Océano de la
conciencia
Vergel de sal y
caracolas
Respondiendo a
mis caricias
Sobre témpanos de
helados sentidos.
El todo, el juego
de barcas
Desenvainando la
belleza
Ennegrecida por
los poderes quemados
En el ronronear
de la sangre.
Océano, líquido
de blancos ojos
Rorcuales vagando
en la tempestad
De alas podridas en
la supervivencia.
Me ha visto. Yo,
aquí, palpando su mirada ausente en las horas. Creo que no me reconoce, pero yo
llego a ese vaivén delatador de quien es. Me emociona que la memoria me oprima
y deja escapar un halito de existencia. No, no soy un loco...quizás pueda
pensarlo. No más que un ser convaleciente en el desagrado de ser. Sí...si, fue
anoche cuando tropecé con él. Yo me iba de casa de Anne en las explanadas de la
inexistencia y paré un taxi. Subí en el, un desnutrido diálogo de la radio sonaba.
Ah, sí. Regresan los recuerdos, no son inoportunos sino satisfactorios. Sus
rasgos dicen quién será este. Comprendo la cantidad de gente que debe de haber
subido en su coche. El ahí supongo que con su esposa y sus hijos, disfrutando
de las aventuras del oleaje rompiendo sutilmente con las rocas. Yo, quieto,
cadavérico, inmerso en dudas. Pero quiero saludarlo. Disimulo, silbo y hago
como si no estuviera vigilándolo. Saco mi bloc de notas y escribo y escribo...
Mi casa,
Sables sacudiendo
mi faz.
Sudor.
Humeantes
acuarelas marinas
Emergiendo de la
nada.
Brisa que viene.
Brisa que va.
En el escuálido
sondeo
De sus manos
sobre las mías.
Se levanta y
sigilosamente viene hasta mí. Me aparta hacia una zona del parque donde su
familia no puede vernos. Me habla, me interroga el por qué no dejo de mirarlos,
quién soy yo. No se enoja, pero el brillo de sus ojos me hace temer cierta ira
descifrable del que no me molestes en estos momentos. Molestar no. Me iré lejos
de este parque, más allá del oleaje fecundo que suavemente mece a las gaviotas.
Pero he de decir que me he visto, he recuperado cierto fotograma grabado en mi
cerebro, en mi esencia. Me marcho con paso firme, con la vieja espera de que
algún corazón me
ofrezca gotas de
aliento para borrar las neblinas que cuelgan en mi espalda. Ojala que llueva,
me apetece estar en una cafetería consumiendo un café a medida que mis palabras
esculpen mi alma ¡Ay Anne¡, amiga Anne…no me olvides.
No, no me olvides.
Algas colgando de mis
huesos gastados
En el precipicio
afilador de la desorientación.
Te llamo, ahora
Cuando las gaviotas
enhebran vuelos de calma
En el vasto mar que me
entrego.
No, no me olvides.
Encuentro de rocas
amorfas
Tragando de mis pisadas
amargas,
Conquistadas por la
oquedad de mis ojos.
Ven, ven
Alcanza la meta de mis
sueños,
Reales, en el vértice de
la coherencia
Inhibida en el andar de
los años.
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