El otoño impera en su llegado con un calor agotador. Las
primeras estrellas se acogen a la vera de nuestra mirada. Una habitación. Dos
mujeres. Un olvido. Un recuerdo.
YY:
Presiento que mi torpeza arañe nuestra amistad, nuestro
amor.
XX:
¡Qué dices! No eres torpeza. Y nuestro cariño no lo puede
dañar nada.
YY:
(mirando al vacío)
Me siento decaer. Ya sabes lo que me han diagnosticado. Ese
olvido, olvido del aliento a tomar cuando se dirigen a mí. Dentro de poco, no
se cuando no recordaré estas calles, esta atmósfera que me envuelve. No te
hallaré a ti. Me sentiré como extraña en un nuevo mundo, donde los sentidos son
corriente del instante.
XX:
(la mira, la observa y se siente estremecer. No sabe que
hacer por ella)
Que puedo hacer por ti. Dímelo.
YY:
Nada. Solo anhelo la muerte antes de…No quiero que me cuides
ni que nadie me toque. Asearme, vestirme y todo lo que ello conlleva. Que
terrible es a veces la vida.
XX:
No. No
YY:
Si. Vivir en una nube con cosas raras manoseándote. Te
imaginas. No soporto esa idea me produce dolor, angustia.
XX:
A lo mejor no llegas a…Dale tiempo al tiempo.
YY:
(grita)
¿Tiempo al tiempo? Cuando no pueda actuar por mi misma,
decir que si, que no, que yo que se.
XX:
Te entiendo. Pero que
vas hacer, yo te quiero. Siempre estaré a tu lado.
YY:
A mi lado…Sacrificar los años de tu vida por mi. No. Jamás
permitiré que tu y nadie me mire cuando la sombra negra del olvido recorra mis
venas.
XX:
Adiós amor mío.
YY:
Perdóname pero si. Adiós amor mío. Necesito descansar.
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