domingo, noviembre 27, 2016

Cansada...





Es otoño. La lluvia, los trozos de hojas se expanden a través de nuestras pisadas. Amanece, singladuras más allá del viento norte que agarra nuestro rostro y lo encrudece. Vengo de lejos, de muy lejos. Ahora aquí evoco la memoria de los cuerpos arrastrados por el mal oleaje, por la maldita brújela de la existencia. Somos muchos en una barca que en cualquier momento se destrozará, se hundirá con nuestras almas abogando a la vida. Sí, la vida…a veces tétrica, plasmada en nuestros anhelos que ahora se diseminan en este océano de la distancia. Alambradas se enredan en nuestras manos, tierras yertas a la libertad enmudecen y no nos dan la bienvenida. Somos ecos de ellos, de esos centros donde como con rejas oxidadas que nos impide ver la luz. Al menos lo hemos alcanzado. Gigantes urbes edificadas en el silencio de la armonía. Será otro punto de vista. Estoy aquí en un recinto cárcel donde la llamada a la libertad será todavía lejana ¡Ven¡, digo. Ven hacía nosotros con alas majestuosas para poder alzarnos. Estamos atados, atados a la ventura de un sueño que envejece a medida que pasan las estaciones. Solo he huido. Huir de la masacre, de los corrosivos alientos y ojos de humanos que al fin al cabo solo quieren la muerte. Desde mi ventana enrejada veo solo un patio donde, nosotros, los huidos al encuentro del sosiego damos vueltas y vueltas en círculo. No, ¿qué delito hemos realizado? No lo entiendo. Solo quiero auxiliar a mi familia de los terrores de la guerra, del hambre, de las injusticias. Nos tratan como delincuentes, aquí, clausurados a la fragancia vital del continuar con nuestras pisadas ¡Dejadnos¡ ¡Dejadnos navegar por vuestras calles al son de una lenta respiración¡ Quiero oler la jornada sin mis ojos presa de estos barrotes. A  veces pienso, huir de nuevo. Ah, no tengo fuerzas ¡Cansada¡ Cansada de la monotonía de este supuesto grito de libertad. 


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