martes, diciembre 06, 2011

Divagaciones de una tarde diciembre....

El jardín, la tarde que en su esplendor patina bajo nubes cenizas. Un parque donde un balón rueda y rueda a medida que unas piernas jóvenes mece su sentido. Ella se asoma a su balcón, inspira e espira, y con esta respiración lenta recoge en sus pulmones toda la frescura del otoño. Piensa, sí, está cavilando la última vez que el volaba sobre el asfalto con la fibra de sus músculos. Hace años ya de eso. Los cuarenta y dos y pico kilómetros le vienen a la memoria como halito de felicidad. Fue la única y la última vez que sintió ese extraño fenómeno en su cuerpo que casi desfallecida rió y lloró. Le vienen muchas imágenes. Ese entrenamiento en un parque de un kilómetro que todos los fines de semana iba a dar 40 vueltas. ¡Qué duro las primeras diez o quince¡ Las demás por inercia. Sola, como siempre ha estado. “ Sola para que te acostumbres en las largas carreras de fondo no depender de nadie”, eso decía su entrenador. La soledad de los fondistas, codo a codo con el sudor, con el sufrimiento. Porque se sufre. Porque se suda hasta cierto límite en que ya no hay sudor solo rodar y rodar. Ella se asoma a su balcón, los muchachos se agotan, gritan de entusiasmo en ese deporte en equipo. Inspira e espira y atiende a su subconsciente, se sumerge en lagunas de plata donde su cuerpo seco repite una y otra vez se ave de cumbres donde la el oleaje feroz no te aprese. La nostalgia es eco, es sombra de sus pisadas.

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