martes, marzo 28, 2017

ELLAS. CAPÍTULO 7(NARRATIVA)

Presente. Sí, está presente enlazada en el aseo, en la meticulosa tarea de recoger esta casa a golpe de fregonasos. La siento en su vaivén imparable, osado. Yo, aquí, con cierta quema de mi fortaleza. Estoy resacada. Me apetece dar una vuelta. Miro el reloj y su tic-tac, tic-tac me dice que avanza para las cuatro de la mañana  ¡Qué estúpida he sido¡ Me avergüenzo de haber cogido esta borrachera y más que ella lo sabe. Tomaré vuelo, intentaré incorporarme de este sillón y la abrazaré. Tengo ganas de salir, da igual la hora. Necesito por unos momentos aislarme de estas paredes embarradas en añejos recuerdos. Recuerdos sumidos en la tempestad de la hipocresía, en los tormentos de la ignorancia. Ahora, libre...ella, aquí. Silenciosa, serpenteando de un sitio a otro como si no existiera. Ánimo, me digo. Que la verticalidad sobrevuele mis piernas e ir en su búsqueda, callada. Miro el reloj de nuevo, las horas no avanzan su tic-tac, tic-tac me retuerce. Me gustaría que este día diera ya su comienzo y su fin. Comenzar una nueva ruta donde el nacer de las sensaciones y emociones fragmentarán el ayer y lo alejará, lejos, muy lejos…Tengo náuseas. No debí beber pero estaba sola, no sabía cómo cubrir mis sentimientos hacia aquel que se marchó. Y limpia y que te limpia. No sé lo que hace. No creo que yo haya evocado tanto destrozo. Quiero llamarla y mi voz desciende en vertiginoso campo de la fatiga ¡Qué débiles somos¡ Somos resonar de impíos cuchillos que en unos minutos puede desvanecer nuestra lucha. Tenemos que ser nosotros mismos aunque nos abofeteen, aunque avalanchas de estupideces nos cerqué para hacernos caer. Creo que ya me sostengo en pie  ¡Laum¡ ¡Laum¡ creo emitir su nombre. Sí. Sus pisadas certeras se acercan, vienen con la valentía de elevarme ¡Qué horror¡ y yo en estas circunstancias: desnuda, aborrecible, apestosa ¡Qué hacer¡ No hay remedio…qué venga, qué venga. Para qué esconderme, ella está bajo mi techo. Tic-tac..tic-tac, el reloj parece acelerarse en mi llamada. Las cuatro y media. Miro a través de la ventana, la luna sigue ahí. Parece mi guardaespaldas, me protege.  Sus ojos…sus ojos veraces me miran, no me interrogan como si ya supieran todo esto ¡Dame la mano Laum¡ Me siento arrinconada en las densas tinieblas de alas arrancadas en el mecer de los años. Ya no puedo más. Hoy ha sido el final de este camino rebozado de ortigas sobre mis manos y ahora…Sí, ahora ¿qué pasará ahora? He marchitado una existencia, la de él. Déjame respirar. Inspiro y espiro, espiro e inspiro y solo la memoria me trae a él. Por dónde andará, decaído, confuso. Perdóname Laum, no te hice caso. Los prejuicios de esta sociedad son aliento feroz que he temido. El miedo. Sí, el miedo al qué dirán no por mí, sino mis allegados. Sufrimiento. Demasiado, la repulsa me da vértigo, me desmorona en sentido de la ausencia. Sí, has café, creo que me ayudará. Me sustentará por el momento de este hiriente malestar...





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