Ya hemos llegado. Laum
¿por qué me has traído aquí? No entiendo. Estamos encima de un mar de nubes
grises, el firmamento respira calma con el fragor exuberante de una luna que no
se va. Contéstame. Sé, que he errado en los campos donde cernícalos anuncian la
muerte. Sí, he muerte. Pero ahora vuelvo a resurgir, a erupcionar en esta cima
donde el helar aniquila mis huesos. No me importa, habrá otros que esto es
constantes en su fuga por el bienestar y la esperanza. Refugiados en el
ambiente equivocado, el egoísmo tizna al ser de una existencia mediocre,
austera. Pienso en esos niños, en esas madres, en esos ancianos que recorren
miles y miles de kilómetros para llegar a trincheras de hiel, trincheras de
sangre contra su persona. Somos todos humanos, tenemos los mismos huesos solo
nuestra mirada al mundo es diferente, nuestro razonar ante lo que viene, ante
lo que está. Tenemos que aprender a respetar cualquier idea, cualquier Dios
origen de las entrañas de esta esfera. No sé por qué te digo esto. Es lo que
pienso. Será la resaca. Ambulo por petrificadas colinas del saber, la duda me
caricia y su desdén me aprisiona. No nos entendemos. Con lo sencillo que es
charlar en el girar y girar de los días, de las noches, de las tardes. Ahora
recuerdo. Sí, aquí nos conocimos. Yo perdida en una cueva de nuestros
ancestros, había claridad. No sé que me dio por meterme. Tú de excursión con
otros compañeros. Yo sola. Tu acompañada. Yo asustada. Tu segura. Y comienza la danza de
la atracción, del manar un magnetismo que hasta hoy en día es erecto. Te quedaste
conmigo no sé por qué. Tus amigos se fueron, seguro que en sus mentes tú eras
reflejo de fortaleza, de confianza. Yo desquiciada. Tu serena...tan serena que
tus ojos al cruzarse con los míos me sosegué. Y venga la paz ausente,
despreciada por mí en aquellos momentos. Pienso, que fue instante adecuado, el
preciso estar y saber estar en el lugar adecuado. Aquí, donde estamos ahora. Y
venga el beso. Sí, ese beso a ras de mi cuello como enigma de tu esencia. Me
estremecí, me estremezco ahora solo recordarlo, alberga cada tiempo del atrás.
Me miras y en tus ojos observo la alegría. Me conoces bien. Aquí los pinares, el
submundo magmatico que alienta estas islas. Islas nacidas de las profundidades
del océano. No pertenecemos a nadie y al mismo tiempo somos de todos. Lugar de
paso para aquellos bailadores de la libertad. Bésame, así, como aquel día…por qué
no. Y vienes, y me abrazas al calor de las estrellas del cosmos. Este cosmos
desconocido, bello, magnífico. Bésame, así, con las alas verdes de nuevas
singladuras en el fin de nuestros días...
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