evidente. Nos hallamos volando sobre la erupción, sobre la emancipación nuestra sobre esta tierra hostil. Y llueve. Todo se apaga. Todo desciende a la nada y a la bruma que cuaja en nuestros ojos llorosos, nuestras alas negras. Pero aquí estamos, de nuevo edificando nuestro techo, nuestro continuar por la vereda del esfuerzo y el trabajo. Solos, muy solos. 

martes, noviembre 01, 2016

Gorriones...

Gorriones en el denso crecimiento
De un sol que da calma a los cuerpos errantes
Ante los derrumbes de antaño.
Camino en el erguir de mis sentidos
En una baile que me consume
En el elixir de una tonada.
Agarrada fuerte escucho
Las letras garabateadas frente un muro
Donde pinceladas de sonrisas
Me lleva, me trae
A una esfera herrumbrosa
Que se lija con la mirada cierta,

Con la mirada galopante de la paz. 

lunes, octubre 31, 2016

Toca y toca...

Y después que…eso te preguntas constantemente inmersa en la duda. Sí, esto es una ruptura. Raja que después camuflada en el paso de los alientos de las jornadas dirá. Toca y toca….Tus manos envejecidas sobre un piano de espejos donde se refleja cada pena, cada decadencia de tu vida, de nuestras vidas. No…no lo hicimos bien. Solo aquella mirada…mirada mentirosa, mezclada de insensatez y de ciegos sentidos que nos llevo a dormir bajo este techo. Ja…solo el sueño calma la tormenta, solo el letargo interminable en nuestros deseos captura cada zarpazo de la realidad. Dices que tan mal nos ha ido ¿Tú crees? Silencio. Eso somos, silencio, herméticas alas cuyo granizo se cierne a través de nuestra mirada. Sí, lo estaba esperando. Dime adiós. Un adiós perpetuo donde la cicatriz sobre este suelo no nos haga temblar. Siento frío ¿tú no tienes? Nuestros cuerpos exhortan heladas interminables cuando nos rozamos en cada habitación ¡Míralas ya¡ Son cartas de otro amor, de otra ilusión a lo largo de los años que hemos estado juntas. No…no te lo dije, supongo que tú lo sabías. Ya no hay nada. Quien se va tú o yo, yo o tu. Me es indiferente ¡Cansada¡ cansada de verte, de examinar cada movimiento, cada huella olorosa que dejas aquí. No, no puede ser. Ni discutes, no quieres replicarme. Estática, frente a mí, me observas como si no escucharás. Ya sabes lo que hay ¡Qué frágiles somos¡ Por qué esperar. Dime, te lo ruego, adiós. El día ha oscurecido precozmente, lloverá en esta noche de difuntos, de espíritus huidos de sus tumbas en su danza alegre.  Toca y toca…



viernes, octubre 28, 2016

Amanece...

Amanece, perennes deshechos de nubes arropando a una luna ida. Se rajan las olas en el infinito de rocas de este aliento servidumbre de la vida. Jamás llegaremos a la frontera…La nada es un ciclo marchitando, deshojando nuestras manos sudorosas, ensangrentadas tras las alambradas cuyo pulso es sombra del destierro. Memoria que viene del tiempo malgastado a ras de los sueños, de la paz rota. Ojos que miran una rama quebrada, enraizada en un pájaro gris y melancólico. Jamás llegaremos a la frontera…Vacíos manantiales de sabiduría dudosa vienen, nos arropa en la condena del adiós. Solo las estaciones dirán…

jueves, octubre 27, 2016

Cenizas...

Se espera mal tiempo. Eso dicen…lluvias que arremeten con los transeúntes de la mañana apagada. Pero no sé…una bola de fuego calma sus andaduras en el viento voraz asumiendo un cielo claro, limpio. Estoy aquí, frente está caja donde los restos de él me llevan a una memoria desnuda, sin pausa consumiendo mis horas de verticalidad. Mi techo y estas paredes azuladas me arropan. Sola, sola en el último instante de mi despedida. Sentada, escudriñando estas cenizas del recuerdo ¿Cómo puede ser? Somos pequeñas motas en este universo que no acaba.

               Aquí, sentada frente a ti. Tus cenizas reposan en una mesa donde la lumbre de la jornada da cierto ánimo a observarte. Voy  a abrir la ventana, necesito que la luz del día de hoy me de fuerzas para el olvido, para olvidarte. Un aire fresco penetra en mis ojos que miran al horizonte lejano. Barcos en el rumbo de sus destinos salpican al océano impaciente, revoltoso. Vuelvo a ti, no sé qué hacer contigo.  Si te quedas aquí seré constante descenso a tu ser, a tu ser que jamás volveré a ver. Dime, qué hacer de ti….me siento confusa, contrariada. Me desagrada verte en esa caja rectangular apresado, encerrado de la efervescencia de la vida, del correr a través de esta tierra que pisamos. Esparcir tus cenizas aquí y allá, allá y aquí. En el monte, en el mar, en la ciudad. Cercado movimiento que tú solías emotivamente pisar. Eso haré, después, un nuevo designio caerá sobre mí. Perdóname, ya te has ido. Tengo que vivir, ser singladuras sin que mis ojos en su monotonía giren en torno a esta mesa, en esa caja donde tus sentidos apaguen mí mañana.  Cenizas. Solo cenizas embriagando mi sed de ti. No. No puede ser, te tienes que ir para yo avanzar, ser entereza de las jornadas que me quedan. El tiempo está cambiando, nubarrones se aproximan, nubarrones que te extenderán en la perpetua ausencia, lejos.

miércoles, octubre 26, 2016

Ven...

Ven. Suelta esa melena a las lluvias primerizas de un otoño lamido por la sequedad. Ven. Sube en los sueños sepultados bajo añejas arboledas estáticas, esperando que tus manos desentierren de esas raíces de las que te nutrirás. Ven. No esperes, desenrédate con los retazos de un viento que hace girar y girar en hogueras de la fecundidad de tus deseos. Ven y quédate con el ánimo de pétalos acariciando cada mirada en el infinito ¡El infinito de los instantes¡ Verdaderos, puros, límpidos a espaldas de tus pasos. Ven. El nocturno se hace transparente tras un cielo violáceo donde suena tambores, gaitas, chácaras al ritmo de cuerpos adheridos a la vida. 

martes, octubre 25, 2016

Salir y entrar...

Entrar.  Salir. Salir y entrar a la sombra de pinares que dan la lucidez de unos ojos. Ojos que miran, que examinan, que rastrean el olor de la madre tierra. Quebrada, rota, rajada se difumina bajo la tala gigantesca de sus boscajes más allá del horizonte. Ahora, levantamos la vista y erguidos aparatos metálicos nos conecta a la inconsciencia, al paisaje perpetuo de la pena. Lástimas y lástimas clamando a un firmamento entre nubes y estrellas renunciando al manar del agua de la vida ¡Agua de la vida¡ Ven y engrosa en nuestros sentidos las emociones de la danza a ras de un oleaje tempestuoso remoto ¡Agua de la vida¡ Congrega los bien nacidos en las lunas habitadas por la verticalidad de la belleza. Entrar. Salir. Salir y entrar a la par que larguísimos puentes colgantes nos dan las huellas a seguir ante tanta batalla ensangrentada, ante tanta miseria reunida en este globo deshilachado por las manos manchadas de hogueras a lugares donde amanece. Sí, amanece y somos sonoro encuentro en las fronteras invisibles de nuestras manos homogéneas, iguales. Entrar. Salir. Salir y entrar en la paz agarrada en la entereza de nuestras palabras, de nuestras acciones en el devenir de los soles.



domingo, octubre 23, 2016

Despacio...

Despacio, alas arrastradas
Servidumbre de insonoridad,
De un callar que te vuelve ojos blancos
En los pasadizos relampagueantes de la nada.
Despacio, te levantas
Enderezas tu mirada cristalina
Más allá de un horizonte tormentoso,
Desplomado en tu pecho.
Ahí estás, hermética,
Canicas danzando en su agujero
De azabaches trenzas
Movidas por la ventolera.
Despacio, elevas anclas
Te escondes bajo los crudos cráteres
Que te lamen en su calor,

En su temblor pasajero.

viernes, octubre 21, 2016

La cruz...

Ecos. Ecos que se escuchaban en la lejanía de los campos. Escaleras arriba corría hasta estar en la azotea. Un cielo límpido con gotas de una brisa caliente azotó su rostro. No le permitía al principio observar lo que se mecía en esos chillidos de la claridad. Vio la cruz de su pueblo, un aire enamorándola en el gemido demoniaco que insuflaba aquel eco.  Sonaba ha desdicha, sonaba  a una canción erguida a los desamparados, sonaba a un aliento en sus últimos segundos. Tic-tac moribundo quejido del adiós. Una despedida que lamia sus sienes en el ardor de la nada. Todos dormían. Es la hora de la siesta, de ese calor que agota a las almas y las envuelves sábanas blancas almidonadas de calor y sudor ¿Quién sería? Iría hacia la cruz. Escaleras abajo y ahora el castigo de la atmósfera caliente que la rodeaba. Ando y ando hasta la cruz. De ahí venía ese llanto, ese cantar de la despedida. Cuando llegó no vio nada. Todo era un vacío, todo eran chillidos altisonantes que venía de las entrañas de aquella cruz. Pensó, meditó de quien podría ser. Ni tan siquiera a lo largo de su vida se había preguntaba por qué esa cruz de piedra estaba ahí. Nadie salía. El tiempo pasaba. En sus mejillas brotaban ciertos pétalos de jazmín engarrotándola con su aroma. Jazmines, decía ella ¿Por qué? Se miraron, ella y la cruz, la cruz y ella. Un perro la olisqueó, se sentó junto a ella y ahí se quedaron hasta que los astros primerizos anunciaban la ida de la tarde y la venida del nocturno. Secretos se devolvieron bajo esa roca de siglos. Un accidente, un asesinato. Almas idas por la represión cuando la guerra estuvo presente en aquel rincón del silencio. Se acarició el rostro. El perro la miraba. Y posó los pétalos de jazmín sobre aquella tumba como memoria de un ayer. Tic-tac calló el eco, la tonada quejumbrosa y ella retornó a su casa con las miradas a través de las ventanas de los ancianos de aquel lugar.

jueves, octubre 20, 2016

Sombras...

Sombra bajo los centinelas de los cielos.
Siemprevivas adormilando la sonoridad de las pisadas.
Ecos que se expansionan y contrae con el libar de los deseos.
Siempre convergiendo sobre barcas de acero
Que nos ahogan en el tremor de blancas espumas,
De planicies arrugadas al son de la muerte.
Ojos blancos a la deriva,
Brújula que abduce a la pérdida de los años.
Años y años  en la pesadez de los sueños,
De las añoranzas corroídas por el chirriar
De un arco iris cenizo.
Ven, ven aquí
En el resplandor inexorable de la vida,
De las imágenes que la razón endereza
En las vertientes de la esperanza.
Yeguas trepando, rasgando
Las malas mareas, las malas murallas punzantes
En sangre de la inocencia, de la libertad.
Ven, ven aquí
No me enseñes tus palmas corrompidas,
Gimiendo el rodar y rodar de los días.
Batallas de atrocidades, de aberrantes conductas
A través del tiempo, de los siglos
Que amparan a esta esfera de cristal quebrado.






martes, octubre 18, 2016

las horas pasan

Las horas pasan. Estoy aquí consumida en el pensamiento. Hoy brota cierta calima, cierta bóveda celeste que me induce ir allí. Iré a su sepultura y arrancaré cada raíz que la cubre. Ahora supongo que no habrá nadie, solo su cuerpo corrompido y yo. Quiero saber la verdad. La verdad de esa huída cuando cayó enfermo. Yo lo quería…me visto, cierro lentamente su último aroma bajo este techo y me dirijo firme al cementerio. No hay nada, todo es un vacío a este tic-tac que late en mi corazón. Estoy ante su tumba, con mis manos la desentierro ¡Quita tierra maldita¡ déjame llegar hasta su ataúd. Aquí estoy, con el sudor estrangulando mi lengua seca. Papeles y más papeles. No hay ningún féretro sino cartas y más cartas ¡Qué es esto¡ La fatiga quiere abatirme, tirarme dentro de ella y asfixiarme con sus palabras. Cojo una y leo hasta el final. Tiemblo. Un estremecimiento que me hace desdichada, llanto corrosivo a ras mío. No. No me quería solo un cierto aprecio que por ello desapareció, invisible bajo las tonadas de mi olvido. Pero no he olvidado querido. Vine a darte el último beso. Te fuiste sin avisar por qué había otra esencia balanceando tu entereza. Mentiras, solo mentiras. Yo que creí…Sí, creí que no existías, que estabas en otro mundo infinito para alcanzarte. Ahora lo sé. Te has marchado, te has disfrazado de otra persona y te has deslizado sutilmente en la ausencia, en el adiós. No entiendo. Qué sencillo es decir no. Pero tú has actuado así. Cartas y cartas como remiendo de la búsqueda, de mi encuentro. El cura viene, me abraza, me entiende. Me voy, retorno bajo ese techo donde su aroma aún persiste ¡Qué impertinente eres¡ Déjame ya. Uf, que calor. Hace mucho calor. Quisiera desvincularme con todo lo que me rodea. Soy ridícula en creer…en creer que estabas muerto. Aquí sentada me quedaré, deseo una explicación. Las horas pasan y una bruma de asco me atiza en las sienes. Me siento débil, muy débil. Engañada, todo una mascará agolpándose en mi verticalidad. Cierro ventanas, cierro puertas. Aquí estaré hasta el fin de mis días. Cierro mis ojos, cierro mis manos. Aquí falleceré con la memoria fija en tus cartas. 

sábado, octubre 15, 2016

Pasos...











Pasos.
Colillas.
La dejadez del viento.
El insomnio de las rocas.
Rompe el oleaje
En la tibieza de los cuerpos
Desvestidos de la rutina.
Manos.
Barcas.
Ojos que absorben del eco de la luz.
Ahora, en estos instantes eternos.
Somos hijos de la madre tierra,
Ella nos nutre de la sangre
Manando de sus raíces.
Lejos.
Muy lejos.
Horizonte plano.
Gaviotas olisqueando las huellas
De la nada, de esa oquedad
Ante paredes rajadas
Por la mirada perdida
De un niño, de un anciano
De debilidad creciente
En los resoplidos del atardecer.
Solas.
Estamos solas.
Vertiente que incauta

El devenir de los amaneceres. 

jueves, octubre 13, 2016

Sin más..

Sin más,
Transeúntes de ajenas olas
Enfocadas en las grietas
De un dilema
Viajero de rocas deformes
Cantando a la luna,
A la luna bella.
Sin más,
Verdaderas manos
Caricia de unos ojos
Mirando el desenlace
De perros moribundos
En la oscuridad.
Sin más,
Llantos de libertad
Emancipándose de cadenas
Rotas a la lumbre
De océanos de sonrisa
Maldiciente, de sueños
Acabados, atragantados
Por el desafío de punzadas
Bajo el retorno de la esperanza.
Sin más,
Ahora,
La noche
Desvaída sombra
Metamorfosis de la languidez.

De los cuerpos.