miércoles, abril 26, 2017

ELLAS. CAPÍTULO 20

Ando eclipsado en esta diminuta ciudad. Mis pisadas invernales me llevan lejos de ese modesto hotel. Conmigo mi maleta, mis poemas. Hoy jornada de domingo, visita desahuciada de las gentes, de las miradas. No sé a dónde ir. Solo sé la necesidad de algún sitio para sentarme. Mi techo es este cielo azulado, pincelado por algunas nubes blancas.  Iré algún parque y allí esperaré a mañana. Presiento que mi memoria se adolece, se enquista en la desorientación.  Espero que todo esto no sea más que pasajero.  Desagrado a depender de alguien mientras mis cimientos se ofuscan. Ahí el gran parque vigilante del océano. Necesito recuperar fuerzas y penetro en el hasta hallar un banco. Saco mi libreta, esta libreta donde se erige todas mis sensaciones.
Arboledas.
Sombras.
Escombros de una aurora,
Donde el retorcer de mis manos
Caen en el vertiginoso duelo
De la desmemoria.
Dolor.
Angustia.
Espíritus abatidos
Disciernen en mi vasto paso
Convergiendo con la duda,
Desparramando el todo
De mi existencia.
Ojos
Perdida
Llamas enganchando
En el carruaje de los sueños caídos
Bajo las ciénagas del desdén,
Del desinterés de mis piernas, manos
En los bosques perpetuos a la quema.
Cansado.
Apagado.
Me siento fallecer
En las mareas remotas de un nombre
Que viene a mí
Con la brutalidad de alas rotas.
Levanto la vista y delante de mí, de espaldas, una pareja con sus hijos. El hombre por su postura me parece conocido. No sé, en algún encuentro fortuito de esta ciudad. Lo miro. Solo su espalda me es familiar, de qué será…por unos momentos me despisto he intento recordar pero mi cabeza anda en los riscos obstinados al olvido. Me alzo, despacito me dirijo a ellos sin misión de entorpecer la contemplación del mar. Quiero saber quién, quién en mi pasado me dibujo esa figura familiar. Brotar en el sentido del espesor de una esperanza. Tengo que hacer algo. No puedo fallar así en los fotogramas pasados. Pero no logro a medida que avanzo y me aproximo a reconocerlo.  Todavía no es grave pero hay síntomas de que mi memoria se borra y solo estoy. Me aislaré en el encierro de mi ser, vagaré en la decadencia hasta culminar mis días. No quiero que me vean así, en el duermevela de mi mente, en el despreciable parar de mis ilusiones. Este será el último libro, un poemario que no lucirá ante mí. Todo depende de las prisas del editor. Espero que no sea demasiado tarde. Sí, cuando yo aparcado en una silla y mis ojos miren la nada del ayer, del hoy ante ellos. Tengo fría las manos, un cierto soplo gélido y maléfico aplasta mis pisadas. Me detengo tras de ellos y miro como mira un niño una golosina. Una familia creciente en la gratitud a la vida. Pequeñas cosas ennobleciendo su amor, sus cadenas a ras de un océano invisible para mí. Antes de fugarme en el silencio quería decírselo a ella…¡Ay Anne¡ Si supieras…Acá aislado, balanceándome en la duda, con destino incierto, orbitando bajo lágrimas. De ella si tengo la imagen. No lo entiendo. Serán los años cuales convivimos juntos. Será los daños causados en los secretos del alma. Pongo mi mano sobre su hombro, el se vira. Hay rareza en sus ojos verdes pero me reconoce, creo yo...



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