martes, agosto 28, 2012

EL LAGO(1ª PARTE)


     1º PARTE(El Lago)

Cuando las nubes cenizas eternas estáticas son cumbre de la bóveda celeste ella miraba a ese animal deforme como a la conquista de alguna estrella fugaz navegante del nocturno para conquistarla, para capturarla y guardarla bien bajo su corazón. No se sabía por qué sus jornadas eran eviterno desabrigo de la palabra. Solo el canto de algún ave de la noche en plena cacería la despistaba de sus pensamientos. Noche oscura, noche donde su guarida una casa de noble maderas humildes la abrigaba de la intemperie. Desde su ventana divisaba el lago, ese lago que con las nubes quietas y una brisa que no resaltaba su presencia era se podría decir que infinito. A lo lejos montañas de negro pintando el horizonte con el hermoso de sus perfiles, a lo lejos esa ciudad que tanto añoraba ¿qué habría en ella? Solo pequeñas cartas se la describían. La primavera ya entraba, era simiente de pétalos de arco iris que al amanecer tiznaba tierra donde se hallaba. En el centro de un lago apartada de la sociedad cuando llegó a la adolescencia. Sabía leer, de matemáticas lo suficiente para después una existencia en aislamiento. Solo una de las cartas que leía una y otra vez en ese viejo baúl era mensaje del por qué tenía que vivir separa de todo contacto humano. Dudaba y entendía a la vez. En este cavilar el sueño aprieta y se deja ir por el largo pasillo hasta su mundo. Esperaría otro despertar, el paso del tiempo inexplicable tal vez le ofreciera alguna razón.

      Y el despertar es sonoro ronroneo en el lago. Dorados peces que con las primeras dianas solares sobrevuelan la profundidad de sus transparentes aguas, nubes que se agotan con el vientecillo mañanero y sábanas que caen cuando su cuerpo es movimiento, se estira y de sus ojos bosteza un nuevo día. Un nuevo amanecer donde torritas nubes del nocturno han huido. Como siempre, como todos esos esbozos al alba , con 30 primaveras arrollando sus castaños cabellos se alza, es caricia de su cuerpo empezando por su liso vientre para alargar sus jóvenes manos a sus senos. Senos vírgenes, senos que la llevan a sus labios intactos por otros labios. Sus ojos rozan tímidamente el espejo de esa habitación y le habla, le habla, del amor, por ejemplo. Excomulga su cuerpo de la pereza, se ciega ante el espejo y se yerta ante ese viejo baúl bajo la ventana. Esa ventana de cristales rotos. Por ella entra el influjo de la brisa mañanera, por ella con las cortinas alzadas al son del vientecillo puede observar un viejo roble quebrado en tiempos pasados. Le gusta ese instante. Un haz de luz incidiendo en su rostro, en su cuerpo desnudo y vaivén de la brisa temprana. Ya se encuentra absolutamente despierta y se dobla para abrir el baúl y releer la carta. Tras cogerlas con lágrimas en sus mejillas se sienta en la cama
                “ Querida hija:
Siempre será difícil el vernos de nuevo. El compartir aquellos momentos de gran felicidad cuando tu viniste al mundo. No sé que motivos darte. Solo decirte antes de darte una explicación que tu abandono es motivado por protección en un lugar inconquistable por los humanos. Decirte que te quiero”
  Este primer párrafo, la sumía en una cierta tristeza. Ese adiós que la desterraba de todo. Intentaba llegar a la última imagen de su padre. Pero el no estuvo en aquella despedida. Su madre desapareció no más que nacer ella con una honda depresión producida por el parto que la llevo a una borrasca eterna. No la quería. Mujer refinada, mujer adusta y de belleza sin igual ante los hombres. Traerla a ella a este mundo la impregnaba de astillas colmadas por celos. Quería libertad, ser ella la única amada por su padre. Las palabras de su padre ante aquellos absurdos celos y envidias las rememoraba ahora. El no podía salir, asistir algún lugar aunque fuera un pequeño paseo por los alrededores. Tampoco a trabajar. Cuando quedo en estado todo se pronunció más vertiginosamente llegando incluso a la idea obsesiva de asesinarlo. Iba a toda clase de curandera para que le diera ese brebaje que le permitiera abortar, se daba y golpes en su estómago que no la llevaban a nada. Ella tenía que nace. En este tiempo el país entraba en conflicto repercutiendo la seguridad de cualquiera. Y nació, pero la salud de madre iba empeorando. Varios médicos la examinaron extrañados el no saber el por qué de ese declive de la salud. El veredicto final fue algún veneno injerido cuyos efectos secundarios la llevarían a la tumba. Campos de cipreses barruntaban aquella casona. Los médicos le explicaron el por qué el empeoramiento de su salud, de su caída. Ante ello ella, su madre, acometió la más bárbaras y sucios arañazos ante el error que había realizado. Culpo a su padre. Por ello tuvo que huir, hombre buscado por la ley, por la injusta ley.
    En sus vagos pensamientos la jornada iba tomando más energía, un sol que se columpiaba con el primaveral aroma de las flores. Las montañas tomaban restos de nieve en sus cimas, gris en su cuerpo y verde en sus faldas. Un verde oscuro que ella saboreaba en ese momento que su mirada se perdía a través de los cristales de su ventana. La brisa era calma, el tiempo quieto y el rebozar de los pajarillos daban un ambiente de paz, de serenidad. Después sus ojillos se perdieron de nuevo en la carta, esa carta que tanto… que tanto guardaba en su corazón, en su corazón…
   “ Te he dejado aquí porque a mi me acusaron de homicidio. Culpa de aquel ser telúrico que fue tu madre y sus amistades, sus amantes, que más da. No deseaba yo que te acogiera su rica familia donde todas las culpas, todos los aguijones también te cercarían. Por ello cuando cumpliste 15 primaveras tuve que alejarte, protegerte sin más. Hacer como si no existieras ante una maza rompiente en tu vida. Ella sobrevivió aquel estado de gravedad pero yo ya era y soy el hombre más buscado del país. Ella para ti no más que sería un látigo de tachas hacia tu esencia frágil. Por ello cuando mi huida estaba ya muy próxima a mi fin tuve que alejarte, esconderte ante sus garras abrasantes. Te deje con solo el goteo de una luna y un sol que bien te mimarán cuando la soledad te invada. Me quede cabizbajo, insatisfecho. Pero, dime ¿qué podía hacer? No quería tu sufrimiento. Mas vale a veces estar solo  en esos ríos pacíficos del silencio y aislamiento que desembocar entre agujas que te esclavizarían, que te torturarían, que te harían sufrir. Espero que lo entiendas. Que me perdones por no estar contigo en ese lugar donde la conversación es rienda del desierto. Todo es para tu seguridad. Ya te llegará algún mensaje de esos amigos cuya amistad y fidelidad son inquebrantables. Se despide, Tu padre. “  

      Sus mejillas son brumas de las lágrimas, son eco de un retorcido mañana intocable. Ella recuerda, si recuerda ese último día cuando una estación la separó del mundo de los vivos, de ese mundo donde los celos y el engaño la distanciaron a ese lago. No sabía a donde se dirigía solo estaba acompañada por el más digno y honesto amigo de su padre. Se subieron al tren atravesando  montes y verdes praderas que la inspiraban en que perfecta es la naturaleza. Era invierno pero las primeras nevadas aun estaban ausentes. Todo lo que se movía era enigmático ramificado por esas vestimentas apagadas de la estación. De su acompañante solo podía distinguir el mar azul de su mirada. Una mirada que se envolvía en la seguridad, en la seriedad pero con un toque de misterio le resultaban a ello inexpresivos.
-       ¿A dónde vamos?
-       Se te ha prohibido preguntar pequeña.
Prohibir su pregunta. En el vacío de ese vagón y solo el ronroneo del tren cuando es cauce de sus raíles la dejo un poco de malhumor.
-       Solo es curiosidad. No sé aun tu nombre.
-       La curiosidad destiñe tu belleza. No puedo hablar.
-       No es curiosidad señor. Todo esto me parece extraño, este viaje…¿Por qué no se quita la bufanda? Estamos los dos solos en este departamento y tanto frío no hace.
-       No, no puedo. Solo soy tu guardián.
 “ Mi guardián” se quedo pensativa ella con esa palabra. ¿Guardián de que? ¿Guardián por qué? Ya afuera la atmosfera tomaba un gris cerrado, la marchito del día era visible clareando así más lo verde del paisaje.
-       Solo decirte que guardo promesa a tu padre y tu guía para esas nuevas tierras donde te vas a mecer.
 -¿Por qué?-inquirió ella elevando más la voz- Tengo derecho a saber a donde voy, a donde vamos.
 El grito de ella se había echo largo, tan largo que uno de los trabajadores de servicio entró sin permiso previo.
-       Pasa algo señor y señorita-
-       Nada-comento ella sonriente- Soy yo que a veces alzo la voz un poco más de lo normal.
-       Pues disculpe por mi intromisión.
-       No, no se disculpe. Ha hecho usted muy bien. Siempre hay que vigilar y estar atento por lo que pueda ocurrir en el tren.- dijo el con tono sereno.
-       Hasta luego señor y señorita. Si necesitan algo no duden en llamar.
 Cuando hubo salido el operario él miro fijamente a ella por su rostro iba subiendo una espuma densa y roja hasta sus ojos.
-¡Lo ves¡-enojado-Has provocado que alguien pase a esta sala y ello puede ser peligroso aunque solo fuera un trabajador ¡No preguntes más¡
-No se enfade pero es que este viaje…
-Ya lo sabrás cuando llegues. No te preocupes por ello.
   Explicaba el a ella. Ya en esas palabras se denotaba un cierto aire de tranquilidad, sus ojos habían vuelto a la normalidad. Ella miraba a través de la ventana había comenzado a anochecer, un nocturno estridente con el rugido de la locomotora.
-       Admiras la naturaleza jovencita. Observa como la tierra es de un negro exquisito ¡Tan relajante¡ ¡Tan pacífico¡  
-       No, no la admiro. Todo es oscuridad
-       ¿Oscuridad? Crees que solo hay oscuridad en ese paisaje que se va grandioso patrimonio de la madre tierra. Estás equivocada. Pero no importa, ya aprenderás a amarla cuando la tristeza y la soledad se haga hueco en ti. Ahora no lo entiendes pero la naturaleza esos montes azabaches que persiguen nuestra mirada con la rapidez de este medio de transporte es censura de la muchas penalidades. Ella en el mañana te invitará a ser cascada bajo la sombra de sus cumbres, de sus flores, de sus arboledas. Nunca te abandonarán, ni te eclipsarán como ave del frescor de tu juventud. Te acurrucara en el regazo de su santuario cuando mires al firmamento y sientas que esos astros son los más hermosos ojos que te pueden mirar.
-       Por qué no vamos a tomar algo, como los otros.
-       ¡No¡ No me escuchas. Siempre haces cosas que pueden ser peligrosas para ti, para tu padre. Nadie nos puede ver podría levantarse una especie de chismorreo cuando nos bajemos y tu ya sabes como son los cuentos se despliegan y son camino de los que quieres que no se enteren.
-        
-       ¿Es que acaso estamos huyendo de algo?  
-       Es que acaso tú no sabes que es mejor guardar la distancia entre desconocidos. Ser vacío de sus fugaces miradas.
-       ¿Qué ocurre? No comprendo
No entendía nada, su razón serpenteaba como aquel ferrocarril en la invisibilidad del significado de sus palabras.
-       Tus ojos muestran decepción, preocupación. No ocurre nada pequeña. La gente con sus máscaras y disfraces pueden a veces hacerte daño, mucho daño. No te fíes de las apariencias. Con esto quiero decirte que no saldremos de esta cabina hasta llegar a la estación.
-       Solo entiendo que de ser un disfraz, alguna imagen difuminada e irreconocible para otros.
-       Exacto muchacha.      

Ella guardó de nuevo aquella emotiva carta. Una carta entrañable y que la alojaba en los ecos de la añoranza. El perfume de su padre era aun presente y con el todo su ser. Miró de nuevo por la ventana, se distinguía un horizonte pleno en celeste pero roto por unas nubes plomizas que se iban extendiendo.
      “ Hoy habrá tormenta. Ello, me vestirá bajo este techo hasta que la calma llegue. Todo se estremece a lo largo de un trueno que se acerca, que se aproxima  a este lago donde mi ser yace en soledad. A veces una soledad magnífica, es tan lindo todo esto…, tan perfecto. Lluvia, agua que cae en el movimiento recto de su frescor, de su sabiduría sobre rocas inanimadas donde que dejan correr su cuerpo. La necesidad me llama cuando un relámpago a lo lejos es llama del amor. La necesidad de amor. De ser amada en el circular de los días. A veces en este destierro provocado parezco morir. Si, morir”
   Ella cierra la ventana no quiere ser consciente de esa tormenta que la embarga en nostalgias, en deseos imposibles. Acaricia la cortina y en su borde cuidadosamente con sus yemas besa las letras que están inscritas “ Te quiero Rosam. Tu padre”.
“Quizás nos volvamos a ver y podamos retomar la aventura de ser padre e hija que reconstruyen su vida, su vida”, se dijo para si misma.
 La tormenta continuaba su carga y  ella en un rincón donde se hallaba su mesa y una silla se sentó. Como siempre, como todos sus despertares recurría a su diario.
“ Día 26 de octubre. Hoy he despertado como otros tantos días explorando la esperanza. Y me pregunto  si alguna vez seré mano de otras manos. Son tantos años…La soledad es almohada que me recoge en mis sueños. Sueños ya vagos que no se aventuran a la verticalidad de ser palabra a otro ser. La lluvia cruje en mi ventana, cada gota es como si erupcionará la ilusión de alguien tocando a mi puerta. Pero nada, la nada sigue ahí. La siento cimbrar en mis venas. Por qué hacer girar la llama de la esperanza alrededor mí. Que será, que será. Siento frío, un frío interior que me evoca a la tristeza. La espera es tan larga y todo tan lejano. Los deseos se me vuelcan y la contradicción emerge como algas que me atrapan en la profundidad del adiós. Si volviera a la civilización me sentiría extraña. Ello me obliga a ser estática ave que no desea emigrar ¡El temor¡ ¡El miedo¡ De ser mirada de otra mirada. Se fuerte, me digo. Y alzo el reverder de mi espíritu en este lugar. Este lugar donde la naturaleza me acompaña, me aconseja ser vertiente de la paciencia, de la calma. Y llorar y llorar. Tengo tanto dolor. No se como anoche como otras tantas me han dejado un paquete ¿Quién será? Será aquel hombre de ojos claros que iba en el vagón conmigo. Periódicos atrasados, comida ¿Por qué no se deja ver? A lo mejor es mejor así. Dudo. La duda me inyecta ilusiones. Espero que no sean vanas. Me hallo desorientada. Presiento que alguien me protege, un alma invisible que proyecta en mi mente la no desesperación, el arraigo  a la vida. Mis palabras siempre tienen la misma tonada. Un mismo color que desencadena al derrumbe ¡No¡ No me caeré por el vertiginoso  rumbo de las lágrimas. Seré uniforme al paso del tiempo, del tiempo ¡Qué cansada estoy¡ Es dolor, es la pena, es la nostalgia. Respiro hondo, muy hondo y no hallo explicación para seguir con esta existencia. Me imagino hundiéndome en ese lago, ese lago cual me vigila noche y día, día y noche. Con mis ojos cerrados. Con mi cuerpo desnudo.”
   Cada palabra escrita la revitaliza a ser energética balada de su verticalidad. La tormenta toma el sosiego y se aleja a otras tierras con sus truenos y relámpagos. Se asoma a su ventana y la hojarasca esparcida y embarrada la invita a pasear, a pasear por las mismas huellas de jornadas anteriores. Ahora con la humedad latente, ese frescor, ese aroma a musgo. Su pisada. La bóveda celeste manantial de un sol que embellece más ese lugar. 


                                               CONTINUARÁ

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