Pareces incrédula contemplando el
despertar de las mareas en su réquiem eterno.
Violentas olas impulsadas por una atmósfera desequilibrada. A qué vas…dime…peligras la sensatez. Ya sé
que te apetece hacer frente al derribo de tus emociones. Pero no. Ven aquí,
alarga tu mano hasta ser pulso de la mía. Nubarrones columpiándose en tu
rostro, un viento rajante a cada huella de tu aroma que dejas atrás. Te
persigo. Te avistó. Y desde aquí digo no. No luchar contra la aberrante
brusquedad de agua gris que se agita y
agita en sí misma. Subo en una roca y te veo nadar y nadar al infinito de tus
sensaciones. Te veo ascender a ese
firmamento que ya oscurece, un halo azul te acoge. Te has ido. Has desaparecido en la serenidad del
firmamento, tras esas nubes que anuncian tormento. Un resplandor se hace en un
punto del cielo y me da la gana de pensar que se trata de ti. Sí, de ti, ave en
el espacio en busca de otros mundos. Te has hartado. Te has cansado y ahora vuelas y vuelas en la
paz de otra vida, de otras órbitas paralelas y distantes a este globo. Mi globo…como
se desinfla, como cae en los sótanos de la desesperanza, de la desesperación. Gritemos…sí,
gritemos a los soles venideros que al alba son canto de la paz, de la justicia
enarbolada en los corazones. Adiós amiga mía. No. No habrá llantos, miraré el
universo y extenderé mis recuerdos en ti. Dichosos momentos de aquellos años…sí,
aquellos años cuando los rostros radiaban calma.
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