sábado, octubre 06, 2018

Y...




Y tocaba el piano cuando la tarde daba campanadas de muertos. Los muertos de amor, los muertos de desesperación, los muertos de injusticia, los muertos de la rutina. Apagaba la radio y se dejaba absorber por el teclado lentamente. Sus ojos, eclipsados, no presentaban ningún indicio de sentimiento voraz, solo, la calma de los muertos. A veces un llanto se prestaba por sus mejillas. Un llanto encontrado en algún lamento de muertos. Todos estaban muertos. Solo el piano que tocaba mientras las campanadas de muertos la enjaulaba en un vago pensamiento.

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