Las cinco de la mañana….son las cinco. Lluvia, el agujero de
los espíritus danzando en cada conversación de su barullo. Estoy aquí, donde
las alas retorcidas se mueven con el denso agotamiento. Levanto y con ello mi
voz se vuelve tímida, sudorosa, arrítmica en el instante que me vuelco a mis
deseos. Deseos impronunciables cuando la lluvia serpenteante se afinca las
cinco de la mañana…son las cinco. Caigo en lo extenso de mis esperanzas, de mi
libertad y con el consuelo de una nueva mañana dialogo con mi yo. Su voz
traslúcida se hace eviterna en la secuencia de mis ojos mirando un café, un
humo en espiral de mi cigarro. Existencia inversa en el suceso de los días, de
los días pesados. Las cinco de la mañana…son las cinco. Alguien grita lejos de
aquí grita por la censura de la opresión, mujeres en el dilema de sus vidas.
Vidas muertas cuando la esclavitud invalida sus pisadas….sus pisadas hermosas.
Las cinco de la mañana…son las cinco. Lluvia, danzo a la tonada de un llanto,
de una añoranza. Sola, solo el divagar de las horas….tic-tac….tic-tac…Las cinco
de la mañana…son las cinco. Mis fuerzas se ausentan, se desmontan ante una
pared blanca….muy blanca y los nubarrones anuncian lluvia.
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