sábado, abril 22, 2017

Ellas. Capítulo 18

Ha vuelto, me habla y habla. Yo aquí resignada cociendo un vuelto de pantalón de él. Coge a los niños y se va. Me detengo por un momento y después cruzo esa puerta y escaleras abajo los sigo. Quiero ir con ellos. Los alcanzaré y unidos iremos a ese parque donde los niños puedan jugar mientras  meditamos en la llanura franca de un océano quieto. Ya estoy al lado de ellos. El serio pero se de esa emoción después de una discusión terminada en buenos vientos. Aunamos nuestra energía, despacito entramos en ese paraje donde arboles de no sé dónde y cascadas artificiales embelesa a los viandantes. Dejamos a los niños y nos sentamos de espaldas mirando el mar. Ese mar emancipado de nuestros quebrantos, de nuestros apuros. Sencillamente lo bello caricia nuestras pupilas en el sentido angosto de esta ínsula. No sé lo que sería de mi si viviera lejos de él, de este minúsculo trozo de tierra en la inmensidad del océano. Estaría rota, oxidada, cargando añejas cadenas condenada a la desidia, a la dejadez. Sí, te necesito. Abráceme con tus estrellas marinas y caracolas. Dame de aquello que carezco. Nos perdemos en toda su amplitud, en todo su afable fragancia. Me gusta, me gusta su olor. Sal y algas cabalgando en su inmersión en los viejos barcos.  Mis hijos vienen, se sientan con nosotros y me digo que estarán pensando en vernos juntos…hace tanto tiempo…Felicidad, amor, compasión describen sus ojos y se quedan al lado nuestro, callados, disfrutando de la perfección de este mundo. Galopo en sus destinos, todo está tan mal. Violentos espíritus succionando de este globo. Nos matamos, nos herimos, nos odiamos. Todos…si, todos. Un gato escuálido y gris pasa ante nosotros, los niños lo señalan y ríen. Les hace gracia. En el allí y ahora, más allá del horizonte, pueblos horrorizados por bombardeos,  inocentes que no se pueden defender del exterminio que se lleva a cabo. Ellos no se dan cuentan pero él sí , me limpia una lágrima.  Ay esta tierra, sometida a la nada. Y buscamos y buscamos en otros misterios del universo. Qué idiotas somos. Sanar todas las heridas, todas las cicatrices, todas las carencias de este planeta…este planeta llamado azul, llamado tierra. Bosques ennoblecidos algún día se irán y nosotros no más que seremos cenizas sobre un mar difunto, sobre una esfera llameante de vacío. El mañana...el mañana de mis hijos. Juro ser vertical, asomarme contra los vendavales de la anti prosperidad e ir por delante de todos los rastros no valerosos en el resurgir de sus destinos. El mañana…el mañana de mis hijos. Yo y mi marido nos marcharemos entre cenizas proyectadas al universo y ellos se valdrán autónomamente con el devenir serpenteante de sus huellas. Baja más y más la marea. Iremos a la orilla y allí con nuestros pies descalzos chapotearemos nuestra unión, nuestro compromiso a lo largo de los años, dure lo que dure. 

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