viernes, enero 01, 2010

No te vuelvas...(relato)

Se había levantado temprano como de costumbre. Sus manos añejas se dirigieron a ese retrato de su amor desvanecido ya entre cipreses encima de su viejo paño. Se sentó y empezó a tocar esa melodía que a ella tanto le gustaba. Sus dedos huesudos y largos se identificaban con cada nota con una emoción que lo llevaba al llanto. Lágrimas navegando por su tez, lágrimas de éxtasis asentándose en su corazón. Cuando hubo terminado la maravillosa música se levanto, se vistió y salió de su casa. Era temprano, en la ciudad no había un alma pues era veinticinco de diciembre. Se dirigió al cementerio. Allí se encontraba ella, en un su tumba de mármol negros con las flores aún todavía con ánimo de vida. Detrás se extendía otras tumbas, un horizonte donde el naranja incidente de las primeras horas del día daba oscuridad a las montañas. Se arrodilló y en el instante que puso su mano sobre esas flores para retirarlas noto sobre el una sombra. No había nubes, no se oían pasos. Por ello se extrañó. Quiso girarse, saber quien andaba tras de él. Pero en ese momento una voz le invitó a detenerse.
- No te vuelvas. Quédate así. Como estás ahora. No me quites las flores. No ves que aún no se han marchitado.
Un cierto helor comenzó a recorrer cada célula de su cuerpo. Un cierto temor tirado por el recuerdo vagó por su memoria. Esa voz. Conocía ese tono como caricia de su ayer.
- ¿Quién eres? Ya se que estoy viejo y que mi cabeza se desparrama pero aún soy entereza de mis conductas, de mis pensamientos. ¡Tú voz¡ ¡Tú aroma¡ No puede ser. Los muertos no pueden deambular por la tierra. ¿Quién eres que con esta pesada broma?- Se levantó y giró. Sus ojos designaron en ese momento una especie de incredulidad y cierta nostalgia. Intento abrazar a ese espectro que estaba ante él. Pero igual que el aire ese intento fue fallido- Eres tú amada mía. Pero, ¿Cómo? No puede tocarte. Tal vez, mis ojos cansados, me están haciendo una mala jugada pero no puede ser. Estás aquí. Estás delante de mí.
- Sí, estoy ante ti. Este es mi último viaje. He venido porque me llamabas en tu cavilar, porque siempre besas esa foto mía cuando la noche te ronda y cuando el alba te busca. He de decirte que estoy bien allí donde estoy en ese universo que parece tan lejano y no lo es. Polvo de estrella somos. He de decirte que la vida sigue y aquí, en la tierra, también. Déjame surcar los mares de las estrellas en paz. No rememores tanto mi nombre y vuelve a vivir. En esa vida que tú estás existen muchas oportunidades. Olvídate del pasado y se fortaleza del presente.
Como viento que se presentó ella desapareció y él ensimismado ante lo que fue su presencia se gira de nuevo. Se arrodilla y observó las flores de la tumba. Las acarició, las besó y se fue.
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