lunes, noviembre 28, 2016

No me digas que llega la noche. Esperaba saborear algo más de luz, consumirme hasta los últimos rayos solares. No me digas que te vas. Estamos, aquí, en un andén a la espera que el tren pase y te evapores en la distancia. Bueno, a lo mejor será benévolo para ambos, un alejamiento por poco meses, por poco días. Ya el tiempo dirá. No me digas que no vas a volver. Ja…tengo que creerte, no sé si lo superaré. Intento edificar un mundo de cristal a mi derredor y la tensión se mueve en sentido de la decadencia. No sé lo que te ha pasado. Esta ruptura…este adiós imprevisible. Sí, disfrutamos mucho con el juego del amor, con el juego de la existencia de nuestros labios acariciándose. No sé qué pensar. Con tu ida me derrumbo, no la esperaba. El tren se acerca, siento su chillar melancólico enraizado a raíles oxidados. Bueno, te dejo. Me voy. No te olvides la maleta. No sé ni lo que te llevas, espero, algún pedazo de lo que fue. Me voy. Ella ahí, esperando la llegada del tren con su maleta quejumbrosa. No la entiendo. Quizás sea para bien. Quizás….quizás mañana volverá.

Pesa esta maleta a igual que cada recuerdo de nuestra convivencia. Pero no puede ser. Ya se ha ido. Siento alivio, una congregación de paz se revuelca en mi vientre. ¡No¡ no sentiré aspereza, hincaré el diente a un vagón y me difuminaré de su espalda ya ausente para él jamás. No, no volveré. Hastiada. Necesito de mi soledad, de mi interrumpible grito de libertad. Subo al vagón, rostros extraños desvían la mirada al horizonte oscurecido. Me siento sola. No hay nadie ni al lado mío, ni enfrente. Necesito respirar. Ella creé que retornaré, pero no, esto es solo ida. Una ida que se funde bajo los montes rápidos que veo en viaje. Ella cree que me ausentaré por un corto periodo pero no es definitivo, una ruptura balanceante en todos años ¿Cómo no pudo verlo? Es incompresible. La frialdad azotaba nuestros corazones o mejor dicho mi corazón. Solo disimulaba para no dañarla. Todo tiene un límite, un límite donde el cuento se pierde en el olvido y evocamos su fin. Quizás…quizás mañana lo entenderá.



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