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Mana el crepúsculo. Un
cielo matizado de violetas anaranjados sabores nos visitan. Lo necesitamos que
nos acoja en su calidez. La danza de los pájaros comienza, la hermosura
perfecta de la madre naturaleza. Por qué destruirla con cemento tras cementos.
Pinares que suspiran y el aliento de lavandas nos da el empuje para ese beso
que me pides. No hay nadie. Te alegras...así en la intimidad de mis labios
acariciando tu cuello como aquella primera vez. Remontamos las montañas añejas
y nos alojamos en el pico más alto. Un roque nos vigila, nos mira con estática
sonrisa. Te veo mejor. Qué la madre tierra te colme de olvido y a la vez te
hinche de esos recuerdos tiernos, agradables, corcondantes con el resurgir de
la vida. Somos destino, lo marcan las agujas del tiempo. Me gustas cuando
cierra los ojos por qué desciendes a esa pequeña reconditez de mi corazón, me
gustas como te aproximas en la verticalidad de tus pilares por qué aceptas. Sí,
somos destinos, no lo podemos tachar, censurar nuestras almas a la desdicha.
Aléjate de todo mal. Mira, mira …ahí vienen los espíritus del alba coreando nuestra
antigua canción ¿la recuerdas¿ ¿Duermes? Mis labios rozando tu cuello. Estamos
adheridas a esta tierra, a estas raíces en la profundidad de nuestro querer. Ya
sé que todo ha sido angustioso hasta llegar aquí pero hemos llegado. Anda
despierta. Alcemos nuestros brazos a esa bóveda agarrada a estos momentos del
estallido de la felicidad, de la armonía. Libres, somos libres. Déjate llevar…no
hay nadie. Caminemos al ritmo de la brisa que viene, ella nos dirá que hacer. La
aventura de esta bóveda celeste nos impulsa a ser una. Llevo esperando hace
mucho tiempo. Tú no te dabas cuenta pero yo sí. No te preocupes ahora, las
estaciones bajo mis ojos te sanaran ¡Viva la danza de los espíritus de nuestros
ancestros¡ Aquí demostraban su valentía. Sí, somos valientes al escalar esta
cumbre sin temor. Gritemos, escupamos la prisión que nos retiene y avancemos
hacia el amor ¡Ay el amor¡ Te quiero Anne aunque te sienta aun algo lejana. Abre
los ojos y mírame. Dame tus labios ¿Estás dormida Anne? No, no disimules. No
desvíes la realidad en el resonar de una ventisca con malicia. Venga,
despierta. Ya sé que te gusta. Tu terso cuello. Lejana...lejana como las mareas
reas de tierras donde la miseria las nutre, lejana como el ayer muralla de
nuestros sentidos. Abre los ojos y mírame. Dame tus labios ¡Ay el amor¡ Caravanas
de tibios rayos solares aterciopelados nos acuesta. Me miras, tus ojos me alumbran,
tus labios se aproximan con la lentitud de un invierno que se va. Aquí estamos,
solas. No hay nadie. Libres, somos libres. Fuego recreándose en nuestros
vientres y la desnudez de nuestros cuerpos tendidos en la inmensidad de esta
catedral de la naturaleza ¡Ay el amor¡ Acompasado sendero que nos sigue. Así
somos, no hay vueltas en la paz ahora emergente en prender del beso, de la
caricia...
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