Flores que sonríen con los últimos luceros
Cuando a zancadas verticales somos apogeo de un abrazo
Sobre nuestros cuerpos en esas sábanas blancas
Que da el oxígeno suficiente para ser corriente de golondrinas
En las aceras de una urbe donde se mezcla ajenas miradas.
Flores que sonríen bajo el acogedor sol del crepúsculo
Como escudo infalible de unos labios que rozan ante el adiós perecedero.
Somos espíritus que rompen contra diques las amenazas de la caída
Iniciando así un navegar retumbando en parajes insomnes
A la espera que la danza de nuestros senos, de nuestros labios
Sean al compás de las luces apagadas de la jornada.
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