viernes, mayo 26, 2017

HIJOS DE LA TIERRA.( OBRA EN DOS ESCENA)





ESCENA 1
Piano, piano. La noche llega con la luna blanca enérgica. Su reflejo es arrugoso sobre el océano. Dos sillas en la orilla. Dos cuerpos desnudos que se dan la espalda. Primero el silencio y luego las voces del alma, de un ayer retorcido en la memoria.

Xx:
Estamos aquí, ahora. El murmullo del oleaje se desdobla, anuncia calma y una vida fugaz tras el telón que nos movemos. No te veo, a espaldas a mi recorres mis sentidos con la fuerza de tu voz. Voz única, esa que nos hace uno solo en medio del misterio del universo. Estamos aquí, tambores de espumas anuncian la llegada de alguna barca perdida en el gemido de la brisa. Rompen contra las rocas. La huida. Se desvanecen bajo la conciencia de la vida, de la esperanza fortalecida por la llegada a la isla de la fortuna.
Yy:
Estamos aquí, ahora. Un tul oscurecido por la nada. Oleaje que continua, oleaje que se evade de las algas y caracolas. Escucha, escucha….ballenas azules cantando en la lejanía. Océano santuario de los espíritus tristes, cancelados de la oportunidad de erupcionar como hijos de esta tierra. La marea sube y sube, ahora hasta nuestros tobillos. Estamos aquí, sentadas de espaldas. Dejaremos que el mar nos arrastres hasta el fin de estas tierras, lejos…muy lejos. Donde no hay cabida para el llanto. Seres de agua, seres inertes en un mundo abisal de huesos pero transparentes a la verdad.
Ballena:
Uy, uy. En la distancia observo dos seres estáticos. No se hablan. De espaldas a todo lo que se mece en su derredor. La muerte vendrá de negro, de blanco cuando la mar alcance sus ojos. Ellas se dejarán. Coloquian en el callamiento, en el vacíos de sus vivencias. Ah, ah. Mi canto no se escucha. Estoy distante de ellas. Noche de luna. Noche de glaciales derrotados mortificando la supervivencia en estos mares. Sube la marea, ellas, quietas. Cuerpo mío no más ojos en blancos.

Tortuga:
Que más da que desfallezcan querida ballena. Al fin al cabo nosotras también feneceremos por sus culpas. Acidez en sus lenguas, hogueras en sus manos. Todo hierve en el sentido del adiós. Hasta entre ellos mismos son depredadores sin remordimiento. Qué continúe el espectáculo. Plástico en mis aletas. Qué me dices a ello….culpables, ellas son culpables.
Ballena:
Culpables….¡culpables del desorden de este globo llamado tierra¡ se irán barridas por el resonar de su inclemencia, de sus egoísmos ante la madre tierra. Puede ser que se arrepienta y no desee ser cuerpos extendidos en deshechos. Para ello han de andar mucho, convencer para toda esta masacre del reino natural que se espera.
Xx:
Viene.


Yy:
Sí, viene.
Xx¨
La sombra de las mareas vienen. Tomaremos el sendero de los desaparecidos. Tomaremos el último aliento del ayer. Nos desenvolveremos con ellos en una danza nupcial agarrada a los espíritus de luz.
Yy:
Las profundidades será nuestro hogar. Sí, viva la danza melancólica atada a las entrañas de este océano. Ellos, los de sueños malgastados se han perdido. Nos perderemos con ellos para el jamás de los jamases vuelva a ocurrir.
Xx:
Olvido
Yy:
Sí, olvido.
Xx
Nos olvidaremos de las risas, de la alegre partida de nuestras manos en el crecimiento de las jornadas. No hay más que decir. Náufragos peinados por el ronroneo del oleaje. Náufragos enfilados en el olvido.
Yy:
Nos olvidaremos del deseo de volar alto y alto. Allá donde el todo nos no alcance. Nos perdemos como seres de la desmemoria. Seremos alas rajadas en el insomne canto de las gaviotas.  

Xx:
Muerte.
Yy
Sí, muerte.
Xx:
No nada más. Las Pléyares están en lo alto. Que nos guíen en la oscuridad.
Yy:
No, nada más.
La marea se empeña en subir y subir, hasta cubrirlas. Desaparecen en  las profundidades del silencio. La noche avanza, mujeres invisibles a la memoria del mañana. Caen y caen en la dejadez, en los pacíficos pasos de la muerte.
Xx:
Adiós
Yy:
Sí, adiós.

ESCENA 2
Noche que se estremece cuando el sol cobrizo sumerge a dos figuras en el desierto.  Aisladas, sentadas de espaldas meditan ante la polución analfabeta de una esfera que se erige al desencanto.  Los alisios se yerguen en este lado de la nulidad de la vida.
Xx:
Ya no hay vida. Todo se ha escondido al despertar del amanecer. Mis sentidos desnudos despliegan elocuentes palabras de esperanza. Algo se acerca. A primera vista es como un punto destrozado en el horizonte pero después se va transformando en una hilera humana de la huída, de la herida arremetiendo contra su verticalidad. No sé lo que piensas tu, de espaldas a mí, ausente y lejana.

Yy:
Todo se evapora, se extingue a medido que crecemos más y más. Fractura existente en el planeta tierra. Este desierto me embelesa. Viene el viento y con el mujeres, hombres, niños tapados para que su estrago sea ahuyentado. Les han robado sus vidas, sus emociones, cualquier acto en la abundancia de la alegría. Ya no hay momentos, instantes erupcionando en sus pasos. Parecen cansados. Yo aquí, detrás de ti. Sumida en el silencio.
Sol:
Dos mujeres que ya no se abrazan. Aquí, en el medio, de la ventolera de la libertad. Deshidratadas y atrapadas. Solo cavilan en la vida. Aquí, ahora, en este desierto donde las almas se esconde hasta el anochecer. Les espera la tumba, una tumba erguida por la arena.
Viento:
Oh, se autodestruyen. Ahí meciéndose con las baladas de mi aliento. Soy mortífero pasajero de brumas oscuras. No, no esperaré. La prisa me ata a ser ventisca mordiente de la nada.
Xx:
Viene.
Yy:
Sí, viene.
Xx:
Nos atrapara y asfixiadas en el desorden seremos ojos tatuados de caravanas inconclusas de seres inocentes.
Yy:
A nosotras y a ellos.  A ellos y a nosotras. Rumiar el grito por la vida. No…no, es imposible, es absurdo en este imparable camino hasta la frontera. Madre que llora al ver a su hijo en el último resquicio de la nada. El todo es estremecedor, las calamidades azotan con sus púas y el engaño de garras que buscan su ida.
Xx:
Muerte.
Yy:
Si, muerte.
Xx:
Un esbozo en la luna perdida. Tal vez ella…No, todo es vacío en esta tierra de piedra y arena.
Yy:
Tú. Sí, tu. Paisaje de tumbas andantes hasta ese océanos que los llevará a ninguna parte. Alambradas salpicando sus ojos angustiosos, mortificados. Qué este acabe. Ya, ordeno mundo de la mentira, mundo descompesado por el equilibrio incierto en  nuestras mentes.
Xx:
No hay más.
Yy:
Sí, no hay más.
Se despiden. Así, de espaldas al ronroneo enérgico del siroco. Atrapadas, ahogadas en sus . Estatuas de arena en la perdida de sus cimientos a ras de la muerte.
Xx:
Adiós.
Yy:

Si, adiós. 

lunes, mayo 22, 2017

LA BÚSQUEDA


1
He despertado. Sí, como otras jornadas bajo el influjo de una colina lejana mirando la ventana donde mis ojos se posan en el desperezar. Los primeros rayos solares penetran y dan calor a mi desnudez. Detrás de mí, sábanas revueltas, frías, con tu cuerpo carente de tibiez para mi enderezar en los pasos del hoy. Hay algo ajeno a mí y ese eres tú. El sol me da todo eso que necesito para poderme levantarme y andar, mientras, tu, lejano en la frialdad de esa cama. Observo un cielo colosal, anaranjado, anunciado una llovizna dentro de las horas del día de hoy.  Tu maleta en un lado, ya te vas. Es mejor así y ella…también se había ido. Se marchó sin mediar palabra tras una noche en la que tú no estabas. Nuestras caricias terminaron en el fallo de una emoción del ayer ahora ofuscada. Nuestras palabras no se entendían, ella allá, yo aquí. Una confusión prolongó nuestro viaje hasta este final. Ni ella, ni tú. Ni tú, ni ella. Ahora él también se va, tras el engaño. Ya se eleva, no me mira…su maleta. Se viste y un portazo dice de la mentira, de lo hipocresía que existe en nosotros. Me invade la duda, la pena pero no el dolor. Es mejor que se vaya, que se aleje y comienzo un largo recorrido hasta el fin de su vida. Yo aquí, nos mentíamos. No. No, una máscara no puede durar tanto tiempo. Se sufre, desespera hasta llegar a lo que llegamos, lágrimas bajo ojos rajados por la ira. Basta. Ya no más discusiones dijimos anoche. Basta, adiós. El no es mi amor, el querer de la belleza en cada beso alado en sus mejillas, en su frente. Solo estábamos cavando la fosa del hoy. Sí, ese hoy que teje las olas cuando llegan a las rocas. Llueve. Se mojará…me importa a mi acaso. No, no hay perdón. Nubes grises son estampida en un pequeño instante, el avanza. Avanza sin mirar atrás, no hay perdón, no hay comprensión. Ahí va, delgado, absorto en la verdad, envuelto en capas de tristezas tal vez o tal vez no. Solo, lejos, muy lejos. Ya no lo veré más. Ni tan siquiera como un amigo. No sé que hace ahora, se detiene. Coge una margarita de un jardín y se la coloca en la oreja. Se da la vuelta. Llueve. Me mira y me guiña un ojo ¿Qué haces?, me pregunto. Sospecho que lo sabía, que todo ha sido un error ese el de disfrazarme de deseo por él. Somos ridículos…y mucho. Aquí estoy en la ventana, continua pero antes se despide con su brazo alzado.  Creo ver cierta sonrisa de entendimiento. No entiendo este clima, ahora para de llover. El sol vuelve de nuevo a ser visitante de esta mañana donde la humedad es pegajosa. Tengo frío, mucho frío. Esta casa es gélida, el viento norte siempre azotando con su látigo de granizadas. Me vestiré, pantalón vaquero y playeras. Saldré a no sé dónde. Hoy necesito de los espíritus de la brisa norteña para que amputen el ayer, ese ayer pesado, gordo tras mis espaldas.  Mi amigo, mí querido amigo.




2
Me he ido. Sí, y qué. Qué le importará a ella. Me observa en la lejanía desde la venta donde fue nuestro hogar…nuestro hogar, ja. Me consideraba sincero, honesto, benevolente con ella. Pero no sé lo que ha pasado. De espaldas a mi ha estado esta mañana pronunciando lo que no se atrevía, lo que guardaba hace años ¡márchate¡ Vete de aquí esto no es el bajo techo donde las hogueras de amor chispeaban. La mentira la azuzado todo estos años, todas esas estaciones donde la algidez de nuestros labios se empapaban de un querer afortunado ¡Qué tonto fui¡ Miro atrás, ella ahí. Sonrío y disimulo mi angustia en una margarita que arranco de un jardín.  Llueve, alargamiento de la agonía en paralela proposición de la despedida. Pero quien será, quien será que le despierta tanto entusiasmo, esa sonrisa cohibida ante mí. Sí, ante mí. Por qué no era por mí. Tirito. No ha llovido fuerte pero la humedad me cala hasta los huesos. Yo sigo, me voy con mi entereza mojada, con un llanto infinito por aquella que tanto apreciaba. Para está asquerosa llovizna. Arrastro mi maleta con mismas ganas de vivir. La duda me envuelve…tal vez pueda regresar, recuperar aquello que fue y que entiendo ahora no era. ¡Dioses del universo¡ amparar mi locura del querer. No. No me puedo creer después de tanto tiempo solo. Estoy cansado, me siento en puentes colgantes bajo las batutas del desequilibrio. Un banco, me sentaré. Da igual el tiempo, el tiritar este amargo sabor. Me resisto a creer que todo ha acabado. Quiero dar fuerza a mi ser y dejarla ser feliz con aquel, con aquella…no sé…me encuentro confuso. Las ideas brotas disparatadas,  con una celeridad agresiva, descomunal. Respirar hondo. Inspiro y espiro. Espiro e inspiro. Llueve otra vez, una lluvia intermitente ante un cielo oscuro como oscuro son mis pasos perdidos por esta calle. Dejaré desvanecerme de frío, del gélido aliento del invierno. Si, invierno duro y cruel ¡Muerte¡ Miro a la muerte como si mirara ella, como si sus caricias fueran navajas afiladas absorbiendo todo lo que hay en mi ¡Muerte¡ Ojos alocados me inspiran la huída. Sí…sí, acantilados por donde mi vuelo rasgará toda la pena. No…no. No herirla. No asesinarla. Tengo que levantar, ser vertical  pisada que se evade, que se ausenta de todo lo que era ella. Llorar, no más. Tendré que reiniciar mi vida , tendré que expandirme como gas en una atmósfera distinta a la que estaba acostumbrado.  Me levanto, tiro la margarita. Mi pie aplasta la sensibilidad. La rabia se apodera de mí y no sé por qué corro y corro. Dejo la maleta, huele a ella. Llorar, no más.  Un círculo de vida nuevo. Me costará pero aprenderé. El sol es engendrado por las nubes. Me calmo y pienso…

3
El sol vuelve de su remota estampida de nubarrones. Salgo. Necesito cualquier bar lejos, muy lejos, donde los vecinos no rumoreen mi conducta. Con celeridad bajo dos calles más. Ahí, en una esquina, un bar de borrachines, si de esos en los que entras al baño y está cubierta de mierda y mal olor. Me siento en un rincón y llamo al camarero. Le pido un vaso de vino. Rápidamente atraviesa mi garganta seca, mi garganta engarrotada, mi garganta que pide más y más. Otro y otro, me lo tomo a la misma velocidad. Pago. Intento levantarme e irme de ese lugar, todos me miran. Mis ojos lagrimosos es señal de lo que pueden o no pensar. Una mujer ahogando sus penas en el alcohol, eso dirán. Me balanceo y cierto mareo hace que mis piernas tiemblen, que cada paso que intento dar es como si danzase en el aire. Todo para mi es doble, una distorsión que me embarga en penalidades. Me voy. De farola en farola voy sosteniéndome. Intento estar erguida pero la fatiga brota y me consume. Vomito, los transeúntes ni se inmutan. La pestilencia que debo soltar lo dice todo. No sé como llego a casa. No atino en la cerradura por unos momentos, pero ya…ya logro entrar. Todo me da vueltas. El baño…el baño. Sigo vomitando hasta quedar desfallecida. A cuatro patas llego al salón, me siento en el sillón. Vueltas y vueltas…caigo en un letargo, no por mucho tiempo.  Despierto, veo una luz penetrar por mi ventana. Cavilo por unos instantes. Una luz que viene a por mí como parte de mi espíritu mundano. Intento tocarla pero me doy cuenta de que es la luna, la maravillosa luna: grande, exultante, bella. Me yerto y la miro y le hablo “ ¡Por qué¡ ¡Por qué de esta situación¡ Me alcanza un baile de desdicha y me columpio entre la duda y la realidad. Sí, tenía que irse pero sobre mis espaldas pesa el daño. Un daño irreversible ¡Por qué¡ ¡Por qué¡…galopo en el vértigo , en la maldita esencia que me ata. Yo. Sí, soy yo. A ella la quiero y a el no. Todo ha sido muy largo…largo para corazones en el regazo de la lealtad ¡lealtad¡ ah que asco de palabra. No, no lo soy. Solo un ser que juega en dos bandos…no sé, por lástima, por aprecio o por qué se yo”. Callo. Silencio. La noche viene con su eternidad en los pensamientos, en lo embustera que he sido. Arrepentirse o no. Mis piernas perdidas en una resaca me hacen caer. Y caigo. Me arrodillo ante la oscuridad de mis ojos  y amarro lo que queda de mi. Siempre, amigo, amigo mío…Agárrame luna y llévame donde la existencia no sea tan cruda, tan hiriente. Cierro los ojos, quiero dormir. Las horas pasan y solo hago recordarlo, regenerando un no sé que de arrepentimiento.





4

Ellos, aislado en la incertidumbre del qué será. Seguro que ya a estas horas él se habrá ido, refugiándose en el desorden del engaño. Y ella, mi querida Anne…¿Cómo estará? Lo aprecia, ha sido tan benevolente…tan exquisito con el rumbo de sus pisadas. El tiempo trajina en caos. Una primavera por venir y un invierno por irse. Todo está revuelto. Llueve, no llueve. Un astro rey que inspira a los pájaros desorientados ante la venida de nubes densas, pesadas. Hoy me encuentro pesada. No sé, no me gustan estas cosas. El deteriorado me lo imagino. Ella sumisa en un vaso de alcohol arrojando todo lo que le quedaba de él. Ay querida Anne te precipitas por riscos por no asumir tu verdad, tú única verdad ¿ Para qué lo intentaste? Supongo que para agradar, para complacer a los que te rodeaban. No pensaste en ti. No te paraste y escuchaste la reconditez de tu alma. Todo esto me apena. Sufrimiento, temor por ti ¿Qué hago ahora? Estoy aquí, en el trabajo dando clases de matemáticas. Ecuaciones y más ecuaciones, derivadas, integrales y áreas ¿Qué área te has marcado? Supongo la de un hoy incierto. Ya sé que no querías dañar. Al final todos han terminados en tumbas flotantes de heridas que tardarán mucho tiempo en cerrar. Sé que te encerraron en tus singladuras, te rechazaron en el ayer. Sí, lo recuerdo. Tu cuerpo desnudos para observar de que sexo eras, tu ser espantado ante los gritos injustos de esos que no aceptan a la persona por cómo es sino la apariencia. Así estás, eclipsada, inmersa en el que dirán. Qué digan lo que digan no es asunto tuyo sino de ellos. Un cierto temblor se apodera de mi, la preocupación, el interés de cómo estará. Me embarco en estelas sin luen el camino hacia su casa. La noche me resguarda con sus astros emanando a medida que las horas pasan. Sobre un arco de pétalos de rosas llegaré y sonreiré. Tal vez logré salvarla de las tierras movedizas que se mece. Crecer y crecer bajo el techo del querer, de la belleza casi perfecta de la intimidad, del suculento roce de la caricia surgida en el regazo lapidante del ayer. Me ando y en vertical me expansiono bajo su techo, su techo maloliente de amores insanos, impuros, llevados por las corrientes de alas moribundas hasta el fin, hasta el cansancio.
Camino y camino, ficus ambulan a mi alrededor, jardines donde la sombra de la madrugada esconde el misterio de su nuevo nacer cuando el astro rey se emancipe de la luna. Camino y camino hasta su casa, hasta su puerta moribunda donde el tremor de los sentidos contagia mis pasos precipitados. Sola, no hay nadie en la calle solo el eco luminiscente e intenso de las constelaciones invernales. Toco y toco. Nadie responde. Noche gélida que me hace acrecentar el temor sobre mis espaldas. Toco y toco. No hay luz de sus huellas. Merodeo la casa con cierto sudor, cierta desesperación. La preocupación se cierne en mi cabeza, latidos con la celeridad de que algo va mal ¡Ay querida Anne¡ ábreme, estoy aquí a los pies de estas paredes que me encapsulan en desasosiego, en miedo…tanto que me retuerzo. Quizás debería de haber venido antes pero no quería encontrarme con él. Creo que me equivoqué, que lancé mi cavilar en una discusión entre ellos que tal vez no haya existido. El, tranquilo, monótono, sumiso en su quehacer diario, tan absorto…que no se daba cuenta que ella ocultaba la realidad de sus deseos, de su amor. Se habrá ido, me lo imagino con hombros bajos, resignado, perdonándola, rechistando en sus entrañas que estúpido ha sido, siempre trabajando y trabajando. Ella, en estos momentos, dentro de esta casa. Toco y toco pero la negatividad de sus sentidos chocan con mi insistencia. No…no quiero pensar mal pero a veces se me alteran las neuronas y persigo lo peor. Ansiedad. Siento ansiedad, un ahogamiento por la desesperanza ¡Abre mujer¡ Soy yo Laura ¿Me escuchas? A lo mejor duermes. Eclipso mis ojos e inspiro y espiro…tres, cuatro, cinco, infinitamente hasta que sepa algo de ella ¡Ya basta¡ Un perro flaco se me acerca, me olisquea. Supongo que se preguntará que hace a estas ahora. Se va, huye con el rabo entre sus patas. Estoy nerviosa, muy nerviosa…inspiro y espiro…tres, cuatro, cinco, infinitamente ¿Es una luz lo que observo? Sí, una luz dentro. El alivio sobrevuela mi desquiciado corazón. Inspiro y espiro…tres, cuatro, cinco, infinitamente. Serena, tengo que estar serena…luna, gracias por escuchar, estás abrigando mi entereza. Ya me recupero. Pasos y pasos, lentos, muy lentos. Ella abre la puerta. Ella cadavérica, fantasmal silueta que ni saluda. Se va. Entro. Entre la duda y la verticalidad la persigo con mis ojos. Se sienta en el salón. La casa desprende cierto mal olor, alcohol y vómitos, vómitos y alcohol. Ella vive, el sosiego penetra por mis piernas hasta llegar a mi vientre. Antes de hablar con ella limpiaré y limpiaré. La dejaré que termine este distanciamiento con la tumba y la recuperaré en los pilares del querer, del abrigo de la belleza de una caricia ¡Venga mujer¡ me digo para mí misma. Vamos a asear esto para cuando ella nazca.


5
Todavía. Si, todavía ando y ando por estas calles solitarias. Mi ropa ya está seca pero un cierto helar llega adentro, muy adentro. Intento encender un cigarrillo y mis manos me tiemblan ¡Mierda¡, lo necesito. Necesito apagar mis ansias, mi hastío a estas horas de la madrugada. Una luna que emana el brillo de los desaparecidos. Aquellos que con sus ilusiones se embarcan en la nada y no más son recluidos en campos donde las trincheras son navajas afiladas. Me los imagino ahora, en ese desorden, en el resonar de sus pulsos caídos. Ella estará igual. Sí, Anne ¡Anne¡ ¡Anne¡, me apetece gritar. Alguien se asoma de alguna ventana y no más que dice silencio o llamo a la policía. Me callo, sigo con un paso apresurado, huyendo de esa calle. Campos de refugiados donde los desastres y la injusticia abogan en el crujir del lamento. Nosotros lejos. Este mundo se eclipsa. Cada vez menos humanos, nuestra racionalidad mantiene al margen el dolor ajeno, de aquellos cuyos huesos son hermanos a los nuestros. Sí, todos iguales. No entiendo la partición del camino que anhelamos, que necesitamos. Fronteras y más fronteras nos hace ser enemigos de unas manos iguales a la nuestra. Prejuicios nada más. Creencias que declinan ante un dios que se disfraza, que cambia sin darnos cuenta. Yo no soy creyente, creo en la humanidad, en ella, en Anne. Pero Anne no me quiere, nunca. Solo hemos sido unos buenos amigos donde la libertad de la mentira llegó muy alto. Todavía. Sí, todavía ando de esquina, en esquina con mi maleta, con la luna al encuentro de algún hostal u hotel. Buscaré en mi móvil, no lo había pensado. Bah…me he quedado sin batería. Necesito dormir y dormir para despertarme luego de este mal sueño, de esta pesadilla.  La noche con lentitud sigue su ritmo. Yo paralizado, estático bajo una farola donde los mosquitos giran y giran en una danza monótona. Ya sé, pararé un taxi y preguntaré. Mi cabeza da vueltas y vueltas al suceso de ayer y por ahora no comprende. El vacío me hunde por grutas tenebrosas del callar y la soledad ¡la soledad¡ Qué es eso…no sé, tanto tiempo juntos, tantas risas localizadas ahora en la tempestad de mis entrañas. La luna me acecha, su halo es cómplice de estos momentos que serán eternos en la memoria.
-        Dígame señor, conoce algún hotel cerca.
-        Sí, suba caballero.
Me subo en el taxi. El mira por el retrovisor. Ve mi llanto. Mi llanto largo y denso. No dice nada. La ciudad solitaria. Escucha la radio canciones melancólicas, nostálgica. Me gusta, entro en calor. Le pregunto la hora y me dice que son las cuatro de la mañana. Llegamos a un hotel, me bajo y le pago.
-Buenas noches. Anímese usted y gracias.
- Buenas noches. Gracias por este recorrido.
Gracias por este recorrido. Sí, me ha sido muy grato con ese hilo musical que tenía puesto. Ahora me queda descansar. Entrar en hotel y pedir habitación. Es pequeña pero cómoda. Me desnudo y me doy una ducha con agua caliente, muy caliente. Me siento en el sillón y escribo hasta que el sueño me amarre.
Querer.
Oscuridad.
Luna ennegrecida
Tras el llanto de la caída.
Cieguitud .
Adiós.
Madrugada invertida
En los pasos de la nada,
En la pérdida de una sonrisa.
Envés
Vida.
Nuevos rumbos
Tomarán la rutina
De ojos yermos
Bajo el insomnio
De las cicatrices,
De las balas emergidas
En acantilados de hiel.



6
Un hombre apenado. Las cuatro y media de la mañana. Se sube a mi taxi. No huele alcohol. No tiene secuelas de alguna droga. Esto es un alivio. La luna ahí, parece que ha percatado algo de mi trabajo. Todos los días en la madrugado solo entran gentes extrañas, gentes consumidas por la locura de una noche de vértigo. Más de uno no me paga, el, me ha pagado. Me pide que lo lleve al hotel más próximo y lo hago. Se ve una persona bien curtida, triste, pero bien curtida. No me hará trampa y es cierto, muy cierto. Yo hablo y hablo, quiero quitarle un pedazo de su corazón maltratado. Supongo que alguna relación difuminada para estar a estas horas por las calles. Su entereza parece desvanecerse en un tremor. Me da que lleva tiempo dando vueltas y vueltas. Yo con unos café estoy despierto, muy despierto. Yo hablo y hablo, es mi condición como conductor entretener al cliente, disimular mi miedo cuando la madrugada azota ¿Qué pasará por su cabeza? Su mirada fija en la ventana, no me escucha. Consumido en un amplio callar. Gimotea algo, tan poco que casi no lo percibo. Pero yo se que llora. La ruta que escojo no es muy larga. Tal vez pueda sacar algo en su despiste, en la sumisión de su cavilar no sé en qué. Presiento que será una buena noche. Gente solitaria a la deriva de sus sentimientos. Hoy he tenido suerte, la suerte de no coger a esos gamberros, a esas gamberras que luego te pagan con amenazas y tentaciones groseras. La noche. No sé por qué me gusta trabajar a estas horas. Será la calma de la carretera, caravanas inexistentes, luces de farolas que acogen mi conducir a medida que la radio suena y suena. Me gusta. Me gusta escuchar esa voz, esa melodía retumbante en mis ventanas cerradas. Solo yo y la radio. Qué agradable es la voz de la locutora, de una sutilidad que estos tiempos está podrida. Y llegamos al hotel, paro. Me da un billete de veinte euros y se va. No quiere la vuelta o está tan inmiscuido en preocupación que no se da cuenta de lo que ha dado. Me da cierta pena. No arranco hasta que entra, esto no ocurre todos los días, es un caso excepcional. Pongo el motor en marcha y sigo y sigo en busca de clientes. Todos no serán como este hombre apagado. Cualquiera sabe lo que me espera en la siguiente ruta. Por lo menos hoy voy con el pan bajo el brazo a mi casa. Me ha ido bien la noche. Esto no es siempre igual, situaciones críticas induciendo a la desgana, al continuar en esta profesión. Quiero quitarme de mi mente a ese hombre mortificado. Alguien me para, una pareja. Dos chicas ¿En qué estado estarán? No creo que sea igual que ese hombre dejado hace un momento…


7
Presente. Sí, está presente enlazada en el aseo, en la meticulosa tarea de recoger esta casa a golpe de fregonasos. La siento en su vaivén imparable, osado. Yo, aquí, con cierta quema de mi fortaleza. Estoy resacada. Me apetece dar una vuelta. Miro el reloj y su tic-tac, tic-tac me dice que avanza para las cuatro de la mañana  ¡Qué estúpida he sido¡ Me avergüenzo de haber cogido esta borrachera y más que ella lo sabe. Tomaré vuelo, intentaré incorporarme de este sillón y la abrazaré. Tengo ganas de salir, da igual la hora. Necesito por unos momentos aislarme de estas paredes embarradas en añejos recuerdos. Recuerdos sumidos en la tempestad de la hipocresía, en los tormentos de la ignorancia. Ahora, libre...ella, aquí. Silenciosa, serpenteando de un sitio a otro como si no existiera. Ánimo, me digo. Que la verticalidad sobrevuele mis piernas e ir en su búsqueda, callada. Miro el reloj de nuevo, las horas no avanzan su tic-tac, tic-tac me retuerce. Me gustaría que este día diera ya su comienzo y su fin. Comenzar una nueva ruta donde el nacer de las sensaciones y emociones fragmentarán el ayer y lo alejará, lejos, muy lejos…Tengo náuseas. No debí beber pero estaba sola, no sabía cómo cubrir mis sentimientos hacia aquel que se marchó. Y limpia y que te limpia. No sé lo que hace. No creo que yo haya evocado tanto destrozo. Quiero llamarla y mi voz desciende en vertiginoso campo de la fatiga ¡Qué débiles somos¡ Somos resonar de impíos cuchillos que en unos minutos puede desvanecer nuestra lucha. Tenemos que ser nosotros mismos aunque nos abofeteen, aunque avalanchas de estupideces nos cerqué para hacernos caer. Creo que ya me sostengo en pie  ¡Laum¡ ¡Laum¡ creo emitir su nombre. Sí. Sus pisadas certeras se acercan, vienen con la valentía de elevarme ¡Qué horror¡ y yo en estas circunstancias: desnuda, aborrecible, apestosa ¡Qué hacer¡ No hay remedio…qué venga, qué venga. Para qué esconderme, ella está bajo mi techo. Tic-tac..tic-tac, el reloj parece acelerarse en mi llamada. Las cuatro y media. Miro a través de la ventana, la luna sigue ahí. Parece mi guardaespaldas, me protege.  Sus ojos…sus ojos veraces me miran, no me interrogan como si ya supieran todo esto ¡Dame la mano Laum¡ Me siento arrinconada en las densas tinieblas de alas arrancadas en el mecer de los años. Ya no puedo más. Hoy ha sido el final de este camino rebozado de ortigas sobre mis manos y ahora…Sí, ahora ¿qué pasará ahora? He marchitado una existencia, la de él. Déjame respirar. Inspiro y espiro, espiro e inspiro y solo la memoria me trae a él. Por dónde andará, decaído, confuso. Perdóname Laum, no te hice caso. Los prejuicios de esta sociedad son aliento feroz que he temido. El miedo. Sí, el miedo al qué dirán no por mí, sino mis allegados. Sufrimiento. Demasiado, la repulsa me da vértigo, me desmorona en sentido de la ausencia. Sí, has café, creo que me ayudará. Me sustentará por el momento de este hiriente malestar.






8
Se endereza, desnuda presiente mi llegada hasta ella. Sigo en la sutileza de mis huellas en este piso húmedo. Ahí está, frente a la ventana, mirando la plateada en todo su brío.
Ella ya sabe que estoy en este salón, no se da la vuelta sigue y sigue ensimismada en su luna redonda. Tal vez la timidez, el azorar de ser imprudente la asusta. Me acerco con cierto palabras en mi cabeza “ Te juro Anne que nada saldrá de aquí. Conservaré nuestro secreto bajo un sótano impensable a los demás. Estoy aquí, tras tu espalda ¡La belleza ronda tu piel pálida, frágil. Te juro que seremos una mientras a puerta cerrada andemos juntas por esta casa. Después, dos, cada una tomará el rumbo de la vida cotidiana. Pero nos volveremos a encontrar, así, solas con la mirada fiel de los astros. No, no diré nada. A nadie le interesa nuestra vida solo a nosotras” . Pongo lentamente mi mano sobre su hombro frío, muy frío. Ella se estremece, se gira. Sus ojos vuelan a través del mutismo, del cansancio. Busco y Busco, no hallo nada…a ras de sus manos queda la maléfica cicatriz del pasado¡ Qué hacer¡ La abrazo, sus brazos caídos indican que su voluntad es pésima. Venga , mujer, le digo. Salgamos de aquí, de esta casa tétrica, esbozo de estaciones mal logradas. No se mueve. Me dirijo hasta su habitación desordenada y cojo algo de ropa. Se la llevo y se la deposito en el sillón. Ella sin prisas se viste, se abriga. No dice nada. Pongo mi mano sobre la suya y la llevo afuera. Ella no se resiste, se deja llevar. Un taxi, lo paro. Subimos y le digo el lugar que deseo ir. Lejos, muy lejos donde  la pisada de  la humanidad deteriorada sea irreconocible. Lejos, muy lejos donde los pinzones azules duermen en el balanceo invernal. Lejos, muy lejos donde los pinares silban a la vida cuando el viento canta. Lejos, muy lejos fuera de esta urbe que ahoga, que nos aniquila con su polución grotesca. Lejos, muy lejos donde el llanto de un niño aguijoneado de sed y hambre no nos distorsionen por unas horas. Y callo. Lejos, muy lejos donde mi beso en su cuello sea culminante caricia del reverder de su mirada. Mirada ofuscada. Mirada perdida. Mirada opaca. Mirada de pozos cubiertos de lodo. Todo es silencio. El taxista baja la emisora, me escucha. Debe pensar que no debemos estar muy bien. Sí, en plena madrugada dos mujeres una con rostro de cenizo y otra con el empuje de la incertidumbre. Me callo. El taxista sube otra vez el programa que escucha. No sé si Anne le molesta. Está inerte, sin ganas. A mí no me entorpece, me da lo mismo. Para allá vamos. Traspasamos la ciudad, todo es oscuro. Constelaciones nos persiguen en nuestra ruta a la cumbre ¿Y por qué este lugar? Será que allí nos conocimos en una jornada de chubasco febril. Quiero rememorar ese instante. Instante eterno que en su memoria volverá a flotar…¡Ay Anne¡ Lucha, vence...




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Las cinco.
Son las cinco.
Carcomidas sentencias
Habitan en el ayer.
Aislado.
Estoy aislado.
Luces devorando.
Madrugada insomne
Lanzada al vacío.
Cotidianos revuelos
De farolas
Al encuentro del desahuciado.
Marchito.
Me hallo marchito.
Roca rajándose
En mis sienes
Con el estallido
De las garras del adiós.
Oh no,
Me abraza la duda,
Me abraza el cimbrar
De un viejo paseo
A través de angostas sendas
Donde  arboledas rajadas
Se desploman sobre mis manos.
No, no puedo dormir. Me siento angustiado, desvalido, desamparado de todo lo que se cocido en mi reconditez. Hombre pobre de verdad, su verdad. Llueve. Otra vez la llovizna deforma la serenidad que quiero alcanzar. La siento golpear los cristales de la ventana de este miserable hotel. Desnudo, solo una toalla enrollada esperando el secar de la ropa para irme cuando el alba me indique los pasos a seguir. Mientras no queda otra. Escribir y escribir. Eso que he hecho toda la vida. Será un poemario triste, sin nada de esperanza, cerrado para aquellos que quieren saber. Ella no existe. Ya no …solo es una demacrada figura en el con la sombra del pasado. No sé lo que me pasa. Siento que me llama, que me llama. No es el eco de las gotas al caer ¿Me estaré volviendo loco ante esta situación? Olvido. Sí, que olvido se apodere de mí y me lleve por la ruta incolora del fenecer. Me miro al espejo. Veo un hombre caer, un hombre de ojos blancos como el deshielo desplomarse ante la celeridad del recalentamiento ¡Ojos blancos¡ Ahora me sudan las manos y mi vitalidad siente escalofrío ¡Aléjate de mi¡, grito al espejo. Mi puño quiebra una imagen lamentable, mi puño sangra y sangra. Me encuentro mejor. Me enrollo papel higiénico en mi mano. La sangre no cesa, sigue su andadura pero no hay dolor. Ya no hay nada. Me siento en el sillón, continuo.
Ocaso precoz,
Heridas lamidas
Por el terror
Anclado en mis sienes.
Te busco, te busco…
Ya no estás.
Agujas oprimen mi pecho.
Respiro.
Respiro el haz voraz
De su atmósfera.
Mariposas.
Mariposas blancas
Son visita.
La muerte, la muerte…



10
Ya hemos llegado. Laum ¿por qué me has traído aquí? No entiendo. Estamos encima de un mar de nubes grises, el firmamento respira calma con el fragor exuberante de una luna que no se va. Contéstame. Sé, que he errado en los campos donde cernícalos anuncian la muerte. Sí, he muerte. Pero ahora vuelvo a resurgir, a erupcionar en esta cima donde el helar aniquila mis huesos. No me importa, habrá otros que esto es constantes en su fuga por el bienestar y la esperanza. Refugiados en el ambiente equivocado, el egoísmo tizna al ser de una existencia mediocre, austera. Pienso en esos niños, en esas madres, en esos ancianos que recorren miles y miles de kilómetros para llegar a trincheras de hiel, trincheras de sangre contra su persona. Somos todos humanos, tenemos los mismos huesos solo nuestra mirada al mundo es diferente, nuestro razonar ante lo que viene, ante lo que está. Tenemos que aprender a respetar cualquier idea, cualquier Dios origen de las entrañas de esta esfera. No sé por qué te digo esto. Es lo que pienso. Será la resaca. Ambulo por petrificadas colinas del saber, la duda me caricia y su desdén me aprisiona. No nos entendemos. Con lo sencillo que es charlar en el girar y girar de los días, de las noches, de las tardes. Ahora recuerdo. Sí, aquí nos conocimos. Yo perdida en una cueva de nuestros ancestros, había claridad. No sé que me dio por meterme. Tú de excursión con otros compañeros. Yo sola. Tu acompañada.  Yo asustada. Tu segura. Y comienza la danza de la atracción, del manar un magnetismo que hasta hoy en día es erecto. Te quedaste conmigo no sé por qué. Tus amigos se fueron, seguro que en sus mentes tú eras reflejo de fortaleza, de confianza. Yo desquiciada. Tu serena...tan serena que tus ojos al cruzarse con los míos me sosegué. Y venga la paz ausente, despreciada por mí en aquellos momentos. Pienso, que fue instante adecuado, el preciso estar y saber estar en el lugar adecuado. Aquí, donde estamos ahora. Y venga el beso. Sí, ese beso a ras de mi cuello como enigma de tu esencia. Me estremecí, me estremezco ahora solo recordarlo, alberga cada tiempo del atrás. Me miras y en tus ojos observo la alegría. Me conoces bien. Aquí los pinares, el submundo magmatico que alienta estas islas. Islas nacidas de las profundidades del océano. No pertenecemos a nadie y al mismo tiempo somos de todos. Lugar de paso para aquellos bailadores de la libertad. Bésame, así, como aquel día…por qué no. Y vienes, y me abrazas al calor de las estrellas del cosmos. Este cosmos desconocido, bello, magnífico. Bésame, así, con las alas verdes de nuevas singladuras en el fin de nuestros días.
11
Mana el crepúsculo. Un cielo matizado de violetas anaranjados sabores nos visitan. Lo necesitamos que nos acoja en su calidez. La danza de los pájaros comienza, la hermosura perfecta de la madre naturaleza. Por qué destruirla con cemento tras cementos. Pinares que suspiran y el aliento de lavandas nos da el empuje para ese beso que me pides. No hay nadie. Te alegras...así en la intimidad de mis labios acariciando tu cuello como aquella primera vez. Remontamos las montañas añejas y nos alojamos en el pico más alto. Un roque nos vigila, nos mira con estática sonrisa. Te veo mejor. Qué la madre tierra te colme de olvido y a la vez te hinche de esos recuerdos tiernos, agradables, corcondantes con el resurgir de la vida. Somos destino, lo marcan las agujas del tiempo. Me gustas cuando cierra los ojos por qué desciendes a esa pequeña reconditez de mi corazón, me gustas como te aproximas en la verticalidad de tus pilares por qué aceptas. Sí, somos destinos, no lo podemos tachar, censurar nuestras almas a la desdicha. Aléjate de todo mal. Mira, mira …ahí vienen los espíritus del alba coreando nuestra antigua canción ¿la recuerdas¿ ¿Duermes? Mis labios rozando tu cuello. Estamos adheridas a esta tierra, a estas raíces en la profundidad de nuestro querer. Ya sé que todo ha sido angustioso hasta llegar aquí pero hemos llegado. Anda despierta. Alcemos nuestros brazos a esa bóveda agarrada a estos momentos del estallido de la felicidad, de la armonía. Libres, somos libres. Déjate llevar…no hay nadie. Caminemos al ritmo de la brisa que viene, ella nos dirá que hacer. La aventura de esta bóveda celeste nos impulsa a ser una. Llevo esperando hace mucho tiempo. Tú no te dabas cuenta pero yo sí. No te preocupes ahora, las estaciones bajo mis ojos te sanaran ¡Viva la danza de los espíritus de nuestros ancestros¡ Aquí demostraban su valentía. Sí, somos valientes al escalar esta cumbre sin temor. Gritemos, escupamos la prisión que nos retiene y avancemos hacia el amor ¡Ay el amor¡ Te quiero Anne aunque te sienta aun algo lejana. Abre los ojos y mírame. Dame tus labios ¿Estás dormida Anne? No, no disimules. No desvíes la realidad en el resonar de una ventisca con malicia. Venga, despierta. Ya sé que te gusta. Tu terso cuello. Lejana...lejana como las mareas reas de tierras donde la miseria las nutre, lejana como el ayer muralla de nuestros sentidos. Abre los ojos y mírame. Dame tus labios ¡Ay el amor¡ Caravanas de tibios rayos solares aterciopelados nos acuesta. Me miras, tus ojos me alumbran, tus labios se aproximan con la lentitud de un invierno que se va. Aquí estamos, solas. No hay nadie. Libres, somos libres. Fuego recreándose en nuestros vientres y la desnudez de nuestros cuerpos tendidos en la inmensidad de esta catedral de la naturaleza ¡Ay el amor¡ Acompasado sendero que nos sigue. Así somos, no hay vueltas en la paz ahora emergente en prender del beso, de la caricia...



12
Y de golpe la luz incide en este taxi. Voy a mi casa. Hoy no veré a mis hijos antes de irse a la escuela. Me da lástima, una especie impotencia que me abate. No, no los veos. Estúpido trabajo. Estúpidas mujeres. A quien se le ocurre ir a la cumbre a tan precoces horas. La bajada ha sido dura. Serpentear por estas carreteras ya con la radio apagada y dando bocinazos. O duermen o no están cuando llego. Niños sin padre me considero yo. Solo su madre es vertical educación en ellos. Extrañas mujeres. Para que concurrir con el final del invierno en esas alturas. Serían amantes. No es que tenga prejuicios, pero se me hace raro que dos mujeres sean nido del amor. Había algo que no me gustaba en ellas, era como si fueran huída acelerada. Por qué huir. No entiendo. Cada uno es como es aunque parezca contradictorio a nuestras creencias. Ahora me espera mi mujer. La dibujo en mi cabeza con chillidos que toda la vecindad escuchará. Me echará la culpa a mi todo. Soy culpable de no atender a mis hijos. Soy culpable de no escucharla. Pero está tan arisca cuando llego que caigo y caigo. Hola Evum. Su espalda es señal de que algo no marcha bien. Vete, me dice. Me pregunta donde he estado ¡Qué responder¡ El trabajo, el traer algo de dinero para proseguir en la educación y manutención de estas paredes que ahora me engarrotan. Da puñetazos sobre la mesa de la cocina. Acuéstate, me dice con desprecio. Me siento cobarde, soy no más que el barro que piso. Vago hasta la habitación. La cama está sin hacer, qué más da y me tiro en ella.  Intento explicarle que ha sido una noche muy agitada, seres antagonistas a mis ideas han pisado el taxi y yo he de cumplir. Por muy distintos a nosotros que fueran eran buena gente que incluso me ha dejado una buena propina. Ven Evum, le digo. Da un portazo y me deja el café sobre la mesilla donde el tic-tac de un reloj me marca los años que me queda de esta manera de existir. Y mis hijos, tengo dos. Dos pequeñines que pasan y pasan tiempo en el colegio. Yo los veo poco solo cuando libro. Hago un esfuerzo y los saco al parque, donde ellos quieran. Después la distancia por el trabajo, es injusto. Sé que ella lleva todo yo, de aquí para allá en busca de un cliente. No comprende que tengo que mantener esta casa, nuestros hijos y a ella. La irá se desata, escucho el romper de platos en la cocina mientras friega. No, no puedo descansar, perturba mi tranquilidad. Me levanto y voy a la cocina. Sus ojos cegados a los míos. Le dejo los billetes al lado de ella. Los escupe. No sé por qué siento dolor, siento descender en el enojo y le grito. Sí, grito. Yo…sí yo, en esta mierda de ciudad buscando tu bienestar, el equilibrio en esta familia y tu escupes…¡Sí escupes lo que te doy¡ Estoy harto, muy harto de esta situación. Malagradecida, eres una maldita mujer. Ella calla. Me voy y me vuelvo acostar. Me arrepiento de estas palabras será el aburrimiento de idénticas jornadas, siempre lo mismo. Me da rabia su opinión, que esto en la carretera en busca de no sé qué. Desde la cama veo el día. Hoy será limpio, sin nubarrones y vientos infectantes más de mi contrariedad. Respiro hondo, intento calmarme y en esa calma encuentro el necesitado letargo.



13
Al alba, al alba
Luces invernales
Seduciendo las neblinas
De un ayer hambriento,
Jadeante en el deseo,
Derrotado en el ocaso.
Solo, virgen estallido
De mis sienes
Bajo el influjo de lo novo.
Al alba, al alba
Trozos de hielo seco
Entorpeciendo mi razón.
Me yerto
Banderas negras
Sacudiendo mi estancia
Perecedera bajo esta lámpara.
Situado frente a la ventana del hotel medito el ronroneo divergente del pasado. Frente a la ventana me estimulo, soy impulso de un nuevo día mecido entre lo pesado y la agilidad de mis ojos en ser vertiente de un nuevo designio. Frente a mi ventana contemplo los coches que pasan, de las pitas para llegar al trabajo. Una plaza se extiende más allá de esta avenida. Estatuas de mármol blanco desfilan inertes al son que los pajarillos buscan el despertar, el sosiego después del estrés de la urbe. Estoy con un albornoz escribiendo, escribiendo frente a la ventana. La luminosidad de la jornada me da cierto ánimo de desplegar mis pisadas en su invisibilidad. La ciudad acoge al astro rey, arboledas brincan en su verdor disipado días atrás. Estamos en una isla que todo puede ser. Su climatología se fracciona según el momento, según el espacio y el paisaje variado nos da una riqueza indiscutible. Respiro de ella, de ese sol, de esos árboles, de esos automóviles, de esos pajarillos, de esa estatua engarrotada en el tiempo. Siento satisfacción en estos minutos, ella está feliz, lo presiento. Ha descargado todo ese fardo de púas, de agujas que cincelaban su rostro demacrado. Estará con su amiga, qué más da. La vida es así. Tenemos que volar en la dirección de los vientos fuertes que brotan en nuestra reconditez. Me ocuparé ahora de mis cosas, independiente, en el círculo de nuevos amigos, amigas engendrándose en mis brazos abiertos. Sí, me olvidé con ella de vivir más por ahora no quiero pareja, no quiero de amores. Eso es lo que me has dejado Anne después de tantos años. Sigo con mi libro.
Presente.
Aroma expandido
En las vías del callar.
Brisa eviterna.
Suculenta lucha
Entre los estados del vacío
Bajo los ríos secos.
Infieles cometas blancas
Al encuentro de la paz.
Todo es herrumbre
En el hueco deshecho
De la tibieza de sus manos.
No me rindo, seguiré en el flujo de las mañanas. Cada una diferente, prometedora supongo. Frente la ventana me veo. Gracias y bienvenido sea este día. Hoy reposaré aquí en este hotel. No iré al trabajo pondré cualquier escusa. La escusa de la degradación de una persona ante la sorpresa nefasta. Pero me encuentro bien…no sé, me he quitado algo de encima. Mejor frente a esta ventana donde el parloteo de la ciudad me conmueve, me dice de avanzar, de madurar. No entiendo, madurar en el dolor. Será así. Sí, crecemos en el aprieto, en la dejadez del bien. Me sonrojo frente a esta ventana. Aquí, hablando solo en este hotel. Tocan a la puerta, será la camarera. Se me olvidó poner no molestar. Aun así dejo la ventana y me dirijo a la puerta. Me detengo, dudo y abro. Espere un momento que me vista, le digo. Cierro la puerta, ella seguirá en otras habitaciones hasta que me haya marchado. Muchacha joven. Recogeré un poco todo, no me gusta abusar. Miro la habitación, todo bien. Pongo los poemas dentro de la maleta y la cierro. Pantalones vaqueros, camisa, jersey y me voy por unas horas de mi mundo, de mis pensamientos. Iré a la plaza que está frente mi ventana.



14
Flores y más flores ante mi entrada de este mercado cerca de mi casa. El ya duerme después del jaleo de todos los días. Discusión, tras discusión ¿Por qué habrá elegido ese trabajo? Ya sé de la situación difícil que estamos viviendo. Pero me paro ahora, no es mejor esperar. La necesidad no es tanta ¡Como me gusta el olor a gente en este mercado¡ Es temprano y todos los puestos abiertos. Hoy lo he encontrado enfurecido me ha dicho malagradecida como si yo lo obligará. El taxi es muy duro. Horas y horas vagando en la nada de una ciudad al encuentro de algún cliente entero pues es peligroso, no sabes a quien subes en tu auto. Compraré algo de verdura, algo de fruta y no sé si pescado o carne. Esa es la cuestión. Pasaré a ver qué pinta tienen. Aquí es todo fresco. Me gusta el color, el aroma del mercado. Me siento libre, no como esos grandes comercios que te agotan, parecen echarte. Ya estoy tranquila. Sí, margaritas. También llevaré unas margaritas para el comedor. Margaritas y margaritas, las verá cuando levante. Sí, cuando la noche retorne a nuestro hogar. Los hijos ya acostados dirán y papa y yo siempre contestará lo mismo trabajo y más trabajo cuando libre estará con ustedes todo el día. El no comprende que me paso el día en casa, que ya casi no me relaciono con nadie solo con el eco de la radio dando noticias y más noticias horribles, agrias a la sensibilidad. Yo también trabajo para que todo esté en su orden. Que si la limpieza, que si la comida, controlando la economía, abasteciendo los pilares de esta casa, que si coser algún botón. El no lo ve. A veces me contrarío y no me entra ganas de saludar a nadie, ni ahora que estoy en este mercado. Compro y me voy para preparar la comida antes de que lleguen los niños. Ñame, batata, papas, ajos, berros, judías, zanahoria, calabacines…no sé si me faltará algo para el potaje. Bueno me largo de aquí la furia de antes me ha dejado destartalada, confusa. Todo es silencio bajo este techo, el duerme, de aquí escucho sus ronquidos. Voy un momento a la habitación. Lo miro y ante mí el amor. Me remuerde las sienes, no debí enfadarme con él pero lo veo plácido, tranquilo, manso. Ya se le habrá pasado. La radio, la radio…pero que dice, ataques químicos. Me da miedo. La atmosfera frágil que nos envuelve herida. Muertes y más muertes. No. No. No estoy de humor para escuchar los descalabros de la humanidad ¿Humanidad? Acaso nos podemos llamar humanos o ser animal de origen aberrante. Espero que esto no termine mal. Muchos catastrofistas anuncian una tercera mundial. Ya no me extraña nada. Voy a por el potaje de berros pero antes zurzo un pantalón que me ha dejado Pano aquí. Ay este padre de mis hijos…es un desastre. Todos tendríamos que aprender a coser. Sí, nuestros odios, nuestras venganzas, nuestras heridas. Y coser y coser mientras viene a mí un soñar, un soñar con mis ojos en estas paredes de la cocina. Soñar y soñar de la espera hecha realidad en el surcar de nuestros deseos. Soñar y soñar lejos de aquí, del mundanal bullicio de una ciudad que con sus bocinazos y ruido me consume a un estado de aislamiento. Soñar y soñar de vergeles bienaventurados donde niños y mujeres crecen en la esperanza, en la paz. Soñar y soñar que el despierta y viene a mí, me besa las mejillas y me dice todo ha cambiado. Soñar y soñar que mis hijos crecerán en una sociedad sin el dolor de los acantilados rasgadores al daño. Soñar y soñar en un árbol plantado por nosotros y que después las generaciones venideras puedan recoger su fruto, no podrido sino exultante en la libertad que gira y gira en torno a las hogueras del bienestar. Soñar y soñar que nuestras sensaciones no sean violadas por las agrestes noticias del día a día. Ya he terminado. El viene. Hola, me dice como perdón por las yermas palabras de antes. Me besa en la mejilla y yo sueño que soy feliz. Coge su pantalón y se marcha. Otra vez a su labor, de parada en parada a la espera de alguien. Soñar y soñar el término de todo esto. Lo quiero aquí, conmigo, con mis hijos. Todo esto es muy duro y más duro para él. Ese odioso taxi. No queda remedio, no hay otro trabajo. Soñar y soñar en el solaz de una ruta  guiadora de nuestras manos juntas a todas horas, en todos los instantes. Pero no. Aquí estoy preparando la comida, el ya fugado de mi  vista, en la calle. Me arrimo a la ventana, lo observo. Su agotamiento impera, es borrasca que lo lleva a la decadencia, a la masacre de su razonar. No, no hay tiempo. Coge su taxi y otra vez sola ¡Sola¡ Soñar y soñar...Coloco el ramos de margaritas, las miro, acaricio cada pétalo blanco como fe del cambio y dejo de soñar y soñar…Si abandono este lapsus que me ha emancipado de lo real. Seguro empiezo a preparar la comida. Cortar y cortar. Yo sé lo que cortaría, esta rutina. No quiero apagarme, hay que ser vertical, veraz. Yo ama de casa me declaro sumisa al rigor de lo cotidiano. Yo mujer de sus labores me declaro esclava de esta atmósfera, de este techo. Yo mujer nacida para servir me declaro harta del ahora. Yo mujer tengo frío, una gélida mañana me vence, me derrota ¡Sola¡ Ocuparé mis pensamientos en los mismo de todas las jornadas. Pero hoy no puedo. Quiero soñar y soñar. Mi cabeza parece estallar, golpeo la mesa con este cuchillo y me desahogo.  Y soñar y soñar en lo venidero. Lloro. Golpeo y golpeo hasta sangrar la palma de mi mano. Sangre corriendo. Voy al baño, abro el grifo del lavamanos y la dejo ir.  Con papel higiénico  me envuelvo la mano y de nuevo a la cocina. Me apresuro, la comida lleva su tiempo.
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Descendamos en este mundo raro, donde el magma petrificado trae   la memoria de antaño. Los pinares nos esperan ahí abajo y más aun el Monteverde. Piano, piano…la suavidad de tu cuello, entre ganas de ser caricia eviterna en el cruce del reverder de tus pisadas. Me alegro. Sí, gotas de felicidad en el apuro de los días tensos. Ahora bajamos esta cumbre sumergida en lo arcaico, en la fragancia pura y dura del invierno. Ha salido el sol, bienvenido seas. Captura esta imagen como escena del mañana cuando nos invadan las arrugas, las canas largas. Hoy domingo, ayer sábado, el venir de las horas nos atraviesa en la rapidez de una quietud hospedada en estas tierras. Descendamos con cuidado por estas rajantes rocas de lava, de ecos de vapor agradable al frío intenso. No muy lejos después de los pinares un pueblo. Un pueblo pincelado de blanco y tejas casadas con la vejez, con los campesinos labrantes de estas zonas húmedas. Escucha, escucha…las campanas en este callar de la naturaleza. Tocan a misa, feligreses de negro concurrirá en una pequeña ermita en oración a sus creencias. Ah, Anne vamos de mano cuando lleguemos abajo en las esferas de la plaza nos distanciaremos, seremos sordomudas a nuestro querer, ocultas a las palabras de esta gente que goza de otros ritmos. Mira, mira…el océano se distingue apenas, otras islas dejamos atrás a medida que la arboleda se enraíza a nuestros ojos, a nuestras manos. Ya sabemos el sendero, siempre el mismo. El balar de ovejas se aproxima, se escuchan ladridos y más atrás vendrá el pastor de la cumbre en su ruta diaria. Te hacen cosquillas, una gracia de observar estas costumbres censuradas en la ciudad. Aire que respiramos. Aire que nos cubre de viveza. Aire que destruye todo mal. Ah, Anne por ahí viene el pastor, separémonos, solo andamos de paseo temprano por estos lares. Ello te hace sentir bien, lo oculto de nuestro amor. Te sientes cansada…pues sigamos. El rumbo de este lugar enaltece a las almas vivientes en la verdad. Ya tenemos el pueblo cerca, muy cerca. Ha merecido esperar. Ha merecido vagar en el noctámbulo de los astros. Ha merecido nutrirse de este apartado sitio.  Si, ya sé, no hemos comido. Seguro que aquí habrá un bar donde que nos enganchar de nuevo en el sentido de nuestros pasos. No…no hay prisa ¿Para qué? Aquí se ha detenido el tiempo, aquí hacemos una pausa hasta mañana. Te sientes cansada Anne…ya estamos. Todas las gentes del pueblo deben de andar en misa. Ventanas cerradas. Puertas cerradas. Lo gélido y hermoso. Lo hermoso y gélido. Esperemos aquí sentada en este banco de piedra viva. Mira al fondo todo lo recorrido, parece increíble. Solo hay que andar, firme…muy firme. Ella inundada del callar pero sus ojos juegan con el esplendor, con la agudeza de la calma. Una brisa suave viene. Mensajes terrenales que nos dice que nos quedemos aquí. Sí…te imaginas Anne levantarte por las mañanas y ser solo soplo de la bondad de esta tierra. Ya, asientes y con ello el sueño dulce de nuestro futuro se vierte aquí. Compraremos una casa y un pequeño trozo de terreno, con tus conocimientos y los míos podemos sobrevivir. Sí, aunando nuestras fuerzas en la suma de las jornadas. Ya salen los parroquianos. Vamos aquel bar frente de nosotras para ingerir algo después continuaremos errantes hasta bajo nuestro techo. Nos queda un camino extenso. Mujeres de luto con rosarios en las manos, hombres apoyados en el bastón. A la sombra de los almendros pintando toda esta estampa se sentarán y hablarán y hablarán.  Historias desconocidas por nosotras, por ellos. Por esta esfera huidiza del equilibrio. Aquí se aposenta, estableciendo lo cotidiano en armonía y belleza. Sí, nos vendremos a vivir aquí, creo que nos harán hueco.



16
Perecederos sentidos abatiendo la luminosidad de la mañana. Vivo con el destino en una maleta por terminar de deshacer. Vivo sin rumbo, en este hotel ahora donde la sonoridad de la ciudad me abre hacia un nuevo sendero. Cemento y más cemento, es lo que necesito para hacer el borrón de lo de ayer. A quien llamar, mi móvil no tiene ni batería. Incomunicado cavilo en el que hacer. Mi mente rota ávidamente, en un desorden que me hace sentar y escribir y escribir. ..
Roto viento ven
Con el quejido
De alas desplumadas
En gris.
Sutil aventura
Oscurecida
Por la fetidez
Del grotesco aliento
De su cabello.
Temblor.
Dilema.
Cobertura oxidas
De sonatas evadidas.
Muerte.
Vida.
Palpitante engendrar
Del desapego
De mi corazón.
 Romper o no romper. Corregir o no corregir. El primer impacto es lo que queda, lo que vale. Ni romperé, ni corregiré. Así lo dejaré como revoltijo de mi estómago. Me encuentro pesado, agotado. Cuando llame al editor le diré de su publicación, lo necesito. Necesito el expulsar el mal gusto de mis sentidos. Me tiendo en la cama y mis ojos estáticos contra un techo de hotel. La habitación es pequeña y es mejor así. No necesito grandes espacios para librarme de este amargor. No quiere llover hoy, larga son las sombras marrones que me tiran y tiran.
Y creía.
Sí, creía en el brotar de los besos
Desalojados de mortecinas figuras
Andantes tras de mí.
Y creía.
Sí, creía en el fragor imperecedero
De la nobleza de las almas
Bailando al sobre mis hombros.
Y creía.
Sí, creía en la ausencia de la fragilidad,
En la distancia de féretros
Planeando a ras de mi vientre.
Te busco y no te hallo. Mi mano se extiende sobre estos papeles esculpiendo lo que me has dejado, ojos amarillos en los agujeros infinitos del delirio. Me restablezco y sigo mirando este techo de la nada, aquí en un hotel moribundo en el centro de la ciudad. Me levanto de nuevo coge mi maleta y guardo mis cosas. Me visto y aceleradamente me voy. No sé a dónde pero lejos de este sitio, se me hace insoportable, apestoso. Solo. Yo y mis versos anudados a lo sucia que es la vida. No me entiendo. Yo asentía, pero hay algo que me lleva a ti. Sí, a ti Anne. Ven, te digo. Mi cavilar se esfuerza en traerte. Ven, te digo antes que el cruce entre la noche y el día me destroce más y más. Estoy aburrido, con el tronador desprecio. Y es que cuesta, cuesta olvidar.





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No hace más de unas horas que he vuelto a casa, ya me voy. Con hombros caídos resbalo en la ciudad hacia mi taxi. Conducir y conducir…girar el volante, marcar el embrague en los cambios de esta monótona urbe. Calles somnolientas en el invernal roce del domingo. A quién subiré…quien se postrara en el asiento y me dará la señal a donde quiere ir. La blusa que llevo es azul, no me gusta pero está planchada, limpia, su aroma me lleva hasta mi mujer. Comprendo su hastío, su hostil vida entre esas paredes blancas. Ella sola todo el día, solo cuando los niños le vienen un halito de alegría contagiosa. Me viene ahora a la cabeza su rostro, relajado, ensimismado en ellos. Gracias a los pequeños resurge en cada despertar.  Aguanta…aguanta mujer. Tuve que dejarla que ella fuera trabajar pero llegamos a un acuerdo. Tu o yo…yo o tu…los niños no pueden crecer, educarse en el tildar de los desiertos que se perciben actualmente. Necesitan a la madre, al padre o lo que sea cercano a ellos para erupcionar como hombres, como mujeres. Hoy no he descansado mucho será esa asquerosa bronca. Siempre igual. Pero sé que me quiere, sé que la quiero solo momentos de irá balanceada por el silencio de nuestros ojos. Poco nos vemos solo un hola y adiós…un adiós y un hola. No, no hacemos vida. Trabajar y trabajar para la verticalidad de los años futuros. Hoy no hay nadie en las aceras. Todo huele a muerte, una muerte que no sé por qué se encumbra en los días festivos. Enciendo la radio. Una voz dulce me llena. Quiero regresar a casa y lo hago. Retrocedo, aparco. Subo escaleras, siento el rumor de los niños que ya han despertado. Aquí estoy querida mía ¿Y los niños? Ella hace como que no me escucha y sigue cosiendo y cosiendo alguna ropa de ellos. Yo los oigo…¿Y los niños? Nada, voy hacia donde están ellos. Papi, papi…me dicen. Están jugando, saltando en sus camas mientras se tiran las almohadas. Sonrío. Están contentos. Vamos pequeños, vamos a dar un paseo…en el taxi, en el taxi…me dicen. De acuerdo, contesto gratamente y nos retiramos fuera de la casa. La invito a medir. Sigue muda, orgullosa. Pero sé que me ha perdonado. Espléndido es el día. Un astro rey chillón llevándose al frío metálico. Pasearemos bajo el. Cada uno por un lado me coge de la mano. Para ellos esto es gozar y sé también que para ella también. Siento que alguien nos persigue, sin miedo miro para atrás. Es ella que también viene. Viene con prisas hasta alcanzarnos. Le pregunto a donde quiere ir y no responde, le da igual en condición de estar todos juntos. Suplico a esta bóveda celeste mantenerse tal como está. Qué el sol no se vaya, luminosidad limpia y agradable para la dureza de esta estación. Miro a mis hijos, nunca los había visto así. Ella y yo…yo y ella y nuestros hijos. La dicha recae sobre mi espalda y me hallo en plenitud. Todo va bien. Hemos decidido no montar en el taxi sino caminar hasta el parque más próximo, allí tomaremos un café mientras los niños se divierten en los juegos, en lo que exista. Orbitar a la lumbre de su mano, de su mirada. Mi dama, mi esencia en las sombras de lo que se va escenificando, pasando. Fotogramas del hoy…



18
Ha vuelto, me habla y habla. Yo aquí resignada cociendo un vuelto de pantalón de él. Coge a los niños y se va. Me detengo por un momento y después cruzo esa puerta y escaleras abajo los sigo. Quiero ir con ellos. Los alcanzaré y unidos iremos a ese parque donde los niños puedan jugar mientras  meditamos en la llanura franca de un océano quieto. Ya estoy al lado de ellos. El serio pero se de esa emoción después de una discusión terminada en buenos vientos. Aunamos nuestra energía, despacito entramos en ese paraje donde arboles de no sé dónde y cascadas artificiales embelesa a los viandantes. Dejamos a los niños y nos sentamos de espaldas mirando el mar. Ese mar emancipado de nuestros quebrantos, de nuestros apuros. Sencillamente lo bello caricia nuestras pupilas en el sentido angosto de esta ínsula. No sé lo que sería de mi si viviera lejos de él, de este minúsculo trozo de tierra en la inmensidad del océano. Estaría rota, oxidada, cargando añejas cadenas condenada a la desidia, a la dejadez. Sí, te necesito. Abráceme con tus estrellas marinas y caracolas. Dame de aquello que carezco. Nos perdemos en toda su amplitud, en todo su afable fragancia. Me gusta, me gusta su olor. Sal y algas cabalgando en su inmersión en los viejos barcos.  Mis hijos vienen, se sientan con nosotros y me digo que estarán pensando en vernos juntos…hace tanto tiempo…Felicidad, amor, compasión describen sus ojos y se quedan al lado nuestro, callados, disfrutando de la perfección de este mundo. Galopo en sus destinos, todo está tan mal. Violentos espíritus succionando de este globo. Nos matamos, nos herimos, nos odiamos. Todos…si, todos. Un gato escuálido y gris pasa ante nosotros, los niños lo señalan y ríen. Les hace gracia. En el allí y ahora, más allá del horizonte, pueblos horrorizados por bombardeos,  inocentes que no se pueden defender del exterminio que se lleva a cabo. Ellos no se dan cuentan pero él sí , me limpia una lágrima.  Ay esta tierra, sometida a la nada. Y buscamos y buscamos en otros misterios del universo. Qué idiotas somos. Sanar todas las heridas, todas las cicatrices, todas las carencias de este planeta…este planeta llamado azul, llamado tierra. Bosques ennoblecidos algún día se irán y nosotros no más que seremos cenizas sobre un mar difunto, sobre una esfera llameante de vacío. El mañana...el mañana de mis hijos. Juro ser vertical, asomarme contra los vendavales de la anti prosperidad e ir por delante de todos los rastros no valerosos en el resurgir de sus destinos. El mañana…el mañana de mis hijos. Yo y mi marido nos marcharemos entre cenizas proyectadas al universo y ellos se valdrán autónomamente con el devenir serpenteante de sus huellas. Baja más y más la marea. Iremos a la orilla y allí con nuestros pies descalzos chapotearemos nuestra unión, nuestro compromiso a lo largo de los años, dure lo que dure.



19
Mi lugar ¡Qué extraño¡ ¿Será aquí? En la lejanía de esa ciudad girando y girando en el ímpetu de la oquedad ronca de su sonido. Lo cierto que es grato estar, ser ave libre en busca de las dimensiones de nuestras alas al unísono. Pero no sé. Soportaría tanto silencio, la precariedad a mi vista de un océano que no siento. Sí, el callar bronco de los coches, de los bocinazos, de la charlatanería, de la hipocresía enderezada allá abajo. Yo sé que desea lo mejor para mí. Pero no…esto no. Prefiero estar bajo un techo y con la soltura de nuestra intimidad revolcarnos bajo los fuegos del amor. No hace falta la huída. Sería fatal. Tendremos que hacer frente a la cotidianidad, alejarnos de todo insuflar de las murmuraciones. Es más ya me siento mejor, quiero irme de aquí, de este equilibrio entre hombre y tierra. Los respeto, los aplaudo pero el engendrar de nuestras singladuras pienso deben de ser envergadura del cara a cara, no los ojos blanco frente a lo real. Mi lugar, no Laum, te equivocas. Sí, me gusta este amplio campo en la cima de la montaña, en la cima ajeno a los desordenes de nuestro globo. Pero Laum tenemos que volver. Ándate, antes que la noche regrese con su mutismo mortal.  Iremos como tú quieras, caminando por senderos agotados, por piedras dormidas hasta el océano. Sí, espero, cuando terminemos de comer. Nos despediremos de estas bellas personas calladamente y vagaremos por las entrañas de esta isla donde todos sus caminos nos llevan a la costa, a la costa. Da igual lo que tardemos, nos abastecemos y en alguna cueva donde los aborígenes tomaron como sagradas reposaremos. Mi lugar. Nunca sabremos de cierta manera donde está. A lo mejor está en un desierto, en una tundra, en parajes glaciales desheredados del devenir. Espero la partida a lo que yo creo mi lugar. Mi lugar, soles dorados, lunas plateadas, astros emergiendo en el regir de las leyes del universo.  No somos nada. Mi lugar, planeta tierra, es lo único sincero que puedo decirte. Una mota de polvo encasillada en no sé dónde. No quiero otro, no quiero a nadie más. Curar la sangre escandalosa de este globo es lo único. Para que más vidas extrañas en el confín del cosmos, galaxias comiéndose unas a otras, galaxias expandiéndose y contrayéndose en un caos. Mi lugar, aquí sentada, contigo. No pido más. Otros seres de otros mundos, que se queden en su casa, su lugar. Primero tenemos que resolver la matanza desbaratada de este lugar. Impresionante es el paisaje. No Laum no me identifico con él, adoro todo sea ya alquitrán como lindos los lindos boscajes que nos rodean. Es la evolución. El imperio de la masiva  tecnología del bien y el mal. Ciclos. El ser humano vive ciclos, este terminando en la estampida aborrecible del poder. No me mires así, este lugar me hace cavilar. Y ahora en estos instantes, en estos momentos me surgen ideas de este lugar llamado tierra, el mundo azul. Ay la belleza…eres bella…me atiendes y unos ojos llenos de vigor me socorren, me sanan del ayer.



20
Ando eclipsado en esta diminuta ciudad. Mis pisadas invernales me llevan lejos de ese modesto hotel. Conmigo mi maleta, mis poemas. Hoy jornada de domingo, visita desahuciada de las gentes, de las miradas. No sé a dónde ir. Solo sé la necesidad de algún sitio para sentarme. Mi techo es este cielo azulado, pincelado por algunas nubes blancas.  Iré algún parque y allí esperaré a mañana. Presiento que mi memoria se adolece, se enquista en la desorientación.  Espero que todo esto no sea más que pasajero.  Desagrado a depender de alguien mientras mis cimientos se ofuscan. Ahí el gran parque vigilante del océano. Necesito recuperar fuerzas y penetro en el hasta hallar un banco. Saco mi libreta, esta libreta donde se erige todas mis sensaciones.
Arboledas.
Sombras.
Escombros de una aurora,
Donde el retorcer de mis manos
Caen en el vertiginoso duelo
De la desmemoria.
Dolor.
Angustia.
Espíritus abatidos
Disciernen en mi vasto paso
Convergiendo con la duda,
Desparramando el todo
De mi existencia.
Ojos
Perdida
Llamas enganchando
En el carruaje de los sueños caídos
Bajo las ciénagas del desdén,
Del desinterés de mis piernas, manos
En los bosques perpetuos a la quema.
Cansado.
Apagado.
Me siento fallecer
En las mareas remotas de un nombre
Que viene a mí
Con la brutalidad de alas rotas.
Levanto la vista y delante de mí, de espaldas, una pareja con sus hijos. El hombre por su postura me parece conocido. No sé, en algún encuentro fortuito de esta ciudad. Lo miro. Solo su espalda me es familiar, de qué será…por unos momentos me despisto he intento recordar pero mi cabeza anda en los riscos obstinados al olvido. Me alzo, despacito me dirijo a ellos sin misión de entorpecer la contemplación del mar. Quiero saber quién, quién en mi pasado me dibujo esa figura familiar. Brotar en el sentido del espesor de una esperanza. Tengo que hacer algo. No puedo fallar así en los fotogramas pasados. Pero no logro a medida que avanzo y me aproximo a reconocerlo.  Todavía no es grave pero hay síntomas de que mi memoria se borra y solo estoy. Me aislaré en el encierro de mi ser, vagaré en la decadencia hasta culminar mis días. No quiero que me vean así, en el duermevela de mi mente, en el despreciable parar de mis ilusiones. Este será el último libro, un poemario que no lucirá ante mí. Todo depende de las prisas del editor. Espero que no sea demasiado tarde. Sí, cuando yo aparcado en una silla y mis ojos miren la nada del ayer, del hoy ante ellos. Tengo fría las manos, un cierto soplo gélido y maléfico aplasta mis pisadas. Me detengo tras de ellos y miro como mira un niño una golosina. Una familia creciente en la gratitud a la vida. Pequeñas cosas ennobleciendo su amor, sus cadenas a ras de un océano invisible para mí. Antes de fugarme en el silencio quería decírselo a ella…¡Ay Anne¡ Si supieras…Acá aislado, balanceándome en la duda, con destino incierto, orbitando bajo lágrimas. De ella si tengo la imagen. No lo entiendo. Serán los años cuales convivimos juntos. Será los daños causados en los secretos del alma. Pongo mi mano sobre su hombro, el se vira. Hay rareza en sus ojos verdes pero me reconoce, creo yo.



21
Una llamada allende a mi identidad resbala por mi pecho. Alguien grita en el sollozo del derrumbe de su esencia, de toda su vitalidad, de su brío. Presiento que su espíritu apagado me reclama en su mutismo. No sé es algo extraño. No llego a comprender el por qué de esta sensación. Sí, me llaman. Alguien pide clemencia, no de ahora, sino desde hace mucho tiempo. Yo no lo he escuchado pero ahora…ahora golpea vorazmente mi vientre. Laum, es incompresible a mi verdad pero he de decirte que creo que Solaum me necesita. El nunca ha dicho nada, no sé por qué. Sus raros movimientos en la rutina me preocupan hasta llegar a la mortificación ¿Qué será? Qué será de él? Hermético, disimulando las ojeras de la angustia ante el proceso precoz hacia las fosas de los muertos. Sí, una llamada lánguida llega hasta mí. Me retuerzo en las cadenas del ayer y me apuro en la incertidumbre del qué hacer. Desértico, sábanas de arena recorriendo su rostro impalpable tras el espejo que se mira. Precipicios se desparraman ante él, cae en la duda de sus huellas. No sabe erguirse en el recuerdo cercano, estático, es vigía de lo viejo. Una llamada, misterio del todo. Andamos por este Monteverde al encuentro de mi casa, todavía lejos. Sé que no estás conforme con mis palabras. Pero, ¿qué hacer? No podemos dejarlo así, en su inanimada sonrisa en el mañana. Ahora, es luz pero en el surcar de los años se acabará. El olvido de quien eres, el olvido de quienes somos, el olvido de todo lo que zumba a nuestro derredor. Es horrible,  no se verá envejecer con su entereza sino una madurez maltratada. No me respondes, te aferras a ese universo dual donde las alas seducen la libertad. Él lo sabe, más no creo que le importe de vivir en un mismo techo. Qué habré hecho para resbalar en la opresión del trotar y trotar bajo tus ojos, solas. Compréndeme, todos llegaremos a ese estado donde la memoria embebida nos dictara la dependencia y los que no se agarran en la clausura de sus pisadas hasta el ataúd de negras tonadas. Dame una opinión…contéstame…estás albergando  el callar. Creo tropezar contigo en mi preocupación.  Es solo un amigo, un amigo que me ha dado todo, todo su ser y no entiendo por qué. Entre nosotros no hubo nada, solo, estaciones y estaciones circundando las antorchas del aprecio, de la verdad. Dices que sí, que se aúne a nosotras en el perfilar de los días. Lo acogeremos como si nada pasará, disimularemos ante él con el impronunciable horror que le espera. Bésame Laum, siempre he sabido de tu paciencia, de tu amor sincero ante las tapias quebradas a la danza nuestros corazones. Labio a labio somos únicas en este estado de embriaguez de tu sedosa piel. Vientre a vientre somos jinetes de la pasión sorprendente de nuestro abrazo. Continuemos…



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Dices de continuar. Aquí, en estos instantes donde la soledad de los montes nos acogen. No, sigo con mi beso en tus labios. No, sigo con mi vientre en tu vientre. No, sigo en la caricia de tu cuello y despacito te desnudo. Sí, desnudas en la lejanía del barullo estremecedor de cualquier observador. Aquí, en estos instantes donde nuestras manos se cogen al unísono que alguna ave mañanera pasa.  He escuchado todo lo que comentas. Me parece bien, estoy de acuerdo…es que no te das cuenta. Ya somos una, una que se ramifica en el girar y girar de las esferas del amor. No te das cuenta…a veces es como si hablases para ti misma, pero yo estoy contigo, atendiendo tu conversación en estos parajes. No me importa que él venga con nosotras.  Suave, muy suave resbalo por tu cuerpo. Jadeas, inspiras y espiras. Te gusta. Te encuentras sumisa a los halagos del deseo, de hacer el amor en medio de la madre naturaleza. Polvo de estrellas somos y en polvo nos convertiremos. Por qué no entremezclar nuestra pasión con la exultante brisa salvaje de la hierba fresca. Todavía cierto luto te viste, no tienes necesidad, te digo. No lo abandonaremos a la suerte. Tú eres su amiga, una compañera en el placer del diálogo. Cómo no después de tantos años.  Sé que te correo por donde andará. Ya no estamos muy lejos, en unas horas, cuando edifiquemos el ahora nos desplazaremos hasta la ciudad. Lo buscaremos y quizás su quejido no sea infernal. Ya sé que no tiene a nadie. Bueno, estamos nosotras.  Y zas…lo agarramos y lo traemos, seguro que en algún parque estará escribiendo, escribiendo sus sueños, sus fracasos ¡Ay Anne¡ Disfrutemos el momento. Tú y yo. Yo y tú y el ronroneo del boscaje. Cerremos los ojos y dejémonos ir en la aventura de los sentidos censurados en el pasado.  Paso mi mano por todo tu cuerpo, tus senos me embeben en el silbido sutil de la gracia. Te recorro con la lentitud de las horas. Pasan atemperadas en la quietud, en la calma que nuestra desnudez se ama. Todo llega a su fin, continuemos. Déjame vestirte con mis ojos paralizados en los tuyos. Vamos al encuentro de él antes que la noche caiga, antes que los latigazos infrahumanos del desorden lo tiren.  Ya descansaremos…en nuestra cama, bajo una lámpara donde mariposas nocturnas revolotean ¿Has recibido mi respuesta? Tenemos que salvar Solaum. No soy tan cruel, maldita la gana de aberrantes acciones hacia los indefensos. Te hallo desesperada. Tranquila, el supongo en esta mañana donde las nubes no pasan estará simplemente sentado, respirando del aire gélido que confunde el estado invernal con el primaveral.  Detrás de aquella montaña está nuestro hogar, solo unos cuantos kilómetros, no muchos. Venga Anne, quiero desenclavarte esa púa que lastima tu sensibilidad ¡Qué fértil es todo este paisaje¡ Continuemos…



23
Colgados bajo racimos de olas quietas, expectantes en el quehacer humano. Es la primera vez que nos reservamos de nuestro yo y compartimos estos momentos. La mañana clara, nuestros hijos al lado de nosotros cavilando no se qué. Para ellos tendrá que ser una sorpresa. Una emoción benevolente el vernos juntos después de tantos y tantos años. Deberíamos, pienso, repetir estos chiquitos instantes. Seguro que ellos los recordará cuando crezcan, ya están en la edad donde la memoria hace fotografía de los felices estados del alma. Tengo pensado dejar el Taxi y encontrar otro trabajo para que me permita un espacio de estar con ustedes.  Hace tiempo que tenía que haberlo abandonado. Estoy hastiado,  con un sudor torturante de seguir en la carretera…una carretera infinita al el fin de mis días. No, no seguiré. Me gusta esta jornada en que nosotros con vistas al océano nos rodeamos de tranquilidad y amor.  Quiero como tú verlos crecer ante mis ojos. Esto se tiene que ser sucesivo, repetir cada haz impactante en nuestro pecho y deleitarnos con un horizonte en su plenitud. Callas pero siento que escuchas la voz  de mi reconditez. Larga es la lucha humana por la supervivencia, llena como dices de asquerosas ratas succionando otros seres. Es el poder, ellos son los que deberían ponerse delante de un fusil, sobre una mina, bajo la sed. Guerras inimaginables en pleno siglo xxI . Hasta el agua, se abaten por ella. Campos austeros y secos desintegrando lo yerto en vida. Agua que corre, que se expande, que cicatriza, que desbarata a los espíritus en querer absorberla solo para ellos y los demás la nada del todo. Sed, hay mucha sed…deshidratadas figuras animadas vencidas por  la lucha incontenible en sus espaldas.  Todos caeremos, en el vuelo de enfermedades venidas del sur. No podemos reírnos del mal ajeno, de nuestros vecinos…allá, en el horizonte.  El cambio de este clima que respiramos, que anhelamos está perfilando la progresión imparable de ese mal. Aprovechemos querida mía, queridos míos este mecer del tiempo a ras del océano. Aniquilemos todo augurio negativo en estos años donde edificamos nuestro crecimiento. Pero todo vendrá, no vale tanta tecnología. Yo protegeré a los míos, a ti, a los niños. Cualquier Dios me dé ganas en amplitud de seguir adelante, llegar con mi cabeza bien alta hasta el final de mis días.  Me siento extraño, presiento que alguien nos observa, que escucha todo lo que decimos aunque sea el silencio bandera en alza transcurriendo por nuestra mente. Detrás de nosotros existe una sombra, no sé quién es pero se acerca, viene sin prisas, tímidamente. Me vuelvo y en mi una imagen conocida ¿ dónde habré visto a este hombre? Mi mujer y mis hijos no hacen caso, escena de ballenas surcando la belleza…



24
Océano de la conciencia
Vergel de sal y caracolas
Respondiendo a mis caricias
Sobre témpanos de helados sentidos.
El todo, el juego de barcas
Desenvainando la belleza
Ennegrecida por los poderes quemados
En el ronronear de la sangre.
Océano, líquido de blancos ojos
Rorcuales vagando en la tempestad
De alas podridas en la supervivencia.

Me ha visto. Yo, aquí, palpando su mirada ausente en las horas. Creo que no me reconoce, pero yo llego a ese vaivén delatador de quien es. Me emociona que la memoria me oprima y deja escapar un halito de existencia. No, no soy un loco...quizás pueda pensarlo. No más que un ser convaleciente en el desagrado de ser. Sí...si, fue anoche cuando tropecé con él. Yo me iba de casa de Anne en las explanadas de la inexistencia y paré un taxi. Subí en el, un desnutrido diálogo de la radio sonaba. Ah, sí. Regresan los recuerdos, no son inoportunos sino satisfactorios. Sus rasgos dicen quién será este. Comprendo la cantidad de gente que debe de haber subido en su coche. El ahí supongo que con su esposa y sus hijos, disfrutando de las aventuras del oleaje rompiendo sutilmente con las rocas. Yo, quieto, cadavérico, inmerso en dudas. Pero quiero saludarlo. Disimulo, silbo y hago como si no estuviera vigilándolo. Saco mi bloc de notas y escribo y escribo...

Mi casa,
Sables sacudiendo mi faz.
Sudor.
Humeantes acuarelas marinas
Emergiendo de la nada.
Brisa que viene.
Brisa que va.
En el escuálido sondeo
De sus manos sobre las mías.

Se levanta y sigilosamente viene hasta mí. Me aparta hacia una zona del parque donde su familia no puede vernos. Me habla, me interroga el por qué no dejo de mirarlos, quién soy yo. No se enoja, pero el brillo de sus ojos me hace temer cierta ira descifrable del que no me molestes en estos momentos. Molestar no. Me iré lejos de este parque, más allá del oleaje fecundo que suavemente mece a las gaviotas. Pero he de decir que me he visto, he recuperado cierto fotograma grabado en mi cerebro, en mi esencia. Me marcho con paso firme, con la vieja espera de que algún corazón me ofrezca gotas de aliento para borrar las neblinas que cuelgan en mi espalda. Ojala que llueva, me apetece estar en una cafetería consumiendo un café a medida que mis palabras esculpen mi alma ¡Ay Anne¡, amiga Anne…no me olvides.

No, no me olvides.
Algas colgando de mis huesos gastados
En el precipicio afilador de la desorientación.
Te llamo, ahora
Cuando las gaviotas enhebran vuelos de calma
En el vasto mar que me entrego.
No, no me olvides.
Encuentro de rocas amorfas
Tragando de mis pisadas amargas,
Conquistadas por la oquedad de mis ojos.
Ven, ven
Alcanza la meta de mis sueños,
Reales, en el vértice de la coherencia
Inhibida en el andar de los años.
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Avanza en el aliento del invierno, la ciudad se aproxima.  Se cubre de nubarrones anunciadores de gotas  heladas caerán sobre nosotras, sobre ellos. Tenemos que darnos prisa.             Anne comprende mi forma de entender las cosas, ello, me satisface…tanto…que nuestros lazos serán perdurables en el paso de las épocas. Todo ha sido instantáneo, ralentizado por la espera ¡Qué más da¡ Puede ser que todo salga bien, nos comprendemos y ello nos lleva por los senderos veraces de lo eterno.  Puede ser también que tenga nuestros atascos, normal en el rendirnos a la verticalidad de este amar. Nos soportaremos en los bonancibles y malignos momentos acordados brújula de nuestro tiempo. Y ahora que llegamos a la ciudad lo juro, prometo por el resto de mis latidos que seguiremos unidas. Nadie o nada nos derribará, vayan con sus prejuicios a una escuela educadora de las agresivas entrañas.  Hemos sido hostigadas por muchos años. Y no tan solo por ser lo que se es sino por ser mujer.  Por ser mujer nos han desechado, violado, maltratado, ignorado,  menospreciado, matado.  Tenemos que ponernos en pie Anne y guerrear con el sexo opuesto y a veces con nuestro propio sexo.  Aún no entiendo por qué esta cultura de dañar a la mujer. Todo somos iguales ante la visita del cosmos, este espacio que habitamos en una apartada galaxia como polvo de estrellas. Mujeres que en su llanto las martirizan con navajas sobre su esencia. Mujeres dejadas a ras de tundras horripilantes cuando ellos se han ido. Mujeres soldados arrebatadas de la dignidad de ser humanas. Mujeres hambrientas olisqueadas por la plaga desquiciada de un velo, dejándolas consumirse en el silencio. Mujeres de mirada perdida en los campos de harapos hechizada por las pezuñas de la bestia negra. No, no más gritos hacia ellas. No, no más denigrantes llamas sobre sus cuerpos. No, no más violines rajados sondando sus huellas ¡Ay Anne¡ hay tanta becerradas, educación nefasta a generaciones futuras. Todos, todas iguales ante esta burbuja colgada de una rama que se quiebra…que se quiebra. No me escuchas, ya estamos aproximándonos a esa urbe y lo encontraremos. Sé de la asustada derrota en que estás sumisa, el no poder ayudar a seres desvalidos, caídos en esta sociedad. Ahí la tienes, cemento tras cemento abatidos por la contaminación, por una lluvia ácida que aborrece todo lo que tenga ánimo de vivir. Somos seres, los únicos, que nos adaptamos a los cambios de este ambiente ¿Y los demás? Perecerán en el círculo de aguas envenenadas por nuestras propias manos, por nuestras propias acciones irrazonables. Sigamos Anne, querida Anne. Que todo concluya si tiene concluir para el renacer de un nuevo aliento, que todo miré y  se transforme por el bien de esta comunidad trajeada de una luna bellas y un sol exultante...




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Aquí en el esbozo de mareas impenetrables estoy con mis hijos, el se ha ido a no sé dónde. Creo haberlo visto con un hombre no conocido para mí. Se han escurrido tras las arboledas que alumbran este parque y parecen hablar en susurros. No me llega su conversación.  Será su deseo de taponar mis oídos para que no me llegue el eco de sus palabras. Espero que no sea nada malo. El más pequeño me agarra de la manga.
-        Por qué no nos acercamos más Mama.
No hijo, le contesto yo. Todavía el frío desquicia a los cuerpos desnudos aunque el sol brille en lo más alto.
-Yo quiero bañarme Mama.
Cállate pesado, le contesta su hermana. Mi hija que crece y crece aunque en toda mi existencia la veré como la niña, como la pequeña madura arrastrando pregunta, tras pregunta.  Me detengo y pienso en ella, esa seriedad imperante en su rostro.  Dice que le aburren sus amigas que solo se empecinan en ir detrás de otros chicos y chismorreos. Todo ello le resulta de poco o cero interés. Prefiere pegarse horas y horas ante un libro, ante un documental,  raras películas o haciendo rompecabezas. Como son los críos hoy en día un muro debería protegerla ante la estupidez de los otros. Confieso que me preocupa su ascensión divergente a los otros niños, niñas que le rodean. Navajazos vuelan en sus bocas pueriles, en sus gestos infantilizados ante la educación abstraída en el desequilibrio, bajo la imagen a seguir equivocada.  Ella se aparte, a veces se retrae y en su cuento infinito recrea todo lo que es, lo que desea ser. Yo no me enfado, me enorgullece su actitud placentera en el vértice de la cultura. Al menos es capa de razonar, de interrogarse , de ser observadora silenciosa de los pasos brutales de los demás ¡Luchar¡ Tendrá que lidiar con feroces fuerzas para tomar su destino. Le doy un beso en la frente, me apetece. Ella se ríe, el hermano balanceando sus piernas abre sus ojos hacia nosotros y también le entra una especie de cosquilleo. Viene mi esposo, el otro hombre se va. Está tranquilo, envuelto en una bruma noble de amor.
-Papa, quiero quitarme los zapatos y caminar por la orilla.
El escucha, se despegan de nosotras. Van hacia la orilla, descalzos. Olitas rompiendo en sus pies. Dan pequeños saltos hacia atrás y vuelven de nuevo. Desastre, se van a mojar completamente ¡Qué más da¡ Lo importante es el sabor del ya. A mi hija y a mí nos hace gracia. Nubes que vienen, nubes que se acercan. Seguro que lloverá. Ya me parecía a mí que todo no puede ser tan perfecto. Los llamo, tenemos que irnos, retroceder en nuestras huellas hasta estar bajo techo, seguros.




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Avanzamos ante el todo del bello reino natural, imponente. Lo ausentamos de nosotras y volvemos a la rutina de la ciudad, una pequeña ciudad. Nubes pesadas la amparan en su amplitud, lloverá. Estoy inmiscuida en el cavilar, dale que dale en el futuro. No sé por qué me estanco, qué importa lo que será lo venidero. Solo estamos a un paso de ataúdes flotantes en nichos sucios. He de ser vertical, cara a cara con hoy. Veo en la distancia la costa, estamos próximas. Una costa agrandándose a medida que nuestras piernas cansadas beben de estos palmerales acostados a los lados del barranco con destino al océano.  Nos sale una anciana con pañuelo negro al paso, la anciana de la cabaña que habita este solitario y mágico lugar. Se escucha alguna cabra. Sus manos arrugadas y laboriosas en el andar de los años y la vejez nos detienen. Nos invita a café, un café suculento en las antiguas formas de hacerlo. Su choza es humilde y muy pobre pero se le ve motivada, feliz con sus animales y la soledad. Dice ser curandera, sanadora de todos los males que se van incrustando en nuestros pasos por la existencia. Comprende de la prisa que llevamos y nos da una especie de amuleto con aroma de azahar. Nos vamos, ella mira como nos evaporamos de sus gastados ojos.  Un halo de beldad se cuelga de nosotras, es como si esa mujer de arcaicos rituales nos hubiese bendecido con su sabiduría, con un hechizo mezclado con algunas gotas de reverder nuestros corazones. Llueve, nuestro deslizar por estas piedras se hace cuidadoso. Nos vamos a uno de los flancos del barranco, por si acaso.  Medito en estos momentos en esa mujer del mundo, del fértil viaje de su vida. Sola, silenciosa, animada por unas criaturas que le hacen compañía. Alguna que otra vez abriendo las puertas de su espíritu para aquellos que necesitan ser santiguadas para el bien de su salud, de su destino.  Viajas creencias que hoy en día siguen y siguen. Ella, buena mujer envejecida por el diluir de los años. Qué será cuando no se pueda valer, me pregunto.  Huelo el amuleto con aroma azahar y una niebla pintoresca de antaño me invade. Me la imagino surcando el culto de sus antepasados que están ahora en ella. Tendremos que venir más a menudo, le digo a Laum. Ella afirma mis palabras. No sé, ese aislamiento que nosotras observamos y ella no visualiza. Qué la enfermedad no caiga en ella y siga nutriéndose del sol, de la luna, de los dioses y hierbas que ella considera privilegio de la buenaventura  y muchos. Creo que ese día no la veremos, solo sus animales le harán compañía para velarla una luz de no sé donde vendrá a recogerla para llevársela, llevársela donde todos tenemos que ir. Aprisa se da la lluvia, cada vez más potente. Llegaremos al mar. Sí, al mar por este lugar y con nosotras un pequeño arroyuelo en su cauce. 



28
Evoca la ida, el desencuentro. Sabe quién soy pero ahora no. Está con su familia sumergido en un océano plano cuyo horizonte se vuelve gris. Aguas cristalinas nadan en una mañana rehaciendo el plúmbico de su corpulencia.  Me voy a la orilla por una escalinata ausente de ellos. Camino agotado de tantas horas que han pasado en mi frente, el sudor me cae. Tal vez un baño en esta maravillosa playa donde ahora comienza a chispear. Saco mi libreta pequeña del bolsillo de la chaqueta y antes de desnudarme con la lluvia borrando toda señal de mis pisadas escribo. No quiero la destrucción de mis versos por lo que me pongo la chaqueta encima de mi cabeza. Ellos, ahí, ya se van. Mejor, los niños pueden enfermar.
Frágil.
Solemne vuelo a la oscuridad.
Jaulas oprimiendo mis piernas.
Ausente, enfrascado en el delirio
De los desiertos
Encapuchados de aislamiento.
Horizontes carcomidos
Por haces metálicos oxidados.
Frío.
Rebelión de mis huesos
Ante mis apagados ojos.
En mi corazón  se enquista
La memoria retorcida, perdida
En los yermos rayos de un sol
Eliminado por pasos eclipsados.
Guardo este poema en un papel que sigue y sigue dentro de mi maleta. Pongo la chaqueta encima de ella y con la lentitud de las nubes grises me desnudo. Aguas antes cristalina con el verdor y azul de la atracción ahora son pesadas, un líquido salinoso envuelto en fealdad. Qué más me da, me dirijo a ella. Paulatinamente me voy introduciendo en todo su poder, en toda su altanería de renunciar a los seres. Océano de ahogados, náufragos en busca de la esperanza, de mágicos resoplidos limando su futuro y el de sus allegados. Huyen de las guerras, del desfase de un pueblo a  otro en cuanto al porvenir. Gélido mar que entona mis sentidos, parezco despertar de los lodazales de mis pilares. Pardelas plateadas se asoman a mis ojos, ojos blancos en el sudor inextinguible de la soledad. Considero esta mi casa. Sí, en un breve tiempo me resguarda de las intangibles alas de la libertad. No, no soy autónomo y más en el paso de los años. Desagradecida memoria. Depender de otras miradas que irán tatuando la pena de mi sombra, sombra negra de mi ayer. No saldré de este océano quieto hasta que la lluvia se detenga, se detenga y me diga el por qué…¡Ay Anne¡…no tengo a nadie. Confío en ti, en el suculento abrazo del compañerismo, de la amistad. Tengo que afrontar el abismo, muralla inaccesible donde impera la bestialidad de la enfermedad. Yo, joven aún…no hay que fiarse de ello. Desconfío de ti, de ti vida. Me has engañado, maltratado en como erguir mis estaciones. Mis lágrimas se mezclan con este mar que no me escucha ¡Dame la lanza de féretros a ras de mi esencia¡ Para qué vivir ya. Pardelas plateadas de ojos enlutados me acechan, me enseñan la dirección en donde extinguir mi respiración ¡Ay Anne¡




29
Sirenas y más sirenas en la oquedad del mutismo. Llueve, una lluvia liviana que nos alza en el rincón de la celeridad por llegar a ese océano donde el bello mundo abisal y extraño se mece. Sirenas y sirenas, no me imagino a nadie con este tiempo en la playa. Pero si, allí se erigen las luces. Sonatas penosas de un violín rajado se mezclan en el aullido de estos coches. Aprisa, aprisa van a   orilla. Algún ahogado. Anne se difumina, se asusta, se siente vagar por pasadizos de clavos hirvientes en su sien. Teme lo peor. Tomamos la celeridad de su mano despegada ahora de mí y corre y corre a la playa. Fangos la recorren. Llega a la orilla, se detiene. Mira atrás a mi…a mí. Me paro. No sé qué hacer. Sus ojos remotos se tornan lacrimosos, sus ojos azules se muestran desplazados donde los precipicios nos empujan a la nada. Glaciales desplomándose sobre mis piernas hastiadas, cansadas…muy cansadas.  Todo ha acabado. Siento el chillar de niños que también andan en el lugar. Llueve, una lluvia de hiel sobre los hombros de la fragilidad. Cae de rodillas sobre ese cuerpo inerte, cuerpo de ataúdes danzantes en arenas movedizas. La siento desplegar sus alas deshilachadas en el pasado ¿Qué pasado? Ayer, todos estos años. Su amigo, su cómplice se marcha. Le da la espalda en las tormentosas quiebras de sus cimientos. Ven…ven Anne ¡ay Anne¡ Mi querida de Anne, anudado a los deseos del alma se ha ido.Ven...ven Anne ¡Ay  Anne¡ Solas bajo un techo donde el temblor de la memoria te hará estrangular el paso de las horas. Ya descansa, es su decisión. Por qué no, Anne. Llueve. Estamos mojadas. Ella viene con la cabeza baja, con sus ojos pisando una arena donde se hunde sus sentidos. Me coge de la mano y me dice, volvemos a casa. Tal vez hoy sea una noche clara, veremos la estrella fugaz que entre ballenas azules lo llevará lejos, muy lejos. Donde el sufrimiento no tiene cabida. De su mano deja caer una nota: Adiós Anne, querida Anne.

fin