El día sombrío en la vertiente de un otoño que se
aproximaba. Nubes grises jugando con la lluvia a medida que mis pisadas se
hacían hueco en la sonante acera. Voy a coger un taxi, me dije. El atasco
impertinente me hacia perecer en paciencia en la parada de la guagua. Empapada,
chorreando lo indecible levante el brazo y paré un taxi. No me fije en su
conductor o en su conductora. No sé qué decir. No sé cómo describir el-la que
me llevaba donde le dije. Su silencio se igualaba a esas horas donde la urbe
parece dormir. Yo sin más tomé conversación, el-ella no escuchaba o eso pensaba
yo. Cuando llegamos a mi destino se detuvo con un frenazo limpio, sereno. Se
viró y en sus ojos oscuros vi la entrega de mis años. No sé qué edad tendría, una
mutación de la tierra emparejada a su rostro…neutro, callado, vagando en el
sosiego. Le pagué y me quede meditando. El misterio alcanzaba mi mente. Me
sentí extraña, sumisa en una laguna de dudas. Y es que no sabía cómo describirla, describirlo.
La lluvia se había detenido. Yo tiritando y con el cimbrar de la
desorientación. No…no es que haya amor. Todo enrarecido en un ambiente aislado
a lo cotidiano. Su callar. Su calma. No sé, no era un hombre , no era una
mujer. Creo que era dual, los dos incrustados en sus ojos, en sus maneras, en
sus silencio. En una cafería próxima me introduje y pedí un café. Mi cavilar se
volcaba en la existencia humana, en lo raro, en las atmósferas que giran detrás
de otros. Llegué a la conclusión que era asexuado. Tome mi camino por la
avenida paralela a la playa, a ese mar que nos rodea ¡Qué belleza¡ me dije.
Nunca me había tropezado con un aroma así, neutro. Expandido en una sociedad
que vertiginosa cae en el cansancio, en los prejuicios ¡Qué belleza¡ La
perfección humana me dije. Sin más me paré contemplando el silbar del oleaje.
El cielo aun era cenizo. La ciudad no terminaba por despertar y yo con mis
pensamientos plasmado en una imagen delatora de las almas engendradas por la
tierra. Ni masculino, ni femenino solo el eco de los años tallando su forma, su
gravitar en las soledades de su palabra ¡Qué belleza¡ sin más los secretos que
guarda el mundo.
Este blog esta bajo los derecho de autor para cualquier información laguna198@hotmail.com Lo escrito son ideas primigenias que después se han corregir y alterar.
jueves, agosto 30, 2018
jueves, agosto 02, 2018
la marea...
La
marea suena en el embeleso de la tarde. Pisadas ausentes se envuelven en el
vuelo ciego de sonoros besos en la orilla. Ojos oliendo la búsqueda más allá
del horizonte. Lentamente se arruga en las profundidades de su vientre ¡oh mar
de la espera, abráceme¡ Solo el canto de gaviotas en alguna rosa estriada del
ayer. Ojos llamando a su amor, furtiva, lejana, callada y el baile de lagrimas
rebosadas de una promesa, de un secreto ajeno a sus jornadas. Canciones de un
oleaje incesante, enhebrando la ida de sus sentidos.
miércoles, agosto 01, 2018
Quizás...
Quizás te recuerdo o quizás mi
memoria se ha cegado. No entiendo. Vienes a mí y me saludos, como me hubieras
abrazado en el ayer. Sin embargo, perdona, no te hallo, no te encuentro en los
latidos hondos de mi corazón. Será el olvido o no, será alguna secuela muda en
el ahora. Se me ha caído un botón de la camisa y no me he dado cuenta, tal vez,
tu también seas parte de ese botón. La desmemoria no me desmoraliza, presiento
algo nefasto en tu mirada, en tu sonrisa. No, no me gusta. Ese afán de la
comedia protagonizada por la negatividad hacia los vientos que da lumbre a
otros, a otras. No, no me vengas con bobadas ¿Estás hastiada, aburrida? No es
asunto mío, yo sigo el ritmo de las jornadas que me brinda un nuevo amanecer. No,
no te recuerdo. Más, no lo mereces. Te me aproximas y me besas y me abrazas y
me sonríes y te tomas un café amargo. Amargo como tu existencia en
consideración a los demás. Yo no tengo necesidad, no me comprendes, no tengo
porqué colmarme en críticas destructivas para edificar mi cumbre. No sé nada de
ti, tu de mi todo. Será mi demencia, mi sordera hacia el rito de agujas contra
los demás. Déjame pasar por favor, te lo pido. No me hechizan tus grotescas
palabras detrás de tu velo confuso, airado, enviado por las fuerzas del mal al
equilibrio. Mira, otro amanecer y tú sigues mirándome y sigues sonriendo y
sigues abrazándome ¡Apártate¡ ¡Déjame en mi silencio¡ Lo prefiero, aislada en
una nube de espejos reflejando las caricias de bondad en vertical, de la
palabra cierta, de la mentira abatida por las balas del callar. Cojo una toalla
y me asomo y ahí el gran dios océano, el gran jardín azul donde pasearé en sus profundidades,
como siempre, a la misma hora.
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