martes, mayo 02, 2017

ELLAS. CAPITULO 23

23
Colgados bajo racimos de olas quietas, expectantes en el quehacer humano. Es la primera vez que nos reservamos de nuestro yo y compartimos estos momentos. La mañana clara, nuestros hijos al lado de nosotros cavilando no se qué. Para ellos tendrá que ser una sorpresa. Una emoción benevolente el vernos juntos después de tantos y tantos años. Deberíamos, pienso, repetir estos chiquitos instantes. Seguro que ellos los recordará cuando crezcan, ya están en la edad donde la memoria hace fotografía de los felices estados del alma. Tengo pensado dejar el Taxi y encontrar otro trabajo para que me permita un espacio de estar con ustedes.  Hace tiempo que tenía que haberlo abandonado. Estoy hastiado,  con un sudor torturante de seguir en la carretera…una carretera infinita al el fin de mis días. No, no seguiré. Me gusta esta jornada en que nosotros con vistas al océano nos rodeamos de tranquilidad y amor.  Quiero como tú verlos crecer ante mis ojos. Esto se tiene que ser sucesivo, repetir cada haz impactante en nuestro pecho y deleitarnos con un horizonte en su plenitud. Callas pero siento que escuchas la voz  de mi reconditez. Larga es la lucha humana por la supervivencia, llena como dices de asquerosas ratas succionando otros seres. Es el poder, ellos son los que deberían ponerse delante de un fusil, sobre una mina, bajo la sed. Guerras inimaginables en pleno siglo xxI . Hasta el agua, se abaten por ella. Campos austeros y secos desintegrando lo yerto en vida. Agua que corre, que se expande, que cicatriza, que desbarata a los espíritus en querer absorberla solo para ellos y los demás la nada del todo. Sed, hay mucha sed…deshidratadas figuras animadas vencidas por  la lucha incontenible en sus espaldas.  Todos caeremos, en el vuelo de enfermedades venidas del sur. No podemos reírnos del mal ajeno, de nuestros vecinos…allá, en el horizonte.  El cambio de este clima que respiramos, que anhelamos está perfilando la progresión imparable de ese mal. Aprovechemos querida mía, queridos míos este mecer del tiempo a ras del océano. Aniquilemos todo augurio negativo en estos años donde edificamos nuestro crecimiento. Pero todo vendrá, no vale tanta tecnología. Yo protegeré a los míos, a ti, a los niños. Cualquier Dios me dé ganas en amplitud de seguir adelante, llegar con mi cabeza bien alta hasta el final de mis días.  Me siento extraño, presiento que alguien nos observa, que escucha todo lo que decimos aunque sea el silencio bandera en alza transcurriendo por nuestra mente. Detrás de nosotros existe una sombra, no sé quién es pero se acerca, viene sin prisas, tímidamente. Me vuelvo y en mi una imagen conocida ¿ dónde habré visto a este hombre? Mi mujer y mis hijos no hacen caso, escena de ballenas surcando la belleza…



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