Las horas pasan. Estoy aquí
consumida en el pensamiento. Hoy brota cierta calima, cierta bóveda celeste que
me induce ir allí. Iré a su sepultura y arrancaré cada raíz que la cubre. Ahora
supongo que no habrá nadie, solo su cuerpo corrompido y yo. Quiero saber la
verdad. La verdad de esa huída cuando cayó enfermo. Yo lo quería…me visto,
cierro lentamente su último aroma bajo este techo y me dirijo firme al
cementerio. No hay nada, todo es un vacío a este tic-tac que late en mi
corazón. Estoy ante su tumba, con mis manos la desentierro ¡Quita tierra
maldita¡ déjame llegar hasta su ataúd. Aquí estoy, con el sudor estrangulando
mi lengua seca. Papeles y más papeles. No hay ningún féretro sino cartas y más
cartas ¡Qué es esto¡ La fatiga quiere abatirme, tirarme dentro de ella y
asfixiarme con sus palabras. Cojo una y leo hasta el final. Tiemblo. Un
estremecimiento que me hace desdichada, llanto corrosivo a ras mío. No. No me
quería solo un cierto aprecio que por ello desapareció, invisible bajo las
tonadas de mi olvido. Pero no he olvidado querido. Vine a darte el último beso.
Te fuiste sin avisar por qué había otra esencia balanceando tu entereza.
Mentiras, solo mentiras. Yo que creí…Sí, creí que no existías, que estabas en
otro mundo infinito para alcanzarte. Ahora lo sé. Te has marchado, te has
disfrazado de otra persona y te has deslizado sutilmente en la ausencia, en el
adiós. No entiendo. Qué sencillo es decir no. Pero tú has actuado así. Cartas y
cartas como remiendo de la búsqueda, de mi encuentro. El cura viene, me abraza,
me entiende. Me voy, retorno bajo ese techo donde su aroma aún persiste ¡Qué
impertinente eres¡ Déjame ya. Uf, que calor. Hace mucho calor. Quisiera
desvincularme con todo lo que me rodea. Soy ridícula en creer…en creer que
estabas muerto. Aquí sentada me quedaré, deseo una explicación. Las horas pasan
y una bruma de asco me atiza en las sienes. Me siento débil, muy débil.
Engañada, todo una mascará agolpándose en mi verticalidad. Cierro ventanas,
cierro puertas. Aquí estaré hasta el fin de mis días. Cierro mis ojos, cierro
mis manos. Aquí falleceré con la memoria fija en tus cartas.
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