1º
PARTE(El Lago)
Cuando las nubes cenizas eternas estáticas
son cumbre de la bóveda celeste ella miraba a ese animal deforme como a la
conquista de alguna estrella fugaz navegante del nocturno para conquistarla,
para capturarla y guardarla bien bajo su corazón. No se sabía por qué sus
jornadas eran eviterno desabrigo de la palabra. Solo el canto de algún ave de
la noche en plena cacería la despistaba de sus pensamientos. Noche oscura,
noche donde su guarida una casa de noble maderas humildes la abrigaba de la
intemperie. Desde su ventana divisaba el lago, ese lago que con las nubes
quietas y una brisa que no resaltaba su presencia era se podría decir que
infinito. A lo lejos montañas de negro pintando el horizonte con el hermoso de
sus perfiles, a lo lejos esa ciudad que tanto añoraba ¿qué habría en ella? Solo
pequeñas cartas se la describían. La primavera ya entraba, era simiente de
pétalos de arco iris que al amanecer tiznaba tierra donde se hallaba. En el
centro de un lago apartada de la sociedad cuando llegó a la adolescencia. Sabía
leer, de matemáticas lo suficiente para después una existencia en aislamiento.
Solo una de las cartas que leía una y otra vez en ese viejo baúl era mensaje
del por qué tenía que vivir separa de todo contacto humano. Dudaba y entendía a
la vez. En este cavilar el sueño aprieta y se deja ir por el largo pasillo
hasta su mundo. Esperaría otro despertar, el paso del tiempo inexplicable tal
vez le ofreciera alguna razón.
Y
el despertar es sonoro ronroneo en el lago. Dorados peces que con las primeras
dianas solares sobrevuelan la profundidad de sus transparentes aguas, nubes que
se agotan con el vientecillo mañanero y sábanas que caen cuando su cuerpo es
movimiento, se estira y de sus ojos bosteza un nuevo día. Un nuevo amanecer
donde torritas nubes del nocturno han huido. Como siempre, como todos esos
esbozos al alba , con 30 primaveras arrollando sus castaños cabellos se alza,
es caricia de su cuerpo empezando por su liso vientre para alargar sus jóvenes
manos a sus senos. Senos vírgenes, senos que la llevan a sus labios intactos
por otros labios. Sus ojos rozan tímidamente el espejo de esa habitación y le
habla, le habla, del amor, por ejemplo. Excomulga su cuerpo de la pereza, se
ciega ante el espejo y se yerta ante ese viejo baúl bajo la ventana. Esa
ventana de cristales rotos. Por ella entra el influjo de la brisa mañanera, por
ella con las cortinas alzadas al son del vientecillo puede observar un viejo
roble quebrado en tiempos pasados. Le gusta ese instante. Un haz de luz
incidiendo en su rostro, en su cuerpo desnudo y vaivén de la brisa temprana. Ya
se encuentra absolutamente despierta y se dobla para abrir el baúl y releer la
carta. Tras cogerlas con lágrimas en sus mejillas se sienta en la cama
“ Querida hija:
Siempre será difícil el vernos de nuevo. El
compartir aquellos momentos de gran felicidad cuando tu viniste al mundo. No sé
que motivos darte. Solo decirte antes de darte una explicación que tu abandono
es motivado por protección en un lugar inconquistable por los humanos. Decirte
que te quiero”
Este primer párrafo, la sumía en una cierta
tristeza. Ese adiós que la desterraba de todo. Intentaba llegar a la última
imagen de su padre. Pero el no estuvo en aquella despedida. Su madre
desapareció no más que nacer ella con una honda depresión producida por el
parto que la llevo a una borrasca eterna. No la quería. Mujer refinada, mujer
adusta y de belleza sin igual ante los hombres. Traerla a ella a este mundo la
impregnaba de astillas colmadas por celos. Quería libertad, ser ella la única
amada por su padre. Las palabras de su padre ante aquellos absurdos celos y
envidias las rememoraba ahora. El no podía salir, asistir algún lugar aunque
fuera un pequeño paseo por los alrededores. Tampoco a trabajar. Cuando quedo en
estado todo se pronunció más vertiginosamente llegando incluso a la idea
obsesiva de asesinarlo. Iba a toda clase de curandera para que le diera ese
brebaje que le permitiera abortar, se daba y golpes en su estómago que no la
llevaban a nada. Ella tenía que nace. En este tiempo el país entraba en
conflicto repercutiendo la seguridad de cualquiera. Y nació, pero la salud de
madre iba empeorando. Varios médicos la examinaron extrañados el no saber el
por qué de ese declive de la salud. El veredicto final fue algún veneno
injerido cuyos efectos secundarios la llevarían a la tumba. Campos de cipreses
barruntaban aquella casona. Los médicos le explicaron el por qué el
empeoramiento de su salud, de su caída. Ante ello ella, su madre, acometió la
más bárbaras y sucios arañazos ante el error que había realizado. Culpo a su
padre. Por ello tuvo que huir, hombre buscado por la ley, por la injusta ley.
En
sus vagos pensamientos la jornada iba tomando más energía, un sol que se
columpiaba con el primaveral aroma de las flores. Las montañas tomaban restos
de nieve en sus cimas, gris en su cuerpo y verde en sus faldas. Un verde oscuro
que ella saboreaba en ese momento que su mirada se perdía a través de los
cristales de su ventana. La brisa era calma, el tiempo quieto y el rebozar de
los pajarillos daban un ambiente de paz, de serenidad. Después sus ojillos se
perdieron de nuevo en la carta, esa carta que tanto… que tanto guardaba en su
corazón, en su corazón…
“ Te
he dejado aquí porque a mi me acusaron de homicidio. Culpa de aquel ser
telúrico que fue tu madre y sus amistades, sus amantes, que más da. No deseaba
yo que te acogiera su rica familia donde todas las culpas, todos los aguijones
también te cercarían. Por ello cuando cumpliste 15 primaveras tuve que
alejarte, protegerte sin más. Hacer como si no existieras ante una maza
rompiente en tu vida. Ella sobrevivió aquel estado de gravedad pero yo ya era y
soy el hombre más buscado del país. Ella para ti no más que sería un látigo de
tachas hacia tu esencia frágil. Por ello cuando mi huida estaba ya muy próxima
a mi fin tuve que alejarte, esconderte ante sus garras abrasantes. Te deje con
solo el goteo de una luna y un sol que bien te mimarán cuando la soledad te invada.
Me quede cabizbajo, insatisfecho. Pero, dime ¿qué podía hacer? No quería tu
sufrimiento. Mas vale a veces estar solo
en esos ríos pacíficos del silencio y aislamiento que desembocar entre
agujas que te esclavizarían, que te torturarían, que te harían sufrir. Espero
que lo entiendas. Que me perdones por no estar contigo en ese lugar donde la
conversación es rienda del desierto. Todo es para tu seguridad. Ya te llegará
algún mensaje de esos amigos cuya amistad y fidelidad son inquebrantables. Se
despide, Tu padre. “
Sus mejillas son brumas de las lágrimas, son
eco de un retorcido mañana intocable. Ella recuerda, si recuerda ese último día
cuando una estación la separó del mundo de los vivos, de ese mundo donde los
celos y el engaño la distanciaron a ese lago. No sabía a donde se dirigía solo
estaba acompañada por el más digno y honesto amigo de su padre. Se subieron al
tren atravesando montes y verdes
praderas que la inspiraban en que perfecta es la naturaleza. Era invierno pero
las primeras nevadas aun estaban ausentes. Todo lo que se movía era enigmático
ramificado por esas vestimentas apagadas de la estación. De su acompañante solo
podía distinguir el mar azul de su mirada. Una mirada que se envolvía en la
seguridad, en la seriedad pero con un toque de misterio le resultaban a ello
inexpresivos.
-
¿A dónde
vamos?
-
Se te ha
prohibido preguntar pequeña.
Prohibir su pregunta. En el vacío de ese
vagón y solo el ronroneo del tren cuando es cauce de sus raíles la dejo un poco
de malhumor.
-
Solo es
curiosidad. No sé aun tu nombre.
-
La
curiosidad destiñe tu belleza. No puedo hablar.
-
No es
curiosidad señor. Todo esto me parece extraño, este viaje…¿Por qué no se quita
la bufanda? Estamos los dos solos en este departamento y tanto frío no hace.
-
No, no
puedo. Solo soy tu guardián.
“ Mi
guardián” se quedo pensativa ella con esa palabra. ¿Guardián de que? ¿Guardián
por qué? Ya afuera la atmosfera tomaba un gris cerrado, la marchito del día era
visible clareando así más lo verde del paisaje.
-
Solo
decirte que guardo promesa a tu padre y tu guía para esas nuevas tierras donde
te vas a mecer.
-¿Por
qué?-inquirió ella elevando más la voz- Tengo derecho a saber a donde voy, a
donde vamos.
El
grito de ella se había echo largo, tan largo que uno de los trabajadores de
servicio entró sin permiso previo.
-
Pasa
algo señor y señorita-
-
Nada-comento
ella sonriente- Soy yo que a veces alzo la voz un poco más de lo normal.
-
Pues
disculpe por mi intromisión.
-
No, no
se disculpe. Ha hecho usted muy bien. Siempre hay que vigilar y estar atento
por lo que pueda ocurrir en el tren.- dijo el con tono sereno.
-
Hasta
luego señor y señorita. Si necesitan algo no duden en llamar.
Cuando hubo salido el operario él miro
fijamente a ella por su rostro iba subiendo una espuma densa y roja hasta sus
ojos.
-¡Lo ves¡-enojado-Has provocado
que alguien pase a esta sala y ello puede ser peligroso aunque solo fuera un
trabajador ¡No preguntes más¡
-No se enfade pero es que este
viaje…
-Ya lo sabrás cuando llegues. No
te preocupes por ello.
Explicaba
el a ella. Ya en esas palabras se denotaba un cierto aire de tranquilidad, sus
ojos habían vuelto a la normalidad. Ella miraba a través de la ventana había
comenzado a anochecer, un nocturno estridente con el rugido de la locomotora.
-
Admiras
la naturaleza jovencita. Observa como la tierra es de un negro exquisito ¡Tan
relajante¡ ¡Tan pacífico¡
-
No, no
la admiro. Todo es oscuridad
-
¿Oscuridad?
Crees que solo hay oscuridad en ese paisaje que se va grandioso patrimonio de
la madre tierra. Estás equivocada. Pero no importa, ya aprenderás a amarla
cuando la tristeza y la soledad se haga hueco en ti. Ahora no lo entiendes pero
la naturaleza esos montes azabaches que persiguen nuestra mirada con la rapidez
de este medio de transporte es censura de la muchas penalidades. Ella en el
mañana te invitará a ser cascada bajo la sombra de sus cumbres, de sus flores,
de sus arboledas. Nunca te abandonarán, ni te eclipsarán como ave del frescor
de tu juventud. Te acurrucara en el regazo de su santuario cuando mires al
firmamento y sientas que esos astros son los más hermosos ojos que te pueden
mirar.
-
Por qué
no vamos a tomar algo, como los otros.
-
¡No¡ No
me escuchas. Siempre haces cosas que pueden ser peligrosas para ti, para tu
padre. Nadie nos puede ver podría levantarse una especie de chismorreo cuando
nos bajemos y tu ya sabes como son los cuentos se despliegan y son camino de
los que quieres que no se enteren.
-
-
¿Es que
acaso estamos huyendo de algo?
-
Es que
acaso tú no sabes que es mejor guardar la distancia entre desconocidos. Ser
vacío de sus fugaces miradas.
-
¿Qué ocurre?
No comprendo
No entendía nada, su razón
serpenteaba como aquel ferrocarril en la invisibilidad del significado de sus
palabras.
-
Tus ojos
muestran decepción, preocupación. No ocurre nada pequeña. La gente con sus
máscaras y disfraces pueden a veces hacerte daño, mucho daño. No te fíes de las
apariencias. Con esto quiero decirte que no saldremos de esta cabina hasta
llegar a la estación.
-
Solo
entiendo que de ser un disfraz, alguna imagen difuminada e irreconocible para
otros.
-
Exacto
muchacha.
Ella guardó de nuevo aquella emotiva carta.
Una carta entrañable y que la alojaba en los ecos de la añoranza. El perfume de
su padre era aun presente y con el todo su ser. Miró de nuevo por la ventana,
se distinguía un horizonte pleno en celeste pero roto por unas nubes plomizas
que se iban extendiendo.
“
Hoy habrá tormenta. Ello, me vestirá bajo este techo hasta que la calma llegue.
Todo se estremece a lo largo de un trueno que se acerca, que se aproxima a este lago donde mi ser yace en soledad. A
veces una soledad magnífica, es tan lindo todo esto…, tan perfecto. Lluvia,
agua que cae en el movimiento recto de su frescor, de su sabiduría sobre rocas
inanimadas donde que dejan correr su cuerpo. La necesidad me llama cuando un
relámpago a lo lejos es llama del amor. La necesidad de amor. De ser amada en
el circular de los días. A veces en este destierro provocado parezco morir. Si,
morir”
Ella
cierra la ventana no quiere ser consciente de esa tormenta que la embarga en
nostalgias, en deseos imposibles. Acaricia la cortina y en su borde
cuidadosamente con sus yemas besa las letras que están inscritas “ Te quiero
Rosam. Tu padre”.
“Quizás nos volvamos a ver y podamos retomar
la aventura de ser padre e hija que reconstruyen su vida, su vida”, se dijo
para si misma.
La
tormenta continuaba su carga y ella en
un rincón donde se hallaba su mesa y una silla se sentó. Como siempre, como
todos sus despertares recurría a su diario.
“ Día 26 de octubre. Hoy he despertado como
otros tantos días explorando la esperanza. Y me pregunto si alguna vez seré mano de otras manos. Son
tantos años…La soledad es almohada que me recoge en mis sueños. Sueños ya vagos
que no se aventuran a la verticalidad de ser palabra a otro ser. La lluvia cruje
en mi ventana, cada gota es como si erupcionará la ilusión de alguien tocando a
mi puerta. Pero nada, la nada sigue ahí. La siento cimbrar en mis venas. Por
qué hacer girar la llama de la esperanza alrededor mí. Que será, que será.
Siento frío, un frío interior que me evoca a la tristeza. La espera es tan
larga y todo tan lejano. Los deseos se me vuelcan y la contradicción emerge
como algas que me atrapan en la profundidad del adiós. Si volviera a la
civilización me sentiría extraña. Ello me obliga a ser estática ave que no
desea emigrar ¡El temor¡ ¡El miedo¡ De ser mirada de otra mirada. Se fuerte, me
digo. Y alzo el reverder de mi espíritu en este lugar. Este lugar donde la
naturaleza me acompaña, me aconseja ser vertiente de la paciencia, de la calma.
Y llorar y llorar. Tengo tanto dolor. No se como anoche como otras tantas me
han dejado un paquete ¿Quién será? Será aquel hombre de ojos claros que iba en
el vagón conmigo. Periódicos atrasados, comida ¿Por qué no se deja ver? A lo
mejor es mejor así. Dudo. La duda me inyecta ilusiones. Espero que no sean
vanas. Me hallo desorientada. Presiento que alguien me protege, un alma
invisible que proyecta en mi mente la no desesperación, el arraigo a la vida. Mis palabras siempre tienen la
misma tonada. Un mismo color que desencadena al derrumbe ¡No¡ No me caeré por
el vertiginoso rumbo de las lágrimas.
Seré uniforme al paso del tiempo, del tiempo ¡Qué cansada estoy¡ Es dolor, es
la pena, es la nostalgia. Respiro hondo, muy hondo y no hallo explicación para
seguir con esta existencia. Me imagino hundiéndome en ese lago, ese lago cual
me vigila noche y día, día y noche. Con mis ojos cerrados. Con mi cuerpo
desnudo.”
Cada
palabra escrita la revitaliza a ser energética balada de su verticalidad. La
tormenta toma el sosiego y se aleja a otras tierras con sus truenos y
relámpagos. Se asoma a su ventana y la hojarasca esparcida y embarrada la
invita a pasear, a pasear por las mismas huellas de jornadas anteriores. Ahora
con la humedad latente, ese frescor, ese aroma a musgo. Su pisada. La bóveda
celeste manantial de un sol que embellece más ese lugar.
CONTINUARÁ
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