Presente.
Sí, está presente enlazada en el aseo, en la meticulosa tarea de recoger esta
casa a golpe de fregonasos. La siento en su vaivén imparable, osado. Yo, aquí,
con cierta quema de mi fortaleza. Estoy resacada. Me apetece dar una vuelta.
Miro el reloj y su tic-tac, tic-tac me dice que avanza para las cuatro de la
mañana ¡Qué estúpida he sido¡ Me
avergüenzo de haber cogido esta borrachera y más que ella lo sabe. Tomaré
vuelo, intentaré incorporarme de este sillón y la abrazaré. Tengo ganas de
salir, da igual la hora. Necesito por unos momentos aislarme de estas paredes
embarradas en añejos recuerdos. Recuerdos sumidos en la tempestad de la
hipocresía, en los tormentos de la ignorancia. Ahora, libre...ella, aquí.
Silenciosa, serpenteando de un sitio a otro como si no existiera. Ánimo, me
digo. Que la verticalidad sobrevuele mis piernas e ir en su búsqueda, callada.
Miro el reloj de nuevo, las horas no avanzan su tic-tac, tic-tac me retuerce.
Me gustaría que este día diera ya su comienzo y su fin. Comenzar una nueva ruta
donde el nacer de las sensaciones y emociones fragmentarán el ayer y lo
alejará, lejos, muy lejos…Tengo náuseas. No debí beber pero estaba sola, no
sabía cómo cubrir mis sentimientos hacia aquel que se marchó. Y limpia y que te
limpia. No sé lo que hace. No creo que yo haya evocado tanto destrozo. Quiero
llamarla y mi voz desciende en vertiginoso campo de la fatiga ¡Qué débiles
somos¡ Somos resonar de impíos cuchillos que en unos minutos puede desvanecer
nuestra lucha. Tenemos que ser nosotros mismos aunque nos abofeteen, aunque
avalanchas de estupideces nos cerqué para hacernos caer. Creo que ya me
sostengo en pie ¡Laum¡ ¡Laum¡ creo
emitir su nombre. Sí. Sus pisadas certeras se acercan, vienen con la valentía de
elevarme ¡Qué horror¡ y yo en estas circunstancias: desnuda, aborrecible,
apestosa ¡Qué hacer¡ No hay remedio…qué venga, qué venga. Para qué esconderme,
ella está bajo mi techo. Tic-tac..tic-tac, el reloj parece acelerarse en mi
llamada. Las cuatro y media. Miro a través de la ventana, la luna sigue ahí.
Parece mi guardaespaldas, me protege. Sus
ojos…sus ojos veraces me miran, no me interrogan como si ya supieran todo esto
¡Dame la mano Laum¡ Me siento arrinconada en las densas tinieblas de alas
arrancadas en el mecer de los años. Ya no puedo más. Hoy ha sido el final de
este camino rebozado de ortigas sobre mis manos y ahora…Sí, ahora ¿qué pasará
ahora? He marchitado una existencia, la de él. Déjame respirar. Inspiro y
espiro, espiro e inspiro y solo la memoria me trae a él. Por dónde andará,
decaído, confuso. Perdóname Laum, no te hice caso. Los prejuicios de esta
sociedad son aliento feroz que he temido. El miedo. Sí, el miedo al qué dirán
no por mí, sino mis allegados. Sufrimiento. Demasiado, la repulsa me da
vértigo, me desmorona en sentido de la ausencia. Sí, has café, creo que me
ayudará. Me sustentará por el momento de este hiriente malestar...
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