Y no sé, la
extrañeza que exhala las nubes. Una brisa tenue se apaga y los pájaros callan. Caen
en lo yermo, en la aridez de las ganas. Ella me mira. Yo la miro. Gigantes olas
atrapan a las rocas cuando vienen. Y yo vengo y tu vienes. Y nos vamos donde
las almas son secuencia de cada fotograma de nuestros pasos. Y no sé, todo es
tan extraño. Mis alas cansadas se duermen, tus alas cansadas se duermen.
Juntas, al unísono del rumor de la urbe que encendida en su otoño precipita emociones,
una sensibilidad tardía cuando abrazamos el rumor del oleaje. Y yo vengo y tu
vienes. Y nos vamos donde lo bello mece a la luna, una luna distante. Y la
miramos y nuestras manos, suaves, regresan al hoy. Este presente donde los
despertares se vuelven lentos, imprecisos, distantes a nuestra visión de la
ruta de los soles. Y no sé, me dices, te digo. La tierra también esta cansada,
agotada de tanto abandono y nos miramos y me miras y te miro. Caemos donde el arco
iris suena al latido. Un pulso aun latente en nuestros ojos, nos animamos,
continuamos el curso del destino. Buscamos la luz, una hoguera nos llama y
yeguas en su ritmo nos acercamos, olisqueamos el aliento de las flores y subimos
a la bahía donde menguan las ballenas. Somos hijas de los mares. Somos hijas de
la buena tierra. Somos hijas viajeras donde los sueños pronuncian nuestros
nombres. Más allá, en el devenir del tiempo nos encontraremos y me darás la
mano y te daré mi mano mientras, seremos quieta raíz profundizando en el deseo.
Y no sé, es noviembre, un mes inquieto en su temperamento. Cojo la maleta,
coges la maleta y nos desvanecemos en el naciente de la calidez, de esa brizna
frágil que es el amor ¡aléjate¡ de espejos falsos donde tus ojos muertos
repelen las ganas del vivir ¡Aléjate¡ de esos arroyos donde la sequedad de su
tintineo ejerce la sed. Tengo sed, tienes sed. Bebamos del agua de la
existencia , de esas estrellas fugases donde nuestros deseos vagan hasta el
encuentro. Y no sé, esta extraña formas de las nubes. Quietas, empecinadas en
un silencio que molestas nuestras espaldas batidas en los campos donde la
hierba se lía a nuestros tobillos. Sin embargo estoy, estás en este noviembre
donde la luna nos viste de serenidad, de unos pasos distantes a la pena, aunque
exista, aunque este ahí en un rincón relamido de cerrojos.