Alejados, momentos que se contrae en un espacio donde dos
cuerpos trepan a la cumbre de sus besos. Ellos, ahí, desfigurando lo cotidiano
en el albor del querer. Somos seres de aquí, de esta atmósfera absorbiendo de
las jornadas lo más hechizante, lo que se pueda enhebrar bajo las luces de un
otoño. Un árbol más allá de la ventana que los vigila, así, de manera suave,
reflejando el viaje a los eviternos instantes. Dos cuerpos sudorosos en la
estampida monótona de los soles. No desean aliarse a la existencia, a la vida
que los hilan con otros. Están bien, aislamiento hasta que el cansancio se
arrime a sus alas ahora inmóviles, estáticas, palpables a ras de sus miradas.
Sí, alejados, sentidos presente en la emoción, en el mágico imantar de la
dualidad de sus manos. No hablan del adiós ¡Flores emergentes en la sutil
caricia de sus labios¡ Así, en el infinito del universo solo olisqueado por
perennes gracias del uno con el otro, del otro con el uno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario