miércoles, febrero 19, 2020

Divagaciones de una mañana de febrero...






Son las siete de la mañana  y si, están cantando, están danzando la tonada de un febrero que los cubre de un tímido frío.  Pajarillos bosquejando en el silencio de la ciudad, aun dormida, aun con farolas alzándose a las pisadas de almas solitarias.  Andamos desviando los ojos del ritmo apagado del amanecer, nubes plomizas  pueblan nuestras pisadas; seguras, entregadas a la ventura de una jornada que nace, que se entrega a nuestros sentidos. Un cigarro despacha un café y las manos se vuelven el todo, la nada. Las miramos, nuestras manos, hechizantes cuando somos eco de alegres emociones.  El ayer se ha ido, ahora hoy, ahora presente pisando aceras  sucias donde vagan nuestros pensamientos. Son las siete de la mañana y si, despierta nos arrimamos  a ojos que miran el cielo, el paso del tiempo. Y zas, nos balanceamos como esos pajarillos en el silencio de la ciudad, danzando, cantando. Miro el reloj y los minutos hacen un pobre recorrido, lo suficiente para entregarme a la insonoridad. Se descubre lentamente la luz del día, se descubre pausadamente un sol que nos amamanta con su lucidez. Entrégame tus labios, entrégame tus caricias, entrégame tus manos, entrégame tu fuerza. Cómplices del florecer de unos nuevos pasos donde las escenas de los sueños sonaran en el agrado de nuestras singladuras.

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