jueves, agosto 30, 2018

El día sombrío....


El día sombrío en la vertiente de un otoño que se aproximaba. Nubes grises jugando con la lluvia a medida que mis pisadas se hacían hueco en la sonante acera. Voy a coger un taxi, me dije. El atasco impertinente me hacia perecer en paciencia en la parada de la guagua. Empapada, chorreando lo indecible levante el brazo y paré un taxi. No me fije en su conductor o en su conductora. No sé qué decir. No sé cómo describir el-la que me llevaba donde le dije. Su silencio se igualaba a esas horas donde la urbe parece dormir. Yo sin más tomé conversación, el-ella no escuchaba o eso pensaba yo. Cuando llegamos a mi destino se detuvo con un frenazo limpio, sereno. Se viró y en sus ojos oscuros vi la entrega de mis años. No sé qué edad tendría, una mutación de la tierra emparejada a su rostro…neutro, callado, vagando en el sosiego. Le pagué y me quede meditando. El misterio alcanzaba mi mente. Me sentí extraña, sumisa en una laguna de dudas.  Y es que no sabía cómo describirla, describirlo. La lluvia se había detenido. Yo tiritando y con el cimbrar de la desorientación. No…no es que haya amor. Todo enrarecido en un ambiente aislado a lo cotidiano. Su callar. Su calma. No sé, no era un hombre , no era una mujer. Creo que era dual, los dos incrustados en sus ojos, en sus maneras, en sus silencio. En una cafería próxima me introduje y pedí un café. Mi cavilar se volcaba en la existencia humana, en lo raro, en las atmósferas que giran detrás de otros. Llegué a la conclusión que era asexuado. Tome mi camino por la avenida paralela a la playa, a ese mar que nos rodea ¡Qué belleza¡ me dije. Nunca me había tropezado con un aroma así, neutro. Expandido en una sociedad que vertiginosa cae en el cansancio, en los prejuicios ¡Qué belleza¡ La perfección humana me dije. Sin más me paré contemplando el silbar del oleaje. El cielo aun era cenizo. La ciudad no terminaba por despertar y yo con mis pensamientos plasmado en una imagen delatora de las almas engendradas por la tierra. Ni masculino, ni femenino solo el eco de los años tallando su forma, su gravitar en las soledades de su palabra ¡Qué belleza¡ sin más los secretos que guarda el mundo.

jueves, agosto 02, 2018

la marea...


La marea suena en el embeleso de la tarde. Pisadas ausentes se envuelven en el vuelo ciego de sonoros besos en la orilla. Ojos oliendo la búsqueda más allá del horizonte. Lentamente se arruga en las profundidades de su vientre ¡oh mar de la espera, abráceme¡ Solo el canto de gaviotas en alguna rosa estriada del ayer. Ojos llamando a su amor, furtiva, lejana, callada y el baile de lagrimas rebosadas de una promesa, de un secreto ajeno a sus jornadas. Canciones de un oleaje incesante, enhebrando la ida de sus sentidos.

miércoles, agosto 01, 2018

Quizás...


Quizás te recuerdo o quizás mi memoria se ha cegado. No entiendo. Vienes a mí y me saludos, como me hubieras abrazado en el ayer. Sin embargo, perdona, no te hallo, no te encuentro en los latidos hondos de mi corazón. Será el olvido o no, será alguna secuela muda en el ahora. Se me ha caído un botón de la camisa y no me he dado cuenta, tal vez, tu también seas parte de ese botón. La desmemoria no me desmoraliza, presiento algo nefasto en tu mirada, en tu sonrisa. No, no me gusta. Ese afán de la comedia protagonizada por la negatividad hacia los vientos que da lumbre a otros, a otras. No, no me vengas con bobadas ¿Estás hastiada, aburrida? No es asunto mío, yo sigo el ritmo de las jornadas que me brinda un nuevo amanecer. No, no te recuerdo. Más, no lo mereces. Te me aproximas y me besas y me abrazas y me sonríes y te tomas un café amargo. Amargo como tu existencia en consideración a los demás. Yo no tengo necesidad, no me comprendes, no tengo porqué colmarme en críticas destructivas para edificar mi cumbre. No sé nada de ti, tu de mi todo. Será mi demencia, mi sordera hacia el rito de agujas contra los demás. Déjame pasar por favor, te lo pido. No me hechizan tus grotescas palabras detrás de tu velo confuso, airado, enviado por las fuerzas del mal al equilibrio. Mira, otro amanecer y tú sigues mirándome y sigues sonriendo y sigues abrazándome ¡Apártate¡ ¡Déjame en mi silencio¡ Lo prefiero, aislada en una nube de espejos reflejando las caricias de bondad en vertical, de la palabra cierta, de la mentira abatida por las balas del callar. Cojo una toalla y me asomo y ahí el gran dios océano, el gran jardín azul donde pasearé en sus profundidades, como siempre, a la misma hora.