jueves, mayo 04, 2017

ELLAS. CAPÍTULO 24

Océano de la conciencia
Vergel de sal y caracolas
Respondiendo a mis caricias
Sobre témpanos de helados sentidos.
El todo, el juego de barcas
Desenvainando la belleza
Ennegrecida por los poderes quemados
En el ronronear de la sangre.
Océano, líquido de blancos ojos
Rorcuales vagando en la tempestad
De alas podridas en la supervivencia.

Me ha visto. Yo, aquí, palpando su mirada ausente en las horas. Creo que no me reconoce, pero yo llego a ese vaivén delatador de quien es. Me emociona que la memoria me oprima y deja escapar un halito de existencia. No, no soy un loco...quizás pueda pensarlo. No más que un ser convaleciente en el desagrado de ser. Sí...si, fue anoche cuando tropecé con él. Yo me iba de casa de Anne en las explanadas de la inexistencia y paré un taxi. Subí en el, un desnutrido diálogo de la radio sonaba. Ah, sí. Regresan los recuerdos, no son inoportunos sino satisfactorios. Sus rasgos dicen quién será este. Comprendo la cantidad de gente que debe de haber subido en su coche. El ahí supongo que con su esposa y sus hijos, disfrutando de las aventuras del oleaje rompiendo sutilmente con las rocas. Yo, quieto, cadavérico, inmerso en dudas. Pero quiero saludarlo. Disimulo, silbo y hago como si no estuviera vigilándolo. Saco mi bloc de notas y escribo y escribo...

Mi casa,
Sables sacudiendo mi faz.
Sudor.
Humeantes acuarelas marinas
Emergiendo de la nada.
Brisa que viene.
Brisa que va.
En el escuálido sondeo
De sus manos sobre las mías.

Se levanta y sigilosamente viene hasta mí. Me aparta hacia una zona del parque donde su familia no puede vernos. Me habla, me interroga el por qué no dejo de mirarlos, quién soy yo. No se enoja, pero el brillo de sus ojos me hace temer cierta ira descifrable del que no me molestes en estos momentos. Molestar no. Me iré lejos de este parque, más allá del oleaje fecundo que suavemente mece a las gaviotas. Pero he de decir que me he visto, he recuperado cierto fotograma grabado en mi cerebro, en mi esencia. Me marcho con paso firme, con la vieja espera de que algún corazón me ofrezca gotas de aliento para borrar las neblinas que cuelgan en mi espalda. Ojala que llueva, me apetece estar en una cafetería consumiendo un café a medida que mis palabras esculpen mi alma ¡Ay Anne¡, amiga Anne…no me olvides.

No, no me olvides.
Algas colgando de mis huesos gastados
En el precipicio afilador de la desorientación.
Te llamo, ahora
Cuando las gaviotas enhebran vuelos de calma
En el vasto mar que me entrego.
No, no me olvides.
Encuentro de rocas amorfas
Tragando de mis pisadas amargas,
Conquistadas por la oquedad de mis ojos.
Ven, ven
Alcanza la meta de mis sueños,
Reales, en el vértice de la coherencia
Inhibida en el andar de los años.




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