Descendamos en este
mundo raro, donde el magma petrificado trae la memoria de antaño. Los pinares nos esperan
ahí abajo y más aun el Monteverde. Piano, piano…la suavidad de tu cuello, entre
ganas de ser caricia eviterna en el cruce del reverder de tus pisadas. Me
alegro. Sí, gotas de felicidad en el apuro de los días tensos. Ahora bajamos esta
cumbre sumergida en lo arcaico, en la fragancia pura y dura del invierno. Ha
salido el sol, bienvenido seas. Captura esta imagen como escena del mañana
cuando nos invadan las arrugas, las canas largas. Hoy domingo, ayer sábado, el
venir de las horas nos atraviesa en la rapidez de una quietud hospedada en
estas tierras. Descendamos con cuidado por estas rajantes rocas de lava, de
ecos de vapor agradable al frío intenso. No muy lejos después de los pinares un
pueblo. Un pueblo pincelado de blanco y tejas casadas con la vejez, con los
campesinos labrantes de estas zonas húmedas. Escucha, escucha…las campanas en
este callar de la naturaleza. Tocan a misa, feligreses de negro concurrirá en
una pequeña ermita en oración a sus creencias. Ah, Anne vamos de mano cuando
lleguemos abajo en las esferas de la plaza nos distanciaremos, seremos
sordomudas a nuestro querer, ocultas a las palabras de esta gente que goza de
otros ritmos. Mira, mira…el océano se distingue apenas, otras islas dejamos
atrás a medida que la arboleda se enraíza a nuestros ojos, a nuestras manos. Ya
sabemos el sendero, siempre el mismo. El balar de ovejas se aproxima, se
escuchan ladridos y más atrás vendrá el pastor de la cumbre en su ruta diaria.
Te hacen cosquillas, una gracia de observar estas costumbres censuradas en la
ciudad. Aire que respiramos. Aire que nos cubre de viveza. Aire que destruye
todo mal. Ah, Anne por ahí viene el pastor, separémonos, solo andamos de paseo
temprano por estos lares. Ello te hace sentir bien, lo oculto de nuestro amor. Te
sientes cansada…pues sigamos. El rumbo de este lugar enaltece a las almas
vivientes en la verdad. Ya tenemos el pueblo cerca, muy cerca. Ha merecido
esperar. Ha merecido vagar en el noctámbulo de los astros. Ha merecido nutrirse
de este apartado sitio. Si, ya sé, no
hemos comido. Seguro que aquí habrá un bar donde que nos enganchar de nuevo en
el sentido de nuestros pasos. No…no hay prisa ¿Para qué? Aquí se ha detenido el
tiempo, aquí hacemos una pausa hasta mañana. Te sientes cansada Anne…ya
estamos. Todas las gentes del pueblo deben de andar en misa. Ventanas cerradas.
Puertas cerradas. Lo gélido y hermoso. Lo hermoso y gélido. Esperemos aquí
sentada en este banco de piedra viva. Mira al fondo todo lo recorrido, parece increíble.
Solo hay que andar, firme…muy firme. Ella inundada del callar pero sus ojos
juegan con el esplendor, con la agudeza de la calma. Una brisa suave viene.
Mensajes terrenales que nos dice que nos quedemos aquí. Sí…te imaginas Anne
levantarte por las mañanas y ser solo soplo de la bondad de esta tierra. Ya,
asientes y con ello el sueño dulce de nuestro futuro se vierte aquí.
Compraremos una casa y un pequeño trozo de terreno, con tus conocimientos y los
míos podemos sobrevivir. Sí, aunando nuestras fuerzas en la suma de las
jornadas. Ya salen los parroquianos. Vamos aquel bar frente de nosotras para
ingerir algo después continuaremos errantes hasta bajo nuestro techo. Nos queda
un camino extenso. Mujeres de luto con rosarios en las manos, hombres apoyados
en el bastón. A la sombra de los almendros pintando toda esta estampa se
sentarán y hablarán y hablarán. Historias desconocidas por nosotras, por
ellos. Por esta esfera huidiza del equilibrio. Aquí se aposenta, estableciendo
lo cotidiano en armonía y belleza. Sí, nos vendremos a vivir aquí, creo que nos
harán hueco...
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