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jueves, diciembre 30, 2010
AZUL(RELATO)
Desembarca por las calles con su chubasquero azul. La azotaína leve de la lluvia no lograba escabullirlo por alguna de las cafeterías que en su camino se cruza. Su rostro está pálido, una corriente de recuerdos lo atrofian en un jardín de invierno. Su paso es lento, pisa cada charco que inmiscuye en su avance traspasando la humedad a su piel. Encuentra un puente. Ese puente donde los enamorados cuando la luna ronda son beso álgido de sensaciones. Se asoma, ve pasar una pequeña corriente agua. Decide bajar y posar bajo de el. Allí, con su espalda se apoya bajo ese puente. Ve pasar una multitud de objetos por el agua que corre bajo su sombra. Le produce cierta somnolencia y de esa media vigilia pasa al sueño. Un sueño profundo, un sueño subterráneo en el que se ve serpenteando desnudo simas que desean que tenga alas para volar. ¿Alas?, se pregunta. Extiende sus brazos y comprueba que tiene plumas, plumas de papel. Entonces se alza va más allá del horizonte hacia un bosque donde mariposas de arco iris y unicornios danzan alrededor de una hoguera. Se aproxima. Desciende. Lo ignoran y ve como entre las llamas mana una especie de masa corpórea. Una masa corpórea que sigue la danza de mariposas y unicornios. El quiere sumarse a ellos. ¡Es tan bella¡ Nacida de la nada. Libre de prejuicios. Pero algo se lo impide. Alarga un ala que es ya otra vez brazo humano para intentar tocarla aunque sea solo en la lejanía. Se ve impotente. La danza para. Las mariposas de arco iris y unicornios desaparecen, se evaporan al ritmo que la hoguera se apaga pero ella sigue ahí. Parada, mirando hacia donde se encuentra él. Ven, ven…le dice. El se acerca y logra rozarla instante en el cual los dos se convierten en cenizas de una misma tierra.
domingo, diciembre 26, 2010
LA OSCURIDAD(RELATO)
La oscuridad. La luna todavía en pleno apogeo. Las últimas estrellas del firmamento. Es la madrugada. El día anterior ha sido muy agotador. Entre sábanas arrugadas los dos giran en el mundo de los sueños. Anne, camina por la orilla de la playa con sus pies descalzos, gaviotas vuelan a su alrededor. Ella suspira y en ello una de las gaviotas se aproxima a ella. De repente siente que es invisible y que la gaviota penetra en ella. Ahora, forman un ser vivo nuevo. Un ser vivo que camina y vuela alrededor del mundo. En su viaje observa cada desgracia, cada tragedia, cada miseria del ser humano pero, siempre, con su regreso a la playa. Allí cavila y cavila. Busca una solución pero la nada las rodea, la resignación la persigue, la contemplación de un nuevo día que se aproxima se apodera de ella y siente paz. Un sosiego que la imanta sobre un océano de rosas. Antón, sin embargo , es cauce de una pesadilla. Anne no lo sabe pero el médico le ha recetado unas pastillas para dormir. Su subconsciente se vuelca en un océano de lava. De ahí, surgen ciento de cabezas de muertos por alguna tragedia. Despierta. Sudoroso y frío se mira las manos, mira a Anne. Rápidamente sus ojos se fijan en el espejo que tiene frente la cama y ve un ser abatido. Se da cuenta del mal aspecto que tiene: ojeroso, pálido. Se levanta aunque son las cinco de la mañana y por lo tanto faltan dos horas para que den las siete. Antes de dirigirse a la cocina se fija en Anne, duerme apaciblemente. La mira con cariño y ternura, con un esplendor que agrieta más y más su corazón. Algo extraño está pasando en él pero no sabe. No sabe lo que en sus entrañas se está cociendo. Quiere tocarla, sentir la humedad de sus labios. Hace tanto tiempo que no se besan que parece que se halla en una estación fría eviterna.¡La ama tanto que la respeta¡. La deja que siga descansando, reposando en esa esfera placentera de los sueños. Le gusta verla dormir. “Parece un ángel, un ángel que se poso sobre mi hombro en el ayer”, se dice él.
En la cocina prepara el café. No soporta el silencio que hay en la casa solo, el murmullo de las olas. Necesita oír la voz de Anne. Por un instante piensa en levantarla pero, no, es mejor dejarla así, en esa fantasía que erige su mente. Después de tomarse el café mientras un cigarro despliega todo su humo en espiral retorna a sus pensamientos. “Anne está tan lejos. Tan lejos que mi fuerza de amarla no hace nada. Ya en ella no hay palabras de amor. Ya en ella no hay esa mirada cómplice de cuando nos conocimos. Ay, como vive en mi el recuerdo. Aquella playa, nuestros cuerpos danzando con la marea, nuestro encuentro, la luz que iluminaron nuestros ojos cuando nos descubrimos y el simple echo de las palabras del silencio nos hizo emerger en una historia de amor, de pasión. Ahora somos como este tiempo invernal, un frío metal discurre por sus venas. Tanto, que ha llegado a mí de manera mortífera. Cada día estamos más distanciados. Tanta es nuestra lejanía que los tambores de la ruptura han comenzado a zarandear sobre nosotros. Yo, ello, no lo soporto. Me tira. Me tira hacia una atmósfera gélida en que sin ella no puedo vivir. No, no puedo vivir. Acaso, soy cobarde. No. Tan solo, no me imagino la vida sin ella.” Anton está abatido. Se va a la terraza. De allí puede contemplar el mar. Ese mar que los unió y ahora los esta separando. Son la seis y media. Una bola broncínea gigantesca comienza a ser acto de presencia y, con ella, la bóveda se viste de malva-anaranjado. Se aproxima la lluvia, una lluvia que arrancara la jornada que aun parece permanecer en su letargo. “ Hoy lloverá, lloverá cenizas sobre mi. Uh ¡La mar en calma¡ Mi cuerpo desnudo. Su cuerpo desnudo. La playa. Hace tanto tiempo que no lo hacemos. Sí, bañarnos a esta hora cuando no hay nadie o lo que están de no se fija en la nimiedades de ver dos personas desnudas en pleno alba verlas bañar. Nuestro sueño era esta casa al lado de la playa para conmemorar el día que nos conocimos. Oh, ya son casi las siete y yo ronroneando en mi mente”.
Anton con cierta nostalgia que se enhebra en su interior sale de la terraza y se dirige a la habitación. Despierta suavemente a Anne. No quiere interrumpir bruscamente su sueño, un sueño que es tal vez mágico.
- Anne. Anne.
- ¿Qué quieres?
- Son las siete amor mío.
- Oh. No me digas eso. ¿Qué le pasa al dichoso despertador que no ha sonado?
- No lo se . Toma, te he traído un poco de café.
- Uhm. Gracias cariño.
Anne se sienta en la cama. Se bebe el café pausadamente mientras intenta despertarse. Bosteza, estira un brazo y luego otro. Se queda mirando a Anton con extrañeza.
- ¿Estás llorando?
- No. No Anne.
- ¿Cómo que no? Estoy aun media dormida pero ciega no. De tus ojos mana algo fluido y , yo supongo, que es llorar o, acaso, tienes un manantial dentro de ti.
- Será de alergia.
- ¡Alergia¡ ¿Desde cuando eres alérgico. ¿Ha pasado alguna desgracia?
- Es alergia Anne. No ha pasado nada. Lo que yo nunca de lo había dicho. Sabes, de pequeño era alérgico y por lo visto me ha vuelto a estallar.
Anne se olvida de Anton . Ya se le pasará, piensa ella. Se termina su café y se levanta.
-¿Cuándo has hecho el café?
- Hace dos horas Anne. Disculpa, se me olvido calentarlo.
- Que raro en ti Anton.
Las palabras de Anne suena con retintineo. Anton no se puede creer el error que ha cometido cuando lo que desea es lo mejor para ella. Y tan solo por un café. Está cayendo a lo más bajo. Ya no se permite algún fallo. Anne termina de tomarse esa bebida oscura y fría resignada. Se levanta ante la mirada inexpresiva de Antón.
-¿Por qué me miras así? Dime cariño, nunca has visto una mujer desnuda. ¡Antón¡ ¡Antón¡ Despierta criatura.
Antón calla. La burla de Anne no le hace gracia. Toma la taza y se la lleva a la cocina con la cabeza gacha.
- Antón. Ya te habrás duchado- grita Anne desde la habitación.
- Si, amor mío.
Anne sale de la habitación y se mete en el baño. Hoy ni se mira al espejo. Va tan acelerada que ni tiempo tiene de ver su imagen reflejada en ese cristal.
- Hoy chico tengo tanta prisa. Tanto trabajo por hacer…
- Como siempre querida.
- ¿Qué?¿Qué dices?
- Nada mujer.
- Siempre nada mujer. Algo te ocurre. Te conozco. Porque no lo dices. A ver, a ver. Dime como te va en el trabajo.
- Ya te lo he dicho mil veces. Quieres que te lo repita de nuevo.
- Si, por favor.
Antón no contesta. No le da la gana de decir algo. Ya han hablado de ese tema y repetir lo mismo, como que no. Anne sale de la ducha con una toalla enrollada, directamente va a la cocina. Allí, encuentra a Antón sentado mirando fijamente el fondo de una taza de café.
- Pero que haces hombre-dice ella cómica- Estas observando lo que depara tu futuro con los posos del café. Ja, ja.
- No seas tonta.
- Antón sigo diciendo que te encuentro extraño.
Antón no quiere responder. El tono de su tez se torna a un rojo intenso. Esta hirviendo por dentro. Lucha para reprimir sus palabras pero explota . Está harto, harto de la situación de su vida. Se halla al límite, un límite donde aguas bravas y viscosas tiran de él.
- Si. Estoy extraño. ¿Y qué?
- ¿Y qué?- contesta Anne sorprendida.
- ¿Qué tinieblas te asaltan cariño? Dime, que es lo que te carcome.
- Muchas. Te pasas el día trabajando. No hay momento para conversar contigo.
- ¿Cómo? No estamos hablando ahora.
- No. No me refiero ahora. Son todos estos años, todos estos meses, todas estas semanas, todos los días que llevamos juntos.
- No te entiendo. Yo he de cumplir con mi trabajo. Estas un poco airado. Tal vez deberías de coger un poco de aire.
- No Anne. ¡No¡ No aguanto más.
- ¿El que no aguantas tesoro?
- Esta situación. Nuestra relación se esta rompiendo.
- ¿Cómo puedes pensar en ello? Yo te quiero. Bueno, dejemos esto para otro momento, vale. Ahora tengo que vestirme y marcharme.
Anne se va de la cocina. Antón se queda meditando. Se arrepiente de lo que ha dicho a Anne, algo lo recorre de manera intensa hasta hacer estragos en él. Es como si ella no lo entendiera. No entender, esa es la palabra exacta. Se martiriza mientras la siente vestirse y marcharse. Anne desde la puerta de la calle se despide, Antón, retorcido, no dice nada. Friega la losa. Hoy ha pensado que no ira a trabajar. Que deja su trabajo porque no le entusiasma. Lo cierto es que no le va muy bien. Las caras huecas de sus compañeros, la palabra negada a cada una de sus opiniones, el aburrimiento de estar aguantando durante ocho horas a seres de hielo. Solo le queda Anne pero, ella es allende ave que no puede en estos momentos tocar. Buscar un sendero de luz, ello, es lo que necesita. Se halla vacío. La nada gira alrededor de él e imprevisiblemente ve que todo va acabar mal. Termina de fregar y recoger la cocina se dirige a su cuarto. Allí su mesa, su silla, su ordenador. Se sienta. Intenta escribir unas palabras para Anne como despedida. No puede. Se tiene que enfrentar a una hoja en blanco. Una hoja en blanco especial para ella y eso que esta acostumbrado a escribir. Ha de escribir algo adecuado, una despedida. Sí, se despide de ella. De esta vida tan monótona.
Querida Anne:
Me estremezco al escribirte estas palabras. He tropezado con la vida. Más bien me he hastiado de ella. No se, sobre mi una neblina gira y gira bestialmente. No vayas a creer que se trata de ti. Tú no eres amor mío. Estoy en ese paso donde el viento con su celeridad y violencia te lleva a la muerte. Sí, a la muerte. Tal vez, sea este paro que ahora le toca llegar. Sabes lo que significa. Empezar otra vez de nuevo…No, no lo soportaría. Muchos años dependiendo de ti y de la invitación de los demás. Ahora, he caído. No puedo levantar la cabeza como debería y mirarte. Se que tu me quieres. Que me amas pero, podrás vivir sin mi. Mi ausencia no supondrá ningún conflicto en tu vida. Correrás tu camino como mujer valiente y decidida y hallarás alguien mejor que yo. Alguien que con su fragancia te expansione más y más. Son falsas expectativas de mañanas vigorosos la que nos hacemos. Tú lo hiciste bien. Un buen trabajo que además adoras. Yo me siento orgulloso de ello. No quiero molestarte más. Ya se que no te avergüenzas de mi. Yo, si. Mis fuerzas ya no pueden más. Sí, soy grotesco con esto que estoy haciendo. No pienses que deseo hacerte daño. Jamás. Es que hay un vacío en mí. Un pozo de lodo me observa, me examina, me toca. Adiós querida mía. Mi querida Anne.
Antón abre el cajón de su mesa y toma las pastillas. Se las traga todas. Deja la carta sobre la mesa de Anne. Se pone el bañador, se viste y con una toalla baja a la playa. Se quita la ropa. Por un momento cierra los ojos y tiembla. No hay nadie. Es invierno. Se introduce en el agua. Se deja ir. Una rara sensación se acerca a él. Mientras nada más y más lejos de la orilla sus pensamientos recorren cada parte de su vida. Se para. Ya está en el sitio adecuado. La marea está revuelta. Ello, es ideal para dejarse ir. Se dejará llevar. Se deja llevar. El océano le habla. Le grita. “¿Qué haces hombre? ¿Por qué? ¿Por qué? Las mareas del ayer se retuercen en ti. Las mareas del hoy dicen de apuñalar cobardemente a la mujer de tu vida. Eres ahora parte de nosotros. De este mundo oscuro donde seres de otras tierras son náufragos de un sol turbio. Vagarás en la deriva como otros cuerpos hasta que la luz de un puente azul te guíe hasta la verdad. ¡El amor¡ ¡No más que el amor¡”
Anne regresa a casa. Ha estado todo el día llamando a Antón pero este no contesta. “Se ha incomunicado. Como se atreve hacerme esto a mí”. También ha llamado al trabajo pero, allí, no saben nada. Al abrir la puerta siente cierto aroma enrarecido, un aroma que solo percibe sus sentidos, sus sentimientos. Va directa a su cuarto. Sus ojos se cierran, no quiere ver la nota que está sobre la mesa. Algo impredecible ha ocurrido. Algo que ella misma no lo supo averiguar. Se sienta igual que el para leer la nota. No se lo puede creer, las marismas del horror penetran hasta su corazón. El infortunio ha caído sobre ella. Su cuerpo cimbra incoherentemente. Una brisa tormentosa y gélida resbala por su tez. La cabeza es un campo de minas que ha estallado en la pisada incorrecta, en la compresión incorrecta. No siente fuerzas, ese agarre para levantarse. Sus piernas no responden. Todo ha acabado. “No. No amor mío.”, grita. “ Desfallezco. Penetro por un laberinto donde estacas me sobresaltan cada vez voy hallar la salida. No. No amor mío. Un río de buitres aniquila el fluir de mi sangre. Desolada busco tu huella y solo hallo pedregales donde mi pisada es rajada. No. No amor mío. Amor roto. Amor herido. ¿Por qué te vas?” v
Anne inmediatamente coge el teléfono llama a la policía, a los bomberos, a una ambulancia. Pero, ello, nada sirve. Las horas pasan. Los días pasan. Lo están buscando. No hay rastros de él. La oscuridad se cierne sobre ella. No quiere ver a nadie. Es tanto, tanto el dolor. “ Te has ido. Te has ido cuando la plateada a igual que tu dejaba de respirar. Te has marchado con ese océano traidor que dará ahora toda esa hoguera del amor. No te bastaba acaso, con el mío. El final de nuestras palabras. El final de nuestras acaricias. La muerte ha venido.¡La muerte¡”
**
El entierro viene. El entierro se aproxima con sus fúnebres tonadas. Amigos y compañeros lloran a un cuerpo invisible, perdido en la nada. No obstante ella quiere quemar sus cartas en el crematorio. Aquellas cartas cuando era escurridizo de los primeros halagos. Arden y sus cenizas son guardadas en un cofre. Anne lo acoge entre sus palmas mutiladas de tanto llorar. Se lo lleva a su pecho. Sus lágrimas son riachuelos del que emerge alas de mariposas disecadas. Esta ella sola y el cura. No se intercambian palabra, el lugar es tan sobrio y frío que cualquier sonido se convierte en granizada.
- ¿Qué vas hacer Anne con estas cenizas?-le pregunta el cura cauteloso.
- No se padre. Las arrojaré al mar. Le rogaría que no se inmiscuya en mis asuntos.
- No. No quiero inmiscuirme. Solo era una pregunta. No cree usted que sería mejor enterrarlas en un nicho.
- ¿Qué habla usted? Mi marido no era creyente. El adoraba el océano y como tal allí las esparciré.
- Ya entiendo. Así cayó.
- ¿Cómo que así cayó? Usted no lo entiende. Por favor, le ruego que me deje sola.
- Sola no. El pecado se cierne sobre él. Su alma no descansará en paz.
- No me diga. Vaya con sus estupideces a otra parte. Y, una cosa, aprenda a respetar las creencias de los demás.
Ante las palabras de Anne el cura no sabe a que acatarse. Por su mente pasa de infinidades de pensamientos airados pero se para. Se traga su lengua. Se gira y se va con paso firme y acelerado murmurando insultos en voz baja. Anne ahora está sola. Con el cofre entre las manos. Lo abraza fuertemente contra su pecho. Sus lágrimas son veredas por donde corre todo su ayer, todo su hoy, todo su mañana. A paso lento se retira de esa pequeña sala. Sale del cementerio. Se sube en su coche y toma dirección a su casa. La jornada corre como el agua. Ya es la noche. Pocas estrellas desfilan por la polución y la iluminación. Pone la radio. Una canción nostálgica da a luz la nostalgia. El tráfico es denso. Ella no se desquicia, no pierde los nervios sumisa en esa balada de los buenos tiempos. Llega a su casa y con ese cofre en las manos más la insonoridad de las paredes parece helar. Se tira en el suelo. Esta de rodillas. No sabe si llamar algún amigo. Pero para que, se pregunta. Está tan sola.
**
l Anne despierta. Se erige a la ventana, divisando el amplio rugir de la marea la cual se halla atizada por la serenidad de las olas. Por un momento deja esa imagen y se pone el albornoz que está posado en la cama. Otra vez se va a la ventana. Quiere seguir contemplando el océano. Ese océano que se asemeja a Antón. ¿Dónde se hallará?, se pregunta ella a cada ola rompiente con la avenida. Sus vivencias del pasado se escenifican, sus vivencias del hoy también. Su rostro se desfigura más y más por salvajes tirones. “¿Por qué estoy aquí? Delante de esa ventana indagando el espacio que va más allá del océano. Quizás, no haya buscado suficiente. Cada despertar lo mismo”, se indaga ella. Ante ella el océano a ras de sus ojos. Sus ojos ciegos. Sus ojos incrédulos respecto a su muerte. La jornada es igual que siempre, igual que cualquier otro despertar. La brisa marina parece aniquilarla. Una brisa primaveral que se combina con las primeras luces del día. Su pecho está desnudo. Ninguna mano sedosa es ala de la pasión, del amor. Esta sola. Siente que él la llama. Ve a Antón subir junto a su mano hasta la casa. Lo ve como si se tratase del presente. Con su cabello azabache, con el azul de sus ojos, con lo puro de su cuerpo. Ella al lado de él. “¿Dónde estarás? ¿Dónde se halla ese arco iris sonriente del alba?”, se pregunta. De su dolor sangra la herida. Es enviada a las profundidades engreñadas de delirio. Cada minuto que pasa decae más. Cada lágrima que arroja es secuencia de él. Ella no quería perderlo, no quiere sus sábanas revueltas danzando en soledad, no quiere su almohada fría acogida por el cierzo, no quiere sus zapatillas mudas. “¿Dónde estás amor? Deseo el destellar de tu cuerpo como el ayer. Solo imperan tundras sobre mis manos. Siento tu aroma, tu fragancia cedida por la brisa marina. Miro, observo, examino y ante mi la luz se apaga. Veo un ser con su lamento. Veo un ser desnudo. Veo un ser que baila al son del desvanecimiento. Lo siento decaer. Lo siento decaer en un mar de ortigas del cual no brotará más una flor. Miro, observo, examino y ante mi renace. Renace como cenizas de un tiempo infernal. No lo entiendo. El me adoraba. Hacía de mí trinar una atmósfera donde la paz brotaba de estas paredes. Y, sin embargo. Y, sin embargo se fue.”, se dice así misma. Se aparta de la ventana. Deja atrás así lo que son horas de su cavilar. Ahora quiere sentirlo de cerca, sentir cada minuto de ese ayer, cada paso dado por él hasta desfallecer. Se viste. Sale de la casa. Sus pasos la conduce a la playa. Se detiene para admirar todo lo que hay a su alrededor. Los filigranas rojizos aclaman el estallido de una imagen humana con el gran deseo de su mente. La marea es imagen espectral, majestuosa. Revindica su sensualidad, su pasión por él. Esta en la orilla, la espuma la seduce, la invita a despojarse de todo lo que lleva encima. Se quita la ropa. Cuerpo desnudo que esboza un suspiro, corriente de arrecifes que al induce a meterse en el agua. ¡Sí¡ Ser parte de él. Como si de él tratase se hunde. Es náufraga en un paradero desconocido donde su leve canto no la acalora. ¡Oh sus manos¡, esas que tanto la embrujaban para ser prisionera dócil de él. Lo siente tan lejos. Tan lejos que su cuerpo es mordido por la pesadilla, la pesadilla de este océano desconocido. “ Sabes, así no puedo amar. No volveré a ser lo que era. Te extinguiste”, se dice ella para si misma. Su llanto y su grito se agudiza. Se siente herida. Herida de amor. Del amor perdido. Sale del agua. Deja de sollozar. Los primeros rayos solares son vomito. Por un momento mira su frágil fisonomía: delgada, lánguida, húmeda. Le falta ese halito de ánimo para volver a casa. Hace un esfuerzo y retorna. La penumbra, el lúgrube pasillo. Por un momento una gaviota de fuego brota ante sus ojos. “¿Lo has visto? ¿Has visto a mi amor navegar por este océano? El, que ya no es mar por donde mi río suena. Dime, ahora que eres torre alta de este océano. ¿Lo has visto?”. La gaviota de fuego no contesta. Anne retorna a casa cansada. Solo la muerte y la soledad son su sombra. Sube la escalera despacio, sin hacer ruido. No quiere encontrarse con alguien. Entra en esa casa donde el sol ya no le da calidez. Sus pasos la llevan hasta la cocina. Se hace un café que huele a hojarasca. Algo falta. Con las manos en sus sienes no quiere retroceder al ayer tampoco, al hoy y menos al mañana. Se levanta. Se evade de la cocina que tanto malos recuerdos le trae. Se erige al ventanal. Quiere ver de nuevo el océano. Quiere absorber todo su candor, todos su rumiar. La hechiza. “¿ Se acordará de mí? Como recordarme si su mundo es sepultura, es una luz espectral que te espanta en las tinieblas. Acaso, ¿no me quería?. Acaso, es que toda nuestra vida juntos fue una mentira, fue lo que la imaginación de cada uno de nosotros quiso dar. Quizás yo no supe corresponder. Tal vez él no supo a que atañerse en la responsabilidad de vivir en pareja. Yo te quería. Te quería más y más a cada jornada que pasaba, a cada estación ceñida de su peculiaridad. Te quería tanto. Te quiero tanto. Ahora que tu no estas me atropella esa mirada tuya de muerte. Aunque intente besarte nunca te encontraré y yo solo seré gemido de noches sin estrellas. Una cuerda floja me hace caminar por ella tirándome hacia rocas magmáticas donde tú y el mar sois brumas. La nada. Quisiera conversar con tu latido, se acogida así por el entusiasmo de que existes pero me miro y solo observo tu imagen perdida en el tiempo.
El teléfono suena. Anne no sabe si cogerlo. Seguro que es alguien para consolarla. De ello está cansada. Duda pero la invade el remordimiento y descuelga.
- Si, ¿quién es?
- ¿No me conoces?
- No
Anne se extraña. No tiene idea de quien es. La voz suena serena y tranquila.
- Soy el viento.
- ¿El viento? Lo siento pero no tengo ganas de bacilones.
- Si Soy el viento. No cuelgue. Las estrellas que te guían en el nocturno volverán a brotar y veras de nuevo la luz.
- De que me está hablando.
- ¡Antón te quiere¡
- No juegue con mis sentimientos por favor.
Anne tiene ganas de colgar pero hay algo superior a ella que la fuerza a mantener esa conversación.
- Jugar con los sentimientos. No. La vereda que tienes que recorrer a través del tiempo es larga pero al final lo lograrás querida Anne.
- ¿De que vereda me está hablando?
- La vereda del amor. La vereda de la fuerza.
De repente puertas y ventanas se abren y se cierran. Anne se siente descompuesta ante el suceso mezclado con esa llamada.
- Oiga. Dígame de quien se trata. Oiga…
Nadie responde al otro lado. Una brisa penetra por cada una de las habitaciones. Las luces se apagan y las puertas y ventanas se siguen abriendo y cerrando. Anne no sabe que hacer esta desquiciada.
- Estoy aquí.
- ¿Quién? ¿Quién está aquí? ¡No¡ Me estoy volviendo loca. ¡Qué es esto¡
Anne se encoge sobre si misma y se sienta en el suelo. No puede creer lo que le está sucediendo. Puertas que se abren y se cierran. Esa voz que ahora merodea por la casa.
- Soy yo. El viento Anne.
- ¡No¡ ¡No¡- grita en un largo sollozo.
- Estoy ante ti. No me ves. No es locura lo que tienes. Es tu otra realidad. Esa realidad que ahora tanto te amarga.
- ¡No¡ No entiendo nada.
El viento toma forma humana y se arrodilla. Pone sus manos sobre las manos de Anne.
- ¿Quién eres tú? ¿Cómo has entrado? ¡Fuera de aquí¡ Ya tengo suficiente dolor para que un chiflado que no se con que medio dice ser El viento y encima entra en mi casa sin permiso.
- Anne. Anne.
El viento mira fijamente a Anne. Le transmite paz. Una paz interior que hace tiempo que no goza.
- Dime.
- Debes calmarte. La calma arranca toda esa mala hierba que se arraiga a tu corazón.
- Si
- Así me gusta. Me gusta que tus ojos humedecidos compartan conmigo un rato. Me dicen mucho. Mucho de ese sufrimiento que lleva a ras de ti. No te preocupes por tu amor Anne. El si te recuerda.
- ¿Cómo? El está muerto.
- Muerto para los demás pero para ti no. Recuerda que no te despediste. Que el no se despidió de ti. ¡Tu lo quieres tanto¡ Que sois almas que vagan sin rumbo en los acantilados de la desolación.
Los portazos se calman. Un ciclón de tranquilidad entran en la casa. Anne mira a ese extraño. Una luz penetrante siembra en ella una especie de libertad respecto a la angustia que posee. Se levanta y con él va al ventanal. De nuevo la gaviota de fuego pasa ante sus ojos y la del extraño.
- Ahí esta ella. Ella será el enlace con tu amor.
Desaparece. Ni rastro de él. Anne por un momento se queda mirando tras el ventanal. La gaviota de fuego también de hace invisible en el aire. Lo busca. Pero no queda ni su sombra. Habrá sido un sueño, estaré delirando, se pregunta. Pero no. Fue todo tan real…Entra en su cuarto, se pone una ropa cómoda y de nuevo al ventanal. Observa detenidamente la barca de su marido. Esa barca que tantas veces fue a pescar. Corre escaleras abajo, tiene una idea. Encontrarse con él en el océano. Ella hará lo mismo que él, salir con esa embarcación por las mismas rutas que el solía acostumbrar, como si fuera a su encuentro. Quería recibir un rayo de luz del por qué, saber como era el que se lo había arrebatado. No sabe muy bien pero quiere partir en dirección a su amado. En una dirección tal vez que la introduciría en un laberinto sin salida. No le importa ya su vida. Quiere desfallecer igual que él, igual que Antón. Se aproxima a la barca. La desliza por la suave arena hasta sentir el cosquilleo del agua. La empuja. La barca esta suficiente introducida para ella meterse dentro. Ella misma capitán de un viaje sin retorno, ello al menos pensaba. Un viaje donde su corazón se fragmentaría en dos: entre la realidad y la fantasía de un viento que le diese su amado. Ve extrañada la gaviota de fuego y la sigue. “Remar y remar hasta alcanzar a mi amor. Remar y remar hasta desgastar mis lágrimas por el magma de su oscuridad. Remar y remar hasta se puñalada de este océano como le ocurrió a él. Remar y remar aferrada a que lo hallaré aunque un aberrante acantilado desangre mi razón. Remar y remar hasta desaparecer bajo su volcán. Remar y remar hasta quedar exhausta en mi envejecimiento prematuro. Remar y remar hasta que mi entendimiento oscurezca entre las tinieblas de la incertidumbre. Remar y remar, las olas me llaman, la gaviota de fuego me guía. Remar y remar en esta mar que parece desmayar cuando el sol enrojece y yo soy desgana de seguir viviendo. Para que vivir si tu no estas aquí. Para que vivir si cuando la noche cae las trompetas brillantes del universo no me dibuja esas constelaciones que yo y tú veíamos. Remar y remar para ser espada que raja esa brisa de infortunio. “, se dice ella misma.
Rema y rema como huída del sufrimiento. A medida que se aleja de la costa sus lágrimas se convierte en sudor, su sudor en delirio, y su delirio en un apagón de su sufrimiento. Ahí, en medio de aguas azules donde el alma humana no habita quiere escucharlo. Quiere saber de él. Ella sabe que se encuentra cerca de Antón. Pero sus fuerzas son escasas. Ya no puede más. “Extasiarme con las cascadas dulces del amor. Apasionada soy. Siento como soy eco febril de ti. Tú, ¡gaviota de fuego¡ da una señal de él. De él. Solo el roce de la brisa con mi tez me dice de su ser. Me calcino en la desorientación. Fisuras recorren mis labios al no sentir su beso. ¡Su beso¡ ¡ Ay su beso¡ Relámpagos anuncian su llegada. ¡Si¡ Lo siento. No. No puede ser. El va a llegar a mí. No. No quiero más penurias. Pero, que es lo que se ve a lo lejos. Lo desconozco. No se de alguna isla que exista rodeada por este océano ya plúmbico. Acaso, será el lugar donde mi amado se halla. Quizás será una tierra de arenas movedizas que hizo desaparecer a Antón. Acércate barca hasta ese lugar donde seguro mi pecho volverá a ser hoguera de la vida. ¡Si¡ hacía allí se dirige la gaviota de fuego. Ahora recuerdo aquel hombre, medio ser humano, medio viento. Todo es verdad. “Anne coge de nuevo los remos y se aproxima a aquello que divisa con un brillo especial en el horizonte. Se pregunta que es eso. Si era un islote parte de él o un espejismo. Se extraña. Pero sigue. Llega a la orilla y fatigada baja de la barca. Lo primero que ve en una fuente de arboledas amorfas, un boscaje estancado en el pasado donde la mano humana aún no ha pasado. Árboles retorcidos con el musgo exuberante vistiéndolo. Ella siente como esa masa forestal la acecha, la invita adentrarse y se adentra. La consuela y la hace caer en un largo sueño hasta que la noche es sonata de una brisa suave. Siente una voz que la despierta dulcemente. Abre los ojos. No ve a nadie pero el susurro continua “Ven, ven”. Se levante y se dirige a unos matorrales. Detrás de ellos hay un ser extraño. Un ser que siendo joven tiene el pelo cano y esta calvo. Sin saber por qué le da la mano.
-¿Quién eres tú?- pregunta ella.
El la mira fijamente. Admira toda su belleza. Anne da un paso atrás, sabe que con su mirada se está introduciendo en el círculo de su intimidad.
- ¿Qué haces buena mujer en este lugar? Seguro que vienes desde muy lejos y el sufrimiento es algo que se agolpa a tu corazón. Quieres oír de mis labios su nombre. El nombre de un hombre desaparecido en el mar. Por ello vienes aquí. Yo se donde está él. Mírame. No me hables. Mira a través de mis ojos y lo sentirás. Te sentirás triste, cansada, sola pero también sentirás el alcance de su eco. Sonante en cada estremecer de su aroma que dibujan las estrellas. No te preocupes más mujer que su espíritu te aguarda. Allá, a lo lejos. Allá, en la proximidad. Donde tanto tú como él sois parte de uno mismo. Dame la mano y anda. Retorna a tu casa, a tu mundo.
Anne le da la mano. Se introducen en la profundidad de ese boscaje hasta una cueva. El anciano la invita a entrar. Se sienta en el suelo frío. Anne mira todo su alrededor. Las paredes están pintadas y bajo los efectos del relieve hay extraños dibujos. Hay hierbas colgadas con el olor a curación. El anciano enciende un pequeño fuego y ofrece a Anne una especie de infusión. Anne acepta. Se siente a gusto. Restablecida por el sorbo a sorbo de ese brebaje quiere elevar anclas de nuevo. El anciano asiente. Se va. En la orilla está la barca. Se sube a ella y es consumida de nuevo por un profundo sueño.
Antón como alma ardiente sumiso a la ida se arrepiente. Siente su cuerpo desnudo en el agua. La ama, la abraza. Disemina cada escena del pasado.” Que he hecho. No me lo explico. Por qué estoy aquí. Una borrasca se agarra a mí de manera desmesurada. He cometido un error. Un grave error. ¿Cómo pude hacerle tanto daño? Yo aquí ahora no siento nada y no soy nada. Ella en el mundo real es sufrimiento.¿Qué era lo que giraba en mi cabeza? No lo entiendo. Tal vez, debí pedir ayuda. Pero uno a veces se vuelve tan ciego, tan sordo. Inacabado es mi andar por está tierra. Ahora en está esfera plomizas no descansaré hasta el último beso. Voy al encuentro de ella. Voy como desaparecido iluminado por las sendas del remordimiento. ¡Tanto dolor hay en ella…¡ Sola, con las olas rememorándole cada despertar en que mis labios acariciaban sus párpados. ¡Anne! ¡Anne! No me dejas ir más allá de este mundo, no me dejas descansar en ese jardín de los cuerpos desaparecidos bajo las profundidades del océano.
Llega a la orilla. Despierta y otra vez con la luna y las estrellas tiritando en haces luminosos se dirige a su casa. Deja la barca. En su paso del nocturno se pregunta si todo es un sueño agradable. Pero no, el sabor de esa infusión, el anciano hombre. Todo surca alrededor de ella como real. Aun así, se encuentra cansada. No enciende las luces de su hogar cuando entra, una especie de atmósfera agradable la invade. La luna es suficiente luz para sus pasos pero aún así enciende una vela y se queda mirando la danza de su llama a la sombra de ella. De repente una paz es flor que acaricia su frente. Sobre la mesa de noche pone la vela y se acuesta en su cama.
¡La noche¡ ¡La noche¡ Rincón donde los enamorados se encuentran para ser besos alados de densas arboledas. Anne siente algo, siente como la sábana blanca con la que está tapada se desliza hacía abajo dejando su cuerpo desnudo con el tintineo de la brisa. Media dormida intenta cogerla pero no puede, hay alguna fuerza mayor que la lleva, que se lleva la sábana hasta el suelo. Al principio cree que está soñando pero no, es real. Algo oscuro que hace temblar la vela con su silbido hay en la habitación. Se alza sin temor con el temblor de una brisa que recorre sus venas pero en ese instante su cuarto es encendido por una calidez que la imanta aunque la ventana cara a la luna este abierta.
- ¿Qué es esto? ¿Qué ocurre aquí? Siento como si estuviera vestida en pleno invierno. ¿Quién está ahí? No comprendo. ¿Quién? ¿Quién? Acaso eres tú…Ese el que las mareas lo arranco de mis brazos pero no de mi corazón, de mi corazón…
Una luz traslúcida se hace en la habitación con forma de cuerpo humano. Levanta la mano y se la tiende a Anne. Anne se extraña pero hay algo en su interior que le dice cógela.
-Si, soy yo amada mía. He vuelto porque los negros nubarrones de tus ojos me siguen buscando y mi alma se impregna de pesadumbre. Si, soy yo amada mía. He vuelto porque la desdicha te impulsa por sendas de pánico ante la soledad que te he dado tras mi ida. Si, soy yo amada mía. Del pasado solo quedan los recuerdos, esos recuerdos que tú enhebras para transitar en el hoy. Si, soy yo amada mía. Ese el que fuertemente te abrazaba cuando el frío apretaba. Aquí estoy. He regresado para enseñarte amar otra vez. ¡Amar otra vez…¡ Por qué no.
- Por qué no, me dices. No necesito que me enseñes a amar. Yo te quiero a ti. ¡A ti¡ y a nadie más. Si ese es el motivo de tu visita, vete. Me quedaré aquí. ¡Aquí¡ Consumiendo mis días en el rememorar de tu ser, de tu amor.
-Giras y giras dentro de una especie de esfera de la cual no quieres salir y todo se ha acabado vida mía. Todo se ha acabado. Error mío. Pero hay que seguir esa ruta por la cual construirás tu destino.
-¿De que ruta hablas?- lagrimas que caen por el rostro de Anne. Desesperación que la induce al grito y querer abrazar ese alma volátil- No hay camino si yo no quiero. Te quería a ti. Ahora tú hablas de otra vida.
- Si, querida Anne. Otra vida. Otro amor. Sin mi, sin mi…Arrójame por favor a esas hogueras del olvido.
-¡Nunca¡ ¡Nunca¡
Anne se arrodilla al comprobar que no puede abrazarlo. La luz de él se hace más intensa y la atrapa.
- Amor, no eres invisible en mis pensamientos. Del tiempo brotan hogueras invernales donde tu reflejo difuso aparece como recuerdo de años y años. Amor, no vienes a danzar con los poemas que el viento lleva, que el viento trae sobre una mesa a la luz de una vela que se va acabando a medida que tu sonrisa es sombra que te toca, que te caricia. Verjas minan mis manos cuando entre sueños intento hallarte, muros que combaten con el sombrío canto aves carroñeras a la espera de mi olvido. Amor, por viejos oleajes me arrimo y hablo de ti y ellas guardan ese silencio rodeado de estrellas marinas y algas. No se como disimular, emplumarme de una máscara que domine el amor que por ti siento y así dejar de hablar a estas paredes blancas. Amor, naufragio de lirios, esos que acostumbro comprarte cuando me aproximo a ti. Aquí están boca abajo en su danza invisible de la sequedad elevándose cuanto te rememoro en ese jardín abisal de mi corazón, de mi corazón. Amor, mágico tacto que ilumina mis sueños llevándome a ti. No te vayas. Te espero.
- Adiós querida, amiga mía. Algún día nos volveremos a encontrar.
Fin
En la cocina prepara el café. No soporta el silencio que hay en la casa solo, el murmullo de las olas. Necesita oír la voz de Anne. Por un instante piensa en levantarla pero, no, es mejor dejarla así, en esa fantasía que erige su mente. Después de tomarse el café mientras un cigarro despliega todo su humo en espiral retorna a sus pensamientos. “Anne está tan lejos. Tan lejos que mi fuerza de amarla no hace nada. Ya en ella no hay palabras de amor. Ya en ella no hay esa mirada cómplice de cuando nos conocimos. Ay, como vive en mi el recuerdo. Aquella playa, nuestros cuerpos danzando con la marea, nuestro encuentro, la luz que iluminaron nuestros ojos cuando nos descubrimos y el simple echo de las palabras del silencio nos hizo emerger en una historia de amor, de pasión. Ahora somos como este tiempo invernal, un frío metal discurre por sus venas. Tanto, que ha llegado a mí de manera mortífera. Cada día estamos más distanciados. Tanta es nuestra lejanía que los tambores de la ruptura han comenzado a zarandear sobre nosotros. Yo, ello, no lo soporto. Me tira. Me tira hacia una atmósfera gélida en que sin ella no puedo vivir. No, no puedo vivir. Acaso, soy cobarde. No. Tan solo, no me imagino la vida sin ella.” Anton está abatido. Se va a la terraza. De allí puede contemplar el mar. Ese mar que los unió y ahora los esta separando. Son la seis y media. Una bola broncínea gigantesca comienza a ser acto de presencia y, con ella, la bóveda se viste de malva-anaranjado. Se aproxima la lluvia, una lluvia que arrancara la jornada que aun parece permanecer en su letargo. “ Hoy lloverá, lloverá cenizas sobre mi. Uh ¡La mar en calma¡ Mi cuerpo desnudo. Su cuerpo desnudo. La playa. Hace tanto tiempo que no lo hacemos. Sí, bañarnos a esta hora cuando no hay nadie o lo que están de no se fija en la nimiedades de ver dos personas desnudas en pleno alba verlas bañar. Nuestro sueño era esta casa al lado de la playa para conmemorar el día que nos conocimos. Oh, ya son casi las siete y yo ronroneando en mi mente”.
Anton con cierta nostalgia que se enhebra en su interior sale de la terraza y se dirige a la habitación. Despierta suavemente a Anne. No quiere interrumpir bruscamente su sueño, un sueño que es tal vez mágico.
- Anne. Anne.
- ¿Qué quieres?
- Son las siete amor mío.
- Oh. No me digas eso. ¿Qué le pasa al dichoso despertador que no ha sonado?
- No lo se . Toma, te he traído un poco de café.
- Uhm. Gracias cariño.
Anne se sienta en la cama. Se bebe el café pausadamente mientras intenta despertarse. Bosteza, estira un brazo y luego otro. Se queda mirando a Anton con extrañeza.
- ¿Estás llorando?
- No. No Anne.
- ¿Cómo que no? Estoy aun media dormida pero ciega no. De tus ojos mana algo fluido y , yo supongo, que es llorar o, acaso, tienes un manantial dentro de ti.
- Será de alergia.
- ¡Alergia¡ ¿Desde cuando eres alérgico. ¿Ha pasado alguna desgracia?
- Es alergia Anne. No ha pasado nada. Lo que yo nunca de lo había dicho. Sabes, de pequeño era alérgico y por lo visto me ha vuelto a estallar.
Anne se olvida de Anton . Ya se le pasará, piensa ella. Se termina su café y se levanta.
-¿Cuándo has hecho el café?
- Hace dos horas Anne. Disculpa, se me olvido calentarlo.
- Que raro en ti Anton.
Las palabras de Anne suena con retintineo. Anton no se puede creer el error que ha cometido cuando lo que desea es lo mejor para ella. Y tan solo por un café. Está cayendo a lo más bajo. Ya no se permite algún fallo. Anne termina de tomarse esa bebida oscura y fría resignada. Se levanta ante la mirada inexpresiva de Antón.
-¿Por qué me miras así? Dime cariño, nunca has visto una mujer desnuda. ¡Antón¡ ¡Antón¡ Despierta criatura.
Antón calla. La burla de Anne no le hace gracia. Toma la taza y se la lleva a la cocina con la cabeza gacha.
- Antón. Ya te habrás duchado- grita Anne desde la habitación.
- Si, amor mío.
Anne sale de la habitación y se mete en el baño. Hoy ni se mira al espejo. Va tan acelerada que ni tiempo tiene de ver su imagen reflejada en ese cristal.
- Hoy chico tengo tanta prisa. Tanto trabajo por hacer…
- Como siempre querida.
- ¿Qué?¿Qué dices?
- Nada mujer.
- Siempre nada mujer. Algo te ocurre. Te conozco. Porque no lo dices. A ver, a ver. Dime como te va en el trabajo.
- Ya te lo he dicho mil veces. Quieres que te lo repita de nuevo.
- Si, por favor.
Antón no contesta. No le da la gana de decir algo. Ya han hablado de ese tema y repetir lo mismo, como que no. Anne sale de la ducha con una toalla enrollada, directamente va a la cocina. Allí, encuentra a Antón sentado mirando fijamente el fondo de una taza de café.
- Pero que haces hombre-dice ella cómica- Estas observando lo que depara tu futuro con los posos del café. Ja, ja.
- No seas tonta.
- Antón sigo diciendo que te encuentro extraño.
Antón no quiere responder. El tono de su tez se torna a un rojo intenso. Esta hirviendo por dentro. Lucha para reprimir sus palabras pero explota . Está harto, harto de la situación de su vida. Se halla al límite, un límite donde aguas bravas y viscosas tiran de él.
- Si. Estoy extraño. ¿Y qué?
- ¿Y qué?- contesta Anne sorprendida.
- ¿Qué tinieblas te asaltan cariño? Dime, que es lo que te carcome.
- Muchas. Te pasas el día trabajando. No hay momento para conversar contigo.
- ¿Cómo? No estamos hablando ahora.
- No. No me refiero ahora. Son todos estos años, todos estos meses, todas estas semanas, todos los días que llevamos juntos.
- No te entiendo. Yo he de cumplir con mi trabajo. Estas un poco airado. Tal vez deberías de coger un poco de aire.
- No Anne. ¡No¡ No aguanto más.
- ¿El que no aguantas tesoro?
- Esta situación. Nuestra relación se esta rompiendo.
- ¿Cómo puedes pensar en ello? Yo te quiero. Bueno, dejemos esto para otro momento, vale. Ahora tengo que vestirme y marcharme.
Anne se va de la cocina. Antón se queda meditando. Se arrepiente de lo que ha dicho a Anne, algo lo recorre de manera intensa hasta hacer estragos en él. Es como si ella no lo entendiera. No entender, esa es la palabra exacta. Se martiriza mientras la siente vestirse y marcharse. Anne desde la puerta de la calle se despide, Antón, retorcido, no dice nada. Friega la losa. Hoy ha pensado que no ira a trabajar. Que deja su trabajo porque no le entusiasma. Lo cierto es que no le va muy bien. Las caras huecas de sus compañeros, la palabra negada a cada una de sus opiniones, el aburrimiento de estar aguantando durante ocho horas a seres de hielo. Solo le queda Anne pero, ella es allende ave que no puede en estos momentos tocar. Buscar un sendero de luz, ello, es lo que necesita. Se halla vacío. La nada gira alrededor de él e imprevisiblemente ve que todo va acabar mal. Termina de fregar y recoger la cocina se dirige a su cuarto. Allí su mesa, su silla, su ordenador. Se sienta. Intenta escribir unas palabras para Anne como despedida. No puede. Se tiene que enfrentar a una hoja en blanco. Una hoja en blanco especial para ella y eso que esta acostumbrado a escribir. Ha de escribir algo adecuado, una despedida. Sí, se despide de ella. De esta vida tan monótona.
Querida Anne:
Me estremezco al escribirte estas palabras. He tropezado con la vida. Más bien me he hastiado de ella. No se, sobre mi una neblina gira y gira bestialmente. No vayas a creer que se trata de ti. Tú no eres amor mío. Estoy en ese paso donde el viento con su celeridad y violencia te lleva a la muerte. Sí, a la muerte. Tal vez, sea este paro que ahora le toca llegar. Sabes lo que significa. Empezar otra vez de nuevo…No, no lo soportaría. Muchos años dependiendo de ti y de la invitación de los demás. Ahora, he caído. No puedo levantar la cabeza como debería y mirarte. Se que tu me quieres. Que me amas pero, podrás vivir sin mi. Mi ausencia no supondrá ningún conflicto en tu vida. Correrás tu camino como mujer valiente y decidida y hallarás alguien mejor que yo. Alguien que con su fragancia te expansione más y más. Son falsas expectativas de mañanas vigorosos la que nos hacemos. Tú lo hiciste bien. Un buen trabajo que además adoras. Yo me siento orgulloso de ello. No quiero molestarte más. Ya se que no te avergüenzas de mi. Yo, si. Mis fuerzas ya no pueden más. Sí, soy grotesco con esto que estoy haciendo. No pienses que deseo hacerte daño. Jamás. Es que hay un vacío en mí. Un pozo de lodo me observa, me examina, me toca. Adiós querida mía. Mi querida Anne.
Antón abre el cajón de su mesa y toma las pastillas. Se las traga todas. Deja la carta sobre la mesa de Anne. Se pone el bañador, se viste y con una toalla baja a la playa. Se quita la ropa. Por un momento cierra los ojos y tiembla. No hay nadie. Es invierno. Se introduce en el agua. Se deja ir. Una rara sensación se acerca a él. Mientras nada más y más lejos de la orilla sus pensamientos recorren cada parte de su vida. Se para. Ya está en el sitio adecuado. La marea está revuelta. Ello, es ideal para dejarse ir. Se dejará llevar. Se deja llevar. El océano le habla. Le grita. “¿Qué haces hombre? ¿Por qué? ¿Por qué? Las mareas del ayer se retuercen en ti. Las mareas del hoy dicen de apuñalar cobardemente a la mujer de tu vida. Eres ahora parte de nosotros. De este mundo oscuro donde seres de otras tierras son náufragos de un sol turbio. Vagarás en la deriva como otros cuerpos hasta que la luz de un puente azul te guíe hasta la verdad. ¡El amor¡ ¡No más que el amor¡”
Anne regresa a casa. Ha estado todo el día llamando a Antón pero este no contesta. “Se ha incomunicado. Como se atreve hacerme esto a mí”. También ha llamado al trabajo pero, allí, no saben nada. Al abrir la puerta siente cierto aroma enrarecido, un aroma que solo percibe sus sentidos, sus sentimientos. Va directa a su cuarto. Sus ojos se cierran, no quiere ver la nota que está sobre la mesa. Algo impredecible ha ocurrido. Algo que ella misma no lo supo averiguar. Se sienta igual que el para leer la nota. No se lo puede creer, las marismas del horror penetran hasta su corazón. El infortunio ha caído sobre ella. Su cuerpo cimbra incoherentemente. Una brisa tormentosa y gélida resbala por su tez. La cabeza es un campo de minas que ha estallado en la pisada incorrecta, en la compresión incorrecta. No siente fuerzas, ese agarre para levantarse. Sus piernas no responden. Todo ha acabado. “No. No amor mío.”, grita. “ Desfallezco. Penetro por un laberinto donde estacas me sobresaltan cada vez voy hallar la salida. No. No amor mío. Un río de buitres aniquila el fluir de mi sangre. Desolada busco tu huella y solo hallo pedregales donde mi pisada es rajada. No. No amor mío. Amor roto. Amor herido. ¿Por qué te vas?” v
Anne inmediatamente coge el teléfono llama a la policía, a los bomberos, a una ambulancia. Pero, ello, nada sirve. Las horas pasan. Los días pasan. Lo están buscando. No hay rastros de él. La oscuridad se cierne sobre ella. No quiere ver a nadie. Es tanto, tanto el dolor. “ Te has ido. Te has ido cuando la plateada a igual que tu dejaba de respirar. Te has marchado con ese océano traidor que dará ahora toda esa hoguera del amor. No te bastaba acaso, con el mío. El final de nuestras palabras. El final de nuestras acaricias. La muerte ha venido.¡La muerte¡”
**
El entierro viene. El entierro se aproxima con sus fúnebres tonadas. Amigos y compañeros lloran a un cuerpo invisible, perdido en la nada. No obstante ella quiere quemar sus cartas en el crematorio. Aquellas cartas cuando era escurridizo de los primeros halagos. Arden y sus cenizas son guardadas en un cofre. Anne lo acoge entre sus palmas mutiladas de tanto llorar. Se lo lleva a su pecho. Sus lágrimas son riachuelos del que emerge alas de mariposas disecadas. Esta ella sola y el cura. No se intercambian palabra, el lugar es tan sobrio y frío que cualquier sonido se convierte en granizada.
- ¿Qué vas hacer Anne con estas cenizas?-le pregunta el cura cauteloso.
- No se padre. Las arrojaré al mar. Le rogaría que no se inmiscuya en mis asuntos.
- No. No quiero inmiscuirme. Solo era una pregunta. No cree usted que sería mejor enterrarlas en un nicho.
- ¿Qué habla usted? Mi marido no era creyente. El adoraba el océano y como tal allí las esparciré.
- Ya entiendo. Así cayó.
- ¿Cómo que así cayó? Usted no lo entiende. Por favor, le ruego que me deje sola.
- Sola no. El pecado se cierne sobre él. Su alma no descansará en paz.
- No me diga. Vaya con sus estupideces a otra parte. Y, una cosa, aprenda a respetar las creencias de los demás.
Ante las palabras de Anne el cura no sabe a que acatarse. Por su mente pasa de infinidades de pensamientos airados pero se para. Se traga su lengua. Se gira y se va con paso firme y acelerado murmurando insultos en voz baja. Anne ahora está sola. Con el cofre entre las manos. Lo abraza fuertemente contra su pecho. Sus lágrimas son veredas por donde corre todo su ayer, todo su hoy, todo su mañana. A paso lento se retira de esa pequeña sala. Sale del cementerio. Se sube en su coche y toma dirección a su casa. La jornada corre como el agua. Ya es la noche. Pocas estrellas desfilan por la polución y la iluminación. Pone la radio. Una canción nostálgica da a luz la nostalgia. El tráfico es denso. Ella no se desquicia, no pierde los nervios sumisa en esa balada de los buenos tiempos. Llega a su casa y con ese cofre en las manos más la insonoridad de las paredes parece helar. Se tira en el suelo. Esta de rodillas. No sabe si llamar algún amigo. Pero para que, se pregunta. Está tan sola.
**
l Anne despierta. Se erige a la ventana, divisando el amplio rugir de la marea la cual se halla atizada por la serenidad de las olas. Por un momento deja esa imagen y se pone el albornoz que está posado en la cama. Otra vez se va a la ventana. Quiere seguir contemplando el océano. Ese océano que se asemeja a Antón. ¿Dónde se hallará?, se pregunta ella a cada ola rompiente con la avenida. Sus vivencias del pasado se escenifican, sus vivencias del hoy también. Su rostro se desfigura más y más por salvajes tirones. “¿Por qué estoy aquí? Delante de esa ventana indagando el espacio que va más allá del océano. Quizás, no haya buscado suficiente. Cada despertar lo mismo”, se indaga ella. Ante ella el océano a ras de sus ojos. Sus ojos ciegos. Sus ojos incrédulos respecto a su muerte. La jornada es igual que siempre, igual que cualquier otro despertar. La brisa marina parece aniquilarla. Una brisa primaveral que se combina con las primeras luces del día. Su pecho está desnudo. Ninguna mano sedosa es ala de la pasión, del amor. Esta sola. Siente que él la llama. Ve a Antón subir junto a su mano hasta la casa. Lo ve como si se tratase del presente. Con su cabello azabache, con el azul de sus ojos, con lo puro de su cuerpo. Ella al lado de él. “¿Dónde estarás? ¿Dónde se halla ese arco iris sonriente del alba?”, se pregunta. De su dolor sangra la herida. Es enviada a las profundidades engreñadas de delirio. Cada minuto que pasa decae más. Cada lágrima que arroja es secuencia de él. Ella no quería perderlo, no quiere sus sábanas revueltas danzando en soledad, no quiere su almohada fría acogida por el cierzo, no quiere sus zapatillas mudas. “¿Dónde estás amor? Deseo el destellar de tu cuerpo como el ayer. Solo imperan tundras sobre mis manos. Siento tu aroma, tu fragancia cedida por la brisa marina. Miro, observo, examino y ante mi la luz se apaga. Veo un ser con su lamento. Veo un ser desnudo. Veo un ser que baila al son del desvanecimiento. Lo siento decaer. Lo siento decaer en un mar de ortigas del cual no brotará más una flor. Miro, observo, examino y ante mi renace. Renace como cenizas de un tiempo infernal. No lo entiendo. El me adoraba. Hacía de mí trinar una atmósfera donde la paz brotaba de estas paredes. Y, sin embargo. Y, sin embargo se fue.”, se dice así misma. Se aparta de la ventana. Deja atrás así lo que son horas de su cavilar. Ahora quiere sentirlo de cerca, sentir cada minuto de ese ayer, cada paso dado por él hasta desfallecer. Se viste. Sale de la casa. Sus pasos la conduce a la playa. Se detiene para admirar todo lo que hay a su alrededor. Los filigranas rojizos aclaman el estallido de una imagen humana con el gran deseo de su mente. La marea es imagen espectral, majestuosa. Revindica su sensualidad, su pasión por él. Esta en la orilla, la espuma la seduce, la invita a despojarse de todo lo que lleva encima. Se quita la ropa. Cuerpo desnudo que esboza un suspiro, corriente de arrecifes que al induce a meterse en el agua. ¡Sí¡ Ser parte de él. Como si de él tratase se hunde. Es náufraga en un paradero desconocido donde su leve canto no la acalora. ¡Oh sus manos¡, esas que tanto la embrujaban para ser prisionera dócil de él. Lo siente tan lejos. Tan lejos que su cuerpo es mordido por la pesadilla, la pesadilla de este océano desconocido. “ Sabes, así no puedo amar. No volveré a ser lo que era. Te extinguiste”, se dice ella para si misma. Su llanto y su grito se agudiza. Se siente herida. Herida de amor. Del amor perdido. Sale del agua. Deja de sollozar. Los primeros rayos solares son vomito. Por un momento mira su frágil fisonomía: delgada, lánguida, húmeda. Le falta ese halito de ánimo para volver a casa. Hace un esfuerzo y retorna. La penumbra, el lúgrube pasillo. Por un momento una gaviota de fuego brota ante sus ojos. “¿Lo has visto? ¿Has visto a mi amor navegar por este océano? El, que ya no es mar por donde mi río suena. Dime, ahora que eres torre alta de este océano. ¿Lo has visto?”. La gaviota de fuego no contesta. Anne retorna a casa cansada. Solo la muerte y la soledad son su sombra. Sube la escalera despacio, sin hacer ruido. No quiere encontrarse con alguien. Entra en esa casa donde el sol ya no le da calidez. Sus pasos la llevan hasta la cocina. Se hace un café que huele a hojarasca. Algo falta. Con las manos en sus sienes no quiere retroceder al ayer tampoco, al hoy y menos al mañana. Se levanta. Se evade de la cocina que tanto malos recuerdos le trae. Se erige al ventanal. Quiere ver de nuevo el océano. Quiere absorber todo su candor, todos su rumiar. La hechiza. “¿ Se acordará de mí? Como recordarme si su mundo es sepultura, es una luz espectral que te espanta en las tinieblas. Acaso, ¿no me quería?. Acaso, es que toda nuestra vida juntos fue una mentira, fue lo que la imaginación de cada uno de nosotros quiso dar. Quizás yo no supe corresponder. Tal vez él no supo a que atañerse en la responsabilidad de vivir en pareja. Yo te quería. Te quería más y más a cada jornada que pasaba, a cada estación ceñida de su peculiaridad. Te quería tanto. Te quiero tanto. Ahora que tu no estas me atropella esa mirada tuya de muerte. Aunque intente besarte nunca te encontraré y yo solo seré gemido de noches sin estrellas. Una cuerda floja me hace caminar por ella tirándome hacia rocas magmáticas donde tú y el mar sois brumas. La nada. Quisiera conversar con tu latido, se acogida así por el entusiasmo de que existes pero me miro y solo observo tu imagen perdida en el tiempo.
El teléfono suena. Anne no sabe si cogerlo. Seguro que es alguien para consolarla. De ello está cansada. Duda pero la invade el remordimiento y descuelga.
- Si, ¿quién es?
- ¿No me conoces?
- No
Anne se extraña. No tiene idea de quien es. La voz suena serena y tranquila.
- Soy el viento.
- ¿El viento? Lo siento pero no tengo ganas de bacilones.
- Si Soy el viento. No cuelgue. Las estrellas que te guían en el nocturno volverán a brotar y veras de nuevo la luz.
- De que me está hablando.
- ¡Antón te quiere¡
- No juegue con mis sentimientos por favor.
Anne tiene ganas de colgar pero hay algo superior a ella que la fuerza a mantener esa conversación.
- Jugar con los sentimientos. No. La vereda que tienes que recorrer a través del tiempo es larga pero al final lo lograrás querida Anne.
- ¿De que vereda me está hablando?
- La vereda del amor. La vereda de la fuerza.
De repente puertas y ventanas se abren y se cierran. Anne se siente descompuesta ante el suceso mezclado con esa llamada.
- Oiga. Dígame de quien se trata. Oiga…
Nadie responde al otro lado. Una brisa penetra por cada una de las habitaciones. Las luces se apagan y las puertas y ventanas se siguen abriendo y cerrando. Anne no sabe que hacer esta desquiciada.
- Estoy aquí.
- ¿Quién? ¿Quién está aquí? ¡No¡ Me estoy volviendo loca. ¡Qué es esto¡
Anne se encoge sobre si misma y se sienta en el suelo. No puede creer lo que le está sucediendo. Puertas que se abren y se cierran. Esa voz que ahora merodea por la casa.
- Soy yo. El viento Anne.
- ¡No¡ ¡No¡- grita en un largo sollozo.
- Estoy ante ti. No me ves. No es locura lo que tienes. Es tu otra realidad. Esa realidad que ahora tanto te amarga.
- ¡No¡ No entiendo nada.
El viento toma forma humana y se arrodilla. Pone sus manos sobre las manos de Anne.
- ¿Quién eres tú? ¿Cómo has entrado? ¡Fuera de aquí¡ Ya tengo suficiente dolor para que un chiflado que no se con que medio dice ser El viento y encima entra en mi casa sin permiso.
- Anne. Anne.
El viento mira fijamente a Anne. Le transmite paz. Una paz interior que hace tiempo que no goza.
- Dime.
- Debes calmarte. La calma arranca toda esa mala hierba que se arraiga a tu corazón.
- Si
- Así me gusta. Me gusta que tus ojos humedecidos compartan conmigo un rato. Me dicen mucho. Mucho de ese sufrimiento que lleva a ras de ti. No te preocupes por tu amor Anne. El si te recuerda.
- ¿Cómo? El está muerto.
- Muerto para los demás pero para ti no. Recuerda que no te despediste. Que el no se despidió de ti. ¡Tu lo quieres tanto¡ Que sois almas que vagan sin rumbo en los acantilados de la desolación.
Los portazos se calman. Un ciclón de tranquilidad entran en la casa. Anne mira a ese extraño. Una luz penetrante siembra en ella una especie de libertad respecto a la angustia que posee. Se levanta y con él va al ventanal. De nuevo la gaviota de fuego pasa ante sus ojos y la del extraño.
- Ahí esta ella. Ella será el enlace con tu amor.
Desaparece. Ni rastro de él. Anne por un momento se queda mirando tras el ventanal. La gaviota de fuego también de hace invisible en el aire. Lo busca. Pero no queda ni su sombra. Habrá sido un sueño, estaré delirando, se pregunta. Pero no. Fue todo tan real…Entra en su cuarto, se pone una ropa cómoda y de nuevo al ventanal. Observa detenidamente la barca de su marido. Esa barca que tantas veces fue a pescar. Corre escaleras abajo, tiene una idea. Encontrarse con él en el océano. Ella hará lo mismo que él, salir con esa embarcación por las mismas rutas que el solía acostumbrar, como si fuera a su encuentro. Quería recibir un rayo de luz del por qué, saber como era el que se lo había arrebatado. No sabe muy bien pero quiere partir en dirección a su amado. En una dirección tal vez que la introduciría en un laberinto sin salida. No le importa ya su vida. Quiere desfallecer igual que él, igual que Antón. Se aproxima a la barca. La desliza por la suave arena hasta sentir el cosquilleo del agua. La empuja. La barca esta suficiente introducida para ella meterse dentro. Ella misma capitán de un viaje sin retorno, ello al menos pensaba. Un viaje donde su corazón se fragmentaría en dos: entre la realidad y la fantasía de un viento que le diese su amado. Ve extrañada la gaviota de fuego y la sigue. “Remar y remar hasta alcanzar a mi amor. Remar y remar hasta desgastar mis lágrimas por el magma de su oscuridad. Remar y remar hasta se puñalada de este océano como le ocurrió a él. Remar y remar aferrada a que lo hallaré aunque un aberrante acantilado desangre mi razón. Remar y remar hasta desaparecer bajo su volcán. Remar y remar hasta quedar exhausta en mi envejecimiento prematuro. Remar y remar hasta que mi entendimiento oscurezca entre las tinieblas de la incertidumbre. Remar y remar, las olas me llaman, la gaviota de fuego me guía. Remar y remar en esta mar que parece desmayar cuando el sol enrojece y yo soy desgana de seguir viviendo. Para que vivir si tu no estas aquí. Para que vivir si cuando la noche cae las trompetas brillantes del universo no me dibuja esas constelaciones que yo y tú veíamos. Remar y remar para ser espada que raja esa brisa de infortunio. “, se dice ella misma.
Rema y rema como huída del sufrimiento. A medida que se aleja de la costa sus lágrimas se convierte en sudor, su sudor en delirio, y su delirio en un apagón de su sufrimiento. Ahí, en medio de aguas azules donde el alma humana no habita quiere escucharlo. Quiere saber de él. Ella sabe que se encuentra cerca de Antón. Pero sus fuerzas son escasas. Ya no puede más. “Extasiarme con las cascadas dulces del amor. Apasionada soy. Siento como soy eco febril de ti. Tú, ¡gaviota de fuego¡ da una señal de él. De él. Solo el roce de la brisa con mi tez me dice de su ser. Me calcino en la desorientación. Fisuras recorren mis labios al no sentir su beso. ¡Su beso¡ ¡ Ay su beso¡ Relámpagos anuncian su llegada. ¡Si¡ Lo siento. No. No puede ser. El va a llegar a mí. No. No quiero más penurias. Pero, que es lo que se ve a lo lejos. Lo desconozco. No se de alguna isla que exista rodeada por este océano ya plúmbico. Acaso, será el lugar donde mi amado se halla. Quizás será una tierra de arenas movedizas que hizo desaparecer a Antón. Acércate barca hasta ese lugar donde seguro mi pecho volverá a ser hoguera de la vida. ¡Si¡ hacía allí se dirige la gaviota de fuego. Ahora recuerdo aquel hombre, medio ser humano, medio viento. Todo es verdad. “Anne coge de nuevo los remos y se aproxima a aquello que divisa con un brillo especial en el horizonte. Se pregunta que es eso. Si era un islote parte de él o un espejismo. Se extraña. Pero sigue. Llega a la orilla y fatigada baja de la barca. Lo primero que ve en una fuente de arboledas amorfas, un boscaje estancado en el pasado donde la mano humana aún no ha pasado. Árboles retorcidos con el musgo exuberante vistiéndolo. Ella siente como esa masa forestal la acecha, la invita adentrarse y se adentra. La consuela y la hace caer en un largo sueño hasta que la noche es sonata de una brisa suave. Siente una voz que la despierta dulcemente. Abre los ojos. No ve a nadie pero el susurro continua “Ven, ven”. Se levante y se dirige a unos matorrales. Detrás de ellos hay un ser extraño. Un ser que siendo joven tiene el pelo cano y esta calvo. Sin saber por qué le da la mano.
-¿Quién eres tú?- pregunta ella.
El la mira fijamente. Admira toda su belleza. Anne da un paso atrás, sabe que con su mirada se está introduciendo en el círculo de su intimidad.
- ¿Qué haces buena mujer en este lugar? Seguro que vienes desde muy lejos y el sufrimiento es algo que se agolpa a tu corazón. Quieres oír de mis labios su nombre. El nombre de un hombre desaparecido en el mar. Por ello vienes aquí. Yo se donde está él. Mírame. No me hables. Mira a través de mis ojos y lo sentirás. Te sentirás triste, cansada, sola pero también sentirás el alcance de su eco. Sonante en cada estremecer de su aroma que dibujan las estrellas. No te preocupes más mujer que su espíritu te aguarda. Allá, a lo lejos. Allá, en la proximidad. Donde tanto tú como él sois parte de uno mismo. Dame la mano y anda. Retorna a tu casa, a tu mundo.
Anne le da la mano. Se introducen en la profundidad de ese boscaje hasta una cueva. El anciano la invita a entrar. Se sienta en el suelo frío. Anne mira todo su alrededor. Las paredes están pintadas y bajo los efectos del relieve hay extraños dibujos. Hay hierbas colgadas con el olor a curación. El anciano enciende un pequeño fuego y ofrece a Anne una especie de infusión. Anne acepta. Se siente a gusto. Restablecida por el sorbo a sorbo de ese brebaje quiere elevar anclas de nuevo. El anciano asiente. Se va. En la orilla está la barca. Se sube a ella y es consumida de nuevo por un profundo sueño.
Antón como alma ardiente sumiso a la ida se arrepiente. Siente su cuerpo desnudo en el agua. La ama, la abraza. Disemina cada escena del pasado.” Que he hecho. No me lo explico. Por qué estoy aquí. Una borrasca se agarra a mí de manera desmesurada. He cometido un error. Un grave error. ¿Cómo pude hacerle tanto daño? Yo aquí ahora no siento nada y no soy nada. Ella en el mundo real es sufrimiento.¿Qué era lo que giraba en mi cabeza? No lo entiendo. Tal vez, debí pedir ayuda. Pero uno a veces se vuelve tan ciego, tan sordo. Inacabado es mi andar por está tierra. Ahora en está esfera plomizas no descansaré hasta el último beso. Voy al encuentro de ella. Voy como desaparecido iluminado por las sendas del remordimiento. ¡Tanto dolor hay en ella…¡ Sola, con las olas rememorándole cada despertar en que mis labios acariciaban sus párpados. ¡Anne! ¡Anne! No me dejas ir más allá de este mundo, no me dejas descansar en ese jardín de los cuerpos desaparecidos bajo las profundidades del océano.
Llega a la orilla. Despierta y otra vez con la luna y las estrellas tiritando en haces luminosos se dirige a su casa. Deja la barca. En su paso del nocturno se pregunta si todo es un sueño agradable. Pero no, el sabor de esa infusión, el anciano hombre. Todo surca alrededor de ella como real. Aun así, se encuentra cansada. No enciende las luces de su hogar cuando entra, una especie de atmósfera agradable la invade. La luna es suficiente luz para sus pasos pero aún así enciende una vela y se queda mirando la danza de su llama a la sombra de ella. De repente una paz es flor que acaricia su frente. Sobre la mesa de noche pone la vela y se acuesta en su cama.
¡La noche¡ ¡La noche¡ Rincón donde los enamorados se encuentran para ser besos alados de densas arboledas. Anne siente algo, siente como la sábana blanca con la que está tapada se desliza hacía abajo dejando su cuerpo desnudo con el tintineo de la brisa. Media dormida intenta cogerla pero no puede, hay alguna fuerza mayor que la lleva, que se lleva la sábana hasta el suelo. Al principio cree que está soñando pero no, es real. Algo oscuro que hace temblar la vela con su silbido hay en la habitación. Se alza sin temor con el temblor de una brisa que recorre sus venas pero en ese instante su cuarto es encendido por una calidez que la imanta aunque la ventana cara a la luna este abierta.
- ¿Qué es esto? ¿Qué ocurre aquí? Siento como si estuviera vestida en pleno invierno. ¿Quién está ahí? No comprendo. ¿Quién? ¿Quién? Acaso eres tú…Ese el que las mareas lo arranco de mis brazos pero no de mi corazón, de mi corazón…
Una luz traslúcida se hace en la habitación con forma de cuerpo humano. Levanta la mano y se la tiende a Anne. Anne se extraña pero hay algo en su interior que le dice cógela.
-Si, soy yo amada mía. He vuelto porque los negros nubarrones de tus ojos me siguen buscando y mi alma se impregna de pesadumbre. Si, soy yo amada mía. He vuelto porque la desdicha te impulsa por sendas de pánico ante la soledad que te he dado tras mi ida. Si, soy yo amada mía. Del pasado solo quedan los recuerdos, esos recuerdos que tú enhebras para transitar en el hoy. Si, soy yo amada mía. Ese el que fuertemente te abrazaba cuando el frío apretaba. Aquí estoy. He regresado para enseñarte amar otra vez. ¡Amar otra vez…¡ Por qué no.
- Por qué no, me dices. No necesito que me enseñes a amar. Yo te quiero a ti. ¡A ti¡ y a nadie más. Si ese es el motivo de tu visita, vete. Me quedaré aquí. ¡Aquí¡ Consumiendo mis días en el rememorar de tu ser, de tu amor.
-Giras y giras dentro de una especie de esfera de la cual no quieres salir y todo se ha acabado vida mía. Todo se ha acabado. Error mío. Pero hay que seguir esa ruta por la cual construirás tu destino.
-¿De que ruta hablas?- lagrimas que caen por el rostro de Anne. Desesperación que la induce al grito y querer abrazar ese alma volátil- No hay camino si yo no quiero. Te quería a ti. Ahora tú hablas de otra vida.
- Si, querida Anne. Otra vida. Otro amor. Sin mi, sin mi…Arrójame por favor a esas hogueras del olvido.
-¡Nunca¡ ¡Nunca¡
Anne se arrodilla al comprobar que no puede abrazarlo. La luz de él se hace más intensa y la atrapa.
- Amor, no eres invisible en mis pensamientos. Del tiempo brotan hogueras invernales donde tu reflejo difuso aparece como recuerdo de años y años. Amor, no vienes a danzar con los poemas que el viento lleva, que el viento trae sobre una mesa a la luz de una vela que se va acabando a medida que tu sonrisa es sombra que te toca, que te caricia. Verjas minan mis manos cuando entre sueños intento hallarte, muros que combaten con el sombrío canto aves carroñeras a la espera de mi olvido. Amor, por viejos oleajes me arrimo y hablo de ti y ellas guardan ese silencio rodeado de estrellas marinas y algas. No se como disimular, emplumarme de una máscara que domine el amor que por ti siento y así dejar de hablar a estas paredes blancas. Amor, naufragio de lirios, esos que acostumbro comprarte cuando me aproximo a ti. Aquí están boca abajo en su danza invisible de la sequedad elevándose cuanto te rememoro en ese jardín abisal de mi corazón, de mi corazón. Amor, mágico tacto que ilumina mis sueños llevándome a ti. No te vayas. Te espero.
- Adiós querida, amiga mía. Algún día nos volveremos a encontrar.
Fin
sábado, diciembre 25, 2010
Dejadme dormir...(poema)
Dejadme dormir, no me despertéis
Mientras los sueños persuaden los abismos
De tierras estremecidas por la violencia.
Aquí me hallo placidamente
Con esa mezcolanza de olas y soles
Pronunciando el descanso de las jornadas.
Dejadme dormir, no me despertéis
Que ahora el letargo es orilla de la albura
Del vivir entre nubes animadas
Cuya silueta refleja esos pasadizos
Que me llevan hasta un arco iris de unicornios,
Que engendra cordilleras de hiedras áureas
Donde la voz calla.
Dejadme dormir, no me despertéis
Que mis sueños retan a una luna negra
Que sobre almas inocentes censuran al ruiseñor.
¡Canta¡ ¡Canta¡ , le digo
Que en tu corazoncillo está esa noble arma
Que acallan el hambre, la sed, los ahogados…
Mientras los sueños persuaden los abismos
De tierras estremecidas por la violencia.
Aquí me hallo placidamente
Con esa mezcolanza de olas y soles
Pronunciando el descanso de las jornadas.
Dejadme dormir, no me despertéis
Que ahora el letargo es orilla de la albura
Del vivir entre nubes animadas
Cuya silueta refleja esos pasadizos
Que me llevan hasta un arco iris de unicornios,
Que engendra cordilleras de hiedras áureas
Donde la voz calla.
Dejadme dormir, no me despertéis
Que mis sueños retan a una luna negra
Que sobre almas inocentes censuran al ruiseñor.
¡Canta¡ ¡Canta¡ , le digo
Que en tu corazoncillo está esa noble arma
Que acallan el hambre, la sed, los ahogados…
domingo, diciembre 19, 2010
jueves, diciembre 16, 2010
¡Qué bella estás así¡
Un manto de nubes verdes besa tus labios
Al no hallar hojarasca que te aíslen.
Te dejas llevar por el radiante circular de las horas
Envolviéndote en el acogedor abrazo de la vida,
Rastreando ese desierto donde los vergeles nacen
Cuando despiertas llamas de esperanza.
¡Qué bella estás así¡
Sí, eximiendo precipicios bajo cataratas de dorada mieles,
Desterrando la pena en salones de sábanas blancas,
Descolgando ese sepulcro que te acecha en hogueras
De donde aflora la plateada.
¡Ay esa dichosa luna¡
Te lleva por la majestuosa danza de ballenas
Hechizando en ti el ronroneo de las olas
Que te llevan, que te traen por la penetrante atmósfera de la esperanza.
Tú eres ese viento que se desvanece cuando los enamorados
Corren tras el follaje.
Tú eres esa lluvia que goza de los cuerpos desnudos
Cuando se aman.
Tú eres ese árbol que da cobijo al amor en la intemperie
Cuando se funde la caricia en los rostros.
Tú eres esa colina donde ascienden las manos
Del sutil beso.
¡Qué bella estás así¡
Al no hallar hojarasca que te aíslen.
Te dejas llevar por el radiante circular de las horas
Envolviéndote en el acogedor abrazo de la vida,
Rastreando ese desierto donde los vergeles nacen
Cuando despiertas llamas de esperanza.
¡Qué bella estás así¡
Sí, eximiendo precipicios bajo cataratas de dorada mieles,
Desterrando la pena en salones de sábanas blancas,
Descolgando ese sepulcro que te acecha en hogueras
De donde aflora la plateada.
¡Ay esa dichosa luna¡
Te lleva por la majestuosa danza de ballenas
Hechizando en ti el ronroneo de las olas
Que te llevan, que te traen por la penetrante atmósfera de la esperanza.
Tú eres ese viento que se desvanece cuando los enamorados
Corren tras el follaje.
Tú eres esa lluvia que goza de los cuerpos desnudos
Cuando se aman.
Tú eres ese árbol que da cobijo al amor en la intemperie
Cuando se funde la caricia en los rostros.
Tú eres esa colina donde ascienden las manos
Del sutil beso.
¡Qué bella estás así¡
domingo, diciembre 12, 2010
Emites no se que....(poema)
Emites no se que en tu aliento,
Perfume que imanta el girar y girar de mis pensamientos.
A lo largo de los días te pienso
Y medito cual será el desplazamiento de mis emociones.
Aguardo las tentaciones de las palabras y con el silencio,
Con el desierto de un mar de lava me movilizo a mi reconditez.
Tal vez la naturaleza me guíe, mareas danzantes en el laberinto del amor,
Del eco profundo con sabor a ti.
No se el por qué de este gravitar en esa bahía oscura en que tu te meces
Tal vez me nutra del si o del no de la atracción.
No se por qué te escribo, mis dedos imantados por una pluma
Emanan garabatos libres de la utopía de nuestro encuentro.
Mejor dejarte en el recuerdo para de vez en cuando mirar atrás
Y en medio del silencio rememorarte como jardín donde naufrago
El llanto de vendavales de dolor y acercarme a ti con la fragancia
De ese horizonte lejano de los sueños.
Perfume que imanta el girar y girar de mis pensamientos.
A lo largo de los días te pienso
Y medito cual será el desplazamiento de mis emociones.
Aguardo las tentaciones de las palabras y con el silencio,
Con el desierto de un mar de lava me movilizo a mi reconditez.
Tal vez la naturaleza me guíe, mareas danzantes en el laberinto del amor,
Del eco profundo con sabor a ti.
No se el por qué de este gravitar en esa bahía oscura en que tu te meces
Tal vez me nutra del si o del no de la atracción.
No se por qué te escribo, mis dedos imantados por una pluma
Emanan garabatos libres de la utopía de nuestro encuentro.
Mejor dejarte en el recuerdo para de vez en cuando mirar atrás
Y en medio del silencio rememorarte como jardín donde naufrago
El llanto de vendavales de dolor y acercarme a ti con la fragancia
De ese horizonte lejano de los sueños.
miércoles, diciembre 08, 2010
Buenos días sol
Buenos días sol, se decía cuando se pone su chaqueta a cuadros antes de salir de bajo su techo. Buenos días, servil esperanza de una nueva jornada. Hoy seré vertical como otros días. Hoy, la calidez que tú propaga me servirá para andar por calles donde mis manos se arrimaran de manera suave sobre puertas donde tal vez…Tal vez consiga un empleo para mi supervivencia. Es mucho tiempo ya y la crisis parece que se acentúa que en mi hogar no existe la lumbre del bienestar en cuestión monetaria. No es que sea ese metal llamado dinero pero es necesario para sobrevivir en esta sociedad, para no crear a veces o muchas veces conflictos o tensión dentro del seno familiar. Mis horas de ocio son indescriptibles hasta llegar al hastío. No tener la capacidad de comprar algo insignificante me cuesta. No poder mantenerme por mis propios pilares me aburre. Me lleva por esos caminos abisales en que lo es el aislamiento. ¿Trabajas?, me preguntan. No, es mi respuesta. Para ellos compresible en esta época. Para mi nefasto, me hace desplazarme con el apilamiento sobre mi espalda por pasadizos donde la palabra del otro no existe, sea la nada. Sin embargo, digo, hoy saldré con el curriculum en mano y esa tan famosa carta de presentación a la búsqueda de algo. No se el que, cualquier cosa que me ayude a estabilizar mi vida. Tener ese equilibrio suficiente para alejar este vacío que me aqueja ahora. Sí, vacío. Solo erupciono desgana ascendiendo por las laderas de la desorientación. Buenos días sol, se decía cuando por calles donde la lumbre de viandantes es opaca a él. Buenos días, forjaré otro día más entre papeles cuyo destino será una papelera.
domingo, diciembre 05, 2010
LÁGRIMAS SOBRE PAPEL(POEMA)
Lagrimas sobre papel.
Danza sobre un suelo de seda.
Caminos por túneles cuya
Luz nos lleva a la conquista de unos labios
Que reposarán sobre la tez de un alma perdida.
Serenos acordeones trazando la libertad
De gaviotas sobre playas vacías.
Amarras que atan las penan en un puerto ya distante, difuso.
Ladrillos que precipitan la violencia al vacío.
No pasarás, dice a medida que se va edificando
Con el fuego de la paz, de la palabra cordial y amable.
Cansancio que se evade con la bella mirada del amor, de la sinceridad.
No pasarás, dice a medida que unas manos se lían
Con el brebaje del movimiento imperfecto de los cuerpos
Que apuntan a la expedición de una nueva alba
Descubriendo así lo fértil de ser enamorados
Bajo un universo aromatizado por aves de arco iris.
Danza sobre un suelo de seda.
Caminos por túneles cuya
Luz nos lleva a la conquista de unos labios
Que reposarán sobre la tez de un alma perdida.
Serenos acordeones trazando la libertad
De gaviotas sobre playas vacías.
Amarras que atan las penan en un puerto ya distante, difuso.
Ladrillos que precipitan la violencia al vacío.
No pasarás, dice a medida que se va edificando
Con el fuego de la paz, de la palabra cordial y amable.
Cansancio que se evade con la bella mirada del amor, de la sinceridad.
No pasarás, dice a medida que unas manos se lían
Con el brebaje del movimiento imperfecto de los cuerpos
Que apuntan a la expedición de una nueva alba
Descubriendo así lo fértil de ser enamorados
Bajo un universo aromatizado por aves de arco iris.
martes, noviembre 30, 2010
Acicalada al ocaso, levantando alas de fuego en busca de esos pétalos de magarza que me de la señal de tu rumbo. Llamas que bailan con el canto de los mares de espuma blanca que incineran todo el ayer. Solo presente, solo una serenidad de endechas con sellar del adiós. ¡Adiós amor invisible¡ Te vuelves perfilar de la caída entre arduas y abruptas riscos donde como arpones te extingue en este juego de seguir amándote. ¡Adiós amor invisible¡ Despacito zarpo hacía los confines vertebrados de la paz, de la tranquilidad. Ya te he olvidado. Una mezcla de alegría y melancolía me vuelven solitario espectro de un pasado que tal vez no fue. ¡Adiós amor¡ Cansada están mis sueños de buscarte y caer en la nada, en la nada….
Truenos, relámpagos (poema)
Truenos, relámpagos
La tormenta da comienzo
Su desembarco
Con un viento que no cesa
Con una lluvia que al unísono
Araña suave para unos y brusca para otras
Estas tierras rodeadas de oleajes.
La tarde despierta así a sus amantes muertos,
Al silencio de un otoño
Que no se rinde ante la presencia de calles mudas.
Su esencia de fragancia rompiente
Es querida por los boscajes sedientos
Despreciada por las siembras de los pueblos.
Pronuncia el verdor de los valles,
El gris manto de un firmamento
Que a veces sonríe con su arco iris.
Truenos, relámpagos
Se rajan las palabras anunciando
El puertas adentro de unos seres
De miradas resonantes en un péndulo
Que marca las horas.
Para unos tinieblas, para otros vergeles
Donde la interminable soledad de una playa
Asciende hasta las gaviotas que giraran por el universo
Del silencio al encuentro de la calma.
¡Oh lluvia¡
Reflejo de mi corazón,
Te yertas con la opulencia de tu poder
Sobre ventanales, sobre tejados
Tejiendo así un influjo de danzar bajo tu cuerpo húmedo.
¡Oh lluvia¡
Por los raíles de la vida corres serpenteante
Eres chácaras que suenan a la vez que remamos
Por la fragilidad de las emociones, de los sentimientos
Al océano de un amanecer envuelto en paz.
La tormenta da comienzo
Su desembarco
Con un viento que no cesa
Con una lluvia que al unísono
Araña suave para unos y brusca para otras
Estas tierras rodeadas de oleajes.
La tarde despierta así a sus amantes muertos,
Al silencio de un otoño
Que no se rinde ante la presencia de calles mudas.
Su esencia de fragancia rompiente
Es querida por los boscajes sedientos
Despreciada por las siembras de los pueblos.
Pronuncia el verdor de los valles,
El gris manto de un firmamento
Que a veces sonríe con su arco iris.
Truenos, relámpagos
Se rajan las palabras anunciando
El puertas adentro de unos seres
De miradas resonantes en un péndulo
Que marca las horas.
Para unos tinieblas, para otros vergeles
Donde la interminable soledad de una playa
Asciende hasta las gaviotas que giraran por el universo
Del silencio al encuentro de la calma.
¡Oh lluvia¡
Reflejo de mi corazón,
Te yertas con la opulencia de tu poder
Sobre ventanales, sobre tejados
Tejiendo así un influjo de danzar bajo tu cuerpo húmedo.
¡Oh lluvia¡
Por los raíles de la vida corres serpenteante
Eres chácaras que suenan a la vez que remamos
Por la fragilidad de las emociones, de los sentimientos
Al océano de un amanecer envuelto en paz.
lunes, noviembre 29, 2010
ALAS DE MARIPOSAS(RELATOS)
1
Un lugar inhóspito ante la plenitud de la jornada. Una cascada suena a lo lejos, embelleciendo así más la belleza de la libertad. Parece que ha salido el sol, su toque nupcial para el comienzo de un nuevo día. Escucho a las aves merodear por las ramas ¡Ahí¡ si yo pudiera ser una de ellas. Tomaría vuelo fuera de estas tierras o, tal vez, tomaría un vuelo capaz de prohibir las viejas costumbres. Las gentes de mi poblado ya están con sus labores, desde temprano, desde muy temprano antes que el sol de sus primeros latidos ¿Cómo me encuentro yo? No se, hoy no es un día normal para mi. Es una mañana que aunque el celeste cielo sea pacificador para mi no lo es. Me van hacer la ablación. No se si sabéis lo que es eso pero, en cualquier lugar os podéis informar. Es un corte en el clítoris para la purificación. ¡La purificación¡ Que palabra más abstracta en este sentido. Para mi la purificación es dejar mojarme por la lluvia, esa lluvia que a veces aunque, en muy raras ocasiones, cae. Para mi la purificación es dejar tu cuerpo al vaivén del viento. Un viento que te ama, que te dice lo hermosa que eres. Para mi la purificación es ser libre sin estar sometida a ninguna regla que hiera mis sentimientos ¿Cómo huir de esto? Es imposible, es la ley. Me siento abatida. Y, más, cuando no vives bajo la ignorancia. Sabes de otros pueblos, de otros países donde esto no existe es más, todo esto es un disparate.
Las horas pasan, yo no poseo reloj, el sol me lo dice, me susurra la tormenta que se avecina alrededor de mi. ¿Cómo evitarlo? Me van a obligar, me quieren pura. Mis padres no comprenden. Ya están viejos y cansados ¡Cansados¡. Estar cansada como montaña que se va erosionando poco a poco a lo largo de los años. Ya no eres igual que antes ni igual que mañana. Yo también me siento cansada, pese a mi juventud. Una juventud que se va deteriorando con el paso de los años tras la sombra del desierto. Ese desierto, tan callado y hechizante a la vez. Me gustaría ser como él. Tragarme todo aquel que su pisada es más fuerte de la cuenta, dar aviso de mi furia cuando la soledad me llama. Así, sola. Me siento sola. Escucho pisadas. Vienen a buscarme, ya es la hora. Huiría pero, no puedo, no se adonde. Dejarme morir en el camino tal vez, por qué no. Ahora van a matar una parte de mí. Ellos no lo entiende ¡ No lo entienden¡ Sus pisadas es un eco descomunal que parece estallar en mi pecho , un eco que se desdobla apuñalando mi vientre y mis manos ¡ Vamos hija ¡, se escucha una voz a la vez que me coge de la mano. Siento algo extraño, como una especie de tumor maligno que me va creciendo y no te das cuenta hasta el final ¡Si pudiera desaparecer¡ ¡Desaparecer¡.Transformarme en humo que asciende hasta mezclarse con la atmósfera y , a partir de ahí, ser mariposa que vuela libre ¡Libre ¡
Llega la hora, nadie dice nada, estoy tumbada. Veo acercarse a una anciana. No se lo que lleva en las manos, ni quiero saberlo. Parece que desmayo. Mi conciencia se adhiere a la palidez. Alguien me dice, tranquilízate, esto es rápido. Yo estoy serena, resignada, amarga. Solo siento dolor, un dolor indescriptible, un dolor descomunal. De mi corre sangre, una sangre infinita ¡Infinita¡ No pueden detener la hemorragia. Tal vez, me voy. Sí, presiento que mi vida en este lugar es muy corta, pequeñísima. No hay remedio. ¡Sangre¡ Solo sangre que mana de mi. Sangre que se convierte en mariposas rojas como un atardecer que es preludio de la lluvia del siguiente día. Ellas me recogen. Me llevan en su vuelo donde los muertos emergen, donde el acto pasa a la lucha para no más. No más dolor, no más sangre.
2
Camino por las calles. Esferas de fuego ven mi desnudez. Una desnudez que se asemeja a las mariposas. El frío me captura, se hace hueco en mi. Me yerto ante un sótano de cristal e intento penetrar. El pasado invernal me persigue, me sigue los pasos. Un pasado no más de unas horas, de unos días, de unos años ¿Cómo pude caer en este pozo oscuro? No se. Tal vez yo no tenga la culpa ¿Cómo ser culpable?
Me casaron a eso de los 13 años. Quizás, muy precoz. Quizás, edad en que nada se sabe, solo, de tu primera menstruación. Yo no quería eso. Aquí solo hay una prioridad, el matrimonio. Una boda con algo desconocido. Sí, algo desconocido. El calificativo de humano no se le puede dar aunque, en apariencia, sea humano. Me unieron a eso por falta de dinero. Hay chicas como yo que al cabo del tiempo aman a su esposo. Hay chicas como yo que al cabo del tiempo se resignan. Pero, yo , ¿como amarlo? Me obligo ese primer día hacer lo que yo ignoraba. Su bestialidad cayo sobre mi como tempestad en alta mar que solo deja ahogados, hijos de la nada. Me hizo tanto daño que lo único que me inspiró fue odio. Pero, mi odio, mi agonía no viene de ello solamente. Hay otros motivos ¡Motivos ¡ Me uso . Me uso igual que una bolsa para sus negocios. Todo hombre o, individuo que fuera a mi casa yo era de su uso particular. Así ganaba dinero. Recuerdo cada rostro, cada rostro sudoroso que me penetraba. Mi llanto silencioso, llanto de estatua de marfil rota. Para que rememorarlo ahora. Irse al ayer es como caer por un precipicio donde tus alas de mariposas se vuelven marmórea canoa de cipreses. Sí, por una llanura donde solo hay cipreses ahora ando. La lluvia es incesante y mis pies desnudos no verán más el sol. Mariposas ¡Mariposas¡ Mariposas posan sobre mis palmas y , me tira , de cada uno de los dedos hacía otro mundo , hacia otra esfera donde el ser no es más que lucha por su voz .
3
La tarde despierta, una nube plúmbica es amante del cielo. Hoy me gustaría que fuera celeste. Ese celeste que se va eclipsando a un malva hasta que la oscuridad de la noche es llamada con sus constelaciones. Mi camino se hace solitario por un desierto donde las pisadas son ecos de la insonoridad. Mi nombre deja de ser. Ya no existe. No existe nada, solo el silencio y la música del viento. Llevo largas jornadas caminando en soledad, en busca de no se que. Otra oportunidad. Otra oportunidad para nacer de nuevo. Si, de esa posición fetal e irme estirando poco a poco hasta ser otro ser. Otro ser, menos ser lo que soy ahora. Quisiera despegar. Despegar y transformarme. Todo el pasado se vuelca tras de mi. Me persigue. Me acosa incesantemente. Quiere verme llorar. Desea verme rozar el suelo otra vez. Pero no. Esta vez no. Percibo a lo lejos unos raíles y un tren que pasa. Iré veloz hasta el y me subiré. Otro rumbo, otro lado. Es ello lo que tengo que hacer. Huir. Huir como si fuera culpable. Pero, a veces, estamos tan cansadas. Vida que te retrae y te resigna a seguir como estas ¡Gritare¡ ¡Gritare¡ Gritare….
Que es de hoy de ti astro rey, me llevas por un sendero de dudas donde el imperio de las alas de mariposas quiere absorberme. Me yerto ante ti como desdichada metáfora que se pierde en un diario del recuerdo. Me yerto a ti como necesidad de alcanzar algo, una meta donde mi humanidad se vea consagrada. Así, así como mariposa que renueva su vuelo tras una lluvia primaveral. Voy en busca de mi amante. Un amante que sea tierno y comprensible a la vez. Que su mente erupcione esos ideales que hemos de compartir juntos ¡Qué tal astro rey ¡ Hoy vienes a mi, bajo tu coraza me refugio y dejo que tus rayos atemperen mi cuerpo. Un cuerpo frío, un cuerpo de escasez, un cuerpo donde la precarizad de su belleza parece ser cada día más y más moribunda. Me asemejo ya a una mujer de metal, una mujer que se oxida con el agua. Agua que cae, agua que corre por mis mejillas ¿Dónde? ¿Dónde está el amor ? ¡Te vas sol ¡ Una nube gris cierra tus pasos y das auge a la lluvia ¡La lluvia¡ ¡La lluvia ¡ Con ella vendrá mi amante en este desierto donde apenas se siente el chasquido de las gotas. Mis pasos se agrandan, se encogen, se extinguen y, ante el vasto horizonte, percibo mi amor. ¡Mi amor¡ ¡Mi amor¡ Mariposa que surca a través de mi mirada . Mis párpados se eclipsan y se disuelve en su sueño. Sueño de mariposas. Alas de mariposas que me llevan, que me traen ¡Ahí está¡¡Ahí está¡
4
Me siento agotada como un arco iris de rosas negras que hace puente para que yo pase, para que yo pase. Intento apartarlo de mi, extirparlo si es posible y, de su destrucción, edificar un paso más seguro, más veraz. Hoy la lluvia construye el día. Ya he escuchado a la primeras horas de la mañana, antes de la claridad, las aves ¡Las aves¡ Sería una igual que ellas: levantar el vuelo cuando piedras llueve sobre ti. Creo que mi peor error fue no ser una mujer independiente. Una mujer que se las maneja sola como nutriente de si misma.
Esta mañana he despertado y las sábanas estaban revueltas. El, se había ido. Se había marchado a trabajar como siempre. El es mi esposo. Yo por un error, me quedo en casa. No es que me guste trabajar pero, al principio, todo era tan bonito. El me daba su más excelso color. Llegaba, me ayudaba, me hablaba. Ya de esto no hay nada, sólo, círculos que se pierden en una hoguera de recuerdos. Con el paso de los años todo se fue volviendo más cenizo, más agreste, una combinación que difícilmente tiene explicación. Su amor por mi se convirtió en un derecho. Un derecho donde yo tenía que hacer las cosas bien para, cuando el volviera, estuviera a gusto, pudiera presumir que tenía una mujer fabulosa ¡Una mujer fabulosa ¡ Un objeto de su uso. Reutilizar y tirar. Sí, siempre me tiraba cuando algo no estaba bien hecho. Me tiraba, me tiraba….Yo para el exclusivamente era ese objeto del sexo opuesto que puedes penetrar cuando tienes ganas. Sin mirar si yo también siento placer, sin mirar si yo también siento deseos. Mis deseos reprimidos, mis deseos apresados, mis deseos de harapos. Entonces, yo me empecé a negar. Al principio bien, el se reprimía o , se levantaba a media noche y se iba de la casa . Luego su viraje fue peor. Yo caí como abandonada por una embarcación que creía que era segura. Su puño, como tempestad en alta mar, se puso sobre mi rostro ¿Por qué este cambio? No lo entiendo, todo no es eterno como piensa una. Me echaba de la cama con un empujón que me hacía caer de bruces contra el suelo. Yo, como mariposa que emigra, me iba silenciosa. Me sentaba en el baño y llenaba la bañera .Escuchaba como se iba llenando. Me sumergía dentro y, esperaba unas horas antes que el se despertará para salir Me miraba al espejo ¿Qué ve una mujer con un cachete morado cuando se mira en un espejo ¿ Examina cada punto minúsculo de su vida, observa como se ha ido , como ha perdido el tiempo, como el miedo que envenena tu alma no te deja caminar. Es como si fueras rea de las jornadas, de una mano negra que pone cerrojo sobre tus pasos. Acorralada, apresada , aplastada contra acantilados ¡El miedo¡ ¡La cobardía ¡ ¡El qué dirán ¡ Todo esto estalla en tu cerebro de manera desmesurada, una bomba de relojería que no se detiene ¿A quien acudir ? Todo es tan lento, un mundo de palabras y papeles. Es como si te mirara un círculo de miradas, que te preguntan, que te interrogan sobre tu vida. Un largo camino. Un largo y duro camino hasta la libertad. Sumergirme en la bañera con una toalla. No quiero que el me vea desnuda. Mariposas de pompas de jabón revolotean. Mariposas de todas las gamas. Mariposas que con sus estampidas me lleva lejos, muy lejos.
5
El verano, el verano. Ofusca la primavera. Esa la que dice de las flores en pleno esplendor, esa que da cima a todo el color que juega con nuestra mirada. Los enamorados pasean a la sombra de sus labios y una brisa de hojas nuevas con todo su verdor los acaricias. Yo, camino por las calles, inclinadas aun al rumor del trabajo, de las prisas, de acoger algo de ese astro rey por sus pieles. Ando sola, sin que nadie me de su mano, sin que el aliento del amor dispare mi corazón al éxtasis. Se ha ido. No se ha donde pero , su ausencia, quema mis venas como las brasas arrasan los montes . Yo, la esperaba. Si, la esperaba para pasear por la orilla de la playa donde las conchas que nos íbamos encontrando nos arropara, donde las caracolas que dejábamos como nuestras huellas pronunciara nuestros nombres como una sola ¡El verano ¡ ¡El verano¡. Estación donde el amor es envuelto por una neblina de despedida, donde el océano seduce mi cuerpo en un nadar y nadar infatigable. Ella se ha ido. No volverá. Me ha dicho que el calor la agobia, la hace estremecerse en un bloqueo de sus pasos. Ella es gris. Ella es ave. Le gusta llevar su chaqueta o su rebeca, no que los rayos solares palpen su blanca piel ¡Qué desolación¡ Me dejará. Se va a otro país donde la sombra de un otoño o invierno eviterno la abrigue. Me siento decaída, desfallezco igual que alas de mariposas que ya están cansadas, la tristeza corretea por mis ojos. Lagrimas de sal, lágrimas que erupcionan en un caos tras la pérdida del amor.
6
Mi letargo ha finalizado. Dormía apaciblemente en esta eterna primavera. Las avecillas me visitaban, picoteando mis ramas. Ahora todo ha acabado. Ha llegado una estación, esa estación donde las llamas del infierno son cómplices de unos desalmados. Ahora, no hay descanso. Siento como mi muerte es cercana, un calor asfixiante que me hace caer en la agonía. Yo, que de cientos de años llevo aquí. Donde mis raíces han ido agazapando toda esta tierra ¡Qué pasa¡ ¡Qué pasa¡ Quien me auxiliara. Siento un grito cercano, cerca de este cuerpo mío que muy pronto será cenizas. Es el grito de los pájaros que de su medio se ven expulsados, es el grito de las hojas que, infatigables, buscan el aire ¿Por qué? ¿Por qué no sois ejemplo del respeto? Este es mi último suspiro, este es mi última despedida. Por aquí ha pasado tantas cosas…. Tantas cosas que contar y que ahora serán capturadas por un cerrojo perpetuo. Recuerdo aquella vez que dos enamorados se sentaron a mi sombra, sus besos de labio a labio me seducían a mi como si fuera yo uno de ellos. No pararon. No detuvieron ese reloj del amor aunque, las pisadas de la noche y la humedad, fuera tras ellos. Aquí se quedaron, junto a mí como amor eviterno ante la mirada de un pinzón azul. Se quedaron hasta que la luna los percibió ya, helados, corroídos por la lluvia incesante y, les dio paso para que ascendieran hasta ella. Entonces, un halo blanco se formo alrededor de ellos y, en su centro, un camino hasta ella. Así desaparecieron, recogidos por ella y por ese amor inagotable ¡Que suceso tan hermoso¡ Mis fuerzas ya no son muchas, el fuego se acerca ¡Se acerca¡ Veo perecer a mis compañeros, a la madre naturaleza. Yo grito y grito. Sostengo un dialogo con la nada. Esta nada al derredor de mi no me responde ¡Quiero vivir¡ ¡Quiero vivir¡ Pero , caigo y caigo . El viento parece que se hace enemigo mío, viene con toda su fuerza brutal hacía mi. Esos helicópteros que no suenan. Esa mano amiga, que es tempestad y otras veces ternura , no viene ¡Qué hacer¡ ¡Qué hacer¡ Mis hermanos se mueren y , yo , me voy con ellos. Todo lo verde será ahora negro. Negro, un color que no me gusta nada. Su significado de muerte me repele de el ¿Por qué estas llamas no serán de agua? Agua que nos viste, agua que nos alimenta, agua que nos refresca, agua que da la vida.
Cada vez más próximo, un fenecer tortuoso y tormentoso. El dolor me asusta, me aterroriza. La luna parece que huye de mi ¡Luna huída ¡ Necesito ver su luz. Necesito ser como eso dos enamorados para que ella me conduzca hasta su aliento y ser así salvado. Pero, no, hoy no responde. Toda la atmósfera que me rodea es gris. Tan densa y gris que me respiración se apaga. Se apaga…
7
Camino por una nebulosa incierta, la tierra se hace árida. Camino por un áspero sendero contaminado de algo que te puede arrancar la vida de cuajo. Son las doce del mediodía, el sol me lo indica. Yo me llamo. Mejor no decirlo, sino ser anónimo. Presiento que un circulo de minas me apuntan hacen un coro al derredor de mi como una jauría de colmillos. Mi andar es pausado, mi andar es lento, mi andar es como un animal en su cacería. Ya me han contando de otros que han caído. Unos para no ver más esta tierra de nadie y de todos; otros, para ser como esas especies ante el cambio climático, para adaptarse a una vida nueva. El sol resquebraja las piedras, el sol es sentido de esta calima proveniente del desierto que azota. Mis ojos se cierran, no ven más allá de un palmo. ¿Dónde está el horizonte? En mi casa he dejado a mis hermanos para yo ir a trabajar. Dependen de mí. ¡Ser yo la base para que ellos coman¡ Si supiera lo que me espera hoy . Ni yo se lo que me espera. Ya vivo con esto y para mí es una rutina, algo con lo que te acostumbras a convivir .Estoy introducido totalmente en este ambiente y desde pequeño vivo con ello. Es normal que te termines por acostumbrar y pasar de largo. ¡Pasar de largo¡ Siempre pensamos que no nos pasará nada . Que somos intocables pero, no es así. Aquí estamos todos en peligro. No siento la explosión. No siento dolor solo veo mariposas alrededor de mi. Mariposas que se posan sobre mí, que me abrigan y me llevan más allá del desierto. Siento como camino por un arco iris improvisado donde mis piernas no dan los pasos sino mis alas. ¡Alas de mariposa¡ Alas de un puente azul donde la desesperación es comprendida por la plateada . Alas de espinas donde el dolor y la agonía no se cruzarán más por mi camino.
8
La languidez viene a mí. No perdona, es un círculo de estacas que me acecha, que me zurra con latigazos de hiel. Mi tierra esta cercana, tan cercana que siento sus latidos, sus labios cuando de ella mana agua fresca. Yo la amo. Es como cuerpo de mujer que esta siempre presente en mi memoria, es de una belleza sin fin. Una belleza similar al arco iris cuando con su color se divisa entre la lluvia y el sol. Llevo días caminando, casi como desterrado. El hombre extraño me prometió una vida mejor. ¡Una vida mejor ¡ Ignorante somos cuando nos creemos sus palabras. Para ellos somos seres inferiores, seres arraigados a unas costumbres que no comprenden ¡No comprenden ¡ Ahora me hallo solo, mirando este cielo estrellado. ¡Qué maravilloso es ¡ La luna creciente parece que quiere visitarnos pero no, es huída . Es huída de este mundo irrazonable donde el hombre extraño no comprende sus palabras. Y es que sus palabras son insonoras a ellos, son garabato de esplendor que el entendimiento del hombre extraño no alcanza. Yo también soy huída. No dejo de correr ¡Qué viejos recuerdos me trae esto de cuando yo era más joven , de cuando yo era pureza igual que el viento ¡ Temprano , cuando la noche aun no había sido cazada por el amanecer salíamos de caza con nuestros utensilios. Éramos naturales, éramos parte de esa naturaleza que da sombra, que da calor, que le habla a quien es hermana de ella. Ahora me miro, observo detenidamente mi cambio. Ya no soy el mismo de antes. Me he contaminado con el hombre extraño. Con ese que quiere nuestras tierras para explotarlas ¡Ahí de mi pueblo¡ Pienso en ellos pausadamente. Son felices con sus costumbres ancestrales, con sus cultos al reino natural. La naturaleza y ellos son uno mismo. Pondré mi granito de arena para que no los destruyan, para que no se eclipse eviternamente todo lo que son. Son gigantescos, son grandiosos. Yo solo no podré, pero, mi voz gritará, arañara cualquiera que vaya en contra de mis raíces.
9
Engañada. Si, esa es la palabra correcta. La palabra que juega con mis sentidos hasta llegar a un cruce de sables. ¡Si sables ¡ Sables que duelen, que se incrusta en tu piel en cada grito, en cada bofetada , en cada obligación de la cual no puedes oponerte. La jornada de hoy es clara para mi: un calvario. Las nubes dibujan formas animadas de países de ensueños ¡Este es mi sueño ¡ ¡Este era mi sueño ¡ Me prometieron una vida mejor, una vida honesta donde el ganar dinero no sería problema. Promesas, promesas…. Promesas que se oxidan cuando saboreas la amarga verdad. Pero, soy muy joven aún. Joven y traumatizada. Traumatizada y joven. Me engañaron, se suponía que esto era un vergel de oportunidades ¿Dónde están? ¿Cómo pude confiar? ¡La ingenuidad y la desesperación ¡ Ahora observo y en mi país no es que tan mal se viviera aun siendo pobre. Pero, yo allí estaba acabada, no había salida. ¿Qué salida existe aquí? Ser prostituta, ser manipulada a cada hora, a cada segundo por unas bestias que solo entienden de dinero, de beneficios para ellos mismos. Así he tenido que pagar mi libertad. Encarcelada en el sexo de extraños, de caprichosos ¡ Qué asco ¡ La policía ha venido esta mañana y los han cazado. Se lo merecen. Y, yo, ¿me lo merezco? Yo, indefensa , torturada , sin papeles . Me da la sensación de que la nada me rodea, me da la sensación que solo soy mierda. Mierda que me acosa, mierda que se acuesta conmigo, mierda que me han echado, mierda que escupo. Las lágrimas no quieren salir. Ya se han secado de tanto llorar y llorar ¿Y por qué llorar? Ahora no hay remedio. Después de estas penalidades me enviaran a mi país ¿Cómo me miraran allí? Espero que no se hallen enterado. Yo me fui engañada sin avisar. Ahora estoy sola, camino por la calle libre sin que ninguna mano envenenada intrusa me toque. Me gustaría que lloviese para limpiarme más y más. Aunque esto aquí es raro. Veo un gran cúmulo de mariposas, mariposas doradas que se acercan a un estanque, se posan y vuelven a revolotear a compás de la brisa que me seduce. Quiero ser como ellas, libres, libres. Volar al vaivén del viento y emigrar a un punto donde mis manos atadas, mi boca tapada, mis senos maltratados puedan ser otra vez mujer.
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La mañana arriba, la estrella broncínea de esta tierra empieza aparecer por la vasta extensión. Yo me hallo aquí, encerrada, eclipsada a la luz solar. El destierro me descubre y lentamente me va desnudando. Muy lentamente. No se cuantos días me faltan, la condena ya ha fallado. Recuerdo ahora lo bien que vivía en mi aldea. Las labores del hogar, el ir a coger agua, el cuidado del rebaño… Yo, se podría decir que era muy inocente, muy inocente. Pero, a veces, el amor no tiene ataduras. Te enamoras y ya está. Ahora, un vientre abultado, ahora una hija sola, ahora la soledad hasta el día de mi muerte ¡Mi muerte¡ Que será cuando traspase esa meta helada , de hiel , esa meta donde unas piedras con cuerpo de sangre impactarán sobre mi piel . No pienso en el dolor, no pienso en mi vergüenza. Ya se que lo que he hecho no es una vergüenza en la mayoría de los países. Acá si, son sus costumbres. Costumbres que muchos luchamos por desaparecerlas. La mañana se alarga en unas gotas de lluvia, lluvia que siento caer y que no puedo ver. Como me gustaría ahora remojarme en ella. Como dar marcha atrás. Pero, no. Existe un vacío, un error de otros donde en mi recae la culpabilidad ¿Cómo será mi viaje tras mi fenecer ? Será un viaje donde el arrítmico dolor hostigará mi alma. Un alma abatida, un alma derrotada, un alma dolida por dejar su fruto atrás. Se que desde fuera, desde no se donde se están poniendo impedimentos, una lucha con las leyes de este país. Se que vivimos algo retrasados con respecto a otras culturas y a partir de ahí nada más. La mañana se estremece como me estremezco yo, mis piernas tiemblan y ya no pueden ser pilares de la verticalidad, de la orientación del viento. Me siento naufraga que de forma angustiosa espera el salvamento. No llega y los meses pasan rápidamente de un cierto modo, de otro, pasan de manera vaga. Ahora me deleitaría ver las montañas, esas montañas doradas que se cruzan con la mitad de la mañana. Así inspiraba e espiraba yo profundamente todas las mañanas cuando tenía un poco de descanso. Siento que mi hora se aproxima, se aproxima como verdugo de mi vida. Piedras con alas de mariposas me llevarán a otro mundo, otro mundo que tal vez me permita divisar y resguardar a mi hija, a mi hijo. No se bien lo que llevo en mi vientre.
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Una huída que no cesa, un sosiego que no llega y, la tempestad me envuelve en dudas. La mañana ya ha pasado como siempre con esos filigranas broncíneos pisando tras de mi. La tarde también se ha arañado por unas nubes que advertían lluvia. Pero ya es la noche ¡La noche ¡ ¡La noche ¡ Y, ni rastro de ella . Solo una luna maciza que quiere sobresalir ante el calor pegajoso que reina en estos momentos. Me llamareis cobarde. Tal vez lo sea porque no. Huyo de mi techo. Si de mi casa. Esa casa que da vueltas y vueltas en una hoz que me atosiga, que me martiriza. Parece como si volara al volante y en un momento dado me empujarán despeñándome por un barranco ¡Algo hay dentro ¡ Algo que reduce mi vientre a cenizas, que aniquila todo sueño que pasa por mi mente cuando me siento a descansar. Ese algo es él. Ya lo deje hace mucho tiempo. Sus llamadas son incesantes, no para, no se detiene aunque barricadas este ante él. Ya lo he denunciado ¡Qué si lo he denunciado ¡ Ya ni se cuantas veces. Es difícil de contar. Le han dado la orden de alejamiento. Pero yo no se para que sirve. El insiste y que te insiste. Esta mañana me ha llamado. Su voz sonaba algo triste, algo lejana. Esa lejanía y tristeza ya me la conozco. La lejanía y la tristeza para atrapar a su presa, para ser engañada una y otra vez. A mi no se. Al principio me daba un poco de sentimiento y lo perdonaba. Si, lo perdonaba. Pero, el, ese algo, siempre volvía a las andadas. Su mano es débil de amarrar y ágil para machacar como si una fuera un saco de boxeo. Pero no lo eso. Su vocabulario, sus palabras, sus gritos, sus amenazas. Es algo grotesco. Pero miren ustedes, hay que verlo con la gente de la calle. Más bien de que cierra la puerta. Todo cortesía, todo amabilidad. Mi familia me lo decía, es una bestia enmascarada, no te cases con el. ¿Por qué será tan ciego el amor ? Ahora él al teléfono y para más, el espíritu de mis difuntos padres revolotean por la casa. No se por qué. Dicen que vienen a ayudarme. ¿Ayudarme a qué ? A que me de un colapso. Cuando yo despierto y dejo esas sábanas revueltas los espectros de ellos danzan tras de mi todo el día y encima ese algo. ¿Dónde está la luna me digo? Parece que se ha escabullido entre unas cenicientas nubes. Mi sombra se dibuja en la acera por mediación de las farolas y, la ciudad, ya comienza a ser desierto. Si un desierto donde mi asesino me persigue. Mis padres no están dándome la lata por nada, es por algún suceso que va a pasar. Yo lo presiento. Presiento que mi vida como gota de agua se evapora por una tempestad difícil de esquivar ¿Qué hacer? Parezco un perro vagabundo que cruza el abismo. ¿A quien pedir ayuda? Ya estoy harta y cansada de ir a la policía. Me dejare ir. Cruzar el abismo. Cruzar un acantilado. Cruzar un pantano. Cruzar a la muerte. Alas de mariposas se extienden sobre mí. El, ya esta cerca. Alas de mariposas recorren mi cuerpo. Sus pasos son sombra con los míos. Alas de mariposas que se depositan en mis palmas húmedas. Su ventisca de hielo es mi espejo. Alas de mariposa es lo que soy ahora en tierras del dolor. Su poder se cierne sobre mi cuerpo. Alas de mariposas que me llevan, que me llevan. Lejos, muy lejos.
12
Caravanas guiadas por el eco voraz de una tormenta. Caravanas guiadas por el viento de la guerra. Caravanas donde el sudor de las personas que están dentro ya no se percibe. El día oscila entre nubes y claros. No se si lloverá o la jornada dará un vuelco al calor. No se cual elegir de las dos, supongo que la segunda porque sino estaríamos desamparados. Con la primera la humedad te carcome los huesos, va penetrando lentamente hasta que te fulmina en un temblor. ¡El hambre y el frío¡ ¡El frío y el hambre ¡ Que dos enemigos para los que estamos sufriendo . Yo me siento desviada de mi ruta, de mi camino. Mi brújula indica otro rumbo ahora. Un rumbo que no es mi norte sino más bien mi huída. Si, exactamente eso, mi huída. ¿Por qué me pregunto? Los interrogantes vuelan sobre mí. Unos interrogantes que me hacen caer a un túnel oscuro sin salida. Veo esos niños con sus caras sucias, con sus ojos tristes, con su futuro destruido. La rabia, entonces, me carcome por dentro. Va circulando por mis venas como huracán que se lleva vidas, vidas que no han tenido culpa de nada. Me desquicio, pero esta ansia acaba en un lago de desgana que no puede percibir lo que hay más allá de su superficie. Una melancolía que altera todos mis cimientos ante la impotencia. ¿Qué será de mi mañana? Observo todo tan incierto, todo tan destruido que tendré con mis propias manos doloridas y abrasadas edificarlo todo de nuevo. Pero, ¿dónde ? Una planicie entre montañas se extiende ante nosotros y ya son muchos años. Años que llevo enjaulado en el chillido de las bombas, de los saqueos, de las violaciones, de las muertes. Una infinidad de imágenes pasan por mi mente y solo me enclaustro en los llantos. El llanto de una madre que le han quitado a su hijo. El llanto de una mujer que han abusado de ella. El llanto de una esposa que le han matado a su marido. ¿La vida es esto? De que Dios hablan. Para unos países solo riquezas y para otros miserias y desgracias. Una ráfaga de incertidumbre se apodera de mí, una ráfaga de pena y abatimiento tira de mis piernas inmovilizando mis pisadas. Presiento una sombra negra, una mala sombra que hace que en este país no salga el sol. Vencido y estremecido se ha esfumado, ha desaparecido tras el rastro de la nada en nuestra tierra. Una tierra que en antaño era próspera, como nacida de un paraíso. Ahora, nada más que calamidades.
Un niño se acerca de mi. No se que edad tendrá. Mi cuerpo empieza a cimbrar de dolor. No puedo miarlo. No puedo. ¿Cómo? Mis manos parecen que las amputado y no podré volara sobre sus sueños. Si pudiera me lo llevaría lejos, muy lejos. Me da cosa preguntarle. Cualquiera sabe que me dirá. A lo mejor, como muchos otros, que esta solo. ¡Solo en la inmensidad de este campo¡ Rodeado de extraños . Mi corazón ya no puede más. Debería de haber algo, de existir algún sitio para que se lo llevaran. Lejos. Muy lejos de este conflicto inacabable. Me siento morir. Estoy acabado. Le enseño un libro, un libro donde hay dibujos muy simpáticos. El con sus ojos rebosantes de tristeza se ríe. Lo invito a sentarse junto a mí y lo hace. En el libro hay múltiples seres que van cobrando forma de mariposas con sus sueños. Me dice que quiere ser uno de ellos para huir de aquí. Para evadirse de este campo de desheredados de la tierra. De repente, alas de mariposas revolotean a nuestro alrededor. De repente, alas de mariposas forman un arco iris que es puente hacia otro mundo. Un mundo de color para la infancia. Tal vez, pueda reconstruir su vida. Tal vez, empezar de nuevo. Será tan difícil. Esos traumas que perdurarán a lo largo de su vida. Esta nueva esfera tendrá que rebobinar y borrar todo lo del ayer. Olvido de todo esto.
13
¿Por qué estoy tan abatida?, se decía. El alba entraba. Entraba con todo su poder, una mezcla entre violeta y dorado, una mezcla entre vientos del pasado y armonía. Ella vivía con el aire, era parte del aire. Despertaba. Un despertar como tantos otros sobre un lecho de cartón y papel. Las palomas están alrededor de ella. No sabe lo que quieren. Ya no le queda nada para darles .Al menos le hacen compañía. La jornada que comienza parece tronar entre el frío y el polvo en suspensión. Ella se queda con lo segundo. En ese estado que esta su vida en este momento es mejor la calidez del clima, esa atmósfera que te envuelve y sientes un poco de calor sobre un cuerpo entumecido después de la humedad del nocturno. Ella, ánimos de levantarse no tiene, ya esta vieja o, mejor dicho, quemada por esta vida que ha tenido que vivir. Pero, el hambre le da azotainas, es como si tuviera ciento de ratas succionándole el estómago. Ella es una vagabunda como se dice en el lenguaje normal ¿Por qué cayo tan bajo? , se pregunta ahora. Por una enfermedad mental, por las drogas, por el alcohol. Todo a la vez, una suma de una cosa a otra y después se vio en el fondo oscuro del abismo. Tal vez, no se encontrara tan triste si no se hubiera encontrado con aquella mujer. La recordaba muy bien. Era compañera de ella de residencia. Aunque nadie se lo crea ahora ella fue a una residencia de estudiantes. Con esta compañera compartió habitación y momentos felices. Esta compañera que ahora pasa al lado de ella y no la mira, solo la señala con el dedo con desprecio ¿Dónde estarán los pétalos de la felicidad? Se siente caer, caer y caer en las profundidades de las nostalgias. Su vida de antes, su vida de ahora. Le ha producido dolor, una danza de ortigas baila con su corazón, un canto de gemidos hostiga su alma. Como le hubiese gustado saludarla. Pero no en esta situación. Se avergüenza de si misma. Y, bebe y bebe más. Hay que olvidar. La mirada al pasado es imperdonable. Quiere otra vez dormir, permanecer aletargada aunque las pesadillas la azoten. Siente miedo, siente humillación. Todo perdido. Un viento de recuerdo le viene a la memoria. El sueño de anoche. Soñaba que se hallaba corriendo. No podía parar. No se podía detener aunque sus piernas se sintieran agotadas. Era su mente. Cruzo un túnel humano. Y, de ahí, manos la iban despojando lo que poseía hasta quedarse desnuda. La imagen ahora en su mente es clara. Es como esta ella ahora. Lisiada por una enfermedad mental y alcohólica. Hoy siente la necesidad de pedir ayuda a su familia como siempre. Pero hoy es un día especial, se ha encontrado esa amiga del ayer. Tiene la necesidad de toca a la puerta de sus padres, de algún hermano. No es la primera vez. Ya lo ha intentado miles de veces. Pero debido a su enfermedad se eclipsan ante ella, son cerrojos eternos, no la aceptan ¿Dónde esta el amor? ¿Dónde esta la niñez?, se pregunta ella. Por qué a ella. Por qué a ella tuvo que tocarle esa enfermedad mental. Ella ha prometido dejar el alcohol, que lo otro con tratamiento se normalizará. No le hacen caso. Le dan asco. Se avergüenza. Prefieren pensar que su hija esta muerta. Si muerta. Muerta en algún lugar del firmamento donde su espíritu descansa en paz. Por ello, no cede a la ayuda de las instituciones. Prefiere morir así. De melancolía, de un sollozar cotidiano que es pesado sable al rojo vivo sobre su pecho. No tiene valor para suicidarse. Con esa idea acaba el día. No tiene valor para ser alas de mariposas y dejar que una tormenta la arrastre hasta la tumba. Se pone de pie, se mira, se examina y, solo, es suciedad. Hoy promete que será su último día. Su último día marginada de una sociedad. Presiente como sus brazos se transforma en alas. Alas sedosas, alas frágiles, alas blancas. Ira hasta el océano y poco a poco se introducirá en el agua. Un agua fría, un agua de invierno. Así será libre, volará como tantos otros entre el reflejo de la luna y el sol en la desmemoria del sufrimiento.
14
La tormenta resuena. Las mareas se elevan van tragándose todo lo que hay en su camino. Así mismo pasa con las enfermedades. Esas que creíamos que no nos iban a tocar. Se están extendiendo, se alzan como árbol en el pico más alto y da sombra a todo. Dicen que lo habían dicho. También que aguas torrenciales cortaría el paso a la lluvia que posee armonía. Esa lluvia que no se lleva vidas, esa lluvia que deja que los campos sea manantial de florecillas. Ahora sus pétalos son de lodos. Un lodo que acelerado se lleva vidas. ¡Las vidas¡ Todo enterrado en barro. La humedad y la enfermedad nos rodea, nos da manotazos con una fuerza bestial. El llanto nos aprisiona en un grito sórdido.¡Mi familia¡ ¡Mis amigos¡ ¿Dónde estarán? Yo me he salvado pero una garra feroz y voraz puede venir tras de mi si la ayuda no llega ¡Aunque llegue¡ Ratas salen a la luz. Ratas con alas y sin alas. Ahora la lluvia es calmada, es nave monótona y delicada que nos congela. Todo se hace más difícil ¡Vaya desastre¡ Mi mirada se eclipsa, duerme bajo techos de papel desechos. Intento esbozar unas palabras ¡Palabras de esperanzas¡ Es imposible ¿Quién tiene esperanza aquí? Los pocos que quedamos nos tendremos que desplazar a otro lugar. A un campamento como evacuados, como esclavos del olvido. Me siento derrotada. Nos sentimos derrotados. Aun así aunamos nuestras fuerzas y somos verticales, evolucionamos como seres humanos. Entre todos vamos al rescate. Nos olvidamos de lo material solo nos preocupa las vidas. Delante de mi pasa un anciano de rostro gris y lánguido. Sus manos estallan en sus sienes como un chillido agónico ¿Qué habrá perdido? No quiero descifrarlo. Yo también lloro a su ritmo. El sol parece que desea apoyarnos. Ahí viene deshaciendo las nubes con sus filigranas de bronce pisando esta tierra. Esta tierra de muertos danzantes. Alas de mariposas que se retuercen. Alas de de mariposa que forman una alfombra ante mi andar.
15*
El hambre ronda, es como un asteroide que penetra en la tierra y nos desintegra. Desde aquí, desde este rincón de tierra batida miro a mis hijos. Miro ese mundo que se cuece ante ellos. Quisiera que no fuera una esfera real lo que nos rodea. Pero sí, es una esfera letal. Sabemos que más allá de estas fronteras esto no ocurre. ¿Por qué nuestro Dios nos castiga con esto ?, me pregunto. Miro a mis hijos, miro el futuro que se les va tejiendo sin que ellos se hayan comprometido a ello. ¿¡ Por qué ¡? Por qué de estas desgracias. Para colmo las lluvias nos han dejado más miseria, más enfermedades. El agua está contaminada. Me gustaría nacer de nuevo, ser engendrada no en otro lugar sino aquí mismo. Aquí, donde tengo mis raíces. Qué todo fuera más bello en la dimensión de las primeras necesidades. Ya se que llega ayuda ¡Es tan poco¡ ¿Cómo sostener un pueblo entero ? Yo por mis hijos daría la vida. Sí, la vida. Esta vida que no tengo, solo sufrimiento y agonía. Hoy parece que el día va estallar en una tormenta. Una tormenta que nos perjudicará más y más, será como una batalla en la que nosotros somos los perdedores. “ ¡Por qué tiempo eres implacable con nosotros ¡ Nosotros te escuchamos. Nosotros te respetamos. Nosotros te queremos. En silencio de nuestras palabras de amor y sinceridad se yergan para ti “. No tengo fuerzas, un cansancio feroz me hace estar tendida o dar muy pocos pasos. Dicen que más allá aquí existe un árbol que da vida para aquellos que son sinceros consigo mismos. Dicen que de ese árbol brotan alas de mariposas color ocre. Alas de mariposas para que una con su imaginación y la seguridad pueda volar lejos, muy lejos. Lejos, donde la catástrofe del hambre no nos aniquile. Lejos, donde la muerte no es esa serpiente viviente que nos va comiendo jornada a jornada. ¿Cómo ir allí? Ya mis fuerzas se encuentran lisiadas. Parece que desmayo ¡No¡ ¡No¡ ¡Mis hijos ¡ ¡Ay mis hijos¡ No puedo dejarlos solos, no puedo despegarme de ellos y dejar esta danza de buitres sobre ellos ¡ Ayúdame tierra ¡ Haz que estas llanuras sean fértiles, haz que mi pueblo no se doblegue al hambre, haz que una estrella brillante del universo nos ampare en esperanza ¡La esperanza¡ ¿Dónde está ? La tormenta detona, más sufrimiento para mi aldea. ¡El frío y el hambre¡ ¡El hambre y el frío¡ Dos asesinos que están al acecho. Si yo tuviera fuerzas para llegar a ese árbol ¿Dónde está? Alas de mariposas revoloteando en mi sed. Alas de mariposa que me llevan, que me traen por una alfombra de rosas carmín donde mis labios se sacian. Solo saciarse de las calamidades del hoy, de las calamidades del mañana.
16
¡Qué pasa¡ ¡Qué pasa¡ El olvido no la deja en paz. La recorre minuciosamente a cada paso de su despertar con un amanecer celeste. La persigue como cosa mala a cada movimiento que da bajo su techo. La empuja fuera de la realidad, del hoy por hoy con su puñal de suciedad y errores. Siempre se lo están recordando. Recordar aquello que paso hace años. ¿Por qué me pregunto? Es como si la verdad quisieran hacerla mentira. A ella le da igual. Se introduce en su esfera y de ahí va cogiendo aire para sobrevivir. ¡Su pasado¡ Un pasado donde la droga iba marcando sus pasos hacia un foso oscuro, hacia una soledad. Al principio era una diversión de juventud. Después la dependencia y, por último, un eclipse casi eterno que actuaba sobre su comportamiento. No sabe que hacer. Llamar o no. Esa es la cuestión. A la única amiga que le queda. Ahora, cuando esta recuperada. Cuando vive bajo un techo de cartón y una cama de periódicos de días pasados. Tiene unas monedas. Unas que le han dejado mendigando. Su honor roto, su autoestima por los suelos. Parece que arrastra cadenas pesadas en cada una sus piernas, en cada uno de sus brazos. Esta lloviendo pero a ella le da igual. Ya esta acostumbrada. Encuentra una cabina. Al principio parece que nadie coge la llamada. No sabe si colgar pero en ese instante una voz femenina se escucha
- Si. Quien es.
Al principio no sabe que decir. Sus palabras sufren hachazos. Tanto, que se queda muda
- Si. Dígame. Hola
- Hola
Por fin se decide a contestar.
- ¿Quién eres?
- Soy yo Marta.
- ¡Marta¡ No se. No me acuerdo.
No se. No me acuerdo. Antes eran buenísimas amigas. Amigas por muchos años hasta que ella rompió con todo. Romper no es la palabra más precisa. Más bien se alejo por pasar por su línea otras amistades. Ella, su amiga sabía lo que pasaba. Ahora es un no me acuerdo. Sabe lo que eso quiere decir. Una relación anulada. Una relación cuya fragilidad estalló. No tiene a nadie más a quien llamar. No se siente sola. La brisa la acompaña, la lluvia la viste. Aunque sea solo de margaritas amargas. Tendrá que ser vertical. Darle la espalda a todo eso que es su pasado. Comenzar una vida nueva. Alas de mariposa se van liando a un árbol de esperanza. Alas de mariposa hechizantes que dará nuevos frutos en lo referente a la amistad.
17
Yace semidesnuda sobre su cama esperando que las aves la despierten. Sus sueños se van colando por su mente poco a poco. Son sueños agrios e insípidos. Sueños que evoca a un amor perdido por esas calles por donde ella transita. De repente se despierta, la tonada de un canario le llega a sus oídos. Se mira al espejo. Se ve desmejorada. Herida de amor. De amor herida. Herida de soledad. De soledad herida. Sus ojos profundos, de un azabache pronunciado rompe en lágrimas. Lágrimas que can recorriendo su terso cuello hasta sus pechos. Sus delicadas manos como terciopelo acarician sus senos, su vientre. Tendría que darse un poco de ánimo. Salir por ejemplo hacer un poco de deporte pero, ya, las fuerzas son nimias. Sin más enciende su aparato de música. Pone su tema favorito y empieza a bailar. A bailar ella sola. Cierra sus ojos y se acerca a su mesa. Allí un diario abierto y un libro al lado. El libro esta firmado por alguien que se siente igual que ella, con una tristeza interior que es difícil de curar si alguien no la abraza. ¡ Un abrazo¡ Cual fue el último. Acaso hubo alguno. Una corriente de cuervos gélidos recorre su piel y nota como ella va ascendiendo a la muerte. Se halla paralizada, no tiene a quien llamar. Todos sus sentimientos es pena que ella engulle convirtiéndose en mujer de lluvia. Lluvia que va a parar a las alcantarillas. Su cabeza parece que va a estallar de tanta soledad. Una soledad vieja compañera ya. Toda su vida ¡Toda su vida¡ ¿Qué es lo que tiene ella? No sabe. No le queda más remedio que salir. Hoy tiene que ir a cobrar la paga de beneficencia. Ni en el empleo ha tenido suerte. Esto le da un cierto complejo, una frustración. Una corrientes de navajas se suma a su estómago ¿Cómo llegar a final de mes? Ahorrar por aquí, ahorrar por allá, ahorrar en todo y sufrir infinitas privaciones. Sus pensamientos se van transformando y cree que debería a salir a tomar un poco de aire. Brota ante su armario y elige una ropa cómoda.
Tomar un poco de aire fresco. Si airearse y caminar un poco. Hace tiempo que no camina. Tiene la sensación de estar oxidada, de estar vieja. Va al parque más próximo. Allí, el otoño es presente. Las hojas ocre-amarillo bañan el suelo. Ella las pisa. En ellas siente el olvido, el olvido tragado por la lluvia que nace. Percibe que la espera ya ha terminado como ha finalizado el vuelo de las mariposas. Solloza y siente que cae. Poco a poco su cuerpo se va durmiendo ¿Para qué pedir ayuda? Es como esas mariposas que mueren al ritmo cierto y vertical de la vida.
18
La mirada, se pierde más allá del horizonte cruel lavado por rostros pálidos, patéticos, distorsionados. El campo de batalla emerge como agujero negro que succiona almas inocentes. Yo miro desde aquí, desde una montaña perdida en este país donde el desastre se da cada día. He tenido que huir, dejar atrás todos mis objetos personales que no tienen nada valor comparado con la vida. Mis hijos no se donde están. Se fueron al campo de lucha y yo por ser anciano me dejaron aquí, como un espectador de esta tragedia que nos azota. Conmigo llevo un viejo almanaque donde cada día que pasa miro los meses, los años que hemos estado en guerra. Una guerra estúpida. Todas las casas están teñidas de un manto rojo. Un manto rojo que oculta hasta el sol, las estrellas, las aves. Ya no siento los gallos cantar en la aurora. Ando preguntando por mis hijos pero nadie responde: seres anónimos en un mar de muerte. La espera es perpetua. La pregunta un llanto que corre por mi frente como si me diesen un tiro. Tristeza me da, una tristeza que va marchitándome más y más. Ya no tengo lágrimas, se ocultan en mis entrañas que va evaporándome cada día que pasa. ¡Cada día que pasa¡ Es como tormenta de verano que corretea por mis manos. Intento dar un grito a la esperanza. Es imposible. La esperanza esta inhabilitada en este lugar donde los buitres sobrevuelan en círculos alrededor de los muertos y de los que van a morir. La lluvia cae. Una lluvia de cenizas de alas de mariposa. Me encojo, duermo sobre pinchos de fuego. Quiero dormir y ser alas de mariposa que desaparecen en el sueño.
20
La jornada despierta violenta, es arrancada de su cotidiana sonrisa por la sombra plúmbica que la retuerce. Las aves han dado un paro. No se siente su tonada rascar las ventanas que dan bienvenida al amanecer. Un mundo de náufragos y almas en guerras los arranca de su melodía ¡Para que bailar con las ramas grises del llanto¡ La mañana se viste de luto, corre por un pasillo de escarcha donde las montañas se abren a las singladuras de una sangre que se derrama, una sangre de inocentes cuyos esqueletos son la muestra de batallas absurdas. El, se encuentra en el medio. Está solo. Solo lo acompaña el aullido inconfundible de la guerra. “Que hacer”, se pregunta. “¡Que hacer ante tanto desastre¡”. Un polvo gris envuelve su cuerpo. Sus ropas son harapos. Busca a no se quien y se encuentra cara a cara con el viento. “Dime viento voraz. Viento que desoye mi grito ¿Por qué? ¿Por qué tanto desastre? Deseo que me lleves contigo junto al olvido. ¡El olvido¡
Xx:
¡Qué dices viento caliente¡ ¡Qué dices viento voraz¡ Estamos solos en este hambre que nos apresa. En este hambre que poco a poco va destruyendo cada etnia, cada raza. Cógeme de la mano viento. No me dejes solo. Vago sin rumbo desde hace tanto tiempo que un círculo de llamas me abraza.
Viento:
¡La soledad¡¿Te sientes solo? Estas contigo mismo ¡Qué más quiere¡ Ello te da a pensar. A cavilar todo lo que tú alrededor pasa.
Xx:
No viento. No comprendes mi soledad. Mi soledad es inmerecida. Es tan feroz estar así, solo, mientras que a mi rededor es todo muerte.
Viento:
¡Muerte¡ Y que me dices a mí. Yo no tengo la culpa de ello. La naturaleza sigue su ritmo, un ritmo cierto y sin perturbaciones. Ustedes, los humanos, seguís otro paso. Un paso que todo lo devasta. Yo no debería estar aquí pero vuestro conocimiento errado me ha traído.
Xx:
¡No¡ Qué tus alas de mariposa me sacudan. Me extingan como se extinguen las especies. No quiero estar solo. Solo no.
21
El latigazo del crepúsculo incide sobre mis pupilas. Viejas aves entonan un canto a la melancolía y la tierra baldía. El rigor cierto y seguro de esta oscuridad y humedad que poco a poco va destartalando mis ojos y huesos. Escucho unos pasos, un eco sonoro que se repite una y otra vez cada día, a la misma hora. Hoy son distintos, un tintineo que se junto a otros pasos plúmbicos. Abren la puerta, el chirrido suena a soez y grotesco. Una corriente de estacas penetran en mi pecho. Mis latidos carcomidos por la soledad y la marginación se desbocan en un vuelo violento y desesperanzador. ¡La última hora¡ Los últimos instantes en que mi respiración gozará de libertad. Ando apurada con mi última oración. Oración sin respuesta. Me dejo ir. Subo las montañas que la imaginación me teje mientras me amarran. Todo ha terminado. Lo que viene ahora es atroz. Ese dolor. Esa lenta muerte que no concibe mi mente, mi cuerpo.
Fin
sábado, noviembre 27, 2010
LA AURORA (RELATO)
Es temprano. La aurora bosteza sus primeros rayos y el otoño deja caer hojas sobre las aceras, sobre los parques. Una leve brisa que penetra por una pequeña obertura bajo su techo lo hace despertarse. Paulatinamente se despereza del gran sueño de la noche. Busca el despertador y marca las 7:30. Poco le queda para comenzar la jornada laboral. Pero antes quiere sentir el aire que se arrima a su habitación, ese aire perfumado de humedad y hojarasca que le transmite recuerdos de un ayer. Aspira y espira, un suspiro lento va seguido de un lamento de sus entrañas. Se encuentra vagando en el sentido de su vida. No le molesta ir a su trabajo, es una labor grata. Al menos en esas horas de tareas, siempre las mismas, se olvida. Se olvida de si mismo chamuscando todo su ayer, todo su hoy. Pero esos instantes anteriores a la hora pactada para salir de su casa sus pensamientos discurren, manan como si de una erupción volcánica se tratase y sus lianas de fuegos lo atrapasen y le hicieran pasar por un laberinto a un patíbulo que el mismo se condena. ¿^Por que no habré vivido cara al sol?, se pregunta. Siempre enquistado en el sueño. En el sueño de tener un amor verdadero. Me imagino lo que podría ser pero cuando tropiezo con la realidad doy marcha atrás, se dice. El comprende que su orientación hacia su mismo sexo lo ha llevado a la soledad, a esa espuma relevante grisácea que rota por desiertos. Tal vez, culpa de cómo fue educado. Tal vez, culpa de ese miedo que crece cuando nos acercamos a nuestra verdad. Ahora, con los años de la madurez, con los años correteando con el frío del silencio de los abrazos se siente cobarde. Ante todo intenta disimular todo lo que su personalidad aguarda para su libre danza. Se siente talado, tantos años…No tiene ganas de renacer de nuevo y hallar aquello que busca, tan larga a sido la espera…Se entremezcla entre la música y la lectura y el nadar. Ahí se alza en una paz que me perturba su condición de homosexual. Ante la infértil del crepúsculo sin unos labios que le acaricien a veces se desilusiona, una nube de tristeza lo sumerge en los confines del aislamiento. Basta ya, se dice, de ser máscara ante sus amigos. Se siente extraño en esas situaciones, se harta hasta llega a un aburrimiento que lo lleva por la mano de la desgana de hablar. Para disimular todo ese mundo interior intenta sobresalir en otras materias ante su familia y está exhausto. Antes de partir el lamento lo disecciona cae en fragmentos sensibles que rompen en mil pedazos. ¿Quién me amará?, se pregunta. Mi ser se ha vuelto algo tosco y árido de tanto y tanto disfrazarlo. Piensa que es mejor estar dentro de un armario y dejar que la vida fluya hasta que ese ser aparezca.
viernes, noviembre 19, 2010
Te alzabas....(poesía)
Te alzabas en un vuelo pacífico,
Con barcas avanzando a una orilla
Donde la vasta sombra de las arboledas
Te observaba, te miraba, te examinaba, te desnudaba
Hasta que caíste en el profundo sueño del anochecer.
Riscos nutridos de amores, de caricias aterciopeladas
Se consagraban a ti haciéndote rondar sensualmente
Por un océano de azul bello, de azul puro
Romance de una pasión con la naturaleza.
Te saciabas del invisible llanto de pardelas
Y para amparar el amor retratos del ayer
De lágrimas secas decoran tu cueva.
Revivías la sonrisa fiel y sutil
De aquellos corazones irradiantes de un magma
Impregnado de un sublime fogón de calidez.
Te alzabas en vuelo pacífico,
Llamabas al astro rey con sus anaranjados filigranas
Y de tu vientre, de tu vientre compungido
Eras luz de nubes, nubes donde la realidad
Es acogida por la soledad, la soledad.
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