Se elevan ante los acantilados con mar de fondo esbozando la muerte….la muerte. No hay sonrisa, yeguas sin tregua danzan en el rugir de las olas…las olas. Huyen donde las sendas son atmósfera húmeda donde sus cuerpos que se elevan los atienda un viento que no cesa…que no cesa. Se dan la espalda, escuchan el crujir de unas ramas, escuchan los sentidos de sus vientres , heridos….marchitos. Se miran sus palmas y como aves de una isla yerma se entregan a la distancia. Mujeres solas. Mujeres rotas. Mujeres insonoras. Mujeres vacías. Mujeres colgadas de la nada.
Estoy aquí.
Estás aquí.
Soy yo.
Soy yo.
Nos perdemos en la simpleza, en lo sencillo del tránsito de lo simple de esta existencia ¿Qué hay más allá? Sí, más allá…de las estrellas, de este firmamento negruzco cuando la luna se evade. No llego a alcanzarlo. Me sumerjo bajo las aguas del silencio. Me sumerjo bajo las aguas de las hogueras.
Somos nosotras. Ambulamos en desiertos sin plumas para ser vuelo de la libertad. Cansadas. Nuestras manos son temblor. Nuestra voz son temblor. Nuestras pisadas son temblor en cada esquina donde nos acostamos .
Resurgimos y estoy aquí.
Nacemos y está aquí.
Soy yo.
Soy yo.
Yeguas siguen danzando en el rugir de las olas. Se abandonan, se despliegan como gaviotas sigilosas, avanzan como mujeres de un nuevo mundo. Sus ojos estáticos son acantilados donde la mar rompe, donde la mar es hija de los sueños.
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