domingo, junio 08, 2025

OSCURIDAD

 




El tintineo de una campana, he nacido. Estoy aquí, en mi lecho donde los sueños juegan a las esperanzas,   las utopía. Me levanto y un desierto me viste, me seduce y converso con su aliento petrificado. Y me digo, tantos muertos en un ambiente hostil, agresivo, violento, injusto. Y me digo, tanto dolor que las lágrimas son cristales afilados de la pena, de la desgracia. Miro unos ojos, ojos blancos, ojos aterrados y encuentro una respiración perdida, ida a las tripas de tumbas anónimas. Sin más, un niño corre, entre fuego y metralla, entre minas y odios. Y no encuentra sino la rota paloma blanca sangrando….sangrando, muerta. Y, sin embargo, he nacido, el tintineo de una campanilla me seduce a enderezarme y seguir caminando en donde las rosas rajadas no se elevan para la paz absoluta. Me pongo me pantalones vaqueros y una camina ligera, salgo. Observo lo que a mi alrededor se mueve. Un jardín, farolas anunciando la despedida de la noche, un perro paseando, gallinas en su libre destino, una carretera donde de vez en cuando algún coche pasa y yo que he nacido al son del tintineo de unas campanillas. Aislada, hermética, tragando de este aire que trae un mundo convulso, arrebatado, vertiginoso en el mal me miro las palmas de mis manos. La vida se expande y contrae mientras el genocidio humano juega en la emisión repetitiva de un adiós. No, no hemos cambiado. Corre…corre le digo a ese niño, a ese ser nacido en la sonoridad del ruido, del grito en la oscuridad. Los platos rotos, una madre desvencijada. Mi hijo…mi hijo solloza en el lamento de lo inevitable. Pero ella pone la mesa en la espera de ese niño que corre y corre ante la muerte que viene, ante la muerte que lo supera, ante una madre temblorosa en cada uno de sus actos. Corre…corre le digo a ese niño, tu madre te espera. Y , yo, he nacido en medio del tintineo de unas campanillas.

viernes, junio 06, 2025

DIVAGACIONES DE UNA MAÑANA DE JUNIO.

 







Un cosmos fósil. Somos pasajeros del tiempo. Ojos blancos bailando con intemperie del planeta tierra. El asombro conquista el vieje. El viaje al infinito de nuestra sustancia, de nuestra esencia. Las ojeras retoman cercanía y aquí donde no hay atmósfera se respira el sosiego, el silencio de una supernova que nos invita a moldearnos según ese instante…ese instante eviterno en las horas. Y las horas, dónde están. Un amago de malestar se posa sobre los hombros. Y miramos. Y volvemos a mirar a la nada. A este imperio cosmológico interminable, continuo entre el caos y el callar.  Y ahora aquí, en este mundo que nos contiene. Observamos el balanceo del oleaje. Viene y va. Va y viene. La vida se siempre en cualquier momento ¿Estamos solos? Solos y nuestros miedos, presionando las tripas hasta ser hijos no más de este universo, sibilino, misterioso. Errante en vidas ausentes en el tiempo. Huelo una rosa y escrutinio con el cuidado estas raíces que nos amparan. Estamos , somos una especie perdida en un sistema oscuro, desconocido con el deseo de encontrarnos. Sí, encontrarnos y tal vez y, quizás en el curso de los siglos no estemos tan solos en la enfermedad. Despierto y recuerdo como terráquea que somos hijos de los vientos, de los mares, de las lluvias , de esta atmósfera que nos permite cobijarnos en el ahora, en el presente. Sin embargo, nos hacemos daño. Las batallas absurdas¡, las batallas pérdidas son nuestra compulsión arrebatada, injusta. Abrimos los ojos y la pena arrebata una sonrisa, una vida. Y de hecho, seguimos , amamos, odiamos. Una contrariedad que nos encoje en un rincón de esta galaxia, solos, abatidos en la globalidad enferma.