miércoles, marzo 29, 2017

ELLAS. CAPITULO 8 (NARRATIVA)

8
Se endereza, desnuda presiente mi llegada hasta ella. Sigo en la sutileza de mis huellas en este piso húmedo. Ahí está, frente a la ventana, mirando la plateada en todo su brío.
Ella ya sabe que estoy en este salón, no se da la vuelta sigue y sigue ensimismada en su luna redonda. Tal vez la timidez, el azorar de ser imprudente la asusta. Me acerco con cierto palabras en mi cabeza “ Te juro Anne que nada saldrá de aquí. Conservaré nuestro secreto bajo un sótano impensable a los demás. Estoy aquí, tras tu espalda ¡La belleza ronda tu piel pálida, frágil. Te juro que seremos una mientras a puerta cerrada andemos juntas por esta casa. Después, dos, cada una tomará el rumbo de la vida cotidiana. Pero nos volveremos a encontrar, así, solas con la mirada fiel de los astros. No, no diré nada. A nadie le interesa nuestra vida solo a nosotras” . Pongo lentamente mi mano sobre su hombro frío, muy frío. Ella se estremece, se gira. Sus ojos vuelan a través del mutismo, del cansancio. Busco y Busco, no hallo nada…a ras de sus manos queda la maléfica cicatriz del pasado¡ Qué hacer¡ La abrazo, sus brazos caídos indican que su voluntad es pésima. Venga , mujer, le digo. Salgamos de aquí, de esta casa tétrica, esbozo de estaciones mal logradas. No se mueve. Me dirijo hasta su habitación desordenada y cojo algo de ropa. Se la llevo y se la deposito en el sillón. Ella sin prisas se viste, se abriga. No dice nada. Pongo mi mano sobre la suya y la llevo afuera. Ella no se resiste, se deja llevar. Un taxi, lo paro. Subimos y le digo el lugar que deseo ir. Lejos, muy lejos donde  la pisada de  la humanidad deteriorada sea irreconocible. Lejos, muy lejos donde los pinzones azules duermen en el balanceo invernal. Lejos, muy lejos donde los pinares silban a la vida cuando el viento canta. Lejos, muy lejos fuera de esta urbe que ahoga, que nos aniquila con su polución grotesca. Lejos, muy lejos donde el llanto de un niño aguijoneado de sed y hambre no nos distorsionen por unas horas. Y callo. Lejos, muy lejos donde mi beso en su cuello sea culminante caricia del reverder de su mirada. Mirada ofuscada. Mirada perdida. Mirada opaca. Mirada de pozos cubiertos de lodo. Todo es silencio. El taxista baja la emisora, me escucha. Debe pensar que no debemos estar muy bien. Sí, en plena madrugada dos mujeres una con rostro de cenizo y otra con el empuje de la incertidumbre. Me callo. El taxista sube otra vez el programa que escucha. No sé si Anne le molesta. Está inerte, sin ganas. A mí no me entorpece, me da lo mismo. Para allá vamos. Traspasamos la ciudad, todo es oscuro. Constelaciones nos persiguen en nuestra ruta a la cumbre ¿Y por qué este lugar? Será que allí nos conocimos en una jornada de chubasco febril. Quiero rememorar ese instante. Instante eterno que en su memoria volverá a flotar…¡Ay Anne¡ Lucha, vence...


No hay comentarios: