miércoles, octubre 05, 2016

Es la madrugada...

Es la madrugada. Gritos al acecho cuando las siemprevivas duermen en el regazo de la luna. Me yerto y ante la ventana lumbre de farolas intento escuchar que son esos chillidos de amargura, de una angustia que simplemente es luz del sudor de mi cuerpo. Calla. Sí, se ha censurado cada compostura de dolor de esa voz desconocida ¿Quién será?, me pregunto. El silencio de la noche vuelve con sus colmenas de estrellas aletargadas. A la sombra de una lámpara recorro con mis ojos la habitación tras el trémulo desembocar de aquella que en calles sucias alborota los sentidos. Cojo un libro, medito, y bajo mi techo observo la huída de las ganas. Entre sábanas me envuelvo y me voy. Adiós. Lejos, muy lejos por un campo donde yeguas blancas corren en cada movimiento de mi existencia. Paisajes de distintas tonalidades se entremezcla adormeciendo mis sentidos. Hacia ellos voy. Peces verdes me saludan, perros azules me lamen. Me reflejo en un arroyo y de nuevo vuelvo. Vuelvo a un amanecer de lluvia fértil sobre mis huellas. 


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