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No quiero ser consciente de este
presente. Hoy a mediados de febrero devuelvo mis ojos a todo transeúnte que
sube en este vehículo. Miramos los móviles como si nuestra pendiera de ella. Miradas
cabizbajas , fijas, quietas a como evoluciona un rectángulo que nos dicta la
era que vendrá. Sordos, nos batimos en la nada, en el vacío. Falta emoción,
falta la mano humana, el trato de la existencia como seres de este planeta.
Somos por condición innata sociables, pero, los espejos del hoy nos lleva a un aislamiento
que hace un pasadizo oscuro hasta que una mirada se cruza con otra. Me entra frío
aunque el sol brille en su aposento más álgido. Y necesitamos calor, mucho
calor para que nuestras manos se unan como fortaleza a un espíritu libre,
esperanzador, crítico. Penetro en mi persona y olisqueo el abismo de mi
soledad. Un mundo de gentes solas y asiladas. Tenemos que sentir,
sencillamente. Destruir esos candados que no deja entrar la palabra en las
sombras que nos atraen, que nos seduce. En su recorrido hasta la estación se fijó en los que
entran , en los que salen…en los que salen, en los que entra. Todos con la
misma postura. Con ese modo peculiar del siglo XXI de insonorizarnos a otros. Mientras
sus ojos vibran en cada persona, en cada postura piensa en el trabajo que ha de
realizar en los montes sagrados. Hace un recorrido esquemático por la historia
del mundo y todo se repite. Ya nuestros ancestros ante de cristo sabían del
firmamento, de sus condiciones, de sus movimientos e iban construyendo sus
pueblos en torno a ese dios sagrado llamado sol. Tenían una conexión espiritual
más allá de este mundo, el más allá de nuestra atmósfera los atraía como
inducidos a sus vivencias. Así giraban, entorno a los equinoccios, a los solsticios
como ejemplo de cosecha, de lluvias , de un clima yermo para la subsistencia. Y
adivinaban. Y acertaban. Es asombroso el ingenio humano en siglos atrás hasta
que todo se oscureció con la llegada del cristianismo. Un apagón que nos llevó a
un retroceso, a un parón que ahora intentamos recuperar en ciertas zonas de
esta esfera ¡ Oh, cielo divino¡ traes el alimento para el hacer cotidiano. Y le
hacían homenajes, tan magnánima que aun queda de sus arquitecturas, esas
estructuras en cada cultura distante una de otras y con una respiración en
común, el universo. Y en todos estos años , qué hemos aprendido, guerras estúpidas,
opresión obsesiva, matanzas convulsas que nos lleva a lo aberrante, a lo tétrico,
a lo horrible que somos. Se baja de la guagua, ya ha llegado a la estación y un
hondo suspiro la conmueve, ve dos chicos besarse, ve dos chicas besarse, ve un
chico y una chica besarse y considera que eso es la belleza en ese preciso
momento, todo un instante que se vuelve eterno hasta que la muerte nos separe
de lo terrenal y nos lleve con onda y energía lejos, muy lejos donde la materia
, lo material no tiene cabida. Y ese momento lo desvía de su mirada , ensimismada
en sus cavilaciones. Ella, sola. Sí, sola en la época de los solitarios. Mira el
cielo ¡ Oh, cielo divino¡ traes la condición de nuestro mañana…un mañana
incierto, algo estropeados, algo corroídos, algo insostenibles, pero con la
fuerza suficiente para equilibrar el todo. Todo este todos que nos absorbe en
un futuro mejor, más elocuente a las manos unidas. Sí, las manos unidas para
desbarajuste de estos días, de esta contradicción que nos ampara.