En el mundo, somos eso, polvo interestelar
nacido de las estrellas. Puede ser que nos miremos al espejo y estamos o no,
una realidad que se curva en sentido desconocido hacia calles donde la noche murmura
los gritos de la soledad . Y, sin embargo, el fin de la vida llega. Sí, llega
para unos lentos, para otros con la celeridad de no haber consumado el beso de
los sueños. Todos tenemos que fallecer, palidecer, frío metálico que nos
invierte en otro destino. Y ese destino se consuma en el universo. Un halo de
nuestra energía da sombra a los colores de las jornadas, andamos en una atmósfera
indómita donde nuestra presencia se hace vacío. Y después, no lloran, en el
olvido, en el silencio de nuestras manos, de nuestras palabras. Conversamos con
el derivar de los años cual será nuestro final y no atinamos, nos poseemos de
cosas triviales, de discusiones absurdas. Y , sin embargo, el fin de la vida
llega. Una sobrecarga se instala en nuestros hombros, la pesadez de saberlo nos
produce cierto tremor y miramos , desde aquí, desde la isla, lo infinito de las
mareas. Inducimos a sostenernos sobre la ida y venida del oleaje conversando con
nuestro corazón, con nuestra razón con las ballenas. Un faro se distingue en la
bahía. Siglos y siglos rotando sobre si mismo. Siglo y siglos empecinado en ser
guía de las embarcaciones llegadas al final de su camino. Y, sin embargo, el
fin de la vida llega. Cara a cara, en el ultimo aliento, en esa cura que no
llega. Nuestras pisadas se hacen polvo interestelar, sonar de otras almas que
vienen a nuestro encuentro. Y no nos reconoceremos, algún atisbo en esa memoria
de vida pasadas. Pero, donde, como , cuando. Todo se vuelve mágico, oculto,
misterioso en este nuevo nacer, nos apoderamos de una sabiduría ya anciana y
recurrimos a otro curso en esta nueva existencia. Y seguimos aquí, aunque el
fin de la vida llegue. Ando por calles empedradas, la vieja Vegueta aspira de
mi espíritu y siento la calma, una paz en sus viejas aventuras. Observo y no sé
por qué una religiosa encima de un burro, triste, condenada por la inquisición
en esos siglos de oscuridad de la isla…de la isla. En el sendero de su condena,
el garrote le espera. Culpable de un desliz , de un deseo humano que la
entregaba a noches sonoras de deseo y pasión. Ella no flaquea, pálida con la
cabeza bien alta escucha el hazmerreír de la sociedad en ese momento, en ese
instante, que no ese momento podemos trasladar este caso a otras culturas que
no son culturas sino maneras dictatoriales de pensar, maneras engarrotadas y
oprimidas de desatar su malevolencia. Hacia la plaza se dirige, ahí donde la
catedral congrega ciento de gentes olisqueando su fin. Y será su fin. Ella mira
el cielo, no pide suplica, se deja llevar por esa masa agreste, yerma a su
vida. Y al final , la muerte. Sí, la muerte provocada por las ideas aberrantes,
aborrecibles, idiotas de una sociedad. Y , sin embargo, no es el final de la
vida. Su espíritu ronda como caída ala en cada mirada de odio, de retorcidas
intenciones. Ahí, está, absorbo su aliento cuando cruzo la plaza, su imagen
ante mí se hace presente. Y este presente que no es presente sino el ayer
vuelve, retorna cíclicamente. Y solo eso, polvo interestelar congregado en cada
piedra, en cada adoquín de esta pequeña ciudad. Se escucha el sonido de la mar.
Se escucha las campanas que doblan a su muerte inesperadamente. Atenta ,
escucho. Atenta, observo ese ayer como parte del hoy en otros pueblos. El
humano tiene un retroceso en aquellos. Sin embargo, todo tiene su final,
repetitivo, cíclico que nos hace girar en los mismos errores hasta el fin,
hasta el nacimiento de la nueva vida.
Este blog esta bajo los derecho de autor para cualquier información laguna198@hotmail.com Lo escrito son ideas primigenias que después se han corregir y alterar.
viernes, enero 10, 2025
EL PASEO
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