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Lo escrito son ideas primigenias que después se han corregir y alterar.
El mar
que nos rodea, las aves que se apagan. Nubes pelando los ojos de la alegría. La
nostalgia de un mañana, de un tiempo que se desprende a ras de mis penas. Somos
hijas de esa masa oscura, la miramos, cuando la noche nos aprieta con el silbo
del viento…un viento fuerte, húmedo. Vemos el despertar de las estrellas y en un
instante somos eviternas cometas de los sueños. El ronroneo de la marea nos abraza,
aunque con su mal humor, con una mar de fondo donde los muertos laten en
nuestras pisadas…lentas, precisas. El adiós no pronunciado. La voz ahogada. La
sed perenne. Y seguimos aquí con el llanto penando en el ahora. Y seguimos aquí,
amándonos. Y el mar nos rodea, y las aves se apagan…Levanto la vista, alzo mis
ojos aun vuelo inconfesable y murmuro algo de ti para mi y murmuro algo de este
mundo para mi y murmuro algo del destino para mí. Todo cambia menos, el mar que
nos rodeas, las aves que se apagan
Ella. El risco. La caracola. Las
olas. Ella en lo más alto de un risco pedregoso, en el filo de un abismo que
mira un horizonte mecido por el suspirar de las olas con su caracola. Daba el
aviso. Daba la desorientación. Daba lo hermético de la tormenta que se avecinaba.
Desnuda, con su palo largo de pastor, desde el risco y con su aliento enfocado
al sur daba la llamada. Su soplo hacia estremecer a los allí vivientes. Su
soplo concluía con ojos mirando un cielo que se revelaba sibilino, un cielo
abisal donde de su extensión y su pesadez se olía a desgracia. Ella. El risco.
La caracola. Y el tormento vino, una neblina pegajosa se hizo parte de las
carnes de los que allí vivían, un sudor enfebrecido los hacia desvanecerse en
un mal presagio. Y la isla calla bajo los colmillos de una naturaleza que se
revela, que jadea su pena. La lluvia. El viento. El frío. Ella soplando su
caracola para desviar con el poder de sus pensamientos, con el impulso de su
espíritu, con la valentía de la protección. Protectora de unas tierras en un rincón
del atlántico. Ella venció. Ella lloró. Ella gritó. Ella se evaporo en cada
tono de la caracola. Y el maleficio del mal tiempo se largó para dejar a esas
gentes descansar. Todos se miraron, todos jalaron un rayo de felicidad. Y ella,
la mujer del risco, la mujer de la caracola desapareció cuando hubo todo terminado.
Danzas, tambores y chácaras tomaron el relevo y el pueblo pudo descansar porque
sabían que eran protegidos…protegidos por un alma ancestral.
Las cinco de la mañana….son las cinco. Lluvia, el agujero de
los espíritus danzando en cada conversación de su barullo. Estoy aquí, donde
las alas retorcidas se mueven con el denso agotamiento. Levanto y con ello mi
voz se vuelve tímida, sudorosa, arrítmica en el instante que me vuelco a mis
deseos. Deseos impronunciables cuando la lluvia serpenteante se afinca las
cinco de la mañana…son las cinco. Caigo en lo extenso de mis esperanzas, de mi
libertad y con el consuelo de una nueva mañana dialogo con mi yo. Su voz
traslúcida se hace eviterna en la secuencia de mis ojos mirando un café, un
humo en espiral de mi cigarro. Existencia inversa en el suceso de los días, de
los días pesados. Las cinco de la mañana…son las cinco. Alguien grita lejos de
aquí grita por la censura de la opresión, mujeres en el dilema de sus vidas.
Vidas muertas cuando la esclavitud invalida sus pisadas….sus pisadas hermosas.
Las cinco de la mañana…son las cinco. Lluvia, danzo a la tonada de un llanto,
de una añoranza. Sola, solo el divagar de las horas….tic-tac….tic-tac…Las cinco
de la mañana…son las cinco. Mis fuerzas se ausentan, se desmontan ante una
pared blanca….muy blanca y los nubarrones anuncian lluvia.
Estás aquí. Sí estás, evacuando lágrimas
en el surco de las nubes que despierta la luna…la luna blanca. Un halo especial
te hace venir a mí. Una belleza con los años acentuada. Porque la belleza se
arraiga al paso del tiempo marcando cada espíritu culto en lo infinito de sus
labios conversando con el silencio. Estás aquí. Sí estás, alma que en la
molicie del ayer es cumbre del hoy, de un presente que sueña, que se encuentra
en los jardines mágicos de la pasión. Porque hay pasión, aunque las estaciones
nos rasguen los ojos, la boca, el cuello, las pisadas. Aquí, ahora, en un ya
envuelto en misterio. Así es como me gusta sentirte, vuelo alto inaccesible de
lo bonito de los corazones. La sonoridad de las olas te llama, la noche ha sido
pesada, mortuoria, pero escuchas la canción de las ballenas y en un arranque de
vitalidad te levantas, te aferras a tu verticalidad y te siento. Estás aquí,
con el resonar ausente de la muerte, con las voces de tu yo meciendo las jornadas.
Tal vez no te lo he dicho. Tal vez te lo diga nunca…pero un cierto amor, un
cierto querer despertando sin llegar al roce de tus ojos, de mis ojos. Arranco
la oquedad de mi palabra y me amamanto de los deseos, de esos sueños planeando
donde las ballenas cantan. Estás aquí. Sí estás, te siento enraizada en tu
olvido. Y olvidas, porque olvidas, que te quiero.
Una música a piano. Una puerta que se abre. Una puerta que
se cierra. Ella vestida de negro. Ella vestida de blanco. Se miran con el
colorido festín del vacío. Se miran con el lacónico agujero que las distancia.
Entran y se mantienen a una distancia una frente la otra, la otra frente a la
una de escasos metros. La luz es hilachas de una noche de luna. Solo se
alumbran sus rostros, sus rostros secos, sus rostros áridos, sus rostros
yermos.
XX;
He entrado con mi vestido negro porque alguien me llamaba.
Me llamaba incesantemente, temblorosamente desde este lugar. Un lugar extraño.
Un lugar sombrío como mi corazón. Y me encuentro contigo, no te recuerdo bien
pero en algún sitio te he visto. Intento exprimir mi memoria…mi memoria del
ayer y no te encuentro solo, una extensa distancia de brumas.
YY:
He entrado con mi vestido blanco porque alguien me llamaba.
Me llamaba sofocantemente, con el temblor de su voz, de su yo de este lugar. Un
lugar no ajeno a mi mañana. Me suena tu cara, alguna vez te he visto, alguna
vez he recurrido a ti en una conversación que se ha rajado en el sentido de la
herida ¿Estás herida? Solo veo tu rostro, amargo, presuroso de la fuga de este
presente donde nos hemos encontrados. No sé nada del mañana y sin embargo el
pasado arriba a mi memoria.
XX:
Estamos solas. Yo con mi futuro, tu con tu pasado. Y si
compartimos y nos vemos en este instante donde todo es efímero, donde todo es
fugaz en cuestión de tiempo. Ay, el tiempo, el tiempo. No existe, solo
oscuridades y claridades. Una noche que viene, un mañana que viene y así crece
nuestro recorrido por la tierra ¡la tierra ¡Qué belleza y la despedazamos tanto
¡la tierra¡ Mariposa de cristal que se vuelca a la agonía.
YY:
Sí, solas. Tu y yo. Cada una con sus miedos, con su presente
olvidado, con su convencimiento de que tenemos que realzar nuestra verticalidad
y ser hijas de los pequeños momentos…de los pequeños y grandes momentos del
hoy. De que sirve el ayer, no te duelas más y déjalo irse. De que sirve lo
venidero si no estamos en el presente.
XX
Alguien toca la puerta, alguien quebradizo, alguien estúpido
en compresión de nuestra conversación ¿Le dejamos pasar? No, que nadie siembre
más allá de nuestros ojos….tus ojos, mis ojos…mis ojos , tus ojos.
La nada;
Soy yo, la nada. La desorientación de los gritos del silencio.
La insonoridad de los que penan, de los que sufren, de los que son angustia, de
aquellos donde la muerte es su descanso ante tanta y tanta barbarie grotesca en
este planeta. Soy yo, la nada. Un futuro se ha vertido tras un pasado donde no
hemos llegado a la compresión de la madre tierra, del humano como viviente
razón describiendo torturas sobre si mismo. Todo lapidado. Todo enterrado. Todo
herido. Todo fragmentado. Y vengo, con este presente que se desliza en el adiós
en la llamada de cuevas herméticas, invernales para vida en esta atmósfera.
YY:
Nuestras miradas derruidas. Nuestras miradas corrosivas. Nuestra
mirada disimulando el llanto. Y es que no deseo más dolor. Quiero un mañana
donde los pájaros canten, donde nuestros corazones libres sueñen en lo hermoso
cuando las nubes dibujan nuestros sueños.
XX:
La nada. El ayer pesa, es insoportable. Nos carcome en el
hoy. Y ella la dama de blanco quiere soñar. Y yo la dama de negro no puedo ¡Qué
se alejen de nosotros tu yo¡no quiero lamentaciones, no quiero recordar. Solo
quiero la belleza de este instante sirva para detener un futuro terrible con
sus colmillos insaciables.La nada…márchate.
YY:
Si, lárgate donde nuestras cicatrices no amparen más tus
palabras. Lárgate de nosotras. No queremos saber nada de ti. Un viento sopla,
un viento sur que nos ahoga, que nos entrega la enfermedad, las guerras de este
mundo enraizado a las mareas del odio. Sí, lárgate y yo me quedo con la mujer
de negro.
La nada:
Adiós, hijas de ojos rotos. Adiós, hijas de ojos de luna. Adiós,
hijas de ojos incierto.
XX e YY:
Solo nos queda amarnos. Amarnos hasta que el crepúsculo haga
la señal de un horizonte de esperanza. Solo nos queda querernos. Amarnos como
hijas únicas de nuestras pisadas.
Oscuridad. Un piano
suena. Puertas que se abren, puertas que cierran y la nada.
LA NADA:
Sola, el viento cuece los sentidos. Ella, la dama de blanco,
la dama de negro se ha ido. Que su alma se cuele por barrancos donde la
esperanza sea vertical. Que su respirar pausado amontone todo el yo de la
entereza. Que su sueño sea jardín donde los pájaros crecen y unas flores las
contaminen de la perfección de la existencia, la alegría, la paz.
Arena. Sudor. El mediodía cuece en su cuello, en su frente.
Descalza, abatida por los vientos del sudeste. Se levanta. Se yerta donde sus
ojos colonizan el sol y le suplica y le lamenta y una conversación con el
silencio resquebraja sus alas, sus espaldas cansadas. El desierto viene con
toda su belleza y la vez desgracia, la nada. El susurro del viento se incrusta
en sus carnes y la dejadez de la lucha por llegar la amenaza, la hace temblar.
Temblor. Un cierto balanceo hace que tropiece, una cierta fatiga la desmorona,
pero se yerta, se levanta hasta el veredicto de su sueño, la huida. Y huye, ya
no puede retroceder. Los ángeles del universo la visitan. La contemplan con sus
alas quebradas, rajadas, con gotas de sangre lamentando la tierra. Los ángeles
del universo la acogen, se la llevan donde los ojos son túneles oscuros donde
no se puede pasar, donde no se puede descifrar. Y ella herida…herida de dolor,
herida de amor a sus raíces se va, tranquila, con la sonoridad del viento suroeste.