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La
noche cabalga con Pegasus como antesala a lo maravilloso de estos instantes
donde el roce de mis manos con otras manos es yermo. Las explosiones aún se
sienten, lo malo de nuestra especie se consagra en su más macabra faceta. Una
tenue brisa me inspira, me sumerge en este escondrijo donde una latente
esperanza reverdece por momentos, algunos. Otros, me alojo en la negra máscara
que nos seduce y pienso que esto no tendrá fin. Y ese vagabundear en la razón
me lleva a qué será de mí. Si vuelvo a la capital seré sentenciada o no una más
en una fosa que se alarga por las carreteras de la oscuridad. Las
constelaciones bosquejan una telaraña ramificada en el infinito y ese infinito
lo temo. Temo que esta guerra descomunal , impredecible no acabe. En mi prolifera
acelerados cavilaciones que me hace dividirme Una dualidad de que me convence
de que si…de que si hay un fin. Un fin donde todos saldremos malheridos,
trastornados. Un fin donde el labio a labio sea rosas de los vientos de la
concordia. Una dualidad de que me convence de que no…de que no habrá termino.
Lo grotesco venciendo la debilidad de nuestros sueños en el hoy, en el mañana.
Cada jornada más frágil. Ojos blancos columpiándose alrededor de nuestras
desgracias, de nuestras penas. Y yo aquí, con el universo como amante, con este
Monteverde de escudo a cualquier infiltración traidora. Seccionada me escurro
barranco arriba y atisbo con mis ojos tristes . Sí, porque tengo ojos tristes,
no hace mirarme en un espejo. Cada lágrima se ahoga cuando siento el estruendo
indefinido de una explosión. Es como si me clavasen agujas ardientes que me han
ido tejiendo mi desgana. Y tengo desgana. Y tengo fatiga. Y tengo aún vida. No
me lo explico pero entiendo que el poder de la mente humana suma un gran
desafío a la muerte, esa muerte que amuralla a Nor. Ay, Nor. Nor del alma mía.
Cuando regrese besará tus ruinas y juntos reactivaremos, edificaremos en
armonía los sonidos de la libertad, la fraternidad, la esperanza. Ahora, me
encuentro cansada, el ruido sórdido me distancia de ti, la amenaza odiosa me
lleva a ser ausencia. Y para que estar allí, ya no seria parte de esta tierra.
Un escuadrón de aviones arruina el firmamento con sus gases mortales. Ay, Nor.
Nor del alma mía , pienso en ti. Pienso en mis seres amados, todos en tumbas
anónima. Tú, Nor, que me viste nacer. Tú, Nor, cierro los ojos mientras lo
perfecto y lo bello me protege y escucho cada llanto prolongado de tu gente, de
la gente que te quiero y no desea el mal. Pero el mal baila frenéticamente ,
desquiciado a tu rededor, en el núcleo de tu existencia donde todos carecen ya
de fuerzas para detener el horror de los horrores. La música del cosmos la
siento, una balada que me llega en estos instantes como bonancible vientecillo
que me sostiene. Ay, la isla. Esta isla del alma mía. Su decadencia es tan
profunda que no se puede saber a ciencia cierta cual será su escapatoria, esa
salida del mal. Cambiamos tanto, lo que hoy es negro, mañana es blanco. Hoy te
quiero y mañana te odio. Así somos, no se puede pronosticar nuestro futuro ,
todo cae en lo incierto, en la incertidumbre. Las palabras son una bola de
plastilina que se modifican según la visión, según nuestras mutaciones. Todo
cambia. Sí, todo cambia. Pero hay una ilusión, un halito donde muchos corazones
se congregan en su manera de las ideas. Tendemos pañuelos blancos en las
azoteas sin el temor de desaparecer y somos tangentes al respirar y respiramos.
Me parece ver los ancianos en una de las plazas, charlando entre ellos,
conversaciones que se dirigen al ayer. Y ese ayer de ello es nuestro hoy.
Desencajado se seguirán sentando hasta que la muerte los lleve…hasta la muerte
los lleve con la desilusión en un puño de sus manos haciendo tic-tac, tic-tac.
La brisa de hace más fuerte, yo , observando a Pegasus. La brisa tira de mi y
me tiendo sobre ella con toda la plenitud que me queda y me agarro a ella. Está
humedad, mis ojos observando a Pegasus.
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